CAPÍTULO IV
LA FUERZA MÁGICA DE LOS ELEMENTOS
El tema que vamos a
considerar ahora tiene una gran importancia por la luz que
puede aportar en nuestras investigaciones sobre la Magia
organizada en nuestro mundo.
La idea, sin embargo, es muy simple y concuerda con todo
cuanto hemos explicado en otras partes de este libro, en el
sentido de que cualquier elemento atómico, sea cual sea su
valor en la escala de los elementos químicos en la vida de la
Naturaleza, es una entidad espiritual, que revela un tipo de
conciencia y se manifiesta por medio de una definida forma
geométrica.
Partiendo de esta realidad de base, podemos afirmar que el
aire que respiramos, el agua que bebemos, la tierra que
pisamos y el fuego que utilizamos para calentarnos en invierno
o para cocer los alimentos que ingerimos, no son simples
fórmulas químicas, sino entidades dévicas, cuya conciencia
cumple determinada función en la vida evolutiva planetaria. En
otras partes de este libro nos hemos referido a la vida
cualificadora del átomo, considerándole pese a su aparente
insignificancia como una perfecta expresión de las actividades
que realiza la Divinidad en relación con su Universo. Con
ayuda de la analogía hemos penetrado también en la esfera de
manifestación de cualquier tipo de forma, mental, emocional o
física, para descubrir que todas las estructuras moleculares
están constituidas de átomos, llegando así a la conclusión de
que existen entidades atómicas y por lo tanto cuerpos y
estructuras moleculares en todos los planos del Universo.
Prosiguiendo con nuestras investigaciones, hemos logrado
averiguar que esta corriente de vida reconocida
científicamente como ‘atómica’, tiene la misión reconocida de
suministrar la infinita cantidad de elementos químicos en
distintos niveles vibratorios que se precisan para la
construcción de cualquier estructura molecular en la vida
evolutiva del sistema solar. Hemos llegado a descubrir también
–y aquí nos apartamos fundamentalmente de los tópicos
meramente científicos– que el átomo es una vida inteligente y
que detrás de esta vida hay una infinita e incomprensible
cantidad de misteriosos e invisibles seres, descritos
ocultamente como fuerzas dévicas o elementales constructores,
cuya función observada clarividentemente es la de construir
las envolturas expresivas o formas geométricas de aquellas
entidades atómicas y producir así lo que llamamos mundo
manifestado o mundo fenoménico. Hemos inferido de ello, dado
que hay vidas atómicas en todos los niveles del Universo, que
existirán ángeles o devas por doquier y fuerzas elementales y
energías de construcción operando mancomunadamente para dotar
de cuerpos o formas expresivas a todas las vidas y conciencias
que viven, se mueven y tienen el ser en el interior del
dilatado ‘círculo-no-se-pasa’ del sistema solar.
En la incapacidad de percibir los agregados atómicos o
compuestos moleculares y a sus constructores dévicos en los
planos superiores del sistema, hemos cifrado todo nuestro
interés en aquellas entidades dévicas más cercanas a nosotros,
que guían a las fuerzas elementales en la tarea de construir
las formas y elementos moleculares que constituyen los niveles
donde mayormente se mueve la entidad humana, o sea, los planos
físico, astral y mental inferior. Hemos ido descubriendo así
una prodigiosa cantidad de entidades dévicas y fuerzas
elementales, las cuales, seguidas con paciente y amorosa
atención, nos han facilitado la clave mágica del mundo oculto
y nos han permitido estructurar todo un sistema de relaciones
humano-dévicas, para que partiendo del mundo mental superior
–de donde deben arrancar todas las investigaciones esotéricas–
pudiésemos introducirnos conscientemente en el aspecto más
denso de la materia y pudiésemos percibir con ayuda de la
clarividencia, la misteriosa Escalera de Jacob que une el
Cielo con la Tierra, llenando todas las esferas del sistema
solar de conciencias atómicas, de vidas dévicas y de todo tipo
de formas, partiendo de la diminuta conciencia del átomo
secundada por una vida dévica maravillosamente organizada.
La Gran Fraternidad Blanca tiene un objetivo previsto y
sabiamente calculado con respecto a la entidad humana y es el
de proyectar a través de ésta las energías espirituales que
producen ‘redención de la materia’, es decir, purificación de
la llamada substancia lunar en los tres mundos. Y esto debe
realizarlo lógicamente a través de los tres Devas que
construyeron sus vehículos de expresión en los tres mundos y,
por proyección magnética, en todos y cada uno de los agregados
atómicos que entraron en su composición.
Cuando en nuestros elevados estudios esotéricos se nos habla
de los “planetas sagrados” de nuestro sistema solar o de otros
sistemas solares, se nos hace una directa alusión a la
actividad trascendente de un Logos planetario que en virtud de
sus esfuerzos, logró introducir luz espiritual de tipo cósmico
en el contenido molecular del planeta que le sirve de morada y
medio de expresión, determinando en el mismo y a través del
gran Deva constructor planetario, el fenómeno característico
de ‘irradiación’ o de liberación de la luz contenida en sus
núcleos vitales. Yendo al fondo de la idea, podríamos decir
que la luz ígnea de Kundalini se ha liberado en el interior
del conjunto molecular planetario, por la presión del fuego
solar proyectado desde el plano mental del sistema por el
Morador del Planeta, el Hombre Celestial del esquema.
Podríamos afirmar pues que la redención de la substancia
material de los cuerpos expresivos del ser humano, obedece a
idénticos principios de liberación de luz o de fuego que se
observa en los Logos planetarios o solares cuando reciben
alguna elevada iniciación cósmica. De ahí que cuando hacemos
referencia a “redención molecular”, movemos por analogía las
ideas místicas o espirituales que se ocultan tras el término
INICIACIÓN. No puede haber REDENCIÓN material sin una previa
INICIACIÓN espiritual. En la clara comprensión de esta idea se
asienta el noble edificio de la Magia organizada planetaria,
sean cuales sean la dirección, propósito u objetivo de
nuestras investigaciones ocultas.
Se nos ha advertido en multiplicidad de ocasiones que el
iniciado es un Mago, capaz de realizar operaciones mágicas
dentro del “círculo-no-se-pasa” impuesto por la propia
iniciación alcanzada... Por ejemplo, en la primera iniciación
jerárquica el discípulo se sujeta a un sistema de
entrenamiento que le permite controlar y dirigir las
actividades de un gran número de devas y elementales
constructores etéricos y comprender, hasta cierto punto, las
razones jerárquicas que guían al gran Arcángel YAMA, Señor del
plano físico, gobernando a través de poderosos Devas etéricos
a la infinita pléyade de fuerzas elementales que constituyen
la tierra, el agua, el fuego, el aire y los cuatro éteres
físicos, que la tradición oculta denomina gnomos, ondinas,
hadas, salamandras, silfos, etc... En la segunda Iniciación,
el discípulo puede controlar además de las fuerzas dévicas
antes descritas, a una serie impresionante de entidades
dévicas astrales, algunas de ellas de gran evolución
espiritual, y colaborar conscientemente –siempre de acuerdo
con su posición jerárquica– en la obra que a través del plano
astral realiza el gran Arcángel Señor VARUNA, a Quien en
lenguaje místico se le denomina “el Señor de las Aguas” y
también “el Impulsor de los Deseos y Sentimientos” de los
hombres. El Señor VARUNA aparece así a la observación oculta
como el Cuerpo sensible del Logos planetario.
Al llegar el iniciado a la cúspide del proceso de redención de
su triple cuerno molecular, se produce dentro de sí el
fenómeno místico de la Transfiguración. La Tríada espiritual,
simbolizada en CRISTO-MOISÉS-ELIAS, puede proyectarse
directamente sobre los tres cuerpos de manifestación del
Iniciado, simbolizados en los tres discípulos dormidos al pie
del Monte Tabor, PEDRO, JUAN y SANTIAGO. En la cúspide del
Monte, CRISTO, el alma humana, recibe la tercera Iniciación y
a partir de este momento puede el Iniciado ejercer control en
los tres mundos, en los tres reinos y en los tres cuerpos, así
como establecer una consciente relación con ciertas
agrupaciones de entidades dévicas moradoras del plano mental,
una posibilidad que hasta aquí le había sido negada dada la
excesiva peligrosidad del contacto definido con estos
moradores ígneos del plano de la mente. Al llegar a este
elevado punto de tensión creadora le es posible al Iniciado
establecer un contacto consciente con los tres Arcángeles,
Señores de los tres planos inferiores del sistema, YAMA,
VARUNA y AGNI, los Constructores y directores de los planos
físico, astral y mental del Universo... Como consecuencia del
poder alcanzado y del elevado contacto establecido, puede el
Iniciado “contemplar a Dios cara a cara” –tal como puede
leerse en “El Libro de los Iniciados”–, es decir, enfrentar al
Señor del Mundo, el Iniciador Único del planeta, sin que sus
vehículos se resientan y sin el peligro de que se desintegren
por el extraordinario fulgor y dinamismo del aura del Gran
Señor Planetario.
Como podrá observarse, no puede haber obra mágica consciente
del tipo que sea, sin que previamente haya logrado el Mago
purificar sus cuerpos de expresión y haber redimido en una
gran medida la esencia espiritual en ellos contenida. Por lo
tanto, al hablar de la fuerza mágica de los elementos, tenemos
presente ante todo aquella esencia ígnea en lo más oculto y
profundo de cualquier átomo, cuya liberación o redención
corresponde al ser humano y también la fuerza mágica de la
evolución que le impone al más insignificante elemento químico
una función muy específica en la vida de la Naturaleza, como
es la de constituir la base estructural de toda posible forma,
sea la de un sistema solar, de un esquema planetario o del
cuerpo físico de un ser humano.
Profundizando más todavía en la vida de los elementos, a los
que en ciertos tratados ocultos se les define como “dioses de
la naturaleza” y “artífices de la Magia”, podríamos repetir lo
dicho en otros pasajes de este libro: “El átomo es una entidad
completa que, al igual que el hombre, se expresa por medio de
aquellos tres cuerpos menores que la Ciencia define corno
protón, neutrón y electrón, cada cual con su tipo particular
de conciencia”. Y si la analogía con el hombre es correcta,
podríamos intuir también que incluso en niveles atómicos a los
que no puede acceder todavía elemento alguno de investigación
científica, deberá existir asimismo lo que podríamos definir
como la “tríada espiritual” del átomo, así como una mónada
(aunque sea en el interior de alguna desconocida e incluyente
alma grupal) que le ha conferido a través de ésta una vida
inteligente, una conciencia y una forma...
Como decía no hace mucho uno de nuestros gloriosos Adeptos:
“La Realidad supera toda ficción por maravillosa que ésta
sea”. No es descabellada pues la idea que acabamos de
formular, pues nos hemos ajustado en todo momento al
acrisolado principio de analogía que ha de presidir en todo
momento a la verdadera investigación esotérica. Además, no
adolece de rigor científico, pues aunque la ciencia actual no
ha desarrollado aún métodos de investigación más completos y
profundos, la percepción espiritual que va siempre mucho más
lejos en sus investigaciones, irá demostrando científicamente
la existencia de vida inteligente en el interior de la forma
geométrica de cualquier tipo de átomo.
El microscopio electrónico, que permite comprobar físicamente
partículas infinitesimales dentro de la estructura atómica,
queda detenido sin embargo ante la infranqueable barrera de
los elementos químicos subetéricos y etéricos, cuya claridad y
transparencia sólo pueden ser percibidas por la visión
experimentada del Mago, desarrollada tras un riguroso
entrenamiento espiritual.
No podemos separar en ningún caso el poder psíquico humano de
la producción de Magia, pues ningún verdadero Mago carece de
estas facultades ocultas de percepción y de control en los
mundos invisibles donde se gesta la Magia organizada del
planeta. Por la clarividencia percibe al grupo de Devas con
los que ha decidido trabajar, por la clariaudiencia conoce las
vibraciones dévicas y se familiariza con su peculiar lenguaje
(Véase libro del mismo autor «LA ESTRUCTURACIÓN DÉVICA DE LAS
FORMAS». 2º volumen del Tríptico «Un Tratado Esotérico sobre
los Ángeles») y por sus potentes impulsos telepáticos puede
controlar e inducir en ciertas direcciones a las corrientes de
vida dévica.
Así, a un Mago experimentado le es posible producir lo que
podríamos denominar “efectos ambientales”, mediante el
concurso de las invisibles criaturas dévicas de los mundos
ocultos. Por tal motivo, y teniendo en cuenta su función
integradora de la substancia material en cualquiera de sus
estados, a esta capacidad de respuesta de las increíbles
huestes etéricas que constituyen las tres esferas de
experiencia y expresión atómica a la voluntad del Mago, la
definimos ocultamente “fuerza mágica de los elementos”, ya que
sin ella sería imposible disponer de vehículos apropiados para
albergar y proyectar nuestros estados de conciencia, con lo
cual quedaría absolutamente detenido el ciclo de nuestra
evolución humana y, por analogía, el de todo ser viviente en
la vida de la Naturaleza.
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