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Vicente Beltrán Anglada


"Que el contenido les sea útil y pueda servirles de inspiración en el intento supremo de sus respectivas búsquedas, es nuestra más humilde y sincera plegaria..."
-V.B.A
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Los Angeles en la Vida Social Humana


CAPÍTULO III

EL MISTERIO DEL ATOMO DE HIDROGENO


Todo tipo de substancia, material o inmaterial -entendiendo por inmaterial en este caso el aspecto subjetivo de la Naturaleza- está constituido por átomos, cuya densidad dependerá siempre de las necesidades de evolución de la substancia que constituye cada uno de los siete planos del sistema solar. La base estructural de toda substancia, sea cual sea su grado de evolución, es el átomo de hidrógeno. Este átomo, unidad fundamental en química ya que, como es sabido, consta solamente de un protón y un electrón, tiene la particularidad -esotéricamente reconocida- de contener dieciocho infinitesimales unidades atómicas visibles únicamente a la investigación clarividente, llamados ocultamente ANUS o átomos ultérrimos, cuya esencia es monádica y es la primera manifestación química del principio de vida en el Universo.

Contando siempre con la facultad clarividente, se percibe que la manifestación primera del átomo, o del conjunto de átomos de hidrógeno, tiene lugar en el cuarto subplano del físico, o primer subplano etérico, constituyendo el punto de paso de la substancia etérica superior al nivel físico más denso. En dicho cuarto subplano, los dieciocho átomos ultérrimos se diferencian constituyendo un protón y un electrón, es decir, que se convierten en un conjunto átmico formado por nueve ANUS positivos y otros tantos negativos. Podría decirse así, que las energías positiva y negativa que constituyen toda la substancia material suministrada por la Vida oculta planetaria a través de su vehículo etérico, son una combinación de energía solar y de energía planetaria, procedente la primera de FOHAT, o Fuego creador del Universo, y siendo la segunda una emanación directa del Fuego de KUNDALINI, encerrado en las entrañas misteriosas de la Tierra. El ANU, tanto si se le considera un átomo ultérrimo de tipo cósmico, como de carácter físico, representa siempre una fusión dentro de la substancia material, de estos dos Fuegos de base.

Ahora bien, examinado el átomo de hidrógeno por el sistema oculto de la clarividencia y dirigiendo la atención hacia el comportamiento de los átomos ultérrimos, se ve a éstos ejerciendo su presión sobre el protón o sobre el electrón de acuerdo con las leyes de la polaridad universal, aumentando proporcionalmente esta presión a medida que el proceso de substanciación material va teniendo efecto, es decir, que la gran Escalera de Jacob constituida por la totalidad de los elementos químicos de la Naturaleza, arranca del átomo de hidrógeno situado en los peldaños más elevados de la misma y va descendiendo de allí sumando átomos de hidrógeno con sus correspondientes ANUS, hasta alcanzar el más complejo y pesado de los elementos químicos conocidos hasta el momento presente, el Laurencio [Investigaciones científicas posteriores han confirmado la existencia de elementos químicos más pesados o con más carga de unidades de hidrógeno], el cual consta de ciento tres unidades de hidrógeno. Si el índice de dieciocho ANUS que contiene el átomo de hidrógeno fuese estrictamente proporcional, tendríamos que el átomo de laurencio seria poseedor de 103 x 18 = 1.854 ANUS y que bastaría con multiplicar por 18 el número de protones de cada elemento químico para obtener su carga completa de ANUS. Parece ser, sin embargo, que el índice de átomos ultérrimos varia con la calidad de los elementos químicos, constituyendo una rara singularidad científica.

[Hay que considerar al respecto que de la misma familia de los átomos de hidrógeno simples, aunque más complejos y con más carga de ANUS, se hallan los átomos de deuterio y de tritio, denominados en el libro QUIMICA OCULTA, de Mme. Annie Besant y Mr. C.W. Leadbeater, adyarlum y occtsltum respectivamente, conteniendo el primero 1 protón, 1 electrón y 1 neutrón, con una carga de 36 ANUS, y el segundo, 1 protón, 1 electrón y 2 neutrones, con una carga de 54 ANUS. Así, el átomo de helio que sigue inmediatamente al átomo de hidrógeno, con 2 protones, 2 electrones y 2 neutrones, aparece en dicho libro con un contenido de 72 ANUS y no con sólo 36 que aparentemente le corresponderían si se atuviese estrictamente al número de protones y electrones en relación con el átomo más simple de hidrógeno. Vemos, por ello, que la regla no es exacta en el sentido de una rigurosa analogía concreta (aunque quizás se manifieste esta analogía en los niveles subjetivos o abstractos). La señora Annie Besant y el señor Leadbeater, que fueron unos excelentes investigadores del mundo oculto, así parecen atestiguarlo en QUIMICA OCULTA, en el sentido de considerar que el número de protones y de electrones para cada elemento químico de la Naturaleza no ha de multiplicarse necesariamente por los 18 ANUS que a cada uno de ellos debería corresponderle. Existe, al parecer, una regla muy esotérica -iniciática podríamos decir- que regula el número de ANUS que constituyen el núcleo central de cualquier elemento químico, los protones o los oscilentes electrones. En todo caso, el ANU continua siendo la fuerza viva, coherente y determinante que se halla en la base substancial o química del Universo.]

El misterio del átomo de hidrógeno es, por tanto, el que pueda encerrar cualquier otro elemento químico conocido, salvo en el sentido que constituye, tal como decíamos anteriormente, el punto de paso de las energías físicas superiores hacia las fuerzas más densas de la materia. Podemos asegurar, sin embargo, de acuerdo con la lógica que se desprende de tales conclusiones, que existen átomos mucho más sutiles y ligeros que los del hidrógeno, surgidos de un proceso natural de sutilización de los mismos mediante el cual el átomo de hidrógeno, por un proceso de transmutación que se realiza dentro de la propia materia por imposición del Espíritu de Dios, va perdiendo cargas sucesivas de ANUS y da lugar a los elementos atómicos que constituyen las moléculas de substancia de los subplanos tercero, segundo y primero del plano físico solar. En lo que hace referencia al plano físico cósmico, nuestro sistema solar, esta pérdida o reducción del número de ANUS da lugar a los planos astral, mental, búdico, átmico, etc. De acuerdo con la ley esotérica que va de lo universal a lo particular; podríamos afirmar que el proceso de substanciación -al cual me he referido muy frecuentemente durante el curso de este tratado esotérico sobre los Angeles- se inicia a partir del plano ADICO, el de la propia Divinidad, en donde los átomos cósmicos constituyentes son de la máxima sutilidad y pureza, es decir, sin carga alguna de ANUS o átomos ultérrimos cósmicos. Al descender al plano MONADICO, los átomos ádicos son substanciados -si podemos decirlo así- con tres ANUS, siendo ésta al parecer la primera manifestación cíclica de la vida del Logos al crear Su Universo, representando cada uno de estos ANUS alguno de los aspectos creadores de la Divinidad, que es triple en Su naturaleza. Tal podría ser el origen para nuestra mente tridimensional, del Triángulo de la Creación mencionado en los anales ocultos. El plano ATMICO, el de la Voluntad espiritual de la Mónada, está constituido -de acuerdo con esta analogía- por átomos conteniendo cada uno una carga de 6 ANUS cósmicos. La substancia integradora del plano BUDICO, el de la unidad espiritual, está constituida por agregados atómicos que contienen 9 ANUS. Este número de ANUS constituye un misterio iniciático. Quien logre penetrar en tal misterio sabrá de las razones ocultas por las cuales el 9 es el número del hombre y también por qué el 9 es el número de la Iniciación, comenzando entonces la búsqueda del misterio a partir del aspecto esencial del ANU cósmico, el de la divina Síntesis.

[Basta considerar en relación con esta idea, que el cuarto plano del sistema solar, el búdico, está íntimamente vinculado con el cuarto éter del plano físico del que surgirá eventualmente, por un proceso de substanciación, el átomo dé hidrógeno., Está vinculado asimismo con el cuarto reino de la Naturaleza, el reino humano. No será difícil establecer por analogía el por qué los 9 ANUS del plano búdico constituyen realmente la base del axioma esotérico... “el 9 es el número del hombre”.]

El plano MENTAL está constituido por elementos atómicos conteniendo cada uno 12 ANUS, estando directamente relacionado este húmero con la gran Rueda del Zodíaco y con los 12 Trabajos de Hércules, el discípulo Iniciado. Los elementos atómicos y moleculares del plano ASTRAL contienen 15 ANUS, siendo precisamente este número el que corresponde a la sensibilidad psíquica latente en todas las cosas existentes, a los deseos y sentimientos humanos y al sexto Rayo, el de la devoción a la obra de la Divinidad, numéricamente relacionado con la simplificación dígita del número de ANUS: 15 ó 1 + 5 = 6.

Al incidir el átomo astral así constituido en el plano FISICO, le son añadidos otros 3 ANUS, completando así los 18 que corresponden al átomo de hidrógeno, es decir, un ANU para cada subplano o nivel hasta llegar al cuarto subplano etérico e iniciarse aquí la química universal de convertir en gaseosa la substancia etérica proveniente de los planos más elevados del sistema solar.

La Escalera de Jacob de los elementos químicos pasa pues por el átomo de hidrógeno, ya sea para construir los átomos pesados que culminarán en el laurencio o para sutilizarse al extremo de constituir los átomos ultérrimos cósmicos del plano ADICO, el de la Vida inmaculada de la propia Divinidad.



La Actividad de los Angeles en el Proceso de Substanciación de los Atomos Ultérrimos

La línea maestra de este tratado esotérico sobre los Angeles pasa, como Uds. habrán podido advertir, por un término que yo he considerado clave para la comprensión del Propósito divino en la vida de la Naturaleza. Se trata de la palabra substanciación, la cual, después de una meditación profunda sobre lo dicho en el apartado anterior, adquirirá un tremendo valor de síntesis, pues toda la actividad dévica analizada en el proceso místico de substanciación, a partir de la más indescriptible y absoluta diafanidad y transparencia atómica, o sea, a partir del átomo ádico sin agregado alguno de ANUS cósmicos, hasta la creación de los elementos más pesados en el orden material de la creación, que constituyen el Reino Mineral, la Osamenta del planeta, tal como ocultamente se le denomina, es una suma o acumulación constante de ANUS ultérrimos físicos al contenido molecular de cualquier tipo de substancia. El éter del espacio es esencialmente una carga eléctrica que se va repartiendo equitativamente por todos los planos del Universo, constituyendo la estructura geométrica y química del mismo. La unidad eléctrica de base en el Universo será, sin duda, la que resulte del equilibrio dentro del átomo esencial o divino, es decir, dentro del ANU cósmico, el cual, como unidad atómica de base, consta de tres elementos, uno dinámico o positivo, otro aparentemente estático o negativo y en el centro de ambos surge el tercer elemento, de carácter inmensamente ígneo y de deslumbrantes resplandores, operando en el centro de aquellos en virtud de las leyes universales del equilibrio. De ahí que se le asigne al ANU, ya sea en su naturaleza cósmica o en su aspecto meramente físico, no solamente cuantitativo como creador de toda la substancia química del Universo, sino también un valor cualitativo como causa oculta de la electricidad, universal y planetaria, pudiendo ser comprendido así el origen común de la materia y de la energía, siendo aparentemente el permanente equilibrio que existe entre ambas aquella Fuente de Poder que llamamos Jerarquía Angélica del Universo, una Fuerza que determina al parecer la expresión natural de todas las formas creadas. Así, extremando al máximo nuestro sentido critico de valores y utilizando al propio tiempo el principio hermético de analogía, nos será posible considerar quizás que el equilibrio dentro de un átomo ultérrimo, o ANU físico, o dentro de cualquier otro centro de equilibrio universal, o ANU cósmico, en la vida de la Naturaleza, es la representación de un diminuto e imperceptible deva o de un glorioso Arcángel, cuyas naturales misiones serán, sin duda, el producir luz, radiación, magnetismo o aquella energía base de expansión de la Vida divina en el Universo que llamamos técnicamente electricidad, viniendo determinada la calidad de la jerarquía angélica por la diafanidad, intensidad y transparencia de las energías que irradien del centro equilibrio del que dimanen o al que de una u otra manera vitalicen. El trabajo de substanciación del ANU cósmico primordial hasta convertirlo en un átomo de hidrógeno físico y la tarea acumulativa de los átomos de hidrógeno hasta constituir la materia más pesada, es una misión encomendada a los devas y podríamos decir, esotéricamente, que en el centro de cada uno, de los elementos químicos conocidos, se halla una minúscula e inadvertida entidad dévica, cuya luminosa vida mantiene en equilibrio el contenido molecular o atómico de cualquier forma creada y es responsable de la calidad de sus radiaciones.

Vista esta idea desde el ángulo cósmico, nuestro Universo y aún el Propio planeta aparecerán como centros de equilibrio creados por la intervención de ciertas Entidades angélicas, las cuales, pese a Su indescriptible evolución cumplen una función similar a la de las Pequeñísimas e insospechables vidas dévicas que mantienen en equilibrio estable la infinitesimal estructura de un átomo físico Ultérrimo... Por estas y por otras todavía más ocultas razones, el proceso substanciador del éter, tal como veíamos en las primeras enunciaciones de este tratado, tiene un carácter eminentemente angélico, pudiendo afirmarse que las entidades dévicas -en todas sus huestes y jerarquías- irán perdiendo progresivamente su significado meramente místico para introducirse en las áreas de la investigación científica, singularmente en aquellas mayormente relacionadas con las maravillosas combinaciones geométricas observadas en el interior de todos y cada uno de los elementos químicos que constituyen los compuestos moleculares, por cuanto se comprobará que cada forma geométrica -sea cual sea su disposición- está directamente relacionada con la vida de un grupo específico de devas, cuyas vibraciones, reflejadas desde ignoradas regiones subjetivas, crean aquel particular tipo de figuras geométricas, esferoidales, cónicas, piramidales, cilíndricas, etc., las cuales, armoniosamente entrelazadas, constituyen la característica definida de cualquier grupo de elementos químicos, tal como puede ser percibido con ayuda de los modernos microscopios electrónicos. Así, al Conocido aforismo platónico Dios geometriza..., podría serle añadida otra afirmación esotérica igualmente verídica y categórica ... mediante la energía creativa de los Angeles. El axioma tendría entonces, además de su carácter eminentemente filosófico, una expresión afirmativa de naturaleza científica.

Estas conclusiones de carácter universal, a las que nos hemos ido aproximando siguiendo un proceso sistemático de analogía, podrían depararnos una visión mucho más completa del mundo físico que nos rodea, llegando a la consideración de que todo cuanto existe en la Naturaleza, sea cual sea su forma, cualidad, reino o especie, no es más que un agregado de átomos de hidrógeno en diversas y complejas fases de substanciación, entendiendo que las formas materiales se caracterizan por orden de densidad..., viniendo condicionadas por el número de átomos de hidrógeno que componen el núcleo atómico de cualquier elemento químico. Vemos así que entre el átomo más ligero, o de hidrógeno, con un sólo protón y un solo electrón, y el más pesado, el laurencio, con una carga de 103 átomos de hidrógeno, se extiende toda la gama de elementos químicos conocidos hasta ahora, constituyendo mediante sus diferentes pesos atómicos y estructuras geométricas definidas el universo material, el indescriptible e inmenso depósito substancial del cual cada vida y cada unidad de conciencia extraen el contenido molecular que ha de constituir su forma física. Hay que admitir, por tanto, que toda expresión de vida vendrá absolutamente condicionada por la calidad de los elementos químicos y compuestos moleculares que entran en la composición de la forma, organismo o vehículo que ha de utilizarse durante el proceso evolutivo o kármico, teniendo en cuenta que los vehículos o mecanismos de expresión del ser humano -el cual lógicamente ha de constituir el centro de nuestra atención- son cuatro:



 

Cada uno de estos mecanismos de manifestación cíclica está compuesto por conjuntos moleculares de elementos químicos, que van aumentando de densidad a medida que el impulso espiritual a través del alma o conciencia va descendiendo desde los subplanos superiores del plano físico a los inferiores, aglutinando materia cada más densa según sea la calidad de los vehículos expresivos, los cuales se caracterizan, tal como veíamos anteriormente al analizar el aspecto universal del proceso, por la cantidad de ANUS que son absorbidos en cada plano a medida que la fuerza del alma va incorporándose en la materia. Una pequeña tabla de analogía el sentido de cuanto hemos venido estudiando en este apartado:

Lo único que variará, por tanto -y en forma incomprensible para nuestra mente- será la sutilidad infinita de los ANUS correspondientes al plano físico cósmico, nuestro sistema solar como un todo, en relación con los del plano físico solar, considerado como nuestro universo material. Establecer una correcta analogía sobre este punto parece constituir un misterio iniciático... 

 

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