En nuestro Universo de segundo Rayo se expresa una ley
compensatoria entre el Bien y el Mal que esotéricamente
definimos como de Síntesis y se manifiesta en forma de
equilibrio. La Síntesis, en todas sus expresiones objetivas o
subjetivas, certifica constantemente el sentido de este
equilibrio natural. Podríamos decir así, de acuerdo con las
líneas que seguimos en este Tratado, que el armonioso
entendimiento y comprensión entre dos de las más conocidas
corrientes de vida evolutiva dentro del Universo, la angélica y
la humana, producirá a su debido tiempo una síntesis espiritual
que dará nacimiento a una nueva raza de hombres cuyas
características etnológicas serán de tal naturaleza que se
confundirán con las formas sutiles de los Angeles superiores,
produciendo sutilidad física, sentido de transparencia, carencia
de sexo, profunda luminosidad y magnética radiación... El
afortunado ser a quien le ha sido posible percibir a un elevado
Deva de la categoría de los AGNISHVATTAS o establecer contacto
consciente con su propio Angel Solar, sabrá por anticipado la
gloria que les aguarda a los seres humanos en el devenir de
ulteriores edades evolutivas, cuando trascendidas las etapas
correspondientes a los cuerpos físico, astral y mental, puedan
funcionar libremente en sus vehículos búdicos. Tal eventualidad,
por alejada que parezca es, sin embargo, sólo un pequeño ciclo
dentro del gran Camino Cósmico que ha de recorrer el ser humano
hasta convertirse en un ser Andrógino, con la pureza
indescriptible del Angel superior y la conciencia cósmica que
como ser humano purificado le corresponde.
Cuando el hombre llega a ese estado que bien podemos calificar
de Síntesis, se convierte en un Agente universal o planetario
del Bien Cósmico. Sin embargo, cuando hablamos del Bien o del
Mal cósmicos, no hacemos sino extender a una superior escala o
medida lo que humanamente entendemos por bien y por mal con los
inevitables riesgos de confusión mental que ello presupone.
Nuestras distinciones obedecen naturalmente al sentido de lo que
psicológicamente nos produce placer o bienestar o, por el
contrario, desazón, angustia y sufrimiento. Lógicamente, al
tratar de extender estas condiciones psicológicas al Cosmos
absoluto nos encontraremos siempre con la inevitable barrera de
los desconocidos éteres espaciales, cuyas inexploradas regiones
constituyen todavía un misterio para nuestra humana comprensión,
por cuyo motivo se nos advierte esotéricamente de la necesidad
de utilizar la clave hermética de la analogía, aquella que se
erige como el principio intuitivo del conocimiento, en el
sentido de que si el hombre es hecho realmente a imagen y
semejanza del Creador es obvio que al profundizar rectamente en
sí mismo ha de descubrir un día el secreto iniciático que
encubre el alto Misterio del Bien y del Mal y las causas ocultas
que determinan ambos efectos. Siguiendo adelante con este
principio de analogía, podríamos considerar el Cosmos como una
gigantesca y sobrecogedora ampliación del ser humano perfecto y
teniendo una cierta idea de la perfección, tal como la evolución
de nuestra mente nos la da a entender, no nos será difícil
establecer estas relaciones cósmicas con solo considerar que el
principio de analogía corre paralelo al del principio de
semejanza que, al parecer, existe como una constante divina en
la extensión infinita de todo lo creado.
El lector habrá apreciado, sin duda, que en algunos pasajes de
nuestro estudio hemos utilizado el término Mal Cósmico en el
sentido de que la Perfección absoluta no existe en lugar alguno
del Cosmos, ya que de haberla el Espacio, el Universo, el Cosmos
en su totalidad, etc., serían un inmenso e indescriptible
PRALAYA, un insondable VACIO en donde habría sido reabsorbida
para siempre jamás la OBRA perenne de la Creación con sus
infinitos y correspondientes MANVANTARAS. En la línea de esta
idea cabe señalar que todo proceso evolutivo, sea cual sea su
importancia y trascendencia, obedece a razones kármicas,
viniendo cualificado todo Karma por la Ley de Necesidad que
obliga a todo Logos creador a REENCARNAR cíclicamente en los
insondables Espacios que guardan el secreto del Cosmos
manifestado. Habrá que imaginar, por tanto, que existen Logos
creadores de todas las Jerarquías posibles dentro del cuadro de
lo que esotéricamente hemos aprendido, planetarios, universales,
cósmicos y galácticos, cualificando cada uno de Ellos con su
particular tipo de evolución y naturaleza expresiva ciertas
definidas zonas del Espacio infinito. Esta analogía nos lleva
consecuentemente a la consideración de excelsas Potestades
Angélicas de evolución análoga a la de tales Logos que, a igual
que las que consideramos como factores esenciales en la
estructuración química de nuestro planeta, cooperan con Aquellos
en la substanciación etérica de Sus inconcebibles Sistemas
Estelares. Aparecerá claro también, y siempre hemos depositado
mucho énfasis sobre este punto, que dichos Sistemas constituyen
inmensas e inauditas familias cósmicas, inmersas en
impresionantes ambientes sociales, sujetas a igual que nosotros
a la Ley de Fraternidad la cual, al parecer, es el factor
aglutinante -en el más oculto de los sentidos- que mantiene la
cohesión y el equilibrio de todos los mundos oscilantes...
Habremos de imaginar también, siempre desde el ángulo de la
analogía, que existirán grandes diferenciaciones de potencial
magnético entre los infinitos Logos que constituyen tales
agrupaciones, pudiendo asegurarse que tales diferencias de
potencial producirán -como en el caso corriente de las pilas
eléctricas- el Misterio imperecedero de la ELECTRICIDAD, esta
ENERGIA de indescriptibles variaciones, frecuencias e
intensidades en orden a la evolución cósmica, que utilizan las
infinitas e increíbles huestes de Angeles de todas las posibles
Jerarquías para construir las estructuras físicas o moleculares
que corresponden a cada tipo de Universo. Esto lo hemos dicho ya
varias veces durante el curso de este Tratado y aunque pueda
aparecer como una innecesaria redundancia, deberemos continuar
insistiendo sobre este punto, ya que no podemos hablar de
Síntesis o de Equilibrio sin aceptar previamente aquella
INTERCOMUNICACION LOGOICO-ANGELICA que determina el misterio de
la construcción de los mundos.
En este orden de cosas deberemos admitir también que en las
infinitas extensiones del Espacio -vean, por favor, cuan
limitados son los términos que debemos utilizar- existen ZONAS
de tensión o de distensión de carácter magnético, cuyas
representaciones objetivas tal como aparecen ante nuestra mente
tridimensional, pueden aparecer como canalizadoras del Bien o
del Mal cósmico, lo mismo que hacemos habitualmente al
referirnos a nuestros ambientes cuando nos son agradables y
simpáticos o cuando, por el contrario, los conceptuamos de
desagradables y repelentes.
Ahora bien, al llegar a este punto deberemos considerar si la
analogía que utilizamos frente al estudio del inconmensurable
Cosmos es válida y representa algún tipo de realidad, o si es
inadecuada e imperfecta debido a que nuestra mente es incapaz
todavía de utilizar creadoramente aquella analogía por efecto de
la falta de desarrollo de nuestros sentidos superiores.
Deberemos decir sobre tal extremo, que no disponemos de otra
medida que la de nuestro actual entendimiento y que es a través
del mismo que nos esforzamos por acercamos honestamente a la
Verdad...
Esta honestidad nos librará, sin duda, de la limitación de
ciertos interrogantes científicos que todavía hoy, casi en las
postrimerías del siglo XX, están preguntándose si existe vida y
conciencia en otros mundos o en otros Universos. Sobre este
punto, reconocerán Uds. que la investigación esotérica va mucho
más allá del intento científico, ya que como inicio de sus
investigaciones acepta el hecho de que la Vida lo llena todo,
que no existen vacíos en el Cosmos y que la Conciencia y tipo de
Forma de cada Universo, obedecen a una sublime mecánica en el
centro de la cual se agitan unos misteriosos Agentes invisibles
que utilizan los formidables impulsos creadores surgidos de no
importa qué centro Logoico de tensión creadora, para construir
los andamiajes y las estructuras de materia cósmica surgidas de
aquellos Centros que objetivarán, substanciarán o darán forma a
todos los planetas, a todos los Universos y a todas las
Galaxias.
Utilizando pues la analogía a nuestro alcance y reconociendo, al
menos como una necesaria hipótesis, que el Espacio absoluto
contiene todas las medidas que puedan cualificar la Vida, crear
el Entendimiento y construir todas las Formas existentes,
aceptaremos el hecho de que el Bien y el Mal cósmico constituyen
una necesaria polaridad, tal como ocurre en nuestro Universo y
más concretamente en nuestro planeta Tierra. Así, desde el
ángulo esotérico deberíamos estudiar dicha polaridad
considerándola el principio misterioso del Karma Cósmico, que
obliga a la Vida representada por cualquier Centro Logoico de
Creación a manifestarse cíclicamente utilizando como Cuerpos de
expresión a Universos cada vez más perfectos, sutiles e
incluyentes. Vista la idea desde este ángulo de vista, los
conceptos de Bien y de Mal aceptados como una necesaria
polaridad adoptan esotéricamente el sentido místico del Karma y
es a partir de aquí que podemos iniciar realmente un estudio
esotérico del Cosmos, equiparando lo que sucede en sus
insondables e indescriptibles oquedades con lo que ocurre en
nuestro mundo en relación con la humanidad.
Si tuviésemos la visión de un inefable Adepto en nuestro intento
de descubrir la maravillosa Verdad que se oculta tras el velo de
nuestra humana ignorancia, quizás descubriríamos que las ZONAS
que anteriormente describíamos como expresiones del Bien o del
Mal cósmico, no son sino GIGANTESCAS NEBULOSAS conteniendo las
semillas de todo lo correcto o de todo lo incorrecto que
realizaron o están realizando las humanidades de todos los
Sistemas de Mundos en eterna evolución. El Bien y el Mal en el
sentido cósmico tendrían entonces un claro significado
psicológico, por cuanto los relacionaríamos con nuestros.
ambientes sociales en donde lo bueno y lo malo, lo correcto y lo
incorrecto y lo apetecible y lo indeseable, constituyen el eje
mágico alrededor del cual oscila la Vida del Espíritu, a través
de toda posible expresión de Forma, a fin de ser cada vez más
consciente o de tener cada vez más alma y poder afirmar así en
el ámbito de lo creado aquel inefable sentido de Síntesis, el
Centro Omega de todo proceso creador.
Podríamos representar la Ley del Espíritu como el impulso básico
y esencial de la Creación y la Ley de la Materia como una
expresión objetiva y mágica de aquel impulso, ordenando el
proceso de la evolución de acuerdo con aquella parte del
Espíritu presente en toda posible manifestación de forma, que
llamamos Alma, Cualidad o Conciencia y situando entre el
Espíritu y el Alma o entre el Alma y la forma física a aquellos
excelsos, invisibles e inconcebibles Agentes divinos que
llamamos Angeles o Devas, los fieles intérpretes de la Voluntad
de Dios.
Y son precisamente tales misteriosos Agentes de la Divinidad,
los que en la línea de nuestro estudio y en la honestidad de
nuestras investigaciones esotéricas consideramos como las
Semillas del Bien Cósmico. Del Espíritu a la Materia, siguiendo
la inefable Ruta de los Dioses, el Espíritu del Bien, el impulso
creador se reviste de substancia material, una substancia que
los Angeles fabrican con ETER de todas las posibles densidades
en el interior de aquel sublime Espacio que esotéricamente
definimos como el Círculo-no-se-pasa de la evolución Logoica y
más allá del cual se halla el Espacio contenedor de otro
Universo en donde -utilizando inteligentemente la analogía- se
inicia el Círculo-no-se-pasa o las fronteras cósmicas en donde
otro sublime Logos ha encerrado el Karma de Su Vida para
realizar un nuevo proceso creador y recorrer otro indescriptible
Camino evolutivo. Pero, el Espíritu en la Materia, la cual
representa el aspecto negativo del proceso, el aspecto del Mal,
en el sentido del esfuerzo, de la lucha y del desesperado
intento de redención o liberación halla también su
representación en los Devas constructores de la Forma, en
aquellos otros Agentes invisibles aunque eternamente presentes
que en multiplicidad de huestes y jerarquías, laboran en el seno
de la substancia material tratando de construir para el Espíritu
divino la más adecuada expresión al Karma de Su Vida
representado en las Leyes de la Necesidad que todos los Logos
creadores acatan en los abismales repliegues de Sus insondables
conciencias.
La Lucha del Bien y el Mal, la Base Mística de
la Creación
Si las ideas que acabamos de exponer han sido adecuadamente
interpretadas, se llegará fácilmente a la conclusión de que en
las inmensas soledades cósmicas y en los divinos Espacios
intermoleculares de donde extraen los Logos su inconcebible
potencia creadora, existe una constante lucha -o quizás sería
mejor decir un permanente intento de reconciliación- entre el
Bien y el Mal, siendo tales actividades las precursoras de todo
posible Universo ya que las Leyes de la Polaridad constituyen,
como anteriormente señalamos, el eje mágico de la evolución
alrededor del cual giran todas las expresiones de Vida cósmica,
desde el inicio de una Nebulosa en substancia etérica de la más
sublime sutilidad, hasta que el misterio alquímico de la
substanciación angélica la convierte en un maravilloso Universo
dotado de todas las infinitas cualidades de la Vida. Así, el
orden universal sigue su marcha y el impulso creador eternamente
renovado extrae del seno profundo del Espacio todo tipo de Eter
cualificado que convenientemente estructurado por las Entidades
Angélicas siguiendo un riguroso método de proporción y sabias
medidas que son la esencia de sus vidas entregadas a la
perfección de la Forma, se convertirá en el adecuado Cáliz que
ha de contener el Verbo de la Experiencia, de la Visión y de la
Revelación de un Logos creador.
Desde el ángulo de vista angélico, que es el que nos interesa
captar y tratar de comprender, la lucha entre el Bien y el Mal
tal como aparece ante nuestra humana visión, se aprecia como un
claro intento de unión y reconciliación del Espíritu y la
Materia, siendo los Angeles los misteriosos Agentes de tal
intento. Toda su obra, desde el inicio del Sistema solar por
medio de una Nebulosa hasta la consumación del último
Manvántara, es de armonía y equilibrio, ya que su objetivo es la
Forma perfecta. Desde un buen principio y utilizando la mecánica
de una inteligencia más allá de nuestro alcance, elaboran la
materia, la dignifican con sus vidas de armonía y le infunden un
orden de proporción y de crecimiento que regirá las sabias
medidas, justas y equilibradas a las cuales deberán ajustarse
todas las formas expresivas de la Naturaleza. Estas sabias
medidas que rigen la perfecta proporción de todas y cada una de
las cosas creadas, fueron antaño un secreto iniciático que los
grandes artistas del pasado lograron conquistar y las legaron al
mundo de la construcción y del arte creador bajo la denominación
técnica de medidas áureas o medidas solares. Estas medidas
áureas que rigen las proporciones justas y correctas de todos
los cuerpos físicos de la Naturaleza constituyen misteriosamente
la conciencia de los Devas y es por medio de ellas que
construyen las formas perfectas que admiramos por doquier,
singularmente en el Reino vegetal en donde Dios, nuestro Logos
solar, ha depositado por razones intimas de carácter cósmico Su
especial preferencia. La perfección angélica, vista desde el
ángulo más profundamente esotérico, viene determinada por la
evolución de las medidas áureas que utilizan en su trabajo de
construir formas de Materia para el Espíritu creador, pudiendo
asegurar que tal perfección culmina siempre con la plasmación o
realización de los llamados ARQUETIPOS, es decir, la encarnación
perfecta de la Idea de Dios con respecto a un Plano de la
Naturaleza, a un definido Reino, a una Raza humana, a una
determinada especie dentro de un Reino o a un ser humano que
alcanzó la liberación... El ARQUETIPO es, por tanto, el Centro
místico del Intento creador, el vórtice de energía dinámica que
preside el proceso incesante de la evolución. Realizar el
Arquetipo presupone tanto para los Angeles como para los hombres
el objetivo místico de la propia perfección; los hombres por la
comprensión perfecta de las ideas sublimes encerradas en la
Mente de Dios y constituyendo Misterios iniciáticos; los
Angeles, porque supieron interpretar adecuadamente la forma de
administrar tales Misterios y fueron capaces de construir en
consecuencia la Estructura molecular idónea, sabiamente
calculada y maravillosamente dispuesta para poder albergar aquel
Cuerpo de Misterios que el hombre introducía en su interior. De
esta manera, siempre veremos surgir del glorioso intento creador
incontenibles huestes angélicas llevando escritas en sus
radiantes auras magnéticas de sublime vibración las suaves
medidas áureas a las cuales ajustan perennemente su acción en el
tiempo las indescriptibles perfecciones cósmicas.
La perfección de un estado natural u original parece también,
desde el ángulo psicológico, como una medida áurea o solar cuya
singularidad y sentido de divina proporción son asimismo una
obra angélica, de manera que si elevando la idea intelectual a
la concepción sensible del verdadero artista creador tuviésemos
que describir la obra de los Angeles en relación con la
manifestación infinita de la Naturaleza, no podríamos hacerlo
sino que en términos de sabias y armónicas proporciones, siendo
esta perfección la que el hombre debe copiar psicológicamente de
la Naturaleza como el único y adecuado Camino de Unión y
Reconciliación con la Vida maravillosa de los Angeles.
Es al llegar a este punto de comprensión que la Vida del
Universo, del planeta, de la Naturaleza o del hombre empieza a
adquirir su verdadero significado y a considerar que la analogía
-que es la medida proporcional por excelencia en orden al
conocimiento superior- le deparará siempre al ser humano de
espíritu investigador la clave mística del reconocimiento
integral de todas las cosas. La Vida del Universo que es un
concepto total en el sentido del conocimiento esotérico, se
manifiesta como una Realidad cuya medida espiritual e inmaculado
sentido de la proporción se hallan presentes en todas y cada una
de las cosas de la Naturaleza, siendo todas ellas perfectas pues
perfectas son -de acuerdo con su particular y bien definida
misión- las fuerzas naturales o dévicas que siguiendo las
directrices de las medidas y proporciones solares, construyen
los elementos moleculares mediante los cuales son estructurados
los Universos... La perfección de los estados de conciencia de
los hombres y los exaltados impulsos de mística reverencia de
sus almas espirituales, contemplados por un Deva de exaltada
evolución, aparecerán siempre como suaves medidas de proporción
cósmica. Por ello, cuando en escritos anteriores habíamos
afirmado que el hombre es la medida de la Creación, no hacíamos
sino preludiar estas otras afirmaciones sobre la proporción
cósmica de esta medida y presentar a la humanidad como uno de
los objetivos principales de la atención de Dios en esta
presente fase de cumplimiento universal en lo que al planeta
Tierra se refiere.
El Misterio del Espacio y del Tiempo
A medida que avanzamos en nuestro estudio esotérico sobre los
Angeles, más grande es nuestra convicción de que la Trinidad
compuesta por los aspectos de Vida, Conciencia y Forma se hallan
presentes por doquier, no sólo en lo objetivo, concreto y
tangible, sino también en los misteriosos mundos subjetivos en
donde nuestros sentidos físicos no tienen todavía un pleno
acceso, pero en donde nuestra mente investigadora que se ha
hecho vulnerable a las sutilidades íntimas del Espacio, descubre
un insospechable orbe lleno de las más complejas, bellas e
inimitables formas. Llegamos a descubrir también, en alas de
nuestro sentido investigador, áreas insospechables de vida y de
conciencia bajo aspectos y figuras de entidades psicológicas y
psíquicas, en aquellas místicas regiones consideradas hasta aquí
como sutiles abstracciones filosóficas, es decir, las
contenedoras o recipientes del Espacio y del Tiempo. Desde el
momento en que hemos descubierto este nuevo y maravilloso mundo,
lleno de mágicas influencias celestes flotando incesantemente a
nuestro alrededor y hemos establecido un cierto e inteligente
contacto con las fuerzas dévicas o angélicas de la Naturaleza,
las más filosóficas abstracciones aparecen ante nuestra
observación como actividades psicológicas y realidades
científicas en todos los niveles posibles de vida y existencia
en el dilatado campo expresivo de la Naturaleza.
Hemos llegado así a la conclusión de que el Espacio en su
absoluta integridad es una Entidad psíquica, inteligente y de
carácter angélico poseyendo una extraordinaria e insospechable
capacidad de reacción a todas y cada una de nuestras actividades
humanas, desde las más sencillas como el respirar y la
asimilación de los alimentos hasta las que motivan las más
audaces aventuras a la búsqueda de la Verdad espiritual más
profunda e incluyente. Tales reacciones obedecen siempre, no lo
olvidemos, a las sabias previsiones de la Divinidad en Su
voluntad de registrar en Su omniabarcante Conciencia la
experiencia psicológica, espiritual o mística que resulta del
contacto del ser humano y de todos los demás seres vivientes de
la Naturaleza con la Entidad Espacio, la cual, en cada uno de
sus infinitos repliegues místicos, alberga a aquella otra
Entidad Angélica, parte consubstancial de su Vida, que llamamos
Tiempo y cuya acción, apreciada desde el ángulo esotérico,
aparece como Energía, lo mismo que hacemos cuando consideramos
la actividad de los Angeles o los Devas. El Espacio y el Tiempo
guardan aparentemente una relación muy similar a la del Espíritu
y la Materia, pudiendo ser medidas las naturales e inevitables
reacciones del Espacio en aspectos de Tiempo, variando el
concepto de Tiempo como Entidad, o como Energía, de acuerdo con
la evolución de cada uno de los Universos que constituyen un
Sistema cósmico o un grupo de Galaxias.
A medida que vayamos profundizando en la vida de los Devas,
singularmente en la de Aquellos que de manera misteriosa
constituyen la contraparte mística de la humanidad, nuevos
conceptos filosóficos y más elevadas analogías aparecerán ante
nuestras investigaciones, adquiriendo valores objetivos las más
profundas abstracciones y reconociendo que todo cuanto existe es
la obra de una prodigiosa hueste de Entidades dévicas,
funcionando sincrónicamente con el Propósito infinito de una
Voluntad Cósmica que trasciende por completo nuestro más elevado
entendimiento. Pero, reconociendo el hecho, investigaremos las
leyes divinas a nuestro alcance para intentar descubrir algunos
de sus secretos o misterios, los cuales constituyen el objetivo
de todas nuestras investigaciones ocultas. El primero de tales
secretos será, sin duda, el reconocimiento intuitivo -que más
adelante será científico- de que las múltiples Jerarquías
Angélicas del Universo constituyen la Entidad Espacio; el
segundo lo constituirá el reconocimiento de que las actividades
de los seres humanos y de todas las humanidades y seres
vivientes de los planetas de nuestro Sistema solar son las
motivadoras de aquella otra indescriptible Entidad psicológica
que en su integridad llamamos Tiempo. Resulta enormemente
curioso y al propio tiempo singularmente aleccionador relacionar
ambas Entidades con las ideas de Espíritu y Materia y, en una
más técnica demostración objetiva, con las del Reino de los
Angeles y el Mundo de los hombres. Se abre entonces un nuevo
ciclo de investigación esotérica, el cual vendrá seguramente a
demostrar que en toda universal actividad dentro de la infinita
grandiosidad del Cosmos, concurren tres aspectos esenciales:
a. El Espacio
b. El Tiempo
c. El factor Luz, mediante el cual Espacio y Tiempo pueden ser
relacionados.
Al llegar a esta conclusión, la idea más importante a considerar
de acuerdo con nuestras investigaciones sobre el mundo dévico.
es la inevitable relación Espacio - Luz - Tiempo con respecto a
la producción de los ambientes sociales que se hallan en la base
de las distintas civilizaciones y culturas de la humanidad y
constituyen los aspectos fundamentales de la historia. Desde tal
ángulo de vista podríamos llegar a una analogía de síntesis. Por
ejemplo:
Démonos cuenta así que la historia que registran objetivamente
los éteres del Espacio, o Memoria Cósmica de la Naturaleza, no
es sino la condensación de las culturas que segregaron
subjetivamente las grandes civilizaciones planetarias en el
proceso eternamente incansable y vibrante de la evolución.
Bastará recordar, en todo caso, cuanto hasta aquí fue dicho en
relación con las vidas dévicas y sus incesantes contactos con la
vida de la Naturaleza, de la cual el hombre forma parte, y
considerar que las contracciones y dilataciones del éter que
preludian las infinitas creaciones universales, son la obra de
los trabajadores invisibles del mundo oculto, o devas
constructores, los cuales, con la luz o la energía de sus vidas
tejen -tal como místicamente se dice- todas las formas objetivas
y subjetivas del Universo. De ahí que desde el ángulo esotérico,
ciertas jerarquías dévicas o angélicas son consideradas el
aspecto LUZ que ilumina, o la ENERGIA que vivifica los mares
insondables del Espacio, de la misma manera que las actividades
de los hombres en sus múltiples niveles determinan el fenómeno
misterioso del Tiempo. De esta manera, el maravilloso enigma que
subyace en el crecimiento de la más humilde planta, como el que
se revela en la forma mística, esencialmente geométrica, de una
delicada flor, de un pájaro o del propio ser humano, puede ser
medido siempre en términos de Espacio y Tiempo, relacionados y
vinculados por el factor Luz, constituyendo estos tres elementos
la gloria infinita de la Divinidad en su incansable esfuerzo por
SER y por REALIZAR, determinantes del proceso de la Evolución.
Si nos atenemos a estas conclusiones, cuando leamos o estudiemos
las páginas de la historia planetaria y enfrentemos los hechos
históricos creados por las distintas civilizaciones y culturas
del pasado, nuestra mente investigadora penetrará, por analogía,
en el carácter psicológico de los hombres que las crearon y
comprobará la calidad específica de los Angeles que
intervinieron en su manifestación y estructuración, ya se trate
de las civilizaciones egipcia, helénica, etrusca o maya o
aquella otra, de carácter cósmico, que produjo la gloria del
Renacimiento, cuyas bases culturales constituyen todavía, en las
postrimerías de este siglo XX, unos ARQUETIPOS de inspiración y
perfección para la Raza humana.
Tal como hemos dicho en otras varias ocasiones, el hombre piensa
y, consciente o inconscientemente, CREA y el Angel segrega de Sí
la energía que corresponde al pensamiento humano; así, de
acuerdo con la cualidad del mismo pacientemente ELABORA y
CONSTRUYE las condiciones precisas de la existencia organizada
de la humanidad. No existe, por tanto, Separatividad entre ambos
mundos, el angélico y el humano, pues el sentido del axioma
oculto ..la energía sigue al pensamiento es de orden cósmico y
no existe impulso alguno de vida en el planeta o en el Universo
que no halle en cualquier tipo de Deva la oportunidad infinita
de manifestarse. Y esto no reza solamente para los Reinos
inferiores de la Naturaleza y para la humanidad, sino también
para los Reinos superiores, pues la historia es la misma, aunque
escrita con distintos caracteres, en la Vida inconmensurable del
Creador. El aspecto práctico de esta conclusión es que todos
contribuimos con nuestros pensamientos, emociones y humanas
actitudes a escribir la historia del tiempo, pero sólo los
sabios conocedores serán capaces de recubrir sus imperecederas
páginas con las doradas túnicas de la experiencia espiritual.
Hay, pues, grandes responsabilidades en el orden individual y
social, así como oportunidades múltiples de realización si se es
consciente de la obra mística de la Naturaleza que la vida de
los Angeles nos está constantemente señalando. Es sólo cuestión
de abrir los ojos para ver y afinar cuidadosamente el oído para
oír, pues todo está hecho ya de acuerdo con los grandes patrones
históricos y Arquetipos sublimes vibrantes en los mundos
ocultos, desde donde los Angeles, las energías espirituales que
siguen y persiguen los pensamientos de los hombres, aguardan con
infinita paciencia que la voluntad humana sea fuerte y audaz y
decida penetrar con mente clara y corazón puro en sus divinos
retiros e inconcebibles santuarios...