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Vicente Beltrán Anglada


"A JEZASEL
El Ángel amigo
que tanto me ayudó
en mis pesquisas internas,
con gratitud y reverencia"

-V.B.A
.


 

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Estructuración Dévica de las Formas

CAPÍTULO XV
LA GRAN ANALOGÍA HUMANO-DÉVICA



En el primer volumen de este Tratado Esotérico tratábamos de responder a una de las incógnitas espirituales más interesantes desde el ángulo oculto, la que hace referencia al Sexo de los Ángeles, llegando a la conclusión de que existe un sistema generativo en la vida de los mismos que permite su perpetuación en el tiempo y que, por tanto, han de existir forzosamente ciertos atributos etéricos específicos cuya misión es precisamente atender la continuidad de vida de las especies o familias angélicas a través de determinadas formas específicas. Guardando una estrecha relación analógica con los seres humanos, los Ángeles utilizan el principio universal de generación para reproducirse, aunque no de manera similar a la de los hombres, por cuanto las características del Reino son diferentes, pues, como sabemos, las formas dévicas son etéricas y constituyen centros individualizados de energía cósmica, debiendo tener presente que el ÉTER, como esencia de creación, llena todos los Planos del Universo, y que la idea de los contactos físicos establecidos entre hombres y mujeres en el sentido de la generación se convierten en conjunciones magnéticas en lo que respecta a la vida de los Ángeles. Sólo los devas que están por debajo de la evolución humana, como la mayoría de los espíritus de la tierra y los ángeles lunares, poseen ciertos atributos generativos parecidos a los que utilizan los seres humanos, escapando por completo a nuestra consideración intelectual la manera como se reproducen los Ángeles superiores que rigen los Reinos de la Naturaleza, los que construyen los cuerpos físicos, astrales y mentales de la Raza humana y los que vivifican las especies superiores de los Reinos subhumanos en evolución. Sin embargo, utilizando el principio hermético de analogía que rige nuestras investigaciones esotéricas, aceptamos íntegramente el hecho de que todas las Entidades angélicas del Universo se reproducen cíclicamente, que poseen un sistema generativo que les es propio y que utilizan a este fin ciertas polaridades eléctricas o magnéticas más allá del alcance de nuestro humano entendimiento.
 


La Edad de los Devas

Siendo así, habremos de admitir lógicamente que los Ángeles están sujetos también a un proceso de evolución en el tiempo universal y que por inmenso que sea el ciclo expansivo de sus vidas inmortales, este ciclo estará condicionado por las leyes augustas que regulan la edad o el tiempo de permanencia dentro de una forma dévica o angélica determinada. El hombre evoluciona a través de la forma por el sistema de crecimiento interno y por la ley kármica de renacimiento; los Ángeles evolucionan por medio de la energía y por un sistema misterioso de “renovación incesante de sus atributos creadores”. El hombre va del instinto a la intuición pasando por el intelecto, y a que utiliza son cada vez más sutiles. El Ángel surge sin esfuerzo del ÉTER, siguiendo un impulso natural, técnicamente, ENERGÍA, que le transmite la propia Divinidad. Tal estímulo, acrecentado conforme avanza la evolución universal, permite creaciones o construcciones cada vez más bellas e incluyentes en la vida de la Naturaleza, dado que, tal como hemos ido explicando en otras partes de este Tratado, el hombre PIENSA y el Ángel CONSTRUYE, es decir, que existe una permanente conjunción humanodévica, admirablemente sintetizada en el conocido aforismo esotérico “LA ENERGÍA SIGUE AL PENSAMIENTO”.

Por tanto, si seguimos el hilo de todos estos razonamientos que nos sugiere el principio de la analogía, deberemos aceptar la idea de que los Ángeles poseen también una edad cíclica que puede ser medida a partir del momento en que iniciaron determinado ciclo de vida bajo la forma específica de una definida familia o especie dentro del maravilloso mundo angélico. La pregunta esencial, incisiva y directa debería ser forzosamente ésta: ¿qué cómputos de tiempo rigen la vida de los Ángeles? Recordamos haber hecho esta pregunta a un Deva muy evolucionado, el Cual nos contestó muy afablemente “que carecía de edad”, añadiendo seguidamente que “... los Ángeles, en su multiplicidad de jerarquías, carecen de mente especulativa y que, por tanto, no tienen una noción del tiempo como los seres humanos”. “Los factores que originan la sensación de tiempo -prosiguió el Deva- son el esfuerzo, la lucha, la impaciencia y la fatiga, condiciones propias de los cuerpos sujetos a gravedad y a la densidad del aura planetaria, de la que extraen sus capacidades naturales de vida y de experiencia.” De acuerdo con esta explicación, sencilla pero contundente, resulta muy lógico que los Ángeles no le asignen importancia alguna al tiempo por cuanto carecen de gravedad, ya que sus cuerpos son etéricos y no están sujetos como el hombre al esfuerzo y a la fatiga, aunque, de acuerdo con el principio universal de ENERGÍA, de la cual Ellos son una mística emanación, “siguen escrupulosamente y con toda reverencia los ciclos inmortales de actividad o de tiempo marcados por el Logos”. Analizadas estas ideas muy profunda y analíticamente cabría admitir que el ciclo de vida o “edad cronológica” de un Deva dependerá de su grado particular de evolución, es decir, de la sutilidad del ÉTER en donde vive inmerso y que condiciona su velocidad de desplazamiento por los espacios siderales, teniendo en cuenta -según nos fue revelado- que la velocidad normal o natural de movimiento en un Deva altamente evolucionado dentro de nuestro Universo es la de la luz, es decir, de trescientos mil kilómetros por segundo, la unidad de velocidad utilizada en los cálculos astronómicos. Sin embargo, esta velocidad en los desplazamientos siderales es ampliamente rebasada por los Ángeles superiores del Sistema, en los Cuales se verifica el fenómeno esotéricamente descrito como de “simultaneidad en el tiempo”, o sea, que para Ellos no existe prácticamente la distancia. Por decirlo de alguna manera, estos excelsos Devas o Ángeles superiores constituyen, misteriosa e incomprensiblemente, el Espacio y rigen desde las insondables oquedades del mismo todos los fenómenos que pueden ser registrados en el Tiempo. Hay, por tanto, desde el ángulo esotérico, una directa relación de analogía entre el principio de gravedad, la velocidad de movimiento por el espacio y la edad de los Devas. El principio de gravedad, porque siempre es un indicio de substanciación material, indicando peso, dificultad de traslación, esfuerzo y fatiga; el movimiento de traslación, porque viene condicionado por la mayor o menor sutilidad del éter que entra en la composición de las formas o de los cuerpos, y la edad cronológica, porque, por su naturaleza, es “una extensión en el tiempo”, pudiendo decirse que un ciclo de tiempo será tanto más amplio y dilatado cuanto menor sea la gravedad de los cuerpos y mayor la velocidad de movimiento. De acuerdo con el sentido de estas ideas, las investigaciones ocultas nos han permitido entrever la edad media de los Devas más cercanos a la evolución espiritual de la humanidad. Esta edad se rige por una constante matemática que podría ser representada así:

HOMBRE es a 1 lo que DEVA es a 360,

es decir, que por cada año que viva el ser humano, los Devas viven 360, no siendo en manera alguna arbitrarias estas cifras, ya que corresponden a la división por grados de cualquier círculo geométrico en la vida de la Naturaleza. Así, si esotéricamente se le asigna a la vida física de la humanidad una duración media de 72 años, que corresponde cíclicamente a un grado de meridiano dentro del gran Círculo Precesional de los Equinoccios, la edad media de los Devas será de: 72 x 360 = 25.920 años, abarcando la totalidad de un ciclo terrestre de retrogradación, es decir, de una traslación completa por las inmensas franjas de los Cielos, condicionadas por las doce Constelaciones del Zodiaco. La edad cíclica de 25.920 años terrestres con respecto a los Devas más cercanos a la evolución humana nos dará una idea de su enorme poder de “extensión en el tiempo” y, paradójicamente, de su extraordinaria capacidad de “vivir fuera del tiempo”. Las enormes cifras antes descritas serán considerablemente aumentadas cuando se hace referencia a los Ángeles superiores del Sistema y a los Ángeles planetarios que rigen los Reinos, las Razas y las especies, los cuales pueden persistir cíclicamente “bajo la misma Forma Angélica” cantidades astronómicas de años luz en el tiempo, que naturalmente no podremos precisar, pero que imaginamos estarán regidas por unas constantes cósmicas relacionadas con la Vida Logoica dentro de nuestro Sistema Solar.

Ahora bien, la constante periódica de 72 años con respecto al ser humano -no olvidemos que el número 72 = 7 + 2 = 9 tiene que ver con la conocida sentencia esotérica “el 9 es el número del hombre”

[*En el primer volumen de este “Tratado Esotérico sobre los Ángeles”, titulado “Las Fuerzas Ocultas de la Naturaleza”, llegábamos a la conclusión de que místicamente el 9 era también, en orden de Rayos actuantes, el número del Ángel. Si reducimos a un número dígito las cifras que constituyen las edades cíclicas de los Devas, corroboraremos aquella afirmación. Veamos:
1) 360 años - 3 + 6 = 9
2) 25.920 años - 2 + 5 + 9 + 2 = 18 = 1 + 8 = 9
Esta misma constante de 9 se reafirma al analizar la edad media de los pequeños devas constructores, o espíritus de los elementos:
Gnomos - 288 años = 2 + 8 + 8 = 18 = 1 + 8 = 9
Ondinas - 360 años = 3 + 6 = 9]

-y el grado de acercamiento al mundo etérico de las formas substanciales en la vida de la Naturaleza por parte de los devas, que es otra constante matemática sometida a nuestra consideración, podría facilitarnos algunos indicios acerca de la edad probable de los elementales constructores o espíritus de los elementos. Tal como hemos considerado en otras partes de este Tratado, tales devas son:

a. Espíritus de la tierra (GNOMOS);
b. Espíritus de las aguas (ONDINAS);
c. Espíritus del Fuego (SALAMANDRAS y AGNIS inferiores);
d. Espíritus del aire (SILFOS o SÍLFIDES);

ocupando cada uno de tales grupos una zona etérica determinada de entre las cuatro que integran el Plano físico, es decir:

a. Cuarto subplano físico (subetérico) o Primer Éter - Gnomos.
b. Quinto subplano físico (etérico) o Segundo Éter - Ondinas.
c. Sexto subplano físico (subatómico) o Tercer Éter - Salamandras.
d. Séptimo subplano físico (atómico) o Cuarto Éter - Sílfides.

Hay aquí dos elementos a considerar de acuerdo a lo dicho anteriormente: primero, la edad mística del hombre de 72 años, que, al parecer, es una constante cósmica, y segundo, el grado de sutilidad del Éter en donde viven y tienen su razón de ser los espíritus de los elementos o devas constructores. De acuerdo con estas dos constantes, podríamos establecer las siguientes relaciones:


Salamandras - 432 años = 4 + 3 + 2 = 9
Sílfides - 504 años = 5 + 4 = 9

Esta es, a nuestro entender, la edad media de los devas constructores, o espíritus de los elementos, debiendo tener en cuenta que esta edad media es solamente una simple medida de indicación, lo mismo que la edad media de 72 años ha sido entresacada visando la vida entera de la humanidad y no la unidad aislada que es el hombre. No podemos decir, por tanto, que un SILFO del aire deba vivir inevitablemente 504 años, sino que esta es la edad media que corresponde al ciclo de vida de la especie a la cual pertenece, lo cual quiere significar que habrá sílfides que vivirán más de mil años y que otras no llegarán a los 300, dado que, según hemos podido observar durante el curso de nuestras investigaciones ocultas acerca del mundo dévico, los espíritus integradores de los elementos del Plano físico están sujetos a las enfermedades, a la vejez y a la muerte, aunque todo ello se realice en forma muy diferente a la de los seres humanos.

La Reencarnación de los Devas

La exposición de estas ideas nos obliga a formulamos otra muy interesante pregunta desde el ángulo esotérico: “¿reencarnan los Devas?”, es decir, ¿están Ellos, al igual que nosotros, atados inexorablemente a la Rueda de Samsara que rige la ley kármica de muerte y nacimiento?

Bien, esta pregunta podría ser contestada afirmativamente, ateniéndonos al principio de analogía que rige para nuestro Universo de Segundo Rayo, aunque teniendo en cuenta que la muerte y el proceso de renacimiento pueden ser radicalmente distintos a tal como los verificamos los seres humanos, desde el ángulo puramente físico y sin otras medidas de consideración que las que nos suministran nuestros cinco sentidos corporales y nuestro grado de percepción mental. Deberemos tener en cuenta, ante todo, que la muerte como fenómeno de extinción física y posterior proceso de desintegración de la forma no opera en los niveles etéricos por cuanto es en estos niveles precisamente a donde van a parar todos los residuos etéricos que se liberan de los cuerpos físicos densos en proceso de desintegración. Hay que observar, sin embargo, que pese a la sutilidad del éter en donde viven inmersos los elementales constructores, siempre será perceptible a la visión esotérica un intervalo de descanso, aunque mucho menos prolongado que en el caso de los seres humanos. Una especie de Devachán por el que ha de pasar un deva o elemental constructor antes de asumir un nuevo vehículo etérico, teniendo presente, de acuerdo con las leyes infinitas de la evolución, que hay una línea progresiva que lleva a los GNOMOS a convertirse en ONDINAS, a las ONDINAS en SALAMANDRAS o pequeños Agnis del Fuego, a las SALAMANDRAS en SÍLFIDES y a las SÍLFIDES en Devas directores del proceso de construcción de Formas en la vida de la Naturaleza. Así, podríamos decir que un Deva de evolución similar a la de un ser humano espiritualmente integrado lleva tras de sí la experiencia mística de los cuatro niveles etéricos trascendidos, de idéntica manera a como el hombre superior lleva consigo la experiencia del Cuaternario inferior, integrado y trascendido, es decir, del cuerpo físico, del vehículo etérico, de la sensibilidad astral y de la mente concreta. En todos los órdenes de la vida puede hallarse siempre la analogía, ya que en ella se encuentra la clave del conocimiento perfecto.

Hay que considerar también que en cada uno de los niveles etéricos del Plano físico hay diferentes grados de sutilidad y que cuando hablamos, por ejemplo, del quinto subplano físico, que corresponde al segundo nivel etérico, no nos referimos a que viven allí solamente los elementales constructores o “espíritus de las aguas”, llamados esotéricamente ONDINAS, sino que hay una prodigiosa multiplicidad de devas en evolución, desde las simples ONDINAS hasta los poderosos NEPTUNOS que integran con su extraordinaria vida dévica los grandes océanos del planeta. Lo mismo puede ser aplicado a los demás niveles etéricos, aunque extendiendo la idea a los subplanos de todos los demás Planos del Universo, en donde, de acuerdo con la ley de sutilidad de la substancia utilizada en orden a la creación de formas integrantes, habrá que imaginar -si podemos hacerlo- una extraordinaria capacidad de vida dévica con facultades y atributos divinos más allá del más elevado entendimiento humano.

Consubstancialmente con la idea de renacimiento tenemos la del karma, y es ahí, sobre este punto, donde deberemos aplicar creadoramente la analogía. Nuestro Universo en su totalidad es kármico, ya que se halla en proceso de manifestación cíclica en el Tiempo, y lo mismo podría decirse de todo Universo, Constelación o Galaxia que pueblan los mares infinitos del Espacio. Así, pues, hablar del karma de los Devas, sea cual sea su grado de evolución espiritual, no es una mera hipótesis de nuestra mente, sino una certeza total que nace de la aplicación correcta del principio de analogía. Lo único que hay que tener presente, en todo caso, es que el karma de los Devas es muy diferente al de los seres humanos. El karma del hombre es crear, a través de la experiencia resultante del contacto con la substancia material de los niveles mental, astral y físico; el del Deva es construir, mediante una energía potencial que les es propia, los vehículos de substancia que los Reinos de la Naturaleza precisan para realizar normalmente su evolución. Hemos discutido este punto en otras partes de este Tratado y no vamos a insistir sobre el mismo. Sin embargo, la sutilidad del elemento en que viven inmersas las diferentes jerarquías que constituyen el Reino Dévico las ubica, desde el ángulo de vista de la ley del Karma, en una pluralidad de zonas mucho menos conflictivas que las humanas y sin el dolor moral y físico que aqueja a las razas y a las especies en nuestro mundo físico. Siempre de acuerdo con la analogía, deberemos admitir, sin embargo, que habrá ciertas zonas de conflicto en los niveles etéricos de todos los Planos de la Naturaleza en donde exista un punto de contacto dévico con la vida de los hombres, singularmente en los niveles psíquicos en donde hace sentir más acentuadamente su presión el Guardián del Umbral de la Humanidad y en donde con mayor intensidad y potencia se manifiestan los devas lunares, sujetos todavía a la atracción inferior del arco descendente de la evolución planetaria y en donde, esotéricamente hablando, hay una permanente lucha o conflicto entre los Ángeles de la Luz y los Ángeles de las Tinieblas disputándose -tal como se dice místicamente- la presa del corazón humano. Y aquí habría mucho que hablar acerca del fenómeno psicológico -o quizá sería mejor decir psíquico- de la tentación con el fin objetivo de despertar espiritualmente el alma humana. Parte importante del karma humano se halla precisamente en la lucha que sostienen dentro de su corazón los devas de la luz y los devas de las sombras, la cual ha dado lugar a la tradición religiosa del Ángel Guardián y del Demonio Tentador, trasfondo de esta épica lucha humana hay que tener en cuenta el karma particular de ambos grupos de Devas que infiltrados en el aura etérica del hombre penetran en su corazón y le incitan a la lucha en los niveles de la existencia material.

Y con respecto al karma, deberemos admitir también -siquiera con carácter de hipótesis- el que tiene que ver con los grandes Ángeles del Universo y del propio Planeta, sujetos a la presión divina y representando estadios de la vida de Dios en los Planos o niveles de la existencia material, teniendo en cuenta que la Divinidad, pese a ser Omnipotente en todos los órdenes de la vida manifestada, no puede llegar a establecer contacto con Sus infinitas Creaciones si no es a través de Sus Directos Mensajeros, los Ángeles. Ellos son los que construyen la soberbia estructura del Universo según los Planes de la Ordenación divina y utilizan la ENERGÍA que surge de Sus Cuerpos Radiantes para mantener inconmovible dicha estructura a través de las edades, siendo el Karma particular de tales Esplendentes Entidades Angélicas la actividad maravillosa que desprende de Sus indescriptibles Cualidades espirituales, que, esotéricamente, se describen como: Conocimiento de los Sabios Designios del Señor, Integración de las Justas Medidas de Su Indescriptible Inteligencia y Construcción de todos y cada uno de los Planos del Sistema Solar.
 

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