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CAPÍTULO I
EL ESPACIO ES UNA ENTIDAD
La primera gran
afirmación oculta con respecto a la Magia y la que seguramente
será más difícil de comprender por los aspirantes espirituales
del mundo, es la de que “el Espacio es una Entidad”. Pero, de
no llegar a una interpretación correcta de esta verdad oculta,
resultará imposible comprender el verdadero significado de la
actividad mágica dondequiera que ésta se realice, ya sea en un
ambiente cósmico, solar, planetario, humano o atómico. Siendo
así, las primeras grandes interrogantes que deberemos
formulamos al enfrentar el estudio de la Magia organizada en
el mundo, serán seguramente éstas: ¿Por qué el Espacio es una
Entidad? y ¿por qué relacionamos la Magia con esa Entidad?
El Espacio, según se nos dice ocultamente y la Ciencia con el
tiempo deberá confirmarlo, es la Matriz de todas las
creaciones. Tiene una absoluta capacidad de respuesta a todas
las vibraciones, ya sean las que provienen del más humilde
átomo o del más glorioso Arcángel. Esto es así porque cada
tipo de conciencia absorbe –si podemos decirlo así– una
porción más o menos extensa de espacio para verificar dentro
de la misma el experimento creador que responda a las
necesidades de su vida evolutiva. Por extraño y misterioso que
parezca, el Espacio suministra “automáticamente y sin
esfuerzo” el ETER cualificado, o substancia primordial, que
precisa cada centro creador.
Con respecto a esta idea y para clarificarla en las mentes de
los aspirantes espirituales como elemento introductor de sus
conciencias en el gran océano de misterios que se oculta tras
la palabra Magia, vamos a afirmar una de las grandes verdades
que se enseñan en todos los Ashrams de la Jerarquía: “El
Espacio es Multidimensional, multimolecular y
multigeométrico”. Esta triple afirmación aparentemente tan
difícil de entender contiene, sin embargo, la respuesta
concreta a la afirmación tan absolutamente abstracta de que el
Espacio es una Entidad. Es como si lo definiésemos, al igual
que lo hacemos con un Logos o con un ser humano, de acuerdo
con el sentido de la trinidad que gobierna todas las cosas
creadas y aún, llevando la idea a sus extremos límites y
rebasando por completo nuestra pequeña comprensión humana,
viendo el Espacio como un espejo donde se refleja todo tipo de
trinidad manifestada, siendo, en tal sentido, una respuesta
definida a cualquier poder invocativo proveniente de no
importa qué centro creador, logoico, humano o atómico.
Cuando de uno de tales centros creadores surge el gran mántram
de construcción, el Espacio le abre sus dilatadísimas entrañas
y le ofrece como inefables dádivas los materiales que precisa
para su manifestación, aquéllos cuyas características se
amoldan perfectamente a la cualidad y magnitud del intento
creador a ser desarrollado.
Si el Espacio no fuese una Entidad consciente –a una medida y
grandeza que escapa por completo a nuestro análisis– si dentro
de su omniabarcante seno no existiese esa tremenda e
indescriptible capacidad de respuesta a todos los posibles
impactos, no habría posibilidad alguna de creación. El Espacio
sería algo inerte, vacío, carente de vida y de toda
posibilidad creadora. Sin embargo, vista esotéricamente, la
poderosísima e incluyente Conciencia del Espacio se revela
siempre como una Entidad absolutamente vital dotada de unas
infinitas y misteriosas entrañas donde se gestan, se
desarrollan y se extinguen todos los mundos y todos los
universos.
Tratando de simplificar algo esta idea quizás deberíamos
afirmar también que el Espacio es ETER, Éter en todas sus
posibles modificaciones. Refiriéndonos concretamente a nuestro
Logos solar cuya naturaleza es septenaria, podríamos decir que
Su capacidad creadora ha invocado del Espacio siete tipos de
Éter. Mediante esta aportación de éteres cualificados EL ha
creado los siete planos del sistema solar, cada uno de los
cuales se halla bajo la regencia de un Morador del espacio
definido ocultamente como Arcángel, Mahadeva o Señor Rajá.
Para una mejor comprensión del tema podríamos añadir que estos
grandes regentes dévicos de planos forman parte de la absoluta
entidad Espacio y cooperan en la obra creadora del Logos solar
desde el principio hasta el fin de Su mahamanvántara o ciclo
de manifestación de Su universo. Estos Señores Rajaes
evolucionan a la par que los Logos de quienes se han
convertido circunstancialmente en servidores, de la misma
manera que las entidades dévicas que constituyen el triple
vehículo de manifestación humana, evolucionan paralelamente a
la evolución del hombre. Esta es una idea tremendamente
inspiradora y pese a que utilizamos como siempre el principio
de analogía, somos conscientes de que a menos de que utilicen
la intuición será muy difícil de comprender por los aspirantes
espirituales.
El concepto de los Arcángeles o grandes Rajaes, creadores de
planos dentro de los sistemas septenarios que forman parte de
nuestro sistema cósmico, podría extenderse quizás –debido a
identidad de origen– a todas las constelaciones y galaxias que
constituyen el Cosmos manifestado. Todas las creaciones,
prescindiendo de su magnitud, extensión y cualidad, obedecen
aparentemente a idéntico principio invocativo, el de atraer
por similitud de vibraciones a los cualificados Moradores del
Espacio. Variarán únicamente las dimensiones, los aspectos
moleculares y las formas geométricas que cada Logos precisa
para su manifestación, pues si el Espacio es multidimensional,
multimolecular y multigeométrico, deberemos lógicamente
suponer que habrá universos que rebasan infinitamente la
medida impuesta al nuestro por las propias Leyes de la
evolución.
Es obvio también cuando afirmamos que el Espacio es una
Entidad, que somos conscientes de que esta idea, a menos que
se posea clarividencia mental, no pasa de ser una mera
hipótesis o una ingeniosa teoría. Sin embargo, la vista
experimentada del Mago al otear las profundidades misteriosas
del Espacio, entendiendo en este caso por espacio aquellas
zonas planetarias o universales no ocupadas por cuerpos de
materia densa, o sea, allí en donde la visión corriente no
percibe nada, observa un extraño y misterioso mundo lleno de
maravillosas y enigmáticas formas, condensando infinitas e
incomprensibles radiaciones de luz y de sonidos y siguiendo
raudamente unos prodigiosos caminos en el éter, como si un
poder invisible los impulsara en ciertas direcciones
definidas, constituyendo místicas agrupaciones reunidas en
orden a determinados colores, íntimos y peculiares sonidos y a
indescriptibles formas geométricas. Si la visión del
clarividente iniciado profundiza en sus percepciones, las
cuales dependerán naturalmente de la calidad de las
iniciaciones recibidas, contemplará nuevas y más esplendentes
formas geométricas, nuevos y más diáfanos colores y sus oídos
se extasiarán con nuevas, desconocidas y más inefables
melodías.
Tal como ocultamente hemos aprendido, la Entidad Espacio es
multidimensional y nuestras investigaciones esotéricas nos han
llevado a la conclusión de que a cada dimensión le corresponde
un apropiado orden molecular de elementos atómicos, cada cual
con su propia y correspondiente nota vibratoria. El átomo, tal
como lo estudia la física moderna, es tridimensional, pero el
observador clarividente percibe en el interior de los
“espacios vacíos” de los elementos atómicos, a otros conjuntos
moleculares de carácter etérico, astral o mental cuya
sutilidad y belleza van en aumento a medida que se eleva el
nivel de la percepción clarividente, de manera que en ciertas
elevadísimas zonas de integración espiritual llega a
percibirse el Espacio como un todo vívido y coherente, lleno
de entidades y formas de vida no susceptibles de ser
estudiadas e investigadas a través de los medios científicos
actuales, aún los más complejos y sofisticados.
Hay así entidades y compuestos moleculares en todas las
dimensiones del Espacio, y al iniciado de cierta evolución
espiritual le es posible percibir las indescriptibles formas
geométricas de las excelsas vidas que moran en las zonas
libres del Espacio y establecer un nuevo orden de elementos
atómicos, infinitamente más sutiles que los conocidos y
catalogados por la ciencia química moderna, la cual se halla
todavía tan atrasada en el área de sus observaciones e
investigaciones, que no ha logrado descubrir aún ciertos
elementos atómicos, todavía de naturaleza tridimensional,
ubicados en el primero de los éteres del plano físico, el que
sigue al estado gaseoso de la materia y que, por tanto, los
éteres superiores del espacio físico continúan siendo sólo
unas meras abstracciones en el campo de sus investigaciones
científicas. Hay, ocultamente hablando, el llamado
“cuaternario etérico” de los elementos atómicos del plano
físico constituyendo unos niveles donde sólo puede penetrar la
percepción tremendamente aguda del Mago, quien observa una
increíble serie de vidas atómicas y compuestos moleculares que
forman parte inseparable de la actividad de la Magia
organizada en nuestro mundo y constituyen el campo de
observación e investigación de los científicos del futuro.
El verdadero Mago ha ido descubriendo esta ininterrumpible
cadena de elementos químicos que surgen más allá y por encima
del átomo de hidrógeno. Cuando los científicos del mundo
logren descorrer el velo espiritual que separa los elementos
químicos densos de los elementos químicos etéricos del plano
físico, tendrán en su poder la “clave mágica” que les
permitirá introducirse conscientemente en otras más sutiles
regiones del Espacio. El secreto “clave” de esta revelación se
halla oculto en el átomo de hidrógeno, una vez haya sido
descubierta dentro del mismo a una misteriosa entidad dévica
que rige toda su expresión atómica.
Por lo tanto, para el esoterista, para el investigador de la
Ciencia de la Magia, el Espacio no es solamente la suma total
de los elementos químicos y compuestos moleculares que lo
constituyen, sino también y esencialmente aquella
extraordinaria e indescriptible Entidad que crea, dirige y
organiza toda la infinita cantidad de vidas angélicas que
viven, se mueven y tienen el ser dentro de su omniabarcante
seno. De este seno surgen todas las vibraciones denominadas
técnicamente dimensiones del espacio, las cuales, viendo la
idea desde un ángulo muy profundo y esotérico no son sino
“estados de conciencia” de la entidad Espacio, cuyas
expresiones son por analogía las larguísimas e interminables
series de elementos atómicos, compuestos moleculares y formas
geométricas que utilizaron en determinados momentos estelares
los Logos creadores de galaxias, constelaciones, sistemas
solares y esquemas planetarios para crear sus gigantescos
cuerpos de expresión cíclica.
Si analizamos muy ocultamente esta idea nos daremos cuenta que
en el fenómeno eterno de la creación –cualquiera que sea su
importancia– se observa la primera de las grandes polaridades
conocidas, el Espíritu creador y el Espacio, la Entidad
mística que ofrece sus entrañas como depósito vivo y simiente
de todas las posibles creaciones. El Espíritu constituye el
aspecto PADRE y el Espacio representa el aspecto MADRE, cuya
naturaleza virginal se mantiene eternamente pura e inmaculada,
pese a las infinitas creaciones que se realizan en el interior
de sus indescriptibles y misteriosas entrañas. De la amorosa
fusión del Padre Espíritu, que es el aspecto positivo o
dinámico del Espacio, con la Madre Materia, que es el Espacio
en su aspecto receptivo, con toda su inmensa y desconocida
capacidad de respuesta a todos los impactos surgidos de
cualquier centro creador, surge constante e invariablemente el
HIJO del Espacio, la conciencia de creación que “remueve
creadoramente los éteres y construye el círculo-no-se-pasa”
establecido para todas las posibles e interminables
creaciones.
La comprensión profunda de esta idea le ofrece al Iniciado el
primero de los grandes indicios en el descubrimiento de las
raíces místicas de la Magia organizada en el mundo. Presupone
para el discípulo el más noble y puro de los estímulos en el
Sendero de Luz que está recorriendo dentro del Alfa y Omega de
sí mismo, y es el más precioso elemento de ayuda en la
adquisición de las altas virtudes espirituales que han de
convertirle asimismo un día en un Iniciado, en un verdadero
exponente de la Magia blanca planetaria.
Analizando la tremenda idea contenida en la afirmación oculta
“el Espacio es una Entidad”, vamos a analizar ahora el tema
general desde otro ángulo de vista, considerando su triple
expresión: multidimensional, multimolecular y multigeométrica
como esencia ígnea de distinta cualidad vibratoria y
estableciendo al efecto la siguiente analogía:
a. Fuego de FOHAT, que corresponde a las cualidades
multidimensionales del Espacio, en su aspecto de Padre o
Espíritu.
b. Fuego Solar, que corresponde a las cualidades
multimoleculares del Espacio, en su aspecto de Hijo, de Alma o
de Conciencia.
c. Fuego por FRICCION, que corresponde a las cualidades
multigeométricas del Espacio, en su aspecto de Madre, de
Materia o de Forma.
Desde este ángulo algo más profundo de observación, podríamos
deducir con cierta lógica que la infinita pléyade de vidas
atómicas que constituyen las tres cualidades vivas del
Espacio, están vivificadas por un tipo particular de esencia
ígnea, al igual que sucede cuando analizamos la triple
constitución del hombre, de manera que no sería en manera
alguna ilógica la idea de considerar el Espacio como una
Entidad que se expresa a través de tres CUERPOS, dotado cada
uno de determinada y peculiarísima cualidad. Se nos formaría
así la siguiente analogía:
Podríamos decir también,
siempre de acuerdo con el principio de analogía, que las tres
cualidades que constituyen la Entidad Espacio vienen a ser
como otras tantas entidades cuya función es expresar la fuerza
viva, eternamente incomprensible e indescriptiblemente
maravillosa del Espacio. Esta idea, como podrá observarse, es
muy abstracta y, por lo tanto, muy difícil de ser asimilada
intelectualmente. De ahí que sus implicaciones espirituales,
aún las más simples, deberán ser captadas con ayuda de la
intuición.
Continuando con la misma idea, habrá que suponer, siquiera
hipotéticamente, que cada una de las tres entidades que
constituyen la Trinidad expresiva de la entidad Espacio,
estará formada por una indescriptible y eternamente
inconcebible cantidad de “chispas ígneas” dotadas de vida, de
conciencia y de unas peculiares formas geométricas en
infinitas e incomprensibles escalas o frecuencias vibratorias,
dentro del grupo que integra cada cualidad. Esta idea
permitirá comprender el mecanismo mediante el cual se verifica
la trascendente alquimia de la Creación con la incesante e
ininterrumpida concepción, gestación y desarrollo de la
infinita multiplicidad de galaxias, constelaciones, sistemas
solares y esquemas planetarios que pueblan las inconcebibles
entrañas de la entidad Espacio.
No podemos introducirnos muy profunda y abiertamente en el
maravilloso tema de la Magia organizada en nuestro planeta,
sin tener en cuenta estas inevitables relaciones de los
centros creadores con la entidad Espacio, de las que han de
surgir inevitablemente todos los “círculos-no-se-pasa” dentro
de los cuales se realiza la función kármica –si nos es posible
captar la infinita grandiosidad de esta idea– de actualizar
las cualidades vivas del Espacio como una liberación incesante
de las incalculables e incomprensibles vidas atómicas que se
agitan dentro de cada cualidad. Esta es una idea, como podrán
observar, que exigirá de nosotros una extraordinaria capacidad
de síntesis y una mente tremendamente despierta a las
impresiones más abstractas al alcance de nuestra capacidad de
investigadores esotéricos.
Otra idea a tener en cuenta y que surgirá a no dudarlo de la
atención depositada en los conceptos examinados anteriormente,
es la que tiene que ver con lo que técnicamente podríamos
definir con la frase “elección del campo”, es decir, la
designación del “lugar” del Espacio donde un Logos ha de
realizar su función creadora. Podríamos decir al respecto que
la elección del campo y la extensión y cualidad del mismo
dentro del Espacio, dependerán siempre de la evolución
espiritual de los Logos o centros creadores, quienes evocarán
la cantidad y cualidad de criaturas del Espacio que precisen
para poder llevar a cabo su obra en el interior del
“círculo-no-se-pasa” previamente elegido.
Sin embargo, la conclusión más profundamente esotérica a la
que podríamos llegar acerca de las ideas que estamos
examinando, es el reconocimiento de que cualquier centro
creador, sea logoico, humano o atómico, es esencialmente
Espacio y que surge del Espacio de acuerdo con la presión de
las oportunidades cíclicas de lo que llamamos evolución, y que
tal evolución tiene como objetivo único purificar y ennoblecer
eternamente las cualidades infinitas del Espacio, mediante
aquella función ineludible o “kármica” que realizan los
centros creadores de “redimir” o purificar todas las vidas
ígneas o eléctricas componentes de las tres cualidades que
constituyen el Espacio, multidimensionales, multimoleculares y
multigeométricas, las cuales, en nuestros estudios esotéricos
corrientes, conocemos bajo el nombre de espirituales, causales
y materiales.
La visión se nos pierde naturalmente al tratar de enfocarla en
la indescriptible extensión de este mar sin orillas de nuestro
razonamiento, pero adquiriremos sin duda la seguridad de algo
que quizás haya suscitado frecuentemente profunda inquietud en
el devenir de nuestras investigaciones esotéricas, una
inquietud nacida de nuestra incapacidad de comprender el
inexplicable mecanismo de la evolución cósmica... Un día, sin
embargo, veremos florecer en el seno de esta tremenda
inquietud el sentido maravilloso de la Paz, que nos guiará ya
desde entonces por las sendas iniciáticas donde la actividad
mágica de nuestra vida se explayará por zonas del Espacio en
donde la inquietud, la confusión o la duda serán desterradas
para siempre. La Iniciación, la actividad suprema en nuestro
planeta que ha de convertirnos en perfectos Magos blancos, nos
situará dentro de la entidad Espacio como unos perfectos
conocedores de la ley del Espíritu, reconociéndonos en cada
una de las magnificentes etapas que iremos recorriendo, como
la CONCIENCIA cualificada que ha de reunir dentro de sí las
Intenciones supremas del Espíritu, de nuestro PADRE celestial,
y las cualidades inherentes a nuestra gran MADRE, el Espacio
eternamente Virgen... Tal es evidentemente la Ley de la
Creación, el verdadero sentido de la Magia organizada en
nuestro mundo que trataremos de clarificar en las páginas de
este libro.
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2008-03-03
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