Editorial Buena Voluntad.org
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CRISIS ANDINA

El viernes 7 de marzo se observó el novilunio en Piscis. Coincidió con una oposición astrológica entre los planetas Plutón y Marte. Ambiente idóneo para la cocción de una plutónica explosión de guerra.
 
Pero las fuerzas oscuras que promueven el odio y la separatividad en Iberoamérica no contaban con los estudiantes venezolanos, esos que desafiaron a su gobierno y cruzaron la frontera para extenderle un abrazo a sus hermanos colombianos, quienes los recibieron a son de cumbia.
 
Muchos hombres y mujeres de buena voluntad se fundieron en ese abrazo fraterno. Luego, y sólo luego, lo hicieron los líderes de sus respectivos gobiernos en la XX Cumbre de Presidentes del Grupo de Río que se celebró ese mismo día en Santo Domingo, República Dominicana.
 
Otra victoria para las fuerzas de la LUZ.
¡Enhorabuena!
 
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Tanques, abogados y merengue

MOISÉS NAÍM 09/03/2008

Mandar a los tanques y bombarderos a la frontera con Colombia fue una exageración de Hugo Chávez. Amenazar con enjuiciar a Hugo Chávez en la Corte Penal Internacional fue una exageración de Álvaro Uribe. El desenlace pacífico de este incidente es una gran contribución de la cumbre del merengue. Pero quizás lo más interesante es que nos ayudó a descubrir que ahora vivimos en un mundo donde en algunas circunstancias es posible responder con abogados a quienes amenazan con tanques. Y ésta es una buena noticia.
 

Los HECHOS:

Así fue la Operación Fénix

Entresijos del ataque colombiano en Ecuador que acabó con Raúl Reyes, el 'número dos' de las FARC

MAITE RICO (ENVIADA ESPECIAL) - Bogotá - 09/03/2008
 
Cinco veces había esquivado Luis Edgar Devia, alias Raúl Reyes, los intentos de las fuerzas de seguridad de "darle de baja". El 1 de marzo, la onda expansiva de un bombazo puso fin a la vida del número dos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Dormía a pierna suelta. Lo último que podía imaginar era que el Ejército colombiano lo fuera a alcanzar en su santuario de Ecuador. Pero al otro lado de la frontera, los servicios de inteligencia esperaban el momento. Y el momento llegó aquella madrugada del sábado.

El general colombiano Freddy Padilla extiende una enorme fotografía aérea de la región de Piñuña Blanco. Separando a los dos países, las aguas rojizas del río Putumayo discurren en meandros. Algunas manchas amarillas rompen la monotonía verde de la vegetación selvática. Son "chacras de coca" abandonadas. "Sabíamos que estaba en su campamento madre", explica, señalando a una cruz roja en el lado ecuatoriano, a 1.850 metros de la frontera. "Y teníamos la información de que iba a sostener un encuentro en este punto, en territorio colombiano".

Desde 2002, las autoridades colombianas se habían propuesto descabezar a la narcoguerrilla que ensangrienta el país desde hace 40 años. Y Reyes era prioritario. Todo está listo el viernes 29 de febrero. "Hacia las 22.30, media hora antes de lanzar el ataque, recibimos la información de que el señor no ha viajado", prosigue Padilla. El presidente, Álvaro Uribe, da luz verde. No pueden perder la oportunidad. Se cambian las coordenadas de los aviones, que ahora son N 00º23'10.66'', W076º20'59.88'': el campamento madre en Ecuador. Dos Supertucano despegan. La Operación Fénix está en marcha.

Ecuador ha denunciado que las aeronaves penetraron 10 kilómetros y bombardearon el campamento de las FARC. "No entramos en su espacio aéreo", asegura el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos. "El recorrido está registrado en los sistemas de navegación. Y hay un enorme radar ecuatoriano a 46 kilómetros del lugar, que los hubiese detectado". Quito esgrime que su radar no funcionaba. "¡Qué casualidad!", ironiza Padilla, y dibuja parábolas y flechas en un papel para explicar que es posible atacar sin traspasar la frontera. "¿Sabe qué entró? Cuatro helicópteros Blackhawk con tropa de élite y 44 policías judiciales, para registrar y verificar si estaba Reyes".

Los soldados se abren camino con los visores nocturnos hasta el campamento. Uno de ellos lleva una cámara en el fusil. Entre los escombros, encuentran el cadáver de un hombre con barba y gruesa barriga. Objetivo logrado. Un poco más adelante, la cámara enfoca el rostro asustado de una mujer. Está amarrada, como suelen tener las FARC a sus secuestrados. Le curan un brazo y colocan junto a ella una bandera blanca. Hacen lo mismo con dos guerrilleras heridas. La filmación muestra un campamento estable, con infraestructuras, desde camas hasta material de intendencia. Los comandos encuentran tres ordenadores portátiles y dos discos duros externos. Hay también 39.900 dólares (27.000 euros).

Unos disparos rompen el silencio. Comienza el combate con el anillo de seguridad de la guerrilla. "¡El barbuchas que queríamos ya lo tenemos, hermano! ¡Entréguense, no se hagan matar chimbamente!". Los atacantes se esfuman. Los helicópteros levantan vuelo con el cuerpo de Raúl Reyes, para evitar que las FARC desmintieran su muerte. Los agentes policiales se quedan resguardando el campamento.

A la una de la mañana, Uribe telefonea a su homólogo Rafael Correa. Le comenta que ha habido un enfrentamiento que ha rebasado la frontera. Han muerto un soldado y una veintena de guerrilleros, entre ellos Raúl Reyes. Correa se inquieta: "¿Dónde cayó Reyes?". "Estoy casi seguro que en territorio de Ecuador", responde Uribe. "Con algún rubor", el colombiano admite que no le dijo que era una operación planificada. "Asumo mi responsabilidad. Pero si lo hubiera comunicado antes, estoy seguro de que todo hubiera fracasado".

Inmediatamente después, los comandantes militares llaman a sus pares ecuatorianos. "La reacción fue solidaria", asegura Padilla. "Les dimos las coordenadas del lugar y les dijimos que habíamos dejado a 44 hombres para hacerles entrega de todo".

Pero algo se tuerce. A mediodía del sábado, la inteligencia colombiana en Ecuador alerta de una acalorada reunión del presidente y los mandos militares. La decisión de Correa es detener a los agentes colombianos. Sin otra escapatoria, los 44 hombres se adentran en la selva, dando un gran rodeo para evitar tanto al Ejército ecuatoriano como a las FARC. Tras 11 horas de caminata, la columna entra en Colombia. Son las siete de la mañana del domingo. La Operación Fénix ha terminado. Y empieza una crisis diplomática que, a pesar de las escenas de abrazos, está muy lejos de cerrarse.


El CONTEXTO:

Nuevos actores en el avispero andino

JUAN JESÚS AZNÁREZ 09/03/2008
 
Los servicios de inteligencia estadounidense y cubano han trabajado a marchas forzadas en Colombia, Venezuela, Ecuador y Nicaragua, anticipando los movimientos del adversario en una crisis que se ha complicado con la entrada de nuevos actores en el avispero andino. El más reciente: Israel.

Primero fue el desembarco del presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, apadrinado por Hugo Chávez. Ante el interés del líder iraní, Israel no tardó en reforzar la presencia del Mosad en Colombia, en colaboración con la CIA. La agencia de inteligencia de EE UU se mueve en la zona de manera tan activa como el espionaje cubano, siempre preocupado por Hugo Chávez, su gran aliado político y suministrador de petróleo. La visita a Israel del ministro colombiano de Defensa, Juan Manuel Santos, en febrero pasado, revistió una importancia política y estratégica paralela a la que había tenido el acercamiento de Venezuela a Irán y Siria. Todo indica que Bogotá y Washington decidieron reventar el campamento de Raúl Reyes en Ecuador precisamente para eso: para descubrir las conexiones entre el terrorismo guerrillero y gobiernos con asiento en las Naciones Unidas.

La identidad de los contendientes ayuda a entender el choque político e ideológico en curso. EE UU e Israel apoyan a Colombia, gobernada por el conservador Álvaro Uribe, en su disputa con la alianza izquierdista de Hugo Chávez, en Venezuela, Rafael Correa, en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua; apoyados por Cuba e Irán. Todo era diferente antes de que entrara Hugo Chávez. Provisto de nuevos criterios políticos y de un arsenal de dólares petroleros, Chávez alimentó alianzas y apoyos y un discurso solidario con las guerrillas colombianas que irritó al presidente de Colombia, Álvaro Uribe, y movilizó a EE UU, implicado con hombres, tecnología y dinero en el combate contra las guerrillas. Hasta la irrupción de Chávez, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) habían batallado casi a solas, sin apenas patrocinios ideológicos, contra el Estado colombiano y su aliado de Washington.

Pero al llegar Chávez, todo cambió: legitimó a las guerrillas al establecer relaciones con sus mandos y reclamar para los dos grupos el estatus de fuerza beligerante. Estados Unidos y la Unión Europea los incluyeron en la lista de grupos terroristas. Una pequeña guerra fría está en curso en la zona andina.
 


El GIOE Informa:

Tambores de guerra

Chávez aprovecha la crisis provocada por la incursión colombiana en un campamento de las FARC en territorio de Ecuador para mantener la zona al rojo vivo.

MARIO VARGAS LLOSA 09/03/2008
 
El incidente fronterizo entre Colombia y Ecuador, ocurrido a raíz de la incursión militar colombiana en un campamento de las FARC situado en territorio ecuatoriano, debería eclipsarse pronto con las excusas formales del Gobierno colombiano y el acuerdo propiciado por la OEA (Organización de Estados Americanos) para evitar en el futuro episodios semejantes. Pero cabe que no sea así, por la intromisión en el asunto del mandatario venezolano, Hugo Chávez, el gran desestabilizador de América Latina.

En efecto, a Chávez le viene como anillo al dedo el conflicto y tratará de mantenerlo al rojo vivo. Desde el referéndum que perdió, su impopularidad en su propio país no hace más que crecer, al mismo tiempo que la inflación, el desabastecimiento alimenticio y la corrupción, que golpean sin misericordia a aquellos sectores venezolanos más pobres que en un principio eran su principal apoyo. En estas condiciones, nada tan oportuno como un conflicto bélico que permita a su Gobierno efusiones efervescentes de patriotismo a fin de crear artificialmente la unidad nacional. Y que tenga entretenidas a unas Fuerzas Armadas en las que jamás prendió la prédica ideológica de Chávez a favor del "Socialismo del Siglo XXI" y cuya lealtad, ahora vacilante, ha conseguido sobre todo sobornando a su cúpula.

No se explica de otra manera a cuento de qué el caudillo venezolano se precipitó a atizar el fuego de aquel episodio que tuvo lugar a muchos cientos de kilómetros de las fronteras venezolanas, a lanzar sus habituales amenazas e insultos contra el mandatario colombiano Álvaro Uribe y a ordenar, ante las cámaras de la televisión, con gesto musoliniano, a su ministro de Defensa: "¡A ver, póngame de inmediato diez batallones en la frontera con Colombia!".

Las payasadas del mandatario venezolano son pintorescas, pero, en este caso, también preocupantes. Pues, en la actualidad se trata, políticamente hablando, de un animal herido, que se siente cada vez más rechazado por su pueblo y totalmente incapaz de revertir una crisis económica y social desatada por su ignorancia y megalomanía. En esas circunstancias no se puede descartar que reabra la crisis, directamente, o a través del Gobierno ecuatoriano del presidente Correa, quien, a juzgar por su errático comportamiento desde el inicio de este conflicto -aceptando en un principio las excusas y explicaciones del presidente Uribe y, luego, escalando las protestas y magnificando lo sucedido-, después de mantener una cierta independencia, parece haberse resignado a integrar también, junto con el boliviano Evo Morales y el nicaragüense Daniel Ortega, la cofradía de vasallos políticos de Hugo Chávez.

Pese a las FARC y al narcotráfico, Colombia es una democracia que ha resistido una embestida feroz contra su sistema político, de dos poderosos movimientos subversivos, apoyados por la industria de la droga más rica de América Latina, y por la Cuba de Fidel Castro y la Venezuela de Chávez. Con el Gobierno de Álvaro Uribe, el más popular que ha conocido Colombia en varias décadas, la narcoguerrilla ha comenzado a ceder el terreno y el pueblo colombiano a perder el miedo y a recuperar la esperanza. Eso hace de Uribe un ejemplo odiado por quienes quisieran, como Chávez, convertir a América Latina en una sociedad comunista a la manera de Cuba o en ese galimatías socialista y bolivariano en que él ha transformado a Venezuela.

Lo extraordinario de esta historia es que sea Colombia el país que Chávez y Correa han querido poner en la picota internacional como "violador de la soberanía territorial" de un vecino. Si de violaciones territoriales se trata, el comandante Hugo Chávez debería estar entre rejas hace muchos años. Nadie, ni siquiera Fidel Castro en los sesenta, en el apogeo de su mesianismo revolucionario, ha pisoteado de manera tan burda la soberanía de los demás países latinoamericanos, financiando movimientos y candidatos extremistas, publicaciones revolucionarias, subvencionando huelgas y paros armados, y, como ha hecho con las FARC y el ELN colombianos, concediendo "santuarios" a los movimientos subversivos, que éstos aprovechan para curar a sus heridos, dar descanso a sus tropas, o refugiarse cuando se ven en peligro. En los documentos hallados en el campamento de las FARC recién destruido, aparecen pruebas, según ha ofrecido mostrar el Gobierno colombiano, de que los narcoterroristas colombianos han recibido ya, de Hugo Chávez, 300 millones de dólares. ¿No son ésas violaciones descaradas y flagrantes de la soberanía de un país vecino?

La indignación del presidente Correa ante la incursión militar colombiana tiene asidero, sin duda: es grave que ocurra y la comunidad civilizada internacional ha hecho bien en censurarla. Pero, ¿es menos tolerable que un movimiento subversivo y narcoterrorista, como las FARC, tenga "santuarios" estables en territorio ecuatoriano, enclaves extraterritoriales que lo pongan a salvo de las acciones del gobierno democrático que está tratando de derribar? Eso es lo que mostraba ser, en las imágenes, el campamento donde murieron Raúl Reyes y la veintena de miembros de las FARC.

Lo menos que se puede decir en este caso es que el presidente Correa y su Gobierno, tan escrupulosos en la defensa de la soberanía ecuatoriana, debían de serlo, también, no permitiendo actos inamistosos contra su vecino como el establecimiento de campamentos subversivos a lo largo de su frontera. Porque, una de dos: o no están en condiciones de impedir que las FARC hagan de las suyas en territorio ecuatoriano, y en ese caso no pueden quejarse de que el Gobierno colombiano actúe como lo ha hecho en su legítima defensa, o lo están, y no quieren hacerlo, por temor, prudencia o por complicidad con la subversión.

La soberanía territorial debe ser respetada, desde luego. Pero, por todos los gobiernos, empezando por el del comandante Chávez. Porque el efecto desestabilizador de sus intromisiones -a golpe de los petrodólares del desventurado pueblo venezolano que él derrocha para hacer realidad sus sueños hegemónicos bolivarianos- están causando mucho daño a los países que tratan de fortalecer sus instituciones y luchan contra el subdesarrollo respetando la libertad y la legalidad.

Después de Colombia, otro de los objetivos prioritarios del caudillo llanero es el Perú, cuya democracia le molesta. Ya en las últimas elecciones trató de imponer a un candidato afín a sus delirios ideológicos, que por fortuna los electores rechazaron (pero no por muchos votos). Desde entonces, su larga mano y su dinero están detrás de toda la violencia social que los grupúsculos extremistas desatan en el Perú, manipulado a los sectores marginales y desfavorecidos con huelgas, levantamientos, paros y toma de locales y empresas que sólo sirven para retrasar el desarrollo y paralizar la vida económica del país. Las casas de ALBA, que el Gobierno de Chávez ha sembrado por toda la sierra peruana, están lejos de ser esas instituciones humanitarias que pretenden: en verdad son focos activos de propaganda revolucionaria cuyo objetivo es socavar en los sectores campesinos y marginales toda forma de adhesión al sistema democrático y ganar adeptos para las fuerzas que se empeñan en derribarlo.

El efecto más pernicioso del incidente ecuatoriano-colombiano es que va a dar un nuevo impulso al armamentismo en América Latina, de manera que preciosos recursos de los países latinoamericanos se gasten comprando aviones, tanques, misiles, etcétera, que nos defiendan del "peligro exterior". Peligrosísimo juego que, además de un derroche insano, puede, en un momento de desvarío nacionalista, provocar otra de esas hecatombes que han ensangrentado nuestra historia.

 


El GIOE Informa:

Capitalismo sin límites

JOSÉ VIDAL-BENEYTO 08/03/2008
 
El capitalismo bajo esa denominación y con la elusiva, pero de casi idéntico contenido, de Economía de Mercado se ha extendido, sin compartir terreno con nadie y sin querer marcarse frontera alguna, por todo el planeta-tierra. El capitalismo se ha querido mundial y lo es.

Esta imparable expansión se ha operado desde dos grandes vectores: la modernización de las sociedades y la financiarización de la economía. La primera, en su doble declinación de desarrollo y bienestar, ha sido divisa de todas las propuestas políticas razonables, desde el liberalismo tranquilo hasta la socialdemocracia mansa. A ella se han apuntado la mayoría de los posibles candidatos a la travesía y en rada han quedado sólo las comunidades irrecuperables y los países con destino de náufragos. Entre las primeras, las congregaciones de la miseria moderna encapsuladas en el crimen, adobadas por la droga, entregadas al comercio de ocasión de las armas químicas y bacteriológicas a precios de saldo, celebrando gozosos las glorias de la inseguridad. Los segundos están sobre todo representados por los pueblos autóctonos: Tuaregs, Pigmeos, Lapones, Inuitas, Esquimales, aborígenes de Australia, Melanesios y un nutrido etcétera que superan los 350 millones de personas y forman un nutrido pelotón que sirve para todo. A los que hay que agregar la cohorte de los PMA, los Pueblos Menos Adelantados, que son los Estados-Nación que se sitúan en la cola por sus niveles de renta y en cabeza por necesidades insatisfechas: Etiopia, Burkina Faso, Bangladesh, etc.

Unos y otros sometidos a un proceso de destrucción cultural que hemos llamado desculturación, que ya advirtió Claude Lévi-Strauss en La Pensée Sauvage, destinados irremediablemente a la extinción y cuya única salvación posible era la transfusión occidental. Que supone el imperialismo del hombre blanco con la religión cristiana en su equipaje y la ciencia y la técnica como armas definitivas de su particular modernización. Gracias a las cuales se añadirá a la conquista política de los territorios, la conquista religiosa de las almas y la conquista económica de los comerciantes (el imperialismo de las tres M -Militares, Mercaderes y Misioneros- que nos señala Serge Latouche en La Planète uniforme (Climats, 2001), que acaban traduciéndose en la explotación expoliadora de la naturaleza.

Esa occidentalización modernizadora, más allá de la contradicción que supone el tradicionalismo moral de su componente cristiano, conlleva un fuerte impulso uniformizador en función del modelo económico único que representa el sistema capitalista. De lo que se trata no es de ser más sino de tener más, de consumir más de lo que ofrece el mercado mundial en bienes y servicios consumibles. Marx fue el primero que nos hizo ver que la mundialización, el mercado mundial es indisociable del capital, como lo es la omnimercantilización del mundo en el que todas las cosas son mercancías, comprables y vendibles, utilizables y alquilables, todas, bienes, servicios, cuerpos humanos, sangre, órganos, esperma, úteros; a disposición del comprador solvente en nuestra ciudad o, para esto está la mundialización, a 10.000 kilómetros de distancia. Todo es cuestión de precio.

Esta accesibilidad es sobre todo función del comercio internacional, que aumenta a razón del 5% anual mientras que el PIB mundial se limita al 2,5 % al año. En cualquier caso el ritmo de crecimiento de la producción e intercambio de las mercancías que son los productos y las personas se sitúan en niveles muy inferiores a la que es hoy la mercancía por antonomasia: el dinero. Bolsas, acciones, cotizaciones son los datos más relevantes de una actividad financiera que ha desplazado a la economía real. Pero en esta carrera desbocada es difícil imaginar cómo los mercados bolsísticos podrán continuar creciendo al 10% anual, cuando las tasas de crecimiento de las economías reales siguen oscilando entre el 2 y el 3%. Ni siquiera aunque se redujera la retribución del trabajo a cero.

El paradigma cardinal de los valores contemporáneos, el individualismo, nos viene tanto de la religión cristiana y de la valoración de la persona, recogida por Emmanuel Mounier en su personalismo, como de la exaltación de la soberanía del hombre en la Ilustración. Él es quien presidirá las prácticas de la economía liberal, liquidará toda dimensión social de la empresa, legitimará el enriquecimiento sin límite, la codicia sin fin, la voracidad, la búsqueda insaciable del provecho, el éxito personal como valor supremo. ¿Podrán nuestras sociedades sobrevivir a tanto egoísmo, a tanta desmesura?
 




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2014-08-17