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Vicente Beltrán Anglada


"Que el contenido les sea útil y pueda servirles de inspiración en el intento supremo de sus respectivas búsquedas, es nuestra más humilde y sincera plegaria..."
-V.B.A
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CAPÍTULO VI


FACULTADES PSÍQUICAS

Por azar o destino, estamos estrechamente relacionados con personas de alto relieve espiritual, verdaderos investigadores de las leyes ocultas de la Naturaleza y poseedores de una mente profunda y asombrosamente organizada, que no tienen ninguna de las “facultades psíquicas” que tanto valora el vulgo. Conocemos a otras, por el contrario, cuyo tipo de mente es más bien corriente y de lo más normal, y a veces sin llegar a ello, están dotadas de grandes facultades psíquicas: clarividencia, clariaudiencia, psicometría, mediumnidad, etcétera.

La explicación de este hecho, al parecer contradictorio según la opinión de muchos, es, sin embargo, lógica y racional si tenemos en cuenta:

a) Que las facultades psíquicas corrientes, las que podemos apreciar en el tipo común de personas que nos rodean, son de origen astral y proceden mayormente de los bajos niveles de este plano.

b) Que el verdadero investigador de las leyes ocultas de la Naturaleza, el aspirante espiritual avanzado, el discípulo y el iniciado actualizan un tipo de vibración de más alta frecuencia y se mueven preferentemente en los niveles superiores del plano mental.

Existe, no obstante, “una zona de alta evolución psíquica” hacia la cual se van espontáneamente aproximando los verdaderos investigadores y discípulos espirituales del mundo. Examinando, por ejemplo, el proceso histórico de la vida de Apolonio de Tyana, de Cristo, de Buda, de los grandes e insignes yoguis y de todos los verdaderos Iniciados, se aprecia en ellos unas facultades psíquicas de orden realmente portentoso y extraordinario, pero tengamos en cuenta que tales facultades nada tienen que ver ni están relacionadas con la evolución del mundo astral, de ese mundo donde se agitan los deseos y aspiraciones de los hombres, sino que son expresiones naturales y directas de la propia vida de la DEIDAD CREADORA de los Mundos.

Tales facultades están lógicamente más allá y por encima de la comprensión humana corriente. Son destellos de la “facultad creadora de Dios”, reflejos de Su poder en los tres mundos de la evolución humana. No vamos a referirnos a este tipo de facultades, demasiado elevadas para nuestro entendimiento, sino más bien a señalar los vicios y peligros de las facultades psíquicas inferiores con las que todos estamos más o menos directamente relacionados.

Hemos podido comprobar en repetidas ocasiones que ciertas personas altamente psíquicas son en su mayoría físicamente enfermas, y que valoran las experiencias de la vida casi exclusivamente desde el ángulo de sus propias facultades psíquicas y no desde el terreno de la lógica y del sentido común. Son, en general, personas inadaptadas que escapan frecuentemente a la realidad de la vida que les rodea con sus magníficas oportunidades.

Las personas psíquicas, las que producen fenómenos de orden físico y los médiums que actúan bajo el control, inmediato o remoto de otras entidades humanas encarnadas o desencarnadas o quizá de sus propias reacciones subconscientes, pierden paulatinamente el equilibrio físico y la salud orgánica, porque sin darse cuenta han dejado de seguir el rastro de luz de sus propias Almas que conduce al centro de Salud Espiritual y están siguiendo, por el contrario, unas corrientes de energía que desde el ángulo de apreciación esotérico o de la Jerarquía planetaria circulan actualmente y desde hace muchos siglos muy por debajo del nivel normal de la conciencia humana en evolución.

Hablando sinceramente, ¿saben ustedes de alguno de estos médiums, de alguna de estas personas tan acusadamente psíquicas que no adolezca de alguna fuerte irregularidad física? Existe en ellos una rasgadura de la trama etérica que protege ciertos delicados órganos de relación espiritual, principalmente el bazo y ciertos puntos del cerebro y penetran por allí constantemente y “sin ser debidamente filtrados” gérmenes de enfermedades que deberían estar ya virtualmente muertos, átomos nocivos y ciertas energías del mundo astral que mejor sería mantener en reposo en las bajas zonas de su mundo por las profundas y negativas tensiones que producen. Y es inútil que se pretenda contrarrestar la expresión de estas corrientes de fuerza por la invocación protectora de aquellas entidades que los médiums y los psíquicos llaman su Guía. La mejor intervención de un verdadero Guía espiritual, cuando tal Guía realmente exista, sería obviamente “obturar” con energía espiritual las rasgaduras producidas en la trama etérica del cerebro, del bazo o de otros órganos afectados por estas irregularidades psíquicas y restablecer así el equilibrio vital en la vida física del médium. Esto no sucede desgraciadamente así, porque la mayoría, por no decir todos, de tales Guías tienen sus propios problemas kármicos a resolver y no saben ni pueden destilar de sus vidas espirituales la luz que sus protegidos necesitan. Así, el problema de la comunicación mediúmnica y de otras formas de contacto astral, así como de toda expresión psíquica sin control interno, se convierte en un “problema social” que afecta a muchas personas, a los propios psíquicos, a sus familiares y singularmente a todos aquellos que a ellos acuden en busca de consejo, consuelo, esperanza o alivio de sus enfermedades.

El aspirante espiritual y mayormente el discípulo tiende por ley hacia “un psiquismo de tipo superior”, viniendo caracterizado éste por el desarrollo y actividad dentro de la vida personal de ciertas facultades del Alma. Estas facultades se expresan por medio de los vehículos más sutiles de la personalidad cuando éstos han sido debidamente entrenados por el recto vivir y un sincero y sostenido propósito interno. Al contrario de lo que sucede con las facultades psíquicas inferiores, desarrolladas y utilizadas sin el debido control espiritual, las facultades superiores se expresan siempre por propia voluntad e iniciativa, libres por completo de presiones externas o a través de una potente formulación interior que mueve y actualiza ciertas corrientes de energía específica para producir determinados resultados. Citaremos dos casos típicos de expresión del psiquismo superior.

Durante un viaje a Filadelfia trabé amistad con un caballero hindú. Parecía joven, aunque, según confesó, tenía más de ochenta años. Una tarde, en la habitación del hotel en donde se alojaba y con un grupo de amigos esoteristas, entre quienes me encontraba, movió a distancia y volcó finalmente un vaso de agua derramando su contenido, encendió y apagó varias veces la luz de la habitación sin necesidad de darle vuelta al conmutador eléctrico e hizo aparecer y desaparecer a varios objetos de la alcoba, algunos de ellos bastante pesados, como por ejemplo un jarrón de porcelana lleno de flores; me di cuenta inmediatamente del magnífico poder de voluntad que poseía aquel caballero, así como de su tremenda potencia mental que originaba ciertas corrientes de energía ambientales a las que impulsaba muy luego en definidas direcciones, creando verdaderos campos de fuerza magnética sobre los que operaba después produciendo aquellos interesantes fenómenos.

Otro caso, quizá no tan importante pero sí muy interesante también desde el ángulo científico, me ocurrió durante el verano de 1959. Fui invitado a pasar unos días con unos amigos en la región valenciana. Su casita se hallaba en pleno bosque, lindando a unos doscientos metros con una casa de campo donde vivía un labrador con su familia. Entre ambas casas, solitarias en aquel apacible lugar, había un grupo de frondosos árboles y en la espesura de su espeso follaje una legión de pajarillos que inundaban el aire con sus incesantes trinos. Una de las habituales distracciones o aficiones de nuestro vecino labrador -según pude comprobar más tarde- era la de capturar y dar muerte, seguramente con fines gastronómicos, a aquellos inocentes pajarillos. Utilizaba a este fin unas jaulas, dentro de las cuales tenía encerrados a otros pájaros que servían de reclamo a los demás que vivían en plena libertad. Tendía al efecto entre todas estas jaulas una gran red de malla y, cuando consideraba que había ya suficientes pajarillos cerca de las jaulas, tiraba de una cuerda desde abajo y los dejaba aprisionados dentro de la red. Los bajaba después del árbol junto con las jaulas y, luego de quitar cuidadosamente éstas, catapultaba violentamente la red contra el suelo y mataba así de esta manera tan cruel y despiadada a sus inocentes prisioneros. Una tarde, hallándome en meditación bajo uno de estos árboles, vino el referido labrador y, sin siquiera saludarme, empezó la brutal tarea a la que estaba ya habituado. La vista de aquel espectáculo -ante el cual no tenía opción a protestar por la distinta sintonía de nuestras mentes- suscitó en mí un profundísimo sentimiento de piedad. Una ola infinita de compasión se apoderó de mí y la masa sanguinolenta de aquellas pequeñas vidas sacrificadas estaba presente todavía en mí cuando me fui a acostar. Aquella noche, durante el sueño, me vi ascendiendo por las ramas del árbol, siendo plenamente consciente de que abría las puertecitas de las jaulas y de que liberaba a aquellos pajarillos que con sus trinos atraían a los demás, y que destrozaba finalmente las jaulas lanzándolas violentamente contra el suelo.

A la mañana siguiente me despertaron unos grandes y desaforados gritos y una fuerte disputa que sostenían mis amables anfitriones y el referido labrador. Éste les increpaba duramente y les hacía responsables del destrozo de sus jaulas y les conminaba a devolverle los pajaritos que había dentro de las mismas. Durante esta disputa, de la que procuré naturalmente mantenerme aparte, mis amigos se enojaron tanto que incluso amenazaron al labriego con denunciarle a las autoridades. Se marchó éste finalmente echando pestes contra mis pobres amigos, que no sabían a qué atenerse sobre las injustas acusaciones de su iracundo vecino. Durante el desayuno les conté a mis amigos, como yo estudiantes de esoterismo, las incidencias de mi “sueño”, y entonces cayeron en la cuenta del por qué su vecino el labrador les había hecho responsables del destrozo de las jaulas y de la liberación de los pájaros de reclamo. No es necesario decir que comentando el caso y analizando críticamente las circunstancias en que éste se produjo, nos regocijamos plenamente juntos bajo la inspiración del poder celestial.

Ahora bien. Prescindiendo de lo interesante de tales experiencias psíquicas..., ¿es éste el verdadero campo de actividad de un discípulo espiritual de la Nueva Era? He dicho en vastas ocasiones que “el discípulo prescinde voluntariamente de ciertos poderes y facultades” en aras de un destino espiritual de orden superior. A veces tales facultades y poderes se convierten sutilmente en un lazo que nos mantiene atados a las cosas superficiales de la vida fenoménica. Recuerdo al respecto una anécdota en la vida de aquel santo varón que se llamó Ramakrishna. Había enviado a su discípulo Narendra a experimentar sólo durante unos meses fuera de su Ashrama, en contacto con las gentes y con los problemas de la vida social. Cuando regresó al Ashrama, cumplida la finalidad que el Maestro le habla sugerido, le preguntó éste: “Dime, ¡oh, Narendra!, de todas tus experiencias durante tu ausencia, ¿a cuál concedes tú más importancia?” Respondió Narendra: .... - al pasar por Benarés, allí donde se estrecha el Ganges, había una balsa que transportaba a los viajeros de uno al otro lado del río. Se acercó un viejo peregrino y suplicó a los barqueros que le llevasen a la otra orilla, pero que no tenía con qué pagar su pasaje. Los barqueros no sólo no le concedieron un sitio en la balsa, sino que incluso se mofaron de él. Entonces el viejo peregrino se postró en el suelo e invocó a la Madre Divina. Seguidamente penetró en el río y comenzó a andar por encima de las aguas sin sumergirse. Así llegó a la otra orilla, ante la admiración de los barqueros y de los demás viajeros de la balsa, que no cabían en sí de tal prodigio”. Interpeló nuevamente Ramakrishna a Narendra: “¿A estos prodigios concedes tú tanta importancia? Veamos, ¿a cuánto ascendía el preció del pasaje dentro de la balsa?” Respondió Narendra: “A dos rupias, Maestro mío”, “Pues bien, querido Narendra -dijo el gran Ramakrishna-, tal es exactamente el precio del prodigio realizado por el viejo peregrino”. Me pregunto si no les asignamos también nosotros demasiada importancia a las facultades psíquicas y si no exageramos en demasía el valor de tales experiencias frente a esta edad singularmente técnica que estamos viviendo. Olvidamos con frecuencia que la Edad de Acuario, en la que paulatinamente nos vamos introduciendo, es profundamente “mental” y que la mente humana ha de cobrar un valor especialísimo como centro de contactos con “fuentes de energía espiritual y de experiencia humana”, de las que ni siquiera remotamente somos capaces de sospechar.

Hay, por otra parte, y esto es evidente en la mayoría de las personas psíquicas, especialmente en los médiums, un fondo de orgullo y autosuficiencia que acrecienta la confusión y el peligro en que viven sumergidos. La mayoría se consideran superiores a los demás cuando analizan sus facultades psíquicas o mediúmnicas, es decir, las cosas que ven. Los sonidos que oyen, los guías que les protegen, olvidando -esto es importante- que nuestros remotos antepasados, más allá de las fronteras de lo que llamamos prehistoria, poseían ya y utilizaban estas facultades psíquicas y estos poderes supernormales (mejor sería, no obstante, calificarles de anormales) y que los salvajes y los animales domésticos, el perro, el gato, el caballo, etc., son asimismo psíquicos y que ven y oyen “cosas” del mundo etérico y del astral inferior que nosotros, personas civilizadas, no podemos percibir pese al elevado desarrollo de nuestra inteligencia...

Estas consideraciones deben hacernos pensar. Vistos los poderes psíquicos tal como los conocemos, es decir, en su inferior cualidad astral, aparecen desde el ángulo esotérico de la vida como un fenómeno de regresión, de vuelta al pasado, pese a la importancia que le asignan los profanos del mundo oculto y, en general, todas aquellas personas de tipo mental corriente interesadas en esta clase de comunicaciones. Este sentido de importancia se centra preferentemente en la actitud psicológica de autoglorificación de la mayoría de los médiums. Me pregunto, después de un sinnúmero de observaciones personales, si hay algún médium del tipo al que nos vamos refiriendo, que no pretenda estar guiado o protegido por alguna insigne personalidad del pasado o de altísima valoración religiosa, como el Maestro Jesús, la Virgen María, Santa Teresa, San Pablo, Sócrates, etc. Conozco a un señor que pretende estar en comunicación constante y directa con Napoleón Bonaparte... Como enormes campanas vacías y sin resonancia alguna, tienen que citar nombres muy importantes para que el vulgo les dedique su admirada atención. La humildad, esta perla preciosa de la virtud espiritual, brilla por su ausencia en la personalidad de estos médiums que generalmente se autodefinen como transmisores de la voluntad divina. En realidad, son personas que viven más en el pasado que en el presente. Su manifiesta inadaptación al ritmo mental dinámico de nuestros tiempos crea en ellas profundas perturbaciones psíquicas y alteraciones físico-orgánicas de orden sensible y, tal como he dicho anteriormente, son “un verdadero problema social”, un peso muerto que impide la elevación de un sinnúmero de almas.

Indudablemente existen verdaderos médiums, nunca he negado esta contingencia. Existen muchas personas de buena fe dotadas psíquicamente para recibir y transmitir mensajes y comunicaciones del “mundo astral”, noten que decimos “mundo astral”. Quisiera significar, una vez más, que para poder establecer relación y contacto con un verdadero SER superior, ya sea un poderoso Deva o un alto Iniciado del mundo espiritual, se precisa una elevada capacitación mental, entendiendo por ello no una mente muy sobrecargada de conocimientos, sino muy sencilla y amante de la síntesis, así como una exquisita educación interna y un elevado y recto propósito de vida. Deberé decir y repetir muchas veces que el verdadero “Hombre Espiritual”, Dios en nosotros, o esta divina Entidad que llamamos Alma o Yo superior, sólo puede ser positivamente contactada a través de la mente y no a través del cuerpo de los deseos y de las emociones. La mente plenamente ejercitada y exquisitamente vulnerable es el “único” instrumento de comunicación con los Seres superiores de la humanidad, previamente la consciente relación con el Yo superior y el debido enfoque interno.

En el caso citado anteriormente sobre mi experiencia psíquica, hay una explicación muy lógica de este tipo. Por ejemplo, el profundo sentimiento de compasión que se adueñó de mí al ver el comportamiento brutal del labrador para con los pajarillos, creó dentro de mi ser personal una línea de ascensión que me conectó directamente con mi Yo superior. Desde allí recibí más tarde, durante el sueño, el poder necesario para densificar lo suficientemente mi cuerpo etérico para poder realizar aquello que mi mente había sutilmente proyectado, es decir, la liberación de los pájaros de reclamo, la destrucción de las jaulas, etc. Otra versión pudiera ser, fundándonos siempre en el profundo sentimiento de compasión -un poder realmente extraordinario que está en la base de las facultades psíquicas superiores, (la resurrección de Lázaro, la cura de los leprosos, etc.), la de la invocación de un Deva de gran poder espiritual, que aprovechando las energías que estaba yo liberando con mi profundo sentimiento de piedad, pudo “movilizar” a un cierto número de elementales a sus órdenes y produjo aquellos hechos que anteriormente les he relatado. Si tal fuese el caso “yo me hallaba en aquellos momentos en que se producían los hechos, simplemente observando la actividad dirigida de aquellas criaturas de los elementos por la intercesión del Deva, aunque en mi “sueño” pareciera que era yo quien producía aquellos concretos resultados.

Tengo que hacer frente -como he dicho en varias ocasiones- a una gran responsabilidad, la de presentar honradamente, y de la manera más clara y convincente, las implicaciones de la afirmación “soy un discípulo”.

Los trabajos serán tanto mejor comprendidos, pese a la claridad que trato de imprimirles, cuando con más sentido mental fuesen leídos y considerados. El sincero deseo de hacer partícipes a los demás de algo que considero de verdadero valor espiritual, debiera encontrar asimismo en el lector una resonancia espiritual recíproca. Es por esta causa que trato de penetrar muy profundamente en todos los casos y problemas que someto a consideración.

Cuando un médium llega a la conclusión de que es guiado o dirigido por un Ser superior, y para el médium cuantos tratan de comunicar mensajes a través de sí pertenecen a esta categoría, caen en la falsa idea de que todo se halla ya resuelto en su vida y que únicamente deben limitarse a transmitir mensajes, impartir consejos o curar enfermedades.

Al iniciar este proceso de comunicación astral, que es la mayoría de las veces de “actitudes personales dirigidas” por muy eficaces que puedan parecer a simple vista, ha quedado espiritualmente estancada la vida del médium. Ha dejado de ascender por las gloriosas rutas de la singularidad individual que marcan el proceso de la autoconciencia y caído en la limitada condición de simple vehículo de un propósito ajeno. Con ello pierde de vista una gran oportunidad de vida realmente espiritual. La trama etérica, a que anteriormente nos hemos referido y que protege su vida psíquica y física, se rasga en uno o varios puntos de su delicado tejido y por allí se escapa -simbólicamente hablando- el poder que confiere la visión directa y sin intermediarios de la realidad interna. Ruego mediten muy impersonalmente estas últimas palabras, por favor.

No es lo mismo, debemos decirlo y repetirlo hasta la saciedad, “vida espiritual” y “vida psíquica”. Hay un tremendo abismo entre ambos conceptos, un abismo de miles de años, exactamente el que separa en el tiempo a la civilización potentemente astral de los atlantes, de la civilización altamente mental, técnica y especializada de la raza aria de nuestros días. No es evidentemente el mismo el nivel en que se produce “la comunicación astral”, ya sea clarividente, clariaudiente o mediunímica de los psíquicos corrientes, efectuada a través del plexo solar, cerebro instintivo que utiliza el reino animal en evolución y que está siendo rápidamente trascendido por el hombre pensante, que aquel nivel, aquel punto sagrado dentro del cerebro humano que la ciencia denomina “glándula pineal” y a través del cual los aspirantes espirituales avanzados y los discípulos establecen contacto con su Alma, con su verdadero Yo divino. Esta es, la sede espiritual de lo que podríamos con justicia denominar verdadera “mediumnidad”; aquí en este lugar o retiro sagrado el hombre no recibe mensajes ajenos, sino únicamente la guía e inspiración de su Alma. Hay que darse cuenta de la absoluta diferencia de ambos centros de comunicación y de lo que hay que entender por MEDIUMNIDAD en el sentido verdadero espiritual. Desde este centro inmaculado el tiempo y el sostenido propósito interno trabajan armoniosamente para la redención del hombre y de la raza entera.

Algunas experiencias retrospectivas realizadas en el Ashrama bajo la directa supervisión del Maestro nos demostraron la realidad de cuanto hasta aquí he venido diciendo sobre el tema del psiquismo. Remontándonos por las rutas retrospectivas del tiempo hasta la época atlante, era curioso observar cómo los métodos de comunicación con el plano astral eran idénticos con los que todavía hoy, después de algunos millones de años, practican los médiums y personas psíquicas de nuestros días. En general, el hombre corriente es todavía muy astral, muy psíquico, muy atlante podríamos decir, y sin que se aperciba de ello está practicando todavía muchos de los sistemas de contacto astral que deberían haberse perdido en lo que a civilización superior se refiere, en la lejanía de los tiempos o enterrada bajo el polvo piadoso de los siglos.

Uno de los grandes problemas que enfrenta la Jerarquía planetaria y que debiera afrontar resueltamente la humanidad inteligente de nuestros días, es el problema del psiquismo, limitado y mal orientado que constituye, debo repetirlo nuevamente, “un verdadero problema social” por el enorme porcentaje de energía astral que promueve y por los obstáculos que opone al ritmo mental moderno que propicia la Nueva Era con sus infinitas oportunidades de redención del género humano. No he tenido intención alguna de herir susceptibilidades de aquellas personas que poseen facultades psíquicas, sino más bien un enorme y fraternal deseo de inspirar por la buena voluntad y con el testimonio de ciertos hechos, un tipo muy importante de solución para algunos de los grandes, profundos y decisivos problemas de nuestros días.

La cualidad altamente emotiva de la raza atlante, el intensísimo deseo creador de situaciones, el afán desmedido de poder, los profundos arrebatos emocionales, que originaban potentes tensiones, y la presencia de ciertas condiciones astrológicas que favorecían en extremo el desarrollo de las facultades psíquicas inferiores, modelaron un tipo humano capaz de vivir simultáneamente en el mundo físico y en el mundo astral inferior. La comunicación mediúmnica, la visión astral, el poder de materializar por la fuerza del deseo los elementos etéreos circundantes (las fuerzas elementarias de la Naturaleza) y el desdoblamiento sin esfuerzo, aunque sin control, eran características de la raza atlante

[los Iniciados, Guías y Conductores de la raza atlante, no eran evidentemente astrales, ni estaban condicionados por la gran ola de psiquismo desbordante. Eran Miembros de la Gran Logia Blanca del Planeta y después del cataclismo atlante, “salvados milagrosamente del Diluvio”, llevaron nuevamente la antorcha viva de la evolución, del Plan y del progreso espiritual a otras regiones del Planeta; Egipto, Asia, Grecia...]

lo mismo que el proceso analítico del pensamiento es una característica de la raza aria de nuestros días. Los más sagaces y audaces, los más astutos y más poderosamente predispuestos se convirtieron pronto en “magos negros”. Manejaban extraordinario poder que se acrecentaba con el concurso de sus seguidores, ávidos como ellos de conquistas materiales, que utilizaban para favorecer el crecimiento de una personalidad que fuese capaz de “vivir en lo eterno sin dejar sus conquistas temporales”.

[Esta es una característica propia del Mago Negro, que pese a la extraordinaria inteligencia que despliega en el orden concreto, o material de la vida, es incapaz de comprender el significado esencial de los valores permanentes, que le son prácticamente inaccesibles. De ahí, afortunadamente para la evolución planetaria, lo efímero de sus éxitos en el desarrollo del mal organizado y el terrible Karma final que le aguarda, una vez la rueda infinita de los ciclos temporales haya agotado todo residuo de mal en el corazón del hombre.]

Este fue el gran error atlante en casi su totalidad, puesto que el punto medio, el alma inteligente, el poder coordinador espiritual no pudo manifestarse y el peso del “mal organizado” invocado de fuentes cósmicas por la práctica de un saber ciego e irreflexivo, condujo al mundo entero a una situación de tensión y de peligro de la cual nuestra mente no puede darse una exacta y clara idea. Basta decir solamente que esta tensión planetaria, provocando ondulaciones negativas en el aura de la tierra, rebasó el “círculo-no-se-pasa” de la misma y “alertó” a las “Huestes de la luz”, a los Servidores del Bien Cósmico, a Jerarquías más allá de la Jerarquía Blanca de nuestro planeta. Se nos dice ocultamente que hubo un Concilio “extraplanetario”, en el que además de nuestra propia Jerarquía, figuraron Miembros de otras Jerarquías planetarias de nuestro Sistema Solar, y aún de este gran Sol Central Espiritual que es la inmaculada Logia de Sirio. Estas explicaciones, tienen un carácter muy esotérico y deberán apelar al testimonio de la propia intuición para reconocerlo y aceptarlo, pero las consecuencias de tal Concilio en lo que a la historia de la tierra se refiere, fueron de naturaleza eminentemente drástica, ateniéndose en todo momento a la ley de armonía y conservación del conjunto universal. La terrible decisión fue ésta: el hundimiento del Gran continente de la Atlántida, con todo su contenido creativo, basado en el desorbitado desarrollo de la naturaleza astral, la que debía lavar a la raza atlante de “la herejía de separatividad”, que había ido creando alrededor de la tierra un aura nefasta de odio, tensión, enfermedad y muerte.

La Jerarquía Espiritual está siempre atenta al proceso de la vida evolutiva del planeta en su totalidad, y mira más los planos o diseños del conjunto, que los pequeños planes o proyectos humanos que la mayoría de las veces, atentan contra la idea básica, arquetípica u original del conjunto, que es un anhelo o voluntad suprema del Creador universal. No hay pues vacilación alguna en destruir algo que se considere nocivo o peligroso para el conjunto, lo mismo que un inteligente cirujano no vacila un sólo momento en amputar un miembro enfermo cuando éste atenta contra la seguridad del organismo entero.

La atención de nuestra Jerarquía planetaria, y aún de otras Jerarquías planetarias y Solares está actualmente, y desde hace ya varios años, fijamente enfocada sobre la actitud de los hombres con respecto a ese terrible ingenio que llamamos “bomba atómica”, dispuesta de nuevo a intervenir drásticamente y por medio del fuego (característica específica del principio mental en el hombre), en caso de que la manipulación inconsciente de aquella poderosa energía nuclear, pudiese constituir un peligro inmediato para las demás corrientes evolutivas planetarias o para la evolución natural de otros planetas del Sistema y aún perturbar el ambiente cósmico de otros Sistemas Solares.

Cuando uno comprende analíticamente la raíz del proceso evolutivo tal como se enseña en los Ashramas de la Jerarquía y puede, aunque sea con carácter circunstancial, desgarrar el velo del tiempo y contemplar cierta extensión del pasado histórico de la raza o las inmensas perspectivas del futuro, se da cuenta exacta del peligro siempre latente en las ocultas raíces de la conciencia humana y “cambia drásticamente de actitud respecto a formas de vida gastadas o cristalizadas y a todas aquellas condiciones ambientales indeseables creadas y fomentadas por la inexperiencia de los seres humanos.

El psiquismo inferior es como “una pequeña bomba atómica”, en el sentido de que destruye los aspectos creadores del ser humano. Vista desde el ángulo oculto, la experiencia humana sobre el psiquismo inferior o astral aparece como una corriente de agua sulfurosa, hirviente, que se va adueñando de los centros etéricos, situados bajo el diafragma, produciendo a su paso desgarros en la delicada trama etérica de protección de los mismos y determinando tensiones psicológicas y enfermedades incurables. No es aquel fuego eléctrico, de potentísimo y claro fulgor que inunda los centros etéricos, singularmente los que se hallan situados por encima del diafragma, de unos vivísimos colores de belleza indescriptible, tal como puede ser observado en el cuerpo etérico y en los chakras de una persona altamente mental, positivamente controlada y henchida de aspiraciones espirituales.

En esta difícil era de transición que vivimos, en la que Piscis - simbólicamente hablando- está en el proceso de dar a luz a Acuario, las personas que a estas actividades se dedican, vistas desde el plano espiritual, constituyen como frenos o impedimentos al nacimiento natural y normal de la Nueva Era, más sensible, más sutil y por lo tanto más delicada que la anterior. Hay ya bastante dolor y dificultades en el mundo, con los segregados por las pasiones naturales de los seres humanos y por la espantosa lucha de los elementos, en el interior de esta entidad que los esotéricos llaman “Anima Mundí” o alma de la naturaleza y este dolor y estas dificultades se acentúan y agudizan en todo período de transición. Agreguemos a estas acciones que retardan el advenimiento de la Nueva Era, los riesgos y peligros de la potente resistencia ofrecida por los valores morales y sociales del viejo orden que aferrándose a las arcaicas prerrogativas del pasado se resisten a morir, ignorando que ello significa “renacer a una vida superior”.

Desde el ángulo de apreciación mental de lo que llamamos “investigación esotérica”, y aquí el énfasis va hacia el hemisferio causal de la vida del hombre, hay que negar muchas de estas ilusiones psíquicas y desdeñar a veces experiencias que a pesar de tener un cierto valor como prueba de la existencia de “unos universos paralelos” o de ciertas dimensiones superiores a las del mundo físico, nos privan sin embargo de la inmensa dicha de apreciar el alto valor de la experiencia espiritual de “continuidad” que caracteriza a la vida del hombre, como reflejo fiel en tiempo y espacio de la vida divina. “Las Facultades psíquicas” jamás deberían ser pretendidas para darle al mundo una prueba de evolución espiritual - lo cual no siempre es cierto- o para deleitar el ánimo personal más predispuesto a gozar de los efectos que de las propias causas. Las facultades psíquicas, a igual que las flores de las plantas y los frutos de los árboles, deben surgir espontáneamente, sin cuidado alguno por parte del aspirante, por el sólo hecho de vivir correctamente y de emplear la buena voluntad en todas sus acciones. El aspirante espiritual del mundo moderno es, ante todo, un investigador científico de los hechos; esto equivale a decir que se mueve progresivamente en el nivel mental, siendo cada vez más consciente de las energías y fuerzas que actúan sobre la vida organizada de la humanidad y sobre cada uno de los niveles o planos en los que él debe actuar en su calidad de servidor consciente.

También muchas veces, ciertas condiciones de origen kármico por necesidad de desarrollar determinadas cualidades internas, pueden borrar circunstancialmente de la vida del discípulo espiritual y aun del Iniciado ciertas facultades psíquicas, sin que la vida interna se resienta en lo más mínimo y sin que en ningún momento cesen de florecer los lotos sagrados de la misma. Algo no hay que olvidar nunca, mayormente si se quiere hollar con seguridad el Sendero: es que la facultad psíquica nunca producirá por sí misma aquel sentimiento de paz e integridad, testimonio vivo de verdadero desarrollo espiritual que brota de las fuentes búdicas.

Facultades psíquicas superiores

Las facultades psíquicas superiores son de tipo mental-espiritual y se desarrollan con el ejercicio de la discriminación, el discernimiento, la meditación oculta, el control de los deseos y de las emociones, el amor por la síntesis y el , de coparticipación, de creciente afecto por los demás. Son ellas las facultades naturales de la Nueva Era en el hombre; la intuición espiritual, la telepatía, la clarividencia mental consciente, la facultad de ver en el registro akásico de los hechos, los Planes o Designios del Logos planetario, el desdoblamiento a voluntad con fines de servicio, la continuidad de conciencia “dentro y fuera” del cuerpo, el desarrollo progresivo del sentimiento de Compasión que ha creado a través de la historia de la Raza a los Grandes Taumaturgos y el elevado aspecto mental de Síntesis, que embellecerá la vida con unas corrientes de energía de extrema sutilidad que dará vida a un Arte y a una técnica suprema de contacto con los reinos sutiles e invisibles de la Naturaleza, produciendo aspectos de luz, color y sonido que nuestra más elevada y exaltada facultad imaginativa es todavía incapaz de visualizar y darle forma.

Sin caer en exageraciones, y mirando todas estas cosas desde el ángulo esotérico, podría decirse que consciente o inconscientemente muchos psíquicos de nuestro mundo actual están “jugando a la magia negra”, reviviendo en sus vidas muchos de los vicios atlantes y retardando con su actitud la aurora del Nuevo Día que tiene que venir. Si se dieran cuenta de que su forma de proceder, unida a la forma de proceder análoga de otros muchos, está creando en la Naturaleza que le rodea y en sus particulares ambientes un clima de muerte, de descomposición y de temor, en vez de fresca esperanza hacia el futuro, quizá revisarían profundamente sus actitudes. Podemos decirles que están vitalizando constantemente sus cuerpos lunares inferiores, impidiendo con ello “el normal y natural proceso de descomposición de nuestro Satélite, la Luna”, cuyas Jerarquías Creadoras, los PITRIS, que nos dotaron de nuestros cuerpos inferiores, el físico y el astral, es decir, toda nuestra naturaleza instintiva, lo abandonaron hace millones de años, una vez cumplida su misión principal de preparar el tabernáculo, o cuerpo personal, que un día debería ocupar el Ángel Solar, el Yo divino en el hombre. Por paradójico que parezca, algo muy similar se opera en las sesiones espiritistas cuando se vitaliza, contraviniendo todas las leyes de la libertad espiritual, el cuerpo etérico de los difuntos e impidiendo que un ser humano fallecido pueda penetrar en el Devachán, por esta invocación constante de sus deudos, amigos y médiums sin control espiritual que, sin darse cuenta, están impidiendo asimismo que los cuerpos inferiores de los muertos accedan a su normal y natural proceso de descomposición.

Por cuanto les hemos venido diciendo, toda persona inteligente y de buen criterio llegará a ciertas positivas conclusiones si se da cuenta hasta qué punto está colaborando con su actitud altamente pasiva, con respecto a la actividad psíquica inferior, al retraso cósmico que representa retardar la caída del maná espiritual, aquel alimento solar que nutre el cuerpo de los Dioses y que está presente en toda vida y acontecimiento planetario. Este alimento “solar”, base del correcto psiquismo, está actualmente, y desde hace ya muchos siglos, a nuestro alcance; son las facultades del Alma, su inmensa bendición de servicio y sacrificio, su infinito deseo de conducir al hombre a su verdadera Morada, al sagrado Lugar en donde la vida se expresa como paz, fraternidad; armonía, equilibrio… seguridad absoluta en relación con las leyes que rigen el tiempo y las cosas que en el tiempo hallan su razón de ser.

Son los poderes naturales que nacen del contacto con el Alma divina, y nada tienen que ver con las apetencias de la pequeña personalidad en los tres mundos, apegada siempre al fluir incesante de lo ilusorio, el vago placer de lo efímero, encadenada constantemente al vano oficio de tejer y destejer recuerdos e ilusiones ... Pero estas facultades se expresarán noble y adecuadamente a través de esta pequeña personalidad, cuando dejando de identificarse con sus pequeñas creaciones y autodeterminándose en un potente esfuerzo de voluntad, sepa amoldarse a la Voluntad de Aquel que es su vida y la raíz de todas sus existencias y aprenda el valor de lo inmediato, de lo cósmico, por primera vez a su alcance después de siglos de separatividad, soledad, tristeza y agonía. Tal es la fértil promesa de Acuario, llevando implícita la Voluntad y el Amor de “Aquel que retorna al Mundo”, después de un inmenso período de Soledad espiritual, para llevarles a los hombres, una vez más, el testimonio vivo de los Misterios espirituales que “edad tras edad” dignifican la Raza y promueven en los infinitos recodos de las conciencias el Aliento divino que contiene la Gracia Santificante.

En lo que a la personalidad humana se refiere, el desarrollo de las facultades psíquicas superiores puede ser equiparado a la imagen de la Luna durante el período de plenilunio, en el que la potencia del Sol la cubre e ilumina completamente. Y tal es realmente el caso. Las facultades psíquicas superiores son en realidad “facultades solares”, puesto que ocultamente dimanan del aspecto subjetivo o espiritual del Sol. Existen por sí mismas, no son un reflejo como lo son las facultades psíquicas inferiores; están por lo tanto más allá de la vida y de la muerte de la personalidad. Nada tienen que ver, por tanto, con la Luna, con aquel astro que un día fue esplendente sede de la vida, pero que ahora está ya muerto, sujeto a la inexorable ley de descomposición del tiempo. Pero, de la misma manera que el Alma tiene una personalidad donde reflejarse, donde reflejar su gloria, así el Sol, Gloria suprema en lo oculto, aprovecha todavía la Luna, como un espejo para reflejar sobre la humanidad aquellos poderes latentes que están más allá y por encima de la muerte y de todos aquellos elementos dentro de la Naturaleza que producen caos, confusión y temor. Esto parecerá extraño o sin sentido a muchos, pero les aconsejaríamos que reflexionaran acerca de las virtudes esenciales de la Luna, un astro virtualmente muerto, durante el período de la luna llena, en lo que a “vida existencial” se refiere. Existen en estos conceptos verdades que aun pareciendo misteriosas o novelescas, contienen sin embargo muchas de las claves que han de ordenar el proceso expansivo y fecundo de la Nueva Era. Podemos decir que estos conceptos se ajustan íntegramente a las enseñanzas que normalmente se imparten en todas las verdaderas escuelas esotéricas u ocultas del mundo, y aun en los Ashramas de la Jerarquía, singularmente en momentos de grandes crisis de “necesidad planetaria”.

En las meditaciones grupales de la Jerarquía, en los grandes contactos planetarios con energías más allá de nuestro confín solar (como en el caso del Festival de Wesak), en los contactos especiales entre los discípulos del mundo con sus respectivos Maestros y en toda obra mágica cuyos fines reconocidos sean el contacto con la Voluntad de Bien que rige el Universo, se toma como punto de enfoque y referencia vital el momento cíclico de la Luna Llena. No hay que olvidar nunca, cuando se hable de facultades psíquicas de orden trascendente, que todo contacto de naturaleza espiritual en orden a estas facultades debe realizarse cuando existe una perfecta conjunción Sol-Luna, esotéricamente hablando, pues todo verdadero discípulo sabe que los cuerpos de su personalidad, lo que denominamos vehículos inferiores, están regidos todavía por los Pitris lunares, en tanto que los que se centran en el Alma o Yo superior del hombre (la Tríada espiritual) son la sede de las facultades psíquicas superiores que vienen regidos directamente por el Oculto Sol Espiritual, velado, tal cómo se dice en el sublime canto del Gayatri, “tras un disco de luz dorada” (el Sol físico). No estamos jugando con palabras; tratamos de explicar una verdad que, pese a sus dificultades de asimilación por la mente concreta del hombre, constituye el nervio vivo de aquello que es la esencia de toda posible evolución universal, la conciencia de dualidad existente en todas las cosas, en todos los seres vivos, en el proceso, mismo de expansión del Cosmos absoluto.

Los aspirantes espirituales del mundo se sentirán cada vez más inclinados a dedicarle una profunda atención al misterio espiritual que se produce durante la fase de luna llena y comprenderán progresivamente cómo las energías solares disponibles en aquellos mágicos intervalos del tiempo pueden ser aprovechadas para elevar la sintonía espiritual de sus vidas. El momento de plenilunio, lo mismo que toda fase periódica en la vida cíclica del planeta, como son por ejemplo los solsticios y los equinoccios, regidos por constelaciones zodiacales y, en menor grado, las auroras y los crepúsculos que equilibran el día y la noche planetaria, así como los más humildes tatwas”, cuya duración puede medirse por segundos, deberán ser estudiadas cada vez con más profunda e interesada atención por parte de los aspirantes modernos, pues el orden cíclico a que están sujetas todas estas fases son el testimonio de una Voluntad, de un Poder y de un Designio divino con el cual todos, sin distinción, podemos establecer contacto conscientemente.

Los Sonidos Creadores de la Naturaleza

El Canto del silencio


El máximo secreto de la Naturaleza se halla contenido en el valor esencial del sonido. Cuando éste “rasga los éteres y los pone incandescentes, está cimentando la base de la Creación Universal”. Esta frase tiene un valor singularmente esotérico y la hemos sacado del “Libro de los Iniciados”.

Como en los trabajos se hacen frecuentes alusiones a este libro, diremos que se trata del Libro de la Experiencia de las Edades, cuyo contenido se halla expresado en forma de máximas, símbolos, axiomas y cantos, y sólo el iniciado puede leer, comprender y asimilar, para disponer de todo el conocimiento adquirido por la humanidad a través de las edades, y de ciertas claves para el futuro.

Al hacer referencia a este libro, no nos guía afán ni pretensión de crear una jerarquía de conocimiento, sino despertar y avivar la fe de muchos seres humanos, para descubrir en sí mismos y a través del corazón, donde el conocimiento de las cosas se halla reflejado, esta esencia de sabiduría que el Libro revela. Si comprenden perfectamente algunos de los comentarios superiores o intuitivos de este Libro, será ésta una prueba evidente de que están adquiriendo, como iniciados en latencia, el derecho de leerlo y utilizarlo.

En la frase “rasgar los éteres y ponerlos en incandescencia, como base futura del Fuego promotor de la vida del Universo”, refiérese al sonido en el sentido de fricción, sin lo cual no existirían la luz y el calor que condensando los éteres constituyen la sustancia universal.

El Sonido, Verbo o Palabra, es la Voz de Dios, es la expresión de Su Voluntad Creadora de Ser y de Realizar; se halla, pues, en la base de toda forma y de todo concepto vivo o expresivo de la Creación.

El canto del silencio que oye el iniciado cuando se halla serenamente escuchando, aguzando el oído interno para poder oír la Voz de Dios, es el principal trabajo de reagrupación de energías que debe realizar como motivo principal de su vida. Este oír constantemente los múltiples sonidos de la Naturaleza, esa atención suprema a cada una de las pequeñas voces, que cada uno de los reinos de la Naturaleza eleva al Creador a través de todas y cada una de sus criaturas vivientes, es el principio mismo de la Magia, en su acepción esotérica o ashrámica, es el proceso infinito que va “del escuchar atento dentro del corazón el sonido inaudible, pero interiormente perceptible de los propósitos creadores subyacentes en cada reino de la naturaleza, y de reproducirlos después conscientemente a través del cuerpo mental”. Este escuchar serenamente dentro del corazón motivo esencial o propósito de vida de cada ser viviente, incluido el que se eleva del indescriptible mundo de los átomos, y reproducirlo con fidelidad a través del poder de la mente es magia pura, espíritu creador, conciencia de
síntesis.

Lógico es que en el Ashrama se le asigne tanta importancia a la práctica “consciente” del silencio, a este aguzar constante de los oídos internos para oír el canto supremo de la creación, pues sólo de esta manera se podrá reproducir más adelante el “canto o sonido de cada cosa”, como ciencia suprema de invocación del poder que cada cosa tiene en el lugar que el Creador la ha situado. Un milagro del orden que sea, siempre puede ser explicado a través del misterio de la invocación, es decir, del poder que tiene el iniciado sobre cada uno de los elementos vivos de la Naturaleza, es decir, sobre cada una de las criaturas que viven en el seno de la tierra, dentro del agua, en el aire, o en el interior del mismo fuego. La invocación es siempre un intento de “materializar” por el poder del sonido a que responde cada reino de la Naturaleza, las fuerzas latentes en todos los elementos de las cosas y de los seres creados. Esto puede parecer muy difícil de comprender, pero los que se han adiestrado mucho en el silencio y a través del silencio han aprendido a reproducir el canto de cada cosa, saben por experiencia que al reproducir mental o físicamente este canto producen la invocación o “materialización objetiva” de la criatura o de la cosa que lo ha emitido. En estas últimas palabras tienen un indicio del alto secreto de la Magia, se trate de la teurgia que emplean los Magos blancos o la goecía de los Magos negros que en sus distintas gradaciones o jerarquías producen a voluntad hechos y situaciones, por invocación y materialización de los seres vivientes que habitan en los reinos invisibles de la Naturaleza.

El estudio de la Magia, analizada desde este punto de vista, es realmente aleccionador y profundamente sugestivo. De ahí que en las verdaderas escuelas esotéricas se le asigne a la ciencia de la invocación y de la evocación una importancia fundamental. En cierta ocasión, hablando acerca de los misterios implícitos en el Fuego, dijimos que “contemplar es reproducir por afinidad o semejanza las cosas que existen en la naturaleza”. Estas palabras encierran también el secreto de la Magia.

Al escuchar, profundamente expectantes y silenciosamente recogidos, el aliento subjetivo o propósito de unidad, que subyace en el corazón de toda cosa o ser viviente, estamos aprendiendo la primera lección de Magia, aunque no nos demos cuenta de ello. Más adelante, el día menos pensado y sin posible explicación para nosotros, reproducimos sin querer, o inconscientemente, algunas de estas voces o de estos cantos de la Naturaleza y “materializamos” a los seres que los emiten, los cuales se sienten llamados o invocados. La primera experiencia es de pasmo, maravilla o temor, después nos acostumbramos a estas cosas o a estas visiones, hasta que finalmente, y por la práctica inteligente, adquirimos el poder y la capacidad de seleccionar los cantos o las voces, es decir, buscamos en el orden de la Naturaleza a la criatura más adecuada para producir un hecho objetivo o particular, el que debe crear a nuestro alrededor un aura positiva de armonía.

Por la práctica hemos aprendido ciertas técnicas de invocación con respecto al OM sagrado, al que nos referiremos más adelante, que nos han hecho conscientes de ciertas claves de armonía de la que participan ciertas fuerzas bienhechoras del ambiente, singularmente dévicas, que utilizamos en las meditaciones espirituales de grupo. Se trata de una técnica definida de contacto consciente con estas fuerzas subjetivas de la Naturaleza, que rigen la evolución de los “tattwas” o corrientes eléctricas de expresión cíclica. Idéntica técnica, pero realizada por elevadas Entidades planetarias, sirve de invocación a “corrientes especiales” de ordenación cíclica, como aquellas fuerzas liberadas en los solsticios y en los equinoccio s o de algún otro planeta específico con el que se quiere entrar en contacto.

Como podrán apreciar, la Magia es un secreto implícito en la Iniciación en su aspecto de Invocación, y es utilizada por todos los seres, desde el ser humano que empieza a pensar y a aguzar sus pequeños oídos internos, hasta el más exaltado Ser planetario, universal o cósmico. Aplicamos como siempre la ley de analogía hermética.

Nuestro interés es sacar conclusiones prácticas de estas ideas, que si bien parecen extrañas o misteriosas, son cosas que ocurren constantemente a nuestro alrededor, hasta el extremo que el conocimiento de las mismas puede alterar, modificar y hasta destruir las bases kármicas donde se asienta nuestra existencia humana. He aquí otra idea que nos parece digna de la máxima atención, por parte del aspirante espiritual, como base de futuras interpretaciones acerca del misterio esencial de la vida y del poder de controlar el ambiente y las circunstancias en que vivimos, para poder preparar el karma más conveniente y menos doloroso para el futuro. De no ser así, el sólo hecho de predicar ideas o de emitir hipótesis sería una cosa vana; sólo la continuidad de una serie de elementos erróneos que ofuscan la mente en lugar de aclararla.

Pero al decir que consciente o inconscientemente estamos practicando la magia, nos atenemos a una verdad esotérica con respecto a las leyes del sonido, pues todos, sin distinción, emitimos voces y sonidos y, por lo tanto, estamos constantemente invocando mental, emocional o físicamente a las criaturas invisibles que pueblan los éteres en donde vivimos sumergidos. Uno de los dones más preciosos, el de la palabra, contiene en sí el poder infinito de la magia. De ahí la reticencia del iniciado, que sólo habla cuando DEBE y no cuando PUEDE, muy al contrario de los seres humanos corrientes y aun de muchos aspirantes espirituales que hablan cuando pueden y no cuando deben, decir, sin ton ni son, sin propósito definido y sin conocimiento alguno de las leyes de oportunidad que nacen del consciente empleo de la economía universal.

Cuando se entra en la gran corriente de vida espiritual que lleva a la iniciación, son cada vez menos las palabras que fluyen por la boca, menos los pensamientos que invaden la mente y menos los deseos que perturban el corazón. El hombre espiritual se auto-define por el silencio y la parquedad de sus argumentos y, si es preciso hablar, por lo atinado y oportuno de sus comentarios.

La magia de las palabras crea el verdadero soporte del karma humano, que será bueno o malo, según las palabras que surgen del corazón y hablan a través de la boca, pues si nos atenemos al misterio infinito que evidenciamos cada vez que abrimos la boca para hablar, seremos conscientes del valor de las palabras de Cristo, cuando decía: “En el día del Juicio os serán tenidas en cuenta hasta vuestras inútiles palabras”, es decir, este hablar por hablar, sin propósito definido alguno, que utilizan la mayoría de las personas que como verdaderos “boomerangs”, retornan a ellas llevando su fruto de karma. Es evidente la cualidad altamente nociva de este fruto cuando se emplea la crítica, la murmuración o la maledicencia. Entonces este fruto será realmente amargo y contendrá las duras semillas de la prueba kármica, que sólo serán disueltas o destruidas cuando el alma del hombre sea capaz de permanecer en verdadero y sentido silencio.

Una voz, una palabra o un sonido contiene en esencia la creación. Cuando en los textos bíblicos o en los sagrados cantos védicos se nos dice que “El Universo es el resultado de la Palabra o del Verbo divino”, se está refiriendo a la magia creadora del sonido. La Voz de Dios, rasgando los éteres y poniéndolos incandescentes, es decir, originando el misterio del Fuego, crea todo cuanto existe en el Universo “en donde vivimos, nos movemos y tenemos el ser”.

El Karma de Dios, hasta donde nos es posible comprenderlo, dependerá, pues, de su propio aliento creador, expresado a través de la cualidad infinita de su Verbo o de su Palabra. La voz es el distintivo peculiar del Ser interior, ya se refiera a la pequeñísima conciencia que alienta en la diminuta esfera del átomo o a la más exaltada conciencia cósmica. Sólo la longitud de onda, el poder de rasgadura de los éteres, la intensidad del Fuego creador y la potencia indescriptible del Verbo diferencia esta expresión infinita del ser y la extensión del círculo-no-sepasa, o aura, que se extiende fuera del mismo y define el marco en el interior del cual se cumple y desarrolla la ley del karma.

La magia del alma

El ser humano, lo mismo que cualquier ser manifestado, prescindiendo de su mayor o menor abertura de conciencia, se define por la Voz. Su vibración particular, la que le sirve de vehículo del sonido, crea un color especial al rasgar los éteres, que puede ser percibido por el clarividente entrenado. Por esta vía cualquier ser humano puede ser seguido en la evolución del mundo espiritual, por el rastro de luz que deja tras sí y que convenientemente seguido por el experimentado observador lo lleva directamente al centro de conciencia, o alma en evolución. Aun cuando la multiplicidad de voces, o estados de conciencia, van tejiendo y destejiendo en el éter multiplicidad de colores, hay un color distintivo especial invariable que es precisamente el que sirve de referencia espiritual y que permanece inalterable en el centro de la incesante movilidad de los colores circunstanciales o pasajes envolventes. La Voz a la que nos estamos refiriendo es la del alma humana, y hay mucho para profundizar en este sentido y en las elevadas consecuencias de su relación con el tiempo y con el espacio etéreo, en el que tiene su morada el alto secreto de la Magia.

La voz del Alma, el poder del gran sonido OM que la caracteriza, es creadora de situaciones permanentes y reside en ella la capacidad de transformar la vida y destruir el karma. Esta capacidad inherente al alma, de transformar la vida en términos de realización, es Magia, el poder de crear a voluntad las situaciones kármicas, que aparecían como aspectos fatales e implacables de la Voluntad de Dios respecto a nosotros, y de conducir la nave de la vida hacia océanos infinitos de liberación. El Verbo, o Voz del Alma, es el poder mágico que convenientemente empleado puede destruir dentro de la conciencia el aliento de todas las voces menores, recuerdos de otras vidas y apegos a lo inmediato que nos circunda y que en su mutua y fatal interdependencia crea y origina el misterio del karma. El llanto de un niño que nace y el estertor de un moribundo son voces menores que nos hablan de nuestra relación con el espacio y el tiempo, en tanto que la Voz del alma, una vez reconocida y conscientemente pronunciada, nos hará testigos del gran Misterio de. la eternidad. La magia de la Voz del alma es poderosísima, pues es un vehículo de la Voluntad de Dios. El secreto del cuarto reino, o reino humano, reside en el consciente empleo del Mántram solar OM, de cuyo sonido específico cada alma participa en la medida justa de sus fuerzas y posibilidades.

Cada reino tiene su propia Voz, su propio distintivo en color y sonido, y en el descubrimiento de este misterio se halla el conocimiento de las almas grupales, minerales, vegetales y animales que en cada reino de la Naturaleza realizan su evolución. De esta manera el esoterista entrenado, o el iniciado, pueden seguir fácilmente la historia del planeta con solo aguzar sus experimentados oídos para escuchar la Voz o seguir el rastro de luz que cada una de las almas grupales emite como característica distintiva de su vida en evolución. Dentro del misterio que oculta cada reino y que se exterioriza a través de cada una de sus innumerables criaturas, es posible seguir el rastro de luz y de sonido que emite cada una en particular y aprender a materializarlas según técnicas científicas de invocación. Los aspectos de milagro, magia o prodigio, que pueden producir los esoteristas experimentados tienen su raíz en dos aspectos científicos muy definidos, que sin darnos cuenta estamos utilizando a cada instante: el oír y el hablar. Esta magia que está tan a nuestro alcance origina situaciones planetarias, pues los hombres como un todo pronuncian voces y emiten sonidos, que al adueñarse de los éteres producen el karma de la humanidad. Ya sea en lo individual o en lo planetario, todo depende de la calidad de nuestras luces y de nuestros sonidos. A medida que el individuo va sutilizando sus expresiones de luz y de color se va acercando al Sonido característico del Alma Solar o Planetaria, el OM, y aprende a ver la luz que este OM genera al poner incandescentes los éteres, que lo hacen sensible a la Vida que rige el conjunto planetario. En esta forma se pone inteligentemente en relación con Aquel que utiliza el planeta Tierra como cuerpo de Su expresión, y aprende la técnica suprema de reproducir en su pequeña vida el OM solar, por el cual es posible la evolución de los planetas del Universo.

Cada vez que hablamos estamos reproduciendo el misterio solar de manifestación y colaboramos con nuestra palabra a la perpetuación de este misterio. Cuando somos conscientes del valor afirmativo del Verbo, como creador de situaciones individuales o mundiales, es que podemos medir el alcance de nuestra responsabilidad planetaria. También se podrá comprender la reticencia y circunspección del iniciado frente al misterio de la Palabra y el porqué de sus prolongados silencios y de su culto a la ley de la oportunidad cíclica, en la cual todas las palabras deberían ser pronunciadas. Él sabe del poder y de la responsabilidad de cada una por insignificante que parezca, y de la relación de ellas con la voz o sonido de las criaturas invisibles que pueblan los éteres y que al ser “materializadas” por invocación determinan las condiciones planetarias. La ampliación de este concepto, al que haremos nueva referencia en el capítulo dedicado a los devas, y su cuidadoso estudio, debería hacernos muy responsables y hacernos conscientes de que la iniciación, con sus infinitas oportunidades y posibilidades, es un resultado de emplear cuidadosa e inteligentemente las palabras y de la capacidad de silencio, en virtud del cual los oídos internos se abren a la majestuosa sinfonía de Creación.

Siguiendo atentamente el curso de estas ideas, están entrenándose para los grandes secretos de la magia. Con sólo responsabilizarse plenamente de cuanto digan o hagan (hacer es otra forma de decir) y de utilizar palabras correctas en sus conversaciones, cuidando que cada una de ellas no hiera ni mortifique a los demás, de ser parcos en sus comentarios, evitando palabras inútiles y sin sentido, están convirtiéndose por obra y gracia del Verbo en verdaderos Magos blancos, en verdaderos teurgos de la buena ley.

Están derrumbando por este sencillo procedimiento, las estructuras poderosas que sostienen el mal karma planetario, constituido por cuanto dijeron o hicieron incorrecto todas las generaciones precedentes.

Nos referimos al OM solar y también al AUM planetario. El doble OM y el triple AUM son los sonidos que en su mutua y armoniosa conjunción producen al hombre realizado, al ser humano perfecto o Maestro de Compasión y de sabiduría.

Cuando nos referimos al Cristo, como Maestro de Maestros, en su simbólica apreciación espiritual y no simplemente física se lo ha presentado como una estrella de cinco puntas de un brillo azulado intensísimo que se proyecta en lo infinito de los éteres. La estrella de cinco puntas es, desde el punto de vista de nuestro estudio acerca de la Palabra, Verbo o Sonido, un resultado de equilibrar el Verbo Solar OM con el triple sonido AUM, que es una respuesta de los tres reinos inferiores de la Naturaleza, mineral, vegetal y animal, a la voluntad del Hombre espiritual o alma, que los utiliza como vehículos de expresión. También el triple AUM tiene relación con los vehículos periódicos de la personalidad, que utilizan materia de cada uno de los reinos para crear unas estructuras definidas, que servirán de Cáliz, Recipiente o Tabernáculo para la expresión del verbo.

El OM es un Sonido Solar o Verbo del Alma. Participa a la vez de la gloria monádica y del sonido o palabra que se eleva de cada uno de los Reinos. Es un sonido doble que al ser pronunciado correctamente produce integración de los reinos, o en una esfera más reducida integración de los vehículos mental, emocional y físico que utiliza el alma para su evolución en el tiempo.

Un pequeño diagrama aclarará esto:

OM. Sonido de Relación e Integración. La Voz del Alma

A. Mundo mental relacionado con el Reino animal.

U. Mundo emocional relacionado con el Reino vegetal.

M. Mundo físico relacionado con el Reino mineral.

La descripción simbólica de Cristo como una estrella perfecta de cinco puntas indica que Cristo es el verdadero hombre perfecto o Solar y que el AUM o triple sonido de la Naturaleza se manifiesta, a través de cada uno de los cuerpos expresivos del hombre, estando sometidos armoniosamente a la Voluntad superior del OM sagrado. El símbolo de esta armonía por la cual el hombre celeste tiene poder omnipotente sobre sus vehículos y a través de los mismos sobre cada uno de los reinos de la Naturaleza, lo tenemos en su más pura expresión en el gran misterio iniciático de la transfiguración en el Monte Tabor en el que Cristo, radiante de luz, tiene a sus pies tres discípulos dormidos, sometidos a Su voluntad superior; ellos simbolizan los tres cuerpos periódicos de manifestación cíclica que el alma utiliza para su evolución espiritual.

En este cuadro en que presentamos el Verbo Solar OM como alma espiritual y al triple sonido AUM como los tres sonidos que se elevan de cada reino, como un Canto al Padre, está resuelto el gran Misterio de la Creación Universal que si bien se examina no es sino una expresión de la Magia suprema de Dios en relación con la naturaleza entera o Universo solar que le sirve de vehículo y morada.

Mediante el conocimiento que acaban de obtener, comprenderán los reiterados y constantes esfuerzos de los Ashramas y de las auténticas escuelas esotéricas del mundo, para enseñarles a los aspirantes espirituales, las verdades que les servirán para guiar sus pasos por el sendero espiritual; armonizar e integrar sus vehículos inferiores, limpiarlos de todas sus impurezas o sonidos extraños, para poder oír la nota típica de cada uno de los reinos de la Naturaleza e integrarlas por el poder de la mente y la intensidad del propósito interno, ofreciéndolas humildemente a la Voluntad superior para que ésta las utilice como fuerzas bienhechoras de la humanidad.

 

 

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