EL HOMBRE Y EL KARMA
Hablar del Karma y de la ley de Causa y Efecto (otro principio
hermético), en lo que a nuestro orden personal se refiere, es
una cosa, hablar de un sistema de relaciones kármicas que van
de lo individual a lo cósmico, es otra. No obstante, para una
mayor clarificación de este tema, tendremos que atenernos a
esto último pues la raíz del Karma no está en lo individual,
en lo particular que nos atañe en el presente ciclo de vida,
sino que hay que buscarlo más allá de las orillas o fronteras
de nuestro universo.
Existe una relación perenne entre la pequeña vida de un ser
humano, condicionado por las leyes del espacio y del tiempo y
la Vida esplendente e indescriptiblemente magnífica que crea,
condiciona y rige un sistema Solar. Las relaciones de esta
Vida Solar, con las Grandes Vidas de otros sistemas solares y
cósmicos, deben ser estudiados con mucha atención, pues nos
darán la clave de nuestro pequeño esquema personal, familiar y
social, condicionado por un particular sistema de relaciones.
En la augusta paz del Ashrama y con la visión lejana que
facilita el contacto con un elevado Ser cuya consciencia
gravita más en lo universal que en lo humano, hemos tenido
oportunidad de comprobar algunas de las relaciones que en
forma de conjunciones magnéticas, establece el Señor del Mundo
con los augustos Señores de otros mundos de nuestro Sistema.
Estas conjunciones llevadas al más allá trascendente de
nuestras más elevadas concepciones, nos dieron siempre la idea
y el convencimiento de la existencia perpetua de una Hermandad
Cósmica de la que participan grupos de Logos, constituyendo
familias y un ilimitado campo de relaciones, dentro y más allá
de nuestro Sistema Solar.
La mente se me ha perdido, particularmente hablando, cuando
impulsado por la ley de analogía universal he intentado
profundizar algo más en la ley de Karma, tomando como punto de
partida mi relación con el Maestro y el Ashrama y siguiendo
adelante tratando de establecer anteriores y futuras
relaciones, desde el centro de mi vida espiritual y
extendiéndola hasta trascender el limitado campo de
percepciones impuesto en mi mente, corazón y ánimo, por el
círculo-no-se-pasa, de mis capacidades actuales de percepción.
Y el resultado ha sido siempre el retorno a mí mismo con una
sola convicción: Mi Yo superior está kármicamente enlazado a
mi yo inferior o personal, por ciertas leyes definidas que
utilizan el tiempo como meros puntos de referencia y contacto,
pero que se extienden en ondas espirales concéntricas hasta el
propio Corazón de Dios. Sólo al llegar a este punto, descansa
la inquietud angustiosa de mi yo que busca y es consciente de
una fraternidad más allá de las fronteras de mí mismo. Y
entonces empiezo a comprender y amar más a todos cuantos me
rodean y hacerles partícipes de mi hallazgo. Bien mirado, una
comprobación del yo, más allá del yo, de una experiencia tan
interesante y ofrece tanta paz y seguridad, que bien vale la
pena compartirla con los demás.
La singularidad del Karma
El estudio de las leyes soberanas del Karma empezó poco
después de nuestra experiencia en el Devachán. El Maestro nos
dijo “que si bien todo estaba indisolublemente relacionado:
hombres, planetas y las más lejanas estrellas, el hecho de
participar como grupo en un estudio jerárquico de las leyes de
la vida, nos daría la oportunidad de resolver de una vez para
siempre la terrible incógnita de nuestra existencia: quiénes
somos, de dónde venimos y adónde vamos”. Pues -nos decía-,
“sólo cuando la mente halle dentro de su propio destino
investigador, algo tan grande que le libere de ulteriores
inquietudes, es cuando empieza la verdadera investigación
interna”.
“Por ello -seguía diciendo-, fuisteis testigos de la labor que
realiza el mundo dévico en relación con el reino humano,
cuando visteis y comprobasteis experimentalmente la relación
kármica de ambos mundos o corrientes evolutivas que hacen
posible que las energías de los mundos internos y las fuerzas
que operan en los mundos externos, hallen un adecuado cauce de
expresión dentro de la existencia. El hecho mismo de que
reconozcáis y que apliquéis la ley de analogía, es un hecho
kármico de la más elevada trascendencia. Por la sola acción de
reconocerla y aplicarla, tenéis derecho a un lugar en el
Ashrama y a una constante sucesión de conocimientos superiores
dentro de vuestra conciencia. Reconoced, si no, lo mucho que
ha cambiado vuestra vida y las situaciones que se crean en
vosotros y a vuestro alrededor desde que ingresasteis en el
mismo. El hecho que me reconozcáis como centro del Ashrama y
como vuestro mentor espiritual, es una prueba de la relación
kármica, forjada, mantenida y expresada sin desviaciones a
través de las edades. Cada uno de vosotros sabe internamente
cuándo, dónde y cómo dentro de las infinitas oquedades del
tiempo y de las inescrutables profundidades del espacio,
empezó esta relación kármica que nos mantiene juntos aquí y
ahora participando algo más conscientemente que la mayoría de
los seres humanos del destino, gloria y Vida del
Bienaventurado Ser que utiliza el planeta tierra como Cuerpo
de expresión”.
Yo, personalmente, recuerdo fragmentos de esta historia del
pasado que la “memoria” de Dios trae a nuestro recuerdo, a
través de la luz astral que se filtra del archivo akásico de
la Naturaleza, de cómo y cuándo establecí contacto por primera
vez con mi Maestro. Se asombrarían ustedes si les hablara de
los enormes ciclos de tiempo transcurridos desde entonces.
Pero si me atengo a mis propias percepciones actuales, aunque
operando en el seno del pasado, podría hablarles de razas
extinguidas y de civilizaciones perdidas o enterradas bajo el
polvo de los siglos, aún antes de Lemuria y Atlántida, hasta
llevarles a cierto punto cíclico, pero siempre en presente
para mí, en que ESTABLECÍ contacto por primera vez con mi
Maestro.
En las primeras etapas de la humanidad “los que serían hombres
más adelante y los devas” vivían en fraternal armonía. Fue
precisamente aquí en este punto y en cualquier remoto lugar
del planeta donde a través de los registros akásicos y fundida
mi conciencia con la de mi Maestro, fui consciente de mi
relación Kármica con ÉL. El día que tuve tal experiencia de
contacto con los hechos de este pasado que trasciende los
limites impuestos a la conciencia por el espacio y el tiempo,
me di cuenta del valor del término Karma. El Karma trasciende
el tiempo de nuestra conciencia aunque lo condiciona dentro de
sus inteligentes leyes de relación, pero utilizando un género
de percepción especial de indescriptible sutilidad, el más
remoto pasado adquiere para uno caracteres de ACTUALIDAD. En
tal tipo de percepción, recordar es vivir de nuevo un hecho
con toda la intensidad que fue vivido en el momento mismo de
producirse. Por ello puedo hablarles del pasado con tanta
seguridad como les hablo del presente. Esta es una de las
singularidades del Karma.
Karma y perfección
Esto que vengo diciendo no tendría en realidad valor alguno,
por tratarse de una experiencia muy particular que atañe
mayormente a las relaciones kármicas de mi yo personal con mi
Ángel Solar y en última instancia con mi Maestro, en el
Ashrama; pero sí lo tendrá, si analizando esta experiencia
como dato de referencia se dan cuenta ustedes, de que el Karma
es una expresión de la necesidad del propio Dios de manifestar
la intensidad infinita de su Vida espiritual, a través de
nuestro universo, y a través de éste con otros Universos o
Sistemas Solares. Pues Karma es ante todo relación. Se inicia
desde el mismo momento en que existe necesidad de expresión.
Un Universo es siempre hijo de la Necesidad. Expresión de esta
Necesidad es, desde otro ángulo de vista, auto reconocimiento
y punto de partida de la Gran meditación cósmica que crea
estrellas, galaxias, sistemas solares, planetas, hombres y
átomos. Pues, el Universo, tal como lo entendemos, es decir,
como un conjunto formado por un Sol central y un grupo de
planetas oscilantes, nos habla de la fricción constante entre
una vida central y un cuerpo de relaciones, dentro y fuera del
entero Sistema de Expresión. Esta fricción engendra una
especie particular de energía cósmica -del cual la
electricidad tal como la conocemos, es una débil expresión-
que permite la estabilidad y permanencia de cualquier cuerpo
Universal de expresión con todo su contenido dentro de un
impulso infinito, de constante y permanente perfección de
todas las cosas Perfección eterna, que subyace la raíz o
fuente del Karma.
Vienen después los Señores del Karma, Registradores y
Contenedores del indescriptible Archivo de los Hechos que se
producen dentro y fuera del ámbito planetario que regulan,
dirigen y llevan a su máximo y total cumplimiento todas las
acciones y reacciones, todos los impulsos eléctricos y todas
las fricciones que se producen y realizan en el interior de la
vasta esfera del Universo, con sus planos de evolución, las
infinitas Vidas condicionantes, y distintas evoluciones,
reinos, razas, y humanidades… a un implacable destino de
perfección.
La perfección de todo lo existente “dentro y fuera del
universo” es el destino final del Karma. El bien y el mal que
se producen, como causa y como efecto de fricciones, adoptan
para el esoterista un término clave: “energía”, la
potencialidad de un propósito divino espiritual venciendo la
resistencia de la sustancia material que le sirve de vehículo,
llevándola progresivamente al estado de pureza virginal. Pues,
tal como se nos dice en los textos sagrados de los libros de
consulta de los Iniciados de la Jerarquía, “...el Universo
viene teñido de Karma, desde un proceso anterior, en el que la
Entidad que le dio vida, realizó “una de sus vastísimas
experiencias de contacto”.
Así pues, ustedes serán conscientes de que las encarnaciones o
ciclos de vida de los seres humanos en busca de la perfección,
tienen su analogía superior en la Vida de los Grandes Seres
Solares y Cósmicos que llenan de mundos los espacios
siderales. En grandeza imposible de describir, pero siguiendo
idéntico Impulso de Perfección, o sea, de llevar la materia a
un estado virginal en que no se distinga de la Pureza del
Espíritu que la engendró se halla implícito el misterio del
Karma, y de todas las relaciones que produce y suscita esta
Ley, por doquier y en todos los seres.
Permítanme, pues, repetir que Karma es relación o vinculación
de Vida y Forma, de Espíritu y Materia, de Energía y Fuerza,
de Alma y Personalidad... El dolor que produce la fricción o
relación, queda compensado en cada ciclo de vida, o en cada
nueva encarnación, por el infinito placer y el gozo supremo de
la vinculación. De ahí que la vida de todo ser es de alegría o
de tristeza, de gozo o de inquietud, de placer o de dolor,
dependiendo estos estados, de las etapas específicas en que
predomine la relación en forma de dolor o de fricción o del
gozo producido por vinculación e identificación del aspecto
material cada vez más sensible con el aspecto espiritual cada
vez más incluyente.
Partiendo de aquí, tendrán quizás ustedes una idea más clara
de lo que representa implícitamente el Karma como ley, en su
doble vertiente de dolor y gozo, simbolizados estos dos
estados en un ciclo de existencia o encarnación y en otro de
descanso en el Devachán, en el que se realizan los grandes
sueños de la personalidad humana, que simbolizan, en tal
estado, el permanente anhelo o SUEÑO de la materia, de
identificarse con el Espíritu que la engendró.
Este trabajo tendrán que analizarlo quizás varias veces, antes
de entresacarle sus profundos significados universales y
adquirir aquella visión que debe elevar las mentes y corazones
a considerar el Karma como una oportunidad cíclica de vida,
conducente al gozo supremo y no como un castigo de
determinadas actitudes adoptadas durante el proceso de la
existencia.
Hay que tener en cuenta que: “...Karma no es premio ni
castigo, sino una oportunidad renovada de vida”.
Otras consideraciones esotéricas respecto
al Karma
Si han seguido atentamente el hilo de mis ideas, serán
conscientes de que el enigma del Universo se halla implícito
en la actividad de aquellas misteriosas Entidades Cósmicas que
llamamos los Señores del Karma. La liberación del Karma humano
se realiza en el momento en que el hombre penetra
conscientemente en el plano búdico después de la
desintegración de su cuerpo causal. Pero, esta intensidad de
vida que llamamos liberación y que consideramos desde un
ángulo meramente analítico, y para la mayoría muy hipotético,
conduce a un estado de conciencia, en que el hombre se da
cuenta de su vinculación con la fuente kármica de la Vida y
que su misión desde este momento ha de tener una expresión
singularmente ideal: colaborar conscientemente en el destino
kármico de la humanidad, por identificación con el proceso
liberador del principio mental emanado de los Señores del
Karma.
El Karma es ante todo “necesidad de manifestación”, es decir,
“necesidad de un proceso activo de purificación a través de
los distintos tamices de la materia”. Esta necesidad de
“manifestación”, abarca el entero sistema del cosmos y más
allá del mismo, teniendo presente constantemente que allí
donde existe “objetividad” o manifestación, allí está actuando
la ley del Karma. Ello podrá parecer como una limitación de
las augustas facultades de las Grandes Entidades de nuestro
Sistema Solar y allende el mismo que llenan con su vida
esplendente y misteriosa, las augustas oquedades del eterno e
infinito espacio. Pero, por otra parte, no hay que olvidar que
el Universo objetivo tiene por finalidad reflejar la Gloria
Pura de Dios, una necesidad de autoexpresarse o
autorreconocerse en un aspecto inferior, como ocurre cuando
nos contemplamos en un espejo. Lo que hay en la imagen del
espejo es irreal, un reflejo, una distorsión de la realidad,
desde el punto de vista puramente analítico, pero si tenemos
en cuenta que sólo el reflejo de nuestra imagen, puede
hacernos conscientes de aquello que permanece todavía
MACULADO, nos daremos cuenta de la necesidad objetiva del
reflejo y de la actividad consecuente del deseo de liberación
de toda la entidad consciente y de la actividad que nace de
este reconocimiento interno, que llamamos la acción del Karma.
Karma es pues una necesidad que abarca todos los planos del
Sistema y empieza a ser objetiva, en forma de propósito, en el
plano mental que es donde se fragua todo sistema de relación
kármica y en donde se inicia la misteriosa actividad de los
factores dévicos en sus infinitas jerarquías y gradaciones.
Los Señores del Karma y los cuatro Grandes Señores de la Llama
o Grandes Kumaras que canalizan el Karma cósmico, trabajan con
los hijos de los hombres en los tres mundos por medio del
principio mental y a través de la evolución dévica. Así se va
produciendo el necesario reajuste que debe convertir al ser
humano en un factor realmente consciente en el gran drama de
la evolución planetaria, para poder contribuir con su
inteligente esfuerzo a la actividad liberadora que a través de
la ley del Karma se va realizando en el Universo.
Cuando hablo por ejemplo de los factores dévicos que van
implícitos en el gran misterio de la electricidad, mi
intención no es otra que tratar de clarificar la mente en el
sentido de las grandes verdades que podrían ser reveladas a
través del estudio del mundo de los devas y de la
participación de los mismos, en sus distintas jerarquías, al
desarrollo del gran karma de resolución de la Vida de los
grandes Seres que vitalizan a los planetas del Sistema Solar
en donde vivimos, nos movemos y tenemos el Ser, del propio Sol
central y de todos aquellos sistemas relacionados con el
nuestro, dentro del Gran Misterio de la Fraternidad Cósmica.
Puede parecer extraña o muy nebulosa esta descripción, pero
deben ustedes tener presente una cosa muy importante al
estudiar esotéricamente cuánto ocurre en el universo y a
nuestro alrededor, y muy especialmente al tratar de estudiar
las leyes del Karma y la acción de los Señores del Karma en lo
que respecta a nuestra vida particular, y es que a través de
la analogía hermética - clave de todo posible conocimiento y
enlace entre lo conocido y lo desconocidohay que considerar
que un universo es realmente una familia, con un padre
central, el Sol, y una madre, los éteres de sustancia
eléctrica, que en su íntima unión de amor o de conjunción
magnética, dan vida a unos hijos, los planetas, constituyendo
así la representación universal de todo cuanto se refleja
después en el mundo manifestado de los hombres, el reino
humano. Al hablar de Karma y de Aquellas Gloriosas Entidades
que lo dirigen sabiamente, debemos tener en cuenta los
siguientes factores en orden a relaciones y vinculaciones:
1. La relación del alma superior humana o
Ángel Solar, con un Logos planetario.
2. La relación de la personalidad humana con aquella gran
Personalidad que llamamos Sanat Kumara.
3. La relación del cuerpo humano con sus distintos sistemas
condicionantes, el nervioso, el circulatorio y el vegetativo,
sus centros etéricos y glándulas endocrinas, con los distintos
centros planetarios, por medio de los cuales, Sanat Kumara,
distribuye y ordena el Plan infinito del Logos planetario y se
ajusta voluntariamente a la ley de Karma.
Karma, pues, representa la posibilidad
infinita de redención de la Vida por medio de la Sustancia, es
decir, de la Vida a través de la forma, y si queremos
profundizar algo más en el misterio del Karma y de la
actividad de los Grandes Señores que lo dirigen, sólo hay que
elevar el razonamiento de lo particular a lo universal, que es
la regla a que se ajusta el esoterista y el verdadero
discípulo, y ver el universo, en donde se realiza la total
evolución de la Entidad Solar, desde el punto de vista de lo
que es realmente particular, es decir, desde sí mismo, y
ampliar su pequeña vida hasta el área de lo Cósmico. Veremos
así un sinnúmero de factores que nos ilustrarán acerca del
orden cósmico en que se desenvuelve todo cuanto existe, desde
el Sol físico hasta el propio corazón, desde la Voluntad de
Dios hasta nuestra pequeña voluntad y desde el infinito
sistema de circulación de la energía universal hasta su
microcósmica asimilación de estas desconocidas corrientes de
vida dentro de su humilde, pero perfecto sistema de
circulación sanguínea, de respiración, de las energías
emocionales y del pensamiento.
Pues, aplicar la ley de analogía, es empezar a comprender a
Dios. Cuando el gran Hermes decía que “igual es arriba que
abajo, igual es abajo que arriba”, nos daba para siempre la
clave de la ordenación esotérica de la vida, o sea, nos
permitía establecer un enlace directo entre la verdad y el
buscador, entre el realizador y la obra, entre el constructor
y el Universo, entre Dios y el hombre.
Al hablar pues, de nuestro Karma personal o familiar, con su
complejo sistema de relaciones sociales, debemos tener en
cuenta también la vinculación logoica, el grupo de familias
logoicas, las relaciones de simpatía infinita entre distintos
grupos de Logos para llegar así a ser más conscientes de la
Ley del Karma, que hasta aquí ha venido siendo únicamente
mostrada dentro de su dimensión humana.
Las vinculaciones de nuestro planeta con los demás planetas
del Sistema Solar, y las de nuestro Logos Solar con las
Constelaciones de la Osa Mayor y de las Pléyades, así como la
misteriosa relación con Sirio y otras Constelaciones más
poderosas y lejanas todavía a que refieren los tratados
esotéricos, nos hablan asimismo, de una Ley de atracción
“familiar” que agrupa a Constelaciones Cósmicas y Sistemas
Solares, como nosotros vivimos agrupados en familias y en
relaciones particulares, desde el punto de vista social.
Todo es lo mismo. El orden en que viene estructurado todo y
las necesidades esenciales dentro de este orden son idénticas,
solamente varía el grado de expresión, su infinita
magnificencia cuando nos referimos a Entidades Cósmicas.
Únicamente es apreciable dentro de la infinita oquedad de un
espacio virgen o de éter radiante, la amplitud del
“círculo-no-se-pasa”, que lo condiciona todo, desde la humilde
radiación de un átomo de materia física densa, hasta la del
más esplendente Sol...
Una Experiencia Ashrámica dentro del
proceso Kármico de la vida.
Después de estas amplias visiones de conjunto, que a muchos
pueden cansar, singularmente si poseen una mente muy concreta
o intelectual, creo necesario extender el razonamiento hacia
expresiones más asequibles. Aunque al trazar el rumbo de mis
escritos, pienso siempre que hay que abarcar lo grande para
mejor comprender lo pequeño y que el estudio profundo de lo
pequeño puede llevar a la consideración clara y concreta de lo
grande, nunca dejo un término vago en que la mente se sienta
un poco desplazada del estudio. Utilizo siempre, como ustedes
habrán podido comprobar, algunas pequeñas anécdotas o
experiencias que situadas en el centro de grandes y pequeños
razonamientos, permiten obtener una mejor visión o perspectiva
de lo dicho o estudiado. Este proceso, lo he seguido, hablando
de mi Ashrama, del mundo dévico, del Devachán, etc. Este
estudio ofrece por sus características, muchas dificultades en
el orden anecdótico, habida cuenta la enorme cantidad de
factores que intervienen en la ordenación kármica de la vida
de un ser humano.
Cuando les hablaba anteriormente de la vinculación kármica con
mi Maestro, con quien es ahora mi Maestro, y que a través de
vidas y muertes, “se cruzó muchas veces en mi camino o destino
de perfección”, les estoy brindando el más claro indicio de la
acción del Karma, a través del tiempo y de la sucesión de las
edades.
Recuerdo muy vivamente la Atlántida, Grecia y Egipto. En India
viví poco, kármicamente hablando, pero sé con toda certeza que
la India me espera para culminar en ella una gloriosa fase de
mi destino kármico. No sé cuando será ni me importa, pero
estoy seguro de ello. Lo que allí haré y cómo desenvolveré
allí la actividad jerárquica de la que yo ahora empiezo a
ocuparme, tampoco me importa, pero soy testigo de una
Jerarquía Planetaria en funciones y de que pienso, vivo y
trabajo para ella.
Cada unos de ustedes “recordará en su debido tiempo el origen
kármico de muchas vinculaciones” que ahora les parecen
extrañas y hasta contradictorias, por la tremenda confusión
del mundo astral que nos envuelve. Pero, llegará un momento
cumbre en la vida de cada cual en que serán conscientes del
valor de los hechos kármicos que se producen y de que el hecho
mismo de haber establecido contacto con el Maestro y con los
compañeros de grupo en el Ashrama, nos habla de una Ley que se
cumple en el tiempo y aún a pesar del tiempo. Pueden variar
los marcos, las épocas y las situaciones, pero llegará una
vida en la que ÉL aparecerá claro y radiante a nuestra vista,
y desde entonces empezará a alborear para cada uno de nosotros
“el destino de una vida superior en la que Karma y sus Leyes”
adoptarán un significado mucho más profundo y mucho más
espiritual o impersonal que hasta aquí lo hemos venido
considerando.
Recuerdo, sin confusión alguna, que el Karma que me une a mi
Maestro y a R... mi gran amigo hindú, nació precisamente antes
que Lemuria viniese a la existencia. Les estoy hablando pues
no de miles, sino de millones de años. Pero les digo también
que el tiempo no tiene importancia alguna, cuando se analiza
la acción de los distintos acontecimientos con una visión
orientada hacia “la gran Memoria Cósmica” o “Archivos
Akásicos” a los que se refieren los tratados esotéricos
conocidos por muchos de ustedes.
Utilizando el Antakarana, este hilo sutilísimo de luz creado
entre la conciencia inferior y la superior o causal, los
acontecimientos pasados o futuros adquieren una proyección
mágica o simultánea en esta síntesis del tiempo que llamamos
“ahora”, y que es realmente de orden eterno.
Cada vez que escribo, persiguiendo una meta definida como la
que tiene hoy por objeto de hablar sobre el Karma, adopto
conscientemente este género o tipo de percepción. Así se
clarifican para mí tanto el pasado como el futuro y puedo
entresacar de esta “memoria viviente de la Naturaleza” cuanto
preciso para la clarificación de mis ideas. Pero, no me
entretengo en “el recreo de los recuerdos”, que ha sido el
pecado y el castigo de muchos impacientes investigadores, sino
que cierro voluntariamente mi percepción akásica una vez
finalizado el registro de hechos.
Por ello insisto en que una vida esotérica es de orden tan
puro e impersonal, aunque nos movamos en las limitaciones y
estrecheces de la vida organizada de nuestra personalidad en
los tres mundos, con sus veleidades y caprichos, esperanzas y
temores, que es muy fácil mancillarla, aún cuando nos creamos
hombres espirituales y hablemos constantemente de los Maestros
y de la Jerarquía.
Analizando la vida desde este punto central de observación del
“ahora eterno”, que es una síntesis de observación, pudimos
seguir, en determinada fase de nuestra enseñanza ashrámica el
destino kármico de dos vidas humanas, una de ellas actualmente
en el Devachán y la otra en encarnación física. Pudimos seguir
su rastro desde sus inicios, en una fase de vida lunar y
utilizando cuerpos animales. Me sorprendió mucho que el Karma
pudiera iniciarse en unas vidas carentes al parecer de
conciencia, como en el caso de dos animales, muy parecidos a
nuestros perros, aunque distintos en otros aspectos. El hecho
de su forma no tiene mucha importancia en el desarrollo de los
hechos que intento narrar, pero inicialmente me pareció
insólito unificar Karma con inconsciencia. Pero el Maestro me
ilustró sobre este punto diciéndonos que inconsciencia es sólo
una fase de conciencia, y que el Karma de Dios, como centro y
vida del Universo lo preside y ordena todo.
Por una extraña circunstancia aquellos dos animales poseían
determinados gustos o aficiones dentro del círculo-no-se-pasa
de su alma grupal, que pudimos observar en muy dilatadas
proporciones. La afinidad se debía -según dijo el Maestro- a
ciertas condiciones cuyo origen se hallaba encerrado en la
propia alma grupal, de la misma manera que ciertas afinidades
químicas producen relaciones de simpatía o de antipatía entre
dos células de un mismo cuerpo. Pero, lo más importante del
hecho era su expresión exterior, sus impulsos de reunirse, de
estar juntos, pastar en compañía y de ayudarse mutuamente ante
cualquier tipo de agresividad exterior provocada por otros
animales de la misma especie o de otras especies distintas. Lo
que nos interesaba era ese vínculo existente de SIMPATÍA que
parecía emanar de una fuente original común.
No pretendo, ni puedo permitirme el lujo de explicarles
detalladamente todas las incidencias kármicas de estas dos
existencias afines, que pudimos observar como un punto
iluminado de referencia de nuestras investigaciones.
Comprendan también que la investigación era llevada por el
propio Maestro y que nuestra atención debía estar concentrada
en sucesos importantes en el devenir de aquellas vidas, pues
no nos interesaba en modo alguno el proceso particular, sino
el estudio del proceso kármico en sí, pues, como decía el
Maestro, comprender aquel proceso que constituye el Karma es
el proceso de la Vida del propio Dios latente en todo.
De una vida instintiva animal, bajo los auspicios de un
alma-grupo animal habitante de la Luna, cuando la Luna era una
viviente tierra como la nuestra, hasta la encarnación de
muchas UNIDADES de esta alma-grupo como hombres en la tierra,
después de un doloroso proceso de asimilación de experiencias
kármicas, pasaron unos lapsos de tiempo considerables. Las dos
unidades de conciencia a que nos estamos refiriendo pasaron
por tremendas vicisitudes, como todos nosotros las habremos
pasado por nuestra vinculación humana con el antiguo planeta,
que hoy convertido en una esfera muerta y en permanente
desintegración, llamamos Luna. Transcurrieron muchas edades y
épocas evolutivas hasta que trazado su destino de manera más
clara y definida, tuvimos oportunidad de contemplar algunas de
sus encarnaciones humanas. Al principio pudimos verlos
reunidos casi constantemente. Las primeras encarnaciones,
antes de Lemuria, y utilizando cuerpos toscos y disformes,
gigantescos y pesados, estuvieron siempre juntos. Así los
vimos en la prehistoria, con un cuerpo definidamente humano,
una veces como hombre y mujer, otras del mismo sexo, pero
siempre participando de un destino kármico muy parecido.
Perdimos su rastro, pues lo que el Maestro intentaba, era
hacernos penetrar en el Misterio oculto del Karma y del origen
secreto de todas las relaciones kármicas de la vida, hasta una
época en la que juntos como marido y mujer, al principio de la
era atlante vivieron en las planicies de Yucatán. Más tarde
los vimos como hermanos en Egipto, hijos de una familia
principal, pero en una época al parecer muy alejada todavía de
la de los Faraones de las primeras dinastías.
Recuerdo que en una de sus encarnaciones los vimos otra vez
como marido y mujer, aunque con el sexo invertido de acuerdo
con otra encarnación anterior, en un lugar que según el mapa
mundial que el Maestro hacía desfilar por nuestra imaginación
para situar nuestra conciencia en la exactitud de los hechos,
correspondía a Rusia, aunque nada externo, es decir, lo que
conocemos de este país, tenía aparente relación con lo que
estábamos presenciando. Rusia, un país frío, sobre todo en la
región del mapa mental del Maestro correspondiente a Siberia,
aparecía en el registro akásico como un país tropical, con
gigantescas palmeras, vegetación lujuriante y unas especies
animales muy parecidas a las que corrientemente, viven en los
países muy cálidos del planeta...
La última encarnación de estos dos seres, a la que accedimos
por voluntad del Maestro se hallaba muy cerca de nuestra era
actual, en un rincón de Francia y en la época de Carlomagno,
es decir, unos 750 años después de Jesucristo, según el
cómputo cristiano. Otra vez como marido y mujer los vimos
estrechamente unidos y compenetrados como siempre, llevando
con sus hijos, una existencia muy humilde y con escasos
relieves desde el punto de vista del orden social.
Perdimos después su rastro hasta llegar a nuestro tiempo
actual. Uno de estos dos seres se halla encarnado en
Norteamérica, ocupando un lugar social relevante en el mundo
de las letras. El otro se halla descansando todavía en el
Devachán y por los síntomas observados alrededor de la esfera
devachánica envolvente, su proceso de reencarnación no está
muy lejano...
Como habrán ustedes observado, el proceso evolutivo de estas
dos almas ha sido seguido sin atenernos a un orden cronológico
o regular del tiempo, debido a que resultaría imposible aunque
fuese solamente, con una mera indicación o con un simple
indicio SEGUIR LA TOTALIDAD de este proceso, que llenaría
páginas y más páginas debido a lo extensísimo del trayecto
kármico.
Lo único que se ha intentado es marcar ciertas pautas, en
orden a la idea básica del Karma. Muchos de los vacíos
observados o aparente falta de continuidad de esta idea en
ciertos aspectos, deberán lógicamente ser llenados por la
atenta observación y estudio de ustedes mismos. Tendrán que
acudir por convenientemente sus ideas, en torno a lo hasta
aquí expuesto.
Conclusión
Después de considerar el proceso de estas dos vidas,
kármicamente enlazadas desde etapas tan lejanas, pueden
formularse las siguientes preguntas:
1) ¿Es que todo el proceso kármico de la vida es igual, o sea,
el enlace de egos o de grupos de egos, desde un buen principio
de los tiempos?
2) ¿Por qué han sido escogidos estas dos almas mencionadas
para dar una idea de lo que significa el Karma dentro de la
vida humana?
3) ¿Hay alguna razón especial para ello? ¿Resuelve lo dicho
hasta aquí la profunda y angustiosa interrogante de quién soy,
de dónde vengo y adónde voy? ¿Tiene algún significado para
nosotros la resolución de este terrible misterio?.
Estas y otras preguntas más podrían ser formuladas, pues la
capacidad del hombre de avanzar hacia adelante y hacia arriba
está enraizada en el estímulo creador de toda posible
interrogante, pues, tal como decía Cristo: “Llamad y se os
abrirá”, “Pedid y se os dará”. La base misma de la evolución
se halla implícita en toda su majestad y en todo su poder en
la capacidad augusta de llamar a la puerta (de los misterios)
y de pedir alimento (espiritual), es decir, preguntar
constantemente el origen de las cosas y de uno mismo.
No, no hay una razón especial en haber escogido estas dos
almas para corroborar gráficamente el alcance singular de la
idea.
Desde el plano causal y observando analíticamente el proceso
kármico de cualquier ser humano, se le ve ordinariamente y
desde un buen principio enlazado con otra alma por ley de
misteriosa afinidad, cuya fuente es eterna, y sólo en la
esplendente vida de la Mónada, o Espíritu Puro, puede ser
plenamente comprendida, pero utilizando como siempre la
analogía, y observando los organismos unicelulares de las
primitivas corrientes de vida y su paulatina escisión o
división en dos partes iguales, podrían hallar un punto
céntrico de referencia. La afinidad química nos da más
adelante otra clave de este proceso, tal como anteriormente he
señalado. Pero, ateniéndonos a la pregunta principal, yo diría
que algo parecido a la escisión del UNO en DOS, y
posteriormente del DOS en TRES, que dan origen al principio
mismo de la evolución desde sus fuentes cósmicas, para seguir
adelante con el SIETE, el DIEZ y el DOCE, se realiza en las
fuentes originales de la vida humana. Pues, una unidad de vida
partida en dos, llevará prendida siempre en cada una de las
dos partículas el sello íntimo de aquella unidad primaria que
ambas constituían. El principio mismo del Karma como ley y
como principio de evolución se inicia pues en el UNO, que se
escinde en dos, representando cada una de las partes divididas
el sello o impronta del Espíritu o de la Materia. Por ello la
función del Karma a través del tiempo es unificar Espíritu y
Materia, el dos se resolverá en UNO, una fase evolutiva del
Universo habrá terminado y otra fase praláyica de descanso
cósmico se iniciará, dejando el karma en suspenso, teñido el
éter con el color de sí mismo a la expectante espera de un
nuevo período de actividad. Esto puede parecer muy abstruso y
complicado, pero no lo es, si ejercitan ustedes la analogía en
sus discernimientos.
El hecho de que ambas partes surgidas de un universo
macrocelular con uno en funciones y resuelto ulteriormente en
dos por analogía del proceso macrocósmico, no sigan idéntica
trayectoria dentro del dilatado esquema evolutivo, se debe al
hecho mismo de tendencias primarias y a la diversificación de
experiencias, como en el caso reseñado de dos almas en
evolución distinta, pero unidas por un lazo más fuerte que el
tejido por los hilos del tiempo. Las dos almas aludidas, si
bien no fueron escogidas al azar, pues el azar no existe para
el esoterista, representan al menos o simbolizan, parte de un
proceso que si no es enteramente igual para todas las almas,
sí es muy semejante en líneas generales.
Tenemos por otra parte, que la tendencia de los seres humanos
hacia su Arquetipo superior, el Ángel Solar, o sea, este
infinito anhelo de reconstruir la unidad esencial de que
formaban parte es una expresión de la ley misma de la
evolución. El proceso de la iniciación que a través de las
distintas purificaciones conduce a esta unidad, viene marcado
por períodos muy definidos en que el principio masculino y el
principio femenino consustanciales en todo ser humano, llegan
un día a unificarse dentro de un ser andrógino capaz de crear
desde el fondo de sí mismo todo cuanto el poder creador de la
Mente divina es capaz de inspirarle. Siguiendo el proceso
hasta sus últimas consecuencias en orden a nuestra comprensión
humana, vemos dentro de nuestra más dilatada perspectiva la
tarea creadora que se halla al final de todo proceso
evolutivo: la reproducción de nuevos Universos pues, si somos
realmente conscientes, apreciamos que el Espíritu Creador y la
Materia Virgen del Espacio, más la experiencia resultante del
proceso evolutivo en un Universo anterior son en realidad una
Unidad indescriptible que se escindirá perpetuamente en dos,
para llenar el marco insondable del espacio absoluto de
nuevos, más variados y perfectos universos. Comprendan también
que pasar de ahí sería querer hurgar en las nebulosidades
indescriptibles del Misterio. Queda no obstante algo aclarada
la triple pregunta que se formula todo verdadero investigador
de las leyes de la Vida: ¿Quién soy? ¿de dónde vengo? ¿a dónde
voy? La analogía debe hacer el resto. No hay que esperar
conclusiones concretas en torno a algo tan sutilísimo como es
el principio o raíz de nosotros mismos y la ley de karma que
ajusta constantemente a través del principio de Causa y
Efecto, todas las posibles situaciones, pero si perseveramos
en el intento y no nos dejamos impresionar por la grandiosidad
de ciertas revelaciones y seguimos adelante con la mente y el
corazón intrépidos hacia la meta presentida, adquiriremos una
medida de gozo desconocida que nos compensará con creces de la
inquietud y del tormento de toda sincera y potente búsqueda.