Recuerdo muy particularmente aquellas sesiones programadas por el Maestro para
facilitar el desarrollo de nuestra conciencia astral. Tuvieron lugar hace
bastantes años, pero su relato puede servir de guía a muchos aspirantes
espirituales que están prestos ya para ingresar en las aulas periféricas del
Ashram.
Estas sesiones estaban especialmente dedicadas al desarrollo consciente del
cuerpo astral y siempre tuvieron lugar en el retiro físico del Maestro, en
aquella casita rodeada de altas montañas frente a la cual se desliza
silenciosamente un pequeño río, de agua mansa y cristalina.
En un proceso anterior el Maestro nos había puesto en contacto con los
elementales constructores de la tierra, del agua, del fuego y del aire, es decir,
con aquellos invisibles seres de naturaleza etérica que ocultamente denominamos,
gnomos o espíritus de la tierra, ondinas o espíritus del agua, salamandras o
espíritus del fuego y silfos o sílfides, que son los espíritus del aire.
"Es necesario que conozcáis a estas criaturas
hijas del éter - nos decía el Maestro - pues en las debidas proporciones
constituyen los elementos que dan vida a nuestros cuerpos inferiores, el físico,
el doble etérico, el astral y el mental y dan consistencia vital a todas las
obras de la Naturaleza".
Si nos atenemos a la más pura lógica habrá que
suponer que no puede haber perfecta conciencia física si no se tiene un exacto
conocimiento de los espíritus de la tierra. El desarrollo astral dependerá en
gran manera del control de los espíritus de las aguas y el desenvolvimiento
mental del control de los espíritus del fuego y del aire. De ahí que antes de
entrar en fases más avanzadas de control y autoconciencia, tuvimos que invertir
mucho tiempo en el estudio de las reacciones propias de cada grupo de
elementales constructores y haber contactado a Devas superiores, cuyas
jerarquías comandan y guían aquellas reacciones.
La preparación espiritual para alcanzar autoconciencia en los niveles sutiles,
tuvo varias fases, y en cada una de ellas nos vimos obligados a afrontar grandes
problemas e inconvenientes. En cierta ocasión el Maestro nos había dicho
"Vuestros cuerpos sutiles son de tal naturaleza
que ni, la tierra los puede sepultar, ni el agua ahogar ni el fuego quemar.
Mantened siempre una conciencia de síntesis. La síntesis de vuestro yo, vuestro
ser, los cuerpos son vuestros servidores y aliados. Aumentad mediante la
conciencia de síntesis la vibración de tales cuerpos y los espíritus de la
tierra, del agua, del fuego, y del aire os obedecerán como maestros y señores
que sois de sus vidas elementales".
Sin embargo, tardamos mucho tiempo antes de hacer
efectivas estas verdades, después de prolongadas etapas de preparación hasta
llegar a adquirir esta conciencia de síntesis.
En una de aquellas memorables sesiones nos llevó el Maestro - en cuerpo astral -
a un lugar geográfico situado en profundísimas zonas del subsuelo de la Tierra
en la que avizoramos aquella gran bola de fuego en el centro de la misma, que
todos los estudios esotéricos conocen bajo el nombre Fuego de Kundalini o Fuego
de Brahma.
"No perdáis la conciencia de síntesis, permaneced
serenamente expectantes y contemplad esta maravilla ígnea de la Naturaleza que
da aliento vital a todos los estratos geológicos del planeta y a todos los seres
vivientes. Si notáis un exceso de calor en vosotros es que habéis dejado de
estar atentos y entonces los elementales del fuego podrían dañar vuestro
vehículo físico a través del cuerpo etérico".
Muchos de los participantes - yo incluido - más
de una congestión en nuestros cuerpos físicos, muy parecida a los efectos sobre
el cuerpo producidos por un exceso de permanencia bajo los rayos de sol en los
días cálidos de verano. No nos saltaba la piel - como suele ocurrir en tales
casos - pero el desasosiego e incluso la fiebre en algunos casos eran idénticos.
La <prueba del fuego> se realizó tambien atravesando impasibles las
llamas de un gran incendio o descendiendo - siempre acompañados del Maestro - a
las profundas simas de un volcán en erupción.
"El fuego no os puede quemar porque vuestro
espíritu de síntesis es potentemente ígneo y podéis pasar 'serenamente
expectantes', sin sufrir daño alguno en vuestros vehículos sutiles, sea cual sea
la potencia ígnea liberada por los grandes Agnis".
Estas palabras del Maestro indicaban que el
Espíritu de Síntesis del hombre está siempre por encima de las leyes
elementales que regulan el curso de la evolución en la vida de la Naturaleza.
La <prueba de la tierra> fue una de las primeras a las que accedimos y
consistía en atravesar etéricamente cuerpos sólidos. Pero, atravesar cuerpos
sólidos sin abandonar la conciencia física es imposible y para los discípulos
sujetos a esta prueba, era singularmente peligrosa. Golpes, hematomas y alguna
que otra herida eran los resultados de afrontar ASTRALMENTE una experiencia de
cualidad etérica conservando en tal experiencia la conciencia física del cerebro.
Intentar atravesar un muro de mampostería, por ejemplo, sin haber perdido
deliberadamente esta conciencia física, equivalía a un fuerte golpe que a través
del doble etérico se transmitía al cuerpo físico causando en el mismo los mismos
efectos que si la experiencia se hubiese realizado en el mundo físico denso.
Pero, si a través del control y de la persistente actividad de la autoconciencia
astral realizábamos la misma experiencia, se observaba una tremenda facilidad en
atravesar etéricamente los elementos más densos. Cuanto más se haya utilizado el
vehículo sujeto a nuestro control, mayor facilidades tendremos para vencer la
substancia densa y en ciertos casos a manipularla por el control obtenido sobre
los elementales constructores de nuestros vehículos.
La <prueba del agua> es en todo muy similar a las demás pruebas psíquicas
a las que fuimos sometidos, salvo la diferencia de elemento al cual se trataba
de dominar. Sumergirnos, por ejemplo, a una profundidad marina en cualquier
remoto océano sin haber perdido la conciencia física, implicaba una terrible
sensación de ahogo que nos proyectaba violentamente vía astral a nuestro cuerpo
físico, dejándonos sumidos en un tremendo desasosiego y sensación de angustia,
idénticamente al caso de los ahogados.
Se preguntarán Uds. el porqué de estas pruebas ashrámicas, Yo les sugeriría sin
embargo que traten de ver al discípulo en entrenamiento espiritual como un
candidato al servicio creador de la Jerarquía, y que fuesen consciente que este
servicio abarca los tres mundos de la actividad humana. ¿Cómo podria el
discípulo ayudar a los seres humanos en los niveles astrales, si no hubiese
desarrollado convenientemente la auto conciencia astral? Y, ¿cómo podria en
ciertos casos facilitar conocimientos mentales, vencer la ilusión en las
regiones de la mente y facilitar comprensión, discernimiento y control a los
aspirantes espirituales si no hubiese desenvuelto plenamente su vehículo
mental?. Atiendan Uds. que los Ashramas de la Jerarquía guardan las semillas
creadoras de los discípulos que han de abrir para todos los investigadores
esotéricos y místicos, y cuando el momento sea llegado, para toda la humanidad,
las gloriosas perspectivas de la Nueva Era.
Hubo asimismo la <prueba del aire>, cuyo objetivo era adueñarse de la
estabilidad de los vehículos astral y mental, separados por completo del cuerpo
físico y mantenerlos en perfecto equilibrio en el espacio. Este ejercicio pre-iniciático
exigía una gran atención pues facilmente se rompía ese equilibrio ya que faltos
de apoyo del doble etérico, que es un vehículo de compensación vibratoria, nos
sentíamos proyectados sin control contra el aura envolvente del cuerpo que nos
rechazaba una y otra vez, hasta que el vehículo mental - al cabo de mucha
paciencia y persistencia - se hacia dueño de la situación y le era posible
mantener consciente y debidamente equilibrados y estabilizados los vehículos
sutiles y poder utilizarlos finalmente para desplazarse por el espacio y viajar
a través de los mismos a grandes velocidades para colaborar activamente en las
obras de servicio de la Gran Fraternidad.
Estas <pruebas> ashrámicas son realizadas periódicamente hasta que el discípulo
recibe la tercera iniciación jerárquica y se convierte en amo y señor de sus
cuerpos. Entonces empiezan para él los llamados <ejercicios búdicos> que le irán
preparando para las iniciaciones superiores y le convertían en un Maestro de
Compasión y Sabiduria.
Después de estas declaraciones y de haber meditado sobre ellas utilizando el
discernimiento mental, se darán Uds. cuenta de cuán difícil es "viajar, astral o
mentalmente" y de cuán poco crédito hay que asignarles a las declaraciones de
muchos aspirantes espirituales - a quienes no niego su sinceridad en acerlas -,
de sus viajes o desplazamientos en cuerpos sutiles a través del espacio. Soñar "que
se vuela" por muy claro que pueda ser este sueño, no es volar conscientemente,
cosa que sólo pueden hacerlo los discípulos consagrados que reciben
entrenamiento espiritual en algún Ashram de la Jerarquía. La autoconciencia es
la ley del Alma manifestándose a través de algún vehículo sutil, astral o
mental, siguiendo el ritmo natural y cíclico impuesto por las propias
iniciaciones recibidas.