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Los Angeles en la Vida Social Humana
CAPÍTULO XII
LOS ANGELES Y LAS INFLUENCIAS ASTROLOGICAS
Una de las grandes dificultades que tendrá que enfrentar el
estudiante de Astrología de nuestros días es la que hace
referencia a lo que esotéricamente se define como
personificación de las energías procedentes de cada una de las
Constelaciones del Zodíaco, bañadas místicamente en la luz del
sol y transportadas o proyectadas sobre nuestro planeta por los
misteriosos agentes del éter que dinamizan los espacios
universales. De la misma manera que la luz del sol se proyecta
sobre la Tierra en virtud de un acto de Decisión solar, las
energías de las Constelaciones Zodiacales vienen proyectadas por
las grandes Decisiones Cósmicas engendradas en los ocultos e
indescriptibles centros místicos de donde se origina la vida que
anima dichas Constelaciones, pudiendo afirmarse que las
corrientes de energía astrológica son actos de Voluntad, de Amor
o de Inteligencia engendrados por los potentísimos e
incomprensibles Logos que utilizan aquellas Constelaciones como
Cuerpos de Manifestación. El tema visto así, de improviso,
aparece como difícilmente comprensible dada la aterradora
majestad de sus cósmicas repercusiones, pero si aplicamos
correctamente la analogía veremos cómo la idea aparece clara y
sencillamente a nuestro análisis intelectual. Bastará para ello
confeccionar mentalmente un simple cuadro de analogía de acuerdo
a cuanto esotéricamente sabemos sobre la ley de evolución, es
decir, a la ley de jerarquía espiritual que rige para el cosmos
absoluto. En nuestro estudio esotérico sobre los Angeles hemos
podido comprobar que a cada estado de conciencia humana
corresponde una corriente de energía dévica, o sea, que la
sensibilidad angélica y su capacidad de crear corrientes de
energía eléctrica alrededor del campo magnético humano (su Aura
etérica), deben corresponderse forzosamente con las actitudes
mentales, emocionales y físicas de los seres humanos. Es
partiendo de esta base que nos fue posible hablar de los
ambientes sociales, familiares e individuales dentro de la
humanidad. Así, pues, la analogía entre el Angel y el Hombre,
creciendo en majestad y potencia, puede deparamos una visión muy
objetiva de lo que podríamos denominar científicamente
corrientes astrológicas, ya se refieran a los astros, a los
Sistemas solares o a las propias Constelaciones que, en su mutua
interdependencia, constituyen una Galaxia. Siguiendo con este
orden de ideas podríamos decir que cada Constelación, vista en
su conjunto, no es sino el Cuerno objetivo de una Individualidad
Psicológica de carácter cósmico cuya Conciencia, expresando
cualidades definidas, se manifiesta -si podemos decirlo así-
como un movimiento en el Espacio mediante el cual son invocadas
potentísimas Entidades Angélicas, las Cuales convierten aquel
movimiento en energía y la transportan -vía el éter- a las más
alejadas regiones del Cosmos absoluto. El principio hermético la
energía sigue al pensamiento puede ser íntegramente aplicado
aquí, facilitando el trabajo de nuestra mente investigadora. El
Gran Iniciado HERMES TRISMEGISTUS les llamó a estas potentísimas
Entidades Angélicas “los Gobernadores del Mundo”, concretando la
actividad de Aquéllas que más asidua y particularmente toman
contacto con nuestro planeta Tierra.
Al analizar la definición bíblica de los Siete Espíritus ante el
Trono del Señor (El Logos Solar) refiriéndose a los Siete Logos
planetarios, Señores de Rayo, Regentes de los Siete planetas
sagrados de nuestro Universo, es decir, de Vulcano, Mercurio,
Venus, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, adivinamos que se hace
también una directa referencia a los Siete esplendentes
Arcángeles relacionados muy íntimamente con la vida mística de
aquéllos. Tales Entidades Angélicas podrían ser análogamente
descritas así, de acuerdo con su relación íntima con el planeta
sagrado del que dimanan o del cual -por decirlo de alguna más
significativa manera- extraen sus energías:
Hay que tener en cuenta al respecto que la terminación
“el”, asignada a todo Angel superior, es un símbolo del omnipotente poder de
la Divinidad que le asignó un nombre o un atributo creador a cada Angel, a
cada ser humano y a cada elemento vivo en el seno infinito de la Naturaleza.
Así, si utilizáramos la raíz latina en la denominación de los poderosos
Mahadevas que rigen las energías que surgen de las Constelaciones del
Zodíaco, los denominaríamos así: Ariel, Tauriel, Cancriel, Leoniel,
Virginiel, Libriel, Escorpiel, Capriel, Acuariel y Pisciel, en vez de la
raíz hebraica que los denomina así:
Pero prescindiendo de tales denominaciones que sólo
deben ser tenidas en cuenta desde el ángulo lingüístico, lo interesante para
nosotros es tratar de captar el significado íntimo de las corrientes
astrológicas que desde todas las partes del cielo se precipitan sobre
nuestro planeta, ya que lo más importante desde el ángulo esotérico es cómo
captar adecuadamente tales energías y cómo canalizarlas individualmente para
crear correctos ambientes sociales, lo cual únicamente será posible si
nuestra vida personal es tan correcta que pueda servir de adecuado cauce a
aquellas corrientes de energía astrológica, algunas de las cuales hacen
vibrar los éteres del espacio a unas notas de tal elevada frecuencia que
sólo pueden ser canalizadas perfectamente por los grandes Angeles
planetarios o por los altos Iniciados de la Jerarquía. Sin embargo, a los
seres humanos de una cierta evolución les cabe la suerte -si podemos decirlo
así- de acogerse consciente o inconscientemente a las influencias angélicas
o astrológicas que rigen los ciclos menores del tiempo, llamados
esotéricamente tatwas, y también los que se derivan del movimiento de
rotación de la Tierra, es decir, del día, de la noche, de las auroras y de
los crepúsculos, así como de los del movimiento de traslación del planeta
alrededor del sol que originan las cuatro estaciones del año... Por todas
estas coincidencias que influyen poderosamente en el destino humano, cabe
admitir la importancia del conocimiento del mundo dévico en relación con la
vida de la Naturaleza y de la sabia definición del gran iniciado HERMES
TRISMEGISTUS, que les asignaba a los Angeles la denominación de gobernadores
del mundo.
Ahora bien, de acuerdo con la descripción esotérica hasta aquí realizada
para definir las distintas jerarquías angélicas que operan en y a través de
nuestro Universo, habrá que hacerse un énfasis especial a las jerarquías que
actúan más allá del círculo-no-se-pasa del Sistema solar por cuanto
personifican las energías que provienen de las Doce Constelaciones
Zodiacales que constituyen nuestro cielo sideral y que a través de los
grandes Angeles planetarios convergen en la vida evolutiva del planeta a
través de las fuerzas ocultas que rigen el complejo molecular de los
elementos químicos de la Naturaleza, es decir, los elementales constructores
del aire, del fuego, del agua y de la tierra, llamados esotéricamente en
nuestro Tratado, sílfides, salamandras, ondinas y gnomos... Un atento examen
del diagrama que sigue nos informará acerca de las relaciones astrológicas
que existen entre las grandes Constelaciones, los Angeles, los planetas y la
vida oculta de la Naturaleza a través de los pequeños gobernantes de los
elementos, reconocidos esotéricamente como elementales constructores: (ver
pág. 153)
Este diagrama va orientado hacia la comprensión
espiritual del hombre corriente. El orden de los planetas regentes variaría
si nos atuviésemos a la evolución de los discípulos mundiales y de los
Iniciados del planeta. Sin embargo, esperamos que el orden expuesto sea
suficiente por ahora, ya que no es nuestro empeño en este Tratado esotérico
sobre los Angeles abordar directamente el estudio astrológico, sino que
intentamos únicamente establecer analogías para facilitar nuestra
investigación sobre la vida de los Devas.
La personificación Mistica de las Energías
El aspirante espiritual debe estudiar el ocultismo desde el ángulo de vista
de las causas motivadoras de los acontecimientos planetarios y prestar menos
atención a las conclusiones exotéricas basadas en objetividades
intelectuales, muy dignas de tener en cuenta, pero del todo punto
insuficientes para poder adueñarse del secreto dévico o angélico que rige el
mundo de las causas de todos los fenómenos naturales pero, paradójicamente,
deberá experimentar, tan exotéricamente como le sea posible -si puede ser
comprendida exactamente esta locución- las verdades esotéricas sometidas a
su atención acerca de las causas de toda manifestación objetiva de la
Naturaleza y de los ambientes sociales de la humanidad, a fin de poder
localizar en el éter a las gloriosas Entidades dévicas cuya misión es
personificar las energías logoicas que surgen de todos los puntos del
Espacio absoluto y sirven de Vehículos de comunicación entre Sí de todas
aquellas Entidades Logoicas cuyo destino inviolable es extenderse en
magnitud y profundidad por las infinitas regiones cósmicas. Siendo así, la
misión del aspirante espiritual, cuya participación en la vida evolutiva de
la Naturaleza ha de ser cada vez más consciente y efectiva, será sin duda
también la de crecer en magnitud y profundidad dentro de los ámbitos
planetarios en donde vive, se mueve y tiene el ser, lo cual sólo será
posible si se deja influenciar creadoramente por la fuerza mágica de los
Angeles y se somete voluntariamente a la actividad moldeadora que Ellos
ejercen sobre los hombres y sobre las comunidades sociales de acuerdo con la
presión de los majestuosos Arquetipos causales diseñados por la propia
Divinidad. De acuerdo con esta idea podríamos decir que el mejor de los
consejos que puede serle impartido al aspirante espiritual hacia el cual van
especialmente dirigidos estos comentarios- es que se deje guiar serenamente
por las corrientes astrológicas que rigen su destino kármico más bien que el
pretender conocer intelectualmente los signos astrológicos que lo rigen. Así
avanzará más rápidamente hacia la consumación de su vida kármica ya que, tal
como dice el Maestro, mejor es vivir que conocer. Como se verá por poco que
se profundice en estas palabras, no se niega en absoluto la efectividad del
conocimiento intelectual relacionado con la forma y principal integrador de
la mente razonadora, sino que se le pospone únicamente para dar lugar a la
cualidad vivencial del Espíritu, el cual está más allá y por encima de todo
posible razonamiento. Es decir, y siendo todavía más concretos, en el primer
caso y a través de las vías del conocimiento natural sabemos que existen los
Angeles, pero en el segundo establecemos contacto con sus inmortales Vidas y
nos dejamos guiar por las luminosas expresiones de sus Presencias radiantes.
La entrada en el Sendero oculto como regla obligada de nuestro propósito
espiritual, es el resultado cierto –nos demos o no cuenta de ello- de alguna
experiencia vivida de carácter angélico. Tal experiencia ha impresionado sin
embargo tan potente y fúlgidamente nuestra memoria que ya jamás podremos
olvidarla y es aquella luz subjetiva e intuitiva la que lenta aunque
persistentemente nos va introduciendo en el Camino iniciático...
La Astrología, una Ciencia de Comunicación entre Angeles y Hombres
Este tema será continuación del anterior, pero concretándolo a aspectos más
objetivos y más fácilmente asimilables para la mente intelectual de los
aspirantes espirituales. Al definir a la Astrología como una Ciencia de
Comunicación o de relación entre Angeles y Hombres, tenemos en cuenta el
significado místico del contacto espiritual existente desde siempre por
decisiones de la propia Divinidad y que, por ello, escapa totalmente a
nuestros comentarios. Intentamos únicamente añadirle un mayor sentido
potencial , asignándoles a los hombres sentido creador y a los Angeles
cualidades constructoras. Así, el sentido del axioma esotérico la Energía
sigue al Pensamiento, puede ser utilizado igualmente en la locución
corrientes de energía ambiental o cuando extendiendo enormemente el
significado oculto de la misma hacemos uso de la frase corrientes de vida
astrológica. En ambos casos se expresa idéntica idea de COPARTICIPACION, ya
sea entre Entidades Logoicas y poderosos Arcángeles o entre entidades
humanas y Angeles familiares. Lo único que hay que señalar naturalmente es
la abismal distancia, medida en términos de evolución, que separa un
trascendente Arcángel que teje los acontecimientos que constituyen el
destino creador de un Logos, Señor de un Universo, de una constelación o de
una Galaxia, de aquel Deva familiar que utilizando los materiales que le
suministra la vida espiritual y oculta de un ser humano, le crea los
acontecimientos ambientales que configuran y modelan su destino.
Por lo tanto, cuando hablamos de la Astrología como una vía natural de.
comunicación entre Angeles y hombres en virtud de las energías de los
astros, no hacemos sino concretar el proceso en términos fácilmente
comprensibles para la mente intelectual. Utilizando la clave de la analogía
nos será útil considerar la relación que existe entre:
a. Las Doce Constelaciones del Zodíaco (Los doce MAHADEVAS).
b. Los Doce Planetas Sagrados (al finalizar el Mahamanvántara)
c. Las Doce Lunas del Planeta Júpiter
d. Las Doce Tribus de Israel
e. Las Doce Puertas de la Ciudad Celeste (de Shamballa)
f. Los Doce Trabajos de Hércules
g. Los Doce Apóstoles (Los doce Angeles planetarios)
h. LosDoce Pétalos Sagrados del Corazón
i. Los Doce Meses del Año
Esta relación, entresacada de las leyes de la analogía, si bien no completa,
nos permitirá extender considerablemente nuestro horizonte mental en torno a
nuestro estudio esotérico sobre los Angeles ya que tales Entidades, a partir
de los Doce Mahadevas de las Constelaciones del Zodíaco que presiden nuestro
cielo sideral, están presentes como energías personificadas en todas y cada
una de las analogías antes descritas, pues si bien es evidente su actividad
bajo la forma de los grandes Mahadevas que personifican o encaman las
corrientes de energía que surgen del centro místico de cada Constelación, no
lo es menos en el sentido de considerar que todas las analogías con base en
el número DOCE se corresponden precisamente con la actividad dévica y con el
número de perfección del Reino de los Angeles.
Vemos así, en la relación oculta entre el Zodíaco sideral y los doce
planetas sagrados, una posibilidad de largo alcance para la Vida de nuestro
Logos solar, ya que si bien en la actualidad son sólo siete los planetas
sagrados, tal como vimos en páginas precedentes de este Tratado, hay que
tener en cuenta que existen otros tres planetas no sagrados: la Tierra,
Marte y Plutón, a los cuales habrá que añadir otros dos todavía no
descubiertos, pero que ya empiezan a surgir del éter -tal como
esotéricamente se dice- totalizando doce planetas, relacionados místicamente
con cada una de las doce Constelaciones y que serán sagrados al final de
nuestro sistema solar, cuando nuestro Logos haya logrado la perfección del
Arquetipo solar o angélico que corresponde al Universo actual.
Según se nos dice esotéricamente hay una misteriosa relación entre los doce
planetas sagrados con los doce satélites de Júpiter el cual, a través de
cada uno de ellos, canaliza misteriosamente las energías de las doce
Constelaciones. Hay que advertir al respecto que Júpiter es un planeta
sagrado vinculado con las energías del segundo Rayo, el mismo que rige la
Vida de nuestro Logos solar y que su relación con ESTE es similar a la que
unía místicamente la vida de Juan, el discípulo más amado, con la de Cristo,
el Representante de las energías del segundo Rayo de AMOR en nuestro
planeta. Hay que tratar de ver en toda posible analogía una base de
realidad, que no es meramente simbólica sino que intenta precisamente
expresar verdades universales. Los doce hijos de Jacob, las doce Tribus de
Israel y las doce Puertas de la Ciudad Celeste (Jerusalén), son analogías
muy significativas de las Doce Constelaciones, aunque concretizadas en los
aspectos bíblicos de pueblo elegido, teniendo en cuenta, sin embargo, que
toda la humanidad y no únicamente el pueblo judío es el pueblo elegido por
la Divinidad, siendo Jerusalén, la Tierra Prometida, un símbolo del Centro
místico de SHAMBALLA y las doce puertas que dan acceso a este Centro Celeste
son las corrientes astrológicas del Zodíaco que el ser humano perfecto ha de
dominar antes de poder penetrar en el recinto secreto de SHAMBALLA, el
Centro en donde la Voluntad de Dios (el Logos solar) es conocida...
Tiene entonces una realidad plenamente objetiva el mito de los doce trabajos
de Hércules, siendo Hércules la personificación del Iniciado que obtuvo la
perfección en cada uno de los doce signos del Zodíaco y en cada uno de los
Siete Rayos: 12+7=19, 1 + 9 = 10, número que, como Uds. saben, es el de la
perfección humana. Siendo más concretos todavía, deberíamos decir que cada
uno de los trabajos de Hércules se realiza en el corazón del Iniciado a
través de cada uno de los doce pétalos del chacra cardíaco, un trabajo que
repercute en el chacra coronario, en cuyo centro espiritual y en el momento
cúspide de la quinta Iniciación resplandece la estrella mística de doce
puntas de un indescriptible blanco inmaculado, representación infinita en la
vida del hombre perfecto de la perfección del Logos Solar, cuyo Centro
Cardíaco de Doce resplandecientes Pétalos está constituido por todos los
Hércules planetarios, o Maestros de Compasión y Sabiduría de todas las
humanidades de este Sistema Solar, que alcanzaron la perfección en cada uno
de los Doce Signos del Zodíaco.
Los Ciclos de Vida Universal
Las ideas precedentes tratan, como Uds. habrán podido comprobar, con la ley
universal de los ciclos, es decir, con los períodos de actividad con que son
divididos dentro de la inmensidad del espacio los momentos augustos del
tiempo. Este último se basa, dentro de un plano tridimensional, en los
movimientos de rotación y de traslación de los astros, siendo mayores
naturalmente los ciclos de tiempo correspondientes a las inmensas
orbitaciones de los grandes sistemas. No hay una correspondencia exacta, por
tanto, entre el movimiento de rotación y de traslación de nuestro planeta y
el de otro planeta, mayor o menor, dentro de nuestro Universo, desde el
ángulo de vista del tiempo, ya que será tanto más extenso el recorrido u
orbitación de cualquier planeta o astro celeste cuanto más alejado se halle
de su centro solar, por lo cual casi resultará imposible conceptuar la
magnitud de los ciclos del tiempo cuando los condicionemos a los gigantescos
centros solares, galácticos o cósmicos que se mueven dentro de la extensión
infinita del Espacio absoluto. La relación Espacio-Tiempo parece ser, sin
embargo, la medida natural de la evolución en lo que a la ley de ciclos
respecta, siendo el Espacio la gran Matriz Cósmica de todas las formas
universales y el Tiempo el factor condicionante del Espacio, cuando movidos
por las Leyes infinitas de la Necesidad Kármica se sienten atraídos los
Logos creadores hacia los periodos cíclicos de la Manifestación.
Pese al contenido abstracto de estas ideas nos será posible, sin embargo,
llegar a la conclusión de que la noción de tiempo es muy relativa, ya que se
halla condicionada siempre a las mayores o menores magnitudes de las
orbitaciones cíclicas de los astros. Hay que considerar no obstante -y esta
es una conclusión definidamente esotérica- que cuanto mayor sea una
orbitación mayor será asimismo la efusión de energía proveniente de
cualquier centro solar, siendo mayores y más potentes, por tanto, las
Energías Angélicas cuyas excelsas Vidas galvanizan los éteres espaciales
dentro de los cuales tienen lugar aquellas tremendas orbitaciones, estando
muy estrechamente vinculada la ley espiritual de Jerarquía con la magnitud
de una orbitación, de la misma manera que la expansión del campo magnético
humano en el orden espiritual dependerá de la evolución de la conciencia,
situada constantemente en el centro de la tensión espacio-tiempo la cual,
una vez superada a través de las leyes de la evolución se convertirá en
equilibrio, es decir, en la armonía integral que se produce cuando la
conciencia se ha liberado de toda posible polaridad en el devenir de su vida
individual.
La energía producida por las orbitaciones de los cuerpos celestes al rasgar
los espacios siderales, tendrá una medida constante para cada astro, siendo
proporcional la energía a la magnitud de las orbitaciones, o sea, que a
mayor orbitación mayor cantidad generada de energía. La cualidad de dicha
energía vendrá determinada naturalmente por la ley de Jerarquía, de la cual
cada Logos es un exaltado exponente. Otros conceptos. que pueden ser
extraídos en relación con estas ideas que vamos exponiendo tendrán que ver
con Las vinculaciones astrológicas existentes entre todos y cada uno de Los
Sistemas estelares en movimiento de expansión cíclica y con las cualidades
de las energías, o corrientes de Vida dévica de Rayo, que surgen de cada
centro logoico de creación.
Contemplado el Universo desde este ángulo de vista aparecerá surcado, sin
duda, por una infinita gama de energías, matizadas por la luz, la nota o el
sonido que emiten los Logos de cada esquema solar y transportadas por los
Angeles, de todas las jerarquías posibles, a través del espacio absoluto,
estando marcado cada Angel por la impronta o sello específico de tales
corrientes de energía, definidas esotéricamente como de FRICCION ya que, al
parecer, tienen que ver directamente con el Fuego creador de la Divinidad de
cada esquema y radicando ahí, en esta idea, una explicación científica de
las causas de la electricidad tal como la conocemos en nuestro planeta.
Bien, como Uds. verán, deberemos extremar mucho nuestro sentido de la
analogía sobre este punto, ya que se trata ni más ni menos que de comprender
la ley mística de Los contactos establecidos, vía el espacio, por todos los
Logos creadores y grandes Arcángeles dentro de la infinita majestad del
Cosmos.
Deberemos suponer también, de acuerdo con estos nuevos conceptos que vamos
emitiendo, que las auras angélicas o vestidura etérica de que se apropian
las distintas y numerosas jerarquías de Angeles en el Cosmos como símbolo de
poder y majestad, variarán sensiblemente en color, radiación y poder de
acuerdo con la evolución del Centro Logoico de donde procedan y también
según sea la magnitud de la orbitación de este centro solar en relación con
otros centros solares y la intensidad de las fricciones que originan en su
desplazamiento por el espacio. El sonido que producirá el éter del espacio
al ser rasgado equivaldrá a una nota o sonido cósmico y el fuego que surja
por efecto de las intensas fricciones originará para cada Universo un tipo
peculiar de energía, electricidad o corriente astrológica que los astrólogos
del futuro deberán tener en cuenta, considerándola no como una simple
energía estelar, sino como un tremendo poder psicológico que les dará la
clave del karma de nuestro planeta. Podríamos añadir también siempre de
acuerdo con la analogía- que si a igual que un exaltado RISHI pudiésemos
contemplar el Universo desde su elevada atalaya cósmica, percibiríamos en el
fuego de la fricción un color definido de acuerdo con las cualidades
espirituales que surgen de los centros logoicos, oiríamos un sonido, el
mántram universal que repiten incesantemente las jerarquías angélicas y
observaríamos una forma geométrica, la del Arquetipo que cada Logos creador
tiene el Dharma de realizar y llevar a la perfección. El tema, si bien
profundamente sugestivo es también extremadamente complejo y la analogía no
será suficiente quizás para poder darnos una idea de estos ángulos de
percepción tan vastos... Deberemos confiar mucho, por tanto, en la capacidad
intuitiva de nuestra conciencia y en la profundidad y persistencia de
nuestras investigaciones. De todas maneras, se halla ahí, en esta idea, una
explicación esotérica de aquel fenómeno cósmico definido ocultamente como
Música de las Esferas, la cual sólo puede ser oída por los grandes Iniciados
del Sistema. Los oídos mortales del ser humano sólo pueden escuchar algunas
de las notas de aquella mágica sinfonía, las cuales se traducen en la música
que nos cautiva, sensibiliza y deleita. Volviendo a la idea cósmica que nos
ocupa, podríamos decir que de la misma manera que el perfume precede siempre
a la flor, la música de un planeta precede asimismo constantemente el paso
de su cuerpo celeste por el espacio y los oídos logoicos de todas las
comunidades cósmicas podrán detectarle y deleitarse -si podemos decirlo así-
de la Melodía que producen los Angeles de aquel cuerpo celeste y determinan
su cósmica identificación, ya que aquella melodía en su integridad
constituye el NOMBRE augusto del Logos que lo rige y representa. De ahí la
importancia asignada esotéricamente al Nombre, ya se refiera a los hombres o
a los Devas, por cuanto en el Nombre subyace el secreto iniciático del
Reconocimiento espiritual y las bases íntimas de la universal perfección. El
tema del Nombre y su importancia iniciática fue estudiado en el segundo
libro de este Tratado. Nos abstendremos por tanto de insistir sobre el
mismo. Sin embargo, y ya para terminar, quisiéramos establecer unas nuevas
analogías las cuales podrán ayudamos en el devenir de futuras
investigaciones:
Estos tres factores, aplicados a la vida de nuestro Universo, darían lugar a
lo que esotéricamente definimos como Espíritu, Alma y Cuerpo. En relación
con el hombre corriente esta triple manifestación se expresaría como mente,
sensibilidad y cuerpo físico y con respecto al orden general de la
existencia, tal como se expresa en nuestro planeta, surgirían como siempre
los tres aspectos vitales tantas veces repetidos en las páginas de este
Tratado, es decir:
a. Sonido
b. Color
c. Forma Geométrica
una constante cósmica, eternamente invariable que igual puede ser aplicada
al más elevado Universo como al más diminuto de los átomos. El principio de
analogía, inteligentemente aplicado, nos dará siempre la clave esotérica o
mística de cualquier estudio o de cualquier idea, por elevadas que sean sus
implicaciones.
La división esotérica del mundo por las Grandes Jerarquías Dévicas
De acuerdo con el sentido territorial el planeta se halla dividido en cinco
Continentes, siendo actualmente cinco las razas humanas que realizan su
evolución en nuestro mundo. La jerarquía angélica de los AGNISCHAITAS, más
directamente vinculada con la creación física de la Naturaleza, tienen poder
sobre los cinco grandes grupos de elementos que producen el fenómeno de la
vida en todo el contenido substancial planetario, es decir, en la tierra, en
el agua, en el fuego, en el aire y en el éter que es el elemento
cualificador e integrador. Los seres humanos poseen cinco sentidos normales
de percepción, vista, oído, olfato, gusto y tacto y según se nos dice
esotéricamente los más avanzados deberán desarrollar también cinco sentidos
en cada uno de sus cuerpos sutiles, el astral, el mental, el búdico y el
átmico, en el devenir de la presente Cuarta Ronda. Pasar de ahí, en lo que
al ser humano se refiere, sería una empresa vana considerando el desarrollo
espiritual de la humanidad del presente. Sabemos, a través de nuestras
investigaciones esotéricas, que hay en el mundo hombres de elevadísima
integración espiritual, tales como los Iniciados de la Jerarquía planetaria
quienes, merced a los esfuerzos, devoción al trabajo interno y a las férreas
disciplinas de Sus vidas, lograron desarrollar los sentidos correspondientes
a cada uno de los cuerpos o vehículos de manifestación cíclica o evolutiva
en la presente Ronda planetaria, y aún otros dos que para la inmensa mayoría
de la humanidad constituyen sólo unas vagas promesas para más lejanas edades
y más avanzados ciclos evolutivos. Como resultado de las profundas
investigaciones ocultas, sabemos que en los planetas Venus y Mercurio y
posiblemente en alguno otro más de nuestro Sistema solar, las humanidades
que en ellos realizan su evolución han desarrollado seis y hasta siete
sentidos de percepción interna, lo cual les facilita la percepción en otros
niveles más elevados del Universo, a igual que nuestros Adeptos e Iniciados.
El hecho se debe principalmente a que tales humanidades realizan su
evolución en una Cadena o en una Ronda planetaria mas elevada que la
nuestra, lo cual puede ser un indicio de que se hallan estrechamente
vinculadas con Jerarquías angélicas de extraordinaria evolución, teniendo en
cuenta que viven, se mueven y tienen el ser en espacios de seis y siete
dimensiones, habiendo una directa relación entre las dimensiones del Espacio
donde actúan los Angeles y los sentidos desarrollados cíclicamente por todas
las humanidades del Sistema.
Los Angeles de la Naturaleza, es decir, estas potencias ocultas que presiden
el orden de la evolución en nuestro planeta Tierra, se mueven en espacios de
cinco dimensiones, habida cuenta que los sentidos que tiene que desarrollar
nuestra humanidad en cada Plano de la Naturaleza son solamente cinco en la
actual Ronda planetaria y en lo que al ser humano respecta. Sabemos, sin
embargo, que hay Angeles de exaltada evolución formando parte de nuestra
Jerarquía planetaria que se mueven en espacios multidimensionales, tales
como los que rigen los Planos de la Naturaleza o los que ordenan el proceso
de integración de los Reinos, las razas y las especies. En lo que a la gran
familia humana se refiere, sólo podemos hablar de los Angeles familiares, de
gran evolución espiritual, que viven en muy estrecho contacto con los seres
humanos constituyendo misteriosamente las bases de sus culturas,
civilizaciones y ambientes sociales, siendo uno de sus principales cometidos
facilitarles el desarrollo de los cinco sentidos de percepción en cada uno
de sus cuerpos sutiles.
Nuestro planeta, como todos los planetas del Sistema solar, es esencialmente
septenario aunque en su presente estado de evolución esté desarrollando
únicamente una quinta fase de la Voluntad todopoderosa de la Divinidad, y es
por esta razón que el número básico ó sagrado que corresponde
indistintamente al Reino humano y a la evolución dévica es el CINCO, estando
representado simbólicamente el primero en la forma geométrica del pentágono
con la figura de un hombre en el centro y la segunda en la estrella de cinco
puntas que brilla esplendorosamente en la radiante cabeza de los Angeles
AGNISHVATTAS. El número cinco es, por tanto, el número de la integración que
corresponde a la humanidad y al mundo dévico, prescindiendo por completo de
si en las filas de la humanidad o en las de las jerarquías angélicas existan
excelsas Entidades de tal elevado desarrollo espiritual que posean siete
sentidos en plena actividad, hayan alcanzado siete iniciaciones o que se
muevan en espacios ultradimensionales para medir los cuales nuestra mente
actual carece por completo de datos y referencias.
Es lógico suponer que al dividir el planeta en cinco Continentes, se obedece
jerárquicamente a un claro sentido de analogía con el número cinco que
corresponde a la perfección del Cuarto Reino, el Reino humano, en esta
presente fase de la evolución planetaria, cuya meta reconocida es alcanzar
la conciencia átmica en el quinto Plano del Sistema solar. Se hace
referencia también a las cinco jerarquías de Angeles con los cuales el ser
humano podrá establecer contacto a medida que vaya desarrollando sus
sentidos o facultades en los niveles subjetivos de la Naturaleza.
Desde el ángulo de vista esotérico y utilizando el principio hermético de la
analogía, podríamos decir que los cinco Continentes de la Tierra están bajo
la dirección de cinco exaltados Angeles de categoría espiritual muy similar
a la de los Budhas de Actividad, teniendo bajo sus órdenes un increíble
número de Devas constructores y espíritus elementales cuya misión es
construir, conservar o destruir las formas de acuerdo con el proceso
evolutivo o kármico de aquellos Continentes. Cinco Angeles subalternos,
aunque de gran evolución espiritual y dependiendo directamente del Centro
místico de SHAMBALLA, enfocan las energías superiores de los Rayos
involucrados en esta presente Era de grandes oportunidades espirituales, en
cinco definidas ciudades del mundo con objeto de irradiar a través de las
mismas el poder dinámico de tres esplendentes Entidades cósmicas conocidas
esotéricamente bajo los nombres de: el Avatar de Síntesis, el Espíritu de la
Paz y el Señor Budha, las cuales preparan el Camino para el Avatar de la
Nueva Era. Tales ciudades son: Nueva York, Londres, Ginebra, Tokyo (Japón) y
Darjeeling (India).
Podemos decir también que todas las naciones de la Tierra, a igual que cada
Continente, están ocultamente dirigidas por un Angel de elevada jerarquía a
quien se le asigna esotéricamente el nombre de espíritu nacional. Las
características particulares, idiosincrasia y temperamento de los ciudadanos
de un país obedecen a ciertas improntas de carácter angélico que le prestan
a esta nación su propio e inconfundible sello. Si nos diésemos cuenta de
estas motivaciones subjetivas, llegaríamos a distinguir posiblemente las
causas profundas de ese espíritu nacional y nuestro grado de afinidad con el
mismo, lo cual significaría que nos habríamos puesto en contacto con el
poderoso Deva que rige los destinos de un país, reconociendo su directa
participación en la elaboración de su lenguaje, tipo racial, temperamento
físico y complejo psicológico y teniendo en cuenta, además, que dicho Deva
canaliza las corrientes astrológicas de los astros que inciden sobre su
particular territorio y condicionan su karma nacional, el cual viene
condicionado también por las reacciones psíquicas de cada uno de sus
ciudadanos a aquellas impresiones astrológicas o cíclicas. El lenguaje
constituye el elemento integrador de un país a través del numerosísimo
cortejo de devas menores, cuya misión es escuchar los distintos sonidos que
se elevan de la gran masa de sus ciudadanos y según las peculiares
reacciones que suscitan en el éter del Espacio, van construyendo lo que
podríamos definir como la arquitectura del lenguaje.
Tal como dijimos en otra parte de este Tratado, la civilización, la cultura
y la ética de las naciones se refleja en la riqueza expresiva de su lenguaje
como medio de relación y participación en las tareas encomendadas a cada uno
de los ciudadanos de un país, así como en su capacidad de adaptarlo a las
necesidades de comunicación internacional, siendo esta necesidad de
comunicación un intento de carácter espiritual programado por el Señor del
Mundo para una Era no muy lejana de la nuestra actual, para cuya realización
será preciso que las naciones más poderosas de la Tierra, olvidando viejos
antagonismos e intereses, se pongan de acuerdo sobre la base común de un
idioma internacional basado en las necesidades humanas y en el espíritu de
buena voluntad. Estamos plenamente seguros que los grandes Devas familiares
aportarían sus profundos conocimientos sobre los sonidos humanos para que
dicho lenguaje tuviese eficacia, fuese de fácil adaptación y encarnase un
mágico sentido de unión y creatividad.
Lo dicho para las naciones puede ser íntegramente aplicado a los territorios
menores que llamamos comarcas, regiones o localidades, siendo de notar que
dentro de los límites o fronteras de cada nación la Tierra existe una
notable variedad de carácteres y temperamentos, así como inflexiones
específicas y muy particularizadas dentro del mismo lenguaje o sistema de
expresión que le prestan singulares y determinadas diferenciaciones. Veamos,
por tanto, cuan difícil le será a la humanidad llegar a un correcto
entendimiento en el orden general planetario cuando tantas y tan diversas
variantes existen dentro de las propias fronteras de un país...
Cada espacio terrestre, sea nacional, comarcal o territorial viene regido
por sus particulares Devas, los cuales tienen una inexplicable y misteriosa
conciencia de su misión. Así, cada lugar de la Tierra, desde el más amable y
acogedor hasta el más árido e inhóspito, está ocultamente regido por sus
correspondientes entidades dévicas las cuales están haciendo llegar su
influencia o radio de actividad magnética a los lugares más ocultos e
impenetrables por medio de los elementales constructores a los que hicimos
amplia referencia en otras partes de este Tratado. Un hermoso paisaje lleno
de verdor y cálido ensueño, lo mismo que el árido y reseco desierto, están
ocultamente dinamizados por los Devas, sea cual sea su estirpe o jerarquía,
cumpliendo su misión de acuerdo con el karma planetario, pudiendo afirmarse
que a medida que la humanidad vaya avanzando en su evolución serán más
acogedoras y menos hostiles las condiciones climatológicas y los ambientes
sociales del planeta. No habrán entonces zonas inhóspitas, desiertas, yermas
o áridas como las de las cercanías de los polos o del ecuador. Las pequeñas
voluntades de los hombres, que son parte de la Voluntad de Dios, harán
posible que el eje de la Tierra enderezca su posición con respecto al plano
horizontal de su eclíptica y se produzca por efecto de ello un estado de
armonía general que le depare al conjunto planetario un clima de físico
bienestar y ambientes sociales fraternales y correctos para todos los hijos
de los hombres.
No estamos traficando con sueños ni nos atraen las visiones exageradamente
místicas en las líneas descriptivas de este Tratado. No hacemos sino repetir
con diferentes palabras lo dicho y repetido por los grandes Iniciados de
nuestro planeta: “. . .La Naturaleza cumplirá su misión de armonía cuando el
hombre haya cumplido la suya de paz, fraternidad y justicia”.
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