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Vicente Beltrán Anglada


"Que el contenido les sea útil y pueda servirles de inspiración en el intento supremo de sus respectivas búsquedas, es nuestra más humilde y sincera plegaria..."
-V.B.A
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CAPÍTULO XVI
ÚLTIMAS CONSIDERACIONES
 

Las conclusiones a que hemos llegado en nuestro estudio sobre la Magia Organizada en nuestro mundo, son las mismas a las que llegaron los verdaderos investigadores esotéricos de cualquier época pasada. Sólo adecuando ciertas terminologías del pasado a las utilizadas por el mundo científico de nuestros días, o al léxico de que nos servimos en nuestros estudios ocultos corrientes, podría obtenerse una idea muy clara de la identidad de puntos de vista. Tomemos, por ejemplo, la idea del “protoplasma universal” con la que los magos y alquimistas que nos precedieron, trataban de definir el principio fisiológico de la vida y que nosotros llamamos simplemente “éter”, siendo el éter –en su expresión más simple y comprensible– aquella porción de Espacio cualificada, vitalizada y organizada por la energía procedente de no importa que centro de creación logoico dentro del vasto “círculo-no-se-pasa” de su sistema expresivo.

Hay que observar también la notable analogía con los investigadores esotéricos de otras épocas, quienes sostenían que el protoplasma universal era substancialmente denso y que los átomos, las células y cualquier cuerpo en el espacio, no eran sino orificios o agujeros que creaban los Logos taladrando el protoplasma universal. Esta idea es idéntica o cuando menos muy parecida a la expuesta en muchos tratados esotéricos de nuestros días, cuando al hablar del proceso de creación o de construcción de universos, afirman que “los Logos cavan hoyos o llenan de agujeros el Éter, o Gran Koylon”, el protoplasma universal.

Estamos también totalmente de acuerdo con las ideas expuestas por los investigadores ocultos del pasado, en el sentido de que el protoplasma universal, o éter, es de naturaleza eterna y que una vez que los Logos hayan alcanzado el punto culminante de su evolución, el universo que crearon entra –como en el caso de todos los cuerpos carentes de vida– en una fase natural de desintegración y que, invirtiendo el proceso creador “vuelven a rellenar los hoyos cavados por los Logos” y entonces el éter o el protoplasma universal, vuelve a su primitivo estado o naturaleza virginal que es el ESPACIO puro. Esta idea puede aplicarse enteramente al término “Gran Pralaya”, con el cual intentamos representar nuestra comprensión oculta del Gran Koylon, revertido a su naturaleza virginal, o Morada de Paz de los Dioses, una idea que aplicamos por analogía al Devachán, o Cielo, de las almas humanas.

La idea mística de “regeneración de la substancia”, muy utilizada por los alquimistas del pasado, que fabricaban oro del plomo o de otros metales inferiores en la escala de los elementos químicos, tiene el mismo significado que el que utilizamos nosotros cuando hacemos referencia a la redención de la materia, partiendo siempre de la base de que el proceso de redención o de regeneración material o substancial, es un efecto natural y espontáneo que surge de la conciencia enaltecida o transfigurada, técnicamente descrito en términos de AGRAVITACIÓN. Es el estado de Ser en el que el YO, sea de un Logos o de un ser humano, ha alcanzado lo que en locución oculta definimos bajo el nombre de LIBERACIÓN. En tal estado de conciencia, donde, paradójicamente, la conciencia carece de estado, se está por encima de las cualidades propias de la substancia y hay una completa independencia del YO con respecto a sus estructuras de manifestación, lo cual permite –como en el caso de la muerte– que el protoplasma universal deje de sentirse condicionado y que ascienda “a través de los agujeros de la substancia creada anteriormente” a sus fuentes naturales de origen. La disgregación anticipada de la substancia material es técnicamente “regeneración o redención”, la liberación espontánea y sin esfuerzo de la energía coherente del protoplasma que actuaba dentro de la misma.

A algunos les resultará algo difícil comprender la relación que existe entre los términos supremamente místicos de Iniciación, o Liberación espiritual, y Redención material. Sin embargo, como podrá observarse si se analiza atentamente, ambos aspectos son consubstanciales, pues no puede haber liberación del Espíritu, o del principio monádico, sin que se produzca automáticamente un proceso de regeneración de la materia o de redención de la substancia. Este proceso de liberación a la vez espiritual y material, es técnicamente Magia, “el Poder –al que aludían los grandes místicos del pasado– que hace nuevas todas las cosas”. La Magia es, por lo tanto, el proceso insigne que sigue todo centro de conciencia para redimir la materia de sus cuerpos de su condición gravitatoria, y elevarla de su expresión tosca y rudimentaria al éter más puro y radiante, al protoplasma universal. Los fenómenos que se registran en el espacio vital del universo por efecto de la imposición de la ley del Espíritu sobre los aspectos materiales sujetos a gravitación, constituyen un Cuerpo de Misterios al que sólo puede accederse mediante la Iniciación. Y si tratamos de profundizar en el sentido íntimo de la misma, surgirán nuevas ideas y más insólitos conocimientos en torno al concepto místico de Redención, o de Magia aplicada que nos permitirán comprender –utilizando correctamente la analogía– que cualquier compuesto molecular, célula o átomo químico por insignificante que sea, es un microcóspico universo que se comporta idénticamente a como lo hacen los sistemas solares y cósmicos de la más elevada trascendencia, y contienen en sus pequeñísimos aunque completos esquemas atómicos, unas vidas y unas conciencias llenas de potencia creadora, cuya misión es reflejar a través de sus minúsculos cuerpos de expresión, la ley infinita de redención de la materia realizando con ello una función análoga a la desarrollada en su indescriptible grandeza por los Logos creadores de cualquier tipo de universo.

Hay así, naturalmente, un proceso de Magia organizada que arranca fundamentalmente del Señor de un Sistema cósmico, solar o planetario y se refleja con toda exactitud en cualquier porción de substancia material –por ínfima que sea– condicionada por los fuegos internos que se agitan dentro de la misma. Podríamos decir pues que dentro de la estructura molecular de cualquier cuerpo celeste, se está realizando constantemente un proceso mágico de redención que va de la simple actividad dévica, definida ocultamente como de “substanciación del éter” a la de la redención de la substancia, determinada por el Espíritu de vida a través de un centro creador, un proceso ambivalente que se extiende desde los límites fijados por la ley de Gravitación, que condensa el karma del universo, hasta el principio de Ingravidez, mediante el cual todo compuesto sólido o material se convierte en substancia etérica y retorna libremente a su propia esencia de vida, el protoplasma universal. Por lo tanto, la Magia no es sino una expresión científica, tanto más comprensible cuanto más elevada sea la percepción del observador, discípulo, mago o vidente.

Así pues, la Magia fue practicada siempre y cuanto en el pasado el vulgo designó como milagros o efectos sobrenaturales, no era sino la aplicación consciente de ciertos elevados conocimientos científicos, con repercusión en los mundos invisibles, etéricos y psíquicos. La Magia tiene un origen cósmico y se pierde por ello en la noche de los tiempos, y desde que la humanidad inició su proceso evolutivo en este planeta, hubo siempre hombres inteligentes, de mente clara y perfectamente organizada que practicaron la Magia como un sistema natural de adaptación a la vida. De ahí que la sabiduría de los Vedas, los misterios del Cristianismo y los Códigos inherentes a las Leyes del Manú, se expresaron siempre en términos de Magia organizada y los portentosos poderes psíquicos de que dispuso Moisés, el legislador judío, no eran sino aplicaciones conscientes de los conocimientos mágicos que había entresacado de los arcanos de la sabiduría egipcia, persa y caldea, que fueron la cuna espiritual de los grandes Magos y Videntes del mundo antiguo.

La Magia, una vez reconocida y desarrollada como una ley natural de la existencia, confiere además el sagrado DON de la Arquitectura cósmica, mediante la cual “cada cosa ocupa su lugar” en el proceso supremamente místico de la Creación. Es el DON de la Divinidad, como supremo ARQUITECTO del universo, que han de adquirir los grandes Discípulos e Iniciados para completar su perfección planetaria. Una de las maneras más sencillas de exponer el principio de la Magia organizada, aunque quizás la más difícil de ser realizada, es la de “saber situarse psicológicamente en el centro de cualquier cuestión”. Éste es el don inapreciable de la OPORTUNIDAD al que Sócrates, el gran filósofo, definió como la más elevada forma de inteligencia al alcance del hombre.

Cuando un hombre ha logrado adquirir el don psicológico de la Oportunidad, encaja perfectamente entonces en el ambiente social que le corresponde y desde donde debe desarrollar su actividad creadora, su verdadera y correcta labor social de engarce con los valores cósmicos. Un ejemplo de esta sabia ley de situación cósmica lo tenemos en las Pirámides egipcias, dentro de las cuales la geometría, la astronomía y el orden matemático se complementan perfectamente para crear unas ARQUITECTURAS reflejadas de lo cósmico, sólidamente establecidas sobre los cimientos de la Magia organizada, unas solemnes Estructuras geométricas más elocuentes de la sabiduría divina que de gigantescas tumbas faraónicas.

Mme. BLAVATSKY, que fue una excepcional ocultista y una portentosa Maga, atribuía a los sacerdotes egipcios, a los astrónomos, a los arquitectos y a los matemáticos que diseñaron las Pirámides, “ciertas sorprendentes facultades mágicas”. Ellos conocían evidentemente la ciencia suprema de la Invocación de las fuerzas sutiles de la Naturaleza y controlaban perfectamente el protoplasma universal, con sólidos conocimientos de las leyes de la proporción cósmica y sagradas medidas áureas o solares que los grandes Devas transmitieron en lejanas épocas a los hijos de los hombres.

Para dar fin a estas últimas consideraciones, definiremos como Magia organizada a todo intento creador en la vida del hombre. Ésta es una afirmación que engloba, conjunta o engarza en la vida humana –sea cual sea su grado de evolución– a la astronomía, la geometría y las matemáticas, que son los poderes utilizados por el Creador, como Mago supremo del Universo, para estructurar el magno Templo del Sistema Solar donde “vivimos, nos movemos y tenemos el Ser”.

 

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2008-03-03

 

 

 

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