LA HUMANIDAD Y EL MUNDO DEVICO
La naturaleza y el mundo dévico
Uno de los principales cometidos de los Ashramas de la
Jerarquía, en relación con los discípulos mundiales de esta
era de transición que estamos viviendo, es prepararles para
establecer contacto consciente con el reino dévico. Este
reino, en sus infinitas gradaciones abarca estados de
evolución que se extienden desde las pequeñas criaturas que
viven en los elementos de la Naturaleza y constituyen las
cualidades características del fuego, del agua, del aire y de
la tierra y de los distintos éteres del plano físico, hasta
los más exaltados Arcángeles, de categoría similar -en lo que
a evolución espiritual se refiere- a la de los propios Logos
creadores. En esta inmensa escalera de Jacob, simbólicamente
hablando, “por la que ascienden y descienden los Ángeles”,
cada deva y cada elemental constructor a sus órdenes, conocen
exactamente la índole particular de su misión que ordenada en
su conjunto constituye el Universo manifestado, es decir, el
campo expresivo de los Dioses y de los hombres.
Quizás tengamos ocasión de ver más adelante cómo trabajan y
evolucionan los devas en sus distintas gradaciones o
jerarquías. Pero, lo que interesa, es despertar el interés de
los aspirantes en el Sendero por el mundo dévico, por esta
inmensa área esotérica espiritual, corrientemente dejada de
lado incluso por muchos de los llamados “esoteristas”.
La mayoría de personas, las potentemente polarizadas en el
mundo mental concreto, caen a veces en la falsa postura de
considerar una superstición hablar de los devas, sin saber que
éstos, como agentes constructores de la Naturaleza y
depositarios del Plan específico de la evolución planetaria
diseñada por la Voluntad divina a través de los
indescriptibles Arquetipos superiores, están tan
indisolublemente unidos al proceso histórico, racial y
espiritual de la humanidad como lo están la sangre y los
tejidos nerviosos dentro del cuerpo humano.
Hay también la posición de aquellas otras personas que
“hastiadas” de las enseñanzas, frecuentemente dogmáticas, de
las religiones organizadas, se resisten a tomar en
consideración toda información relativa a este importante
aspecto de la enseñanza esotérica. Comprendemos claramente la
razón de ambas posturas y nos guardaremos de criticarlas. Lo
único que podemos hacer en todo caso, es relatar nuestras
propias experiencias en relación con el mundo dévico, hablar
de la entrañable amistad del mismo respecto al reino humano,
contar algunos de nuestros contactos con devas de distintos
niveles de evolución, transmitirles algunas de sus enseñanzas
y tratar de hacer comprensibles el exquisito interés de los
mismos por todos los hijos de los hombres, su excelso amor por
los niños por quienes velan amparados por su inocencia con
entrañable y singular afecto, su protección decidida a
aquellos que sinceramente se aman, sus tiernos y fraternales
cuidados para los enfermos y todos cuantos sufren, y su
especial devoción y simpatía hacia los seres humanos capaces
de comprenderles y recibir sus mensajes llenos de sencillez,
profundidad y ternura.
Los aspirantes espirituales que empiezan a hollar el Sendero
deberían saber que el discípulo en entrenamiento iniciático ha
de ser capaz de establecer contacto con la obra de Dios en
todos los niveles posibles, desde los niveles etéricos, aún en
orden físico, hasta el propio plano búdico en donde mora
habitualmente el Maestro, pasando por los distintos subplanos
de los planos astral y mental, hasta llegar a ser plenamente
consciente de su Yo superior, el punto central de todo su
posible y extenso campo de percepciones y relaciones. La toma
de conciencia de cada plano jalona el camino iniciático, y es
partiendo de la plena conciencia individual de un plano que se
pasa al siguiente superior. El método que sigue el discípulo
en este proceso de traslación de su conciencia es de
“investigación científica”. ¿Qué se quiere significar
exactamente con estas dos palabras? La misión específica de la
ciencia es investigar y comprobar. Esto es precisamente lo que
hace el discípulo, de manera que cuando formula una
declaración, y hay que advertir que ciertas declaraciones
entrañan una gran responsabilidad, ya sea en relación con el
Sendero que está recorriendo o con la conciencia de
determinado plano, sus palabras tienen no sólo un carácter
netamente afirmativo, sino que aportan además el testimonio de
ciertos hechos habitualmente ocultos dentro de los tupidos
repliegues de la conciencia humana.
Al referirnos a los devas o a algún hecho o experiencia de
carácter espiritual vividos dentro o fuera del Ashrama
partimos de este principio básico de investigación y
comprobación científica.
La técnica del silencio
Establecer contacto con los moradores del mundo dévico no es
tan difícil y complicado como a simple vista parece. Es
indispensable, sin embargo, “creer en ellos”, estar
persuadidos de su existencia. Este es el primer punto de
aproximación, más adelante se aprenden las necesarias técnicas
que facilitan el contacto; que son de constante y permanente
estímulo y, posteriormente se aprende la ciencia de su
lenguaje, lo cual presupone el desarrollo de ciertas áreas de
nuestra mente, netamente intuitivas y sólo en latencia en la
mayoría de las personas.
La enseñanza relativa a los devas ha de excluir, por lo tanto,
todo culto a lo maravilloso o fantástico, es decir, hay que
aceptar su existencia con toda sencillez, como un “hecho” de
la Naturaleza. Una de las cosas que hemos podido constatar con
respecto a los devas, es que su mente es extremadamente
sencilla y exquisitamente sensible a las impresiones
provenientes de todos los reinos de la Naturaleza con los que
se hallan misteriosamente conectados a través de los elementos
constructores que trabajan específicamente en cada uno de los
distintos planos de evolución. Esta exquisita vulnerabilidad e
indescriptible sencillez de sus mentes les dota de un potente
y gozoso dinamismo que infiltran en el ánimo de todo aquel que
es capaz de reconocerles y escucharles. Hay que admitir
también que un deva no puede ser debidamente contactado
utilizando el método normal de acercamiento mental concreto
que utilizamos en relación con las cosas y hechos corrientes
de la vida. Hay que educar pues un tipo de mente que sea
asimismo sencilla y altamente sensible. El culto al silencio y
a la contemplación, aún en sus iniciales etapas, puede
ayudarnos en nuestros intentos de aproximación al mundo de los
devas. Hay que tener presente que en etapas superiores de
entrenamiento espiritual le es exigido al discípulo una
silenciación total de todos sus deseos y pensamientos para que
pueda oír aquello que en lenguaje místico se denomina “voz del
silencio”:
La voz del silencio podría ser descrita como una síntesis de
todos los sonidos de la creación. Se la puede oír en su
elevada trascendencia después de la pronunciación correcta del
OM sagrado. Se produce entonces un vacío dentro de nosotros y
a nuestro alrededor que es llenado por esta fuerza misteriosa
del silencio que, en sus aspectos universales, es aquel
SILENCIO o GRAN PRALAYA, que precede a la creación de los
mundos. Es también el sonido invocativo de las huestes
angélicas, de nuestros desconocidos hermanos de los mundos
invisibles. El silencio realizado dentro de nosotros, tras las
necesarias disciplinas de serenidad mental y estabilidad
emocional, emite un sonido particular inaudible que atrae a
los devas. Según sea el grado de silenciación de nuestros
efectos y cualidades personales, así será el poder e
intensidad de nuestro sonido invocativo y por lo tanto, la
elevación espiritual de los devas, con quienes podemos
establecer contacto.
Es precisamente a esta técnica de “silenciación”, a la que se
refiere “LUZ EN EL SENDERO” en aquella esotérica máxima de “El
discípulo no puede hablar en presencia del Maestro hasta no
haber perdido toda posibilidad de herir” (por medio de la
palabra, del verbo humano). Sólo la palabra que surge de lo
profundo del espiritual silencio establecido en nuestras
mentes y corazones es incapaz de herir. Es, expresado de otra
manera, la voz del VERBO revelado, a que se refiere Juan, el
iniciado evangelista.
El valor del verbo
En etapas trascendentes de este espiritual entrenamiento
aprende el discípulo el valor absoluto del Verbo en relación
con las leyes expresivas de la Naturaleza. Sabe entonces, en
virtud de ciertos poderes espirituales implícitos en la
iniciación, cómo invocar y cómo dirigir conscientemente las
fuerzas que actúan en y sobre la Naturaleza, y puede crear
entonces a voluntad aquellos prodigios, llamados milagros, que
no son otra cosa que el poder de invocar y utilizar a los
devas, o a los elementales constructores para ciertos fines de
orden mágico y de acuerdo a determinados aspectos de servicio
creador. Todo Iniciado posee el poder invocativo de las
fuerzas constructoras de la Naturaleza, el control de los
poderes elementales y la decidida protección y ayuda de los
Grandes Devas que presiden el desarrollo evolutivo de la
creación.
Podría añadir quizás dentro de este orden de ideas que el
hombre habla (el sentido creador del Verbo) y que el deva
escucha (la Voz del Silencio). El hablar y escuchar, la
invocación y la evocación, armoniosamente compenetradas
constituyen la síntesis de todas las cosas existentes. Pero,
esta compenetración natural entre los hombres y los devas sólo
puede provenir del esfuerzo humano por silenciar
progresivamente sus apetencias personales y del creciente
desarrollo de sus poderes invocativos.
Respecto al discípulo debemos indicar que el resultado de sus
esfuerzos de apaciguamiento mental-espiritual es la conquista
de la intuición, siendo ésta el Antakarana o vehículo de luz
superior por el que asciende a las sublimes alturas donde
establece contacto con el Maestro, con su propia Alma
inmortal, con sus condiscípulos del Ashrama y con los Devas,
las fuerzas vivas de la Naturaleza. De cada una de estas
Fuentes superiores recibe el discípulo las inspiraciones
precisas y el poder necesario para manifestar ostensiblemente
en la vida la gloria revelada de un perfecto Hijo de Dios,
gloria hacia la cual tiende incesantemente dejando en cada
recodo del Camino jirones de honra y de bienes personales.
Cada uno, dentro de la particular esfera de relaciones
impuestas por su karma personal, puede prepararse también para
estos contactos trascendentes empezando desde ahora un lento y
callado proceso de silenciación de todos los innecesarios e
inútiles deseos y pensamientos albergados todavía en su ánimo
y que les impide acercarse limpiamente a la Realidad
espiritual que constituye la esencia de sus propias vidas.
Dediquen unos momentos de su vida cotidiana a esta sencilla
pero universal tarea.
No hay que olvidar las palabras de Madame H. P. Blavatsky,
cuando decía: “La mente es la matadora de lo Real”, es decir,
de la intuición, pues nuestra mente concreta o inferior a la
que se refiere concretamente este axioma, es constantemente un
hervidero de pensamientos, conceptos figurativos y opiniones
contradictorias que impiden entrar en la suave quietud de la
vida espiritual. Insistiendo sobre este punto, y para
desvanecer posibles dudas, debo afirmar que la perfecta
silenciación mental no comporta en manera alguna la
aniquilación de la mente concreta o intelectual, sino el sabio
gobierno de ésta por la Voluntad superior que la puede
utilizar entonces como un delicado instrumento de relación y
contacto con los tres mundos de la evolución humana.
Valiosa enseñanza
Debemos decir, para estímulo de algunos estudiantes de
esoterismo, que la misión especial de ciertos devas
-denominados en lenguaje místico “los Ángeles del Silencio”-
es sensibilizar las mentes de los hombres para hacerles
receptibles al silencio espiritual y a la voz infinita de la
Naturaleza. Los hombres enseñados por tales devas aprecian en
todas las cosas de la vida, aún en las más sencillas e
insignificantes, una vida interior palpitante que está dando
su mensaje de amor divino.
En edades pasadas de las que la historia no guarda noción, los
devas vivían junto a los hombres en el seno de las primitivas
humanidades, enseñándoles el arte de vivir, de moverse y de
relacionarse. Ellos enseñaron a aquellos instintivos seres,
que más tarde serían hombres, las primeras verdades respecto a
la Naturaleza, desde el culto al sol, fuente de vida, hasta el
conocimiento del fuego que caracterizó una etapa definida
dentro del proceso evolutivo de la humanidad. Ellos
presidieron los primarios e incipientes motivos de vida que
condujeron a la perpetuación de la especie y enseñaron también
los principios básicos de relación que culminarían más tarde
en el anhelo vivo de conciencia. Fueron ellos, los devas, los
que prepararon el campo de la vida animal para contener la
simiente de la mente humana, y fueron los Ángeles Solares,
estos misteriosos testigos de la Luz, de los que tan poco
sabemos, los que infundieron el aliento de su propia vida y
conciencia en el ser instintivo animal a través de la gloria
inmarcesible de la mente.
Por todos estos motivos está sobradamente justificada toda
enseñanza relativa a los devas. Su consustancial relación con
el reino humano, su participación constante en la evolución
espiritual del hombre y de las sociedades humanas, determina
un eje fatal de relación a través del cual giran,
indisolublemente unidas las evoluciones humana y dévica.
Cuando al estudiante esotérico se le presentan las verdades
contenidas en términos científicos tan conocidos como los de
“energías y fuerzas”, se le advierte ante todo que tales
términos están íntimamente relacionados con la vida oculta de
la Naturaleza y con aquellos misteriosos habitantes de los
mundos invisibles que llamamos ángeles, devas o elementales
constructores.
El discípulo en el Ashrama sabe apreciar por propia y obligada
experiencia y por el proceso riguroso de investigación
científica a que se halla sometido, la distinción, cualidades
y funciones de las distintas jerarquías de devas y pueden
ejercer sobre aquel mundo oculto y desconocido, el poder
creador de la vida espiritual.
Un poderoso Deva con el cual nos fue posible establecer
contacto y cuya enseñanza facilitó extraordinariamente el
curso exigido de entrenamiento espiritual sobre los reinos
ocultos de la Naturaleza nos dijo en cierta ocasión:
“Cuando la ciencia humana haya logrado liberarse del proceso
absolutamente técnico o mecánico de sus experimentos y acepte
lógicamente la existencia de nuestro mundo, empezará para ella
un proceso de aseveración de hechos y verdades que ahora ni
remotamente sospecha, perdida en el laberinto de las
ecuaciones concretas. Podrá ver directamente en la luz del sol
aspectos vibratorios que están más allá de los que puede
captar actualmente a través de sus aparatos científicos. Será
consciente también de los factores dévicos que concurren en el
gran misterio de la electricidad y tendrá también una
explicación lógica y racional para ella todo cuanto hasta aquí
ha sido encuadrado dentro de este orden vago y misterioso que
el mundo llama “milagro”. Conocerá a Dios más realmente de lo
que lo hace ahora a través de sus grandes avances técnicos y
descubrimientos. Simplificará tanto su proceso de
investigación y estudio que las maravillosas computadoras e
ingenios electrónicos serán meramente unos juguetes mecánicos
que sólo interesarán a los cerebros juveniles. El contacto
directo con la realidad le abrirá las perspectivas de un mundo
insospechado cuyo sondeo debe ser verificado con una mente tan
ágil y libre que ningún ingenio creado, por perfeccionado que
sea, podrá equiparársele. Esta nueva legión de investigadores
científicos cuenta ya dentro de sus filas con algunos
elementos despiertos dentro del orden espiritual, que saben ya
por experiencia lo que significa estar en consciente contacto
con la Realidad universal cuyo poder creador y ordenador los
preside todo”.
Las palabras de este Gran Amigo fueron muy inspiradoras para
nosotros. Ellas dan la clave de mucho de lo que se refiere a
la relación entre la inspiración espiritual y la técnica
humana, entre la intuición y el instrumento intelectual. Por
la intuición se establece contacto con el mundo causal de las
realidades subjetivas, aunque en un mundo ordenado de acuerdo
a un sinnúmero de principios concretos, es realmente difícil
llegar a esta directa percepción que elimina todos los
posibles intermediarios. No obstante, hay que repetir hasta la
saciedad que si bien el proceso perceptivo de la Realidad
pertenece a la mente intuitiva o abstracta del hombre, el
proceso de organización y plasmación de estas percepciones e
inspiraciones pertenece a la mente concreta. Es para
establecer el mágico equilibrio de la vida en sus distintos y
variados niveles de actividad que las escuelas esotéricas del
mundo y principalmente los Ashramas de la Jerarquía ofrecen a
los aspirantes espirituales y a los discípulos mucha
información oculta sobre el mundo dévico o angélico.
Una de las primeras enseñanzas del Ashrama trataba
precisamente del contacto dévico. Virtualmente estas entidades
-en sus innumerables graduaciones- actúan también sobre la
humanidad desde distintos niveles vibratorios, aunque no nos
demos cuenta de su misteriosa y eficaz influencia sobre
nuestras vidas. Señalaré la primera vez que establecí contacto
consciente con un Deva. Sentí como si una brisa suave y fresca
penetrara profundamente dentro de mí llevándose todos mis
deseos y pensamientos. Una vez “vacío completamente de mí
mismo” me sentí lleno de un profundo y dinámico gozo interno,
como si convergiera en mi ser toda la alegría indescriptible
de la Naturaleza, y entonces oí su voz. No era una voz humana,
sino una maravillosa combinación de armónicos sonidos,
refulgentes colores y delicados perfumes. De la conversación
que el Deva sostenía conmigo parecían participar todos los
elementos naturales del lugar donde nos encontrábamos (un
verde prado en un hermoso y solitario rincón de la Suiza
Alemana). El Deva me estaba hablando a través de las diminutas
hierbas, de las delicadas florecillas campestres de los
inquietos pajarillos, de los gigantescos castaños, del aire
que hacía ondular el tallo de los juncos lejanos. Y, ¡cosa
curiosa!, yo sabía exactamente lo que me estaba diciendo, me
sentía penetrado de la sencilla profundidad de su Mensaje
espiritual e insuflado de un amor sin límites por la obra del
Creador, extendida ante mi vista y abarcando el marco de toda
posible perspectiva. Para mí, la existencia de los Devas y su
directa participación en nuestra vida a través de la
Naturaleza viva que nos rodea, es una realidad y no un sueño
ni una fantasía.
Los ejercicios ashrámicos de contacto dévico fueron muy
sencillos al principio, y se iniciaron con la invocación de
pequeñas criaturas, habitantes de las regiones etéricas,
algunas de ellas realmente bellísimas, graciosas y juguetonas,
otras terriblemente repulsivas, repelentes y esquivas. El
Maestro nos dijo: “Debéis aprender a amar tanto las unas como
las otras, pues así como el Bien y el Mal, en sus aspectos de
Luz y Sombra, son consustanciales en la vida evolutiva del
planeta, basada en la conciencia de dualidad, la labor de
estas pequeñas criaturas -cada cual desde su particular nivel
o elemento- contribuye a la realización del Gran Plan.
Una cosa quiero que grabéis en vuestras mentes y corazones.
Estas pequeñas criaturas de los éteres, viven en los elementos
que motiva la expresión de la Naturaleza en todos sus
aspectos. Ellas trabajan de acuerdo a un modelo mayormente
impuesto por la propia evolución de los hombres. A medida que
la humanidad avance y tienda hacia la unidad esencial,
desaparecerá de la tierra toda fealdad y desarmonía, pues no
habrá en ella las pequeñas criaturas de los éteres que
trabajan con la sustancia de las sombras. Pero, mientras
tanto, amadlas como creaciones vuestras, fecundadas, gestadas
y nacidas del inestable humor de vuestro ánimo, que pueden
mejorar considerablemente con el impulso creador de vuestro
propósito interno. Y no olvidéis nunca que en lo que acabo de
deciros subyace el misterio oculto de la gran verdad esotérica
que ha de estar presente en el ánimo de todo discípulo: “La
Naturaleza cumplirá su verdadera misión cuando el hombre haya
cumplido la Suya”.
Maravillosa excursión a Montserrat
Casi en el centro geográfico de Cataluña, a unos 60 kilómetros
por carretera de Barcelona, se alza una de las más bellas
montañas de Europa, la montaña de Montserrat.
Su sorprendente configuración y el orden caprichosamente
magnífico de sus rocas que la hacen parecer un museo de
escultura natural, convierten este lugar en el más interesante
centro de atracción turístico de Cataluña.
La montaña de Montserrat contiene multitud de leyendas, a cual
más atrayente y sugestiva desde el ángulo de la investigación
esotérica. Una de las más conocidas y la que mayormente atrae
la atención de los espiritualistas es la de que el gran músico
Ricardo Wagner se inspiró en ellas para componer su famosa
obra “Parsifal”. Este hecho en sí no tendría importancia
trascendente dada la profunda inspiración del músico alemán.
Pero, la tiene sin embargo, si aliamos esta leyenda a otra
anterior que asegura existe en un remoto y secreto lugar de
esta montaña un templo iniciático o un centro magnético donde
se realizan periódicamente ciertos rituales mágicos a cargo de
altos Iniciados de la Gran Logia Blanca del Planeta. Sea lo
que sea, estas montañas tienen justificado renombre
espiritual. Existe allí también un monasterio benedictino, que
fundó en el año 1031 el Abad Fr. Oliva, con un templo
realmente magnífico donde pueden contemplarse maravillosas
obras de arte. Este templo está dedicado a la famosa Virgen
Morena de Montserrat, a la “Moreneta” como la llaman
familiarmente los creyentes catalanes.
Sería interesante recordar aquí que el origen del culto a la
Virgen Negra, o “Señora Negra de las Cavernas” es,
esotéricamente hablando, contemporáneo de los primeros hombres
post-diluvianos, entre los cuales -según la tradición o la
leyenda- “no se encontraba ni una sola mujer blanca para
reconstruir a la humanidad salvada del diluvio”. Esta
tradición o leyenda no debe de ser sin embargo descartada, por
lo menos en lo que se refiere a la étnica de los habitantes de
las planicies etíopes salvados del diluvio que se
establecieron en Egipto. Pues, es precisamente en Egipto donde
tuvo nacimiento el culto a las “vírgenes negras”, cuya
diseminación por toda la tierra parece tener una causa o
carácter universal. Sabido es que la Virgen negra era adorada
también por los celtas bajo el nombre de Dana.
En lo que al esoterismo se refiere, la Madre negra es la
representación de La Divinidad oculta y del trabajo sutil y
misterioso que se realiza en la clandestinidad de las “cuevas”
y de los templos ocultos de orden iniciático. Quizás no sea,
pues, sin razón justificada esta misteriosa relación de la
Virgen Morena de Montserrat con el templo iniciático que se
supone existe en cierto “lugar secreto” de sus montañas, y la
hipótesis cada vez más aceptada de la procedencia atlante de
las mismas. La extraña forma arquitectónica de Montserrat y
las incrustaciones de conchas y caracoles marinas petrificadas
halladas en sus rocas, nos hablan indudablemente de un pasado
lejanísimo en el que estas montañas estuvieron realmente
sumergidas en la profundidad de los océanos y que terribles
convulsiones geológicas -posiblemente algunas de las que
determinaron el hundimiento del gran Continente de la
Atlántida- las hicieron irrumpir en la superficie bajo esta
forma extrañamente magnífica.
La Excursión
Desde hacía tiempo, un grupo de estudiantes de esoterismo de
Barcelona, había proyectado una excursión a Montserrat. Lo
integraban el Sr. Luis Lorenzana, Secretario de la S. T. en
España; Sra. Josefina Maynadé, escritora, esposa del primero;
Sr. José Soteras, un amigo investigador esotérico; mi esposa y
yo. La fecha programada era el 22 de Mayo de 1968, hacía
solamente unos días que habíamos celebrado el Festival Wesak y
aún sentíamos en nosotros les energías de la potente Bendición
de Buda.
La intención básica de este viaje era tratar de descubrir,
mediante la forma de un ritual mágico, la orientación posible
del centro magnético o templo iniciático de Montserrat o,
cuando menos, tratar de beneficiamos de sus radiaciones. Lo
demás, la belleza del paisaje, el hecho de sacudirse por un
tiempo del aire viciado de la ciudad y el embrujo magnífico de
aquellas suntuosas moles arquitectónicas, aunque realmente
interesante, quedaba reducido a algo meramente circunstancial.
La inestabilidad del tiempo redujo el número de los viajeros.
Desde el primer momento comprendimos todos que el hecho de
haber quedado reducido a cinco el número de los componentes
del grupo excursionista no se debía al azar. El cinco, número
sagrado por excelencia por estar en misteriosa relación con la
Vida mística del Cristo “Señor de los Ángeles y de los
Hombres”, me pareció tener un efecto sorprendente sobre la
experiencia conjunta que había abierto a nuestras mentes y
corazones el ansia de una participación activa en los
Misterios que, al parecer, se reproducen cíclicamente en el
centro sagrado de las montañas de
Montserrat.
El día era realmente desapacible y al llegar soplaba un viento
frío, casi invernal, y caía una fina lluvia. Algo parecía
desafiarnos a quedarnos abajo, en las dependencias comerciales
contiguas a la Basílica, en busca de confort y de placentero
diálogo. Pero, no era ésta nuestra intención y por ello,
arriesgándonos a todas las posibles incomodidades decidimos
emprender nuestra excursión a las cumbres. Tomamos pues un
autocar hasta la estación del funicular que debía conducirnos
a San Gerónimo (estación de llegada) y desde allí dirigirnos a
pie al Santuario de San Juan.
Durante este trayecto empezó nuestra aventura espiritual.
Desde la estación del funicular de San Gerónimo en dirección
al Santuario de San Juan hay que descender por un camino que
conduce a una pequeña ermita cerrada, donde hay una
bifurcación de dos senderos uno, el de la izquierda, que lleva
a San Juan y el otro, casi una prolongación del anterior en
descenso que conduce a un hotel en la cresta de la montaña.
Al llegar al fondo y casi frente a la pequeña ermita, percibí
a un Deva resplandeciente de Luz, cuya aura de un vivísimo
color azul-violeta daba a entender que se trataba de un Deva
de elevado desarrollo espiritual. Huelga decir que la
impresión que me causó esta Presencia fue realmente
extraordinaria y que desde aquel momento me sentí invadido por
una profunda sensación de paz. Pero, nada comuniqué de
inmediato a mis amigos, aunque sí después, cuando en el
momento de celebrar el ritual mágico meditativo me sentí
potentemente impelido a transmitirles el Mensaje de aquel
Deva.
Nos habíamos sentado los cinco en una pequeña hondonada bajo
el camino que conduce al hotel de la cumbre. Como la
inestabilidad del tiempo había restado afluencia a estos
lugares habitualmente muy concurridos, el silencio era casi
absoluto. Nuestro ánimo sereno y nuestra mente en calma
propiciaban en efecto un trabajo espiritual realmente
positivo. Por una -digamos extrañacasualidad el sol había
salido en aquellos momentos por entre el claro de dos espesas
nubes; allá y acullá parecía llover. Más abajo, por entre la
espesura de pinos, alegres pajaritos empezaron a acariciar
nuestros oídos con sus trinos.
El mensaje
En aquellos momentos, y con voz serena y apacible, transmití
el siguiente mensaje dévico: “¡Salud, amigos nuestros!
Es realmente inspirativo y conmovedor el contacto que puede
establecerse entre los hombres y los ángeles, entre los hijos
de la Naturaleza y las fuerzas vivas que la crean.
Nuestro gozo es inmenso, indescriptible para vuestra razón
humana y quisiéramos que lo compartieseis.
Sabemos por qué habéis venido aquí. Conocemos vuestras
intenciones y sabemos lo que estáis buscando. Sí, aquí existe
realmente lo que llamáis un “lugar secreto” aunque sólo es
secreto para los ciegos a la luz espiritual. Continuad
viniendo aquí, con mente ligera y corazón libre y lo
descubriréis.
Es muy raro ver por estos lugares a seres humanos henchidos de
altos ideales y de intenciones puras, asequibles a la
inspiración a la que es propicio nuestro mundo.
Aquellos que vienen aquí, no en busca de distracciones vanas
sino llenos de inquietud por descubrir el aliento ligero de
las cosas, acaban por descubrir el secreto de la vida oculta
de la Naturaleza. Y éstos trabajan por el día en que los hijos
de los hombres y los ángeles de la Naturaleza, conscientemente
unidos y complementados, cantarán juntos la gloria del Señor.
Tal día marcará el Sendero de una Nueva Edad en el que la
Creación entera rendirá homenaje a Su Creador y las sociedades
humanas estarán regidas por un equilibrio consciente y una
determinación divina. El mundo en el cual todos vivimos será
entonces un planeta sagrado y su radiación teñirá de una nueva
luz los éteres inmortales.
Estos contactos, tan raramente producidos a causa de la
ceguera de los hombres, que desde hace tanto tiempo perdieron
el estado de gracia o de inocencia son, sin embargo, la
promesa divina de los tiempos presentidos que todos anhelamos.
Pues de la misma manera que un relámpago, aunque rápido y
fugaz, da una magnífica idea de la luz de donde emana, así
estos contactos entre los hombres y los ángeles, abren la
esperanza de un mundo ideal en que el pensamiento humano y el
sentimiento de los devas, armoniosamente compenetrados, den a
luz una mejor forma de civilización y una nueva vitalidad en
la expresión de la vida de la Naturaleza.
Quisiera ayudaros en vuestras pesquisas internas, pues os guía
la buena intención y percibo en vosotros una perfecta aura de
amistad. Mantened firmemente esta amistad, gloria del destino
humano, que os hará asequibles al amor inmortal de los devas.
Volved más adelante. Hay lugares sagrados aquí, henchidos de
fuerza magnética que pueden ayudaros mucho en la consumación
de vuestro particular destino. Pero no vengáis en grupos
numerosos, sino eligiendo cuidadosamente aquellos que
verdaderamente se sientan inspirados por la fuerza de la
devoción espiritual y el perfecto culto a la vida de la
Naturaleza. Con estas santas disposiciones siempre hallaréis
aquí, o en otros lugares sagrados, a un Deva o a un grupo de
Devas dispuestos a ayudaros.
Regocijaos ahora con nosotros y participad en silencio de la
Paz natural de estos lugares. Que esta Paz sea el premio de
vuestra recta intención y os sirva de potente estímulo para
continuar la obra que cada cual ha de realizar en el mundo
para mayor gloria del Señor.
Yo os bendigo con Amor y os ofrezco mi amistad con el destello
natural de nuestra vida de equilibrio, y en tanto permanezcáis
aquí estaréis bajo mi protección. “Seguid adelante con la
vista eternamente orientada hacia las doradas cumbres en donde
los Dioses Creadores y Sus Ángeles Servidores tienen para el
reino humano un futuro de perfección”.
Mis palabras cada vez más lentas y suaves, se habían ido
infiltrando sutilmente a través del oído en nuestros
corazones, llenándonos de un sentimiento de paz
indescriptible. Cada cual a su manera, había notado claramente
la presencia de aquel DEVA, misterioso habitante de los mundos
invisibles, pero todos habíamos convenido en que el hecho de
encontrarnos allí reunidos no era fortuito, y que una
misteriosa sucesión de acontecimientos causales nos habían
puesto en contacto con la más poderosa de las Fuerzas de la
Naturaleza, el Reino de los Devas, de los Ángeles del Señor,
verdaderos agentes fraternales del Poder de Dios manifestado.
Sí, volveremos a Montserrat. Nos dejaremos llevar por el
“aliento ligero de las cosas” y, tal como nos aconsejó nuestro
Gran Amigo el Ángel de las Montañas Sagradas de Montserrat,
trataremos de mantener firmemente los lazos de amistad que es
la fuerza creadora más positiva en la humanidad y dentro de la
vida oculta de la Naturaleza.
El verdadero investigador nunca afirma ni nunca niega
categóricamente. Se limita simplemente a investigar, y cuando
sus investigaciones dan un fruto como consecuencia de sus
pesquisas entonces adquiere aquella especial virtud de
asentimiento que sólo puede provenir de la experiencia. Hablar
de un hecho sin haberlo comprobado indica falta de madurez. No
se pueden descifrar ciertos enigmas o misterios de la
Naturaleza, recurriendo únicamente a la imaginación. Uno puede
imaginar fácilmente un DEVA. Tenemos toda una idea formada de
cómo son los devas, los ángeles. Los hemos visto desde nuestra
niñez plasmados en cuadros y en estatuas. Pero, ¿Son ellos tal
como nos los han presentado los artistas en sus lienzos o en
sus piedras talladas, o como los han descrito ciertos
investigadores?
La corriente de vida que culmina en el mundo dévico, contiene
una gradación infinita. Esto implica naturalmente que “sus
formas” expresivas, así como sus especiales funciones, son
muchas y muy variadas. El color con que se muestran al
investigador contiene también infinidad de matices, algunos de
ellos de tal naturaleza y de tal extraño fulgor, que nuestros
colores conocidos, los clásicos siete del espectro solar y los
innumerables que surgen de sus infinitas combinaciones, no
pueden ni remotamente dar la más mínima idea del mismo. En
estas condiciones, el hecho de “ver” un Deva, y su posible
descripción por parte del clarividente observador, está
condicionado a muchos pormenores y a muchas dificultades,
debido a los distintos elementos en que se muevan los devas, a
las cualidades de los mismos, a su tipo vibratorio y...,
singularmente, a la formación espiritual del observador y a su
grado de madurez interna. Conocemos algunas personas que
aseguran que ven a los ángeles, a los devas, y que incluso
hablan con ellos. No dudo de sus palabras, aunque cada cual
verá y oirá, aquello que está a su inmediato alcance o en su
mismo nivel vibratorio. En cierta ocasión, después de un
profundo proceso meditativo de grupo, una señora clarividente
dijo que cuando cierta persona había pronunciado el OM
sagrado, se habían rasgado encima de ella, los éteres del
espacio, y que había aparecido un ángel resplandeciente de luz
con “las manos” en actitud de bendecir. Nos chocó esto de “las
manos” al referirse a un ÁNGEL. En realidad un Ángel es una
ráfaga de luz, de color, de sonido. No tiene una configuración
humana, salvo en determinadas circunstancias, aquellas en las
que él (y me refiero a un Deva superior), quiere presentarse
bajo esta forma. Existe también el juego de la imaginación
humana, acostumbrada a cierto tipo de formas. No es extraño
que un ángel se preste a este juego de la imaginación,
singularmente si esta imaginación viene estimulada por motivos
puros y por impulsos realmente espirituales. Pero, la forma de
un Ángel es muy distinta de la que nosotros tenemos en nuestra
mente. Su exquisita plasticidad, el poder que tienen los Devas
superiores sobre los elementos naturales, hace que su forma se
adapte siempre a las condiciones de este ambiente. Por
ejemplo, los devas solares, los que viven en y SON la luz del
sol, aparecen como ráfagas luminosas del color de este astro,
pero de tan extraordinario fulgor que resulta imposible
mirarlos. Sólo cuando se sienten observados y comprenden los
sanos motivos del observador, disminuyen la intensidad de su
brillo y aparecen como surgiendo del profundo seno de la luz
en donde viven. En tal caso se los puede apreciar con
flameantes cabelleras del color ígneo del sol que
prácticamente cubre “sus cuerpos”. Hablamos en forma muy
figurada y tratando solamente de dar una simple idea de
aquello que la imaginación es casi incapaz de dar forma.
Cuando hablamos de ráfagas al referirnos a los devas, nos
atenemos a lo inmediato que surge en nuestra mente. El color
define estas ráfagas y el observador puede darse cuenta del
tipo de deva que está observando. Es muy interesante está
definición. Al hablar de “cuerpos” no nos referimos a cuerpos
parecidos a los nuestros, sino más bien al aspecto que adoptan
las ráfagas de vida angélica en un momento determinado, y de
acuerdo con las cualidades espirituales del observador.
El aspecto científico de la enseñanza esotérica en lo que
atañe a los devas, reino desconocido o imperfectamente
conocido por la mayoría de las gentes y aún por muchos
estudiantes de esoterismo, constituye un requisito básico en
lo que se refiere al entrenamiento espiritual de los miembros
de un Ashrama. Entendemos por aspecto científico:
a) El mundo dévico en relación con las
energías que operan en la Naturaleza y en todos los reinos que
evolucionan en la misma.
b) La experiencia directa del discípulo en entrenamiento
esotérico con entidades más o menos evolucionadas del mundo
dévico.
c) Las distintas gradaciones de devas, solares unos y lunares
otros, pero que en su mutua interdependencia o conjunción
magnética producen el gran misterio de la electricidad en
nuestro planeta.
Esta última afirmación puede parecer como muy
vaga e imprecisa dado el carácter científico que se trata de
dar, pero nos permitimos apuntar el hecho, de que la Ciencia
humana pese a sus tremendos avances técnicos está utilizando
una energía, la electricidad, cuya naturaleza esencial
desconoce prácticamente todavía. Sin intentar desmerecer el
gigantesco desarrollo científico de la humanidad durante los
últimos tiempos, hay que admitir un hecho básico: La Ciencia
se halla situada, frente al gran misterio de la electricidad,
en la misma posición de cualquier persona que sin tecnicismo
eléctrico alguno es capaz de producir la luz con sólo dar una
simple vuelta a la llave de un conmutador. El alarde
científico sigue pues un proceso rigurosamente técnico
extendiéndose en efectos realmente singulares y grandiosos,
como en el caso de las computadoras electrónicas, pero la
causa esencial que vivifica el proceso, permanece oculta
todavía en las profundas raíces cósmicas del gran secreto de
la vida de la Naturaleza.
Al penetrar algo más profundamente en el maravilloso mundo de
los devas, tendría que desarrollar el investigador ciertas
cualidades mentales y morales de orden superior, para poder
establecer contacto consciente con Devas de elevado desarrollo
espiritual y evitar también el peligro de caer bajo la
influencia frecuentemente obsesiva y maléfica de ciertos devas
inferiores, o elementales de la Naturaleza, habitantes de las
bajas esferas o substratos inferiores de los éteres de nuestro
mundo.
Un tipo especial de devas, gobernados por poderosos Devas
solares, viven en la luz y forman parte consustancial de la
misma. Se les puede percibir, cuando existe la debida
preparación mental-espiritual, agitándose gozosamente en toda
manifestación de luz y de color. Todos los colores, no sólo
los primarios del espectro solar, sino la infinita variedad de
colores que resultan de las combinaciones de los siete tipos
de base, están regidos por la vida esencial de estos devas. La
actividad de una especie particular de los mismos constituye
el aspecto “calor” de la luz, habida cuenta de que toda
expresión de luz y calor en nuestro Universo es una
manifestación del sol al coincidir sus rayos sobre los éteres,
o aura particular, de todos y cada uno de los planetas del
Sistema Solar. Las cualidades especiales de cada planeta
expresando su grado de evolución quedan así exaltadas o
elevadas en su sintonía por la acción del sol, centro y vida
del Sistema. Toda manifestación de luz y de calor obedece al
principio universal de “fricción”, este principio condiciona
la evolución total del Universo en donde vivimos, nos movemos
y tenemos el Ser. Hay que entender por “fricción” el contacto
del Espíritu con la Materia, del aspecto masculino con el
femenino, de la Vida con la Sustancia. Esta fricción o
contacto produce las infinitas modificaciones de la sustancia
material por imposición del espíritu divino y la creación y
desarrollo de la conciencia en todos los seres y en todas las
cosas. En el devenir de este proceso básico, existen una serie
de factores que escapan normalmente a nuestra penetración y
percepción, como por ejemplo el concurso de los devas y
también las reacciones del complejo atómico de los tres mundos
físico, emocional y mental, en donde vivimos sumergidos. Pero,
no se trata de este tipo de conciencia en evolución que tiene
como campo de experimentación lo que esotéricamente definimos
conciencia del átomo, sino que lo mencionamos únicamente por
sus implicaciones o relaciones con todo cuanto tiene que ver
con la vida de los devas, cuya especial función, en orden al
proceso estructural de todas las formas que existen en la
Naturaleza, está directa e indisolublemente vinculada a la
infinita e indescriptible variedad de vidas y conciencias que
evolucionan en el mundo de los elementos químicos y de los
átomos.
Una manifestación inferior de devas solares puede ser
fácilmente perceptible al ojo humano cuando se contempla el
azul del cielo un día intensamente soleado. Se trata de
aquellos corpúsculos o puntos luminosos, en incesante
movimiento, que se agitan en el espacio. Pese a su extrema
pequeñez, su función es muy importante si tenemos en cuenta
que su actividad vitaliza los organismos vivos. En general,
las distintas gradaciones de devas solares en sus innumerables
interacciones, combinaciones, modificaciones o estados, a
través de los diferentes éteres planetarios, producen por
“fricción” aquella sustancia vital, que los esoteristas llaman
PRANA.
Los Devas Solares y el Prana
PRANA, es una manifestación de la infinita vitalidad de Dios
llevada al Universo, o a cada uno de los planetas y satélites
del Sistema, por mediación de los devas solares, a través de
los rayos del sol por los cuales viajan o se proyectan por los
éteres universales. La forma como PRANA se manifiesta en cada
uno de ellos carece de importancia, dado que cada planeta
posee una vida especial que se expresa a través de
determinadas cualidades o tipos de Rayo; lo que nos interesa
es la consideración del principio, ya que la comprensión del
mismo puede llevarnos por analogía al descubrimiento del
verdadero SER, DIOS, velado precisamente por estos principios
originales, que promueven la vida de todo lo existente dentro
del contenido universal.
Debemos saber, desde un buen principio, que PRANA lo llena
todo, que al respirar, al comer, al actuar, al pensar, al
sentir y al relacionarnos con el ambiente que nos rodea,
movemos una indescriptible diversidad de elementos pránicos,
es decir, una infinita gama de devas que, al interpenetrarse
con nuestra aura y al asociarse con nosotros, colaboran
estrechamente en nuestros procesos de pensar, de sentir y de
desarrollar nuestra conciencia hacia aquellas sempiternas
alturas en donde DIOS omnipotente, velado por principios pero
más allá de todos los principios, preside serenamente el drama
solemne de la evolución del Universo.
Pero, analicemos lo más inmediato. Al respirar inhalamos
constantemente una ingente cantidad de corpúsculos
vitales-lumínicos-eléctricos (PRANA), que al penetrar en
nuestro organismo vitalizan nuestras funciones corporales,
especialmente la circulación de la sangre. Cuando estas vidas
que nacen de la fricción de los rayos del sol (los devas
solares) sobre nuestra atmósfera planetaria, (de cualidad
todavía lunar), sean estudiadas por la Ciencia y se inicie un
estudio formal y sin prejuicios de los “desconocidos
elementos” que viven en los éteres y que son los creadores y
sustentadores del cuerpo vital o pránico de los hombres, se
tendrá en las manos el verdadero y único poder que puede
vencer definitivamente la enfermedad en nuestro planeta.
La Era de Acuario conocerá efectivamente un tipo de Ciencia
ocupada única y exclusivamente en el estudio, comprobación y
utilización inteligente de las infinitas modificaciones de
energía del mundo dévico, ampliando sus perspectivas de tal
manera que la curación de las enfermedades será absoluta y
radical, aún en aquellos casos extremos, como en el del
cáncer, por ejemplo, sobre el cual la ciencia médica no ha
hallado aún remedio válido y eficaz pese a sus nobles intentos
y reiteradas pesquisas.
El cáncer es una enfermedad de tipo eminentemente vibratorio.
Las causas del mismo son muy sutiles; no se hallan
precisamente en las tendencias hereditarias que pueden ser
corregidas con un adecuado tratamiento magnético y una dieta
pura y controlada, sino en la inquietud, el temor, el
nerviosismo, la irritación, la angustia vital, y en general,
en todas las violentas tensiones emocionales, incidiendo allí,
en aquel punto del esquema corporal en donde las reservas de
energía son más débiles, o en donde existen de antemano
predisposiciones hereditarias o kármicas.
Nuestra experiencia en el Ashrama con respecto al mundo de los
devas me ha dado la clave de la Ciencia del futuro, no sólo la
parte de la misma que se ocupa de la curación de los
organismos físicos y la de aquella que tiene como campo de
experimentación el equilibrio psicológico de las gentes, sino
también aquella otra que se orienta hacia el control y
aprovechamiento de la infinita fuerza que llamamos “energía
atómica”.
Quizás resulte un poco extraño que enfoquemos las enseñanzas
en el Ashrama acerca de los devas, hacia esos aspectos tan
conocidos como la curación de las enfermedades, el equilibrio
psicológico y la liberación de la energía contenida en el
átomo. Lo extraño sería dada la responsabilidad que entraña la
enseñanza dévica, que nos limitaremos únicamente a referir
anécdotas acerca de las innumerables entidades invisibles que
se agitan en los éteres y que constituyen con la expresión de
su vida, todos los elementos que participan en la evolución y
desarrollo de este gigantesco cuerpo que llamamos Tierra. Nos
referiremos siempre acerca de los devas en términos
científicos de fuerzas y energía. Es tal como debe hacerse. La
razón es que el verdadero esoterismo, es la ciencia que trata
de los factores ocultos o desconocidos que promueven las
energías y las fuerzas, aquel aspecto subjetivo causal que
condiciona toda expresión objetiva de la Naturaleza. Conocemos
además el corazón humano, llevado siempre del impulso hacia lo
maravilloso y del culto a lo espectacular, fácilmente preso
del relato fácil y entretenido y de la anécdota curiosa, pero
poco amante de las realidades internas que han de suscitar un
verdadero interés científico, razonado o mental. Nuestros
trabajos contienen una carga de dinamismo vital que puede
suscitar por contacto, a través de un profundo y marcado
interés, la liberación de energía mental en determinadas
zonas. El tiempo, secundando ese sincero interés, llevará un
día la mente de los hombres al descubrimiento del maravilloso
mundo oculto donde se fragua la existencia estructural del
Universo, el mundo de los devas. Es de las implicaciones
sutiles de ese mundo, pero en estrecho e íntimo contacto con
nuestra humanidad que vamos a ocuparnos.
La vida esotérica es de observación y comprobación, no de
simple especulación. Ella sigue una línea de máxima
resistencia. Es mucho más fácil entretener el ánimo de las
gentes con relatos maravillosos o espectaculares, que
despertar en ellas un verdadero y profundo interés por
descubrir el mundo de las causas originales de las que brota
la infinita corriente de vida. El esoterista verdadero rehuye
siempre las líneas de mínima resistencia ya que ellas conducen
indefectiblemente al reino de Maya, de la ilusión, de los
dorados aunque inútiles y perjudiciales espejismos. De ahí que
sean tan pocos, sinceramente hablando, los esoteristas, los
verdaderos discípulos en el mundo.
En el Ashrama se reciben también ciertas enseñanzas especiales
acerca de la vida en algunos planetas de nuestro Sistema
Solar, íntimamente relacionados con nuestra Tierra, pero sólo
como un requisito ashrámico y cuando se estudia la actividad
cíclica de los Rayos, relacionada siempre con FUERZAS y
ENERGÍAS y, naturalmente, con la función específica de ciertos
poderosos DEVAS planetarios y solares. Por esta razón existe
siempre por parte del discípulo una discreción natural y una
circunspección exquisita cuando se trata de “relatar” cosas de
orden trascendente, pero cuya efectividad en orden al
conocimiento humano y a su posible verificación, es
francamente nula o excesivamente prematura.
El mundo de los devas es realmente maravilloso. Es un milagro
en permanente ejecución, ya se trate del estallido de un rayo
de luz sobre el pétalo de una flor, del crecimiento de un
árbol o de la excelencia de un sazonado fruto, como de aquel
Milagro celeste que llamamos INICIACIÓN y que convierte al ser
humano en una Entidad divina. La vida de los devas lo preside
todo. De ahí la importancia de tratar de conocer su mundo, de
establecer contacto con ellos, de invocar su fuerza, de lograr
los beneficios de su amistad..., de consumar inteligentemente
el mandato crístico de “Amaos los unos a los otros”,
infinitamente más profundo y más extenso que el que
circunscribimos únicamente a la vida de nuestra humanidad
terrestre conocida.
Los Devas y las formas de pensamiento
Dejaremos por ahora el estudio de otro tipo de devas, o
elementales constructores que viven en los elementos de la
Naturaleza, tales como los gnomos o espíritus de la tierra,
las ondinas del agua, los silfos del aire, las salamandras del
fuego, así como alguna de aquellas bellísimas criaturas (tan
bien descritas por Walt Disney en algunas de sus entrañables y
exquisitas creaciones), como son las hadas de las flores, los
espíritus de las plantas, etc. Movidos por un impulso
realmente científico y buscando ante todo el aspecto más
práctico de la enseñanza relativa a los devas, aludiremos a un
fenómeno que ocurre constantemente a nuestro alrededor y del
que somos prácticamente inconscientes. Me refiero al concurso
de los devas en el desarrollo y vitalidad del pensamiento
humano. La facultad de pensar es divina y su poder es
realmente creador, pero a la fuerza ideadora del hombre hay
que añadir siempre la necesaria colaboración de los devas. Una
forma de pensamiento es un estímulo eléctrico de la mente
conteniendo “intención e ideación”. Ambos elementos son
consustanciales dentro de la facultad de pensar. El tercer
elemento “plasmación”, corresponde a los devas. Sin ellos
faltaría el soporte objetivo y visible que promueve toda
posible construcción, desde la de la diminuta estructura de un
átomo hasta la indescriptible objetivación que abarca el
Universo entero. El proceso es siempre el mismo y en este
orden: intención, ideación y plasmación o construcción.
La vida entera de la Naturaleza es un ejemplo constante del
concurso armonioso de estos tres factores, lo mismo cuando se
trata de llenar un plano, o dimensión de la Naturaleza, con
determinados tipos de formas de pensamiento arquetípicas, como
cuando se trata del crecimiento de la más humilde florecilla
de los bosques. El deva, en sus innumerables aunque bien
definidas gradaciones es el poder constructor de todo cuanto
existe.
Hay un principio esotérico que rige la fraternidad de
relaciones humanodévicas. Podríamos definirlo así: “El hombre
piensa y habla y el Deva escucha y ejecuta”, o mas
concretamente todavía: “La energía sigue al pensamiento”. En
este principio, claramente comprendido y científicamente
interpretado, subyace la clave del conocimiento superior.
Pero, vamos a analizar más detalladamente lo antedicho para
hacer más comprensivas sus significaciones.
Cuando nosotros pensamos estamos transmitiendo una serie de
ondas eléctricas al espacio, mediante una serie de estímulos
más o menos potentes de nuestro cerebro, considerado aquí en
su función de central transmisora de mensajes mentales. Ahora
bien, estas ondas dirigidas con intención y conteniendo
ideación quedarían flotando sin destino alguno en el espacio,
a no ser por la participación de los devas mentales, altamente
especializados cuya misión natural y su única función es
“hacerse cargo de los pensamientos de los hombres”
vitalizarlos con su vida y transportarlos a su destino, o bien
cobijarlos y mantenerlos en “gestación” como energía, a la
espera de las requeridas condiciones cíclicas de expresión,
como ocurre con los arquetipos raciales, ideológicos o
espirituales (creados por la mente humana y respondiendo a
Arquetipos causales), o con los procesos destructivos y
grandes cataclismos que asolan periódicamente a la humanidad
como efecto, no digo castigo, de sus inadecuadas, violentas y
agresivas formas de pensar. El principio adoptado por la
UNESCO en su conocido preámbulo “La guerra se fragua en la
mente de los hombres y es en la mente de los hombres donde hay
que construir los baluartes de la paz”, puede dar una idea
realmente clara y concreta de la participación humano-dévica
en la creación y desarrollo de los grandes acontecimientos
planetarios, si es atentamente examinado.
Hay que advertir, sin embargo, que los devas “no miden las
consecuencias de los pensamientos humanos”, sino que se
limitan a manejarlos de acuerdo a intenciones e ideaciones,
las cuales, a su vez, vienen condicionadas por los aspectos de
“cualidad” y “potencia” de la mente que los ha emitido. En
estas cuatro palabras: intención, ideación, cualidad y
potencia, siempre presentes en la formulación de cualquier
pensamiento está resumido todo el proceso del pensar humano y
la vía expedita de su realización plástica u objetiva por
parte de nuestros hermanos los devas, así como la comprensión
de cómo se estructura nuestro ambiente individual, familiar,
social y espiritual.
La función específica del deva es “recoger el pensamiento
humano y darle conveniente cauce de acuerdo a intenciones,
ideaciones, cualidades y potencia”.
El deva no razona sobre los efectos positivos o negativos,
constructivos o destructivos, de las humanas ideaciones,
habida cuenta de que carece de mente, cuando menos del tipo de
mente humana que nosotros conocemos y utilizamos. Los devas
son, “ráfagas puras de sentimiento”. El deva evoluciona por el
camino del sentimiento, siendo el sentimiento el impulso vital
de su existencia. Sólo en etapas muy avanzadas de su
desarrollo evolutivo adquiere el deva la facultad de pensar.
Tenemos entonces un ser mucho más avanzado que el hombre, pues
no sólo posee los más profundos y más ricos matices del
sentimiento de la Naturaleza dévica, sino también la facultad
de “idear”, de “imaginar” o de “crear”, que caracteriza
singularmente al ser humano. En el aspecto de los devas
constructores en materia mental, de estas criaturas que
vitalizan el pensar humano, vemos que ellos encarnan dentro de
sí únicamente aquellos pensamientos que son afines con la
naturaleza o vibración de sus sentimientos y emociones. Ellos
buscan, tal como es su ley y su función, la sintonía de su
vida en pensamientos humanos, y esta sintonía debe estar
forzosamente de acuerdo con su particular vibración o grado de
desarrollo. Sería pues inadecuado decir que existen devas
buenos y devas malos, sino más bien que existen cualidades o
matices de sentimiento dévicos de acuerdo a cada tipo de
pensamiento humano, que puede ser de cualidad vibratoria
superior o inferior. Hay devas de densa vibración dentro de la
escala sintónica del sentimiento; ellos encarnan en
pensamientos humanos de baja vibración. Hay devas de
elevadísima vibración que encarnan solamente en los
pensamientos elevados o sublimes de los hombres. La Musa que
invocan los poetas no es sino el deva que transforma la
ideación poética en sentimiento creador. Y el genio inspirador
de los sabios y de los músicos es siempre el deva que por
sintonía de vibraciones acude siempre a prestarles el aliento
de su vida espiritual con ráfagas puras de sentimiento y de
emoción profunda.
Existen infinitas gamas de devas, tantos como matices de
sentimiento y gradaciones cualitativas dentro del pensamiento
humano.
Podemos decir, que a cada estado de conciencia humana, o a
cada uno de sus pensamientos y emociones corresponde un tipo
particular de devas. El proceso de la evolución planetaria,
considerado esotéricamente, es de fraternidad humano-dévica.
Esta fraternidad, conscientemente reconocida e
inteligentemente realizada, producirá finalmente el Arquetipo
ideal de belleza y armonía del mundo del futuro. Pero,
desdichadamente, los seres humanos nos hallamos todavía muy
lejos del estado de equilibrio emocional y mental que ha de
permitimos penetrar en el mundo de los devas y dejar que ellos
penetren en el nuestro, como sucedía en los primeros estadios
de la vida evolutiva de la humanidad. Sólo así, unidos
fraternalmente dentro de una reconocida y aceptada
interdependencia, podremos los hombres y los devas contribuir
conscientemente a establecer el Reino de Dios sobre la Tierra.
Relato de un contacto dévico
Tuve una vislumbre del concurso fraternal de los devas y de la
gracia especial de su intervención en la vida de los hombres,
en un contacto que tuve con uno de ellos.
Trabajaba desde hacía meses en la ciudad de Ginebra en la Sede
de la Escuela Arcana, una escuela esotérica a la que
pertenecía desde hacía muchos años. Me habían encargado la
dirección de la reunión de meditación de luna llena del mes en
curso, Enero de 1963. Habitualmente se iniciaba esta reunión
con una alocución de tipo esotérico para predisponer la mente
de los asistentes para el trabajo meditativo. Para esta
ocasión había elegido yo un tema altamente sugestivo: “El OM,
como Mántram Solar”. Había leído algo sobre ello, no mucho, a
través de los libros del Maestro DK, pero confiando mucho en
mi intuición, creí sinceramente que aquella disertación no
tendría dificultades para mí. Pero, he ahí que unos días antes
de la festividad de la luna llena, empezaron a asaltarme unas
muy profundas dudas sobre mi propia seguridad y confianza
respecto a la explicación creadora del sentido realmente
esotérico del OM sagrado. Me iba dando cuenta, conforme se
acercaba el día de mi disertación, que hablar del OM no era
tarea fácil, no sólo por sus implicaciones solares y
jerárquicas, sino también porque tenía que enfrentarme con un
selecto auditorio constituido por estudiantes de la Escuela
Arcana, entrenados en el Arte de la meditación y con ideas más
o menos profundas acerca del OM. Siempre he considerado que la
palabra humana es un poder que involucra una gran
responsabilidad y que hablar únicamente sobre lo que he leído
o estudiado, por bueno que sea y por bien que se explique
carece de estímulo creador, a menos que apoyados en aquellos
conocimientos de base seamos capaces de extraer algo nuevo y
no anteriormente dicho, de nuestra propia cantera espiritual.
Pasé pues unos días muy preocupado intentando por medio de la
meditación profunda y sostenida encontrar dentro de mí aquel
“algo” nuevo con que debería matizar creadoramente mis
palabras el día de la reunión de plenilunio. El día mismo que
debía pronunciar mi disertación como preámbulo meditativo, me
hallaba todavía no sólo confuso sino muy profundamente
preocupado. Aquel mediodía había ido a desayunar en el
restaurante del Palacio de las Naciones Unidas, muy cerca de
la rue de Varembé en donde se hallaba ubicado el Centro
Internacional y los despachos de la Escuela Arcana. Después de
tomar café salí a pasear por los jardines del Palacio de las
Naciones Unidas, y pese al frío reinante me senté a meditar
bajo un frondoso y gigantesco castaño de los muchos esparcidos
en aquel dilatado y bien cuidado parque. Naturalmente, el
motivo de mi meditación era el OM, su significado, sus
implicaciones solares, su correcta expresión por el aspirante
espiritual, la liberación de su energía en el orden
planetario. Pero, mi mente se hallaba perpleja, muda,
impenetrable. Me preocupaba muy profundamente cómo podría
presentar el OM en su función de poder coordinador de los tres
vehículos periódicos del hombre y también su entonación
perfecta para poder producir cambios apreciables dentro de uno
mismo y a su inmediato alrededor, es decir, como vehículo,
sutilísimo de contacto con el Yo superior y la Tríada
espiritual.
No sé cuánto tiempo permanecí allí bajo el castaño apoyada mi
espalda a su tronco, ni sé tampoco si me dormí fatigado por el
peso de mi esfuerzo meditativo. Sólo sé y sólo recuerdo que
sentí resonar de pronto el OM sagrado dentro de mí mismo, como
si del fondo de mi corazón surgiese aquella VOZ, muy familiar,
pero que no podía identificar en aquellos momentos con nada
conocido y cuya vibración determinaba en mí un estado de
armonía e integridad que nunca había conocido ni
experimentado. Al abrir los ojos, incapaz de resistir aquella
tensión creadora y aquel poder que me transformaba
internamente, vi ante mí sonriente, pero lleno de majestad a
un resplandeciente Deva. Su forma era casi la humana, aunque
supongo que había adoptado aquella forma para mejor establecer
contacto conmigo. Surgían de su aura como poderosos haces de
luz que se extendían en insoladas ondulaciones de un intenso
color azul violáceo, abarcando con sus destellos toda la
extensión del lugar en donde me hallaba situado. No me
sobresalté sin embargo lo más mínimo. El poder del OM
“pronunciado dentro de mí por aquel bendito Deva” me había
“transfigurado” de tal manera que me era posible contemplarle,
oírle en su mágica expresión y comprender el alcance infinito
de su mensaje. Me hallaba pues en presencia de un Ángel, de un
enviado celeste, del fruto divino a mi profunda y sentida
invocación, de una respuesta directa a mis continuadas
interpelaciones. Aunque lleno de fecundidad mental y
arrebatado por un ígneo poder, me sentía insuflado de ternura
y de devoción hacia aquel gentil exponente del poder
constructor de la Naturaleza. Aunque el contacto fue
extraordinariamente fugaz de acuerdo al concepto tiempo, la
percepción fue excepcionalmente clara y puedo recordarla
incluso ahora con todo detalle. Puedo decir que en aquellos
momentos fui consciente, realmente consciente, de algunos de
los misterios implícitos en el OM y de su debida entonación en
lo que a la nota típica de mi vida espiritual se refería. El
Deva se esfumó progresivamente a medida que mi conciencia
entraba nuevamente en posesión de su estado habitual o de
contacto con el mundo de lo normal, pero cuando recobré el
pleno uso de mis facultades concretas, sabía yo exactamente lo
que tenía que decir y cómo debía pronunciar el OM para que mi
tarea de la noche, durante la meditación de luna llena,
tuviese la necesaria
efectividad y trascendencia.
Y así fue en efecto. Por primera vez en mi vida pude hablar
del mántram sagrado, del gran sonido de resurrección, como lo
llaman los esoteristas, con conocimiento de causa y directa
experiencia de los hechos.
Hemos dicho antes que, la enseñanza acerca de los devas
constituye un aspecto principal del entrenamiento de los
discípulos de un Ashrama.
Uno de los trabajos que el Maestro nos sugirió realizar hace
ya bastante tiempo, fue presentar al mundo y de la manera más
simple que fuese posible, la enseñanza que iríamos recibiendo
en el Ashrama acerca de los devas. Otros discípulos, lo
hicieron ya en el pasado y por primera vez quizás en el curso
de la historia presentaron un cuadro de relaciones
dévico-humanas, explicando tipos, funciones y gradaciones de
estos seres angélicos que viven en los elementos de la
Naturaleza y que con el hálito de su vida constituyen el poder
que renueva, destruye, conserva y edifica todas las cosas
existentes, incluido los vehículos periódicos del hombre; el
doble etérico o pránico, el organismo físico, el cuerpo
emocional y el cuerpo mental. Otros devas cuyas vidas
evolucionan en los planos superiores del Sistema solar crean
con el poder con que Dios les ha dotado, los Arquetipos
superiores a los que se ajustan los designios de los Logos
planetarios y los Planes o Esquemas de las distintas
Jerarquías que precisen la evolución universal. Crean y
construyen también los cuerpos superiores o espirituales del
hombre a medida que avanza éste por las rutas obligadas de la
evolución: el búdico, el átmico y el monádico.
Nuestra labor debe limitarse forzosamente al reconocimiento
científico del mundo dévico, es decir, abordar lo más directo
e inmediato, lo que podrá ser comprobado al respecto si el
hombre estudioso, el aspirante espiritual y el verdadero
científico, se deciden a penetrar con mente audaz y aguda el
mundo de las causas y de los altos significados, amparados en
un verdadero espíritu de investigación y reconocimiento
humilde lo mucho que le falta aprender todavía para poder
hablar de fuerzas y de energías con verdadero conocimiento de
causa.