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Vicente Beltrán Anglada


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-V.B.A
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CAPÍTULO IV
LA FUERZA MÁGICA DE LOS ELEMENTOS
 

El tema que vamos a considerar ahora tiene una gran importancia por la luz que puede aportar en nuestras investigaciones sobre la Magia organizada en nuestro mundo.

La idea, sin embargo, es muy simple y concuerda con todo cuanto hemos explicado en otras partes de este libro, en el sentido de que cualquier elemento atómico, sea cual sea su valor en la escala de los elementos químicos en la vida de la Naturaleza, es una entidad espiritual, que revela un tipo de conciencia y se manifiesta por medio de una definida forma geométrica.

Partiendo de esta realidad de base, podemos afirmar que el aire que respiramos, el agua que bebemos, la tierra que pisamos y el fuego que utilizamos para calentarnos en invierno o para cocer los alimentos que ingerimos, no son simples fórmulas químicas, sino entidades dévicas, cuya conciencia cumple determinada función en la vida evolutiva planetaria. En otras partes de este libro nos hemos referido a la vida cualificadora del átomo, considerándole pese a su aparente insignificancia como una perfecta expresión de las actividades que realiza la Divinidad en relación con su Universo. Con ayuda de la analogía hemos penetrado también en la esfera de manifestación de cualquier tipo de forma, mental, emocional o física, para descubrir que todas las estructuras moleculares están constituidas de átomos, llegando así a la conclusión de que existen entidades atómicas y por lo tanto cuerpos y estructuras moleculares en todos los planos del Universo. Prosiguiendo con nuestras investigaciones, hemos logrado averiguar que esta corriente de vida reconocida científicamente como ‘atómica’, tiene la misión reconocida de suministrar la infinita cantidad de elementos químicos en distintos niveles vibratorios que se precisan para la construcción de cualquier estructura molecular en la vida evolutiva del sistema solar. Hemos llegado a descubrir también –y aquí nos apartamos fundamentalmente de los tópicos meramente científicos– que el átomo es una vida inteligente y que detrás de esta vida hay una infinita e incomprensible cantidad de misteriosos e invisibles seres, descritos ocultamente como fuerzas dévicas o elementales constructores, cuya función observada clarividentemente es la de construir las envolturas expresivas o formas geométricas de aquellas entidades atómicas y producir así lo que llamamos mundo manifestado o mundo fenoménico. Hemos inferido de ello, dado que hay vidas atómicas en todos los niveles del Universo, que existirán ángeles o devas por doquier y fuerzas elementales y energías de construcción operando mancomunadamente para dotar de cuerpos o formas expresivas a todas las vidas y conciencias que viven, se mueven y tienen el ser en el interior del dilatado ‘círculo-no-se-pasa’ del sistema solar.

En la incapacidad de percibir los agregados atómicos o compuestos moleculares y a sus constructores dévicos en los planos superiores del sistema, hemos cifrado todo nuestro interés en aquellas entidades dévicas más cercanas a nosotros, que guían a las fuerzas elementales en la tarea de construir las formas y elementos moleculares que constituyen los niveles donde mayormente se mueve la entidad humana, o sea, los planos físico, astral y mental inferior. Hemos ido descubriendo así una prodigiosa cantidad de entidades dévicas y fuerzas elementales, las cuales, seguidas con paciente y amorosa atención, nos han facilitado la clave mágica del mundo oculto y nos han permitido estructurar todo un sistema de relaciones humano-dévicas, para que partiendo del mundo mental superior –de donde deben arrancar todas las investigaciones esotéricas– pudiésemos introducirnos conscientemente en el aspecto más denso de la materia y pudiésemos percibir con ayuda de la clarividencia, la misteriosa Escalera de Jacob que une el Cielo con la Tierra, llenando todas las esferas del sistema solar de conciencias atómicas, de vidas dévicas y de todo tipo de formas, partiendo de la diminuta conciencia del átomo secundada por una vida dévica maravillosamente organizada.

La Gran Fraternidad Blanca tiene un objetivo previsto y sabiamente calculado con respecto a la entidad humana y es el de proyectar a través de ésta las energías espirituales que producen ‘redención de la materia’, es decir, purificación de la llamada substancia lunar en los tres mundos. Y esto debe realizarlo lógicamente a través de los tres Devas que construyeron sus vehículos de expresión en los tres mundos y, por proyección magnética, en todos y cada uno de los agregados atómicos que entraron en su composición.

Cuando en nuestros elevados estudios esotéricos se nos habla de los “planetas sagrados” de nuestro sistema solar o de otros sistemas solares, se nos hace una directa alusión a la actividad trascendente de un Logos planetario que en virtud de sus esfuerzos, logró introducir luz espiritual de tipo cósmico en el contenido molecular del planeta que le sirve de morada y medio de expresión, determinando en el mismo y a través del gran Deva constructor planetario, el fenómeno característico de ‘irradiación’ o de liberación de la luz contenida en sus núcleos vitales. Yendo al fondo de la idea, podríamos decir que la luz ígnea de Kundalini se ha liberado en el interior del conjunto molecular planetario, por la presión del fuego solar proyectado desde el plano mental del sistema por el Morador del Planeta, el Hombre Celestial del esquema.

Podríamos afirmar pues que la redención de la substancia material de los cuerpos expresivos del ser humano, obedece a idénticos principios de liberación de luz o de fuego que se observa en los Logos planetarios o solares cuando reciben alguna elevada iniciación cósmica. De ahí que cuando hacemos referencia a “redención molecular”, movemos por analogía las ideas místicas o espirituales que se ocultan tras el término INICIACIÓN. No puede haber REDENCIÓN material sin una previa INICIACIÓN espiritual. En la clara comprensión de esta idea se asienta el noble edificio de la Magia organizada planetaria, sean cuales sean la dirección, propósito u objetivo de nuestras investigaciones ocultas.

Se nos ha advertido en multiplicidad de ocasiones que el iniciado es un Mago, capaz de realizar operaciones mágicas dentro del “círculo-no-se-pasa” impuesto por la propia iniciación alcanzada... Por ejemplo, en la primera iniciación jerárquica el discípulo se sujeta a un sistema de entrenamiento que le permite controlar y dirigir las actividades de un gran número de devas y elementales constructores etéricos y comprender, hasta cierto punto, las razones jerárquicas que guían al gran Arcángel YAMA, Señor del plano físico, gobernando a través de poderosos Devas etéricos a la infinita pléyade de fuerzas elementales que constituyen la tierra, el agua, el fuego, el aire y los cuatro éteres físicos, que la tradición oculta denomina gnomos, ondinas, hadas, salamandras, silfos, etc... En la segunda Iniciación, el discípulo puede controlar además de las fuerzas dévicas antes descritas, a una serie impresionante de entidades dévicas astrales, algunas de ellas de gran evolución espiritual, y colaborar conscientemente –siempre de acuerdo con su posición jerárquica– en la obra que a través del plano astral realiza el gran Arcángel Señor VARUNA, a Quien en lenguaje místico se le denomina “el Señor de las Aguas” y también “el Impulsor de los Deseos y Sentimientos” de los hombres. El Señor VARUNA aparece así a la observación oculta como el Cuerpo sensible del Logos planetario.

Al llegar el iniciado a la cúspide del proceso de redención de su triple cuerno molecular, se produce dentro de sí el fenómeno místico de la Transfiguración. La Tríada espiritual, simbolizada en CRISTO-MOISÉS-ELIAS, puede proyectarse directamente sobre los tres cuerpos de manifestación del Iniciado, simbolizados en los tres discípulos dormidos al pie del Monte Tabor, PEDRO, JUAN y SANTIAGO. En la cúspide del Monte, CRISTO, el alma humana, recibe la tercera Iniciación y a partir de este momento puede el Iniciado ejercer control en los tres mundos, en los tres reinos y en los tres cuerpos, así como establecer una consciente relación con ciertas agrupaciones de entidades dévicas moradoras del plano mental, una posibilidad que hasta aquí le había sido negada dada la excesiva peligrosidad del contacto definido con estos moradores ígneos del plano de la mente. Al llegar a este elevado punto de tensión creadora le es posible al Iniciado establecer un contacto consciente con los tres Arcángeles, Señores de los tres planos inferiores del sistema, YAMA, VARUNA y AGNI, los Constructores y directores de los planos físico, astral y mental del Universo... Como consecuencia del poder alcanzado y del elevado contacto establecido, puede el Iniciado “contemplar a Dios cara a cara” –tal como puede leerse en “El Libro de los Iniciados”–, es decir, enfrentar al Señor del Mundo, el Iniciador Único del planeta, sin que sus vehículos se resientan y sin el peligro de que se desintegren por el extraordinario fulgor y dinamismo del aura del Gran Señor Planetario.

Como podrá observarse, no puede haber obra mágica consciente del tipo que sea, sin que previamente haya logrado el Mago purificar sus cuerpos de expresión y haber redimido en una gran medida la esencia espiritual en ellos contenida. Por lo tanto, al hablar de la fuerza mágica de los elementos, tenemos presente ante todo aquella esencia ígnea en lo más oculto y profundo de cualquier átomo, cuya liberación o redención corresponde al ser humano y también la fuerza mágica de la evolución que le impone al más insignificante elemento químico una función muy específica en la vida de la Naturaleza, como es la de constituir la base estructural de toda posible forma, sea la de un sistema solar, de un esquema planetario o del cuerpo físico de un ser humano.

Profundizando más todavía en la vida de los elementos, a los que en ciertos tratados ocultos se les define como “dioses de la naturaleza” y “artífices de la Magia”, podríamos repetir lo dicho en otros pasajes de este libro: “El átomo es una entidad completa que, al igual que el hombre, se expresa por medio de aquellos tres cuerpos menores que la Ciencia define corno protón, neutrón y electrón, cada cual con su tipo particular de conciencia”. Y si la analogía con el hombre es correcta, podríamos intuir también que incluso en niveles atómicos a los que no puede acceder todavía elemento alguno de investigación científica, deberá existir asimismo lo que podríamos definir como la “tríada espiritual” del átomo, así como una mónada (aunque sea en el interior de alguna desconocida e incluyente alma grupal) que le ha conferido a través de ésta una vida inteligente, una conciencia y una forma...

Como decía no hace mucho uno de nuestros gloriosos Adeptos: “La Realidad supera toda ficción por maravillosa que ésta sea”. No es descabellada pues la idea que acabamos de formular, pues nos hemos ajustado en todo momento al acrisolado principio de analogía que ha de presidir en todo momento a la verdadera investigación esotérica. Además, no adolece de rigor científico, pues aunque la ciencia actual no ha desarrollado aún métodos de investigación más completos y profundos, la percepción espiritual que va siempre mucho más lejos en sus investigaciones, irá demostrando científicamente la existencia de vida inteligente en el interior de la forma geométrica de cualquier tipo de átomo.

El microscopio electrónico, que permite comprobar físicamente partículas infinitesimales dentro de la estructura atómica, queda detenido sin embargo ante la infranqueable barrera de los elementos químicos subetéricos y etéricos, cuya claridad y transparencia sólo pueden ser percibidas por la visión experimentada del Mago, desarrollada tras un riguroso entrenamiento espiritual.

No podemos separar en ningún caso el poder psíquico humano de la producción de Magia, pues ningún verdadero Mago carece de estas facultades ocultas de percepción y de control en los mundos invisibles donde se gesta la Magia organizada del planeta. Por la clarividencia percibe al grupo de Devas con los que ha decidido trabajar, por la clariaudiencia conoce las vibraciones dévicas y se familiariza con su peculiar lenguaje (Véase libro del mismo autor «LA ESTRUCTURACIÓN DÉVICA DE LAS FORMAS». 2º volumen del Tríptico «Un Tratado Esotérico sobre los Ángeles») y por sus potentes impulsos telepáticos puede controlar e inducir en ciertas direcciones a las corrientes de vida dévica.

Así, a un Mago experimentado le es posible producir lo que podríamos denominar “efectos ambientales”, mediante el concurso de las invisibles criaturas dévicas de los mundos ocultos. Por tal motivo, y teniendo en cuenta su función integradora de la substancia material en cualquiera de sus estados, a esta capacidad de respuesta de las increíbles huestes etéricas que constituyen las tres esferas de experiencia y expresión atómica a la voluntad del Mago, la definimos ocultamente “fuerza mágica de los elementos”, ya que sin ella sería imposible disponer de vehículos apropiados para albergar y proyectar nuestros estados de conciencia, con lo cual quedaría absolutamente detenido el ciclo de nuestra evolución humana y, por analogía, el de todo ser viviente en la vida de la Naturaleza.

 

 

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2008-03-03

 

 

 

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