1. PARTE PRIMERA
1.01 Experiencias Psíquicas en distintos niveles
Los relatos esotéricos relacionados con experiencias
psíquicas o paranormales atraen muy poderosamente la
atención de las gentes, debido al hecho de que todos -casi sin
distinción- somos todavía muy emocionales y las cosas
astrales nos dan una más acusada sensación de realidad.
Las experiencias que voy a narrarles al respecto han tenido lugar
durante diferentes fases de mi vida y desde cierto ángulo de
vista constituyen aspectos substanciales del proceso que mi alma iba
llevando a cabo mientras seguía el camino místico de la
integración espiritual. Conforme fue pasando el tiempo y pude
recapitular los hechos de mi vida desde que empecé a recorrer el
largo y fatigoso Sendero de la existencia que va del simple nivel de
aspirante espiritual, lleno de compromisos kármicos, hasta el
Corazón inmaculado del Maestro, comprendí el verdadero
alcance de mis experiencias psíquicas y cómo ellas me
habían ayudado -cada cual dentro de su propia y particular
característica- a adentrarme progresivamente por zonas mentales
de grandes y profundos significados. La ayuda que recibí de
estas experiencias psíquicas fue realmente eficaz, más
que nada porque jamás me apegué a ellas y porque nunca me
sentí impulsado a tratar de repetirlas o reproducirlas por
interesantes que hubiesen sido. Es debido quizás a esta
particularidad íntima de mi conciencia que pude librarme
fácilmente de los innumerables y variados espejismos que
constituyen el Maya del plano astral. Así, considerando los
acontecimientos astrales con esta visión introspectiva e
impersonal, soy consciente ahora de lo instructivas y eficaces que
resultaron ser aquellas experiencias, ya que me hicieron consciente de
ciertos aspectos del mundo oculto que más adelante me
servirían del necesario soporte para introducirme en el
maravilloso mundo de los Ángeles y posteriormente para
establecer contacto consciente e ininterrumpido con la conciencia de mi
Maestro. Veamos, pues, algunas de estas experiencias psíquicas.
1.02 El Despertar de los Centros
Nunca me había preocupado por desarrollar mis chacras o centros
etéricos. Para mí siempre fue clara la norma
esotérica que nos señaló Cristo con suave aunque
profunda advertencia: “Buscad primero el Reino de Dios, lo
demás os será dado por añadidura”. El
esfuerzo del discípulo jamás se limita al mundo de los
efectos, de aquello que se nos da por añadidura, sino que se
eleva al mundo de las causas tratando de comprender el propósito
divino que subyace en cualquier ignorado rincón de la vida
planetaria. La vista orientada siempre hacia adelante intenta captar
constantemente las íntimas significaciones del Reino de Dios.
Así, el propósito kármico de su vida se va de esta
manera realizando.
Hay, sin embargo, una providencia que ayuda a aquéllos que
buscan preferentemente el Reino de Dios y es la que hace que todo
cuanto constituye el mundo de Maya y que exige el cumplimiento de la
acción kármica o de aquello “que se nos da por
añadidura”, se le manifieste y desarrolle sin un aparente
esfuerzo de la voluntad. Esto es lo que pasó conmigo con
respecto al desarrollo de mis centros etéricos.
Poco tiempo después de haber finalizado la guerra civil
española en la que desdichadamente me vi obligado a intervenir,
se inició en mí un proceso de actividad psíquica
que tenía que ver precisamente con el desenvolvimiento de mis
centros etéricos más directamente relacionados con la
fuerza viva de mi ardiente propósito espiritual. Así,
durante unos meses y en tanto me hallaba fuera del cuerpo veía
como unas luminosas entidades “operaban” sobre mi
vehículo etérico e introducían en mis chacras una
energía vibrante, dinámica y de potentísimos
resplandores que aceleraban el movimiento de dichos centros y los
volvían esplendentes y radiantes. Era plenamente consciente de
que me hallaba fuera del cuerpo por cuanto me era posible observar
cómo operaban sobre el mismo aquellas luminosas entidades y era
muy consciente luego de que volvía nuevamente a mi cuerpo una
vez habían terminado su trabajo de preparación
específica sobre mi vehículo etérico. No puedo
precisar concretamente cuánto tiempo duraba esta
manipulación etérica sobre mis chacras cada noche.
Sólo puedo decir que era plenamente consciente de que se
iniciaba aquel trabajo de integración celular y etérica
cuando “me sentía lanzado fuera del cuerpo
físico”, pero en vez de proyectarme astralmente como en
otras ocasiones -y debido precisamente a una razón particular
que el Maestro me aclaró oportunamente- me quedaba cerca del
cuerpo observando muy atentamente las manipulaciones de mis generosos
amigos dévicos que ya entonces, y sin que yo supiese exactamente
lo que era un Deva, actuaban sobre mí llenando con la magia
sutil de su maravilloso mundo los vehículos de mi conciencia,
preparándome para aquel momento en que debería ser
plenamente consciente del poder angélico en la vida del hombre y
de la Naturaleza entera.
Comentando un día con mi Maestro esta fase específica y
singularmente interesante de mi vida, Este me explicó la
índole particular de aquel proceso con estas palabras:
“Ordinariamente el procedimiento de desarrollo de los centros
etéricos tiene lugar de manera lenta y paulatina siguiendo la
norma de “todo llegará a su debido tiempo”. Sin
embargo, bajo el impulso cíclico de la oportunidad
astrológica y de acuerdo con las capacidades latentes de
cualquier discípulo espiritual, se sigue la norma
iniciática de “aceleración del proceso
evolutivo”. En tal caso, y siempre y cuando el discípulo
se muestre inteligentemente dúctil, los poderes dévicos
de la Naturaleza cooperan con él para avanzar más
rápidamente en el camino espiritual. Con respecto a tu caso,
puedo decirte que hubo realmente un intento dévico de
participación en el desarrollo de tus centros etéricos,
así como una intervención de carácter
taumatúrgico para restablecer la armonía en alguno de
ellos, dañados por efecto de indebidos trabajos de desarrollo en
una vida precedente. Aparte de estas consideraciones, debo explicarte
de que el hecho de estar fuera del cuerpo contemplando el proceso de
vitalización de tu vehículo etérico por parte de
aquellas entidades dévicas, era debido precisamente a que
debías hacer plena conciencia de la labor de las mismas, habida
cuenta de que en un no muy lejano futuro deberías trabajar
conscientemente con Seres angélicos de varias huestes y
jerarquías, siguiendo un plan previamente concebido y
estructurado desde el centro místico del Ashrama”.
El desarrollo anticipado o prematuro de los chacras por parte del
aspirante espiritual puede tener a veces catastróficos
resultados, de ahí que las normas de “sabia
prudencia” deben ser debidamente comprendidas y acatadas.
Recuerdo el caso de un amigo aspirante, el cual pasó muy
brevemente por el Ashrama, muy aficionado a la manipulación
etérica de los chacras. Tuvo en plena juventud lo que los
médicos diagnosticaron como “un fallo cardiaco”,
aunque nunca pudieron explicarse la causa de esta temprana muerte.
Físicamente era de complexión robusta y gozaba de muy
buena salud. Pero, el fallo cardíaco detectado por los
médicos era en realidad una fulminante proyección del
Fuego de Kundalini irrumpiendo sin control sobre el plexo solar y
provocando la rotura del “cordón plateado”, definido
esotéricamente “Sutratma”, que enlaza la existencia
física con el mundo astral. Se trataba en realidad de “un
suicidio” -y les ruego no les asuste esta expresión- ya
que repetidamente había sido advertido en el nivel
ashrámico en donde se hallaba ubicado, del peligro que
entrañaba la manipulación inexperta del Fuego creador de
la Naturaleza.
1.03 Mi primer Viaje Astral
Mi primera y más fúlgida experiencia de autoconciencia
astral la tuve cuando tenía solamente trece años. Tal
como ocurre con todas las experiencias que afectan por primera vez el
alma humana, guardo de aquélla a la que voy a hacer referencia
un cálido e imborrable recuerdo.
Creía que estaba soñando. Me hallaba en un lugar muy
solitario y veía a lo lejos a un ser alto, impresionante e
imponente, vestido enteramente de blanco y ciñendo un turbante
oriental en su cabeza, el cual lentamente iba acercándose a
mí... Al llegar a mi lado puso uno de sus brazos sobre mi hombro
y me habló. Reconocí intuitivamente su identidad
espiritual y fui consciente de que me era profundamente conocido. De
improviso sacó de no sé dónde una pelotita blanca,
la lanzó delante de nosotros y con voz imperiosa me dijo...
¡ve a buscarla!. Me sentí potentemente lanzado tras de
ella y me hallé entonces fuera del cuerpo, en el centro de mi
habitación y viendo perfectamente mi cuerpo dormido. Me
sentí terriblemente conmocionado y lleno de miedo, pero de
pronto me hallé de nuevo envuelto en la suprema calma que
emanaba de aquel ser extraordinario, muy conocido intuitivamente pero
difícilmente reconocible todavía ante mis escasamente
desarrollados mecanismos mentales de percepción. Me
abrazó con benevolencia y sonriéndome con mucho afecto me
dijo: “Hoy vas a tener tu primer viaje astral en tu actual fase
de existencia”. Me sentí potentemente lanzado entonces
hacia las profundidades del estrellado firmamento como si un gigantesco
imán me atrajera inexorablemente hacia las desconocidas avenidas
de un ilimitado y fúlgido espacio... Siempre abrazado a mi
guía [más tarde lo reconocí como el hermano R...
(Iniciado hindú)] visite aquella noche muy alejadas regiones de
la Tierra, surcando raudamente los éteres y sintiendo como si
fuese en mi propia conciencia física el impetuoso paso del aire
al chocar contra mi rostro.
Siempre acompañado de mi ilustre guía realicé
algunos otros viajes astrales, los cuales me depararon grandes
conocimientos acerca de la vida que se expresa en tales niveles y no
poca experiencia acerca de cómo mantener la estabilidad astral
fuera del cuerpo físico, una experiencia que todos los sinceros
aspirantes espirituales del mundo deberán realizar a su debido
tiempo. Más adelante, y después de realizar ciertas
prácticas aprendidas en el Ashrama -en donde fui admitido siendo
todavía muy joven- pude verificar solo y sin
acompañamiento alguno tales viajes, aunque debo confesar muy
honradamente que jamás los hice persiguiendo la
satisfacción íntima que es inherente al desplazamiento de
la conciencia a un nivel superior, sino que me atuve y me
atendré siempre a las reglas estrictas del Ashrama de perseguir
en todo momento algún objetivo fundamental de servicio.
El relato de estas experiencias de autoconciencia astral no persigue
evidentemente el objetivo de incitar a los aspirantes espirituales que
eventualmente puedan leer estas narraciones a que realicen tales
desplazamientos de la conciencia a otros niveles más sutiles,
sino más bien afirmar el hecho esotérico de que
“cuando el discípulo esté convenientemente
preparado entonces surgirá el Maestro en su vida”. O sea,
que no hay que extremar la atención sobre los chacras
pretendiendo acelerar el proceso de su desarrollo, sino que hay que
atender primero lo esencial, es decir, la dificilísima etapa de
preparación e integración de los vehículos del
Alma, la mente discernitiva, la sensibilidad emocional y el cuerpo
físico denso, con la seguridad de que sí así se
hace surgirá en nuestro camino la Entidad superior que tiene
como misión kármica, ayudarnos en la tarea de
perfeccionar nuestra conciencia y hacerla autoconsciente en todos los
niveles de su compleja aunque completa vida psicológica.
1.04 Un Viaje al Futuro
En uno de tales desplazamientos de la conciencia fui testigo, con casi
treinta años de anticipación, de mi trabajo como miembro
de la Sede Internacional de la Escuela Arcana en Ginebra, Suiza.
Vi perfectamente el Centro Internacional en donde actualmente
está ubicado, pero que en aquellos tiempos todavía no
había sido edificado. Vi también el lago Léman,
con su gran surtidor en el centro del mismo y como dato
histórico, perfectamente reconocido, recuerdo haber estado
sentado en uno de los peldaños alrededor de la base donde se
erige la estatua de Jean Jacques Rousseau, el insigne filósofo
ginebrino, autor de “Emilio” y de “Contrato
Social”, unas obras de inconfundible sabor jerárquico. Tal
estatua se halla en una pequeña isla dentro del lago
Léman y en mi visión del futuro veía a la ciudad
de Ginebra completamente nevada y a unos hombres encima del puente que
lleva a la Isla Rousseau que para facilitar el paso recogían la
nieve con grandes palas y la iban arrojando al lago. Me llamó
extraordinariamente la atención la iluminación del puente
por medio de unas farolas muy potentes que emitían una luz
azulada.
El sueño o desplazamiento de la conciencia me dejó muy
impresionado por la intensidad de la vivencia, pero el recuerdo del
mismo fue desvaneciéndose con el paso del tiempo y dejé
de prestarle atención. Pero, he ahí que muchos
años más tarde, cuando ya estaba trabajando en la Sede
Europea de la Escuela Arcana, una mañana muy fría del mes
de Noviembre, al ir a atravesar el Puente de Bergues de donde arranca
el pasillo que lleva a la Isla Rousseau, tuve que detenerme porque unos
hombres estaban quitando la nieve acumulada en su superficie con unas
grandes palas y la iban arrojando al lago. Miré
inconscientemente hacia arriba y me fijé irresistiblemente en
las farolas azules de luz fluorescente que lo iluminaban y entonces, en
un momento de fúlgida realidad, fui consciente con profunda
emoción de que toda aquella experiencia la había
realizado ya muchos años antes, pero que ahora se
reproducía en el tiempo para dar un testimonio vivo e inaudito
de previvencia. Sí, todos los elementos se hallaban presentes -
tal como había visto en el desplazamiento de mi conciencia hacia
ya tantos años, casi los que constituyen una generación-
la superficie del puente nevada, los hombres que quitaban la nieve, las
farolas fluorescentes, la estatua de Jean Jacques Rousseau, el Centro
Internacional de Ginebra, etc. Tuve, por tanto, una visión
anticipada del tiempo futuro, la certeza nítida, profunda e
incuestionable de que el futuro sólo es una incógnita
para los hombres que viven aferrados al pasado, una incógnita
que puede resolver correctamente el ser humano que por vivir muy
intensa y profundamente las realidades espirituales implícitas
en “el eterno ahora” de la Conciencia de Dios, puede vivir
simultáneamente y con plena conciencia el pasado, el presente y
el futuro.
Creo que esta experiencia merece una más concreta y detallada
explicación, pues estoy convencido de que muchos de Uds.
habrán experimentado alguna vez esta extraordinaria
sensación de haber vivido ya anteriormente un hecho que la
conciencia registra en el presente, lo cual les indicará que una
parte de Uds. empieza ya a ser plenamente consciente de unos niveles
psicológicos dentro de los cuales y por su propia sutilidad, los
hechos “suceden más deprisa que en el plano
físico” y que, por tanto, pueden dejar a veces su impronta
dentro de la conciencia y deparar esta extraña aunque frecuente
sensación de haber vivido anteriormente tal experiencia.
En realidad fue esta sapientísima sensación de seguridad
en el tiempo -si puedo decirlo así- la que
acompañó la vida de los grandes profetas y videntes del
pasado, capaces de leer perfectamente en los anales akásicos o
históricos del planeta los hechos pertenecientes al pasado, al
presente o al futuro de la humanidad. Todo se reduce, al parecer, a la
simplificación de nuestra complicada vida personal, a crear un
hilo luminoso o Antakarana de Luz que eleve nuestra conciencia y tratar
de ser conscientes a medida que vamos ascendiendo de cuanto SUCEDE
dentro y fuera de nosotros, ya que según me ha sido posible
comprobar en el Ashrama, sólo la elevación de la
conciencia sobre la verticalidad del Antakarana de Luz por encima de
las incidencias de nuestra vida temporal puede deparamos una
visión perfecta de la Realidad, una Realidad que no depende
necesariamente de la amplitud de nuestros conocimientos
esotéricos, sino de nuestra habilidad por evadirnos de las
complicaciones habituales de la conciencia, las cuales nos atan
inexorablemente al pasado y nos impiden percibir las cosas del presente
con la debida y necesaria claridad.
1.05 Experiencias Psíquicas en Italia
Las vacaciones veraniegas de 1976 las pasamos en Italia. En el
transcurso de las mismas tuve tres curiosas experiencias
psíquicas. La primera sucedió en la ciudad de
Ventamiglia, muy cerca de las fronteras francesa y del Principado de
Mónaco.
No habíamos podido hallar alojamiento en ningún hotel de
la localidad, hasta que ya muy tarde, casi a la madrugada, un
señor nos indicó uno que estaba en las afueras. No voy a
revelar el nombre de este hotel por razones obvias. Debo decir, sin
embargo, que se trataba de una especie de palacio renacentista, con
varios pisos y muchas terrazas con sus correspondientes balaustradas y
algunas estatuas. Pese a la distinción casi aristocrática
de este hotel, había muy poca luz y los ascensores eran de corte
muy antiguo, seguramente de los primeros que se fabricaron. No
sé porqué, pero al entrar allí me sentí
algo cansado y deprimido, aunque en aquellos momentos lo achaqué
a la larga duración del viaje. Sin embargo, al entrar en la
habitación que nos habían señalado, noté
una acusada sensación de frío a lo largo de la columna
vertebral, un síntoma muy característico de la presencia
de alguna entidad psíquica en las proximidades. Nada dije de
momento y como estaba bastante fatigado decidí descansar; lo
demás, pensé, ya se identificará en su momento. El
sueño, sin embargo, se resistía a visitarme y la visita
que tuve fue la de una inaudita y algo estrafalaria entidad
psíquica, la cual, al parecer, pasaba su tiempo en el hotel
dedicada a crear perturbaciones astrales de todos los tipos
reconocidos, tales como ruidos, movimientos de cortinas, oscilaciones
de los cuadros colgados de las paredes, sensación de que alguien
andaba con zapatos dentro de las habitaciones, etc. Me dediqué
durante algún tiempo a observar las evoluciones de aquella
entidad y finalmente, por un esfuerzo mayor de la atención,
logré verla. Se trataba de la figura de un personaje vestido a
la usanza caballeresca del siglo XVI en Francia, con su peluca, su
sombrero de plumas y una larga tizona. Iba, por decirlo de alguna
manera, flotando por la habitación, lo cual, ya desde un buen
principio, me informó de que no se trataba de una entidad
desencarnada en busca de luz, tal como habitualmente suele decirse en
el argot espiritista, sino de un deva elemental de gran poder
psíquico el cual, en alguna época pasada, había
vitalizado el cascarón astral de un fallecido de
condición astral inferior y lo mantenía todavía
denso y objetivo en los bajos niveles astrales, al extremo de serle
fácil realizar a través del mismo variados
fenómenos de carácter físico, muy parecidos a los
que realizan ciertos mediums en las reuniones espiritistas.
Seguro de que le estaba observando empezó a contonearse
arrogantemente ante mi y a amenazarme con su espada, a veces con tal
realismo que incluso llegué a sentir físicamente como si
clavase una aguja en mi epidermis. En fin, como no me gusta perder el
tiempo y además creía que iba a realizar un buen servicio
espiritual, decidí enfrentarme con aquella entidad.
Pronuncié algunas palabras de poder y formé seguidamente
dentro de mi conciencia la imagen de que salía del cuerpo y le
lanzaba una gran piedra. Vi entonces que aquella forma astral
desaparecía prontamente de la habitación. La actividad de
mi conciencia había sido tan real para aquel elemental como la
del mismo contra mí. El se sintió tan amenazado por la
piedra que mentalmente le había lanzado, como yo por la punta de
su espada... La habitación había quedado vacía de
aquel cascarón astral. Recuerdo, sin embargo, que durante mi
permanencia en aquella habitación, vi todavía un par de
veces más como su cabeza empelucada asomaba tímidamente a
través de la puerta cerrada, ya sin espada y con las facciones
trasluciendo miedo e inquietud. Estoy seguro de que mi reacción
psíquica resultó fructuosa y que seguramente aquel acto
de conciencia había sido el principio de la destrucción
de aquella forma astral que desde hacia siglos habitaba aquella vieja
mansión señorial convertida en hotel.
Como corolario de esta experiencia es digno de notar que el resto de la
expedición veraniega con la cual mi esposa y yo
compartíamos las vacaciones me relataron, sin previa consulta de
mi parte, que ellos habían experimentado también los
efectos de la presencia de aquélla o de alguna otra entidad
psíquica durante la noche que permanecimos allí...
Esta experiencia psíquica que acabo de relatarles es susceptible
de una explicación esotérica. Se trata del caso
típico conocido ocultamente como de “apropiación
del cuerpo astral de una persona fallecida” por parte de
algún elemental de la tierra de los esotéricamente
clasificados como “devas morenos”. Este caso, pese a sus
peculiaridades, es más frecuente de lo que realmente se cree y
tales ficticias entidades con apariencia de algún mortal
fallecido, suelen manifestarse en las sesiones espiritistas burlando la
buena fe de los asistentes. Tal como comentábamos en cierta
ocasión en el Ashrama, tales elementales actúan a manera
de los “ermitaños”, estos crustáceos tan
frecuentes en nuestras costas mediterráneas, los cuales utilizan
como viviendas los caparazones de otros crustáceos muertos. Un
ermitaño suele ocupar muchos caparazones durante el curso de su
existencia a medida que va creciendo. Un “deva moreno”
suele ocupar un solo cascarón astral durante el
larguísimo período de su existencia etérica,
siempre y cuando no encuentre en su camino, tal como fue el caso de mi
narración, una reacción psíquica lo
suficientemente potente como para obligarle a desintegrar la forma
astral dentro de la cual se había introducido y hacerle adoptar
ante la visión clarividente la verdadera forma que corresponde a
su naturaleza psíquica [N.B.: ver tríptico “Un
Tratado Esotérico sobre los Ángeles”, del mismo
autor].
Hay que hacer notar, sin embargo, que el “deva moreno” al
que hice referencia venia incorporado a aquella forma astral -si nos
atenemos a las evidencias- hacía lo menos trescientos
años. Estos casos de larga permanencia ocupando vehículos
astrales de personas fallecidas, son muy frecuentes en los llamados
“fantasmas de los castillos”. Tales fenómenos de
“incorporación astral” son debidos principalmente a
la materialidad del propio vehículo psíquico de la propia
persona fallecida, lo cual facilita al deva el poder de vivificarlo con
energía etérica y mantenerlo “substanciado” a
través de largos ciclos de tiempo. El vehículo astral de
una persona de alta espiritualidad jamás podrá ser
vivificado por un deva inferior, sino que altamente sutilizado por las
energías del Alma fácilmente se disolverá en el
espacio una vez se haya producido la muerte física.
1.06 Un Caso de Psicometría
Estábamos visitando el Coliseo romano. Aquella tarde de Agosto
hacía muchísimo calor. No sé si fue debido a esta
circunstancia, pero de pronto se me nubló la vista, sentí
una gran opresión en el pecho y me halle de espectador ante un
drama psíquico que aparentemente se estaba desarrollando ante mi
vista. Un hombre semidesnudo estaba luchando contra un león sin
más arma que una pequeña espada y lo vi sucumbir ante los
terribles zarpazos de aquella fiera. Sus gritos desesperados de
agonía eran ahogados por el inmenso clamor que se elevaba de una
abigarrada muchedumbre que abarrotaba las gradas del Coliseo y que
asustaba incluso al propio león... Sí, en un momento de
extrema lucidez psíquica había reproducido una escena que
tuvo históricamente lugar allí hacía muchos
siglos. Fue una especie de relámpago de visión captada de
los registros akásicos, pero viendo aquella escena a la luz
astral de los acontecimientos históricos, el suceso
adquiría un particular y muy hondo dramatismo pues me era
posible percibir al propio tiempo al hombre, a la fiera y al populacho.
Nada les dije de esta experiencia a mis compañeros de viaje, los
cuales se enterarán del hecho a través de las
páginas de este libro.
La experiencia que acabo de relatarles suele denominarse ocultamente de
“simultaneidad en el tiempo” y la persona que la realiza
pierde momentáneamente la percepción histórica del
momento que está viviendo para sumergirse en la luz astral de
los acontecimientos del pasado en un lugar definido y en una
época determinada. Para que esta experiencia pueda ser
debidamente registrada se precisan ciertas dotes de PSICOMETRIA mental
y un gran control de la naturaleza emocional a fin de que la conciencia
no se desplace excesivamente del cuerpo físico. En el caso antes
descrito hay que tener en cuenta “la presión
psíquica del lugar”, las piedras milenarias que suelen ser
archivos de grandes secretos mágicos y la visita constante de
multitud de personas, las cuales, de una u otra manera, reviven en su
imaginación aquellas fases históricas del pasado y las
mantienen inconscientemente vívidas en los niveles
psíquicos.
Con respecto a esta experiencia, recuerdo lo que dijo el Coronel
OLCOTT, compañero fiel de Mme. BLAVATSKY el cual, en cierta
ocasión, había asistido a una corrida de toros y al final
de la misma había llegado a una muy triste conclusión:
“Esto es lo más parecido a las inmolaciones sangrientas
que tuvieron lugar en las arenas de los circos romanos”.
1.07 Un Ángel en la Basílica de San Pedro
No obstante, antes de partir de Roma después de visitar sus
más históricos monumentos, tuve una muy agradable y
profunda compensación al ser cálidamente impresionado por
un Deva de alta evolución espiritual. Sucedió en la
Basílica de San Pedro, de Roma, cuando junto con mis
acompañantes pasé por un determinado lugar entrando, a
mano izquierda, por la galería lateral. Este Ángel nos
brindó su particular bendición llena de fuerza celeste.
Cerré los ojos y traté de introducirme dentro de aquel
misterio dévico. No era aquella la primera vez que
establecía contacto con un Ángel [Ver parte segunda de
este libro, dedicado a Contactos Angélicos]. Su aura
magnética irradiaba una gran paz y solemnidad y sus impresiones
bañaban mi aura etérica, así como la de mis
compañeros de grupo los cuales, sensibles psíquicamente
también habían notado la influencia benéfica de
aquel Ser dévico.
Se hallaba en actitud de bendecir y sus radiaciones de gran potencia
magnética, eran sin duda una de las respuestas divinas a las
invocaciones de los fieles que asistían a las ceremonias
litúrgicas que se celebraban periódica y regularmente en
la Basílica de San Pedro, de Roma.
Unos días después, al abandonar la capital italiana en
dirección al norte, hacia Yugoslavia, al contemplar desde una de
las siete colinas la inmensa mole de la Basílica de San Pedro,
envié un sentido y reverente saludo al Ángel que nos
había distinguido con su dévica bendición... Me
pareció como si de la Cúpula central se elevara un rayo
de luz y viniera a nosotros..., dándonos fe de aquel renovado
sentimiento de integridad espiritual que ha de unir un día a
Ángeles y hombres en un mismo destino de luz y de amor.
La presencia de Ángeles en varias jerarquías y funciones,
es frecuente en todos los lugares en donde se celebran ceremonias
litúrgicas. He visto Ángeles en casi todos los templos
que he visitado. Últimamente, en una pequeña ermita de un
pueblecito catalán del alto Pirineo, percibí un Deva
color violeta, el del sentimiento más profundo de
adoración que puede ser registrado. Era humilde, sencillo,
aunque intensamente radiante y parecía cuidar de aquella ermita
casi abandonada, protegiendo sin duda con su presencia aquellos
alrededores, dotándoles de un encanto indecible y de un profundo
y reverente silencio.
1.08 La Muñeca Encantada
Durante el verano del año 1946 fui invitado por un matrimonio
amigo mío de la región valenciana, a pasar unos
días en su compañía... Como que en aquellos
tiempos no había adquirido todavía grandes compromisos
grupales como ahora, acepté encantado la idea de evadirme por
unos días de mi rutina habitual.
Llegado a la casa -situada en medio del bosque- me destinaron a una
habitación donde dejé mis cosas y donde a la hora
conveniente me retiré a descansar. Sin embargo, me fue imposible
dormir por cuanto una poderosa presencia psíquica de
carácter maléfico introducía visiones
terroríficas y deprimentes en mi cerebro y una serie de fuerzas
elementales tiraban de la ropa y casi levantaban la cama donde me
hallaba tendido. No podía efectuar ningún movimiento y
debo confesar que fue la primera vez en mi vida en que realmente me
sentí “indefenso” ante alguna fuerza
psíquica. En los primeros momentos sentí verdadero
pánico. Era todavía un neófito en la vida oculta y
desconocía los mántrams de liberación espiritual
que más adelante me confiaría el Maestro. Sin embargo,
como siempre me he preguntado -aún en los momentos de más
grande tensión- las causas productoras de un hecho,
empecé a interrogarme acerca del origen de las fuerzas
psíquicas que intentaban avasallarme... Parece ser que mi mente,
al interrogarse, creaba una especie de campo magnético positivo
que cerraba el paso a aquellas energías astrales que se estaban
desarrollando en aquella habitación y que, naturalmente, no
estaban simplemente allí por el hecho de mi presencia, sino que
actuaban de acuerdo con una causa mayor de carácter permanente
proveniente sin duda de un pasado más o menos lejano. Sin dejar
de mantener mi mente en tensión creadora pude evitar
daños mayores contra mi integridad física y aunque notaba
todavía los efectos gravitatorios de aquellos efectos
psíquicos sobre mi aura magnética, pude detener en parte
el impulso dominante en aquel lugar, bajar de la cama llevándome
la ropa de cobertura y salir de la habitación, yendo a
refugiarme bajo una gran encina contigua al patio de la casa, en donde
pasé el resto de la noche.
Cuando a la mañana siguiente pude comunicarme con mis amigos y
explicarles el hecho quedaron realmente asombrados, pues ellos -ambos
con grandes conocimientos esotéricos- nunca habían notado
nada. Esto les demostrará a Uds. que no todas las personas,
aún las consideradas como espiritualmente elevadas, están
dotadas para experimentar efectos psíquicos en sus auras
magnéticas sean de la naturaleza que sean.
Les expliqué que si bien racionalmente no podía darles
una prueba clara de mi experiencia, había a mi entender datos
suficientes para suponer que en aquella habitación -precisamente
en aquella habitación- debía haber algún lazo
psíquico lo suficientemente poderoso como para atraer fuerzas
elementales de los éteres circundantes. Así, buscando los
tres cada cual por su lado, dentro de la alcoba, revisando todos los
rincones y sin dejar -tal como vulgarmente se dice-
“ningún pelo que peinar”, vimos dentro de un armario
viejo una muñeca de porcelana de aquellas antiguas, que
actualmente tanto se valoran, con movimientos de cabeza, brazos y
piernas. Llevaba tanto el sombrero como el vestidito de color rojo
aunque muy sucio, desteñido y cubierto de polvo y las
zapatillas, que antaño fueron blancas, carecían por
completo de color. Sus ojos estaban muy abiertos y parecían
mirarnos burlonamente... Al acercarme a ella noté una
sensación de frío en mi espalda e inconscientemente
recordé mi experiencia de la noche anterior. Así que les
dije a mis amigos: “He aquí la causa de los efectos
psíquicos que registré anoche”. Quitamos
primeramente el polvo que cubría enteramente la muñeca,
le quitamos luego los vestiditos y nada pudimos ver en su cuerpecito
que pudiera darnos razón de algún lazo de tipo astral.
Dejamos pues la muñeca a un lado y empezamos a buscar por entre
la ropita que habíamos dejado encima del armario. En un
bolsillito oculto de sus enaguas y cosida muy fuertemente vimos una
bolsita. La descosimos, la abrimos y vimos que contenía
cabellos, una especie de tierra parecida a serrín y
pequeños papelitos manchados de sangre la cual aparecía
negra por el tiempo transcurrido. Allí, en aquella aparentemente
inofensiva bolsita se hallaba pues la causa de todo el trastorno
psíquico experimentado durante la noche anterior. Hicimos una
hoguera en el patio y quemamos rápidamente la bolsita con todo
su contenido, así como los viejos y sucios vestidos de la
muñeca. Seguidamente la señora de la casa de
aplicó en la tarea de lavarla convenientemente y al dejarla
nuevamente encima del armario me pareció -no sé si fue
una ilusión de mis sentidos- que sus ojos ya no parecían
burlones como antes, sino que su mirada traslucía inocencia, la
inocencia que habría captado sin duda muchos años
atrás de las niñas que habrían jugado con ella. La
muñeca, desnudita, aunque limpia, se hallaba ahora en la repisa
superior del armario. Aquella noche al ir a acostarme no dejé de
contemplarla, regocijándome por haberla liberado de algún
conjuro mágico inferior. No pude evitar de enviarle un beso.
Dormí perfectamente en aquella alcoba durante los ocho
días que estuve con mis amigos... Es obvio decir que durante
este tiempo tuvimos ocasión de sostener grandes conversaciones
acerca de la Magia provocada por medio de algún vehículo,
aparentemente inofensivo como el de aquella muñeca, pero dotado
de algún amuleto o de algún sortilegio mágico.
Bien, creo que esta experiencia es susceptible de una
explicación esotérica más amplia y detallada.
Durante el curso de mi vida me he encontrado con casos parecidos al que
acabo de narrarles, aunque operando concretamente sobre personas
determinadas a cuyo alrededor o en sus propios vestidos, o ropas de la
cama habían sido colocados en forma imperceptible, aunque
actuando con gran fuerza psíquica, pequeños objetos
revestidos de ciertos elementos, minerales o vegetales, cuyo contacto
con el aura etérica de la persona o con el simple contacto con
el aire producían una especie de hálito etérico de
carácter inferior que invocaba o atraía del espacio
fuerzas elementales de tipo rudimentario, las cuales adquirían
poder y consistencia física como el de abrir y cerrar puertas,
mover muebles, hacer caer objetos, tirar de las ropas de la cama
estando la persona durmiendo -tal como me aconteció a mí-
y provocar ruidos variados.
Este tipo de magia utilizando bolsitas conteniendo alguna substancia
específicamente susceptible de atraer a los devas inferiores,
viene de muy lejos, seguramente de los tiempos atlantes, formando parte
de la época de su decadencia. Afortunadamente para la humanidad,
no hay ahora en el espacio vital o etérico que nos rodea
aquellos poderosos devas elementales que pululaban por los ambientes
psíquicos de la época atlante y que los miembros
decadentes de aquella gran Raza utilizaban para fines egoístas.
Resulta realmente increíble el tiempo que pueden durar los
efectos emanantes del contenido de una pequeña bolsita
conteniendo ciertos elementos, tales como los descritos en mi
narración acerca de la muñeca encantada. Sólo el
fuego, el elemento purificador por excelencia, puede destruirlos y con
ellos la causa que los había engendrado, después de haber
entrado en juego preparados por cualquier mago en ciernes de nuestra
época actual, pero que no pasa de ser un simple aprendiz de
brujo, utilizando alguna fórmula transmitida al azar por
algún viejo del lugar o aprendida quizás de un libro de
conjuros de los cuales afortunadamente ya quedan pocos, pero que
deberían ser totalmente destruidos... Nunca, bajo ningún
concepto y fuesen cuales fuesen las circunstancias, facilitaré
una lista de los elementos minerales o vegetales y algunos de orden
animal mediante los cuales puede producirse cualquier tipo de magia
inferior. Mi responsabilidad ashrámica me lo impide totalmente,
pero sí debo advertir del peligro que aguarda a aquéllos
que en forma ignorante o siguiendo el impulso de sus malas
inclinaciones, manipulan elementos radioactivos -utilizando
intencionadamente esta palabra tan eminentemente científica- en
su intento de crear “un ambiente psíquico
enrarecido” en torno a ciertos lugares o en la vida física
de algunas personas hacia las cuales siente animosidad o malas
intenciones. Muchas de las dolencias psicofísicas que padecen
ciertas personas son debidas, a veces, a la presencia en sus
proximidades de algún tipo elemental de magia creada al socaire
de alguna aviesa intención o producto de una manifiesta mala
voluntad por alguno de estos aprendices de brujo de nuestros tiempos
modernos, que por ignorancia del principio de rectitud que rige el
proceso de la Magia, atentan contra la integridad física o
psíquica de alguna persona.
Por si puede serles de utilidad debo decirles que en el momento
cíclico en que el objeto o los objetos integrantes de la magia
inferior han sido arrojados al fuego, todos los elementos
dévicos invocados de los éteres por la emanación
de las substancias radioactivas, se precipitan impetuosa y
violentamente sobre la persona responsable de aquel tipo de magia, sea
ignorante o mal intencionada, produciéndole toda clase de
sufrimientos y calamidades, hasta llegar en ciertos casos a producirle
la muerte. Y otro dato todavía a consignar para aquéllos
que “manipulan energías dévicas” situadas en
el arco involutivo de la Naturaleza sin haber obtenido un previo
control espiritual: la actividad de estos devas menores no sólo
irrumpe en la vida física de los aprendices de brujo, sino que
también lo persiguen después de la muerte hasta que
kármicamente hayan saldado su deuda con las personas a las
cuales perjudicó por el empleo de sus maléficas artes.
El tema de la Magia es muy sugestivo, singularmente si hace referencia
a los elementos dévicos invocados por el espíritu puro de
la buena voluntad. Pero, de tal tipo de Magia hablaremos en otras
partes de estas narraciones esotéricas. La experiencia que les
he relatado puede constituir, sin embargo, un indicio puro de
“contramagia” en la que se enfrentaba un poder
mágico de efectos nocivos y deprimentes y el espíritu
puro de la buena voluntad que siempre ha de prevalecer por encima de
todas las cosas y de todas las razones existentes. De no ser así
ni mis amigos me hubiesen invitado ni yo habría podido
intervenir en la destrucción del maleficio de que se hallaba
impregnada una bonita y aparentemente inofensiva muñeca.
1.09 Un Caso de Materialización Etérica
Durante los ocho días que pasé con mis amigos tuvimos
ocasión de conversar mucho acerca de los amenos temas
esotéricos que tanto nos gustaban. Una tarde, mientras nos
hallábamos como de costumbre en amigable coloquio, pasó
un labrador por delante de nosotros y sin saludarnos siquiera
siguió su camino. Mi amigo me dijo: “He ahí a un
hombre realmente insociable, crudo, huraño y sin corazón.
Vive solo en aquella casa -y me señaló una que estaba a
unos trescientos metros de donde nos encontrábamos- y
sólo congenia aparentemente con sus perros. Su diversión
consiste en cazar pájaros para comérselos, pero lo hace
de manera tan despiadada que no podemos verlo. Tiene unas trampas
tendidas en alguno de estos árboles y para reclamo sitúa
encima de las ramas algunas jaulas con pájaros los cuales, con
sus gorjeos, atraen a los otros”. No le asigné mucha
importancia a esta conversación, una anécdota más
añadida a las muchas que suelen producirse durante el curso de
nuestros contactos sociales, pero he aquí que una mañana
en que me hallaba sentado bajo uno de tales árboles, leyendo
mientras esperaba que mis amigos me llamasen para la comida,
apareció por allí el referido labrador el cual, sin
saludarme siquiera, se encaramó al árbol y recogiendo a
todos los pajaritos que habían caído en sus trampas los
fue metiendo en un saco y empezó a golpear éste contra el
suelo destrozando con ello la vida de aquellos indefensos animalitos.
Ya pueden Uds. figurarse el mal rato que pasé mientras duraba
aquella operación, imaginando la brutal matanza de los pajaritos
dentro del saco y sin poder desahogar mis humanitarios impulsos, ya que
aquel hombre aparecía ante mí como un ser primitivo
incapaz por completo de reaccionar como una persona sensible y
civilizada. Acallé pues mis impulsos y me dirigí hacia la
casa de mis amigos.
Aquella noche soñé que iba hacia el árbol en el
que el labrador tendía sus trampas para cazar a los pajaritos,
me encaramaba al árbol, inutilizaba las redes tendidas entre las
ramas, daba libertad a los pájaros que servían de reclamo
y finalmente destrozaba las jaulas arrojándolas violentamente
contra el suelo.
A la mañana siguiente me despertó un gran alboroto y
entre las airadas voces distinguí las de mis amigos y la del
labrador. Este, enfurecido y amenazante, acusaba a mis pobres amigos de
haberle roto las redes, liberado a los pájaros y destrozado las
jaulas. Mi amigo, un hombre realmente corpulento, amenazó a su
vez al labrador con romperle algún hueso si continuaba
acusándoles. Después de un buen rato de agrias
discusiones el labrador se fue mascullando maldiciones y mis amigos
entraron en la casa. Mientras estábamos desayunando les
conté “mi sueño” y llegamos entonces a la
conclusión de que fui realmente yo el que había provocado
tales incidencias, comentando con gran satisfacción interna la
lección que había recibido el labrador y la calidad del
fenómeno oculto que determinó aquella experiencia.
Veamos ahora, su significativa causa oculta:
1.10 La Fuerza Mística de la Compasión
La explicación oculta que puedo ofrecerles a Uds. de esta
experiencia tiene una sola y absoluta vertiente, “la
substanciación” o materialización de mi
vehículo etérico en virtud de un potentísimo deseo
o de una profundísima intención. La intención que
provocó la materialización de mi cuerpo etérico al
extremo de obtener de los éteres circundantes el concurso de
ciertos devas del aire, vino inspirada sin duda por el espíritu
vivísimo de compasión que me embargaba cuando pensaba en
el sufrimiento de aquellos inocentes pajaritos cuando eran
violentamente arrojados contra el suelo. La compasión -tal como
he aprendido a considerarla en el Ashrama- es la energía
más potente en la vida de nuestro Universo de segundo Rayo, en
donde el sentimiento de amor rige todas las creaciones existentes, una
fuerza avasalladora si se logra invocarla capaz de galvanizar el
ánimo de la persona y convertirla en un perfecto Mago blanco, en
un Taumaturgo capaz de provocar efectos teúrgicos de
curación o, tal como fue mi caso, de materialización
etérica de mi vehículo sutil, al extremo de poder
realizar ciertas definidas operaciones de orden físico. La buena
voluntad dentro del corazón humano, elevada a cierto grado de
tensión espiritual invoca el espíritu de Compasión
mediante el cual se pueden realizar verdaderos milagros.
Los fenómenos más frecuentes del sentimiento de
compasión dentro del alma humana son los de curación
física o psíquica de dolencias físicas o morales.
La verdadera compasión -y no la estúpida
mojigatería emocional que suelen utilizar ciertos curadores
psíquicos- puede realizar verdaderos prodigios ambientales. La
primera vez que pude comprobar conscientemente sus efectos fue durante
un viaje corto por motivos profesionales. Recuerdo que fue en el
interior de un tranvía que hacia el trayecto entre la ciudad de
Mataró y la villa de Argentona, en la provincia de Barcelona.
Sentadas frente a mí estaban una señora y una niña
de alrededor de ocho años. Esta última estaba sufriendo
intensamente por lo que parecía un terrible dolor de muelas. La
señora, probablemente la madre de la niña, intentaba en
vano consolarla. Hubo un momento en que la mirada de la pequeña
se cruzó con la mía y la vi tan profundamente triste y
suplicante que me embargó una emoción desconocida de
humana compasión, tan potente y llena de sentimiento, que me
sentí invadido de una, fuerza espiritual como jamás la
había experimentado y que, a su conjuro, operé sobre los
éteres circundantes un fenómeno místico de
“substitución”. La niña dejó
sorprendentemente de sufrir y con los ojos radiantes de alegría
así se lo comunicaba a su madre. Pero, al propio tiempo me
sentí invadido yo de un tremendo dolor de muelas y pude
comprobar en mi propia carne el terrible dolor que había estado
sufriendo aquella tierna criatura. Dolorido, pero al propio tiempo
satisfecho de haber aliviado a la niña, llegué a mi
destino y al iniciar mis diligencias profesionales comprobé con
asombro que mi dolor de muelas había totalmente desaparecido.
Pensé entonces que el dolor habría vuelto quizás
nuevamente a la niña y me sentí profundamente apenado.
Sin embargo -y por una digamos extraña casualidad-
tropecé durante el día con ella y estaba al parecer tan
contenta y tranquila que inmediatamente comprendí que el dolor
experimentado por la mañana había sido totalmente
disipado.
El estudio del sentimiento de Compasión constituyó una
actividad ashrámica a la que el Maestro asignó la
más profunda importancia, ya que en sus íntimas
motivaciones se halla la explicación perfecta del prodigio
psíquico que puede realizar a su alrededor el verdadero
TAUMATURGO, el hombre puro, capaz de curar a sus semejantes utilizando
únicamente el sentimiento intimo y profundo de piedad y de
ternura que es una cualidad innata del corazón humano cuando se
ha puesto en contacto -siquiera fugazmente- con los cálidos
latidos del gran Corazón solar.
La Compasión impulsa la Ley básica del Servicio, que es
una tónica de nuestro Universo y, tal como nos decía el
Maestro en el Ashrama, “si falla el sentimiento de
Compasión, el Servicio ofrecido a la humanidad sólo
podrá tener efectos superficiales y no podrá mover
creativamente los éteres ambientales desde donde los Devas de
Curación pueden ofrecer su ayuda a los seres humanos. Pero, si
sentís Compasión -agregaba luego- el Servicio
penetrará profundamente en las entrañas de la Raza y
podréis cooperar eficazmente en la tarea cósmica de
redención o de curación planetaria”.
La Compasión no es, por tanto, un sentimiento separado o una
cualidad específica del corazón, sino la Síntesis
de todas las cualidades y de todos los sentimientos divinos que puede
albergar el corazón humano. La Compasión no puede ser
invocada por efecto de las meditaciones humanas acerca del Servicio,
sino por el desarrollo de la buena voluntad y del deseo de bien hacia
todos los seres, ya sean humanos o subhumanos. La buena voluntad abre
dentro del corazón las amplias avenidas que llevan al
espíritu de Compasión...
Durante el curso de mi existencia como discípulo aceptado dentro
de un Ashrama del segundo Rayo y en contacto con el Maestro, he tenido
oportunidad de comprobar en distintas ocasiones la actividad
psíquica desarrollada por efecto del espíritu de
Compasión, el cual me ha dotado en ciertas ocasiones de unas
facultades paranormales de las que yo jamás hubiese sospechado
estuviesen presentes dentro de mi ser.
Las técnicas de Curación, tal como están
reseñadas en mi libro “Los Misterios del Yoga”,
obedecen a ese espíritu de Compasión y los efectos
benéficos registrados por todos aquéllos que las
utilizaron individualmente o en grupo, me dieron fe del espíritu
universal de Compasión que continúa operando en todos
aquellos hombres y mujeres de buena voluntad del mundo,
empeñados en la tarea de ayudar a resolver los problemas y las
necesidades que enfrenta la humanidad en su conjunto... Creo, por
tanto, que alguno de Uds. habrá experimentado en su vida en
determinados momentos en que su corazón se sintió
inflamado de buena voluntad, algunos destellos de aquel fuego de
Compasión que ha de establecer en el mundo el reinado del Amor y
que, por efecto de ello y quizás sin darse cuenta,
también curaron o aliviaron alguna verdadera necesidad humana.
La TAUMATURGIA, no lo olvidemos, indica siempre la presencia del
espíritu de Compasión dentro del corazón humano,
el cual surge triunfante en momentos cumbres o estelares de la
existencia y demuestra la verdadera esencia de fraternidad, la meta
espiritual de toda la humanidad.
1.11 Una Experiencia Grupal de Compasión
De ahí que no será jamás un Curador eficiente
quien no haya desarrollado - siquiera en una cierta medida- una
verdadera compasión interna. He podido comprobar esta verdad en
clínicas, hospitales y mansiones de salud psíquica
contemplando las auras magnéticas de médicos, enfermeras
y curadores, pálidas, marchitas e intensamente matizadas con los
clásicos colores de la preocupación por sí mismos
y no dejando que las a veces crueles necesidades de los enfermos
penetren en sus corazones, tan embebidos en sus cosas y tan preocupados
por sus problemas personales. Siempre he experimentado una gran
amargura interna cuando por cualquier circunstancia he debido visitar
alguno de tales centros sanitarios. Mi visión interna me ha
deparado siempre grandes tensiones y crisis las cuales he acusado
mayormente dentro del corazón y muchas veces he debido recordar
el conocido axioma místico “la mies es mucha, pero son muy
pocos los obreros”. Es decir, que se encuentran pocos
discípulos mundiales trabajando en los lugares de sufrimiento,
allí en donde el espíritu de Compasión
debería ser liberado o utilizado en favor de sus hermanos.
Puede, sin embargo, que me equivoque y que no deba juzgar a todos los
discípulos mundiales por la ausencia de ellos en los hospitales
o clínicas que yo haya visitado y puede también que tales
discípulos -trabajando místicamente en sus respectivos
Ashramas- invoquen de los éteres del espacio las maravillosas
fuerzas dévicas, capacitadas para curar, sin que aparentemente
existan en el ambiente personas de profunda y reconocida buena voluntad
capaces de sentir compasión verdadera dentro de sus corazones.
Todos estos razonamientos que expongo vienen inspirados por mi
sensibilidad psíquica, que me permite percibir -si pongo mucha
atención- aspectos de la vida social que corrientemente suelen
permanecer ocultos... A veces, yendo por la calle -y ésta es una
experiencia que realizo con frecuencia- percibo las auras
etéricas de las gentes. Suelo ver así, y afortunadamente
en gran número, el color azul celeste dentro de un
círculo rosa claro, que son expresiones corrientes de la buena
voluntad expresándose a través del campo magnético
humano. Pocas veces, sin embargo, he observado el color azul
índigo tirando profundamente a violeta que caracteriza el aura
de las personas capaces de experimentar una profunda y verdadera
compasión...
No obstante, y dentro de un plan meramente anecdótico, aunque
claramente ilustrativo, debo relatar un hecho que me permitió
ser muy consciente del valor de la buena voluntad y de la fuerza que
esta buena voluntad genera para establecer el brillante hilo de luz que
conecta con el espíritu de la Compasión planetaria.
Paseando un día por una de las calles mas céntricas de
Barcelona fui testigo de un hecho que me causó profundo impacto,
no por el hecho en sí, el cual desdichadamente suele ser muy
frecuente, sino por la experiencia espiritual que se destiló del
mismo. Un grupo de personas se estaba peleando, una mujer caída
en el suelo, el vestido hecho jirones y con la cara ensangrentada,
lloraba amargamente. Ignoro la causa de aquella pelea ni me
interesé por saberla, pero como un ser humano civilizado
sentí inmediatamente una gran piedad por todos ellos... De
improviso advertí que del grupo de personas que estaban
observando la pelea se elevaba un vapor etérico azul violeta que
flotando sobre el grupo que se estaba agrediendo suscitaba un profundo
e impresionante silencio. Sin saber cómo ni de qué manera
el grupo en litigio se fue disolviendo pacíficamente... La mujer
en el suelo se había levantado y se marchaba también del
lugar del brazo de un hombre, el cual la consolaba y muy amablemente
atendía.
Ahora bien... ¿cómo pudo realizarse este fenómeno?
No creo que fuese únicamente yo el que sentí piedad
humana el deprimente cuadro de una lucha tan antisocial como
aquélla. Creo, por el contrario, que por un digamos beneficioso
azar nos hallábamos congregados allí varias personas de
reconocida buena voluntad que, en aquel momento cíclico,
unificamos inconscientemente la fuerza de nuestras auras
etéricas y logramos invocar un Rayo de la Compasión
planetaria con el suficiente poder como para crear armonía en el
seno de aquel humano conflicto.
Es curioso advertir también la coincidencia de unas
enseñanzas ashrámicas basadas en la evolución del
Sistema Cósmico que el Maestro nos había transmitido
precedentemente y que yo voy a resumirlas para Uds. de la siguiente
manera:
La humanidad en su conjunto viene regida por unas corrientes de
energía específicamente denominadas esotéricamente
del Cuarto Rayo y cuya expresión objetiva toma el nombre de
Armonía a través del Conflicto. Sin embargo, una
época sucederá a la nuestra actual, marcada
todavía por tantas aflicciones, en la que el Cuarto Rayo se
expresará en toda su pureza y esplendor y en la que la
Armonía podrá expresarse sin conflicto alguno... El
artífice supremo de esta obra conjunta de Armonía que
debe realizar la humanidad será el elemento cósmico de la
Compasión, el principio infinito que se encuentra en la base
expresiva de los Grandes Maestros e Instructores espirituales de la
Humanidad, tales como Hermes, Budha o Cristo, los Cuales reaparecen
cíclicamente en la Tierra para ayudar a los seres humanos a ver
claro el propósito espiritual de sus vidas...
1.12 Tres Experiencias Psíquicas en
Norteamérica
Había traducido para la Sociedad Religiosa de los Amigos
(Cuáqueros) el libro en inglés “No Time But This
Present” (No hay otro tiempo que el Presente). En agradecimiento
a ello los Amigos del Friend World Committee for Consultation de
Norteamérica, que publicaron este libro como texto básico
de la Conferencia internacional que debería realizarse durante
Julio-Agosto de 1967 en el GUILFORD COLLEGE de Greensboro, Carolina del
Norte, me depararon la oportunidad de asistir como delegado
español del grupo de Amigos Cuáqueros, de Barcelona. La
nota clave de la Conferencia era “Seek, Find and Share”
(Buscar, Hallar y Compartir), la cual, como Uds. verán, se
ajustaba perfectamente a las leyes esotéricas de Servicio por
cuyo motivo me sentí identificado desde el primer momento con la
actividad que debería desarrollarse en Greensboro y con las
motivaciones jerárquicas siempre presentes cuando se trata de
desenvolver el espíritu grupal dentro de la humanidad. Bueno,
todo esto que les cuento es simplemente anecdótico y expresa
solamente las razonas que tenían como base el hecho de que me
hallase en Norteamérica, en el seno de una Sociedad Religiosa de
Amigos que poseía dos Premios Nobel de la Paz, de
amplísimas ramificaciones internacionales y de acendradas
convicciones pacifistas. Una Conferencia Internacional a la cual
había asistido el Secretario General de las Naciones Unidas Mr.
U Thant, quien debía cerrar el ciclo de interesantes
conferencias y coloquios en esta Conferencia Internacional de la
Sociedad Religiosa de los Amigos, con su personal intervención
en el grandísimo Coliseum de High Point, también de
Carolina del Norte, hablando precisamente acerca de la Paz del Mundo.
Tuve oportunidad de hablar con el señor U Thant. Según
él mismo me confesó practicaba la religión budista
y se sentía identificado con el espíritu de los Amigos
Cuáqueros, precisamente por los cultos de silencio que
practicaban y por sus reconocidas mundialmente reglas morales de
inofensividad y de pacifismo activo.
1.13 Un Extraño Guía
Bueno, dicho todo esto pasaré a narrarles una experiencia
suprafísica que registré en mi conciencia uno de los
días de mi estancia en el Guilford College de Greensboro. Esta
Escuela, modernísima en todas sus instalaciones está
constituida por una serie de pabellones de tres pisos muy iguales entre
sí y rodeados de árboles y jardines. Una de aquellas
noches, muy calurosa, salí del apartamento que me había
sido asignado con objeto de tomar el aire y pasear un poco. Fui andando
sin pensar en nada, absorto en mi mismo, hasta que al fin decidí
regresar. Me di cuenta entonces que quizás me había
alejado demasiado de mi apartamento y que me seria muy difícil
hallarlo, entre tantos pabellones iguales y entre tantos jardines...
era de madrugada y no encontré a nadie a quien pedir
información. Empecé por tanto a vagar durante largo
tiempo a la búsqueda de mi apartamento, hasta que cansado y
viendo la inutilidad de mis pesquisas decidí pasar la noche como
pudiese, aunque muy contrariado por mi falta de previsión. Me
senté en un banco esperando que amaneciese. Al cabo de un rato
de estar allí vi pasar a una persona. No sé
todavía si era hombre o mujer. Sólo sé que la
llamé y que se detuvo un momento como si me aguardase. Al estar
a sólo unos pasos de ella empezó nuevamente a andar y me
hizo señas de que la siguiese. Estuvimos andando un rato hasta
que finalmente se detuvo ante una edificación haciéndome
una seña significativa. Vi entonces con satisfacción que
se trataba de mi apartamento. Cuando quise darle las gracias por su
amabilidad la persona aquélla habla ya desaparecido.
Jamás supe quien era. Sin embargo, unos tres o cuatro
años más adelante, la identifiqué con uno de los
Devas amigos que tanto me ayudaron en la realización de mi libro
“Un Tratado Esotérico sobre los Ángeles”.
Quien goce de la amistad de un Deva se hallará siempre con
agradables sorpresas y con el testimonio de una ayuda siempre fiel y
benevolente. Para estos excelsos moradores de los mundos invisibles
resulta sumamente fácil adoptar una forma objetiva con la cual
impresionar los sentidos físicos de aquéllos a quienes
quieren favorecer o advertir de algún peligro.
1.14 Un Reconocimiento Ashrámico
Al llegar a Nueva York procedente de Londres, en el Aeropuerto Kennedy
me esperaban unos amigos norteamericanos pertenecientes a la Sociedad
Religiosa de los Amigos Quakers. Uno de ellos me presentó a un
joven empleado en una de las múltiples oficinas de las Naciones
Unidas. Al estrecharle la mano sentí un escalofrío y tuve
la sensación de que me era muy conocido. Cinco años
más tarde pude contactarle en el Ashrama cuando el Maestro nos
lo presentó como “vuestro nuevo compañero de
grupo”. Esta es una experiencia bastante frecuente y creo que
alguno de Uds. la habrá experimentado más de una vez. Se
trata de un reconocimiento espiritual, cuando el alma de una persona
reconoce a la de otro y establece así un contacto de orden
interno. No olvidemos que “no es esta la única existencia
que nuestra alma ha vivido”. Tenemos la experiencia de un
lejanísimo pasado en el cual pudimos establecer sin duda una
multiplicidad de relaciones kármicas. De ahí la
invencible atracción que sentimos a veces hacia ciertas personas
y también -¿por qué no decirlo?- las profundas
aversiones.
1.15 Mi Amigo Hindú
Había asistido con un numeroso grupo de amigos de varias
nacionalidades a la Conferencia de Clausura de la Reunión
internacional de la Sociedad Religiosa de los Amigos. Tal como les dije
anteriormente la pronunciaba el señor U Thant, el entonces
Secretario General de las Naciones Unidas. Al término de la
misma, un amigo cubano con el cual había establecido ciertos
lazos de afinidad, me presentó a un caballero hindú,
elegantemente vestido a la europea. Parecía tener unos cuarenta
años. Me confesó sin embargo sonriendo que en realidad
tenía más de ochenta. No sé exactamente las
razones por las cuales él estaba allí, lo que sí
puedo decirles es que se trataba de una persona profundamente culta y
extremadamente magnética e irradiaba una gran sensación
de paz a su alrededor. Al despedirnos, después de un buen rato
de agradable conversación, al estrechar mi mano me dijo
“volveremos a vernos”. Efectivamente, a los siete u ocho
días, paseando por los muelles de Filadelfia, capital del Estado
de Pennsylvania, con un matrimonio americano amigo que me acogieron muy
amablemente en su casa, volví a encontrarle. Estábamos
contemplando el portaaviones español “DÉDALO”
anclado en aquel muelle, cuando sentí que me tocaban por la
espalda. Me volví y era el caballero hindú.
Después de las naturales expresiones de amabilidad y
cortesía nos invitó al matrimonio amigo y a mí a
visitarle en el hotel en donde se alojaba, a las ocho de aquella misma
tarde.
Después de habernos invitado muy cortés y amablemente a
un pequeño refrigerio, empezamos a hablar en francés
sobre temas ocultos. Durante el curso de nuestra conversación
nos insinuó su filiación a una Sociedad oculta muy
secreta cuya Sede se hallaba en Oriente y nos asombró y
deleitó al mismo tiempo con la demostración de los
poderes psíquicos que poseía. Les voy a relatar algunos
de ellos: Abrir y cerrar la luz de la habitación en donde nos
encontrábamos sin necesidad de utilizar el conmutador,
utilizando únicamente el poder de su voluntad, aparición
y desaparición de objetos, algunos de ellos muy voluminosos,
tales como un gran jarro de flores y el sombrero de la señora
que nos acompañaba, tocar al piano una muy conocida
melodía sin necesidad de poner las manos sobre el teclado, etc.
Contestando a una de mis específicas preguntas acerca de la
causa de aquellas expresiones psíquicas, me contestó
sonriendo: “Se trata simplemente de Magia, amigo
mío” y agregó: “Todo cuanto ocurre en la vida
de la Naturaleza es Magia, Magia realizada en uno u otro de los varios
niveles de vida del planeta”. Durante el curso de nuestra visita
que se prolongó hasta casi la madrugada, comprendí que el
caballero hindú era realmente un Iniciado de la Gran Fraternidad
Oculta que dirige los destinos de nuestro mundo. Pude llegar a esta
conclusión al proyectar sobre cada uno de los experimentos que
realizaba y la profundidad mística de su amena
conversación, mi propia conciencia ashrámica...
Una serie de circunstancias aparentemente fortuitas concurrieron en el
breve encuentro que pude verificar con un verdadero Iniciado en el
plano físico. Según pude apreciar mucho más
adelante, tal Iniciado era un discípulo del Maestro Morya el
cual había concurrido a la Conferencia del señor U Thant
de acuerdo con unos bien delineados fines jerárquicos. No hay
que olvidar al respecto que el Maestro Morya, Chohan del Primer Rayo,
se ocupa muy directamente de la evolución de la política
mundial, así como del despertar de la conciencia
esotérica en el mundo.
Los poderes psíquicos del Iniciado radican principalmente en el
perfecto control de sí mismo y del consecuente dominio sobre las
fuerzas ocultas de la Naturaleza, esotéricamente denominadas
Devas. La manipulación consciente de tales fuerzas constituye lo
que técnicamente llamamos Magia y los fenómenos que
produjo ante nosotros aquel caballero demostraba el poder
magnético que ejercía sobre los devas elementales de la
tierra, del agua, del fuego y del aire. Prodigios de orden natural,
pero que el vulgo suele denominar “milagros”, por el
desconocimiento que tiene acerca de las mil vidas ocultas que se agitan
a su inmediato alrededor y que convenientemente controladas pueden
ayudarnos en la tarea de purificar psíquicamente los
éteres ambientales y preparar el establecimiento de un orden
social nuevo, más equitativo y más humano.
1.16 El Espíritu de la Naveta
Nuestras vacaciones veraniegas del año 1974 las pasamos en la
isla de Menorca, de las Baleares. Íbamos juntos un joven
matrimonio muy vinculado a nosotros, sus dos niñas de dos y ocho
años respectivamente, Leonor y yo. Habíamos sido
invitados por un pequeño grupo de amigos de Mahón,
interesados todos ellos por los estudios esotéricos. No es
necesario decir que en todo momento se desvivieron por hacer nuestra
estancia allí lo más agradable que fuese posible. En
compañía de tales amigos, entre los cuales se contaba un
excelente arqueólogo, visitamos todos los monumentos de piedra
de reconocida importancia diseminados por el interior de la isla, tales
como “taulas”, “tayalots”, cuevas, algunas de
ellas tan impresionantes por su magnificencia como la “des
Coloms”, etc., así como la famosa “Naveta des
Tudons”, situada a pocos kilómetros de la ciudad de
CIUDADELA, al otro extremo de la isla, de acuerdo con la
posición que ocupa la ciudad de Mahón. Es precisamente a
raíz de la visita que efectuamos a la Naveta des Tudons que
tuvimos una experiencia psíquica de singular importancia, tanto
por sus características esotéricas como por el drama
histórico que aparentemente revelaban. Voy a relatarles esta
experiencia, seguro de que va a interesarles.
La Naveta toma seguramente su nombre por las características de
su construcción, la cual aparece bajo la forma de una nave
invertida, es decir, con la quilla al aire. Como algunos de Uds.
sabrán, si han tenido ocasión de visitar este importante
monumento arqueológico, se entra al interior por una
pequeña obertura rectangular y con el cuerpo agachado. Dentro, y
al fondo, se percibe una especie de altar constituido por una gran
piedra plana descansando sobre otras piedras grandes que la soportan.
Arriba hay otra estancia a la que se accede utilizando una especie de
escalera de piedra casi destruida por el paso del tiempo... Bien,
siguiendo una costumbre esotérica que adquirí de acuerdo
con ciertas enseñanzas ashrámicas, al hallarme situado
frente al altar empecé a pronunciar silenciosamente unos
mántrams especiales que son al propio tiempo de
protección para la integridad etérica del que los
pronuncia y de liberación de las energías
psíquicas generadas y mantenidas en suspensión dentro de
ciertos ambientes religiosos, magnéticos o mágicos, tal
como suelen producirse y perpetuarse en los grandes templos antiguos o
en el interior de las cuevas milenarias o de los monumentos de piedra
que el tiempo ha conservado y que, desde el ángulo oculto,
continúan siendo depositarios o archivos de grandes secretos
históricos o centros de poder radioactivo cuyas radiaciones
magnéticas continúan flotando todavía en sus
ambientes circundantes. Hecha esta aclaración pasaré a
decirles que mientras estaba efectuando mi actividad mantrámica
noté muy acusadamente una presencia psíquica dotada de
gran poder que intentaba introducirse dentro de mi aura etérica.
Tuve que esforzarme mucho para impedirlo... Sin embargo, no le
asigné al caso una importancia mayor debido a que a causa de mi
sensibilidad psíquica me encuentro muy a menudo en lances
parecidos. Pero, aparentemente aquella fuerza psíquica
contactada era mucho más potente de lo que yo había
supuesto cuando me hallaba en el interior de la Naveta ya que, tal como
nos informó uno de nuestros acompañantes, aquel altar, o
piedra plana, había servido en el pasado como base para ciertos
ritos mágicos dentro de los cuales no se excluían
quizás los sacrificios humanos. Si fuese así, el ambiente
psíquico de la Naveta debería ser magnéticamente
muy enrarecido, ya que la sangre derramada en las inmolaciones o
sacrificios suele atraer de los éteres espaciales multitud de
devas inferiores, los cuales pueden permanecer encadenados a aquellos
lugares durante larguísimos ciclos de tiempo, lo cual desde el
ángulo oculto no tiene demasiada importancia habida cuenta que
la vida evolutiva de tales devas es mucho más extensa que la de
los seres humanos y de que los sortilegios mágicos y el
sacrificio de la sangre, singularmente de procedencia humana, suelen
perdurar indefinidamente cuando existen ambientes favorables, tales
como la presencia de grandes bloques de piedra, cuyos constructores y
al propio tiempo moradores dévicos se apropian de aquellas
energías y las mantienen adheridas a cada una de las
partículas pétreas constituyendo verdaderos talismanes
mágicos que desafían incólumes el paso del
tiempo...
Al acostarme aquella noche recordaba las incidencias psíquicas
de nuestra visita a la Naveta, preguntándome por la identidad de
aquella potente presencia astral que había contactado en su
interior... Mientras estaba analizando todas aquellas circunstancias
oí unas pisadas fuertes en la calle como si alguien delante de
nuestra ventana estuviese paseando de arriba hacia abajo, aunque muy
notoria y ruidosamente. De improviso, el ruido de los pasos, como de
una persona muy corpulenta y con atavíos militares, se hizo
patente en el corredor, aunque al parecer sólo lo oíamos
Leonor y yo. Ella me lo hizo advertir y yo le rogué que guardase
silencio, pues necesitaba concentrarme, ya que aquella presencia era
potentemente psíquica y no venía allí seguramente
con muy buenas intenciones. Esta entidad astral penetró muy
luego dentro de la habitación, paseándose alrededor de
nosotros y en un momento determinado se acercó tanto a mí
que sentía el hálito de su presencia, fría y
repugnante, a través de mis sentidos físicos. La entidad
era de tipo elementario, la sensación que me provocaba era la
misma que suelo acusar cuando me hallo en presencia de alguna persona
fallecida que va sin luz por el plano astral -tal como suelen decir los
espiritistas- pero centuplicados sus efectos deprimentes a causa sin
duda de algún encadenamiento mágico... Me armé de
valor y concentrando mi atención en el Ashrama pronuncié
el OM sagrado en varios tonos, para ver cual era el más efectivo
para ahuyentar aquella entidad psíquica. Logré así
progresivamente liberarme de la potente presión psíquica
a que estaba sometido por parte de aquel tremendo elemental y,
habiéndolo apartado lo suficientemente de mí,
empecé a lanzar sobre él “luminosos dardos de
fuego” -siguiendo una definida técnica de defensa astral
aprendida en el Ashrama- la cual, según pude apreciar
seguidamente, resultó muy eficaz ya que poco a poco
disminuyó la presión astral sobre mi cuerpo
etérico y a nuestro alrededor y finalmente aquella presencia
psíquica nos dejó en paz, al menos para el resto de la
noche.
Con algunos ligeros comentarios sobre el caso durante el desayuno con
nuestros amigos, el asunto parecía haber quedado virtualmente
resuelto. Sin embargo, no fue así, sino que aquella misma noche
la propia entidad psíquica, viendo que no sólo no
había logrado intimidamos, sino que incluso nos habíamos
defendido muy eficazmente de su presencia, optó por molestar a
nuestros acompañantes, cuya habitación estaba situada
enfrente mismo de la nuestra. La táctica que aquel potente
elemental utilizó esta vez fue diferente y se inició con
grandes demostraciones de poder psíquico, abriéndolos
violentamente la puerta y haciendo correr por la alcoba unas pesadas
maletas situadas detrás de la misma, así como el ruido
característico de andar por la habitación y por el
corredor de una persona muy pesada y corpulenta calzada con algo
parecido a unas botas con espuelas, dado el ruido metálico que
producían. Nuestros amigos, como es natural, se sintieron
perturbados y sobresaltados por cuanto se hallaban durmiendo, aunque no
se aterrorizaron tal como al parecer pretendía aquella tremenda
presencia psíquica. Volví a practicar mi sistema
ashrámico de protección astral y después de un
buen rato de lucha aquella entidad desapareció de la casa
dejándonos tranquilos.
Como hacía ya dos noches que yo apenas dormía debido a
aquellas incidencias, antes de acostarme aquélla que ya era la
tercera, realicé una profunda meditación ashrámica
y me armé de todo el poder psíquico que pude contener en
mi vehículo astral para poder luchar más eficazmente
contra aquella entidad que yo denomino “el espíritu de la
Naveta”, ya que de una u otra manera ella se habla adherido a mi
campo etérico el día que visitamos ese histórico
monumento de piedra de la isla de Menorca.
Tal como había supuesto, el elemental psíquico
volvió a presentarse aquella noche tal como lo hiciese las dos
noches anteriores. Pero, no bien hube presentido su aparición
cuando entonando un potente mántram ashrámico y
manteniendo en mi mente la imagen de mi yo saliendo del cuerpo
físico armado de una espada de fuego, empecé a perseguir
a la entidad por todos los lugares de la casa en donde percibía
algún pequeño ruido o advertencia de ella. Estuve
así mucho rato y sentía dentro de mí la fatiga
psíquica de la lucha. Sin embargo, continué en mi
propósito y la espada de fuego a la que hacía describir
mentalmente rápidos movimientos circulares alrededor de mi,
seguía persiguiendo implacablemente al espíritu de la
Naveta hasta que finalmente ésta se desvaneció, no sin
haber descargado antes toda su ira e impotencia sobre las dos inocentes
niñas que estaban tranquilamente durmiendo en una
habitación contigua a la de sus padres, a las cuales
arrojó violentamente de la cama con el consiguiente susto y
sobresalto de todos. Pero al fin, la entidad psíquica de la
Naveta -fuese cual fuese su naturaleza e identidad- había sido
vencida. Sus constituyentes astrales - por decirlo de alguna manera-
habían sido desintegrados y todo el maleficio que atraían
del ambiente psíquico donde residía aquella
potentísima presencia había también desaparecido.
Me sentí feliz al comprobarlo intuitivamente y no dejé de
enviar un cálido pensamiento de gratitud a mis compañeros
del ASHRAMA a los cuales había invocado en nuestra defensa, que
no era sino la expresión del bien triunfando del mal -tal como
es la ley esotérica- en nuestro mundo.
La pregunta que Uds. se harán seguramente ahora y a la que
intentaré responder será quizás ésta que yo
voy a formular: “¿Cuál era la naturaleza
psíquica de aquella entidad a la cual he hecho referencia en
este relato?” Vean Uds. mi opinión al respecto. A mi
entender, aquella entidad era una forma elementaria creada por un
potente deva inferior magnéticamente prisionero por algún
arte mágico en aquel monumento de piedra de la Naveta. Su
precipitación contra mi aura etérica vino provocada sin
duda por que mis mántrams e invocaciones en el interior de la
Naveta, lo habían circunstancialmente liberado del impulso
primitivo que lo mantenía encadenado a aquellos lugares y aunque
la liberación no era total por cuanto su presencia irradiaba
todavía una influencia psíquica inferior y de
carácter muy repelente, si poseía la suficiente
autonomía como para desplazarse teniendo como guía y
objetivo mi propio campo magnético, sobre el cual intentó
ejercer su poder y descargar el peso del maleficio mágico del
cual venía revestido. Afortunadamente la ley ashrámica
provee cuando un discípulo se halla en parecidas circunstancias
a las que yo acabo de hacer mención. Esta ley, para los
profanos, quizás no tenga un muy profundo significado, pero
tengo interés en decirles a Uds. que por un lado desarrolla a
extremos inverosímiles la sensibilidad psíquica, por
cuanto el plano astral constituye el campo de la más potente
lucha de la humanidad y el discípulo debe estar presto a ayudar
y servir en este campo, pero que por el otro existe lo que
ashrámicamente definimos “la contraparte de la ley”,
es decir, la obtención del derecho licito a la autodefensa. Por
tal motivo se nos instruye periódicamente en el Ashrama en el
sentido de cómo debemos reaccionar en cada una de las ocasiones
en que psíquicamente podamos vernos comprometidos. El caso que
les he relatado es una prueba de la manera cómo un
discípulo puede luchar contra una entidad astral proveniente del
pasado y poseyendo gran poder psíquico. En tal caso me vi
forzado a utilizar un mántram de invocación
ashrámica al que respondieron unos muy bien cualificados
compañeros de grupo. Hay otros casos en los cuales el
discípulo puede luchar completamente solo..., todo depende, como
Uds. comprenderán, de la importancia de los hechos y
circunstancias que concurren en la expresión de un hecho
psíquico.
Ahora bien, volviendo a la fuerza desarrollada por aquella tremenda
entidad que atraje a mi aura magnética en el interior de la
Naveta, debo insistir en un hecho muy interesante y al cual
quizás no todos los estudiantes de esoterismo le han dedicado
profunda atención, y es el poder magnético que se
desprende de las piedras milenarias de los monumentos antiguos, los
cuales suelen albergar innumerables huestes de “espíritus
de la tierra”, creadores del mundo mineral y fácilmente
“domesticables” -si Uds. me permiten esta expresión-
a la presión de ciertas fuerzas ambientales, tales como los
sacrificios de sangre, ya sea animal o humana, la cual está muy
vinculada esta última con las potentísimas radiaciones
del éter planetario y hace posible que cualquier tipo de
ceremonia o liturgia de carácter mágico las proyecte
sobre determinados lugares, convirtiéndolos en centros
magnéticos. La Naveta, desde tal punto de vista, es un lugar
magnético y lo mismo podría decirse de todos los
monumentos de piedra, dólmenes, menhires y templos, en los que
el elemento mineral está profundamente implícito en la
base de sus construcciones. Sea como sea, el discípulo ha de
estar preparado para luchar y para servir en todos los niveles de la
Naturaleza en donde se halla evolucionando la humanidad ya que
él está intentando cumplir con su gran compromiso
kármico, el que le fue exigido en el momento mismo en que el
Maestro lo admitió en el Ashrama: “Ser un testimonio de la
Luz y un servidor del Plan”.
1.17 Una Experiencia Consciente de Contacto Astral
Siendo todavía muy joven ingresé en la Sociedad
Teosófica Española, inducido por buenos y muy sinceros
amigos con los cuales colaboraba en algunas misiones esotéricas
de labor de grupo. Dentro de la misma y llevado por mi espíritu
investigador descubrí muy pronto que la Sociedad
Teosófica, siguiendo ciertas disposiciones de su fundadora, Mme.
BLAVATSKY, tenía un grupo selectivo de miembros constituyendo lo
que se llamaba “grupo esotérico”, el cual
desarrollaba unas actividades espiritualmente más importantes
que las que los del resto de la Sociedad. Me dirigí entonces a
uno de mis mejores amigos, un señor ya muy anciano y uno de los
miembros más antiguos de la Teosofía española,
rogándole transmitiera a la Junta rectora de la Sociedad mis
deseos de formar parte del grupo esotérico. Se mostró un
tanto sorprendido de mi petición, habida cuenta de que siempre
ha existido el prejuicio de la edad en la realización de cosas
importantes, pero me aconsejó -tal como era la regla- que
hiciese mi petición por escrito en carta dirigida al secretario
general de la Sociedad Teosófica. Así lo hice, pero unos
días después, durante la noche, me sentí
proyectado fuera del cuerpo en dirección hacia un gran edificio
por cuyas paredes penetré atravesando varias alcobas con gente
durmiendo, hasta llegar a una habitación muy iluminada en donde
se hallaban reunidas varias personas. Las reconocí al instante,
una de ellas era mi viejo amigo, el que me había aconsejado
escribir la carta a los dirigentes teosóficos, las demás
eran los responsables actuales de la Sociedad Teosófica en
Barcelona y algunos otros antiguos miembros. Al parecer, un lazo
magnético de interés espiritual me había llevado
allí. En efecto todas aquellas personas estaban comentando las
líneas de mi carta que había leído uno de los
dirigentes, el cual la mantenía en su mano, y sobre cuyo
contenido no me dedicaban grandes elogios, sino más bien agudas
críticas sobre mi pretensión de ser uno de ellos, ya que
según pude comprender aguzando mis sentidos astrales, no
sólo me consideraban muy joven e inexperto, sino también
poseedor de una personalidad fatua y engreída. Me sentía
terriblemente desilusionado y defraudado ante la actitud tan
evidentemente irresponsable que estaban adoptando contra mi, pero
continué allí bastante rato viendo lo que estaban
haciendo. Uno de ellos había sacado un libro de Mme. BLAVATSKY
-vi su fotografía en una de sus páginas-, iba leyendo
algunas líneas y entonces efectuaban comentarios acerca de las
mismas, los cuales me parecieron de importancia menor de acuerdo a lo
leído en el texto. Después realizaron una especie de
meditación que a mí desde aquel nivel astral en que me
hallaba ubicado, me pareció intrascendente y, finalmente, fueron
despidiéndose del dueño de la casa. Un reloj antiguo,
encima de una mesita marcaba exactamente las once y media. Colgadas de
la pared pude percibir las fotografías de Mme. BL.AVATSKY, del
Coronel OLCOTT (su eficaz y fiel colaborador en la obra
teosófica) de Charles Leadbeater y de la Doctora Besant, en
aquellos momentos secretaria general de la Sociedad Teosófica.
Más allá, en otra mesa mas grande, como una especie de
despacho, vi la fotografía de la señora de la casa. Unos
sillones, varias sillas, una alfombra muy grande y unas cortinas, al
parecer de terciopelo, que tapaban un balcón que daba a la
calle... Grabé todo este cuadro de situaciones en mi mente,
así como la experiencia íntima de este contacto astral
con aquel grupo esotérico de la Sociedad Teosófica y de
pronto me sentí dentro del cuerpo dormido en la cama.
Procuré retener en mi cerebro físico cuanto había
sucedido, cuanto había observado y cuanto había
oído durante mi desplazamiento astral. Después
volví a dormirme.
A la mañana siguiente renuncié a mi calidad de miembro de
la Sociedad Teosófica Española, en una carta dirigida a
los miembros responsables de la misma. No les explicaba mis motivos,
pero unos días después en un encuentro que tuve con mi
viejo amigo teósofo, tuve oportunidad de explicarle las causas
de mi renuncia, contándole de arriba a abajo toda mi experiencia
astral, rogándole transmitiese a los demás miembros del
grupo esotérico el testimonio de mi presencia aquella noche en
la habitación donde solían reunirse y donde yo, joven
inexperto, fatuo y engreído, no podía asistir. Les
demostré con todo ello que un grupo esotérico -para serlo
verdaderamente- debía estar constituido por personas realmente
esotéricas, capaces de invocar energía de carácter
trascendente y de crear “un círculo mágico” a
su alrededor, insusceptible de ser atravesado por cualquier entidad,
humana o dévica de inferior vibración. El hecho de que yo
hubiese podido penetrar tan fácilmente ya negaba en absoluto que
aquel grupo fuese realmente esotérico antes bien, indicaba a las
claras que faltaba todavía experiencia espiritual, la cual no
depende forzosamente de la edad, sino de la profundidad de la
intención y de la experiencia interna.
Más adelante comprendí el alcance de esta experiencia que
acabo de relatarles, cuando los azares de la vida me permitieron formar
parte de un verdadero grupo esotérico: el de mi Ashrama; para
penetrar dentro del cual debía llevarse una rigurosa vida
esotérica, con una gran humildad en el corazón y un
permanente deseo de amar y de servir. No intento con estas palabras
criticar la actitud de los miembros responsables de la Sociedad
Teosófica al negarme la entrada en su grupo esotérico.
Creo que ellos obraban de muy buena fe y se ajustaban quizás a
alguna norma preestablecida de circunspección y prudencia. Pero,
conmigo no fueron evidentemente justos, pues mi solicitud era muy
sincera y obedecía a móviles internos de
investigación de las leyes ocultas de la Naturaleza, tal como
debía desarrollarlos un verdadero teósofo y tal como pude
desarrollar yo más adelante al establecer contacto con
algún miembro cualificado de la Gran Fraternidad Espiritual que
guía ocultamente los destinos de nuestro planeta.
1.18 Una Experiencia Post-Mortem
El contacto consciente con personas fallecidas es también una
experiencia psíquica que tuve que realizar para integrar el
mecanismo de mis percepciones astrales.
Un señor amigo de la familia dejó el cuerpo
después de un proceso cardiovascular muy rápido. Que yo
sepa no tenía conocimiento alguno acerca de que existía
una vida después de la muerte, pues cuando íbamos a su
casa y comentábamos con sus familiares algunos de estos temas
ocultos o psíquicos, solía marcharse pretextando
algún que hacer fuera de la casa.
Después del entierro estuvimos solos con su viuda e hijas
hablando naturalmente de él y tal como suele suceder en estos
casos, resaltábamos sus virtudes y ocultábamos
piadosamente sus defectos. Durante el curso de esta conversación
tuve la sensación de que él estaba allí
escuchándonos e iba de un lado a otro intentando hacerse
oír. Como Uds. seguramente sabrán, hay un período
de tiempo después de la muerte física en el que el alma
de la persona es totalmente inconsciente de su estado. Ve y oye cuanto
sucede a su alrededor por cuanto subsiste todavía la conciencia
etérica, pero no acaba de comprender el hecho de que nadie le
vea ni nadie le oiga y en tal angustioso estado solicita
desesperadamente comprensión y ayuda. Consciente de esta
circunstancia le llamé afectuosamente por su nombre de pila y le
rogué que me escuchase. Pareció oírme por cuanto
sentí inmediatamente su presencia a mi lado. La proximidad de
una persona desencarnada siempre resulta deprimente cuando se trata
-como en aquel caso- de alguien de los que solemos llamar de tipo
corriente, sin estudios esotéricos e inclinados más bien
a la vida fácil y sin complicaciones mentales, pues no acaban de
darse cuenta de su situación astral y frecuentemente se irritan
cuando ven que nadie les hace caso. Consciente de tal estado de
conciencia estuve dialogando mentalmente con aquel señor,
explicándole la realidad de su estado y lo que debía
hacer para adquirir cuanto más pronto la comprensión del
nuevo nivel en el que ahora estaba funcionando, tan distinto del
anterior. Pareció darse cuenta de alguna manera de lo que estaba
intentando decirle, pues de improviso desapareció y ya no
volví a verle durante el tiempo que permanecimos en la casa.
Sin embargo, aquella noche soñé que encontraba a este
señor paseando meditabundo por algún remoto lugar del
plano astral. Iba con el mismo traje azul marino a rayas con el cual
había sido enterrado y, tal como digo, parecía absorto en
sus pensamientos. Le llamé nuevamente por su nombre e
inmediatamente lo tuve cerca de mí. Inicié nuevamente la
conversación de la tarde anterior en su domicilio, pareciendo
comprenderme mucho más fácilmente. Estuve
hablándole un buen rato explicándole todo cuanto yo
sabía acerca del estado post-morten, de acuerdo con mis estudios
esotéricos hasta que finalmente le dejé. La
impresión que me dejó aquel “sueño”
era de una clara y positiva realidad, dejándome la
sensación de que mis palabras surtirían unos efectos muy
positivos.
Unos cinco o seis días después tuve otro
“sueño”. Esta vez era él, nuestro amigo,
quien al parecer ya me estaba esperando y se acercaba a mí
sonriente y con el semblante radiante de satisfacción. Me
abrazó afectuosamente y me dio las gracias por cuanto por
él había hecho, diciéndome luego que se
despedía de mí pues junto con otros amigos a los que
había conocido y que se hallaban en el mismo caso que él,
debía emprender un viaje durante el cual -según
afirmódebería aprender muchas más cosas de las que
yo le había explicado. Su semblante irradiaba gozo y entusiasmo
y yo me sentía también muy contento al ver que en un
plazo tan corto de tiempo había logrado adquirir la conciencia
astral y el pleno reconocimiento de su estado.
Jamás volví a “soñar” con él,
pero dejó en mi conciencia la agradable sensación de un
servicio realizado.
1.19 Mi Amigo Luis
La experiencia que voy a relatarles ahora es de otro tipo, aunque todas
sus incidencias tengan carácter astral, pues durante el curso de
la misma fui consciente de la presencia de unas luminosas entidades del
Reino dévico, actuando definidamente sobre el cuerpo
físico de una persona moribunda. En el caso que nos ocupa se
trataba del señor Luis Lorenzana, secretario general de la
Sociedad Teosófica española, con el cual nos unía
una gran amistad.
Hacía días que se hallaba postrado en la cama y el
médico no daba esperanza alguna de salvación. Leonor y yo
habíamos decidido acompañar a su esposa, la señora
Pepita Maynadé -muy conocida en los ambientes teosóficos
y esotéricos por sus libros, poesías y trabajos
artísticos-, en tanto durase aquel amargo trance y ayudarla a
soportar más fácilmente aquel estado de cosas. Yo,
particularmente, había decidido estar al lado de Luis por las
noches a fin de que Pepita y Leonor descansasen. Me sentaba a su lado y
estaba atento por si necesitaba alguna cosa. La mayor parte de las dos
noches que pasé con Luis, éste se las pasó
bendiciendo a la humanidad, elevando los brazos y pronunciando palabras
que yo no comprendía... De vez en cuando se paraba y me miraba
como preguntándose ¿quién es éste?
Había perdido por completo la noción corriente de las
cosas y no se acordaba de nada. Después continuaba bendiciendo y
pronunciando una especie de oración o letanía.
La última noche que estuve al lado de Luis fui testigo de una
experiencia psíquica muy interesante, ya que me permitió
observar detenidamente un cuadro astral que nunca podré olvidar
y que obedecía, sin duda, a ciertas reglas postmorten
kármicamente establecidas. Aparentemente, yo me había
dormido. Sin embargo, veía el cuerpo de Luis tendido en la cama
y en aquellos momentos parecía descansar profundamente. De
pronto la habitación pareció ensancharse
extraordinariamente y vi a Luis, el auténtico Luis, flotando por
encima de su cuerpo y conversando amigablemente con dos personas las
cuales, al parecer, lo estaban aguardando. Al lado del cuerpo postrado
en la cama había dos Devas cuyas auras magnéticas eran
totalmente blancas e intensamente brillantes... De pronto mi mirada se
cruzó con una de las personas que conversaban con Luis y la
reconocí. Se trataba del señor J. Casajuana, un antiguo
miembro de la Sociedad Teosófica fallecido hacía ya
varios años. Me sonrió muy afectuosamente y me hizo una
seña indicándome que Luis estaba a punto de dejar el
cuerpo y que ya poseía conciencia astral, por lo cual no
debía preocuparme. La otra persona, de acusadas facciones
orientales, se había percatado también de que yo estaba
observándoles y me saludó sonriente. Me era completamente
desconocido, pero por el respeto que aun en aquel trance le estaban
demostrando tanto Luis como el señor Casajuana, colegí
que aquella persona debería ser un alma muy evolucionada y
ocupando algún elevado cargo jerárquico dentro de la
Sociedad Teosófica, en cuyos ambientes siempre se habían
movido mis dos amigos. Continué observando con creciente
interés aquel cuadro astral y de pronto mi atención se
desvió hacia los dos luminosos Devas que se hallaban al lado del
cuerpo de Luis, uno a su costado derecho y otro al izquierdo. Estaban
absortos, como si esperasen una señal, hasta que de pronto
obedeciendo alguna indicación proveniente de niveles superiores
al de mis percepciones, tiraron del “hilo plateado”,
llamado esotéricamente “Sutratma”, que une el
vehículo etérico al cuerpo denso y dejaron a Luis
completamente libre en el nivel astral desde donde yo estaba siguiendo
atentamente aquel insólito proceso. Técnicamente Luis
había fallecido. Desaparecieron entonces del campo de mi
visión los dos Devas y las personas, que ya en aquellos momentos
eran muchas más, que estaban aguardando a Luis y vi a
éste completamente solo en medio de la habitación. Ahora
se hallaba frente a mí, me hablaba y, al parecer, estaba
agradeciéndome cuanto había hecho por él. Me
desperté de improviso y vi de nuevo el cuerpo de Luis en la
cama. Me acerqué a él, le tomé el pulso y me di
cuenta de que todavía estaba latiéndole el
corazón. Hablaba en forma incoherente y tenía los ojos
semiabiertos.
Luis dejó su cuerpo por la mañana, antes del
mediodía. Yo había permanecido junto a él todo el
tiempo y en un momento determinado le había pronunciado algunos
mántrams de liberación... Su muerte fue tranquila y
dulce, pero había perdido totalmente la conciencia de su estado
desde la noche anterior, coincidiendo quizás con la actividad de
los devas que le habían desembarazado de su cuerpo
físico. Así, la apariencia de vida era provocada sin duda
por la actividad del elemental constructor del cuerpo físico,
que aún después de haber sido desposeído del
vehículo etérico continuaba durante cierto tiempo
aferrado al vehículo que él había construido y del
cual no quería separarse. Pero, la muerte real del cuerpo no
tardaría mucho tiempo en ser efectiva y el elemental constructor
debería iniciar entonces la tarea cósmica de
desintegración de todos y cada uno de los elementos moleculares
y atómicos que habían constituido la estructura
física del cuerpo de Luis.
Es muy interesante la experiencia psíquica que acabo de
narrarles, ya que era la primera vez que lograba percibir con todo lujo
de detalles la parte oculta del fallecimiento de un ser humano. En las
muertes de mi padre y de una hermana en las que estuve presente, lo
único que experimenté fue una tremenda sensación
de paz y la convicción esotérica de que unas almas se
habían liberado. El caso de mi amigo, el señor Luis
Lorenzana, fue muy especial, habida cuenta de que en el mismo
incidía el hecho de que él era teósofo de toda la
vida y seguramente estaba afiliado a algún Ashrama. Sabía
pues perfectamente todo cuanto se refería al fenómeno de
la muerte. Así, ajeno por completo a su cuerpo, ya
anticipadamente estaba conversando en los niveles astrales con amigos
anteriormente fallecidos, los cuales le estarían indicando sin
duda algunos detalles con referencia al proceso de liberación
corporal que estaba a punto de realizarse.
De acuerdo con las leyes de la analogía, podríamos
asegurar que hay dos hechos principales relacionados con el
fenómeno de la muerte. Primero, la actividad de unos luminosos
devas, llamados esotéricamente “Ángeles de la
Luz”, cuya misión es “segar el hilo de la
vida” que une las almas a los cuerpos, en todos los niveles de la
vida humana. Segundo, la presencia alrededor del cuerpo que va a ser
abandonado y en el nivel astral de personas fallecidas anteriormente,
enlazadas kármicamente con el alma que va a desencarnar, las
cuales le dan la bienvenida a aquel nuevo estado de conciencia... La
muerte, en todo caso y tal como me ha sido posible observarla, no es
tan mala como la gente supone; muy al contrario, yo diría
incluso que resulta altamente agradable por los bellísimos
aspectos espirituales de que viene revestida. Los Ángeles de la
Luz que te asisten y acompañan hacia superiores niveles de
conciencia, los seres queridos que vienen a darte la cordial bienvenida
a aquel nuevo estado de ser, la sensación indefinible de
libertad que experimenta el alma liberada de la pesadez gravitatoria
del cuerpo, etc., son aspectos substanciales asociados al
fenómeno de la muerte, que no es la aniquilación del yo,
sino el renacer en el seno de una nueva y más abundante vida.
1.20 La Vida en el Plano Astral
Las experiencias astrales más corrientes y para las cuales no es
necesario poseer poderes psíquicos o facultades de
percepción astral consciente, se realizan siempre durante el
período del “sueño”, cuando el cuerpo se
halla entregado al descanso y el alma, o conciencia, funciona con
entera libertad. Los recuerdos que registra la conciencia cerebral una
vez que el cuerpo ha despertado y el alma se ha reincorporado, son a
veces profundamente ilustrativos e interesantes si sabemos
interpretarlos. En tales “sueños”, en realidad
experiencias astrales, se suelen percibir lugares, personas, edificios,
etc., y vivir situaciones tan extraordinariamente objetivas y reales
que la sensación de recuerdo es verdaderamente la imagen
perfecta de una experiencia profundamente vívida en el plano
astral, que nuestra memoria hace intensamente objetiva y puede ser
archivada en nuestro campo subconsciente, tal como se hace con los
recuerdos de las vivencias físicas.
Tal como digo en el prefacio del libro, el campo astral es un perfecto
duplicado del plano físico y es en este “duplicado”
-por decirlo de alguna maneraque el alma vive y experimenta durante el
período de tiempo dedicado al reposo físico del cuerpo.
Las experiencias astrales, o las memorias que traemos al cerebro cuando
despertamos, son vividas en aquel plano sin darles una importancia
mayor que las que solemos adjudicar a nuestras vivencias cotidianas en
el nivel físico. Esto demuestra que aquella experiencia
subjetiva es vivida muy objetivamente” y sin hacer conciencia en
ningún momento del cuerpo físico, del cual nuestra mente
hace completa abstracción. Todos poseemos en nuestro archivo
memorial un extenso grupo de tales recuerdos astrales y algunas de
tales experiencias fueron tan interesantes desde el ángulo de
vista psicológico, que no sólo nos dieron mucho que
pensar sino que todavía en los momentos actuales perduran
vívidamente en nuestro recuerdo.
El ser humano funciona simultáneamente en tres niveles, el
físico, el astral o emocional y el mental. Podemos decir que
somos conscientes de que pensamos, de que sentimos y de que
físicamente actuamos por medio de un cuerpo, pero la conciencia
astral -que es nuestra conciencia más inmediata a desarrollar e
integrar- sólo se nos manifiesta objetivamente durante los
momentos en que estamos “fuera del cuerpo”, en el
período cíclico de descanso corporal. En tal estado
existe una completa desarticulación de las neuronas o
células del cerebro y por sus intersticios se desplaza el
vehículo etérico, el cuerpo astral es liberado y la mente
ve las cosas con más claridad de percepción. Al funcionar
la conciencia en el plano astral y ser conscientes de este hecho por
medio de la mente analítica, facilita el recuerdo de las
experiencias realizadas en aquel plano o nivel. Podemos decir
así con entera certeza que todos poseemos un sinnúmero de
recuerdos o de experiencias realizadas en el campo astral. Solemos
decir corrientemente “he soñado”, pero la verdad es
que la mayoría de las veces “hemos vivido” ciertas
experiencias en el nivel astral o psíquico.
No hace mucho “soñé” que visitaba a un
matrimonio amigo. Hacia ya muchos años que ambos habían
fallecido. Primero dejó el cuerpo el marido, al cabo de unos
cinco o seis años le siguió su esposa. Me recibieron
“en su casita”. Era pequeñita y muy soleada y
había muchos árboles. Estaba rodeada de jardines y
estaban muy contentos cuando me la estaban mostrando. Sentía
desbordar dentro de mi su alegría.
Habiendo sufrido mucho durante su vida en el plano físico, me
causó una gran satisfacción verles tan gozosamente
integrados. Cuando desperté continuaba sintiendo dentro de
mí su alegría desbordante. En tanto recordaba esta
experiencia de “reencuentro”, vino a mi memoria que este
matrimonio amigo que siempre había vivido en ambientes matizados
de tristeza y llenos de penurias económicas, me habían
dicho en cierta ocasión que la ilusión de su vida
sería tener una casita en el campo, soleada y rodeada de
árboles y jardines. Por el testimonio de aquella experiencia
astral de reencuentro, pude comprobar que mis viejos amigos
habían conseguido realizar su querido y tan profundamente
anhelado sueño y que en el campo astral -para ellos una realidad
todavía más tangible que el plano físico-
vivían intensa y profundamente la realidad para la cual aquel
intensísimo anhelo les había propiciado... Sí, el
plano astral es un nivel de realizaciones para aquellos que mucho
desearon en el plano físico y no pudieron consumar sus queridos
e intensos deseos, y todos los seres humanos, excepto los Iniciados de
cierto grado, deberán pasar allí un ciclo bastante
extenso de tiempo hasta haber consumado enteramente sus amados
sueños y doradas ilusiones. Además, la noción de
tiempo -tal como la registra nuestro cerebro físico- ha
desaparecido por completo del campo de percepción de la
conciencia y el fenómeno de la edad, tal como lo registramos en
el plano físico en donde el cuerpo ha de seguir rigurosamente
las leyes cíclicas de desgaste, no existe. Las vibraciones son
mucho más sutiles, el cuerpo no pesa, apenas existe gravedad, y
la vida en todos los conceptos resulta mucho más fácil y
agradable que pueda serlo en el mejor de los casos en el nivel
físico... Bien, Uds. dirán quizás que exagero o
que me dejo llevar por la fantasía. Debo afirmarles, sin embargo
y lo hago con pleno sentido de la responsabilidad, que poseo la
suficiente autoconciencia astral como para tratar estos temas con
naturalidad, honestidad y experiencia... De no ser así, no
podría haber escrito un libro sobre Narraciones
Esotéricas y haber explicado al propio tiempo las motivaciones
íntimas que concurrieron en el desarrollo de los hechos
esotéricos, psíquicos y espirituales que constituyen la
base de este libro.
1.21 La Facultad de Premonición
Otro tipo de experiencias astrales tiene que ver con la facultad de la
premonición que sin distinción alguna poseen todas las
personas de cierta evolución espiritual. Esta facultad se revela
mucho más fácilmente durante el período del
sueño, aunque a veces y bajo ciertas circunstancias, es posible
exteriorizarla durante el tiempo de vigilia.
Muchas veces suelo “prever” ciertos hechos relacionados con
mi trabajo o de acuerdo con mis múltiples contactos sociales y
si bien no siempre me sirven de ayuda, porque habitualmente suelo
seguir muy atentamente el desarrollo de los hechos y de los
acontecimientos dentro y fuera de mi mismo y no estoy preocupado por el
futuro, frecuentemente estas premoniciones sirven para aclararme
determinadas circunstancias en el devenir de mi existencia. Por
ejemplo, una noche soñé que mi primer libro “La
Jerarquía, los Ángeles Solares y la Humanidad”
estaba ya siendo editado. Vi su tapa color rosa y el dibujo blanco del
loto, el índice y el número de páginas e incluso
llegué a detectar unas faltas que debían ser corregidas.
Esta edición tardó todavía unos seis o siete meses
antes de ser puesta a la venta. Cuando la Editorial Kier me
envió los cinco ejemplares del libro, tal como se halla
estipulado en las relaciones de la Editorial con el autor, pude
comprobar que mi sueño había sido técnicamente una
perfecta demostración de la facultad de premonición. El
color de la tapa, el dibujo, el índice y aún las faltas
apreciadas aparecieron tal como yo lo había percibido. En
cualquier momento del tiempo y en alguna específica
región del espacio yo había vivido un hecho futuro, lo
cual me indicaba que el futuro no deja de ser un hecho presente cuando
la percepción de la conciencia se eleva a un nivel superior.
Podría narrarles muchos de estos hechos o experiencias de
premonición como el que acabo de relatar. Considero, sin
embargo, que será mucho más interesante explicarles
esotéricamente cómo se produce esta experiencia de la
premonición - que muchos de Uds. habrán experimentado
alguna vez en sus vidas- que relatarles simples experiencias de tipo
premonitorio.
Bien, el fenómeno suele producirse así. En el momento de
la premonición la mente -ya sea durante el período
dedicado al sueño o al de vigilia- suele estar plenamente
despierta y expectante. En aquel momento de lucidez mental, cosa que no
suele ser habitual debido a las muchas preocupaciones que
acompañan la vida del ser humano, la conciencia se polariza en
otra dimensión, la cuarta - técnicamente definida plano
astral- y como se da el caso de que en esta dimensión o plano
los hechos suceden con mayor celeridad que en el plano físico,
el alma los vive en presente y los registra luego como un recuerdo.
Esta percepción anticipada de los hechos que han de producirse
en el plano físico, obedece a ciertas leyes mecánicas
regidas por la velocidad del movimiento de los hechos. Por ejemplo, los
hechos físicos “suceden” a la velocidad de la luz de
acuerdo a nuestras percepciones visuales, es decir, a trescientos mil
kilómetros por segundo. Sin embargo, en el plano astral los
mismos hechos suceden a una mayor velocidad, debido a las distintas
frecuencias vibratorias, a una velocidad increíble si nos
atenemos a nuestras limitadas medidas acerca de la velocidad.
Así, un hecho astral registrado en cualquier momento del tiempo,
será objetivo y presente en el plano físico “mucho
más adelante”. Ese período de tiempo será
tanto mayor cuanto más elevado sea el nivel perceptivo de la
conciencia en el plano astral. Un suceso astral visto en los más
elevados niveles de este plano, puede tardar siglos en expresarse en el
nivel físico, o bien sólo unos años o meses si el
mismo hecho es percibido en niveles inferiores del plano astral,
teniendo en cuenta que las constantes vibratorias son distintas y
aumentan de velocidad a medida que las percepciones son realizadas en
niveles cada vez más elevados.
1.22 El Don de la Profecía
Ahora bien, utilizando la analogía podríamos determinar
el nivel de visión de los antiguos profetas bíblicos e
iluminados videntes esotéricos de todos los tiempos, los cuales
experimentaron quizás los hechos que luego profetizaron en
niveles superiores a los del plano astral. De la simple
premonición -asequible a muchas personas- hasta alcanzar el
nivel de las grandes profecías históricas,
bíblicas o místicas, hay un largo camino a recorrer. La
rapidez de percepción puede ser acelerada, sin embargo,
aumentando a sus extremos límites la integración
espiritual cuya capacidad de medida y su frecuencia vibratoria es la
eternidad y no el tiempo. Esta “eternidad sin medida” es lo
que esotéricamente definimos como el “eterno ahora”
de la conciencia la cual, tal como ocultamente es sabido, puede vivir
simultáneamente en el tiempo cualquier suceso producido dentro
de las inmensas áreas de expresión del Universo. La
Memoria Cósmica, con la infinita secuela de hechos, recuerdos y
circunstancias que contiene en su omniabarcante seno, se refleja en la
luz astral de los acontecimientos temporales y en ciertas áreas
específicas de la mente. Puede, por tanto, ser actualizada y
convertida en una experiencia de tipo natural... El don de la
profecía contiene esta capacidad de “revelar” lo que
ya previamente existe en la Mente omniabarcante del Creador. No se
trata de un milagro o de un prodigio reservado a los grandes Iluminados
del mundo. El infinito seno de la Divinidad conteniendo los eternos
secretos del Universo se halla al alcance de todos aquéllos que
realicen los esfuerzos necesarios, que se apresten al servicio de la
humanidad y que eleven progresivamente el nivel de sus humanas
percepciones.
1.23 María Carmen
Los seres humanos sólo muy débilmente utilizamos el
espíritu de buena voluntad. Sin embargo, cuando lo actualizamos
en una cierta medida, podemos efectuar grandes cosas, así en el
nivel físico como en el psíquico. Esta razón la
comprendía yo perfectamente ya que -tal como les decía en
páginas anteriores- el estudio profundo del sentimiento intimo
de compasión, que es una síntesis de todas las
capacidades de buena voluntad que posee el alma humana, constituye una
de las enseñanzas ocultas y trascendentes del Ashrama. Tal
espíritu de buena voluntad puede mover, tal como podrán
Uds. constatar por la experiencia que pasaré seguidamente a
relatarles, grandes concentraciones de energía kármica y
producir potentes transmutaciones espirituales, así en la vida
individual como en la del propio grupo al cual uno puede estar
afiliado. Y siempre, o casi siempre, se constatan hechos que son
verdaderas sorpresas en el devenir de nuestras investigaciones
esotéricas, allí en donde el espíritu de buena
voluntad y de compasión humana puede ser la palanca utilizada
por el Maestro para efectuar grandes y positivas transformaciones
ambientales o servir de vehículo para unificar el corazón
de muchos seres humanos...
Una tarde, después de pronunciar una de mis conferencias
esotéricas mensuales en la Escuela Universalista de la Nueva
Era, de Barcelona, se me acercó un joven y me suplicó que
fuera a visitar a su esposa, la cual se hallaba cruelmente afectada de
cáncer. Habitualmente suelo eludir el compromiso de
curación por una razón muy específica, mi campo de
servicio se encuentra en otra dirección jerárquica. Sin
embargo, en esta ocasión accedí y concertamos una visita
en su casa para el próximo jueves. Cuando llegué a la
casa había un grupo de varias personas, todas ellas interesadas,
tal como pude averiguar más adelante, en los estudios
esotéricos. Ella, María Carmen, se hallaba sentada en un
sillón y estaba rodeada de todos los demás. Era joven,
bonita y parecía respirar buena salud. Sin embargo, estaba muy
enferma y los médicos que la asistían le habían
pronosticado vida por sólo unos pocos meses. Me sentí
inmediatamente identificado con ella, como si ya me fuese muy conocida.
La razón aparente era que ella me conocía ya a
través de mis libros y por haber asistido a algunas de mis
conferencias y por efecto de ello había establecido conmigo una
estrecha relación telepática. Más adelante me fue
posible detectar que entre ella y Leonor y yo existía una muy
estrecha y profunda vinculación kármica.
Aprovechando la circunstancia de que estaban reunidos con ella aquellos
buenos amigos, sugerí iniciar una meditación de grupo en
favor de María Carmen, utilizando al efecto los Mántrams
de Curación enunciados en mi libro “Los Misterios del
Yoga”. Al finalizar la misma, decidimos conjuntamente efectuar
una de tales meditaciones -o invocaciones de energía
dévica- cada jueves. Al despedirnos de María Carmen la
abracé cariñosamente y le dije: “¡sé
animosa y fuerte!”.
Los efectos de las primeras meditaciones de curación fueron
realmente óptimos y todos los amigos se congratulaban de los
beneficios de la misma al observar el entusiasmo de María Carmen
y sus inmensos deseos de vivir que desde hacía muchos meses la
habían abandonado. Yo mismo, que suelo ser muy circunspecto en
tales situaciones, me sentía también supremamente
esperanzado. Esotéricamente el curador ha de mantener bien
elevado siempre este clímax de esperanza, pues siguiendo la ley
esotérica sabe que los resultados dependen en última
instancia de la Voluntad divina, y no se preocupa de los resultados muy
espectaculares por cuanto él está únicamente
interesado en el desarrollo de la acción y en mantener
firmemente en su corazón el sentimiento íntimo de buena
voluntad.
Durante casi un año mantuvimos el ritmo de las meditaciones
curativas sobre Maria Carmen y puedo asegurarles a Uds. que nos fue
posible realizar un muy buen trabajo psíquico sobre ella, al
extremo que los médicos no podían explicarse el hecho de
que soportase sin utilizar el recurso de la morfina los terribles
dolores que lógicamente deberían producirse. Esta fue, a
mi entender, nuestra gran victoria. El cáncer maligno que
corroía su cuerpo se había introducido en sus reservas
óseas y el dolor tendría que haber sido
prácticamente insoportable en condiciones normales. Pero ella
resistió hasta el fin, amparada en la fe de su inalterable
sentimiento de esperanza y en sus intensísimos anhelos de vida.
El día que ella me relató una visión que
había tenido durante la noche, comprendí -utilizando mi
conocimiento de la simbología- que le quedaba muy poco tiempo de
vida, hasta el fin alenté en ella la suprema ilusión de
vivir...
Así, durante el curso de nuestra breve relación le
demostré el poder del espíritu sobre la materia,
visitándole varias noches en cuerpo astral cuando internamente
la veía muy desesperada e inspirándole a polarizar su
conciencia en las metas más supremas e importantes de la vida,
evitando así que cayera en el más negro y profundo
pesimismo.
María Carmen murió en mis brazos. Sus ojos perdidos ya en
el infinito parecían mirarme todavía interrogantes
después de haber dejado el cuerpo. El último recuerdo que
guardo de ella, ya en el plano astral, es la imagen de un Ángel
resplandeciente que se la llevaba rauda y amorosamente entre Sus
brazos. Siempre le había hablado de los Ángeles a
María Carmen, de su maravilloso mundo y de sus benéficas
influencias sobre los seres humanos. Me fue singularmente fácil
interpretar el deseo de su corazón y estoy seguro que fueron
unos Ángeles, muy bellos y resplandecientes, los que abrieron
para Maria Carmen las doradas puertas de un nuevo estado de luz y de
conciencia.
Las experiencias sobre María Carmen, así como la
extensísima labor de grupo iniciada teniendo a ella como centro
de vinculación espiritual, fueron de alcance extraordinario y
motivarían grandes expansiones de energía
ashrámica. Puedo decir que ella -sin que aparentemente hubiese
sido plenamente consciente del hecho- había sido el
vehículo para que yo hallara en esta presente fase de mi
existencia a muchos de mis amigos del pasado, impuestos de grandes
ideales y profundamente vinculados a mi obra jerárquica actual.
Le debía moralmente a Maria Carmen estas explicaciones que ella
recibirá plenamente en la conciencia íntima del nivel
espiritual donde se halla actualmente, así como también
la dedicatoria “in memoriam” de mi libro “Los
Ángeles en la Vida Social Humana”, tal como le
había prometido días antes de que dejara el cuerpo.
María Carmen había adquirido últimamente grandes
poderes perceptivos. Según la ley esotérica en lo que
hace referencia a los discípulos, a medida que el cuerpo se
debilita más profundamente se desarrollan las facultades y las
percepciones internas, así como algunos poderes
psíquicos. María Carmen no podía ser una
excepción y frecuentemente solía establecer con ella
profundas relaciones telepáticas. Cuando se sentía muy
inquieta o preocupada o cuando sufría mucho solía
telefoneamos, aunque excusándose siempre por molestamos
solicitando ayuda. Al finalizar una breve conversación
telefónica con nosotros, solía encontrarse mucho
más aliviada. La frecuencia de estas llamadas telefónicas
de María Carmen nos advertía, sin embargo, de que el fin
de su existencia se hallaba cercano. Nunca abandonó, pese a
todo, su cálida esperanza y su amor a la vida.
Una mañana temprano sonó el teléfono de nuestra
casa. Me desperté y dije a Leonor ¡es María Carmen!
Sin embargo, a través del hilo del teléfono sólo
se oía un murmullo lejano, como de voces ultrahumanas...
Colgué el teléfono y volví a acostarme y no bien
lo hube hecho de nuevo sonó el aparato. Lo descolgué y
volví a escuchar aquel extraño murmullo, como si de
lejos, de muy lejos, intentasen decirme algo y llegasen sólo a
mis oídos aquellas voces frías de misterio. Colgué
el teléfono por segunda vez y aún no había llegado
a la cama cuando volvió a sonar. Esta vez se levantó
Leonor y su impresión, igual que la mía, fue que Maria
Carmen se despedía de nosotros utilizando ciertas corrientes
astrales que incidiendo etéricamente en el mecanismo del
teléfono provocaba el sonido del timbre y aquellas
extrañas resonancias psíquicas que nosotros
captábamos con nuestros oídos. Como les decía
antes, Maria Carmen murió en mis brazos, a la mañana
siguiente de realizar esta experiencia psíquica que acabo de
relatarles. Tuve tiempo de hablarle unos momentos antes de que dejara
el cuerpo para decirle lo mucho que la habíamos amado y que
continuaríamos amándola... Un hilillo de sangre se
deslizaba de su boca, entreabierta todavía por una sonrisa de
tierna despedida. Me había llamado ¡padre mío!
antes de exhalar su último suspiro.
La explicación esotérica de cómo un ser humano
puede efectuar estos fenómenos psíquicos con efectos
acusadamente físicos, utilizando ciertas corrientes de vida
astral, no constituye una gran dificultad ni entraña
ningún misterio. La causa de la materialización del
cuerpo etérico para producir tales efectos ambientales reside en
un potentísimo deseo de la persona que los realiza
hallándose fuera del cuerpo físico. Se trata de un caso
muy parecido en su desarrollo a la experiencia que les relaté en
unas páginas anteriores acerca de mi materialización
etérica cuando destrocé las jaulas de aquel irascible
labrador que mataba despiadadamente a los pájaros dentro de un
saco. María Carmen, fuera del cuerpo y viendo claramente su
desenlace final, había sentido el inmenso deseo de despedirse de
nosotros a quienes ella tanto quería. Este deseo, actuando a
manera de un poderoso imán, condensó la suficiente
energía etérica a su alrededor como para permitirle
pulsar astralmente los números del teléfono y establecer
contacto espiritual con nosotros. Lo único que no pudo realizar
fue la materialización de su voz, la cual venia a nosotros en
forma de un murmullo lejano, extraño e incoherente, como si
muchos de los ruidos astrales que ella empezaba a percibir se filtrasen
misteriosamente a través del auricular.
1.24 Consideraciones Acerca de la Conciencia Astral
Esta conciencia se va adquiriendo poco a poco, a medida que el
aspirante va progresando en el Sendero y avizora metas más
amplias e incluyentes. Viene a ser así como un pequeño
receptáculo de los valores inmortales de la Vida, más
preocupado por estabilizar su conciencia en niveles superiores que en
“registrar hechos” o experiencias de tipo astral, aun
cuando se tenga presente en todo momento que el discípulo, por
el hecho de serlo, no debe rehuir ninguna de las experiencias -sea cual
sea el nivel en donde se manifiesten- que tengan que ver con su
creciente desarrollo espiritual y con las leyes inviolables del
servicio, así como admitir el hecho de que todas las
experiencias que realice en uno u otro nivel deben ser cuidadosamente
registradas en su cerebro físico y constituir motivos de
conocimientos útiles mediante los cuales poder ayudar a sus
semejantes. Podría decirse al respecto que el proceso de
desarrollo de la conciencia astral. tal como hemos tratado de explicar
en el contexto general de las narraciones de carácter
psíquico, será tanto más rápido y eficaz
cuanto menos importancia se le asignen a los efectos espectaculares del
desarrollo de la conciencia y más atención al
florecimiento de las cualidades místicas del alma la cual, en
sus infinitas profundidades, sabe el momento justo -sabiamente regido
por los Señores del Karma- en qué deberán ser
adquiridos los poderes y facultades psíquicas, aquellos
elementos complementarios en la vida del discípulo cuando
éste ha logrado introducirse convenientemente en los niveles
espirituales y de los cuales tantos beneficios para la humanidad van a
depararle.
No olvidemos nunca que la regla espiritual y la que precede a toda
posible iniciación dentro de los misterios planetarios, es la
SIMPLIFICACIÓN y que cuantas menos cosas le pidamos a la vida,
mayores bienes obtendremos en el devenir de la misma.
Es decir, que hay que ser muy cautos y circunspectos en el pedir y muy
generosos en el ofrecer. Esta es una regla muy sencilla que el
discípulo suele olvidar frecuentemente, pero sin la cual
jamás podrá lanzarse de lleno dentro de la misteriosa
corriente de vida interna que lleva a la Iniciación.