INTRODUCCIÓN
El día que pude introducirme en una de aquellas misteriosas
galerías subterráneas, iba acompañado por R., mi amigo hindú,
un Iniciado en los altos misterios de la Logia y un valioso
colaborador en la obra del MAESTRO. Hace de esto muchos años,
pero guardo de aquella experiencia mística de SHAMBALLA un
recuerdo imborrable... Las paredes de aquella galería por la
que habíamos penetrado, refulgían intensamente, reflejando una
intensísima luz azulada pero que, curiosamente, no hería mis
percepciones visuales. No surgía aparentemente de ninguna
lámpara, lo cual no dejó de intrigarme aunque no hice pregunta
alguna al respecto a mi ilustre guía quien, como si me hubiese
escuchado, me dijo sonriendo: “Esta luz es consubstancial con
el éter, la substancia primordial que llena todos los
universos, la cual, en este nivel donde nos encontramos, emite
una substancia radiante desconocida por completo por los
científicos del mundo, que ilumina todos los cuerpos que
logran introducirse en él o que forman parte de su contenido.
La luz eléctrica utilizada en el mundo físico debe ser
canalizada o distribuida por medio de cables y complicados
sistemas de conducción. Sin embargo, en los niveles sutiles
del plano físico, la luz es producida por la fulguración del
éter o materia radiante y constituye la base de la iluminación
en tales niveles. El tono azulado de esta irradiación que
percibes es una característica radiactiva del subplano etérico
donde nos hallamos. Cada uno de los subplanos de cada plano en
la vida de la Naturaleza ofrece una definida particularidad
lumínica y es precisamente por esta luz que irradia de estas
fuentes, que sus características vibratorias pueden ser
definidas y cualificadas por los hábiles observadores".
Antes de introducirnos en esta misteriosa galería a la cual
hago especial referencia por constituir una experiencia
personal muy directa, nos encontramos ante una pesada puerta
de piedra de unos tres metros de alto por dos de ancho. De
espaldas a ella y mirando hacia nosotros en actitud fiera y
con disposición de atacarnos, dos gigantescos ASURAS
(Gigantescos devas lunares, habitantes de las profundas capas
del subsuelo de la Tierra, a quienes a veces, en ocultismo, se
los llama “Guardianes de los Tesoros Ocultos”) nos cerraban el
paso. Iban armados con lo que a mí me parecieron sendas horcas
o afilados tridentes, cuyas agudas puntas de un metal muy
brillante estaban dirigidas hacia nosotros. Bastó sin embargo,
que mi amable guía pronunciase un indefinible aunque agudísimo
mántram para que depusiesen inmediatamente su actitud y se
apartasen respetuosamente cada cual a un lado de la puerta.
Esta fue abriéndose entonces silenciosamente y penetramos en
otra galería menor que nos condujo a una Estancia muy
espaciosa e intensamente iluminada, donde se hallaban reunidas
muchas personas, todas ellas en místico y religioso silencio.
Nadie pareció advertir nuestra presencia, pero mi amigo R.,
tomándome del brazo me condujo a un lugar determinado donde
pude distinguir a algunos de mis condiscípulos más avanzados
del Ashrama, quienes me sonrieron muy afectuosamente. Esta fue
la primera vez en esta presente vida que penetré
conscientemente en uno de los Santuarios secretos de
SHAMBALLA. Me enteré a su debido tiempo, de que aquella
‘Estancia’ estaba destinada a infiltrar fuerza y
responsabilidad en el alma de los discípulos espirituales del
mundo, convenientemente cualificados en el orden interno. (La
Fuerza y la Responsabilidad constituyen los dos ejes mágicos
de la evolución superior del discípulo, alrededor de los
cuales se van tejiendo sus características de Servidor del
Plan.)
No creo traicionar secreto alguno de orden iniciático al
referir lo que aconteció en aquella misteriosa Estancia a
donde había sido conducido y en la cual confluían, según pude
apreciar siete galerías como aquella por la que habíamos
llegado allí, lo cual me hizo pensar si tendría que ver este
número de galerías con las cualidades de Rayo de los
discípulos que allí nos habíamos congregado. Lo que sí he de
advertir es que, desde el momento mismo en que había penetrado
en aquella Estancia, mi mente se había sentido más
profundamente despierta y mi corazón más lleno de amor
impersonal. Algo profundamente sutil, infinitamente
inenarrable, estremecía desde sus más hondas raíces los
vehículos sutiles de mi conciencia. En aquel sagrado lugar se
respiraba un clima de intensísima, pero al propio tiempo,
serena expectación y el rostro de todas las personas que veía
a mi alrededor traslucía profunda calma y una paz serena. Yo,
al igual que todas ellas, me encontraba silenciosamente
recogido, sin noción alguna de tiempo que alterase aquel
estado de conciencia. Mi paz formaba parte en aquellos
momentos de las infinitas leyes de participación cósmica que
enlazan la vida de Dios con la de todas Sus criaturas
conscientes de Su infinito Amor. La indescriptible paciencia
de SANAT KUMARA -cuyos días suman muchísimos miles de años-
formaba parte de aquella augusta y serena complacencia mística
que el MAESTRO denomina ‘serena expectación’ y que resiste
imperturbable el paso incesante de las edades de la evolución
o de aquellos indescriptibles mantos de eternidad con los que
EL SEÑOR DEL MUNDO recubre todas Sus vastísimas expresiones...
La misma luz azulada, aunque mucho más intensa que la que
iluminaba las galerías que confluían en aquella Estancia,
brillaba allí con más augustos resplandores. Había en el
centro de ella una especie de altar donde unos brillantes
devas dorados quemaban indefinibles substancias que, al
contacto con una llama ígnea de intensísimo color violeta que
surgía misteriosamente del centro de este altar -el cual
aparentemente estaba construido de cristal de roca finamente
labrado- esparcían penetrantes perfumes etéricos que eran
absorbidos ávidamente por mis vehículos sutiles a los cuales
dotaban de una cálida y desconocida energía. Mi distinguido e
inefable guía me dijo en aquellos momentos: “Retén, por un
acto de conciencia, toda la energía etérica que te sea posible
asimilar de estas esencias volátiles; son emanaciones directas
del Aura del SEÑOR DEL MUNDO que los Devas, a quienes estás
viendo, cuidan de modificar por medio de ciertas esencias
vegetales, para que sus esencias etéricas puedan ser
absorbidas sin peligro por los discípulos mundiales que aquí
se hallan congregados”.
Por lo que me fue dado percibir y comprender de esa inefable
experiencia, aquella Estancia no era lo que esotéricamente
podríamos definir como ‘Cámara Iniciática’ sino más bien un
lugar apropiado para entrenar a los discípulos mundiales en la
ciencia infinita de la integración superior sin la cual sería
imposible acceder a las Iniciaciones jerárquicas... Era
preciso, sin embargo, haber recibido dos iniciaciones menores
o preparatorias, antes de poder penetrar en esta o en alguna
otra estancia similar y recibir los sagrados dones de la
Fuerza y de la Responsabilidad. Me sentí profundamente
emocionado al advertir cuán potentemente adivinaba allí el
devenir de las cosas, aun las más profundas y, en un momento
inefable que jamás olvidaré, sentí resonar dentro de lo más
íntimo de mi ser las cálidas y musicales palabras del MAESTRO,
exhortándome a estar muy atento al desarrollo de la
experiencia que iba a tener lugar ante mí...
Percibí entonces que al otro lado del altar se habían
materializado etéricamente tres elevadas Entidades
espirituales, Adeptos de la Jerarquía y Servidores de
SHAMBALLA. El que ocupaba el centro y parecía de más elevada
jerarquía nos miró complacido y después de hacer un signo
mágico como de bendición, empezó a hablarnos. Al principio no
comprendí nada de lo que estaba diciendo, ya que el idioma en
que se expresaba me era completamente desconocido. Después, a
medida que iba hablando, fui enlazando coherentemente las
palabras que iba pronunciando hasta que, finalmente, comprendí
claramente y en mi lengua materna, el catalán, todo cuanto
decía.
El contenido claro y profundo de Sus palabras iba llenando mi
corazón de un nuevo sentido de valores internos. Las ideas
llegaban fácilmente a mi corazón, pues era mi corazón el que
estaba realmente escuchando, liberándome del hábito humano de
formular conclusiones mentales. La síntesis de lo que nos
estaba manifestando era que “habiendo sido capaces de
franquear la entrada que conducía a aquella Estancia en la que
se liberaba para utilidad mundial una energía específica del
SEÑOR DEL MUNDO, se nos abría ahora la oportunidad de adquirir
una fuerza todavía superior a la adquirida anteriormente por
medio de nuestros particulares esfuerzos dentro de la difícil
vía del discipulado: una fuerza que está latente en lo más
profundo del ser y que la GRAN FRATERNIDAD BLANCA del planeta
denomina “el Espíritu de COMPASIÓN”. Merced a esta energía,
que está más allá de toda comprensión humana actual y de todas
las cualidades espirituales hasta aquí desarrolladas en el
intento de la Búsqueda (ya que constituye la base y sostén de
este Universo) -nos iba diciendo el MAESTROdeberéis conquistar
ahora el sentido íntimo de la Responsabilidad espiritual sin
el cual la Fuerza, por potente que sea su impulso, se perdería
fatalmente por los fáciles vericuetos del “maya” de los
sentidos, de los arrebatos emocionales o de una mente
codiciosa de bienes inmortales o de simples conocimientos
esotéricos... El PODER y la RESPONSABILIDAD han de constituir
los dos brazos de vuestra balanza interna como discípulos,
pero en el centro de la misma ha de hallarse siempre el
Espíritu de COMPASIÓN, merced al cual toda acción individual
emprendida llevará el sello del propio DIOS. Por la COMPASIÓN
iréis descubriendo el eterno secreto de SÍNTESIS que ha de
llevaros a las más elevadas Iniciaciones”.
Al finalizar Su breve alocución, quedó el MAESTRO unos
momentos en silencio, durante los cuales estuvo observándonos
profundamente ‘abrasando nuestro corazón con el fulgor de Su
mirada’, tal como místicamente se nos dice que sucede cuando
el Iniciado ha de enfrentar por vez primera la Faz
resplandeciente del SEÑOR DEL MUNDO, el INICIADOR ÚNICO, en
nuestro planeta. Esta cita mística es sólo un pequeño dato de
referencia para expresar con palabras un profundo acontecer
que es imposible comprender fuera de la propia experiencia…
Después de aquella etapa de silencio, en la que me sentí tan
profundamente escrutado, los tres grandes SEÑORES emitieron un
Mántram especial, lleno de misteriosos e inexplicables
sonidos, a cuyo conjuro la Estancia resplandeció con nuevos y
más potentes fulgores y una energía espiritual de rara y
desconocida cualidad se adueñó de nosotros, dotándonos de un
nuevo y más profundo sentimiento de amor hacia la humanidad.
Finalmente, el extraordinario SER que ocupaba el centro del
altar nos bendijo con un amplio y singularísimo ademán que
unificó nuestros corazones dentro de un espíritu de Compasión
indescriptible.
Cuando regresé a mi cuerno físico, mi cerebro guardaba
fidedignamente todas aquellas místicas escenas pero por la
mañana, al despertarme, me fue imposible recordar o hacer
conciencia de los acontecimientos espirituales vividos durante
la noche... El recuerdo perfecto y sin vacíos de aquella
experiencia vino más adelante, cuando un más estrecho contacto
con el Maestro y una más profunda comprensión de Sus
enseñanzas en el Ashrama, fueron clarificando mi mente y
redimiendo sustancia kármica acumulada sobre mis vehículos
sutiles...” (De mis apuntes sobre la “INTERIORIDAD DEL
ASHRAMA”)