DISCIPULADO Y PERFECCIÓN
Algunos aspirantes espirituales de muy buena fe con muy buenas
disposiciones para el trabajo interno, alimentan la falsa idea
de que el discípulo que ha logrado establecer contacto con el
Maestro, es un ser humano plenamente feliz, libre de esos
contratiempos, problemas y dificultades tan comunes al género
humano.
El contacto con el Maestro, si bien agudiza
extraordinariamente la percepción espiritual superior,
desarrolla también a extremos inconcebibles la “sensibilidad
humana”. Como resultado de ello la vida del discípulo es un
permanente centro de tensión, en donde coinciden a la par y a
veces por un espacio muy prolongado de tiempo, las energías
espirituales superiores y las fuerzas kármicas de la
personalidad humana.
Existen por una parte las obligaciones naturales y sociales
comunes a todas las personas, o sea, los deberes familiares,
profesionales y de relación obligada con los demás y, por la
otra, los altos deberes impuestos por el grado de desarrollo
espiritual alcanzado en el Sendero, así como los que le vienen
impuestos por las necesidades de su particular campo de
servicio.
Esta tensión se agudiza extraordinariamente por el hecho de
que siendo la vida del discípulo eminentemente invocativa,
atrae sobre sí un elevado tipo de vibraciones que debe tratar
de controlar y proyectar convenientemente dentro del campo
definido de su esfera de radiación personal.
Estas altas vibraciones son de tres tipos: las que proceden de
su propia Alma, las que provienen del Ashrama al cual
pertenece y las indescriptibles del Maestro que lo está
preparando para la iniciación. Mantenerse en equilibrio en el
centro de esta triple vertiente de energías superiores de
Rayo, es tarea muy difícil, pero forma parte inexorable de la
vida del discípulo.
La mayoría de los aspirantes espirituales en el Sendero de
probación acostumbran a ver solamente el lado agradable de
este proceso, es decir, la delicia inefable del contacto con
el Maestro, el derecho de ingreso en un Ashrama, la conquista
del conocimiento esotérico y el control y desarrollo de
ciertos poderes psíquicos. Frecuentemente olvidan el lado
desagradable o difícil creado por el choque y fricción de las
energías superiores invocadas sobre el cuerpo kármico del
discípulo. Éste, al igual que todos los seres humanos se debe
a una ley de herencia, interna y externa, cuyos distintos
aspectos gravitando sobre su ánimo le producen a veces gran
confusión y profundas contrariedades. El discípulo es,
simbólicamente hablando, “una presa que se disputan a la par
Dios y el Diablo”, el Ángel de la Presencia y el Morador del
Umbral, los testigos de la Luz y los Ángeles de las Sombras.
La lucha que tiene lugar en los tres niveles de actividad
personal del discípulo: mente concreta, cuerpo emocional y
cuerpo físico, da lugar a intensas crisis, cuya grandeza,
profundidad y dramatismo raramente son justipreciadas por
cuantos le rodean. Bastará decir que el discípulo se halla
“clavado en la gran cruz de la experiencia”. El karma humano,
simbolizado por el brazo horizontal de esta cruz y la
oportunidad divina, o Sendero espiritual, simbolizado por el
brazo vertical de la misma, han de llegar a un total
equilibrio antes de que el discípulo se convierta en un
Iniciado, en un hombre perfecto.
En tanto que este hecho no se produzca -y el camino de tal
realización es largo y penoso- pueden pasar varias vidas, en
el transcurso de las cuales se suceden las experiencias a un
ritmo vertiginoso, con su consiguiente secuela de problemas y
adversidades. Felizmente el discípulo conoce ciertas reglas y
maneja ciertas leyes que endulzan su vida y le permiten
soportar la tremenda presión del torbellino de fuerzas en que
se halla sumergido.
El hecho de ser un discípulo y de tratar de ajustarse al
supremo dictado de la Ley es una gloria, pero también una
terrible responsabilidad. Él es un testigo de la Luz y un
Servidor del Plan. Estas dos fases indican el principio y el
fin, el alfa y el omega del propósito creador de la vida,
desde que se inicia la búsqueda espiritual como un simple
aspirante devoto, pero todavía lleno de ilusiones, hasta que
se alcanza la más elevada iniciación. El esfuerzo es
proporcional a la altura alcanzada en el Sendero, así como el
sentido de responsabilidad que llega a convertirse en profundo
motivo de dolor en determinados estadio de la búsqueda.
Crisis y tensiones
Las crisis y tensiones dentro de la vida de un discípulo se
agravan o acentúan considerablemente, cuando en aras de
ciertos aspecto definidos de su vida como un servidor
consciente de la Jerarquía, debe presentarse ante el mundo
como lo que realmente es, como un discípulo del Maestro, pues
entonces converge sobre él la atención mental, no siempre
correcta y debidamente enfocada, de multitud de aspirantes en
el Sendero que “le toman como ejemplo de sus vidas”. El punto
focal “discípulo” es en este caso un centro de impactos, la
mayor parte de ellos de carácter emocional, provenientes de
los deseos, esperanzas y temores de todos aquellos aspirantes
que ven, o creen ver en él, a alguien en quien pueden
realmente confiar. Existe también el alto deber por parte del
discípulo, de ser para todos aquellos que en él piensan y
confían un testimonio vivo de Fuerza y Comprensión.
Por estas y otras muchas razones, la vida de un discípulo en
encarnación física no siempre puede demostrar ostensiblemente
su bien ganado desarrollo espiritual ni las múltiples
cualidades adquiridas a fuerza de sacrificio de “lavar sus
pies en la sangre del corazón”.
Hace algunos años tuvimos oportunidad de establecer contacto
íntimo con algunos discípulos aceptados; estábamos seguros que
lo eran por haber previamente constatado su filiación con
algunos Miembros de la Gran Fraternidad Blanca. Pudimos
comprobar a veces, con el consiguiente estupor, que en sus
relaciones sociales parecían haber olvidado ciertas reglas
internas, como si hubieran perdido momentáneamente su conexión
con el mundo elevado de las causas. Esto fue motivo de muy
agudo sufrimiento.
Un día mientras esperábamos al Maestro, comenté el caso con
R... y con algunos otros de mis condiscípulos del Ashrama. En
aquella ocasión inició el Maestro así Su plática:
“No juzguéis nunca las cosas ni las personas por la
sensibilidad que os producen, sino por su grado de
efectividad. Estad seguros que si Nosotros exigiéramos de
inmediato una plena sujeción a leyes internas no habría
discípulos a quienes entrenar ni servidores en quienes hacer
gravitar una importante parte de Nuestro trabajo en el mundo.
De la misma manera que exigimos INTENClÓN respecto al mundo
interno, exigimos también TRABAJO eficaz en el mundo externo.
Y no siempre los que realizan el Trabajo en el mundo externo
son los mejores en el mundo interno. Pero, el hecho de que,
“sinceramente trabajen y luchen por ayudarnos” hace que los
mantengamos conectados con la energía que emana de los Altos
niveles espirituales...”
Estas palabras del Maestro que demostraban su exquisito
interés por resolver nuestras más mínimas dudas en el mundo
mental, dejaron profunda huella en mi corazón y aprendí a
suspender el juicio cuando se trataba de comentar la actitud
de ciertos aspirantes y discípulos. Las razones del Maestro
eran además concluyentes en el sentido de que no siempre el
equipo kármico de un discípulo le permite expresar claramente
la grandeza de su vida espiritual. Esta circunstancia hace que
las reglas de humildad que se aprenden en el Ashrama y deben
practicarse en el mundo, sean la mayor salvaguardia del
discípulo en lo que a crítica humana se refiere.
Misión y sensibilidad
Existen particularidades en la vida de un discípulo que no
pueden ser juzgadas con ligereza por aquellos que pretenden
“estar hollando el Sendero". Debemos recordar al respecto las
palabras del Maestro D. K.: “La sensibilidad es una prueba de
evolución espiritual, pero es también una prueba kármica en la
vida del discípulo”. Existe una relación muy directa entre
“prueba kármica” y “crisis Iniciática”. Esta relación se basa
en el hecho de “precipitación de energías” dentro de la vida
del discípulo. Los cuerpos periódicos del mismo: mente
concreta, cuerpo emocional y cuerpo físico, altamente
sensibilizados, actúan como un potente imán que atrae sobre su
personalidad una considerable cantidad de karma que
normalmente hubiera precisado varias vidas para ser consumado.
Esta circunstancia sitúa de nuevo frente a nosotros el
problema de “aceleración” del proceso evolutivo planetario del
cual el discípulo es un elevado exponente.
La humanidad como un todo sufre también las consecuencias del
tremendo despliegue de energías planetarias y extraplanetarias
puestas en juego en estos drásticos momentos de aceleración
evolutiva o de precipitación kármica, y la interminable
secuela de guerras y conflictos reseñados por doquier y desde
el principio mismo de la historia, así como las terribles
convulsiones geológicas en muchas partes del mundo, son una
prueba de potencia de estos terribles impactos. Esta
afirmación no es en manera alguna un intento de justificar la
guerra o cualquier convulsión social o geológica, sino
simplemente un deseo de evidenciar el pesado bagaje kármico
que subyace todavía en el fondo subconsciente de la humanidad,
y que la potente presión de las energías superiores de
“precipitación” pone a flote, en la superficie de la
conciencia, para que eventualmente pueda ser liberado. El
discípulo es, en todo momento, una dramatización superior del
estado de conciencia humana en un momento cíclico o histórico
del mundo, y contemplando su vida llena de crisis y tensiones,
se perfila una imagen clara del destino de emergencia
espiritual para la cual se está preparando y se está
preparando asimismo en sus distintos niveles toda la
humanidad.
Los Ashramas de la Jerarquía tienen pues una misión bien
definida en estos momentos cruciales de la historia humana.
Las palabras crísticas: “Llamad y se os abrirá, pedid y se os
dará”, se refieren exactamente a este derecho de entrada en
los Ashramas, pues es en los mismos donde se prepara el ser
humano para su glorioso destino espiritual. Tal derecho,
pagado a precio de alta devoción y sacrificio en determinadas
etapas, está hoy día al alcance de todos los aspirantes del
mundo. No existe una limitación para el enorme deseo del
hombre de progresar y de ocupar un puesto de honor dentro de
las filas de los servidores de la humanidad.
Cuando por primera vez fuimos admitidos en el Ashrama, después
de formular los correspondientes votos (o juramentos) ante
QUIÉN puede hacerlos realmente sagrados e inviolables, tuvimos
el honor de escuchar mucho de lo que les estoy diciendo de
labios de nuestro glorioso Mentor. Una de las cosas que el
Maestro recomendó especialmente fue “que viviésemos
profundamente apercibidos de la hora solemne que estaba
viviendo la humanidad”, no sólo por la entrada de nuestro
planeta dentro de la zona de influencia de la constelación de
Acuario (que marca el destino de la Nueva Era), sino también
por las enormes presiones de energías extraplanetarias y de
allende nuestro sistema solar, que convergían sobre la tierra
preparando a la humanidad para ciertos cambios fundamentales
dentro de las estructuras de la sociedad organizada donde
realiza actualmente su evolución.
Estamos viviendo unos momentos realmente dramáticos y
decisivos en la vida de la humanidad y todos podemos
contribuir inteligentemente y con buena voluntad a resolver
las agudas crisis y tensiones de este angustioso período
mundial. Piensen constantemente en la posibilidad de ser
admitidos en un Ashrama, en su Ashrama. No se crean inferiores
a otros que se encuentran ya allí. Pueden establecer también
relaciones y vinculaciones de orden espiritual superior si
mantienen firmemente el propósito de buena voluntad, de amar y
de servir. Vale la pena intentarlo. Al final de cierto estadio
el Maestro aparecerá para decirles: “Habéis llamado, entrad”,
“Habéis pedido tomad”. Y empezarán entonces a ser desgarrados
“los velos del Templo” que ocultan la infinita grandeza de sus
propias vidas.
“Cuando el discípulo está preparado” es decir, cuando ha
penetrado profundamente en una dimensión de vida superior a la
normal, “surge el Maestro”.
Tal acontecimiento viene precedido de una pequeña luz, que
irradia desde el centro superior de la cabeza del aspirante y
que va creciendo hasta ser visible por Aquél que desde el
principio mismo de los tiempos tiene enlazada Su vida con la
suya. Es en este momento y no antes que el término “discípulo”
empieza a tener un significado real y práctico y no
simplemente teórico. La vida del aspirante empieza a sufrir
entonces profundas modificaciones. Tales modificaciones,
expresadas por medio de violentas tensiones y agudas crisis,
van purificándole paulatinamente hasta hacerle entrar “en
aquella gran corriente de vida espiritual” de la que ya
prácticamente no se retorna. Todos sabemos naturalmente estas
cosas que a fuerza de decirlas se han convertido en tópicos
habituales, de ahí que su significado realmente místico y
espiritual y su aplicación práctica y esotérica, sólo están
reservadas a aquellos que están verdaderamente conectados con
el supremo propósito de la vida.
Una lucha en la dimensión sutil
Las personas que por ignorancia más que por otra causa
practican el mal, sólo pueden atacar el aspecto inferior de
aquellos contra los cuales sienten alguna forma de animosidad
o antipatía. Utilizan a este fin cosas físicas, etéricamente
relacionadas con los sujetos que son centro y blanco de su
malas intenciones y actúan luego decididamente contra estas
cosas. Esta actividad se transmite por simpatía de vibraciones
en aspectos definidos de mal sobre quienes fueron propietarios
o utilizaron tales cosas y se establece así una corriente
ininterrumpida de mal que va desde quien lo practica a la cosa
u objeto de referencia y de ahí al sujeto a quien se pretende
perjudicar, una corriente magnética que de no ser debidamente
atajada por destrucción de tales elementos físicos de
referencia, llega a destruir progresiva y sistemáticamente la
red etérica protectora de determinados órganos físicos sobre
los cuales se actúa, hasta provocar la muerte física por
destrucción de aquellos elementos de defensa, o a provocar
tensiones negativas de orden moral o emocional que pueden
derivar asimismo hacia la obsesión y a la locura.
“Toda forma de magia negra obedece a idéntico principio de
separatividad humana, de negación de la luz espiritual, es
decir, al triunfo de la ignorancia, del egoísmo y de la mala
voluntad sobre las correctas intenciones de los hombres.
Existe, no obstante, una notable diferencia desde el ángulo
esotérico entre las formas de magia negra".
La diferencia no es de base o de principio, sino de
intensidad, de grado o de nivel. La magia negra del ignorante
sólo bordea las orillas de lo físico y de lo astral inferior;
la magia del verdadero mago negro, de aquel que sabe
perfectamente lo que hace, se origina principalmente en el
plano mental concreto y actúa conscientemente y con pleno
conocimiento de causa, persiguiendo unos fines que no atentan
solamente contra la seguridad física, emocional o mental de
determinados individuos, sino que se enfrentan decididamente y
utilizando grandes poderes contra el Plan mismo del Creador,
contra el proceso de la evolución humana y muy definidamente
contra todos aquellos que de una u otro manera han decidido
colaborar en el desarrollo de este Plan.
Ahora bien, los “magos negros” a los que yo por experiencia
debo referirme, van mucho más allá, tal como anteriormente he
dicho, no sólo por la inteligencia que despliegan sino por el
gran poder que utilizan. Una de las razones más importantes
desde el ángulo de estas consideraciones es que los “magos
negros” propiamente dichos están organizados en forma de
Logia, siguiendo sus miembros idéntico o muy parecido sistema
de entrenamiento y proceso de iniciación a los que se adaptan
las gloriosas huestes de la LUZ que constituyen la Gran
Fraternidad Blanca del Planeta.
Al estar sujetos los “magos negros” en sus distintas
gradaciones a este sistema de entrenamiento científico, que
involucra el conocimiento de la ley que regula las energías y
fuerzas planetarias, y de ciertos mántrams de invocación de
los devas inferiores o elementales de las sombras que viven y
se desarrollan en el seno profundo de lo podríamos llamar
“subconsciencia planetaria”, el alcance de su poder es enorme
y su radio de acción se extiende incluso y alcanza la vida de
los propios discípulos mundiales en proceso de alineamiento
con sus almas y de integración con la vida espiritual.
Afortunadamente para estos discípulos y para la humanidad
entera, el poder los “magos negros” termina en las fronteras
del mundo espiritual, allí donde empieza la verdadera y
fecunda actividad de los Hermanos Mayores de la Humanidad, de
los Maestros de Sabiduría e Iniciados de la Gran Logia Blanca
y el poder beneficioso de las Huestes de la Luz.
Hay que reconocer no obstante, que hasta que los cuerpos
inferiores de un discípulo no estén debidamente purificados y
controlados, la actividad de los magos negros puede hacer
mella sobre ellos y convertirlos en “centro de sus terribles y
maléficos ataques”…
Deseamos ilustrar más amplia y definidamente sobre este
difícil pasaje en la vida de un discípulo espiritual, para
ello me remitiré a mi propia experiencia personal.
Tentación y magia negra
… “No voy a repetir aquí algo que todo verdadero aspirante
espiritual debe forzosamente saber respecto al poder
invocativo de los fuegos mayores o de redención por medio de
ciertos mántrams sagrados. Me limitaré únicamente a decir que
dentro de un Ashrama de la Jerarquía, en donde se supone que
el discípulo que del mismo forma parte se halla
convenientemente preparado espiritual y personalmente, sólo
con mucha discreción y reticencia se le confían fórmulas
mantrámicas de alto poder invocativo y aún en todo caso cuando
la presión de ciertas circunstancias o la gravedad de un caso
concreto así lo justifiquen. En cierta ocasión, hace de ello
unos años, tuve oportunidad de experimentar directamente sobre
mi vida personal el ejercicio de esta ley reguladora de
transmisión de mántrams de poder o de invocación de los Fuegos
sagrados de la Naturaleza. Mi Alma primero y mi Maestro
después fueron los sagrados vehículos de aquella espiritual
transmisión. Los hechos, como siempre, eran consecuencia de un
ferviente e intenso vivir en pos de la Realidad superior
presentida. Pero, vean por favor, los hechos:
Se trataba específicamente de contrarrestar la acción sobre mi
vida mental y psíquica de unas potentes y maléficas
influencias provenientes según pude comprobar más tarde de
ciertas zonas definidas de mal radicadas en remotos y sombríos
lugares del Planeta. Las cualidades de bien que empiezan a
desarrollarse en la vida de un discípulo, atraen
inmediatamente la atención no sólo de las Fuerzas bienhechoras
de la Naturaleza que encuentran en ellas un nuevo cauce para
su expresión, sino también y en forma todavía más acusada,
dadas las características kármicas del discípulo, de las
aviesas intenciones de los adeptos y miembros de la llamada
Logia Negra del planeta, una Corporación de seres -no me
atrevo a llamarlos humanos- que practican conscientemente el
mal y se oponen deliberadamente al bien. Estos desgraciados
seres, inteligentes pero sin corazón, se alimentan -por así
decirlo- de la sustancia de las sombras, trabajan mayormente
durante la noche y se aprovechan para el logro de sus innobles
fines de la debilidad espiritual de una parte considerable de
la raza humana, de las energías de baja vibración generadas
por las entidades situadas en el arco descendente o de
involución de la vida planetaria, del poder engendrado por la
espantosa lucha del deseo inconsumado de los hombres, del
oscuro fluir astral y etérico de sus bajas inclinaciones y del
terrible choque que en el mundo mental sostienen las ideas y
voluntades de los seres humanos que originan la gran herejía
de la separatividad humana con su espantosa secuela de guerras
y conflictos. Toda esta fuerza, esencialmente material,
separativa y destructiva es aprovechada por “los señores de
las sombras”, por esos expertos “magos negros”, para fomentar
dentro de las conciencias humanas las semillas del odio y de
la destrucción y se centra preferentemente contra la vida de
aquellos que por comprensión superior y en forma definida y
constante, empiezan a liberarse de sus particulares egoísmos y
seguir las sendas del Bien.
Como me encontraba a la sazón en aquel caso, no pude escapar
ni a la regla ni al proceso, siendo en lo que al discípulo se
refiere, la regla la tentación y el proceso la crisis. En su
interacción la tentación y la crisis subsiguiente constituyen
la más amarga prueba del Sendero, aquello que místicamente se
conoce como “la Noche del Alma”. Pero, si se mantiene la
firmeza espiritual y se acepta noblemente y sin rencor el
desafío de los hechos, el Alma penetra entonces más
profundamente dentro de la LUZ, AMOR Y PODER de Aquél que es
Guía espiritual de nuestra vida...
Horas terribles
... Durante el desarrollo de aquel proceso al que me refiero
pasé horas muy terribles coloreadas de un profundo dramatismo,
más acusadas todavía por el hecho de que en aquellos momentos
me era negada incluso la posibilidad de invocar la energía
interna. Durante un período bastante prolongado de tiempo “no
me era permitido siquiera dormir”. En mi alcoba se daban cita
a la hora del descanso nocturno una serie de entidades de
aspecto terrorífico que una y otra vez me atormentaban con
visiones deprimentes que diluían mi imaginación y envenenaban
mi ánimo. Me era absolutamente imposible concentrar mi mente
en el Maestro y en el Ashrama. Cuando empezaba a recitar la
Gran Invocación, una fórmula de gran poder que siempre me
conectaba con la energía de los Altos Lugares, ruidos por
todas partes de la habitación me impedían coordinar las
distintas estrofas de la misma. La imagen de Cristo que
habitualmente percibía con gran nitidez y me servía de
luminoso punto de referencia en mis meditaciones, era
suplantada por imágenes horribles y bestiales.
En el desarrollo de este para mí nuevo e inesperado proceso
que consideraba trascendido desde mi ingreso en el Ashrama,
pude comprender por mí mismo el alcance universal y profundo
de aquel estado que llamamos de tentación. Tentaciones eran en
efecto todas las intromisiones de mal dentro de mi conciencia,
es decir, de aquellas visiones morbosas unas, nefastas otras,
de aquellos ruidos, profundos dolores de cabeza, incapacidad
de concentración, pérdidas de percepción espiritual y una
creciente debilidad física. Toda aquella horrible pesadilla
era concretamente una invitación a volverme atrás del camino
espiritual que había emprendido, y me hubiese resultado
ciertamente fácil hacerlo, renunciando a la vida de servicio y
de comunión con el Ashrama y el Maestro y hacer la vida normal
y corriente de la inmensa mayoría de los seres humanos. La
vida de un discípulo no es, sin embargo, una vida común y
corriente, entendiendo por ello un plegamiento sin lucha y sin
resistencia al fluir de lo habitual es, por el contrario, una
vida de esfuerzo y de sacrificio que ha de conducir a la
perfecta integración espiritual. Como se dice muy bien en
ciertos textos sagrados relativos a la vida de un discípulo en
encarnación física: “La peor tentación es vivir sin
tentaciones”, pues la tentación hace surgir a flor de
conciencia las debilidades ocultas del discípulo, aviva los
rescoldos de pasión de un fuego que parecía muerto, pero que
sólo estaba dormido y muestra las profundas sutilezas de
personal morbosidad incrustadas en los desconocidos repliegues
de la conciencia que deben ser destruidas antes de enfrentarse
con el terrible poder del Fuego iniciático.
El Maestro nos había advertido ya de la existencia de estos
sutiles impedimentos dentro de la conciencia, pero yo había
aceptado Sus palabras más como una enseñanza teórica destinada
al equipo de nuestro conocimiento que como una sagrada
advertencia a “vivir profundamente apercibidos frente a la
inevitable condición humana de nuestra vida kármica”. En lo
más intenso de la lucha, mientras se desarrollaba el proceso,
tuve de improviso un luminoso vislumbre del alcance universal
de las palabras del Maestro y decidí renunciar al descanso y
al placentero diálogo con lo habitual y aceptar el creciente
desafío de los hechos, tratando de paliar en lo posible los
impactos dirigidos contra mis cuerpos sutiles por los magos
negros.
No sabía cuánto podía durar aquel estado de cosas, sólo sabía
que debía resistir, luchar y ampararme en el bien de mi alma.
Durante el día, mayormente durante el período solar, el más
favorable para la meditación espiritual, me esforzaba por
reagrupar mis pensamientos esparcidos y debilitados y
dirigirlos hacia el Maestro y el Ashrama prosiguiendo lo mejor
que me era posible mis tareas profesionales y las propias del
campo de servicio que voluntariamente había elegido.
Mientras tanto, mi cuerpo físico cada vez más debilitado por
efecto de esta lucha, mayormente por la imposibilidad de
dormir y descansar por las noches, amenazaba llegar por
desgaste a un punto crítico de tensión, pasado el cual sólo
era previsible la aniquilación física con la pérdida de una
oportunidad cíclica de evolución espiritual. Fue precisamente
al llegar a este punto de extrema tensión cuando sobrevino la
acción universal.
La acción universal
Una noche mientras me hallaba como desde hacía ya tanto tiempo
bajo la presión de las fuerzas negativas a las que
anteriormente hice referencia y me preparaba ya a pasar otra
noche sin poder dormir y a afrontar pacientemente todas las
posibles y extenuantes molestias de aquellas fuerzas que
habían hecho ya acto de presencia dentro de mí y a mi
alrededor, oí resonar clara y distintamente dentro de mi
conciencia la voz del Maestro. Un profundo y extraordinario
sentimiento de gozo hizo desbordar de ternura mi corazón
acongojado. En aquella ocasión el Maestro se limitó a decirme:
“El momento es llegado. Pronuncia conmigo y graba en tu
conciencia estas palabras”. Se trataba de un mántram
específico de gran poder, relacionado como pude averiguar más
tarde, con el Fuego de Shamballa. Era una extraña fórmula
mágica al parecer muy sencilla, pero dotada de ciertas
inflexiones que yo trataba de repetir siguiendo el consejo del
Maestro, y de ciertas pausas que sentía resonar poderosamente
dentro de mí como si yo fuese una campana hueca sometida a la
acción de un tremendo badajo. Durante unos momentos y en tanto
seguía yo recitando bajo la guía oral del Maestro aquella
fórmula mágica de invocación superior, me pareció recordar
vagamente aquellas cadencias y aquel ritmo. En efecto, aquel
mántram traía a mi recuerdo sonidos de un aire familiar, como
si no fuese aquella la primera vez que yo los emitía o los
escuchase. ¿Sería aquélla la invocación directa del Ángel
Solar, de mi verdadero yo espiritual, o acaso una síntesis a
mi alcance en aquellos momentos del Poder del Rayo espiritual
de mi vida que se expresaba a través de mi alma solar o
interna? En aquellos momentos todo me parecía posible pues
sentía resonar dentro de mí la voz del Maestro, aquella voz
tan íntimamente conocida, cuyas inflexiones evocaban en mí el
cálido aliento de lo eterno y la aspiración a las más elevadas
esferas y dimensiones…
…De inmediato ví que penetraba en mi alcoba un resplandeciente
Deva. Su rostro, del que emanaban luminosos rayos expresaba
indomable firmeza y resolución. Llevaba en Su diestra una
espada centelleante de la que emanaban ígneos destellos y la
dirigía describiendo movimientos circulares
extraordinariamente rápidos contra todas aquellas sombras y
formas terroríficas que desde hacía tanto tiempo se habían
enseñoreado de mi alcoba y de mi ánimo. Aunque esta lucha
parecía tener lugar fuera de mí, por cuanto me era posible
presenciarla, sentía que se desarrollaba profundamente dentro
de mi corazón y me sería imposible describir los espantosos
gritos, gemidos y blasfemias que originaba en lo más íntimo de
mí mismo la acción de la espada flamígera del Deva...
…Finalmente, mi alcoba quedó totalmente iluminada aunque no
percibía nada objetivo de la misma, lo cual me demostraba que
aquella espantosa lucha no había tenido lugar en el plano
físico, sino en otra dimensión más sutil. Sólo percibía en
aquellos momentos y dentro de la luz al Ángel de la Presencia,
al poderoso Deva solar que había acudido a socorrerme y que
ahora al contemplarle serenamente me parecía íntima y
extrañamente familiar, como si fuese parte consubstancial de
mí mismo.
La paz reinaba entonces en mi espíritu, una paz que desde
hacía tiempo parecía haber perdido. Cuando lleno de emoción
quise expresarle mi agradecimiento al Ángel auxiliador, éste
me hizo un signo profundamente amistoso como de despedida y
desapareció del campo de mis percepciones. La luz continuaba
brillando dentro de mí y aunque era plenamente consciente de
todo, nada distinguía todavía de los objetos de mi alcoba.
Súbitamente sentí dentro de mi ser aquel profundo sentimiento
de expectación, imposible de ser explicado en palabras, que
preludiaba la proximidad del Maestro y Su voz resonó de nuevo
dentro de mi alma en silencio. Entonces lo vi por primera vez
fuera del Ashrama, allí a mi lado, en el interior de mi
humilde alcoba, jamás tan humilde ante Su presencia. No me
dijo nada. Se limitó a sonreírme con inefable ternura y a
bendecirme. Desapareció muy luego como anteriormente lo había
hecho, el Gran Deva solar, y paulatinamente mi conciencia fue
penetrando en el mundo de lo habitual. Empecé a percibir
entonces los objetos de mi alcoba y a ser plenamente
consciente en mi cerebro físico. La paz que sentía entonces
dentro de mi mente y corazón, era un testigo inmediato e
incontrovertible de mi contacto con el Maestro, y con el ánimo
profundamente tranquilo y sosegado pude entregarme ya sin
reservas a un reconfortante descanso físico del que desde
hacía tanto tiempo había estado absolutamente privado.
Días más tarde, en el suave retiro del Ashrama al que tenía
nuevamente acceso después de haber consumado la crisis pasada,
el Maestro me impartió la correspondiente enseñanza de mi
estado y me confió de acuerdo a mi temperamento y condición un
positivo mántram de dispersión de las fuerzas del mal que
tratasen en lo sucesivo de penetrar en el área de mi
conciencia. Al hacerlo me dijo que los mántrams o sonidos
mágicos que me había oralmente transmitido en el momento
cumbre de mi crisis se irían borrando paulatinamente de mi
memoria. “Solo en determinado ciclo iniciático de tu vida -me
dijo- volverás a utilizar aquel conjunto de palabras y sonidos
que te impidieron sucumbir a la presión del mal y a la
actividad de las fuerzas oscuras del planeta, pero entonces
aquellos mántrams serán en tus manos una clave de poder
universal para salvar a la humanidad y no solamente para
ayudarte a ti mismo”. Y prosiguió mirándome profundamente: “Te
darás cuenta entonces que aquella Voz, la Voz del ritmo solar
expresado en ciertas cadencias, sonidos y definidas palabras,
era tu propia voz, la voz de tu Alma, del Ser inmortal, cuya
eterna liberación y su retorno a la patria solar, dependen
única y enteramente de tu plena adaptación a las leyes del
universal servicio y de fraternal abnegación en favor de los
demás, como lo hicieron el Buda, el Cristo y todas las
personalidades insignes de la Raza”.
Estas palabras del Maestro, aparentemente tan sencillas,
tuvieron para mí un profundo significado y me permitieron
entrever etapas futuras de la raza humana, en las que la
Divinidad expresaría a través del hombre el poder de la vida
universal que todo lo compenetra y unifica, fundiendo en un
eterno abrazo las dos grandes corrientes de energía promotora
de toda posible evolución, las de la Materia y las del
Espíritu, de la Vida y de la Forma, que en el mágico
equilibrio de sus aparentemente opuestas expresiones deben
producir la liberación del Alma, del Ángel Solar, de la
Conciencia humana.
El ángel de la presencia
Desearíamos que la experiencia que acabamos de relatar,
hubiese cumplido su finalidad de ilustrar sobre este punto tan
vago e incierto de lo que en términos religiosos se le
denomina “tentación". En realidad, la tentación es un aspecto
obligado de la vida de un discípulo y de todo hombre
espiritual, ya que es a través de un proceso o sistema
escalonado de tentaciones, que el hombre consigue penetrar un
día en el Sendero iniciático y convertirse en un mago blanco,
en un Testigo de la Luz y en un Servidor del Plan.
Hay una relación directa, regida siempre por las leves de
analogía, entre las tentaciones, las crisis y los períodos de
emergencia espiritual. Son aspectos consubstanciales de un
proceso único de perfección, de un intento cada vez más
definido de penetrar el gran misterio de la vida humana. La
tentación y el proceso de lucha que ella promueve tienen por
finalidad “purificar el ánimo del hombre” y hacerle consciente
de los poderes espirituales que en sí mismo residen. Sin la
tentación el proceso evolutivo de la raza humana sería muy
largo. Su acción obligada en la vida del hombre espiritual es
una oportunidad infinita de redención. No es tentado el hombre
común, cuya existencia es de contemporización con el ambiente
establecido, siempre de acuerdo con todo con tal que no se le
arrebaten sus intereses materiales ni se le exijan demasiados
esfuerzos. Sólo es realmente “tentado” aquel que ha visto un
rastro de Luz dentro de sí y ha decidido seguir este rastro
hasta el fin. Esto quiere significar que la tentación, como
proceso universal de purificación, opera por grados dentro del
corazón humano y que a más profundidad de vida y a más riqueza
de cualidades más intensidad de tentación y más profundas
crisis corresponden.
Para los entendidos, para aquellos que han entreabierto algo
más el velo de misterio de Isis, se trata en realidad del
enfrentamiento del discípulo con aquella entidad que los
esoteristas denominan el “Guardián del Umbral”. Se trata de un
misterioso ser creado con la sustancia de nuestros bajos
pensamientos e innobles deseos generados a través del tiempo,
desde el momento mismo de la individualización, en que por
primera vez el hombre animal de las primitivas razas fue
dotado del principio de la mente, hasta nuestros días. Es el
terrible Guardián de los Misterios sagrados y ninguno de estos
misterios puede serle revelado al hombre si no destruye antes
esta misteriosa Entidad creada en nosotros y por nosotros con
los burdos materiales de la ignorancia, la vileza y el
egoísmo. Este ser es por ley el centro y refugio de todo
síntoma de mal planetario, de toda actividad de magia negra en
el mundo, pues de la misma manera que todo ser humano tiene su
propio Guardián del Umbral, su propio demonio tentador, existe
asimismo a escala planetaria el Guardián del Umbral del mundo,
creado y sostenido por la actividad de los guardianes del
Umbral de los hombres, de las razas y de las naciones y es
centro, sede y receptáculo de todo sedimento de mal en el
Planeta. Es definidamente aquel Centro oscuro de Poder
maléfico al que me he referido siempre cuando en mis escritos
he hablado concretamente de “Magia Negra”, del cual extraen su
maligno poder todos aquellos que consciente o
inconscientemente practican el mal en este mundo.
¿Se han percatado Uds. ahora de la efectividad necesaria del
propósito divino subyacente en el obligado proceso de
tentación en el hombre superior? Es la única manera de
desenmascarar al terrible Guardián y de destruir esta Hidra de
mil cabezas de las pasiones humanas. Es, por otra parte, el
único medio de invocar la fuerza redentora del Ángel de la
Presencia, de nuestra Alma inmortal que en estos períodos
críticos en que todo, cielo y tierra, parecen habernos
abandonado, surge triunfante la espada flamígera en alto para
librarnos de la influencia del mal y llevarnos luego,
confiados y seguros, por el camino del Bien y de la
Bienaventuranza…
El misterio de la Paz
El discípulo, por el hecho de serlo, no goza de ningún
privilegio especial, ni de ningún poder determinado para
conjurar las crisis de su vida personal. Por el contrario, hay
un proceso de “precipitación kármica”, invocado precisamente
por las circunstancias específicas que concurren en su vida.
Una vida sin tensiones carece de resonancias espirituales,
como las cuerdas de un arco deben estar muy tensas para poder
disparar la flecha. En el caso del discípulo la flecha es el
propósito espiritual, el arco su existencia personal, las
crisis, son por analogía, la potente fuerza que origina la
tensión de la cuerda. La mayoría de los aspirantes saben esto,
pero una cosa es saber de este proceso desde un punto de vista
teórico y otra es sentirse arrastrado por el potente
torbellino de las fuerzas de precipitación, que motivan las
potentes crisis y tensiones.
Recordamos, que fue en la época más tensa de nuestra vida,
cuando más agudos eran los problemas y más profundas las
crisis, que ingresamos al Ashrama al que nos honramos
pertenecer. Las primeras experiencias ashrámicas, llegaban por
aquel entonces muy confusas y borrosas a nuestro cerebro
físico, constantemente involucrado en dificultades de orden
personal. El contacto con el Maestro y las enseñanzas
recibidas llegaban a nosotros como frutos de un “sueño". Más
adelante, al ir afianzándonos en el centro de la vida
personal, por efecto de la conciencia meditativa, pudimos
precisar mejor las experiencias internas y saber con
exactitud, las implicaciones del contacto con el Maestro, con
el Ashrama y con nuestros hermanos de grupo. Este fenómeno de
conciencia ashrámica vino en forma paulatina, como expresión
natural de un proceso de alineamiento e integración con
nuestra conciencia interna, con nuestro Ángel Solar.
Señalar únicamente crisis de tensiones y problemas no sería
justo. Las crisis profundas sin intervalos de sosiego, sin
oasis de paz o de serenidad en la esterilidad o sequedad
aparente de aquel desierto de tensiones, causarían la muerte
física por aniquilación de los resortes de contención de
aquella fuerza avasalladora, como la permanente tensión del
arco, llegaría a destruir la cuerda por desgaste. Esos
intervalos de paz profunda, intercalados entre dos fases de
una intensísima crisis, crean el equilibrio en la vida del
discípulo, impidiéndole que sucumba o que se inutilicen sus
vehículos de expresión.
Tal como se halla escrito en uno de los Libros Sagrados de la
Logia, ...“hay una paz que a toda comprensión trasciende, es
la Paz de los Maestros, de AQUÉLLOS que moran en lo eterno”.
Una ligera brisa de esta paz, insuflada en el corazón del
discípulo por la Voluntad del Maestro en momentos de dramática
tensión crea las requeridas condiciones de serenidad mental y
estabilidad emocional para poder soportar sin desfallecer, las
más arduas pruebas y duras disciplinas de la vida personal. Es
muy frecuente así, el éxtasis de la contemplación en los
momentos de soledad más profunda. Se trata de un silencio de
paz entre dos sonidos de crisis. El resultado es “visión” y
sus consecuencias inmediatas son el estímulo y la fuerza para
seguir hollando el Sendero hacia la Meta.
La Paz es el poder dinámico que produce el equilibrio del
Universo. Su expresión en el mundo universal del sonido, es la
música de las esferas. La Paz, tal como la experimentan
Aquellos que viven en lo eterno, es inconcebible para la mente
humana. Es el propio impulso de la vida infinita del Logos
Solar, expresada a través de todos Aquellos que pueden
responder a la tremenda magnitud de su propósito universal.
Hablar de paz, respecto al hombre, es referimos a un proceso
de expansión espiritual con pleno conocimiento, de causa. De
ahí el énfasis que se presta en la enseñanza esotérica al
espíritu de investigación y a la constante observación de los
hechos que suceden a nuestro alrededor y por doquier. El
proceso constante de investigación y la disciplina personal
que a ella conduce, orientan las actividades del aspirante
espiritual por las sagradas rutas del propósito interno y
hacia el mundo de las causas originales. El propósito
espiritual inteligentemente revelado allega paz, un aspecto
sintónico con Aquel Centro de Paz, que es el Sol central, del
que se origina la Vida del Universo.
Durante los primeros meses de nuestro ingreso en el Ashrama,
tuvimos vislumbres de esta Paz inmensa, de la que el ser
humano no tiene ordinariamente noción. En ciertos momentos de
tensión, personal y cuando el proceso kármico de nuestra vida
era más profundamente doloroso, sentíamos de improviso una
oleada de paz infinita dentro del corazón, que aislaba
completamente de todas las inquietudes y dificultades. Esta
Paz, no era siempre consecuencia de un contacto con nuestro
Ángel Solar, con nuestro Yo superior, sino el fruto de la
intervención compasiva del Maestro que unía momentáneamente
nuestra conciencia a la suya, liberándonos transitoriamente de
problemas, mejor dicho, aislando nuestra mente de los mismos y
ofreciéndonos una visión más profunda y sosegada de la vida.
Era como una fresca brisa en la reseca aridez del desierto,
como un relámpago que iluminaba de improviso con su cegadora
luz, aquellos momentos sombríos de soledad espiritual. Pero,
estos momentos gozados con la fruición del sediento peregrino
en el desierto ante el fresco manantial, nos dieron siempre la
medida de lo eterno, elevándonos por encima de nosotros mismos
y haciéndonos conscientes de la relatividad de los problemas
de nuestra existencia personal. Aquella paz transmitida por la
generosa atención del Maestro, no nos liberaba del karma
personal, pero nos daba una visión certera de las condiciones
que debían ser alteradas y nos ofrecía una visión de conjunto
de las circunstancias que nos envolvían. Veíamos nuestros
problemas como ajenos, los analizábamos desde arriba y hacia
adentro y no desde abajo y hacia afuera, que es donde
habitualmente trata el hombre de resolver sus problemas y
dificultades. De la misma manera que el estudio de un rayo de
sol puede darnos una idea del sol, por cuanto sus cualidades
se expresan a través de todos y cada uno de sus rayos, así
nosotros humildes aspirantes en el Sendero espiritual,
reconstruíamos dentro de nosotros, por efecto de aquellos
momentos solemnes de paz, la Paz infinita de lo eterno y
escuchábamos dentro de nosotros algunos de los mágicos
sonidos, que trasmiten al oído espiritual, las esferas en
movimiento dentro y más allá del círculo-no-se-pasa de nuestro
Universo.
Para el discípulo en entrenamiento espiritual, la Paz no es
una meta, sino el resultado de seguir sin resistencia alguna
el proceso infinito de expansión espiritual. No se va a la Paz
por la voluntad de alcanzarla, sino cuando olvidados de todo
empezamos a unirnos al mágico concierto de la Creación. La
majestad del propósito de la Vida implícita en la Voluntad de
Dios, está en proceso de expansión dentro de nosotros mismos.
Dejando de ofrecerle resistencia a este propósito, la Paz que
no es una meta ni un resultado, sino Causa, Ser y Vida, se
adueña de nosotros, nos purifica el ánimo y nos llena de
serenidad.
La Paz confiere visión correcta, estímulo incesante,
cualidades y poderes indescriptibles. Sólo pueden utilizar
tales facultades Aquellos que son Paz, que viven en Paz y
pueden trasmitir Paz. Al referirme a la Paz que nos confería
el Maestro con su divina intercesión, debemos decir que éramos
conscientes de que aquella Paz, no era tanto un fruto de
nuestra elevación espiritual, como un testimonio vivo de la
compasión del Maestro. El hecho que por su mediación
viviéramos la paz, no implicaba la paz profunda de vida,
nacida de la fusión o unión infinita con el principio de paz,
sino un reflejo de la Paz del Maestro que a su vez era un
punto de confluencia de la Paz y del equilibrio de las esferas
en movimiento.
Que esta paz, siquiera refleja, nos allegara visión y el
desarrollo efímero de ciertas cualidades espirituales, como el
poder de penetrar en la raíz de cualquier cosa o hecho, o de
“oír la música de las esferas”, no implicaba que debíamos
dejar de luchar contra nuestros problemas. Esto no sería justo
kármicamente hablando. Es cierto que puede existir un proceso
de “Sustitución” mediante el cual el Maestro, Señor de
Compasión infinita, puede cargar sobre Sí el peso kármico de
la vida personal de un discípulo, pero sólo se utiliza esta
circunstancia cuando hay un SERVICIO especial, ashrámico para
el cual este discípulo está plenamente capacitado, y exige de
él una mente y un corazón muy equilibrados para poder llevarlo
a cabo. Este proceso de Sustitución lo realizó Cristo hace dos
mil años, en favor del gran discípulo que es la humanidad como
un todo. Su intervención favoreció el gran impulso de vida que
ha culminado después, con el transcurso de los siglos, al
actual acercamiento humano de estos desarrollos, técnicas, y
descubrimientos de nuestros días, que aseveran el valor de sus
infinitas palabras. “Vosotros Haréis cosas más grandes que las
que yo he realizado”. Los avances técnicos de estos finales de
siglo son verdaderos milagros, prodigios inmensos considerados
con la visión de las gentes que vivían en Palestina hace dos
mil años.
¿Cómo adquirir la Paz? He aquí la pregunta inmediata de todo
aspirante sincero. La expresión de una vida muy agitada,
convulsionada por muchas crisis y problemas, con grandes
dificultades sin cuento, de orden físico, psíquico y moral,
llevan la mente del investigador, del discípulo en probación,
a profundas y penosas interrogantes acerca de los problemas
capitales de su vida y a su falta de paz. Él se pregunta muy
sinceramente si existe dentro de su corazón algún resquicio
abierto a la Paz del Maestro, en Quien cree y en Quien confía,
a pesar de no haber establecido todavía con Él algún
consciente contacto.
El discípulo en probación y el aceptado, saben que existe esta
Paz y saben también que esta Paz es una condición en la vida
de la Naturaleza y no un simple estado de conciencia. Debido a
ello, están persuadidos que esta Paz no se halla circunscrita
a las circunstancias efímeras de la vida personal, que sus
raíces son más hondas que las que nutren la sustancia de una
vida kármica determinada. El poder viene de más lejos, de más
allá de todo cuanto la existencia personal ofrece con tantos y
tan variados matices. De ahí la dificultad de establecer
relación con ella, de sentirse penetrados por ella. Los
libros, aún los más sagrados no pueden dar una noción de la
Paz, pueden hablar de ella como de una consecuencia natural de
vivir correctamente y dar incluso ciertas definidas ideas de
lo que implica vida correcta en lo que al ser humano se
refiere. Pero, quede entendido que la Paz, no viene sólo con
el conocimiento de que ella existe. Muchas personas viven
plenamente en paz, sin haber jamás argüido sobre ella y sin
haber practicado ninguno de los corrientes ejercicios de yoga
o de meditación. Se trata de un proceso de vida, no de un
proceso de disciplina. Esto deberían saberlo todos los
aspirantes espirituales y no dejarse impresionar por tratados
de ocultismo o de ejercicios de perfección espiritual. El sólo
discernir el valor de una cosa, debería bastarnos para saber
de su utilidad pero, frecuentemente, cualquier cosa que entra
por nuestros ojos u oídos llega a nuestro corazón sin pasar
por el tamiz de nuestro discernimiento. Esta facultad tan poco
utilizada por el aspirante espiritual, es causa de muchos
errores y extravíos, de pérdida de tiempo en relación con el
eterno propósito de la vida.
Lo que al aspirante espiritual interesa verdaderamente frente
al gran misterio de la Paz, que intuye pero que no es capaz
todavía de vivir, es saber si existe algún sendero a su
alcance para intentar abrir su corazón, su mente y su vida
entera a las impresiones infinitas de la Paz universal. Este
pensamiento había asaeteado nuestro ánimo en muchas ocasiones,
hasta que el Maestro nos dio un día en el Ashrama, una
completa y para nosotros definitiva explicación.
La Paz, nos dijo, es la Vida, no un elemento de vida, una
Resolución, no una simple formulación. Vosotros, -decía-
formuláis constantemente preguntas acerca de la Paz y cómo
obtenerla. Pero como la Paz sois vosotros, en la eternidad de
vuestro origen, cada vez que formuláis una pregunta acerca de
la Paz, veláis más bien que develáis esta Paz en vuestra vida.
La Paz es un misterio más grande que la propia creación del
Universo, pues este Universo es una Creación y la Paz está
infinitamente más allá y por encima de todas las creaciones.
La Paz -nos iba diciendo el Maestro- es Causa y motivo de
creación, es el Poder que promueve el Aliento Creador, y
trasciende por tanto Manvántaras y Pralayas. En el ejercido
del poder creador se halla el vehículo de la Paz. No
preguntéis por ella... ejercitadla!
Ahora, -continuaba diciendo- emplead la analogía. Vosotros
sois una creación, un universo, y al propio tiempo sois como
Krishna, aquel poder infinito que “con un sólo fragmento de sí
mismo, llena la totalidad del Universo”. Lo esencial no es,
pues Arjuna, el pequeño fragmento con el cual llenáis vuestra
vida de creaciones, incluyendo todos y cada uno de vuestros
vehículos expresivos, sino vuestra infinita trascendencia que,
como Dioses que sois, es Paz universal y Propósito de vida.
Tal como decía Budha: “el verdadero Guerrero es aquel que
vence sin luchar”. Dejad pues de luchar, dejad de atormentaros
con interrogantes acerca de la Paz del Gran Señor del Universo
o del Misterio de sus infinitas creaciones, o modificaciones
indescriptibles de su propósito, y os daréis cuenta en forma
práctica que vosotros sois esencialmente Paz y que sólo
precisáis dejar de pensar en ella, sutil lazo que de ella os
aparta, para que ella se exprese en vosotros, colmando de
bendiciones cuanto os rodea.
Así, os daréis cuenta del valor afirmativo de las palabras con
que a veces os saludo o con que os hago sentir Mi presencia:
“os doy mi Paz” o “La Paz sea con vosotros” fórmulas
típicamente universales, repletas de poder mantrámico que sólo
pueden ser pronunciadas por Aquellos en cuyo Corazón vive la
Paz de lo eterno”.
Desde que el Maestro con su Verbo sencillo pero
indescriptiblemente sabio, nos dio Su Mensaje y Su testimonio
acerca de la Paz, dejamos de luchar por la Paz dentro de
nosotros, y dejamos entonces que fuera ella la que nos buscase
y se consumara de esta manera, el testimonio de la Paz
infinita del Universo.