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Vicente Beltrán Anglada


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CAPÍTULO I
EL ESPACIO ES UNA ENTIDAD
 

La primera gran afirmación oculta con respecto a la Magia y la que seguramente será más difícil de comprender por los aspirantes espirituales del mundo, es la de que “el Espacio es una Entidad”. Pero, de no llegar a una interpretación correcta de esta verdad oculta, resultará imposible comprender el verdadero significado de la actividad mágica dondequiera que ésta se realice, ya sea en un ambiente cósmico, solar, planetario, humano o atómico. Siendo así, las primeras grandes interrogantes que deberemos formulamos al enfrentar el estudio de la Magia organizada en el mundo, serán seguramente éstas: ¿Por qué el Espacio es una Entidad? y ¿por qué relacionamos la Magia con esa Entidad?

El Espacio, según se nos dice ocultamente y la Ciencia con el tiempo deberá confirmarlo, es la Matriz de todas las creaciones. Tiene una absoluta capacidad de respuesta a todas las vibraciones, ya sean las que provienen del más humilde átomo o del más glorioso Arcángel. Esto es así porque cada tipo de conciencia absorbe –si podemos decirlo así– una porción más o menos extensa de espacio para verificar dentro de la misma el experimento creador que responda a las necesidades de su vida evolutiva. Por extraño y misterioso que parezca, el Espacio suministra “automáticamente y sin esfuerzo” el ETER cualificado, o substancia primordial, que precisa cada centro creador.

Con respecto a esta idea y para clarificarla en las mentes de los aspirantes espirituales como elemento introductor de sus conciencias en el gran océano de misterios que se oculta tras la palabra Magia, vamos a afirmar una de las grandes verdades que se enseñan en todos los Ashrams de la Jerarquía: “El Espacio es Multidimensional, multimolecular y multigeométrico”. Esta triple afirmación aparentemente tan difícil de entender contiene, sin embargo, la respuesta concreta a la afirmación tan absolutamente abstracta de que el Espacio es una Entidad. Es como si lo definiésemos, al igual que lo hacemos con un Logos o con un ser humano, de acuerdo con el sentido de la trinidad que gobierna todas las cosas creadas y aún, llevando la idea a sus extremos límites y rebasando por completo nuestra pequeña comprensión humana, viendo el Espacio como un espejo donde se refleja todo tipo de trinidad manifestada, siendo, en tal sentido, una respuesta definida a cualquier poder invocativo proveniente de no importa qué centro creador, logoico, humano o atómico.

Cuando de uno de tales centros creadores surge el gran mántram de construcción, el Espacio le abre sus dilatadísimas entrañas y le ofrece como inefables dádivas los materiales que precisa para su manifestación, aquéllos cuyas características se amoldan perfectamente a la cualidad y magnitud del intento creador a ser desarrollado.

Si el Espacio no fuese una Entidad consciente –a una medida y grandeza que escapa por completo a nuestro análisis– si dentro de su omniabarcante seno no existiese esa tremenda e indescriptible capacidad de respuesta a todos los posibles impactos, no habría posibilidad alguna de creación. El Espacio sería algo inerte, vacío, carente de vida y de toda posibilidad creadora. Sin embargo, vista esotéricamente, la poderosísima e incluyente Conciencia del Espacio se revela siempre como una Entidad absolutamente vital dotada de unas infinitas y misteriosas entrañas donde se gestan, se desarrollan y se extinguen todos los mundos y todos los universos.

Tratando de simplificar algo esta idea quizás deberíamos afirmar también que el Espacio es ETER, Éter en todas sus posibles modificaciones. Refiriéndonos concretamente a nuestro Logos solar cuya naturaleza es septenaria, podríamos decir que Su capacidad creadora ha invocado del Espacio siete tipos de Éter. Mediante esta aportación de éteres cualificados EL ha creado los siete planos del sistema solar, cada uno de los cuales se halla bajo la regencia de un Morador del espacio definido ocultamente como Arcángel, Mahadeva o Señor Rajá. Para una mejor comprensión del tema podríamos añadir que estos grandes regentes dévicos de planos forman parte de la absoluta entidad Espacio y cooperan en la obra creadora del Logos solar desde el principio hasta el fin de Su mahamanvántara o ciclo de manifestación de Su universo. Estos Señores Rajaes evolucionan a la par que los Logos de quienes se han convertido circunstancialmente en servidores, de la misma manera que las entidades dévicas que constituyen el triple vehículo de manifestación humana, evolucionan paralelamente a la evolución del hombre. Esta es una idea tremendamente inspiradora y pese a que utilizamos como siempre el principio de analogía, somos conscientes de que a menos de que utilicen la intuición será muy difícil de comprender por los aspirantes espirituales.

El concepto de los Arcángeles o grandes Rajaes, creadores de planos dentro de los sistemas septenarios que forman parte de nuestro sistema cósmico, podría extenderse quizás –debido a identidad de origen– a todas las constelaciones y galaxias que constituyen el Cosmos manifestado. Todas las creaciones, prescindiendo de su magnitud, extensión y cualidad, obedecen aparentemente a idéntico principio invocativo, el de atraer por similitud de vibraciones a los cualificados Moradores del Espacio. Variarán únicamente las dimensiones, los aspectos moleculares y las formas geométricas que cada Logos precisa para su manifestación, pues si el Espacio es multidimensional, multimolecular y multigeométrico, deberemos lógicamente suponer que habrá universos que rebasan infinitamente la medida impuesta al nuestro por las propias Leyes de la evolución.

Es obvio también cuando afirmamos que el Espacio es una Entidad, que somos conscientes de que esta idea, a menos que se posea clarividencia mental, no pasa de ser una mera hipótesis o una ingeniosa teoría. Sin embargo, la vista experimentada del Mago al otear las profundidades misteriosas del Espacio, entendiendo en este caso por espacio aquellas zonas planetarias o universales no ocupadas por cuerpos de materia densa, o sea, allí en donde la visión corriente no percibe nada, observa un extraño y misterioso mundo lleno de maravillosas y enigmáticas formas, condensando infinitas e incomprensibles radiaciones de luz y de sonidos y siguiendo raudamente unos prodigiosos caminos en el éter, como si un poder invisible los impulsara en ciertas direcciones definidas, constituyendo místicas agrupaciones reunidas en orden a determinados colores, íntimos y peculiares sonidos y a indescriptibles formas geométricas. Si la visión del clarividente iniciado profundiza en sus percepciones, las cuales dependerán naturalmente de la calidad de las iniciaciones recibidas, contemplará nuevas y más esplendentes formas geométricas, nuevos y más diáfanos colores y sus oídos se extasiarán con nuevas, desconocidas y más inefables melodías.

Tal como ocultamente hemos aprendido, la Entidad Espacio es multidimensional y nuestras investigaciones esotéricas nos han llevado a la conclusión de que a cada dimensión le corresponde un apropiado orden molecular de elementos atómicos, cada cual con su propia y correspondiente nota vibratoria. El átomo, tal como lo estudia la física moderna, es tridimensional, pero el observador clarividente percibe en el interior de los “espacios vacíos” de los elementos atómicos, a otros conjuntos moleculares de carácter etérico, astral o mental cuya sutilidad y belleza van en aumento a medida que se eleva el nivel de la percepción clarividente, de manera que en ciertas elevadísimas zonas de integración espiritual llega a percibirse el Espacio como un todo vívido y coherente, lleno de entidades y formas de vida no susceptibles de ser estudiadas e investigadas a través de los medios científicos actuales, aún los más complejos y sofisticados.

Hay así entidades y compuestos moleculares en todas las dimensiones del Espacio, y al iniciado de cierta evolución espiritual le es posible percibir las indescriptibles formas geométricas de las excelsas vidas que moran en las zonas libres del Espacio y establecer un nuevo orden de elementos atómicos, infinitamente más sutiles que los conocidos y catalogados por la ciencia química moderna, la cual se halla todavía tan atrasada en el área de sus observaciones e investigaciones, que no ha logrado descubrir aún ciertos elementos atómicos, todavía de naturaleza tridimensional, ubicados en el primero de los éteres del plano físico, el que sigue al estado gaseoso de la materia y que, por tanto, los éteres superiores del espacio físico continúan siendo sólo unas meras abstracciones en el campo de sus investigaciones científicas. Hay, ocultamente hablando, el llamado “cuaternario etérico” de los elementos atómicos del plano físico constituyendo unos niveles donde sólo puede penetrar la percepción tremendamente aguda del Mago, quien observa una increíble serie de vidas atómicas y compuestos moleculares que forman parte inseparable de la actividad de la Magia organizada en nuestro mundo y constituyen el campo de observación e investigación de los científicos del futuro.

El verdadero Mago ha ido descubriendo esta ininterrumpible cadena de elementos químicos que surgen más allá y por encima del átomo de hidrógeno. Cuando los científicos del mundo logren descorrer el velo espiritual que separa los elementos químicos densos de los elementos químicos etéricos del plano físico, tendrán en su poder la “clave mágica” que les permitirá introducirse conscientemente en otras más sutiles regiones del Espacio. El secreto “clave” de esta revelación se halla oculto en el átomo de hidrógeno, una vez haya sido descubierta dentro del mismo a una misteriosa entidad dévica que rige toda su expresión atómica.

Por lo tanto, para el esoterista, para el investigador de la Ciencia de la Magia, el Espacio no es solamente la suma total de los elementos químicos y compuestos moleculares que lo constituyen, sino también y esencialmente aquella extraordinaria e indescriptible Entidad que crea, dirige y organiza toda la infinita cantidad de vidas angélicas que viven, se mueven y tienen el ser dentro de su omniabarcante seno. De este seno surgen todas las vibraciones denominadas técnicamente dimensiones del espacio, las cuales, viendo la idea desde un ángulo muy profundo y esotérico no son sino “estados de conciencia” de la entidad Espacio, cuyas expresiones son por analogía las larguísimas e interminables series de elementos atómicos, compuestos moleculares y formas geométricas que utilizaron en determinados momentos estelares los Logos creadores de galaxias, constelaciones, sistemas solares y esquemas planetarios para crear sus gigantescos cuerpos de expresión cíclica.

Si analizamos muy ocultamente esta idea nos daremos cuenta que en el fenómeno eterno de la creación –cualquiera que sea su importancia– se observa la primera de las grandes polaridades conocidas, el Espíritu creador y el Espacio, la Entidad mística que ofrece sus entrañas como depósito vivo y simiente de todas las posibles creaciones. El Espíritu constituye el aspecto PADRE y el Espacio representa el aspecto MADRE, cuya naturaleza virginal se mantiene eternamente pura e inmaculada, pese a las infinitas creaciones que se realizan en el interior de sus indescriptibles y misteriosas entrañas. De la amorosa fusión del Padre Espíritu, que es el aspecto positivo o dinámico del Espacio, con la Madre Materia, que es el Espacio en su aspecto receptivo, con toda su inmensa y desconocida capacidad de respuesta a todos los impactos surgidos de cualquier centro creador, surge constante e invariablemente el HIJO del Espacio, la conciencia de creación que “remueve creadoramente los éteres y construye el círculo-no-se-pasa” establecido para todas las posibles e interminables creaciones.

La comprensión profunda de esta idea le ofrece al Iniciado el primero de los grandes indicios en el descubrimiento de las raíces místicas de la Magia organizada en el mundo. Presupone para el discípulo el más noble y puro de los estímulos en el Sendero de Luz que está recorriendo dentro del Alfa y Omega de sí mismo, y es el más precioso elemento de ayuda en la adquisición de las altas virtudes espirituales que han de convertirle asimismo un día en un Iniciado, en un verdadero exponente de la Magia blanca planetaria.

Analizando la tremenda idea contenida en la afirmación oculta “el Espacio es una Entidad”, vamos a analizar ahora el tema general desde otro ángulo de vista, considerando su triple expresión: multidimensional, multimolecular y multigeométrica como esencia ígnea de distinta cualidad vibratoria y estableciendo al efecto la siguiente analogía:

a. Fuego de FOHAT, que corresponde a las cualidades multidimensionales del Espacio, en su aspecto de Padre o Espíritu.

b. Fuego Solar, que corresponde a las cualidades multimoleculares del Espacio, en su aspecto de Hijo, de Alma o de Conciencia.

c. Fuego por FRICCION, que corresponde a las cualidades multigeométricas del Espacio, en su aspecto de Madre, de Materia o de Forma.

Desde este ángulo algo más profundo de observación, podríamos deducir con cierta lógica que la infinita pléyade de vidas atómicas que constituyen las tres cualidades vivas del Espacio, están vivificadas por un tipo particular de esencia ígnea, al igual que sucede cuando analizamos la triple constitución del hombre, de manera que no sería en manera alguna ilógica la idea de considerar el Espacio como una Entidad que se expresa a través de tres CUERPOS, dotado cada uno de determinada y peculiarísima cualidad. Se nos formaría así la siguiente analogía:

Podríamos decir también, siempre de acuerdo con el principio de analogía, que las tres cualidades que constituyen la Entidad Espacio vienen a ser como otras tantas entidades cuya función es expresar la fuerza viva, eternamente incomprensible e indescriptiblemente maravillosa del Espacio. Esta idea, como podrá observarse, es muy abstracta y, por lo tanto, muy difícil de ser asimilada intelectualmente. De ahí que sus implicaciones espirituales, aún las más simples, deberán ser captadas con ayuda de la intuición.

Continuando con la misma idea, habrá que suponer, siquiera hipotéticamente, que cada una de las tres entidades que constituyen la Trinidad expresiva de la entidad Espacio, estará formada por una indescriptible y eternamente inconcebible cantidad de “chispas ígneas” dotadas de vida, de conciencia y de unas peculiares formas geométricas en infinitas e incomprensibles escalas o frecuencias vibratorias, dentro del grupo que integra cada cualidad. Esta idea permitirá comprender el mecanismo mediante el cual se verifica la trascendente alquimia de la Creación con la incesante e ininterrumpida concepción, gestación y desarrollo de la infinita multiplicidad de galaxias, constelaciones, sistemas solares y esquemas planetarios que pueblan las inconcebibles entrañas de la entidad Espacio.

No podemos introducirnos muy profunda y abiertamente en el maravilloso tema de la Magia organizada en nuestro planeta, sin tener en cuenta estas inevitables relaciones de los centros creadores con la entidad Espacio, de las que han de surgir inevitablemente todos los “círculos-no-se-pasa” dentro de los cuales se realiza la función kármica –si nos es posible captar la infinita grandiosidad de esta idea– de actualizar las cualidades vivas del Espacio como una liberación incesante de las incalculables e incomprensibles vidas atómicas que se agitan dentro de cada cualidad. Esta es una idea, como podrán observar, que exigirá de nosotros una extraordinaria capacidad de síntesis y una mente tremendamente despierta a las impresiones más abstractas al alcance de nuestra capacidad de investigadores esotéricos.

Otra idea a tener en cuenta y que surgirá a no dudarlo de la atención depositada en los conceptos examinados anteriormente, es la que tiene que ver con lo que técnicamente podríamos definir con la frase “elección del campo”, es decir, la designación del “lugar” del Espacio donde un Logos ha de realizar su función creadora. Podríamos decir al respecto que la elección del campo y la extensión y cualidad del mismo dentro del Espacio, dependerán siempre de la evolución espiritual de los Logos o centros creadores, quienes evocarán la cantidad y cualidad de criaturas del Espacio que precisen para poder llevar a cabo su obra en el interior del “círculo-no-se-pasa” previamente elegido.

Sin embargo, la conclusión más profundamente esotérica a la que podríamos llegar acerca de las ideas que estamos examinando, es el reconocimiento de que cualquier centro creador, sea logoico, humano o atómico, es esencialmente Espacio y que surge del Espacio de acuerdo con la presión de las oportunidades cíclicas de lo que llamamos evolución, y que tal evolución tiene como objetivo único purificar y ennoblecer eternamente las cualidades infinitas del Espacio, mediante aquella función ineludible o “kármica” que realizan los centros creadores de “redimir” o purificar todas las vidas ígneas o eléctricas componentes de las tres cualidades que constituyen el Espacio, multidimensionales, multimoleculares y multigeométricas, las cuales, en nuestros estudios esotéricos corrientes, conocemos bajo el nombre de espirituales, causales y materiales.

La visión se nos pierde naturalmente al tratar de enfocarla en la indescriptible extensión de este mar sin orillas de nuestro razonamiento, pero adquiriremos sin duda la seguridad de algo que quizás haya suscitado frecuentemente profunda inquietud en el devenir de nuestras investigaciones esotéricas, una inquietud nacida de nuestra incapacidad de comprender el inexplicable mecanismo de la evolución cósmica... Un día, sin embargo, veremos florecer en el seno de esta tremenda inquietud el sentido maravilloso de la Paz, que nos guiará ya desde entonces por las sendas iniciáticas donde la actividad mágica de nuestra vida se explayará por zonas del Espacio en donde la inquietud, la confusión o la duda serán desterradas para siempre. La Iniciación, la actividad suprema en nuestro planeta que ha de convertirnos en perfectos Magos blancos, nos situará dentro de la entidad Espacio como unos perfectos conocedores de la ley del Espíritu, reconociéndonos en cada una de las magnificentes etapas que iremos recorriendo, como la CONCIENCIA cualificada que ha de reunir dentro de sí las Intenciones supremas del Espíritu, de nuestro PADRE celestial, y las cualidades inherentes a nuestra gran MADRE, el Espacio eternamente Virgen... Tal es evidentemente la Ley de la Creación, el verdadero sentido de la Magia organizada en nuestro mundo que trataremos de clarificar en las páginas de este libro.

 

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2008-03-03

 

 

 

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