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CAPÍTULO XII: LA JERARQUÍA ESPIRITUAL HUMANA En nuestra conversación del pasado mes analizamos la vida del hombre desde el ángulo de vista de su vinculación con el Cosmos y siguiendo, como de costumbre, el principio hermético de analogía. Vimos así que en su composición etérico-física, o aspecto objetivo de su vida psicológica, era un universo en miniatura dentro del cual se expresaban idénticas leyes y principios que en el dilatado esquema universal y que, con matemática precisión, se correspondían los centros etéricos y las glándulas endocrinas del ser humano con el sol, los planetas y todo el contenido estelar que en su conjunto constituyen el Cosmos manifestado. Dejamos entrever, dentro de esta infinita corriente de analogía, que el entero proceso estructurador de sus vehículos y todas aquellas infinitas correspondencias cósmicas se sucedían por efecto de las leyes soberanas de la evolución y de la espiritual jerarquía, y que la perfecta sintonía de los centros etéricos con sus correspondientes glándulas endocrinas y la armonía de sus funciones fisiológicas eran el espejo mágico que nos permitía observarle, catalogarle y situarle En uno u otro peldaño de esta inmensa "Escalera de Jacob" que constituye la referencia psicológica de la propia evolución y se extiende desde los Reinos inferiores de la Naturaleza hasta la expresión cumbre de la vida espiritual de la propia Divinidad. Nuestra intención en esta conversación de hoy es tratar de investigar al ser humano en el devenir de su intento creador, o de su progresivo ascenso por esta Escalera de Jacob simbólica, a partir de la evolución mística de cada uno de los centros etéricos por efecto del enaltecimiento de sus cualidades psicológicas y de ver cómo van introduciéndose paulatinamente en la vida del ser humano aquellos elementos espirituales que producen o determinan la Iniciación. Nuestro intento, como verán, será una continuidad de la idea de jerarquía espiritual tal como lo hicimos hasta aquí, pero aplicándola directamente a la entidad psicológica humana y siguiendo las absolutas directrices que marcan la actividad espiritual de los Siete Rayos y las corrientes astrológicas que provienen de las altas zonas zodiacales del Universo. EL HOMBRE, EL CENTRO DE LA EVOLUCIÓN PLANETARIA Se nos dice esotéricamente que la humanidad es el centro místico de la evolución planetaria, ya que se halla situada en medio de las grandes expansiones de vida que proceden de los tres primeros Reinos de la Naturaleza, el mineral, el vegetal y el animal y de los tres excelsos Reinos superiores al humano, reconocido uno de ellos como Reino de los Cielos y los otros dos de carácter tan profundamente oculto que sólo pueden ser revelados en los procesos místicos de las más elevadas iniciaciones planetarias. El Reino humano, el Cuarto Reino de la Naturaleza, es también una expresión del Cuarto Rayo definido esotéricamente en relación con la humanidad como el Rayo de “la Armonía a través del Conflicto”. La característica individual y psicológica de los seres humanos viene absolutamente matizada por el Quinto Rayo de la Mente el cual, a su debido tiempo, produjo el fenómeno iniciático de la INDIVIDUALIZACIÓN. En la unificación del Cuarto Reino humano con el Quinto principio creador de la Mente se inicia el misterio esotérico velado por aquellas enigmáticas palabras de alto significado oculto: “... el 9 es el número del hombre”, las cuales explican el por qué de aquel periodo de nueve meses que son necesarios para una correcta y natural construcción del vehículo físico del ser humano dentro del claustro materno. Otras consideraciones de base en la línea de nuestro estudio, aparte de ésta que acabamos de exponer, serán sin duda aquellas que tienen absolutamente que ver con el principio de jerarquía espiritual expresado en “los doce trabajos de Hércules”, el gran Iniciado, símbolo de la perfección que debe alcanzar el hombre en cada uno de los signos del Zodíaco y también en cada uno de los siete Rayos. Este símbolo de la perfección que debe ser consumada al pasar el ser humano por los doce signos del Zodíaco y por cada uno de los siete Rayos, nos demuestra las complejidades y dificultades que tal perfección entraña y el por qué en los altos estudios esotéricos, revelados por la Kábala, se considera “el 10 como número de la perfección” que le corresponde a la humanidad. En efecto, la suma de las 12 Constelaciones y de los 7 Rayos nos da el número 19 el cual, transformado en número dígito, se convierte en el 10 que simboliza dicha perfección humana y en el 1 que corresponde a la propia Divinidad creadora, un misterio que si se analiza profundamente nos muestra una armoniosa relación entre los cuerpos físicos, las fuerzas psíquicas y los poderes mentales y las elevadas energías espirituales que condicionan el proceso universal de la evolución. EL GRAN INICIADO HÉRCULES Y EL CORAZÓN HUMANO Prestémosle una especial atención dentro del proceso jerarquizador de la Vida o evolución mística del ser humano, al centro de irradiación espiritual que es el chacra cardíaco. Cuando anteriormente hicimos referencia a “los 12 trabajos de Hércules”, símbolos de la actividad interna de los verdaderos discípulos, teníamos en cuenta la composición mística de dicho chacra el cual, tal como analizamos en nuestra conversación precedente, consta de 12 pétalos, estando misteriosamente vinculados cada uno de ellos con una u otra de las 12 Constelaciones del Zodíaco y también con los 12 planetas que constituyen el Esquema Solar del Señor del Universo. No obstante, y para una mejor comprensión mental del tema de la jerarquía espiritual que estamos examinando, concretaremos tales ideas en el sentido de que existe una misteriosa vinculación entre los doce planetas y las doce Constelaciones. En algunos casos se conocen objetivamente tales vinculaciones, en otros persiste todavía el velo de un gran Secreto y de un absoluto misterio que el devenir del tiempo y el proceso de la evolución espiritual cuidarán de revelar. Tales son las Constelaciones que en la presente Era constituyen nuestro Cielo sideral: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Los planetas deben seguir lógicamente la evolución espiritual de sus correspondientes Logos regentes y se dividen en: planetas sagrados, planetas no-sagrados y planetas desconocidos. Los planetas sagrados, es decir, aquellos cuyos Dioses creadores pasaron ya por la prueba de la Quinta Iniciación Cósmica, son los siguientes: Vulcano, Mercurio, Venus, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Los planetas no-sagrados, que se hallan en Iniciaciones inferiores son: la Tierra, Marte y Plutón. Hay dos planetas desconocidos todavía en sus aspectos objetivos, pero que ocultamente deberán ser tenidos cada vez más en cuenta en los estudios astrológicos. De estos dos planetas sólo sabemos que su descubrimiento en las postrimerías de la Raza Aria constituirá la perfección de la Ciencia Astrológica, o Astrología Esotérica. Estos dos planetas están velados, tal como místicamente se asegura, por el Sol y la Luna, muy importantes ambos para el desarrollo espiritual de los seres humanos y para la estructuración de sus vehículos expresivos y, según han podido observar algunos profundos investigadores esotéricos, tales planetas pertenecen a los Rayos Segundo y Cuarto, datos muy interesantes desde el ángulo oculto ya que el segundo Rayo es el Rayo del Señor del Universo y el Cuarto es el que le corresponde a la humanidad como Reino. Hay una afirmación esotérica proveniente del más remoto pasado relacionada con el destino espiritual del hombre aquí en la Tierra, digna de ser tenida en cuenta por el profundo investigador de las leyes ocultas de la Naturaleza: “Tu debes cumplir, como HÉRCULES, los doce trabajos designados por el Señor”. Dicha afirmación halla su punto de expresión más concreta en lo que al ser humano se refiere en la evolución mística del Centro etérico del Corazón, es decir, de cada uno de sus pétalos constituyentes los cuales, de acuerdo con la analogía, están relacionados con las doce corrientes de energía que proceden de las Constelaciones zodiacales. De ahí la importancia que en la mística cristiana se le asigna al “Corazón de Jesús”. Tal imagen mística concuerda perfectamente con las enseñanzas esotéricas de Oriente que le asignan al Corazón, en su función vitalizadora de todas las actividades del organismo físico y de regulador de las leyes evolutivas de la Naturaleza, el más psicológico, profundo y elevado de los significados. Así fueron creadas a su debido tiempo las grandes avenidas del AGNI YOGA, el Yoga de Síntesis, que le asignaron al CORAZON una nueva dimensionalidad y una más profunda significación por encima de todos los demás Yogas conocidos. La relación del corazón humano con el Segundo Rayo de Amor Universal, con el planeta Júpiter (La analogía es todavía más perfecta si se tiene en cuenta que este planeta, el mayor de todos los que forman parte de nuestro Sistema Solar, tiene doce satélites girando a su alrededor) y con la esplendente estrella SIRIO fue tratada en conversaciones anteriores. Existen, no obstante, otras poderosas motivaciones que hacen del corazón el más importante Centro del ser humano en la presente Ronda planetaria. Esta motivación puede hallar una adecuada explicación en el significado místico de la composición de la Gran Fraternidad Crística con doce Apóstoles y un centro de irradiación solar, el propio Cristo, Quien, en nuestro corazón, ocupa el dorado centro denominado esotéricamente “la Joya e el Loto”, cuyo despertar se inicia con el pleno desarrollo de cada uno de los doce pétalos de esta sagrada Flor que es el chacra cardíaco. ¿Se dan ustedes cuenta de la maravillosa relación existente entre el Cristo y los doce Apóstoles, entre la Joya en el Loto y sus doce pétalos, entre el sol central del Universo y los doce planetas y entre estos planetas y cada una de las Constelaciones del Zodíaco? Bien, estas consideraciones esotéricas que pueden ser fácilmente seguidas mediante la utilización del principio de la analogía, van informándonos progresivamente de cuál ha de ser nuestro verdadero destino creador. Nuestra próxima meta, aunque para una inmensa mayoría de la humanidad quizás sea todavía la meta más lejana, es la Iniciación. Pero, ¿qué es exactamente la Iniciación? Podríamos decir que es un estado de conciencia espiritual en el que la mente y el corazón se hallan plenamente integrados. Dicho equilibrio permite que en el interior del centro coronario, o Loto de Mil pétalos, se ilumine aquel compartimento sagrado o Sancta Santorum constituido por una flor de doce pétalos, cada uno de los cuales se halla vinculado con una u otra de las doce cualidades del Corazón y constituye el símbolo precioso de que HÉRCULES, el perfecto Discípulo espiritual, se ha convertido en un Adepto, en un Maestro de Compasión y de Sabiduría. Hay entonces una muy directa relación mística entra el trabajo realizado por HÉRCULES en cada uno de los Signos del Zodíaco y la obra en cada uno de los Siete Rayos. El resultado de la misma constituye, tal como anteriormente señalamos, el número 10 de la perfección humana. El Adeptado constituye obviamente la gloria de la Liberación, hasta donde nuestra mente puede concebirla de acuerdo con su propia potencialidad natural, es decir, de acuerdo con el quinto gran principio cósmico de revelación, cuya expresión natural en la vida humana es la mente superior o trascendente. Insistiendo nuevamente sobre el chacra cardíaco, contenedor del propio aliento espiritual monádico, vemos que su actividad es netamente liberadora por cuanto constituye no solamente el centro vitalizador del esquema físico del ser humano, sino también el centro de irradiación de las más elevadas aspiraciones de su alma. Tal como esotéricamente se nos dice el corazón es el centro de irradiación del propósito espiritual, el factor que dinamiza todas las actividades superiores de la conciencia. La mente, recipiente natural de actividades concretas, adquiere la capacidad esotérica de abstracción cuando el fuego del corazón la ha dinamizado con sus místicas proyecciones. De ahí las profundas palabras de Pablo de Tarso: “El hombre es tal como piensa en su corazón”, dándonos con ellas razón de la verdadera estatura espiritual del hombre, la cual ha de ser medida siempre en términos de corazón y no, tal como corrientemente se piensa, de capacidades mentales. El corazón, hasta donde nos sea posible comprenderlo, es la balanza de la Justicia situada entre el rigor del karma y las posibilidades infinitas de Liberación. Es, por tanto, el centro de Síntesis, total y universal. Situado dentro del esquema individual entre los tres chacras superiores y los tres inferiores, ocupa dentro del organismo la posición de equilibrio y armonía asignada al Cuarto Rayo y al Cuarto Reino de la Naturaleza y, en una esfera más elevada y trascendente, refleja la posición de nuestro planeta, el Cuarto dentro de la Cuarta Ronda de una Cadena de Mundos dentro del Sistema Solar. Sólo el mágico equilibrio del Corazón hace que un hombre pueda acceder al Misterio Iniciático; el balanceo más o menos armonioso de sus movimientos hace que un hombre sea sensato o estúpido, sabio o ignorante, responsable o irresponsable. . . La importancia del Corazón, el lugar que ocupa en el centro del cuerpo físico y de su contraparte etérica y las maravillosas oportunidades que le ofrece al ser humano en sus infinitas posibilidades de acción social y comunitaria, lo convierten en el centro esotérico de la más elevada trascendencia en el devenir de nuestra Cuarta Ronda planetaria y dentro del Universo de Segundo Rayo “en donde vivimos, nos movemos y tenernos el ser”. EL CENTRO MISTERIOSO DE SÍNTESIS Hicimos referencia anteriormente al Yoga de Síntesis con respecto al Corazón en el sentido de una motivación espiritual de carácter cósmico. No debe ser confundido, sin embargo, con el BAKTY YOGA, el de las emociones sublimadas, que hacen del Corazón su centro de llegada, su meta reconocida. Para el AGNI YOGA, el Corazón constituye el punto de partida o la plataforma de lanzamiento hacia el Reino superior del Espíritu y de participación consciente en los Misterios infinitos de la Divinidad. Aquí en el Corazón, en el místico Santuario, es donde HÉRCULES, símbolo perfecto del discípulo humano, debe verificar la gran tarea alquímica de convertir los pensamientos en sentimientos y las corrientes emocionales en energía mental. Se trata, como verán, de un trabajo especial, acerca del cuál no nos ha sido facilitada mucha información en nuestros estudios esotéricos. Pero, nos servirá de ilustración el considerar la participación consciente del Corazón en la gran tarea cósmica emprendida por HÉRCULES. En efecto, existe una línea de mística afinidad entre los doce pétalos del chacra cardíaco y los doce puntos de luz monádica o de fuego eléctrico que se hallan ocultos en el centro del Lotos de Mil Pétalos del chacra coronario. Podríamos decir así que cada uno de los trabajos realizados por HÉRCULES en el corazón, repercute en cada una de las Constelaciones del Zodíaco y despierta uno u otro de los puntos de fuego en el interior del centro superior de la cabeza, despertándose así progresivamente y entrando en actividad las doce corrientes de energía que unifican sutilmente ambos centros y que son emanaciones de las corrientes cíclicas de actividad de las doce Constelaciones Zodiacales. Cuando HÉRCULES ha realizado enteramente su trabajo, cuando simbólicamente hablando es consciente en cada una de estas doce corrientes de energía espiritual dentro de su corazón, los doce pétalos dorados en el centro de la cabeza entran en funcionamiento y empieza a actuar dentro de la vida humana una nueva expresión psicológica, la del perfecto Iniciado, o si ustedes lo prefieren, la de un Maestro de Compasión y Sabiduría, o sea, la unificación perfecta del corazón y de la mente en el esquema de evolución del ser humano, con el despertar del centro de Síntesis o de la Voluntad creadora ... La evolución del centro del Corazón constituye una de las grandes Metas del Logos planetario en relación con su particular esquema terrestre y EL, aun dentro de Su para nosotros infinita grandeza, se halla atravesando actualmente las potentísimas crisis que preceden a la Cuarta Iniciación Cósmica. Ello motiva que nuestro planeta Tierra, en el devenir de su Cuarta Ronda, se sienta profundamente afectado por tales crisis, especialmente en lo que a la humanidad respecta ya que, como sabemos, es el Cuarto Reino de la Naturaleza y está regido en su totalidad por el Cuarto Rayo, cuyo distintivo particular es el de “Armonía a través del Conflicto”. La analogía, como ustedes verán, es perfecta en todos sus detalles. La evolución mística del corazón condiciona así a la jerarquía espiritual humana y determina la situación de cualquier alma en el Sendero. La gran familia humana puede ser catalogada en orden a su evolución espiritual por el grado de adaptabilidad a la vida del Corazón, es decir, de acuerdo al número de pétalos del mismo que cada ser humano haya logrado desarrollar en el incesante devenir de la búsqueda interior. Cada ser humano es así un pequeño Hércules que trata de realizar en el diminuto esquema de su vida alguno de los doce trabajos del gran HÉRCULES universal que su alma solar le ha confiado. En virtud de ello existen las leyes inmutables de la Reencarnación y del Karma, unas leyes que naturalmente no trataremos de imponer aquí en nuestras conversaciones, pero que son los dos ejes mágicos alrededor de los cuales gira por entero la vida humana y aún la del Logos solar del más exaltado Universo. Cómo y de qué manera ha de ser realizado el trabajo corresponde a la evolución alcanzada por cada una de las almas de los hombres en su intento de representar en la vida alguna definida función social, teniendo en cuenta que al desarrollo de cada uno de los pétalos del Corazón ha contribuido la actividad de algún determinado Rayo, el cual condiciona y matiza tal tipo de actividad actuando por medio de la mente, espacio los distintos tipos raciales y los diferentes temperamentos psicológicos regidos por el imperativo de la ley de evolución, que corresponde a cualquier alma espiritual en cualquier estadio del Sendero y a la presión ejercida por las energías que proceden de los planetas y de las Constelaciones siderales. La evolución espiritual del ser humano presupone siempre la mayor o menor actividad de un centro etérico y de su correspondiente glándula endocrina, pero hay que tener en cuenta que tal tipo de actividad específica viene condicionado por el pasado de aquella alma y también por el número de pétalos desarrollados dentro del corazón. Si analizamos atentamente el proceso veremos que el centro cardíaco es el más importante, no sólo por ser el asiento de la Vida espiritual en todos sus niveles expresivos, sino porque se centralizan en él las actividades cósmicas de la Divinidad Solar y la atención especial de algún Logos planetario dentro de nuestro Sistema estelar de mundos. Las Doce Constelaciones y los doce planetas, más la presión ejercida por los Siete Rayos, condicionan así la evolución de los Reinos de la Naturaleza, de las Razas, de las Naciones y de los seres humanos y cada uno de nosotros deberá ser progresivamente consciente de estas actividades internas y presiones internas cuando intente dilucidar la gran incógnita de su vida y a interrogarse acerca de su identidad, procedencia y destino como una entidad cósmica. La profunda consideración de esta serie de ideas nos permitirá entrever una Ciencia Psicológica, velada hasta aquí por las condiciones humanas, por su falta de sentido creador y por la importancia asignada a las cosas superficiales. Nuevas zonas de interés social aparecen ante nuestras percepciones, aumentando quizás nuestro sentido más íntimo de responsabilidad como seres humanos inteligentes y brindándonos unas más gloriosas perspectivas espirituales, supremas metas de nuestro eterno destino de ser y de realizar.... Pregunta: Todo cuanto ha dicho usted me ha resultado extrañamente familiar y quizás me ha permitido aclarar dentro de mi mente aquella frase esotérica “... el 9 es el número del hombre” Pero, ¿por qué se dice esotéricamente también que “el 9 es el número de la Iniciación”? Respuesta: Pues simplemente que la Iniciación es un proceso dentro de la vida del ser humano regido por 9 edades cósmicas, de la misma manera que el nacimiento de una criatura en el mundo físico es el resultado de una actividad maravillosa de orden interno cuya duración equivale a 9 lunaciones, es decir, que la semilla del hombre está enterrada místicamente 9 meses “bajo tierra”, en el interior del seno materno antes de que pueda surgir la luz. Pero, recuerde que el 9 es el número del hombre y también el de la Iniciación, sólo durante el ciclo correspondiente a la presente Cuarta Ronda y en este Cuarto Planeta, nuestra Tierra. Esta Ley o principio, quizás no actúe en rondas superiores, las que corresponden por ejemplo a las Cadenas de Venus o Mercurio. Estas afirmaciones esotéricas a nuestro alcance se refieren única y exclusivamente a nuestro planeta Tierra el cual, como sabemos, no es un planeta sagrado. El símbolo de la Iniciación es LUZ. Hay pues una directa relación entre el “alumbramiento” físico y la iluminación espiritual. Subyace aquí, en esta relación, un Misterio regido por el número 9, que en etapas superiores de evolución nos será revelado. Pregunta: Existe pues una directa relación entre los planetas, los Rayos y cada uno de los pétalos desarrollados dentro del Chacra Cardíaco? Respuesta: Existe una relación directa y total y esta verdad será científicamente reconocida en un próximo futuro y el ser humano, gracias a este conocimiento del Corazón como Centro de la Vida y de la Inteligencia Creadora, no será considerado como hasta aquí como un fenómeno aislado dentro del Universo, sino la expresión en tiempo y espacio de todas las corrientes de vida que circulan por el Cosmos absoluto con sus inevitables repercusiones psicológicas. Pregunta: Así pues, ¿cree usted que la Psicología y la Astrología deben trabajar conjuntamente para una mejor comprensión psicológica del ser humano? Respuesta: Tenga usted presente que la Psicología y la Astrología son Ciencias de la Personalidad humana y que, por tanto, se hallan estrechamente vinculadas con la evolución de la humanidad. La Psicología del ser humano viene regida por los Siete Rayos, tema al que dedicamos nuestra atención en conversaciones anteriores, pero su expresión personal en orden a cualidades viene condicionada astrológicamente por la influencia de los planetas y las Constelaciones. El alma humana y cada uno de sus vehículos vienen regidos por el poder de los Rayos, por la Psicología interna, si es que podemos decirlo así, pero su lugar en el tiempo y su situación en el espacio, es decir, sus condiciones kármicas o reacciones al ambiente social que le rodea vienen determinadas por la influencia de los astros y de las Constelaciones, es decir, por la Astrología. La fusión del conocimiento espiritual de los Rayos con el de la actividad kármica o cíclica marcada por los astros, dará lugar a la Astrología Esotérica, mucho más allá y por encima de la Astrología convencional o corriente que solamente trata de los aspectos concretos y objetivos del ser humano. Pregunta: ¿ Cuál ha de ser entonces el nuevo enfoque de la Astrología convencional? Respuesta: Esta no debería preocuparse por el futuro sino por el inmediato presente. Será la presión del futuro actuando en el presente lo que motivará la traslación del estudio a esferas más elevadas que las convencionales existentes. Hablando en un sentido muy esotérico podría decirle que la Astrología, lo mismo que cualquier otra ciencia de los hombres, debe pasar del estudio del Cuerpo al del alma y del estudio del Alma al del Espíritu, pues hay tres clases de Astrología: una Convencional, otra Esotérica y otra de infinita trascendencia que podríamos denominar Jerárquica. Hablando en términos más concretos Podríamos decir que hay una Astrología del Pasado, otra del Presente y otra del Futuro. Actualmente, y salvo muy dignas excepciones, el campo de estudio de la Astrología es muy convencional y abarca sólo aquellas cualidades, aquellos hechos y aquellas situaciones que pertenecen al aspecto personal del hombre, cuya estructura pertenece todavía la pasado. El estudio psicológico del Alma atraerá como consecuencia la visión astrológica del presente, es decir, la Astrología Esotérica, y cuando el campo de estudio del ser humano traslade o polarice su atención al Reino de la Mónada o del Espíritu, entonces se estudiará la Astrología Jerárquica. Como comprenderán, el tema es muy complejo y precisaría para su completo desarrollo una mente excepcional que todavía no poseemos... Pregunta: He comprendido bien que el ser humano es el símbolo perfecto de HÉRCULES. Pero... ¿existió realmente HÉRCULES, como Iniciado? Respuesta: Yo diría más bien que HÉRCULES es el símbolo perfecto de todo verdadero discípulo, el cual ha de realizar indefectiblemente doce trabajos en su corazón. El hecho de si HÉRCULES existió o no, carece de importancia capital. Pero, hay que aceptar también como lógica la idea de que realmente existió HÉRCULES, como existieron el BUDDHA y CRISTO, siendo los símbolos de que viene adornada su vida representaciones históricas de sus vivencias y de sus realizaciones. Pregunta: ¿ Cree usted que serán siempre DOCE las Constelaciones del Zodíaco actuantes sobre nuestro Sistema Solar y sobre nuestro Planeta? Respuesta: La actividad esotérica de las Doce Constelaciones Zodiacales y la existencia de doce planetas en nuestro Sistema Solar que un día “serán sagrados”, obedecen a una Ley cósmica de la más elevada trascendencia. No podemos hurgar todavía en este Misterio cuya resolución exige un sinnúmero de Manvántaras y es un Destino creador que pertenece a los Dioses y no a “las pequeñas voluntades de los hombres". [ Libros ]
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[Cáncer 1999] VBA 1.0: 1999-07-05 |
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