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Estructuración Dévica de las Formas
CAPÍTULO XV
LA GRAN ANALOGÍA HUMANO-DÉVICA
En el primer volumen de este Tratado Esotérico tratábamos de
responder a una de las incógnitas espirituales más
interesantes desde el ángulo oculto, la que hace referencia al
Sexo de los Ángeles, llegando a la conclusión de que existe un
sistema generativo en la vida de los mismos que permite su
perpetuación en el tiempo y que, por tanto, han de existir
forzosamente ciertos atributos etéricos específicos cuya
misión es precisamente atender la continuidad de vida de las
especies o familias angélicas a través de determinadas formas
específicas. Guardando una estrecha relación analógica con los
seres humanos, los Ángeles utilizan el principio universal de
generación para reproducirse, aunque no de manera similar a la
de los hombres, por cuanto las características del Reino son
diferentes, pues, como sabemos, las formas dévicas son
etéricas y constituyen centros individualizados de energía
cósmica, debiendo tener presente que el ÉTER, como esencia de
creación, llena todos los Planos del Universo, y que la idea
de los contactos físicos establecidos entre hombres y mujeres
en el sentido de la generación se convierten en conjunciones
magnéticas en lo que respecta a la vida de los Ángeles. Sólo
los devas que están por debajo de la evolución humana, como la
mayoría de los espíritus de la tierra y los ángeles lunares,
poseen ciertos atributos generativos parecidos a los que
utilizan los seres humanos, escapando por completo a nuestra
consideración intelectual la manera como se reproducen los
Ángeles superiores que rigen los Reinos de la Naturaleza, los
que construyen los cuerpos físicos, astrales y mentales de la
Raza humana y los que vivifican las especies superiores de los
Reinos subhumanos en evolución. Sin embargo, utilizando el
principio hermético de analogía que rige nuestras
investigaciones esotéricas, aceptamos íntegramente el hecho de
que todas las Entidades angélicas del Universo se reproducen
cíclicamente, que poseen un sistema generativo que les es
propio y que utilizan a este fin ciertas polaridades
eléctricas o magnéticas más allá del alcance de nuestro humano
entendimiento.
La Edad de los Devas
Siendo así, habremos de admitir lógicamente que los Ángeles
están sujetos también a un proceso de evolución en el tiempo
universal y que por inmenso que sea el ciclo expansivo de sus
vidas inmortales, este ciclo estará condicionado por las leyes
augustas que regulan la edad o el tiempo de permanencia dentro
de una forma dévica o angélica determinada. El hombre
evoluciona a través de la forma por el sistema de crecimiento
interno y por la ley kármica de renacimiento; los Ángeles
evolucionan por medio de la energía y por un sistema
misterioso de “renovación incesante de sus atributos
creadores”. El hombre va del instinto a la intuición pasando
por el intelecto, y a que utiliza son cada vez más sutiles. El
Ángel surge sin esfuerzo del ÉTER, siguiendo un impulso
natural, técnicamente, ENERGÍA, que le transmite la propia
Divinidad. Tal estímulo, acrecentado conforme avanza la
evolución universal, permite creaciones o construcciones cada
vez más bellas e incluyentes en la vida de la Naturaleza, dado
que, tal como hemos ido explicando en otras partes de este
Tratado, el hombre PIENSA y el Ángel CONSTRUYE, es decir, que
existe una permanente conjunción humanodévica, admirablemente
sintetizada en el conocido aforismo esotérico “LA ENERGÍA
SIGUE AL PENSAMIENTO”.
Por tanto, si seguimos el hilo de todos estos razonamientos
que nos sugiere el principio de la analogía, deberemos aceptar
la idea de que los Ángeles poseen también una edad cíclica que
puede ser medida a partir del momento en que iniciaron
determinado ciclo de vida bajo la forma específica de una
definida familia o especie dentro del maravilloso mundo
angélico. La pregunta esencial, incisiva y directa debería ser
forzosamente ésta: ¿qué cómputos de tiempo rigen la vida de
los Ángeles? Recordamos haber hecho esta pregunta a un Deva
muy evolucionado, el Cual nos contestó muy afablemente “que
carecía de edad”, añadiendo seguidamente que “... los Ángeles,
en su multiplicidad de jerarquías, carecen de mente
especulativa y que, por tanto, no tienen una noción del tiempo
como los seres humanos”. “Los factores que originan la
sensación de tiempo -prosiguió el Deva- son el esfuerzo, la
lucha, la impaciencia y la fatiga, condiciones propias de los
cuerpos sujetos a gravedad y a la densidad del aura
planetaria, de la que extraen sus capacidades naturales de
vida y de experiencia.” De acuerdo con esta explicación,
sencilla pero contundente, resulta muy lógico que los Ángeles
no le asignen importancia alguna al tiempo por cuanto carecen
de gravedad, ya que sus cuerpos son etéricos y no están
sujetos como el hombre al esfuerzo y a la fatiga, aunque, de
acuerdo con el principio universal de ENERGÍA, de la cual
Ellos son una mística emanación, “siguen escrupulosamente y
con toda reverencia los ciclos inmortales de actividad o de
tiempo marcados por el Logos”. Analizadas estas ideas muy
profunda y analíticamente cabría admitir que el ciclo de vida
o “edad cronológica” de un Deva dependerá de su grado
particular de evolución, es decir, de la sutilidad del ÉTER en
donde vive inmerso y que condiciona su velocidad de
desplazamiento por los espacios siderales, teniendo en cuenta
-según nos fue revelado- que la velocidad normal o natural de
movimiento en un Deva altamente evolucionado dentro de nuestro
Universo es la de la luz, es decir, de trescientos mil
kilómetros por segundo, la unidad de velocidad utilizada en
los cálculos astronómicos. Sin embargo, esta velocidad en los
desplazamientos siderales es ampliamente rebasada por los
Ángeles superiores del Sistema, en los Cuales se verifica el
fenómeno esotéricamente descrito como de “simultaneidad en el
tiempo”, o sea, que para Ellos no existe prácticamente la
distancia. Por decirlo de alguna manera, estos excelsos Devas
o Ángeles superiores constituyen, misteriosa e
incomprensiblemente, el Espacio y rigen desde las insondables
oquedades del mismo todos los fenómenos que pueden ser
registrados en el Tiempo. Hay, por tanto, desde el ángulo
esotérico, una directa relación de analogía entre el principio
de gravedad, la velocidad de movimiento por el espacio y la
edad de los Devas. El principio de gravedad, porque siempre es
un indicio de substanciación material, indicando peso,
dificultad de traslación, esfuerzo y fatiga; el movimiento de
traslación, porque viene condicionado por la mayor o menor
sutilidad del éter que entra en la composición de las formas o
de los cuerpos, y la edad cronológica, porque, por su
naturaleza, es “una extensión en el tiempo”, pudiendo decirse
que un ciclo de tiempo será tanto más amplio y dilatado cuanto
menor sea la gravedad de los cuerpos y mayor la velocidad de
movimiento. De acuerdo con el sentido de estas ideas, las
investigaciones ocultas nos han permitido entrever la edad
media de los Devas más cercanos a la evolución espiritual de
la humanidad. Esta edad se rige por una constante matemática
que podría ser representada así:
HOMBRE es a 1 lo que DEVA es a 360,
es decir, que por cada año que viva el ser humano, los Devas
viven 360, no siendo en manera alguna arbitrarias estas
cifras, ya que corresponden a la división por grados de
cualquier círculo geométrico en la vida de la Naturaleza. Así,
si esotéricamente se le asigna a la vida física de la
humanidad una duración media de 72 años, que corresponde
cíclicamente a un grado de meridiano dentro del gran Círculo
Precesional de los Equinoccios, la edad media de los Devas
será de: 72 x 360 = 25.920 años, abarcando la totalidad de un
ciclo terrestre de retrogradación, es decir, de una traslación
completa por las inmensas franjas de los Cielos, condicionadas
por las doce Constelaciones del Zodiaco. La edad cíclica de
25.920 años terrestres con respecto a los Devas más cercanos a
la evolución humana nos dará una idea de su enorme poder de
“extensión en el tiempo” y, paradójicamente, de su
extraordinaria capacidad de “vivir fuera del tiempo”. Las
enormes cifras antes descritas serán considerablemente
aumentadas cuando se hace referencia a los Ángeles superiores
del Sistema y a los Ángeles planetarios que rigen los Reinos,
las Razas y las especies, los cuales pueden persistir
cíclicamente “bajo la misma Forma Angélica” cantidades
astronómicas de años luz en el tiempo, que naturalmente no
podremos precisar, pero que imaginamos estarán regidas por
unas constantes cósmicas relacionadas con la Vida Logoica
dentro de nuestro Sistema Solar.
Ahora bien, la constante periódica de 72 años con respecto al
ser humano -no olvidemos que el número 72 = 7 + 2 = 9 tiene
que ver con la conocida sentencia esotérica “el 9 es el número
del hombre”
[*En el primer volumen de este “Tratado Esotérico sobre los
Ángeles”, titulado “Las Fuerzas Ocultas de la Naturaleza”,
llegábamos a la conclusión de que místicamente el 9 era
también, en orden de Rayos actuantes, el número del Ángel. Si
reducimos a un número dígito las cifras que constituyen las
edades cíclicas de los Devas, corroboraremos aquella
afirmación. Veamos:
1) 360 años - 3 + 6 = 9
2) 25.920 años - 2 + 5 + 9 + 2 = 18 = 1 + 8 = 9
Esta misma constante de 9 se reafirma al analizar la edad
media de los pequeños devas constructores, o espíritus de los
elementos:
Gnomos - 288 años = 2 + 8 + 8 = 18 = 1 + 8 = 9
Ondinas - 360 años = 3 + 6 = 9]
-y el grado de acercamiento al mundo etérico de las formas
substanciales en la vida de la Naturaleza por parte de los
devas, que es otra constante matemática sometida a nuestra
consideración, podría facilitarnos algunos indicios acerca de
la edad probable de los elementales constructores o espíritus
de los elementos. Tal como hemos considerado en otras partes
de este Tratado, tales devas son:
a. Espíritus de la tierra (GNOMOS);
b. Espíritus de las aguas (ONDINAS);
c. Espíritus del Fuego (SALAMANDRAS y AGNIS inferiores);
d. Espíritus del aire (SILFOS o SÍLFIDES);
ocupando cada uno de tales grupos una zona etérica determinada
de entre las cuatro que integran el Plano físico, es decir:
a. Cuarto subplano físico (subetérico) o Primer Éter - Gnomos.
b. Quinto subplano físico (etérico) o Segundo Éter - Ondinas.
c. Sexto subplano físico (subatómico) o Tercer Éter -
Salamandras.
d. Séptimo subplano físico (atómico) o Cuarto Éter - Sílfides.
Hay aquí dos elementos a considerar de acuerdo a lo dicho
anteriormente: primero, la edad mística del hombre de 72 años,
que, al parecer, es una constante cósmica, y segundo, el grado
de sutilidad del Éter en donde viven y tienen su razón de ser
los espíritus de los elementos o devas constructores. De
acuerdo con estas dos constantes, podríamos establecer las
siguientes relaciones:
Salamandras - 432 años = 4 + 3 + 2 = 9
Sílfides - 504 años = 5 + 4 = 9
Esta es, a nuestro entender, la edad media de los devas
constructores, o espíritus de los elementos, debiendo tener en
cuenta que esta edad media es solamente una simple medida de
indicación, lo mismo que la edad media de 72 años ha sido
entresacada visando la vida entera de la humanidad y no la
unidad aislada que es el hombre. No podemos decir, por tanto,
que un SILFO del aire deba vivir inevitablemente 504 años,
sino que esta es la edad media que corresponde al ciclo de
vida de la especie a la cual pertenece, lo cual quiere
significar que habrá sílfides que vivirán más de mil años y
que otras no llegarán a los 300, dado que, según hemos podido
observar durante el curso de nuestras investigaciones ocultas
acerca del mundo dévico, los espíritus integradores de los
elementos del Plano físico están sujetos a las enfermedades, a
la vejez y a la muerte, aunque todo ello se realice en forma
muy diferente a la de los seres humanos.
La Reencarnación de los Devas
La exposición de estas ideas nos obliga a formulamos otra muy
interesante pregunta desde el ángulo esotérico: “¿reencarnan
los Devas?”, es decir, ¿están Ellos, al igual que nosotros,
atados inexorablemente a la Rueda de Samsara que rige la ley
kármica de muerte y nacimiento?
Bien, esta pregunta podría ser contestada afirmativamente,
ateniéndonos al principio de analogía que rige para nuestro
Universo de Segundo Rayo, aunque teniendo en cuenta que la
muerte y el proceso de renacimiento pueden ser radicalmente
distintos a tal como los verificamos los seres humanos, desde
el ángulo puramente físico y sin otras medidas de
consideración que las que nos suministran nuestros cinco
sentidos corporales y nuestro grado de percepción mental.
Deberemos tener en cuenta, ante todo, que la muerte como
fenómeno de extinción física y posterior proceso de
desintegración de la forma no opera en los niveles etéricos
por cuanto es en estos niveles precisamente a donde van a
parar todos los residuos etéricos que se liberan de los
cuerpos físicos densos en proceso de desintegración. Hay que
observar, sin embargo, que pese a la sutilidad del éter en
donde viven inmersos los elementales constructores, siempre
será perceptible a la visión esotérica un intervalo de
descanso, aunque mucho menos prolongado que en el caso de los
seres humanos. Una especie de Devachán por el que ha de pasar
un deva o elemental constructor antes de asumir un nuevo
vehículo etérico, teniendo presente, de acuerdo con las leyes
infinitas de la evolución, que hay una línea progresiva que
lleva a los GNOMOS a convertirse en ONDINAS, a las ONDINAS en
SALAMANDRAS o pequeños Agnis del Fuego, a las SALAMANDRAS en
SÍLFIDES y a las SÍLFIDES en Devas directores del proceso de
construcción de Formas en la vida de la Naturaleza. Así,
podríamos decir que un Deva de evolución similar a la de un
ser humano espiritualmente integrado lleva tras de sí la
experiencia mística de los cuatro niveles etéricos
trascendidos, de idéntica manera a como el hombre superior
lleva consigo la experiencia del Cuaternario inferior,
integrado y trascendido, es decir, del cuerpo físico, del
vehículo etérico, de la sensibilidad astral y de la mente
concreta. En todos los órdenes de la vida puede hallarse
siempre la analogía, ya que en ella se encuentra la clave del
conocimiento perfecto.
Hay que considerar también que en cada uno de los niveles
etéricos del Plano físico hay diferentes grados de sutilidad y
que cuando hablamos, por ejemplo, del quinto subplano físico,
que corresponde al segundo nivel etérico, no nos referimos a
que viven allí solamente los elementales constructores o
“espíritus de las aguas”, llamados esotéricamente ONDINAS,
sino que hay una prodigiosa multiplicidad de devas en
evolución, desde las simples ONDINAS hasta los poderosos
NEPTUNOS que integran con su extraordinaria vida dévica los
grandes océanos del planeta. Lo mismo puede ser aplicado a los
demás niveles etéricos, aunque extendiendo la idea a los
subplanos de todos los demás Planos del Universo, en donde, de
acuerdo con la ley de sutilidad de la substancia utilizada en
orden a la creación de formas integrantes, habrá que imaginar
-si podemos hacerlo- una extraordinaria capacidad de vida
dévica con facultades y atributos divinos más allá del más
elevado entendimiento humano.
Consubstancialmente con la idea de renacimiento tenemos la del
karma, y es ahí, sobre este punto, donde deberemos aplicar
creadoramente la analogía. Nuestro Universo en su totalidad es
kármico, ya que se halla en proceso de manifestación cíclica
en el Tiempo, y lo mismo podría decirse de todo Universo,
Constelación o Galaxia que pueblan los mares infinitos del
Espacio. Así, pues, hablar del karma de los Devas, sea cual
sea su grado de evolución espiritual, no es una mera hipótesis
de nuestra mente, sino una certeza total que nace de la
aplicación correcta del principio de analogía. Lo único que
hay que tener presente, en todo caso, es que el karma de los
Devas es muy diferente al de los seres humanos. El karma del
hombre es crear, a través de la experiencia resultante del
contacto con la substancia material de los niveles mental,
astral y físico; el del Deva es construir, mediante una
energía potencial que les es propia, los vehículos de
substancia que los Reinos de la Naturaleza precisan para
realizar normalmente su evolución. Hemos discutido este punto
en otras partes de este Tratado y no vamos a insistir sobre el
mismo. Sin embargo, la sutilidad del elemento en que viven
inmersas las diferentes jerarquías que constituyen el Reino
Dévico las ubica, desde el ángulo de vista de la ley del
Karma, en una pluralidad de zonas mucho menos conflictivas que
las humanas y sin el dolor moral y físico que aqueja a las
razas y a las especies en nuestro mundo físico. Siempre de
acuerdo con la analogía, deberemos admitir, sin embargo, que
habrá ciertas zonas de conflicto en los niveles etéricos de
todos los Planos de la Naturaleza en donde exista un punto de
contacto dévico con la vida de los hombres, singularmente en
los niveles psíquicos en donde hace sentir más acentuadamente
su presión el Guardián del Umbral de la Humanidad y en donde
con mayor intensidad y potencia se manifiestan los devas
lunares, sujetos todavía a la atracción inferior del arco
descendente de la evolución planetaria y en donde,
esotéricamente hablando, hay una permanente lucha o conflicto
entre los Ángeles de la Luz y los Ángeles de las Tinieblas
disputándose -tal como se dice místicamente- la presa del
corazón humano. Y aquí habría mucho que hablar acerca del
fenómeno psicológico -o quizá sería mejor decir psíquico- de
la tentación con el fin objetivo de despertar espiritualmente
el alma humana. Parte importante del karma humano se halla
precisamente en la lucha que sostienen dentro de su corazón
los devas de la luz y los devas de las sombras, la cual ha
dado lugar a la tradición religiosa del Ángel Guardián y del
Demonio Tentador, trasfondo de esta épica lucha humana hay que
tener en cuenta el karma particular de ambos grupos de Devas
que infiltrados en el aura etérica del hombre penetran en su
corazón y le incitan a la lucha en los niveles de la
existencia material.
Y con respecto al karma, deberemos admitir también -siquiera
con carácter de hipótesis- el que tiene que ver con los
grandes Ángeles del Universo y del propio Planeta, sujetos a
la presión divina y representando estadios de la vida de Dios
en los Planos o niveles de la existencia material, teniendo en
cuenta que la Divinidad, pese a ser Omnipotente en todos los
órdenes de la vida manifestada, no puede llegar a establecer
contacto con Sus infinitas Creaciones si no es a través de Sus
Directos Mensajeros, los Ángeles. Ellos son los que construyen
la soberbia estructura del Universo según los Planes de la
Ordenación divina y utilizan la ENERGÍA que surge de Sus
Cuerpos Radiantes para mantener inconmovible dicha estructura
a través de las edades, siendo el Karma particular de tales
Esplendentes Entidades Angélicas la actividad maravillosa que
desprende de Sus indescriptibles Cualidades espirituales, que,
esotéricamente, se describen como: Conocimiento de los Sabios
Designios del Señor, Integración de las Justas Medidas de Su
Indescriptible Inteligencia y Construcción de todos y cada uno
de los Planos del Sistema Solar.
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