CAPÍTULO II
LA ESTRUCTURA MOLECULAR DEL UNIVERSO
Si nuestra investigación oculta ha de rielar como es de ley,
sobre cauces científicos, habremos de estudiar primero lo que
es realmente una estructura molecular, este fundamento básico
sobre el cual se erige la soberbia arquitectura del sistema
solar.
Cualquier estructura molecular está formada de átomos. El
átomo es aparentemente la parte más insignificante de materia
con la que se enfrenta el investigador científico de las leyes
químicas del Universo. Sin embargo, la unidad atómica no es la
parte más pequeña de substancia material, sino que a su vez se
la ve compuesta de otros cuerpos todavía menores que llamamos
protones, neutrones y electrones. Y aún, examinando estos
elementos más pequeños a la luz de la clarividencia etérica,
se los verá subdivididos en partículas eléctricas cada vez más
diminutas hasta perderse en la inmensidad infinita del
espacio.
A los investigadores científicos no les es posible percibir
–dado que no poseen facultades de percepción oculta y que sus
sofisticados instrumentos técnicos no han logrado atravesar
todavía las fronteras que separan los niveles etéricos de los
densos en el plano físico– a estos pequeñísimos e invisibles
cuerpos que se agitan en el interior del átomo y que,
esotéricamente, son considerados los vehículos expresivos de
su núcleo vital, constituyendo miríadas de inconcebibles vidas
que evolucionan en las reducidas dimensiones atómicas, al
igual que lo hacemos nosotros dentro del “círculo-no-se-pasa”
del planeta. La investigación corriente en ciencia química se
inicia a partir del átomo de hidrógeno, compuesto por un
protón, un neutrón y un electrón, y a este átomo de hidrógeno
se le considera la unidad básica en química, es decir, que
todos los demás átomos o elementos químicos que componen la
estructura molecular de cualquier cuerpo en la vida de la
Naturaleza, sólo son sumas o agregados de átomos de hidrógeno,
que se extienden a partir de esta unidad básica hasta abarcar
toda la gama de elementos químicos existentes, cada vez más
cargados de átomos de hidrógeno. Así, el elemento químico del
Laurencio, formado por ciento tres átomos de hidrógeno puede
aparecer, desde el ángulo de vista de la evolución atómica,
como una verdadera galaxia en miniatura. Pero, según se ha
logrado averiguar recientemente, existen elementos químicos
mucho más pesados todavía que el Laurencio, lo cual reafirma
la verdad esotérica de que la ciencia no ha llegado al fin de
estos descubrimientos, como no se ha llegado a descubrir
todavía la naturaleza de la electricidad y el misterio que
encubre la Fuente cósmica del Espacio, de donde surgen todos
los elementos químicos y todos los compuestos moleculares...
El Espacio, esa tremenda y desconocida Entidad, contiene en
“suspensión” –si podemos decirlo así– una infinita cadena de
elementos químicos, los cuales, por su propia e indefinible
acuidad y transparencia, se confunden con el propio Espacio.
Para descubrir algunos de ellos, sin movernos todavía del
plano físico, se precisa un tipo de visión o investigación que
no está al alcance todavía de la Ciencia física moderna.
Ahora bien, si se tiene en cuenta lo dicho en otras partes de
este estudio acerca del Espacio, en el sentido de que es
multidimensional y multimolecular, deberemos suponer
lógicamente que en la composición geométrica de los planos o
niveles de nuestro sistema solar entrarán compuestos
moleculares de indescriptible diafanidad y pureza, como por
ejemplo, los que entran en la construcción de los planos
superiores del sistema, para los cuales los seres humanos, aún
los más cualificados, carecen de sentidos adecuados de
percepción.
Utilizando como siempre el principio de analogía, podríamos
afirmar también que el Espacio, que es multidimensional y
multimolecular, ha de ser asimismo multigeométrico, ya que
posee en suspensión todas las formas imaginables. La
geometría, como soporte de la imaginación de los Magos, es el
campo de experimentación de vidas y conciencias que
trascienden la investigación de los hombres más avanzados de
la Tierra, siendo la geometría, vista desde el ángulo oculto,
un archivo permanente de formas universales que jamás fueron
percibidas ni investigadas.
De acuerdo con esta idea y siguiendo en la línea de nuestras
investigaciones en orden a la Magia organizada planetaria,
deberíamos preguntamos... ¿Por qué el Espacio es
multidimensional, multimolecular y multigeométrico?
1º. Es multidimensional, porque contiene en sí todas las
extensiones y magnitudes posibles para que pueda manifestarse
la Vida que surge de cualquier centro creador. Las dimensiones
dentro de las cuales viven, se mueven y tienen el ser estos
centros creadores, indicarán siempre el grado de evolución
espiritual alcanzado por los mismos, o sea, su grado de
experiencia cósmica. Un estudio del proceso iniciático al que
se halla sujeta la entidad humana al llegar a ciertas etapas
de integración espiritual, nos informaría sin duda del
significado real de la evolución y de la estrecha vinculación
existente entre las iniciaciones espirituales y las
dimensiones del Espacio.
2º. Es multimolecular, porque de acuerdo con el grado de
evolución alcanzado por cualquier Logos o Centro creador, así
será la calidad del ingente e indescriptible grupo de
compuestos moleculares mediante los cuales ha de construir Sus
cuerpos de manifestación, es decir, Sus planos o esferas
expresivas. Todo el proceso de amalgamación molecular se basa,
sin embargo, en las leyes mágicas del Sonido, cuyas notas
invocativas al ser pronunciadas por el Logos atraerán del seno
profundo de cualquier dimensión del Espacio, todas aquellas
vidas atómicas y compuestos moleculares que vibran o que
responden a idéntica frecuencia de Sonido. Tal como se dice
ocultamente, “la Palabra es el elemento mágico de la
Creación”.
3º. Es multigeométrico, porque cada grupo de notas componentes
del Sonido o de la Palabra, forman un NOMBRE que personifica
de manera misteriosa a una Entidad específica, Arcángel o
Mahadeva, la cual creará en el seno profundo del Espacio la
Forma geométrica requerida a través del ingente grupo de vidas
atómicas y compuestos moleculares que corresponden a aquel
NOMBRE. De ahí la conocida frase esotérica, tan poco
comprendida todavía por muchos aspirantes espirituales: “EL
NOMBRE ES LA BASE GEOMÉTRICA DE LA FORMA”.
Para el investigador esotérico, la relación Nombre-Forma
constituye uno de los grandes secretos de la Magia. Esta
afirmación oculta viene aseverada por la experiencia de los
insignes Magos planetarios, que en la enseñanza impartida a
Sus discípulos les incitan a descubrir el nombre o sonido
interno asignado por Dios el Creador a cada ser y a cada cosa
creada, y pasar muy por alto el nombre que les ha sido
arbitrariamente asignado por los seres humanos.
El hecho de que el Espacio sea una misteriosa e incomprensible
Entidad multidimensional, multimolecular y multigeométrica,
obliga al Mago a que –de acuerdo con las sagradas leyes de
vibración– utilice creadoramente aquellas propiedades del
Espacio en la realización de todas sus operaciones mágicas,
sirviéndose consciente y deliberadamente de su propósito
espiritual, de sus ideas abstractas y de su mente concreta, en
el bien entendido que:
a. La Intención espiritual está relacionada con las
dimensiones del Espacio.
b. Las ideas, abstractas en su naturaleza, están vinculadas
con las composiciones moleculares inherentes a las cualidades
destiladas por alguna definida dimensión del Espacio.
c. La Mente concreta, o substancial, está relacionada con la
facultad de “visualizar” las formas geométricas más oportunas
y convenientes para el desarrollo de cualquier definida
operación mágica.
Cuando existe una perfecta sintonía entre las capacidades
creadoras del Mago y las propiedades del Espacio, se produce
la verdadera obra mágica, la creación consciente, teniendo en
cuenta que las capacidades del Mago dependerán lógicamente de
la etapa que haya alcanzado en el devenir de su evolución
espiritual. Hay, por lo tanto, una consecuente sintonía entre
el grado de evolución del Mago y las correspondientes
dimensiones del Espacio, lo cual informará al investigador
esotérico de lo que hay que entender por “círculo-no-sepasa”
cuando se haga referencia a cualquier centro creador de
conciencia. De ahí que siendo el Espacio multidimensional,
multimolecular y multigeométrico, es lógico suponer que la
dimensión específica de un plano de creación y las formas
geométricas que surgirán como efecto de la movilización o
puesta en ejercicio de determinados grupos atómicos o
compuestos moleculares, serán una natural consecuencia de las
capacidades creadoras desarrolladas por el Mago, como fruto de
su evolución espiritual.
Vemos, en definitiva, que la totalidad del Cosmos manifestado,
o sea, el aspecto substancial u objetivo que tiene su razón de
ser dentro del Espacio absoluto, es el resultado de la
actividad desarrollada por todos los Logos creadores –sea cual
sea su grado de evolución espiritual y de la magnitud de Sus
“círculos-no-se-pasa”. Estas conciencias logoicas utilizan el
Espacio como recipiente, morada y archivo de Sus infinitas
creaciones. Siendo así, un cuerpo humano, un esquema
planetario, un sistema solar, una constelación o un sistema
cósmico de galaxias, obedecen a las mismas leyes y actividades
de creación, variando únicamente de acuerdo con el grado de
evolución alcanzado, el número de dimensiones conquistadas, la
calidad de los elementos moleculares invocados y las formas
geométricas utilizadas en el proceso de construcción de la
Obra mágica que cada Logos tiene la misión o el destino de
crear en las infinitas y eternamente desconocidas oquedades
del Espacio absoluto...
Ahora bien, el proceso evolutivo del átomo constituye uno de
los grandes secretos de la Magia. Al átomo químico –debido a
su aparente insignificancia– no se le concede gran importancia
en los estudios esotéricos corrientes. Pero, sin estos
minúsculos cuerpos atómicos no podrían existir cuerpos
organizados en la vida de la Naturaleza, ni aún el gigantesco
cuerpo del sistema solar podría existir.
Un átomo, examinado desde el ángulo de percepción de la
clarividencia causal, es un universo en miniatura, pero para
no elevar demasiado el concepto en nuestro estudio de la Magia
organizada, lo analizaremos sólo desde el punto de analogía
con el ser humano y lo consideraremos como el elemento básico
de creación de los conjuntos moleculares o celulares mediante
el cual son estructurados sus tres cuerpos de expresión en los
tres planos inferiores del sistema solar, el físico, en sus
dos vertientes densa y etérica, el astral y el mental, lo
cual, si tenemos en cuenta lo que en esoterismo entendemos por
leyes de evolución, nos indicará que los conjuntos atómicos
que forman la materia con la cual son estructurados aquellos
cuerpos –cualquiera que sea su densidad– están evolucionando
al igual que nosotros en los distintos niveles expresivos del
sistema
solar.
De acuerdo con esta afirmación, podríamos asegurar también que
el átomo es una vida que posee una conciencia y se expresa por
medio de una bien definida y estructurada forma geométrica, lo
cual informará al investigador esotérico que basa todas sus
investigaciones en los sabios principios de la analogía
hermética, que las entidades atómicas, analizadas siempre
desde el ángulo de vista de su correspondencia con los seres
humanos, posee un triple cuerpo de expresión, física, astral y
mental, a un grado imposible de determinar por la ciencia
actual, que sólo pueden percibir en sus exactas funciones los
grandes Videntes e Iniciados de la Gran Fraternidad Blanca del
Planeta. Quizás podríamos tener un vislumbre de esta triple
equivalencia asignándole al átomo valores cualitativos
humanos. Por ejemplo, tomando como base de analogía el átomo
de hidrógeno podríamos decir que:
a. El protón equivale al cuerpo mental.
b. El neutrón equivale al cuerpo emocional.
c. El electrón equivale al cuerpo físico.
Deberemos profundizar mucho sin embargo todavía en nuestros
estudios sobre el átomo para poder llegar a estas interesantes
conclusiones que, aparentemente, carecen de toda validez
científica, pero de acuerdo con la sabiduría oculta de los
grandes Iniciados, toda Vida, por insignificante que sea, se
comporta como un centro de conciencia inteligente y con
ciertos valores cualitativos que los seres humanos aún no
hemos logrado descubrir, en el devenir de nuestros estudios
psicológicos, filosóficos o científicos.
Pero, en el supuesto de que el átomo deba su forma particular
a la cantidad de protones, electrones y neutrones que en su
conjunto forman un cuerpo organizado y concretamente definido,
o sea, el triple cuerpo que utilizará la vida atómica a través
de un tipo desconocido de conciencia, la investigación oculta
nos llevará indefectiblemente a preguntarnos... ¿Cuál será
este tipo de conciencia? y, ¿arrancará al igual que la de los
seres humanos de los niveles causales?
Analicemos esta conciencia atómica tratando de relacionarla
únicamente con su triple vehículo de expresión, el protón, el
neutrón y el electrón, aunque corrientemente sólo sea
considerado el cuerpo unificado del átomo, sin preocuparse de
otra cosa que de sus campos magnéticos, de la energía
contenida en su núcleo central y de cómo liberar esta energía
para producir determinados resultados: luz calor, radiaciones
benéficas en medicina, etc. o, en un desdichado caso, para
producir explosiones nucleares, no siempre correctamente
controladas.
Para el investigador esotérico el átomo es mucho más.
Adivinamos en él una conciencia inteligente, no la
inteligencia del hombre por supuesto, pero sí un tipo de
conciencia altamente cualificada, cuyas funciones –al igual
que las nuestras– tienden a seguir el inalterable curso de la
evolución logoica dentro del sistema solar. Examinadas
atentamente revelan un proceso similar al seguido por los
seres humanos en el Sentido de que son capaces de dirigir
inteligentemente desde el centro protónico, que podríamos
calificar como núcleo espiritual del átomo o mente atómica,
todos los movimientos del átomo en el interior de su propia
periferia o dentro de cuerpos mayores en los que, en unión con
otros átomos similares, forma parte de estructuras moleculares
capaces de ser utilizadas por tipos de conciencia en estadios
mucho más avanzados de evolución, como los de los seres
humanos quienes, a su vez, no son sino unos simples e
insignificantes átomos dentro del cuerpo gigantesco de la
Tierra.
No sería en manera alguna ilógico pues, hablar de una
corriente de vida monádica descendiendo de los altos lugares
del esquema terrestre, proporcionando vida a estas diminutas
existencias atómicas, una vida que en contacto con la
substancia material de cada plano, originase ese tipo de
conciencia que estamos analizando, lo mismo que ocurre con los
seres humanos y aún con los propios Dioses manifestados.
Siempre de acuerdo con la analogía, podríamos afirmar también
que la evolución atómica es una corriente de vida logoica, tan
completa e incluyente como las corrientes de vida humana y
dévica y siguiendo idénticas leyes y principios de
manifestación y evolución.
La agrupación molecular de los átomos por selectividad natural
en la vida de los reinos, razas y especies, es un verdadero
“acto de conciencia”, demostrándose científicamente como
“afinidad química”. Y las agrupaciones atómicas inducidas por
la ley o principio de selectividad, se hallan presentes en
todos los niveles y dimensiones del Espacio, teniendo presente
lo que hemos dicho en páginas anteriores en el sentido de que
a cada dimensión del Espacio le corresponden unos tipos
específicos de átomos y a éstos unos determinados tipos de
conciencia o peculiares cualidades dentro de la Vibración
general del plano, nivel o dimensión donde se hallaren
ubicados. Es por afinidad química, o por selectividad natural,
que fueron creados los infinitos compuestos moleculares de los
distintos planos del sistema solar, las esferas de evolución
planetaria y los cuerpos expresivos del hombre. Todo es Magia
de expresión, repetida eternamente en el misterioso e
insondable interior de las indescriptibles parcelas del
Espacio virgen, la verdadera Madre de todas las cosas
existentes.
Ahora bien, ¿qué consecuencias prácticas podríamos entresacar
de estos datos esotéricos en nuestro estudio sobre la Magia
organizada planetaria? El conocimiento de las vidas atómicas
es esencial para el trabajo mágico, pues el Mago opera siempre
sobre esta infinita multiplicidad de pequeñísimos seres, ya
que son ellos los verdaderos artífices de la creación. Podrá
argüirse quizás que el Mago blanco utiliza en sus operaciones
mágicas a unos Devas de gran evolución espiritual que
aparentemente nada tienen que ver con la evolución de las
vidas atómicas. Sin embargo, y tal como esotéricamente se
sabe, los Dioses, los Ángeles y los hombres, aun cuando
pertenezcan a planos y a reinos de evolución distintos,
trabajan en inteligente colaboración en la Obra creadora del
mismo Señor y hay que prestar por ello una muy profunda y
particular atención al hecho de que todas las expresiones
creadoras arrancan de los compuestos moleculares, ya que éstos
dan forma a las conciencias y vivifican sus auras magnéticas.
Jamás podremos separar al Creador de Su Obra, sea cual sea la
magnitud del proceso creador. De ahí que en el caso de un
experto Mago humano, el hecho de que opere sobre Devas muy
evolucionados, no alterará el proceso mediante el cual –y a
través de aquellos Devas– el Mago llega a comandar y controlar
miríadas de estas diminutas vidas atómicas.
Toda vida y toda conciencia se manifiestan por medio de una
forma y el macrocosmos, pese a su grandeza, no podría
expresarse si no fuese a través de las infinitas e
innumerables vidas microcósmicas que se agitan ígneamente en
cada uno de los siete planos del sistema. La inquebrantable
relación Vidaconciencia- forma, constituye la actividad
mágica, sea cual sea el propósito, el nivel o la capacidad
creadora que surgen de no importa qué centro logoico de
creación. Las formas resultantes siempre estarán de acuerdo
con el triángulo constituido por la intención del Mago, el
nivel de creación, etérico físico, astral o mental elegido y
la habilidad conquistada para crear y mantener coherentemente
las formas creadas en cualquiera de aquellos niveles.
Examinemos, por ejemplo, el caso de los Egregores que la
bondad o la maldad de los hombres ha creado en las zonas
etérico-físicas del planeta, formados por una increíble
cantidad de elementos atómicos y compuestos moleculares
extraídos de cualquier esfera dimensional del Espacio. Para el
investigador esotérico que ha desarrollado la clarividencia
causal, cualquiera de estas “masas atómicas”, oscila alrededor
de un núcleo central impuesto por una intencionalidad creadora
que se está manifestando. La relación magnética establecida
entre esta intención y cada uno de los elementos
etérico-psíquicos invocados constituyentes de aquella masa,
pone en actividad un tipo de conciencia –digamos dévica– que
organiza, proyecta y desarrolla la forma geométrica de la masa
molecular así creada. Tenemos ahí la representación de las
cualidades y de los defectos, de las virtudes y de los vicios
engendrados por la humanidad, pues debido a su innata y
desdichadamente todavía inconsciente capacidad creadora,
existe una gran cantidad de Egregores, benignos unos, malignos
otros, que están flotando en los niveles etérico psíquicos del
planeta, esperando la más mínima oportunidad que se les
ofrezca para manifestarse en los ambientes sociales del mundo.
En esencia, tal es el sentido de la historia y la base de la
civilización y cultura de los pueblos de la Tierra.
En el desarrollo de la actividad mágica planetaria, siempre se
hallan presentes como inseparables testigos del drama humano,
estos dos exponentes de la dualidad planetaria, el Bien y el
Mal, y la consecuente lucha entre sí de estos dos gigantescos
Egregores disputándose la presa del alma humana. Los Adeptos
de la Magia blanca planetaria, los Teúrgos de la Buena Ley, y
los adeptos de las sombras, o Magos negros, mantienen una
terrible y constante pugna en un intento, sancionado por las
leyes de la polaridad universal, de atraer a sus bandos
respectivos cuantos más aliados posibles de entre las
entidades que constituyen la raza humana, induciéndoles hacia
el bien espiritual unos, hacia el apego material otros.
Vemos así que cuando en las enseñanzas esotéricas acerca de la
Iniciación, se hace referencia a las pruebas que deberá
afrontar el discípulo antes de que pueda penetrar en el
Recinto iniciático, se pone siempre por ejemplo a los dos
gigantescos Egregores creados por la humanidad, ocultamente
llamados “el Guardián del Umbral”, señor de la magia negra
planetaria, y el “Ángel de la Presencia”, el Señor de la Magia
blanca y del Bien supremo, y al dificilísimo camino que
circula entre los dos, “delgado como filo de navaja”, que ha
de recorrer el discípulo antes de que pueda penetrar en el
oculto Santuario, postrarse a los Pies del Iniciador y ver
brillar Su rutilante Estrella.
Pueden pasar muchas vidas antes de que el discípulo pueda
hollar el noble Sendero medio enseñado por el BUDA, el que
guarda su pureza en medio de la cruenta lucha de los opuestos.
En tanto va acercándose el discípulo a ese tremendo espacio
neutro, completamente vacío de toda polaridad, que ha de
convertirle en un perfecto Mago blanco, las fuerzas de la luz
invocadas en sus meditaciones y en sus actos de servicio y
sacrificio en bien de la Raza, van aclarando su camino y
depositando en el interior de sus vehículos expresivos,
aquellos átomos y compuestos moleculares de gran diafanidad y
transparencia que “iluminarán su inteligencia” y desvelarán
posteriormente su intuición, a fin de que pueda mantenerse
dignamente en el Sendero espiritual que separa a los dos
Egregores y lleva a ambos a zonas de perfecto equilibrio
dentro del corazón del discípulo. Tal es, en definitiva, el
Sendero de la Iniciación, donde la lucha es reemplazada por la
perfecta armonía entre los opuestos, entre los dos enemigos de
todos los tiempos, y por aquella Paz que trasciende toda
comprensión.
Al clarividente entrenado, un discípulo de la tercera
iniciación jerárquica, por ejemplo, le es sumamente fácil
observar desde el plano causal, o mental superior, las formas
geométricas de los Egregores, buenos y malos, así como la
composición molecular de sus masas y sabe mucho más acerca de
esta composición orgánica –si podemos decirlo así– que los más
preclaros químicos del mundo, los cuales no han desarrollado
todavía la clarividencia etérica que les permitiría observar
la transmutación alquímica de los elementos etéricos
procedentes del cuarto éter del plano físico planetario en
átomos de hidrógeno, con lo cual iniciarían una era de
investigación científica más completa que les informaría de la
presencia de una prodigiosa serie de elementos químicos y
compuestos atómicos, que sus más adelantados y sofisticados
medios técnicos no han logrado todavía descubrir.
La ciencia química del futuro se verá extraordinariamente
enriquecida con el descubrimiento de esos átomos o elementos
químicos –llamémosles de transición– que se hallan “suavemente
recogidos” en ciertos definidos niveles del aura etérica
planetaria y han de constituir las piezas estructurales de
base para conquistar las nuevas y desconocidas regiones del
Espacio, aquéllas que han de abrir para la humanidad las
gloriosas perspectivas de una era de relaciones humanas más
correctas y fraternales...
Vivamos apercibidos pues, frente a esta tremenda realidad y
dejémonos llevar por la infinita riqueza de su contenido. Que
el término ÁTOMO adquiera de ahora en adelante un más profundo
y definido significado, aceptando como lógica la idea de que
forma parte de una corriente de vida y de existencia sin la
cual no podrían ser creadas las bases estructurales del
Universo, ni habría posibilidad alguna de manifestación para
todas aquellas Entidades cósmicas, solares y planetarias que
viven, se mueven y tienen el Ser dentro de las infinitas
oquedades del Espacio virgen, Matriz eterna de todas las
posibles creaciones...
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