CAPÍTULO XV
CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA MAGIA
Es un hecho para el
investigador esotérico que a los devas, o moradores del
Espacio, a través de los cuales se realiza la obra mágica de
creación y estructuración de todo tipo de formas, hay que
invocárseles mediante sonidos, palabras o mántrams, ya que el
proceso mágico gracias al cual evolucionan depende del grado
de “expectación” que hayan logrado desarrollar en el supremo
arte dévico de “escuchar los sonidos” que se elevan de todos
los niveles en la vida de la Naturaleza, desde el humilde
canto o voz de un insecto hasta el potente e incomprensible
Mántram emitido por el más glorioso Adepto espiritual.
De ahí que en los Ashrams de la Jerarquía se les enseña a los
discípulos el arte supremo de emitir voces o sonidos mágicos,
correctos y apropiados para “invocar” a los devas de los
niveles físico, astral y mental a los cuales su evolución
individual les permite acceder y recibir las adecuadas
respuestas y enseñanzas.
Como vimos oportunamente, los vehículos inferiores del ser
humano, es decir, la mente concreta, el vehículo emocional y
el cuerpo físico, son unos compuestos moleculares de energía
provenientes de los diversos subplanos de los tres planos
inferiores del sistema solar. Nuestro trabajo mágico debe
iniciarse aquí, pues todas estas energías son agrupaciones
dévicas de distinta vibración que se sienten atraídas al
centro de conciencia corporal correspondiente por ley de
atracción magnética o de afinidad química, pues no hay que
olvidar que todos los vehículos, sea cual sea su sutilidad,
son moleculares y que extraen sus componentes atómicos del
gran océano de energías surgidas de las infinitas e
indescriptibles profundidades del Espacio.
No podríamos ir muy lejos en nuestro estudio de la Magia
Organizada, ya se realice a través del hombre, de un planeta o
de un sistema solar, sin tener en cuenta a la realidad
Espacio, como contenedor de todos los elementos necesarios
para cualquier tipo de creación, desde la más sutil a la más
densa. La densidad o la sutilidad de los elementos segregados
por las entidades dévicas que intervienen en el noble
ejercicio de la Magia, dependerán lógicamente de la calidad
invocativa del Mago y de los fines que persigue en sus
invocaciones.
En los Ashrams de la Jerarquía se enseña en forma práctica el
arte o la ciencia de la Magia, primeramente mostrándoles a los
discípulos –a través de un eventual desarrollo de la
clarividencia– los distintos tipos de devas que constituyen el
infinito Centro de Luz, llamado ocultamente Akasa y es el
Manto que recubre la indescriptible pureza del Espacio.
Utilizando esta sutil visión en los mundos ocultos, aprende el
discípulo a diferenciar perfectamente a los devas inferiores o
lunares de los devas superiores o solares. Los reconoce e
identifica por el color característico de sus auras
magnéticas, el cual suele dar una noción segura e
incontrovertible del nivel del cual proceden y de la calidad
del éter que utilizan en sus actividades. Los colores
resplandecientes, sutiles y de indecible belleza, y
transparencia, informan inmediatamente sobre los devas
habitantes de los subplanos superiores de cada plano; por el
contrario la visión de los devas cuyos colores identificables
sean densos, opacos u obscuros, indican claramente que
aquellos devas proceden de los niveles inferiores. Cada una de
estas agrupaciones dévicas, subdivididas en varias jerarquías,
poseen lógicamente una sensibilidad apropiada a los mántrams o
voces invocativas que se elevan consciente o inconscientemente
del mundo de los hombres, de la singular esfera de “los
aprendices de Mago”. Los mántrams mediante los cuales son
invocados los Devas superiores han de ser muy distintos de los
que atraen la atención de los devas inferiores. La sutilidad,
el orden musical, la pureza de intención y la carencia de
móviles egoístas constituyen la esencia de los mántrams
superiores... El sonido musical se eleva raudamente al Espacio
y crea a su alrededor un núcleo dévico que responde a las
intenciones del Mago y las secunda dócilmente realizando el
trabajo que aquel Mántram le sugiere o le ordena. Lo mismo
puede decirse con respecto a los mántrams utilizados por
aquellos otros Magos, cuyas intenciones e ideas son
diametralmente distintas y cuyo poder invocativo atrae fuerzas
dévicas opuestas al desarrollo evolutivo de la creación. Estos
mántrams, o sonidos invocativos, son broncos, ásperos y rudos,
ya que han de atraer la atención de devas poco evolucionados y
de naturaleza muy primaria, que secundan ciegamente los
móviles y las intenciones de los Magos negros, egoístas y
carentes de principios éticos o morales.
Nos referimos aquí, naturalmente, a seres humanos que realizan
la Magia invocativa de manera consciente, sean cuales sean sus
móviles ocultos, egoístas o altruistas, en el sentido del bien
o en el sentido del mal. Los seres humanos corrientes, que
frecuentemente no tienen ni la más remota idea de lo que es la
Magia, utilizan sin embargo la Magia en todas y cada una de
sus expresiones psicológicas, cuando piensan, cuando sienten,
cuando hablan... Afortunadamente y para el bien del conjunto
de la Raza, sus expresiones mentales son muy débiles y no
tienen poder suficiente para invocar a los devas ígneos del
plano mental, los cuales exigen un pensamiento claro y
potentemente organizado para sentirse impelidos a secundar las
decisiones mentales del Pensador, del Mago. Por el contrario,
los deseos humanos son por lo general tan intensos, densos y
apremiantes que los niveles astrales correspondientes, están
prácticamente rebosantes de aquellas legiones dévicas que, en
su totalidad, constituyen el deseo en todas sus expresiones.
Cuando este deseo es muy intenso en el hombre y el cuerpo
físico posee un doble etérico potentemente organizado, tenemos
ante nosotros a aquella expresión mágica técnicamente descrita
como Magia Sexual. Esta Magia suele ser de carácter
inconsciente en la mayoría de los casos, pero, a veces, la
utiliza el Mago negro para dominar a sus víctimas, a las
cuales lleva fácilmente por sendas de abyección, de
envilecimiento y de negación completa de las facultades
superiores del Espíritu.
Examinado el ser humano a través de la facultad clarividente,
se le ve sujeto a las limitaciones propias de su estado
evolutivo, las cuales determinan por irradiación magnética las
acumulaciones de entidades dévicas que forman sus ambientes
individuales, familiares y sociales. Se relaciona mayormente
con dos agrupaciones dévicas, las etérico–físicas y las
astrales, subdivididas ambas en varias jerarquías o grados de
evolución... Los devas etéricos más en contacto con el ser
humano, pertenecen a la jerarquía de los AGNISCHAITAS,
denominados esotéricamente “Devas del Séptimo Orden”. Los hay
de numerosas clases y especies. Los más esplendentes y más
sutilmente cualificados construyen los vehículos etéricos de
los Adeptos e Iniciados en encarnación física, así como el del
propio SANAT KUMARA, el Señor del Mundo, Quien se expresa
físicamente por medio de una Forma indescriptiblemente
radiante construida con substancia etérica de la más
acrisolada sutilidad.
Otros devas de séptimo orden construyen los vehículos etéricos
de los seres humanos en múltiples estados de evolución. Los
cuerpos de los animales y de las formas vegetales en sus
múltiples especies y gradaciones, son construidos también por
agrupaciones dévicas de este orden de Agnischaitas y todas las
formas físicas de la Naturaleza, aun las llamadas “inertes”;
poseen un aura etérica o campo magnético creado por las
jerarquías inferiores de tales tipos de Devas.
El cuerpo físico denso de cualquier entidad espiritual
manifestada es, en realidad, una concreción o substanciación
de la energía etérica y ha sido construido asimismo por
increíbles legiones de vidas dévicas pertenecientes a la gran
familia de los Agnischaitas... Así, cuando se observa el
cuerpo físico del hombre desde el ángulo de la clarividencia,
se le observa constituido por diversos tipos de substancia
vibratoria, densa y etérica. Al igual que sucede con los siete
estados de materia componentes del plano físico del sistema
solar, el cuerpo físico del hombre es séptuple en su expresión
y contiene todos los elementos substanciales generados y
gentilmente ofrecidos por los Devas Agnischaitas.
La obra más densa corresponde naturalmente a los devas
etéricos que trabajan y manipulan la substancia sólida,
líquida y gaseosa del plano físico. A tales devas se les
define ocultamente “elementales constructores” y los hay de
distintas gradaciones dentro de una misma familia o especie.
Podríamos decir, que en cada una de las siete gradaciones que
componen la totalidad de los Agnischaitas, o Devas de Séptimo
orden, hay devas que trabajan en los niveles superiores de
cada especie y otros que lo hacen en los niveles inferiores.
Sin embargo, cada cual ocupa su lugar y realiza el trabajo que
le ha sido encomendado por sus Guías superiores y trata de
hacerlo de la mejor manera posible, pues de la calidad y
efectividad de su trabajo depende su propia y necesaria
evolución, lo mismo que ocurre en el mundo de los hombres.
La séptima gradación dévica de los Devas de séptimo orden es
lógicamente la más cercana al mundo físico objetivo, y a
algunas de sus huestes se las suele denominar “espíritus de la
Naturaleza”. Poseen muy diversas y variadas formas. El
prototipo, sin embargo, lo proporcionan aquellos diminutos
elementales llamados comúnmente “gnomos”, o enanitos de los
bosques, los cuales, en su increíble variedad, llenan de
formas la vida de la Naturaleza, desde el átomo físico de
hidrógeno, base de la estructuración química del universo,
hasta las más bellas y resplandecientes piedras preciosas...
Cada gnomo conoce perfectamente su misión y la realiza de
acuerdo con las instrucciones que le vienen facilitadas por
métodos que escapan a nuestra percepción por sus Guías dévicos
superiores, siguiendo unas líneas de trabajo realmente
maravillosas. De ahí que sus creaciones, salvo en muy contadas
excepciones, pueden ser consideradas perfectas. No se trata
naturalmente de la perfección de un modelo o arquetipo, sino
de las innumerables o increíbles fases de un trabajo
particular que contribuye a la perfección de un arquetipo.
Este arquetipo, ya sea de una flor, de un pájaro o de una
piedra preciosa, viene a representar la culminación de un
trabajo de equipo o de grupo, cuyas fases o etapas están
encomendadas a diversas y bien cualificadas jerarquías de
espíritus de la tierra.
Tenemos también a los diminutos espíritus de las aguas,
ocultamente llamados “ondinas”, cuyo trabajo se realiza en el
interior de toda expresión acuosa en la vida de la naturaleza.
Allí donde se halle presente el elemento agua, ya sea en
cualquier arroyo, en el más caudaloso río o en la inmensidad
de los océanos, se hallará siempre la causa vital de tal
elemento, la prodigiosa multiplicidad de las pequeñas ondinas
o de los gigantescos neptunos. La misión de estos espíritus
acuosos es mantener el planeta Tierra con el suficiente grado
de humedad que permita “refrescar el ardor de sus profundas
entrañas inflamadas” (Libro de los Iniciados), haciendo
referencia al Fuego de Kundalini, cuya ardiente y terrible
expresión es el resultado de una infinita acumulación de
poderosos AGNIS, o Espíritus del Fuego, cuya misión es
mantener el calor central de la tierra mediante el cual son
vitalizados todos los cuerpos vivos del planeta, sea cual sea
su grado de evolución. El Fuego, como elemento vitalizador,
existe en distintas jerarquías o intensidades y los espíritus
etéricos que lo integran y cualifican, cumplen perfectamente
la misión que desde niveles superiores les es exigida, estando
presentes por lo tanto, en toda expresión ígnea en la vida de
la naturaleza, desde el pequeño fuego de una vela, hasta el
más pavoroso incendio y las terribles erupciones volcánicas.
Los espíritus del aire son denominados “silfos” o “sílfides” y
dentro de su ingente y maravilloso grupo se cuentan los
grandes Señores del Viento, que dirigen y controlan toda
expresión de aire en la vida del planeta, desde la tenue brisa
hasta el más potente huracán, desde la atmósfera que
respiramos hasta los gases más nocivos que se gestan en las
más profundas entrañas de la Tierra. Son los devas más sutiles
en orden a la densidad etérica y suelen ser los aliados del
Mago cuando invoca a las “fuerzas el Espacio” para producir
ciertos fenómenos ambientales, pues tales devas en sus
múltiples y variadas jerarquías constituyen uno de los
aspectos planetarios de aquella rara substancia y maravillosa
energía que llamamos “Electricidad”.
El Mago trabaja generalmente con una energía eléctrica, más
sutil que la conocida, que invoca de las profundidades del
Espacio mediante la concentración, la meditación y la
pronunciación de los mántrams adecuados. La electricidad
extraída del Espacio es fuego, aunque un fuego muy distinto
que el que solemos utilizar en nuestros hogares o del que
surge o emana de las entrañas místicas del planeta bajo el
nombre oculto de Kundalini, que mantiene viva la llama de la
vida física de la Tierra.
La electricidad o “fuego del espacio” es la energía más
potente y más sutil que desarrolla y manipula el Señor del
Mundo en la evolución del planeta, y es la energía que invoca
el Mago blanco para producir los resultados de luz que han de
enriquecer el mundo social de los hombres. Mediante su hábil
utilización puede invocar el fuego de Kundalini, elevándolo
hacia las regiones espirituales de su propio ser y purificando
con su ascensión todo el complejo molecular de sus cuerpos
expresivos, y a su paso por los espacios intermoleculares de
los mismos, clarifican el cuerpo etérico y redimen la
substancia que lo compone. Todo en la Naturaleza se alía y
complementa. Los Devas, sea cual sea su gradación y su
especie, trabajan al unísono. Los elementos constitutivos de
la tierra, del agua, del aire y del fuego son piezas
fundamentales en la creación del universo. El factor común que
los integra y unifica es el éter, la substancia primordial de
la creación. Los devas, o espíritus elementales, que al
manifestarse en el plano físico denso crean la materia sólida,
líquida y gaseosa y viven en el seno de los elementos, son
nuestros colaboradores inmediatos en el aprendizaje del arte
mágico de la creación. Ellos nos facilitan los materiales
precisos y nos ayudan en todo momento si somos capaces de
invocarles correctamente... El Mago utiliza a todas estas
jerarquías dévicas de la Naturaleza que construyen los
elementos vitales del mundo físico, operando mágicamente sobre
ellos y atrayendo el favor y la amistad de los Devas
superiores que son sus guías y gobernantes, mediante rectitud
de conducta y sabias invocaciones. La ley de la Naturaleza es
siempre de “acción coordenada” y la amistad entre los grandes
reinos es la base angular donde se apoya el soberbio edificio
de la Magia organizada.
Cada grupo dévico, sea cual sea su especie o jerarquía o el
elemento que integra y dentro del cual realiza su evolución,
está controlado y dirigido internamente –tal como decíamos en
páginas anteriores– por Devas más evolucionados. Cada uno de
estos Devas reúne a su alrededor a un determinado grupo de
elementales constructores, enfocando a través de ellos
determinados propósitos y actividades. Vemos así que el Silfo
de categoría dévica superior controla y dirige su propio grupo
de pequeños silfos, que un Agni del fuego mantiene bajo su
gobierno y control a un grupo específico de salamandras, que
una Ondina evolucionada gobierna asimismo a un grupo más o
menos numeroso de pequeñas ondinas y que un Deva de la tierra
dirige las actividades de un numeroso grupo de espíritus de la
tierra o gnomos, incitándoles a la construcción de las formas
más densas de la Naturaleza.
Tenemos así, en la base de los elementos conocidos, a cuatro
órdenes de entidades dévicas, las cuales mantienen bajo
control y dirigiendo con incomprensible maestría a la ingente
cantidad de elementales constructores. Dentro de cada uno de
estos órdenes establecidos hay una profusión de huestes y
jerarquías que operan bajo los impulsos de un poder dévico
central, cuya conciencia abarca la extensión o
“círculo-no-se-pasa” del plano físico. A este Poder central o
a este Deva superior que abarca a todas las huestes y
jerarquías dévicas del plano físico, se le llama ocultamente
SEÑOR KSHITI (También es conocido ocultamente como YAMA) y
según se nos dice ocultamente, es el ARCÁNGEL regente del
plano físico en su totalidad, el Constructor, sustentador y
organizador de todas las formas existentes en la vida física
de la Naturaleza, diseñadas por el Logos planetario de acuerdo
con patrones o arquetipos provenientes de las esferas
superiores del esquema.
El plano físico planetario, que se expresa dentro del plano
físico solar, está dividido en siete subplanos, cada uno de
los cuales se halla bajo la regencia de un Ángel o Deva de
gran evolución, aunque dependiente siempre del poder central
del Mahadeva KSHITI... De acuerdo con su particular evolución
y a la obra que han de llevar a cabo en su particular y
respectivo subplano, a estos Devas suele llamárseles los
grandes ARQUITECTOS del mundo físico. Actuando sobre una
cantidad prodigiosa de devas de todas las jerarquías, estos
grandes Ángeles controlan la ENERGÍA técnicamente definida
como de SUBSTANCIACIÓN. Así, por un incomprensible sistema de
COMPRESIÓN DEL ÉTER –una idea seguramente muy difícil de
captar– substancian o condensan la energía etérica más sutil y
crean aquel compuesto material mediante el cual serán
construidas todas las formas existentes, desde las más sutiles
en el orden etérico hasta las más densas, como pueden ser las
que evolucionan en el reino mineral. Nuestro cuerpo físico,
que ha sido calcado y proyectado desde los niveles etéricos
correspondientes a nuestro grado de evolución, es el
recipiente de toda clase de energías, mentales, astrales y
etéricas. Más allá de estos tres niveles no ha sido formado
todavía un núcleo creador capaz de aglutinar substancia
búdica. Para la mayoría de los seres humanos, el cuerpo causal
formado por las energías abstractas del plano mental no ha
sido completado todavía... Por tal motivo, las energías que
actúan más allá del nivel mental concreto sólo son accesibles
a los seres humanos muy evolucionados. Así, al referimos a los
Devas que constituyen los planos superiores del sistema solar,
lo haremos en un sentido meramente descriptivo o informativo y
sólo como un estímulo espiritual para los aspirantes.
Podríamos decir, por lo tanto, que la Magia, como poder
creativo, opera de acuerdo con la evolución espiritual del
Mago o del Discípulo y, en lo que al ser humano respecta, sus
actividades mágicas tienen lugar preferentemente en los tres
niveles inferiores de la manifestación, físico, astral y
mental concreto. Ello quiere significar que además de dominar
y controlar a los devas del plano físico, o a cierta categoría
de Agnischaitas, deberá controlar también a ciertos grupos de
devas de los planos astral y mental para terminar con éxito su
aprendizaje en el difícil arte mágico de la creación.
Los Devas de sexto orden, llamados ocultamente AGNISURYAS, son
los más potentes en esta cuarta ronda debido, tal como
esotéricamente se sabe, a la casi completa polarización astral
de la humanidad, a la intensidad y desenfreno de sus deseos y
sensaciones y a la importancia asignada a sus ideas
instintivas. Estos Devas están divididos también en siete
vastas jerarquías y cada uno de estos siete niveles está
gobernado por un Ángel Agnisurya de gran evolución, que a su
vez depende del poder omnipotente central del Gran Mahadeva,
Señor VARUNA, llamado ocultamente “el Señor de las Aguas”,
Quien es el Regente del plano astral del sistema en su
totalidad. Igual que sucede con el entero proceso de la Magia,
los niveles superiores del plano astral son utilizados
preferentemente por los Magos blancos, cooperando con las
fuerzas del Bien, y los inferiores y más densos constituyen
las zonas de actividad de los Magos negros quienes, en tales
niveles, desarrollan tanto o más poder que los Magos blancos,
ya que éstos, por su propia condición y naturaleza desdeñan a
veces descender a estas zonas para desarrollar su obra mágica.
Los Devas de quinto orden, o Devas AGNISVATTAS, son los más
poderosos y cualificados con los cuales puede establecer
contacto y recibir inspiración espiritual el hombre muy
evolucionado de nuestros días. Para los seres humanos
corrientes, estos Devas constituyen todavía “una zona
prohibida e inviolable”. Únicamente los devas inferiores de
esta jerarquía dévica de quinto orden les son más o menos
asequibles y, merced a ellos, les es posible, pensar, razonar
o recordar, pues tales Devas constituyen el fuego mental que
anima todas y cada una de sus creaciones mentales,
pensamientos y propósitos. Cuando analizamos ocultamente el
conocido axioma esotérico “la energía sigue al pensamiento”,
vemos que el hombre piensa y que al hacerlo invoca del espacio
estas energías dévicas que le permiten concretar y objetivar
sus pensamientos y actividades mentales. En todas sus huestes
y jerarquías los Devas Agnisvattas constituyen la energía
ígnea del Pensamiento, así como el fuego que dinamiza la
Voluntad del Pensador. De ahí la importancia que tiene para el
Mago blanco establecer contacto consciente con estas fuerzas
ígneas del Espacio, ya que su fuego energetiza todas las
operaciones mágicas de su pensamiento y le permite controlar a
los devas inferiores de todos los niveles, astral, etérico y
físico denso.
El Mago negro utiliza también para llevar a cabo ciertas
operaciones mágicas a la estirpe inferior de devas
Agnisvattas. A través de ellos le es posible controlar y
subyugar el pensamiento de los seres humanos no
suficientemente evolucionados y obtener dominio sobre sus
ambientes y circunstancias, entorpeciendo así –tal como es su
propósito– los planes y proyectos de los agentes del Bien
planetario.
Afortunadamente para la humanidad, la Magia operativa de los
magos negros sólo puede alcanzar los niveles inferiores de los
seres humanos, fomentando allí los gérmenes de la discordia,
del odio y de la ambición, pero debido al egoísmo y sordidez
de sus móviles, les es imposible acceder a los niveles
superiores del plano mental donde actúan los potentes AGNIS
que infunden vitalidad a todas las fuerzas de la Naturaleza y
a las actividades más elevadas y sublimes de los hombres.
El Mago negro sólo puede establecer contacto consciente con
los niveles quinto, sexto y séptimo del plano mental, los
cuales están muy estrechamente vinculados con idénticos
subplanos del plano astral. De ahí que su poder en esta cuarta
ronda sea tan potente todavía debido a la intensa y casi
completa polarización astral de los seres humanos, lo cual
influye en los desastrosos efectos registrados en la vida
social y comunitaria de la humanidad.
El ejercicio de la Magia exige el inteligente gobierno de las
fuerzas internas. Tanto el Mago blanco como el Mago negro se
caracterizan por la fuerza de voluntad que imprimen a sus
decisiones, pero tal como hemos tenido interés en señalar en
diversas fases de nuestro estudio práctico de la Magia, el
conocimiento oculto de las reglas y condiciones exigidas, sólo
se centrará en el Bien y en el apoyo decidido a los planes y
proyectos de la Gran Fraternidad Blanca del planeta. Hemos
establecido claramente los dos tipos de Magia. Esperamos
ahora, después de haber definido a los tres principales
órdenes de Devas que operan en los espacios etéricos
planetarios, que el aspirante o el discípulo consagrado
estudiará convenientemente a las fuerzas dévicas con las
cuales –y en orden a la particular evolución– ha decidido
colaborar de acuerdo con el sagrado anhelo de Bien que surge
de lo más profundo del corazón y es el verdadero resorte y la
única clave de la Magia organizada en nuestro mundo.
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