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Vicente Beltrán Anglada

 

L.T.V., en reconocimiento sincero de la absoluta filiación espiritual que trasciende el Karma y su infinita secuela de muertes y nacimientos…

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CAPÍTULO V: LA SENSIBILIDAD HUMANA

Nuestra conversación de hoy se centrará en el aspecto psicológico de la sensibilidad humana, teniendo en cuenta que siendo esta conciencia psicológica el resultado de las energías provenientes de los tres Planos de vida y existencia conocidos, es decir, el mental, el emocional y el físico, deberá tener también tres zonas bien delimitadas en la vida del ser humano. Habrá pues una sensibilidad de tipo mental al pensamiento, una emocional en orden al sentimiento y una sensibilidad puramente física que dependerá del correcto funcionamiento de los órganos que constituyen su compleja estructura.

Tenemos así en el ser humano tres amplias zonas de sensibilidad con tres grandes corrientes de energía circulando entre ellas y produciendo en sus diversas interacciones los diferentes tipos psicológicos, así como construyendo las bases del destino humano en sus infinitas modificaciones kármicas. Hay, sin embargo, una cuarta corriente de energía o una nueva zona de sensibilidad abierta para todos los componentes de la Raza, pero que sólo pueden utilizar las personas de mente muy desarrollada y de corazón abierto a las necesidades colectivas o sociales. Tal corriente de energía y la zona mística en donde converge y se expansiona constituyen aquello que corrientemente denominamos "vida espiritual". Hay, así, cuatro grandes zonas de sensibilidad humana que deben ser progresivamente conquistadas a fin de consumar lo que en lenguaje esotérico llamamos "un ciclo de evolución mundial", y todos los seres humanos deberán ser conscientemente responsables algún día de sus particulares parcelas de cumplimiento, las que les correspondan dentro de las ilimitadas medidas de sensibilidad que forman parte de la gran conciencia planetaria. Así, por grados de sensibilidad, avanza la humanidad por el Sendero de Cumplimiento, único camino, en verdad, que le capacita para ultimar el proceso de su vida kármica aquí en la Tierra.

Hay un “Centro de Sensibilidad Cósmica” definida esotéricamente EL CORAZÓN DE DIOS, hacia el cual tienden o gravitan aparentemente las humanidades de todos los planetas dentro del Sistema Solar “en donde vivimos, nos movemos y tenemos el ser”, desde donde se proyectan las energías del AMOR, substancia creadora de nuestro Universo de Segundo Rayo. El motivo esencial de la vida de todo ser humano es este centro cósmico de Amor y la energía que del mismo dimana produce el fenómeno de la SENSIBILIDAD, el estímulo supremo de la evolución; pudiendo ser catalogadas todas las conciencias o almas en evolución dentro del Universo, o del planeta, por su grado de acercamiento a la Vida cósmica, o sea, por su grado de sensibilidad a lo más elevado. En lo que al ser humano concretamente se refiere, la expansión de esta sensibilidad innata del corazón que se propaga o extiende a todo su equipo psicológico y a todos sus niveles de percepción y de contacto, se la define técnicamente como fraternidad, siendo este sentimiento indescriptible de fraternidad la base misma de la Creación del Universo, es decir, que la Creación no es esencialmente mental en lo que a nuestro Sistema solar se refiere, aun cuando sea la Mente la que prepara y confecciona sus ocultos diseños y arquetipos, sino que es la vida del Corazón la que en un potentísimo e incomprensible impulso cósmico de Amor se introduce en la Mente y la capacita para crear. La imaginación creadora, sobre la cual tanto énfasis deposita el hombre intelectual, no es una cualidad de la Mente sino una función viva del Corazón. De la misma manera, SHAMBALLA, que a la percepción esotérica aparece como el máximo centro de actividad creadora en nuestro planeta y donde son manipuladas las energías ígneas del Primer Rayo no es sino la centralización del más elevado aspecto del Amor, expresándose como Voluntad o como Poder, es decir, el resultado de la recepción y proyección de la Sensibilidad cósmica, o del Amor universal. Igual analogía puede ser aplicada a todos los planetas del Universo, sea cual sea la corriente de energía de Rayo que caracteriza a su Logos regente y condiciona su evolución; el Amor del Corazón que surge de aquel infinito Centro de proyección magnética está en la base de todas sus creaciones, siendo cada uno de los siete Rayos, o corrientes vitales de energía cósmica, solo unas simples modificaciones o cualidades magnéticas que surgen de aquel indescriptible Corazón Logoico que late al impulso supremo del Segundo Rayo de Amor, de Sabiduría y de Sensibilidad.

EVOLUCIÓN DE LA SENSIBILIDAD

La sensibilidad evoluciona, a igual que la conciencia, a la búsqueda de los Bienes inmortales. Su grado de acercamiento a los mismos indica siempre la calidad de un Misterio, siendo éste alguna posible meta iniciática para el ser humano, un objetivo inmediato que ha de ser cumplido y la apertura de un ilimitado campo de observación al final del cual, allá en el lejano horizonte es intuida, más bien que percibida, una meta todavía más lejana y sublime. Por el cumplimiento de la Ley, entendiendo por Ley la observancia del principio causal de Servicio y Sacrificio, se avanza hacia aquella lejana meta y van consiguiéndose todos los poderes imaginables en el orden psíquico y en el espiritual con un creciente desarrollo de la sensibilidad innata y de una condición psicológica de polarización o gravitación hacia algún definido centro creador más elevado.

La Humanidad actual se mueve todavía, desde el ángulo de la evolución, inducida mayormente por impulsos instintivos dictados por las necesidades inherentes a la vida psicológica. El límite de sus observaciones y las fronteras que limitan la sensibilidad a la vida espiritual crean las necesidades de carácter inmediato. La lucha se centraliza en el campo emocional, en aquellas zonas de actividad en donde la mente y el deseo tratan de resolver el proceso kármico y de hallar adecuadas soluciones a los múltiples problemas que surgen del cotidiano vivir, esotéricamente podríamos decir que se trata de actividades kamamanásicas, es decir, conducidas por la doble motivación de la mente intelectual y por la fuerza incentiva del apremiante deseo de lo inmediato. Un clamor de aspiración se eleva también del centro oculto de la humanidad originando unos remolinos de luz que son observados muy atentamente por los Augustos Responsables planetarios, ya que les indican, sin lugar a dudas, que un grupo de seres humanos empieza a ser sensible a la vida interior y a extender su visión a metas más lejanas dentro de los insondables confines de su vida psicológica. Tales remolinos de luz dentro de la gran masa de actividad kamamanásica indican asimismo que hay ciertos puntos de “iluminada crisis” dentro de la humanidad orientados hacia aspectos superiores y de más amplia e incluyente sensibilidad. El individuo que se halla en el centro de alta tensión de alguno de tales remolinos de luz y está luchando por emerger a la superficie de más elevadas realidades, está guiado por un tipo de intención o de aspiración superior y tiende hacia un aspecto de sensibilidad superior, más allá y por encima de la que constituye la meta inmediata de la inmensa mayoría de la humanidad.

De manera que cuando en los diferentes tratados esotéricos se nos habla de la Iniciación, está informándosenos acerca de esta expansión de conciencia en busca de “más luz”, lo cual indica también que la sensibilidad mental, la emocional y aun la física están abriéndose progresivamente paso hacia las corrientes inmortales de la Luz del Cosmos. A partir de esta inevitable y sincera búsqueda de luz y de sensibilidad se le abren al discípulo en entrenamiento espiritual unas zonas de cumplimiento universal realmente impresionantes; es como si avizorara desde su lugar o punto kármico en el tiempo, desde el centro ALFA de su vida el punto OMEGA de su destino creador, un destino que comparte -salvo las distancias y las proporciones cósmicas- con todos los Dioses que ejercitan su poder creador sobre mundos y Sistemas solares...

En los estudios esotéricos que hacen referencia a las técnicas de entrenamiento espiritual se insiste frecuentemente en la capacidad que tiene el discípulo de atraer más luz a las áreas psicológicas de su vida, y se le observa desde el ángulo oculto, espiritual o ashrámico, de acuerdo con la intensidad de aquella luz, la cual se localiza en ciertas zonas de la cabeza desde donde irradia en forma de ondas concéntricas de un vivísimo color blanco azulado. Esta proyección de luz causal, o “Luz en la Cabeza”, le indica al Maestro el grado de sensibilidad de un discípulo a las zonas causales de donde irradia la Luz del Alma y esta sensibilidad, de carácter iniciático, es, a su vez, el centro mágico de atracción de un sinnúmero de elementos dévicos o angélicos coexistentes con el éter, a quienes la tradición esotérica denomina “los Ángeles de la Luz” y son una especie particular de AGNISHVATTAS. Absolutamente conocedores de sus múltiples expresiones, son los eficaces colaboradores del discípulo en el difícil arte de construir el Antakarana, o “puente de arco iris”, que se extiende del centro Ajna al centro Coronario, el del Loto de los Mil Pétalos. El Antakarana es también un resultado místico de la sensibilidad del corazón, la cual infunde la luz en la cabeza del discípulo y le orienta hacia el Bien supremo, creando todos y cada uno de los tramos o estadios espirituales que en lenguaje místico llamamos “el Sendero”. El Sendero es eterno, pero indica siempre “un grado de sensibilidad a la luz” y la culminación del mismo se pierde en las indescriptibles e insondables abismos del Cosmos absoluto, ya que existe un indisoluble engarce magnético entre todas las almas que pueblan los distintos e incalculables Universos, de la misma manera que existe una permanente e indestructible unión de todos los elementos dévicos en sus infinitas jerarquías a través del Éter, esta substancia de origen cósmico que los grandes Rishis del pasado denominaban “la Sangre de los Dioses”.

De idéntica manera, este mágico sentimiento de solidaridad y fraternidad se demuestra en la Ley de evolución de los Reinos de la Naturaleza los cuales, según el dictado de la analogía universal, vienen a ser como perlas engarzadas unas a otras por medio de un sutilísimo hilo de Luz creado y vivificado por el propio Espíritu del Logos planetario Quien, a su vez, es vivificado en virtud del enlace magnético de Su vida con la Vida del Logos solar. La Ley de Vinculación Cósmica, cuyo secreto es SENSIBILIDAD, se extiende así desde el más elemental núcleo atómico a la más esplendente Galaxia y a medida que el Espacio se va llenando de mundos y de Sistemas solares en incesante movimiento, más profundamente se aprecia el claro sentido de la Ley social de Relaciones que le permite al ser espiritual establecer contacto con las más alejadas dimensiones cósmicas. Bien, esta idea de Sensibilidad que estamos tratando en nuestra conversación de hoy, pese a que en ciertos momentos la hayamos situado en las más elevadas zonas de cumplimiento universal, debe quedar concreta y definidamente confinada en nosotros a la correcta vivencia y a las mas elementales reglas de convivencia social.

LA SENSIBILIDAD SOCIAL

La acción social, desde el ángulo de la sensibilidad, deberá expresarse naturalmente por grados de acercamiento humano. La civilización y la cultura de los pueblos de la Tierra demuestran los grados de sensibilidad cósmica que pudo ser introducida en el ambiente social del mundo en cualquier momento determinado del tiempo o de la historia a través de individualidades “altamente sensibilizadas”. Cuando en los estudios esotéricos se analiza la vida del Discípulo cualificado dentro de un Ashrama de la Jerarquía, se hace siempre desde el ángulo de la sensibilidad espiritual expresada en forma de acercamiento humano, siendo ambas virtudes consubstanciales y no pudiendo existir por separado. Así, el término Iniciación indica “un alto grado de integración social”, una sensibilidad exquisita hacia las necesidades de la humanidad y un decidido esfuerzo por mejorarlas en la medida de las propias fuerzas. El Servicio -tal como se nos ha explicado ocultamente- es “un instinto natural del Alma”, ya que la motivación principal de un Alma al tomar cualquier cuerpo de manifestación es la redención, es decir, un impulso de amor y de sacrificio en bien de las innumerables células que constituyen la estructura orgánica de dicho cuerpo. Todos los seres humanos que se sacrificaron por sus hermanos en no importa qué tiempo de la historia planetaria ni en qué tipo de sociedad humana a través de las edades, fueron discípulos de los Maestros, pertenecientes a alguno de los Ashramas de la Jerarquía en sus distintos Rayos y demostrando sensibilidad y acercamiento en sus vidas, es decir, servicio creador. En otro nivel, pero siguiendo siempre las leyes inmutables de acercamiento humano que rigen la evolución social de la humanidad, todos los seres humanos que de una u otra manera se esfuerzan, trabajan y luchan por los demás, olvidados de sí mismos en el gozo supremo de la acción social, demuestran sensibilidad al Alma y cumplen con su deber preparando el camino de su Iniciación como discípulos en el corazón del Maestro. De ahí la confianza de la Jerarquía en el corazón sensible de la humanidad, de ahí sus solicitudes y desvelos en favor del gran “discípulo mundial” como un todo, el cual, pese a todas las aparentes contradicciones existentes y fracasos en el orden social, tiene un corazón sensible y trata de ser correcto en sus relaciones con los demás. En el fondo del ser humano subyace la gloria de la acción social y del acercamiento humano; su expresión correcta dependerá del grado de desarrollo de su sensibilidad natural por medio de la actividad del centro cardíaco. La sensibilidad humana es cosa del corazón, de la misma manera que la conciencia de las cosas es algo que pertenece a la mente a medida que ésta va evolucionando por medio de la actividad del centro del entrecejo. Ambos centros, en su mutua interdependencia, constituyen los motivos esenciales y espirituales del ser humano y a medida que ambos centros se unifican y coordinan mediante la impersonalidad, el servicio y la renuncia al “yo” separado y egoísta, se desarrolla en el individuo el Centro Coronario, abriéndose progresivamente cada uno de los Mil Pétalos que en el mismo se hallan contenidos.

LA SENSIBILIDAD A LAS COSAS

Como comprenderán, el acercamiento humano vino precedido por un acercamiento instintivo a las cosas de la vida. Desde un principio de los tiempos el hombre se sintió impelido a la acción social, aunque condicionándola siempre al afán o al deseo de lo inmediato. Esta sensibilidad a las cosas creó el Maya de su propia vida, las raíces del Karma, el apego a los valores materiales, el desarrollo de los sentidos y el surgimiento de la mente razonadora. El intelecto, tal como lo conocemos actualmente, es un efecto superior de la sensibilidad a las cosas que desarrolló el hombre primitivo, y que aun perdura en nuestra sociedad moderna. Los motivos del deseo, el incentivo de la conquista de lo inmediato y la acumulación de los valores materiales crearon aquella conciencia o sentido de “yo” que propició el surgimiento de la mente en lo profundo del cerebro embrionario del hombre primitivo. Los pequeños puntos de luz o de fuego que iban encendiéndose dentro de aquellos cerebros rudimentarios crearon las bases de un acercamiento natural a la luz del entendimiento que los Ángeles solares, o los Prometeos del Cosmos, guardaban celosamente en los elevados niveles del Plano mental para concederla a todos aquellos seres humanos que realmente estuviesen preparados para contenerla y que hubiesen pronunciado, esotéricamente hablando, determinada nota invocativa de carácter espiritual.

Cuando en los estudios esotéricos se nos habla de la obra mística de los Ángeles solares, se nos dice que su misión es iluminar el camino de los hombres hasta que éstos sean capaces de valerse por sí mismos y de evocar su propia luz por efecto de un creciente acercamiento causal, y esta realidad viene corroborada por la verdad’ reconocida de que “sensibilidad, luz y acercamiento humano” son términos sinónimos que deben ser convenientemente interpretados, a medida que vayamos introduciéndonos en zonas cada vez más profundas de nuestra naturaleza psicológica. Iremos observando, mediante este proceso de intravisualización, que todo es luz, conciencia y sensibilidad en la vida del Universo y que a cada expresión de sensibilidad le corresponde una zona específica de luz y un motivo creador a desarrollar. La estructura de la conciencia humana se levanta pues sobre una base de sensibilidad, pudiendo señalarse así, de acuerdo con la enseñanza esotérica, que la sensibilidad a las cosas produce la luz de la mente y que la sensibilidad a los demás seres humanos determina la luz del corazón, aquel tipo de luz cósmica que es el fundamento del amor tal como se expresa en nuestro Universo. La conciencia humana podría expresarse simbólicamente como una esfera luminosa con tres tipos de luz: una demostrando la luz de la mente, otra demostrando la sensibilidad del corazón y la tercera, que emana del centro superior de la cabeza, cuya misión es unificar las dos luces anteriores de la mente y del corazón, creando una nueva modalidad de luz que sólo está al alcance del perfecto Iniciado. A partir de este punto estamos introduciéndonos ya en una zona de alta sensibilidad espiritual, estamos penetrando en los llamados “Misterios del Reino” y en la comprensión real del destino divino del hombre aquí en la Tierra.

LA SENSIBILIDAD AL YO ESPIRITUAL

Se trata del descubrimiento de los lazos místicos de unión que vinculan a Dios, el Creador, con esta expresión de conciencia en el Universo que llamamos “ser humano”. Se pretende, esotéricamente hablando, introducir nuevos valores en la Ciencia Psicológica de nuestros días, elevando el concepto de sensibilidad a las altas Fuentes universales de procedencia y poner en actividad ciertos definidos centros dentro del mecanismo humano, que deberán relacionar en un futuro más o menos lejano la estructura psico-física de su constitución material con la esencia espiritual de su vida, es decir, establecer una línea luminosa de vinculación entre aquellos dos elementos dentro de la entidad humana que místicamente denominamos “Cáliz y Verbo” y esotéricamente “El Alma y su Mecanismo” abriendo así el camino a los campos fecundos de la Psicología esotérica que constituye la meta inmediata de nuestra Psicología moderna.

El mágico contacto del “Yo espiritual” con sus vehículos de expresión y la respuesta de éstos a la Vida divina que se expresa por medio de este Yo, toma, como Uds. saben, el término místico de Sendero. Todo ser humano capaz de expresar siquiera en una débil medida conciencia y sensibilidad se halla ubicado en un determinado estadio de este místico Sendero que conduce a la Iniciación y que debe crear una nueva conciencia social, con la participación consciente de lo divino en el seno de la sociedad humana. Se trata, también, tal como, anteriormente hemos apuntado, del contacto realizado por las energías que se expresan por medio del centro cardíaco con las del centro del entrecejo, con su consecuente resultado del desarrollo de los mil pétalos místicos que constituyen la expresión oculta del centro coronario. Vean ustedes como la Ciencia del Yoga en cada uno de sus aspectos característicos es la expresión de los tramos que se van construyendo dentro del cerebro para constituir aquel sutilísimo puente de luz que llamamos “Antakarana” el cual, si bien lo observan, es otra forma de expresar el significado místico del Sendero. Como siempre, el supremo dictado de la analogía hermética marca la pauta de nuestra investigación esotérica.

Y ya para terminar nuestra conversación de hoy debería decirles quizás que toda vida poseyendo un alma y una forma de expresión, en no importa qué Plano, dimensión o Reino de la Naturaleza, es sensible y es precisamente por el desarrollo de esta sensibilidad que toma contacto con la Vida de Dios. Siempre será esta respuesta sensible al gran Aliento vital de la Naturaleza la que motivará que las formas expresivas sean más o menos sutiles; de ahí que a partir del Reino mineral en donde las formas han alcanzado su grado máximo de condensación hasta el sutilísimo e ignorado mundo de los Arcángeles, cuyos Cuerpos están constituidos por éteres de la más elevada sublimidad, todo el contenido universal se mueve según el ritmo que señala el principio de sensibilidad, siendo la conciencia resultante la que condicionará la potencia vibratoria, la estructura molecular y la belleza de las formas con que se revestirán durante el curso de sus particulares o específicas evoluciones.

Pregunta: Según usted todo en la vida es sensible y todo tiene una conciencia. ¿Puede aplicarse este principio de sensibilidad a la suma inmovilidad de una roca, por ejemplo?

Respuesta: Tal como acabo de decir todos los Reinos, aún el Mineral, son sensibles a la Vida y poseen una conciencia de acuerdo con esta sensibilidad. En realidad, todo es energía espiritual más o menos condensada. En el Reino mineral, insisto en lo dicho anteriormente, esta condensación ha llegado a sus extremos límites. De ahí su expresión pesada y tosca, pero en ciertos estratos o niveles de este Reino existen la belleza y la sensibilidad a la luz tal como lo demuestran las piedras preciosas. Tenemos también, dentro del Reino mineral, algunos elementos de tipo radioactivo, tales como el radio, el uranio, el plutonio, etc., conteniendo una sensibilidad a la luz y al fuego eléctrico de la Naturaleza (Kundalini) realmente impresionante. Vea, si no, el testimonio vivo de la energía solar generada por una explosión nuclear a partir de estos elementos ...

Pregunta: Comprendo el principio de sensibilidad, tal como usted lo ha explicado. ¿Podríamos suponer entonces que la evolución de la humanidad sería acelerada elevando el índice de sensibilidad a la luz y a la belleza, por medio del Arte creador? ¿ Qué opina usted?

Respuesta: Pues que está usted en lo cierto y esta verdad la habían comprendido perfectamente los griegos anteriores a la Era cristiana. Mediante la evolución de las artes, que expresaban sensibilidad a la belleza de la Forma y de los conceptos filosóficos que trataban de adueñarse del secreto de la Luz, Grecia adquirió un tipo de sensibilidad realmente insuperable. En realidad, pudieron alcanzar en momentos de su historia la visión y la representación objetiva de un Arquetipo, entendiendo por Arquetipo el Modelo que la Mente de Dios ha ideado como meta de una civilización, de un Arte, de una Cultura o de una condición social. En definitiva, el ser humano está tratando constantemente de conquistar y revelar un Arquetipo, o un grupo de arquetipos menores, y esta tendencia innata que es esencialmente sensibilidad marca el ritmo de la evolución universal.

Pregunta: ¿ Cómo adquirir sensibilidad? ¿Hay algún sistema para lograrlo?

Respuesta: Pues sí, habida cuenta que sensibilidad y conciencia vienen engarzadas en la doble cadena de la Vida y de la Forma. Son como las dos caras de la misma moneda, y en lo que al ser humano se refiere, aspectos vivos de una misma función psicológica y social. Por lo tanto, si se aviva la conciencia por el estímulo intelectual del conocimiento y del discernimiento aumenta el ritmo de la sensibilidad. De idéntica manera, cuando la entidad psicológica se hace sensible a los múltiples aspectos de la Naturaleza, va adquiriendo proporcionalmente las capacidades de conciencia y de integración mental. Como verá, se trata de un fenómeno conexo realmente consubstancial, no se puede evolucionar en un sentido sin que se evolucione automáticamente en el otro. Esta verdad nos impulsará quizás, caso de que sea reconocida, a realizar unos renovados esfuerzos por adquirir más luz de entendimiento y más sensibilidad de corazón...

Pregunta: Entonces... ¿es muy importante, según usted, ser conscientes y ser sensibles al propio tiempo a la Vida y a sus múltiples expresiones?

Respuesta: Tan necesario le es al ser humano ser consciente y ser sensible a las cosas de la vida como el comer y el respirar. Sólo la entidad humana plenamente sensible a la vida y profundamente consciente de sus múltiples expresiones naturales o las que surgen de las reacciones de sus propios ambientes sociales, podrá triunfar de todas las dificultades y de todos los problemas que surgen del cotidiano vivir, pues habrá alcanzado un verdadero equilibrio de su personalidad psicológica. Pero, este equilibrio exige mucha atención, un gran control y un profundo discernimiento, es decir, un esfuerzo constante y sostenido.

Pregunta: Esta sensibilidad y esta conciencia... ¿Pueden disociarse en algún sentido? Es decir, ¿puede existir la una sin la otra durante el proceso evolutivo?

Respuesta: Nunca pueden separarse completamente la sensibilidad y la conciencia. Lo que ocurre es que alguno de ambos aspectos puede predominar circunstancialmente según las características particulares que deba desarrollar alguna Raza humana, durante el curso de la evolución planetaria. Por ejemplo, la Raza Lemur fue especialmente sensible al aspecto material de la vida, con una extensa gama de sensaciones a educir y un aspecto de conciencia casi completamente obscurecida. La Raza Atlante fue muy sensible al aspecto psíquico o astral, pero demostró también un gran tecnicismo científico. La Raza actualmente de ser sensible a la vida espiritual. En todas las Razas, como en todos los hombres, hallaremos siempre esta condición psicológica que unas veces les hace más sensibles y otras más conscientes. Llegará una etapa, sin embargo, en que la sensibilidad y la conciencia se integrarán o fusionarán en un todo mayor y mas incluyente y llegarán a un perfecto estado de equilibrio. Según hemos aprendido esotéricamente tal estado de fusión recibe el nombre de SAMADHI, o, dicho en términos más asequibles a nuestra mente occidental, de Liberación, de perfecta identificación con el Espíritu divino que alienta por doquier.

 

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