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CAPÍTULO I
EL YOGA Y SUS GRANDES ANALOGÍAS UNIVERSALES
Como ocultamente se nos dice, nuestro planeta Tierra (y probablemente todos los
astros dentro de nuestro Sistema Solar) está sujeto a grandes crisis físicas,
astrales, mentales y espirituales y que estas crisis son siempre el preludio de
un mejoramiento de las condiciones planetarias de las que participan y a la vez
se benefician todos los Reinos de la Naturaleza y, muy particularmente, la
humanidad, en razón de sus cualidades de autoconciencia que le permiten
contribuir inteligentemente al desarrollo de estas crisis y a su período de
emergencia espiritual. Estas crisis son de orden periódico o cíclico; algunas
tienen un carácter transitorio o efímero, por ejemplo, las que tienen lugar a
finales de año y su período de emergencia cuando el Sol, astronómicamente
hablando, se dirige de nuevo hacia el norte. Más breve y efímero todavía, es el
ciclo planetario que da lugar a los días y las noches. Siempre en sentido
esotérico, podemos decir que existen pequeñas crisis cada vez que el planeta
Tierra penetra en la luz del Sol o se sumerge en las tinieblas de la noche.
En realidad, siempre será ostensible esta actividad oculta que se realiza en los
éteres para el esoterista entrenado, el cual, desde su punto de comprensión y
estabilidad alcanzado procura adueñarse progresivamente de los ciclos positivos
del tiempo. Una particularidad muy notable al respecto es que los verdaderos
esoteristas y discípulos espirituales trabajan con la sustancia dévica que
produce la luz y que los magos negros lo hacen con la sustancia elementaria que
vivifica las sombras. Lógico es suponer, pues, que cuando el Sol se remonta
hacia el norte, es decir, cuando empieza a ascender por la línea de meridianos
terrestres, abarcando cada vez más extensas zonas de la Tierra en su luz, la
Jerarquía adquiere renovada fuerza, una fuerza que tiene también a su
disposición en los momentos cíclicos de plenilunio durante los cuales el Sol
baña completamente aquella parte de la Luna invariablemente orientada hacia
nuestro planeta. La parte oscura de aquélla tiene también su importancia capital
y está siendo "especialmente vigilada” por las huestes de la Jerarquía tratando
de neutralizar en lo posible su nefasta influencia sobre la Tierra y la de sus
normales comunicadores, los magos negros. Muchas de las enfermedades ancestrales
y corrientes psíquicas de orden depresor, tales como la que produce el temor, el
pesimismo, el odio, la desconfianza, etc., proceden de allí y son hábilmente
canalizadas por los siniestros "hermanos de las sombras".
Otros ciclos mayores, tales como los que siguen las grandes constelaciones
siderales más kármicamente unidas a la evolución del planeta Tierra, es decir,
las doce del ciclo zodiacal, las de las Pléyades, de la Osa mayor y la del Can,
en donde tiene su centro de irradiación la gran Estrella Sirio, ofrecen también
esas particularidades, aunque en una extensión, medida y circunstancias que
escapan por completo a la más sagaz y profunda de las investigaciones.
Lo importante, por ello, es reconocer el hecho fundamental, señalado por la
analogía, de que todo astro en el firmamento es en realidad un Centro más o
menos desarrollado, dentro del organismo vital de alguna Entidad Psicológica
solar, planetaria o cósmica que utiliza el espacio y una especie particular de
éter como campo de experimentación y de progresiva expansión de Su conciencia.
Yendo al tema central de nuestra idea, en orden a la Ley de los Ciclos y
tratando de hacerla más comprensiva de acuerdo con nuestro presente estudio
sobre el Yoga, deberemos analizar primero aquellos cuatro grandes ciclos o
períodos mundiales, llamados Yugas, dentro de los cuales la humanidad terrestre
efectúa su normal evolución en un constante e interminable despliegue de crisis,
tensiones y ulteriores ciclos de emergencia. He aquí su descripción:
Kali Yuga..............Edad de hierro
Dwapara Yuga...........Edad de bronce
Treta Yuga.............Edad de plata
Satya o Krita Yuga.....Edad de oro
Estos Yugas son Edades o Ciclos de evolución del Logos Planetario que
condicionan el período de expansión cíclica de una Raza y de un determinado tipo
de Yoga y, tal como aparece en sus correspondientes esquemas de expresión,
afectan corrientes psíquicas de distinta vibración y naturaleza que condicionan
la vida de la humanidad durante inmensos períodos de tiempo. Tales cómputos
temporales se deducen esotéricamente teniendo en cuenta la edad de los devas
[Ángeles], llamada también edad espiritual o divina. La edad o límite de tiempo
fijado para la evolución dévica es proporcionalmente de 1 - 360 de acuerdo con
los años terrestres, es decir, que un día de los devas equivale a 365 días de
los seres humanos, prácticamente un año solar. Un año divino o dévico equivale
pues a 365 años terrestres. Según las anotaciones de los sabios el Satya Yuga,
la edad de oro de una Raza, o sea, su período de emergencia espiritual en el
cual se realiza el Arquetipo racial diseñado por el Manú [Exaltado ser
espiritual que dirige la evolución física de una gran raza raíz] de aquélla,
consta de 4.000 años divinos, es decir, 1.440.000 años terrestres. Si tenemos en
cuenta que un día completo o Yuga tiene también una aurora y un crepúsculo, cuya
duración se calcula en 400 años divinos, tendremos que la duración total del
Satya Yuga es de: 1.440.000 + 40 x 360 = 1.728.000 años terrestres. Las otras
tres edades, o Yugas, precedidas y seguidas igualmente por albas y crepúsculos,
corresponden también a la duración del Satya Yuga, teniendo en cuenta que se
efectúa una reducción de tres años divinos sobre cada uno en razón de la
aminoración del movimiento de rotación de la Tierra [Esta aminoración del
movimiento de rotación de la Tierra, y consecuentemente del de traslación
alrededor del Sol, se explica por el hecho esotérico de que durante el período
de exaltación de un Satya Yuga, o Krita Yuga, la Tierra gira más rápidamente
sobre sí misma, mientras que en un período de un Kali Yuga el efecto de las
condiciones planetarias es retardatorio (nueve años dévicos en relación con
Satya Yuga) debido a la vibración menos acentuada de la presión interna del
Logos planetario, que reacciona sobre el fuego central del planeta que origina
la vida terrestre y el propio movimiento de rotación. Treta Yuga y Dwapara Yuga
constituyen así los ejes de equilibrio del proceso de rotación, con fases
retardatarias de tres y seis años dévicos en relación a la duración de un
período de Satya Yuga. Vienen a constituir el proceso compensatorio de la
Naturaleza, tal como se realiza por medio de las auroras y los crepúsculos en
los días planetarios y de las primaveras y los otoños en las estaciones del año.
Puede ser supuesta también idéntica analogía en el proceso de respiración de los
seres humanos, cuyas pausas o intervalos entre una fase de inhalación y otra de
exhalación tienen también su cualidad compensatoria o equilibradora. (Véase
capítulo "Pranayama - La ciencia de la respiración")], pudiendo calcular que los
cuatro Yugas en su totalidad tienen una duración aproximada de 4.320.000 años
terrestres, cantidad que naturalmente no podremos jamás comprobar, a menos que
en ciertas elevadas iniciaciones no hayamos adquirido la visión de síntesis de
los verdaderos Argonautas del Espíritu...
Se trata, en realidad, de cuatro edades planetarias durante las cuales tienen
lugar ciertas crisis de orientación y reajuste en la Vida psicológica de aquella
Potestad divina que rige la evolución de nuestro Planeta. Podríamos decir que
son expresión de unas energías liberadas desde fuentes cósmicas que los Señores
del Karma, denominados también "Los Cuatro Ángeles de la Espada Flamígera",
canalizan con destino a la Tierra afectando todo su contenido, físico, etérico,
emocional y mental y provocando todas las situaciones planetarias que
condicionan el ritmo variable de la evolución. Estos cuatro Yugas se reproducen
incesantemente en la evolución del planeta Tierra abarcando períodos de tiempo
que van de la más oscura materialidad a la más esplendente luz espiritual y
durante su recorrido o ciclo de proyección sobre el planeta, la Vida de Dios,
subyacente en todo átomo vivo y en cada unidad de conciencia de no importa qué
plano, reino o dimensión, va expandiéndose en espirales cíclicas de cada vez más
elevada trascendencia. De las sempiternas alturas en donde se manifiesta un
Satya Yuga, o Edad de Oro, se proyecta una franja de luz que ilumina la
conciencia de la humanidad en las horas sombrías de un Kali Yuga y permite la
afluencia de una corriente arquetípica o intuitiva, que los seres más avanzados
pueden contactar y canalizar constituyéndose en puntos de luz, amor y poder e
inspiración para el resto de la humanidad. En realidad, cada ser humano que ha
logrado un cierto grado de integración siente en su mente y corazón las
impresiones profundamente espirituales que le transmite su propio Arquetipo o Yo
Superior, el Cual vive constante y persistentemente inmerso en un Satya Yuga, el
que le es propio y forma parte consustancial de Su vida de inmortal Adepto. Como
fragmento integrante de una historia perdida en la inmensidad del tiempo, la
conciencia de los seres humanos trata de reconstruir constantemente los
memorables hechos que caracterizan un Satya Yuga y formar parte conciente de
aquel indescriptible Drama histórico, psicológico y espiritual vivido en edades
precedentes. Es así como avanza el proceso de la evolución humana, teniendo
siempre, allá en el fondo de las insondables perspectivas de su destino, la
imagen luminosa de un Arquetipo o Satya Yuga,…………, a la exacta medida de sus
deseos y posibilidades.
La Acción de los Yugas
La acción de los Yugas, condicionando las edades, origina también las grandes
analogías que pueden ser descubiertas por todo atento observador. Por ejemplo,
en lo que a la evolución planetaria respecta, tenemos las cuatro estaciones del
año, los cuatro ciclos del movimiento de rotación de la Tierra, es decir, día,
noche, aurora o crepúsculo; las cuatro fases de la luna, los cuatro puntos
cardinales, los cuatro elementos naturales conocidos: tierra, agua, fuego y
aire; los cuatro Kumaras, o Señores de la Llama, etc., y en la vida del ser
humano, que es un reflejo de lo cósmico, tenemos las cuatro edades que
condicionan su vida física y psicológica: niñez, juventud, edad madura y vejez;
las cuatro fases de la respiración correcta: inhalación, exhalación y sus
correspondientes pausas o intervalos; los cuatro Yogas (Raja Yoga y Agni Yoga
constituyen fases del mismo Yoga (del Fuego de la Mente)) que rigen y
condicionan la evolución de la vida espiritual en este cuarto Reino, humano, del
cuarto Planeta, de la cuarta Ronda, etc. Para una mayor claridad en nuestro
estudio sobre el Yoga, considerándole como la Ciencia de la Realización, podemos
establecer concretamente las siguientes analogías:
De estas analogías se desprenden una serie de hechos que merecen nuestra más
profunda atención; en primer lugar porque viendo el desarrollo de la conciencia
humana, orientada preferentemente todavía hacia los valores físicos y conquistas
materiales, podemos deducir que nuestra Era actual, pese a sus tremendos avances
científicos y técnicos, constituye aún una fase, aunque avanzada, del período
mundial regido por un Kali Yuga.
El inmenso período de tiempo marcado por esta edad de hierro que estamos
viviendo es de las más duras pruebas y de las más ingentes dificultades, pues se
trata de vencer y dominar la materia y sublimizarla hasta extremos
inconcebibles, de elevarla a la altura de la más exquisita sutilidad, belleza y
equilibrio. Esta Meta, finalidad o propósito está asignada preferentemente a
Hatha Yoga, el que corresponde al control, dominio y superación del cuerpo
físico en todas sus posibles densidades. Este Yoga es esencial, por cuanto
constituye la base, fundamento o raíz de todos los demás Yogas que irán
apareciendo durante el transcurso de la evolución humana, constituyendo con su
lenta, aunque constante y progresiva expansión, el tronco, las ramas, las hojas,
las flores y los frutos del indescriptible Árbol de la vida de la Humanidad.
Al tratar de reconstruir la vida evolutiva del Cuarto Reino sabemos de antemano
que deberemos proceder con gran circunspección y prudencia para no ser
designados como místicos visionarios, sujetos a espejismos mentales. Nos guía,
sin embargo, otro deseo en este libro, que es exponer una serie de hechos y
acontecimientos que cada uno de Uds. podrá aseverar con tal que se decida a
aplicar la clave de la analogía, tal como lo hacemos nosotros, y seguir adelante
en sus pesquisas sin pretender ni perseguir otro objetivo que la Verdad esencial
que en todas las cosas y en el corazón de todos los seres tiene su morada de
luz.
Asignamos a Hatha Yoga una importancia fundamental por las razones que
expondremos en el capítulo correspondiente. No obstante, si pueden imaginar este
símil de la vida histórica, psicológica y espiritual de la humanidad como el de
un Árbol inmenso cuyas raíces se hallan hundidas en la materia de los reinos
inferiores [Tal es en esencia el significado oculto del loto, cuyas raíces se
hallan hundidas en la viscosidad del lodo pero cuya flor inmaculada emerge por
encima de las aguas buscando la luz del Sol], pero cuya copa, frondosa y
exuberante, bordea el infinito espacio espiritual y si consideran que la
totalidad de este Árbol descansa sobre las raíces del Hatha Yoga y que Hatha
Yoga es la Ciencia de la Unión espiritual por medio del cuerpo físico, serán
concientes de su importancia en esta Era específica que estamos viviendo y la
relación que existe entre el período mundial de Kali Yuga, la Ciencia del Hatha
Yoga y los grandes intentos de los hombres de ciencia del mundo actual de
dominar la materia y adueñarse del espacio, es decir, del éter en donde la
materia, desde la más sutil a la más densa tiene su fuente inmortal de
procedencia.
Esta conclusión a la que hemos ido llegando por un matemático proceso de
analogía no debe constituir, sin embargo, un freno paralizador para el creciente
estímulo de la búsqueda de los Yogas superiores. Debido a este potente estímulo
espiritual o monádico, que procede de la alta copa del inmenso Árbol de la Vida,
han ido surgiendo de las profundas simas de Kali Yuga hombres eminentes en todos
los campos expresivos de la conciencia humana que, con el testimonio de su luz y
la potente irradiación de su aura espiritual, han dado fe y brindado seguridad
de otros Yogas superiores, con la demostración evidente de que la Vida del
Espíritu triunfa siempre de las condiciones temporales y de las influencias
ejercidas por determinados períodos mundiales o de ciertas constelaciones
siderales afectando nuestro planeta. Es evidente que en esta presente edad de
hierro y en plena expansión de la Era de Piscis [Durante el período mundial
condicionado por un Kali Yuga, la constelación de Piscis se manifiesta casi 70
veces afectando el ritmo de la evolución planetaria], han sido muchos los hijos
de los hombres, que son los hijos de Dios, que se han liberado de todas las
limitaciones impuestas por el lento fluir del proceso evolutivo regido por la
materia y sus naturales imposiciones y han logrado practicar en conciencia y en
toda su plenitud el Raja Yoga, el Agni Yoga y aún el Devi Yoga (el Yoga del
Futuro), viviendo y demostrando por anticipado la gloria de los Arquetipos que
se agitan gozosos en los más elevados niveles del Sistema Solar y han de
revelarse en la última subraza de la presente Raza Aria.
Por todo ello se darán Uds. cuenta de que si bien existe un período cíclico
mundial que trata de revelarse a través de un determinado tipo de Yoga y del
imperio condicionante de una definida Constelación alterando la calidad de los
fuegos eléctricos del éter planetario en donde vive inmersa nuestra Tierra, hay
también una Potestad superior en el ser humano cuya expresión no viene
condicionada por la cualidad específica que se libera a través de los éteres,
sino que estando sujeta a un Ritmo superior y trascendente que opera por medio
de unas Constelaciones siderales superiores a las conocidas y más evolucionadas
dentro de un proceso de expansión cósmica, puede sacudirse del "yugo de las
estrellas”, vencer la actividad de un período mundial, adueñarse de los ciclos
del tiempo y de las circunstancias y aplicar concientemente aquel Ritmo sobre la
materia, es decir, sobre sus vehículos expresivos, tal como lo hicieron y lo
hacen los Adeptos e Iniciados y tratan de hacerlo los discípulos en
entrenamiento espiritual.
Como ustedes irán observando y tal como es nuestro propósito, nos vamos
acercando progresivamente a la Ciencia del Yoga desde un ángulo puramente
esotérico y siguiendo siempre las sagradas analogías que, según hemos dicho en
otras ocasiones, son las únicas avenidas que conducen a la Verdad.
En el momento actual y cuando todavía las agujas del Gran Reloj de la Vida están
marcando la acción temporal del Kali Yuga, tenemos en expansión y progresivo
desarrollo cuatro Yogas principales: Hatha Yoga, Bakti Yoga, Raja Yoga y Agni
Yoga. Este último, denominado también el Yoga del Fuego o Yoga de Síntesis, sólo
puede ser íntegramente practicado por los verdaderos investigadores del mundo
espiritual, es decir, los grandes pensadores y profundos místicos, los
inspirados artistas y los verdaderos filósofos, discípulos todos ellos en
entrenamiento espiritual, pertenecientes quizá a algunos de los Ashramas de la
Jerarquía y formando parte, según su propio nivel, de la Gran Fraternidad Blanca
del Planeta.
Pero, como una cálida promesa de redención para el futuro y como una
resplandeciente aurora que presagia la Luz inmortal de un Nuevo Día que toda la
humanidad espera, aparece en lontananza el Devi Yoga y con él una nueva efusión
de Vida o de Fuego sagrado penetra en los éteres planetarios afectando la vida
de todos aquellos que lograron dominar gran parte de la sustancia inferior que
compone sus vehículos de expresión, la mente, el cuerpo emocional y el cuerpo
físico y presentan su Tabernáculo, el cuerpo triple de la personalidad
integrada, como una sagrada ofrenda al Cristo interior, al Verbo inmaculado que
ha de llenar el mundo con el tesoro de Su gracia. De este nuevo Yoga nos
ocuparemos en el capítulo correspondiente para que pueda observarse cómo la
analogía universal que guía nuestros razonamientos se expresa en forma perfecta
y con matemática precisión relacionando Yugas, Reinos, Razas, Subrazas, Yogas,
Cuerpos, Mentes y Espíritus dentro de una maravillosa estructura en la cual nada
sobra ni nada falta dentro del santo equilibrio de la Ley y en la que el ser
humano, contenedor de todos los Misterios Celestes, tiene el sagrado deber de
revelarlos edad tras edad, ciclo tras ciclo, venciendo Eras, creando nuevas
civilizaciones y despertando estados de conciencia cada vez más sublimizados y
enaltecidos y consumando a través del Yoga, Ciencia de Redención por excelencia,
el más glorioso y elevado cumplimiento.
El Origen Septenario del Universo
Otra de las grandes analogías que forzosamente deberemos estudiar corresponde a
la constitución septenaria del Universo y a la relación del Sonido, Luz y Forma.
Remontándonos al principio de los tiempos y tratando de hacer actuales los
textos bíblicos y aquellos que constituyen la raíz de todos los libros sagrados
del mundo, asistimos a un proceso realmente esotérico, filosófico y místico que
podría ser resuelto analizando el fundamento esencial del gran Mántram A.U.M.,
el cual tiene su analogía en el dinámico Verbo bíblico "Hágase la Luz" y en la
respuesta de cumplimiento de los éteres del insondable espacio cósmico: "La Luz
se Hizo", constituyéndose así las siete palabras sacramentales que traducidas al
idioma sagrado del Cosmos constituyen el Nombre Entero o Sonido Original al cual
responde la entidad Psicológica Creadora del Universo. El Sonido y la Luz y la
resultante de su cósmico contacto, la figura geométrica (Dios geometriza -
Platón), constituyen la base del Universo "en donde vivimos, nos movemos y
tenemos el ser” y cada una de las Siete Palabras o Sonidos fundamentales
vibrando en el sutilísimo éter cósmico constituye asimismo la base de cada uno
de los Planos del Sistema Solar y la expresión septenaria de todo su contenido,
con sus Siete Rayos [7 Cada uno de los Siete Rayos constituye una letra o sonido
del nombre oculto de la divinidad (los Siete Espíritus ante el Trono de Dios)] o
corrientes de Vida Logóica, los siete esquemas planetarios, los siete planetas
sagrados, las siete cadenas, las siete rondas, los siete Reinos de la
Naturaleza, las siete Razas humanas con sus correspondientes subrazas, los siete
tipos psicológicos humanos, los Siete Senderos de Evolución, las siete claves
correspondientes a la sabiduría hermética, las siete notas musicales, los siete
colores, las siete dimensiones del espacio..., etc. La analogía se nos haría así
realmente interminable pero, ateniéndonos al objetivo básico de este libro,
nuestro interés fundamental, aún respetando integralmente todas las relaciones
posibles, se centraliza en el término Sendero o camino espiritual, en el que se
refunden las tres corrientes básicas que son la motivación consciente de todo
ser humano en la vida: Yoga, Misterio e Iniciación, es decir, el Alfa y el Omega
de toda posible realización individual, social y universal.
Existen, evidentemente, siete Yogas o Senderos de Cumplimiento, siete Misterios
a descubrir y siete secretos a revelar y una consumación final para cada uno de
ellos. De estas siete corrientes de vida, de Yoga o de Misterios iniciáticos de
cumplimiento sólo conocemos Cinco, los correspondientes a la Quinta gran Raza
Raíz, la Aria y a nuestra quinta subraza, la actual, habida cuenta de que la
expansión intuitiva de la mente, aún la de los grandes pensadores, sólo puede
abarcar lo que se halla contenido dentro de los límites o fronteras del
"Círculo-no-se-pasa”, o expansión máxima de las posibilidades mentales de
acuerdo con el proceso de evolución alcanzado dentro de la gran Raza Raíz a la
cual pertenecemos. Esto equivale a decir, en orden al principio de analogía que
estamos tratando de desarrollar, que nuestra visión más elevada y la más sutil
de nuestras intuiciones sólo podrá abarcar los confines de la Séptima Subraza de
la Quinta Raza. Dentro del magnífico campo de posibilidades latentes que en
tales dilatados confines puede desarrollar nuestra mente, trataremos de ser lo
más concretos que nos sea posible.
Tenemos que aclarar también que en orden a "Misterios conocidos y revelables",
hemos utilizado en la totalidad de nuestro estudio los del Cristianismo
Esotérico, así como algunos de sus más conocidos símbolos concretos o figuras
geométricas, representativas en lo externo de lo que implican aquellos
Misterios, buscando siempre que sus correspondientes analogías con los sucesivos
estados de conciencia de los hombres, cada vez más exaltados conforme el plan
evolutivo o programación arquetípica de la Naturaleza, vaya realizándose a
partir del centro de su constitución física y continuando en los aspectos
psicológicos y espirituales. Hemos elegido intencionalmente los Misterios del
Cristianismo por dos razones fundamentales, primera, porque son los únicos
misterios conocidos y revelables que expresan "un Drama Psicológico" individual
y universal y pueden ser revividos constantemente en todos y cada uno de los
momentos de la vida del ser humano cualquiera sea su grado de evolución. El
hecho de que Cristo "dramatizara objetivamente en Su Vida" aquellos grandes
Misterios Universales, convirtiéndolos en "aspectos psicológicos definidos” y en
particulares Yogas o Senderos de Cumplimiento universal, nos ha inducido a
tomarlos como modelos o "ejemplos vivos” del Drama que cada ser humano ha de
representar en cualquier estadio definido de su evolución individual. El segundo
motivo de la elección intencionada de tales Misterios como una incesante
aclaración del particular secreto que de cada uno de los Yogas tiene la misión
de revelar, es debido a la plena y profunda analogía que hallamos entre los
Misterios del Cristianismo esotérico y los que pueden ser entresacados del más
refinado esoterismo oriental, singularmente los que se refieren a las
Iniciaciones espirituales que se realizan incesantemente en el Alma de todo
verdadero aspirante espiritual a los Misterios de Luz, Verdad y Vida los cuales
matizan, cualifican y condicionan la vida de todo ardiente investigador con un
género particular de visión que define la elevación de su propósito espiritual,
la grandiosidad del secreto que trata de revelar y su grado de iniciación dentro
de los Misterios sagrados. De acuerdo con nuestro propósito de base y el proceso
escalonado de relación que tratamos de seguir, sometemos a la consideración de
Uds. las siguientes analogías:
Estas analogías serán ampliadas en posteriores capítulos conforme avancemos en
nuestro estudio esotérico sobre el Yoga. No obstante, llamamos la atención de
ustedes sobre un dato analógico que puede ser de gran interés en nuestras
futuras indagaciones por descubrir el gran secreto que trata de revelar nuestra
presente Raza Aria y que puede constituir un punto de partida para una más
extensa y profunda proyección hacia el futuro. Nos referimos concreta y
particularmente a la analogía que surge al considerar los cuatro Yugas en
relación con los cinco Yogas, los cinco Misterios y los cinco cuerpos que se
hallan involucrados en el devenir evolutivo de nuestra presente Ronda
Planetaria, la Cuarta, según nuestros estudios esotéricos. Esta analogía está
relacionada con las conocidas sentencias esotéricas: "El Nueve es el Número del
Hombre" y "El Nueve es el Número de la Iniciación", asignándole al término
Iniciación el significado de "apertura hacia la Luz" o, volviendo al principio
de nuestros comentarios, el cumplimiento sagrado del Mántram "Hágase la Luz".
La primera afirmación tiene que ver aparentemente con los nueve meses o nueve
períodos lunares que preceden al nacimiento de un ser humano a la vida física y
a los nueve estadios evolutivos [Véase el capítulo “Los tres grandes Mántrams
Universales”] que convierten la individualidad humana en un Ser divino. La
segunda afirmación de "apertura hacia la Luz" o también de "alumbramiento",
tiene su analogía en el drama obligado de nacimiento, ya sea el que se refiere a
la criatura que nace a la vida física o el que se realiza en el Alma del
Iniciado que nace, místicamente hablando, en la Luz de un Misterio espiritual.
Para el investigador esotérico aparecerá claro que estos dos axiomas esotéricos
a los que hemos aludido y sus correspondientes analogías, tienen valor esencial
únicamente para los seres humanos que "psicológicamente" y no sólo físicamente,
pertenecen a la quinta Raza Aria tal como la conocemos actualmente. Es lógico
suponer que en las próximas dos grandes Razas Raíces serán otras las
afirmaciones esotéricas que definirán el devenir espiritual de su proceso
evolutivo, pudiendo ser intuido también que en un lejanísimo futuro aparecerán
unos soberbios tipos raciales cuya constitución física y psicológica diferirá
tan sensiblemente de la nuestra actual como diferirnos nosotros de la de los
hombres de las cavernas, y cuya evolución espiritual les permitirá trascender el
obligado trance de permanencia o de gestación natural de nueve meses en el
interior del claustro materno y que reduciendo cronológicamente las obligadas
etapas llevará el proceso de "gestación", que es un obligado proceso de
"memorización cósmica", a una reducción progresiva de los límites del tiempo el
cual irá disminuyendo de 9 meses a 7, de 7 a 3, de 3 a 1 y finalmente de 1 a 0,
correspondiendo este Cero a la nada absoluta de tiempo, característica de la
Vida íntima de la Deidad creadora y a la ausencia total de karma que se habrá
extinguido con el tiempo. Caracterizará también la ausencia total de "dualidad"
o de "separatividad" creadas por la ley del sexo y, desde el supremo ángulo de
la analogía, puede ser avizorada ya una Raza de Hombres de identidad netamente
andrógina, cuya misión será revelar en tiempo y espacio el glorioso Arquetipo
racial para el cual fue programada la humanidad y que ha de ser testigo del
indescriptible Satya Yuga, la Edad de Oro con la cual ha de culminar el
larguísimo proceso de la evolución de la Raza de los Hombres aquí en este
Planeta Tierra. Entonces podrá ser debidamente interpretada la conocida frase
esotérica: "un planeta sagrado", considerándolo un centro místico plenamente
desarrollado, puro y radiante dentro del Universo, el Cuerpo de Dios.
Aún cuando hayamos tratado de exponer estas ideas lo más concreta y
comprensiblemente que nos ha sido posible, estamos seguros de que en la mente
del lector habrán quedado todavía ciertas lagunas o vacíos que le impedirán la
plena identificación del conjunto de verdades que, de acuerdo con un proceso
incesante de analogía, intentamos descubrir. Estamos convencidos, sin embargo,
de que en sucesivos capítulos hallarán ustedes la correspondiente respuesta a
estos sutilísimos interrogantes y que, finalmente, el cuadro de situaciones y
las conclusiones lógicas a que habremos llegado serán satisfactorias y
constituirán el punto de partida desde el cual nos lanzaremos conjuntamente a la
búsqueda de más elevadas y arquetípicas verdades. Tal es, en definitiva, el
objetivo de este libro.
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