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Los Angeles en la Vida Social Humana
CAPÍTULO IX
LA ACTIVIDAD DE LOS SEÑORES DEL KARMA EN LA VIDA DEL HOMBRE
Los aspectos principales del karma en la vida del ser humano
son cuatro:
a. El Nacimiento
b. La Enfermedad
c. La Vejez
d. La Muerte
Es lógico suponer que estos cuatro aspectos estarán
condicionados por la actividad particular de uno u otro de los
Señores del Karma. Si establecemos una analogía con lo dicho
en el capítulo anterior podremos entresacar de la misma la
siguiente relación:
a. El Nacimiento ...................... El Angel de la
Liberación
b. La Enfermedad .................... El Angel de la Justicia
c. La Vejez .............................. El Angel del Tiempo
(de los Archivos Akásicos)
d. La Muerte ............................ El Angel
Exterminador (el Destructor de la Forma)
a. Las condiciones que presiden el Nacimiento
de un ser humano a la vida física son inteligentemente
preparadas por el Señor de la Liberación, siguiendo las
directrices señaladas por Sus dos Hermanos, el Angel de la
Justicia y el Angel de los Registros Akásicos. El Angel de la
Muerte, respetuosamente aparte, debe aguardar todavía “la hora
cíclica” en que la forma sea totalmente innecesaria por falta
de fluidez y de adaptación al proceso de la vida, para cumplir
con su función destructora.
El Señor de la Liberación preside el acto cíclico del
nacimiento rigiendo los períodos solemnes que se extienden
desde el instante de la concepción hasta el momento cumbre del
alumbramiento. “La salida a la luz” de la forma física gestada
en los momentos de obscuridad dentro del claustro materno,
constituye un acto de liberación de la propia forma y es la
representación en la vida de la materia, de aquella otra
liberación, o entrada en el Reino de la Luz, que
esotéricamente llamamos INICIACION, confirmándose plenamente y
en todos los sentidos el principio hermético de analogía ...
igual es arriba que abajo, igual es abajo que arriba, cuya
relación se prolonga desde las bases materiales de la
existencia hasta las más elevadas cumbres espirituales,
jalonando de luz el proceso que desde tiempos inmemoriales se
conoce con el término místico de SENDERO.
Los actos cíclicos que presagian o anuncian un nuevo
nacimiento en la vida de cualquier alma humana son
cuidadosamente cronometrados -por decirlo de alguna manera-
por el Angel de los Registros Akásicos, el Cual somete la
panorámica completa de la vida individual a la atención
infinita del Angel de la Justicia y Este, contemplando el
pasado del alma y habiendo pesado convenientemente su corazón
(Los Misterios de Osiris), y extraído del mismo las tres
energías resultantes del proceso de recapitulación del alma
-efectuado durante el proceso cíclico de la muerte del cuerpo
de manifestación en un estadio de vida anterior- emite Su
justo veredicto y pronuncia el ¡HÁGASE!, un Mántram al que
responden los Devas cuyo pasado -no me atrevo a llamarle
karma- viene entretejido de muchos y muy estrechos contactos
con el alma que va a encarnar. A partir de este momento
suceden cinco cosas:
1. Se le muestran al alma que va a encarnar en un momento de
mística iluminación las condiciones que deberá enfrentar en su
nueva existencia física. Esta iluminación le viene transmitida
por el Angel Solar.
2. Le son confiados los tres Mántram o las Tres Místicas Voces
-tal como esotéricamente se dice- que han de confiarle el
secreto de su nuevo nacimiento, una Voz para el cuerpo mental,
otra para el cuerpo emocional y la tercera para el cuerpo
físico. La pronunciación de estos tres Mántrams abren los
éteres del espacio y de su inmaculado seno surgen los tres
Devas, o los tres Elementales constructores, que deberán
construir los tres cuerpos de manifestación del alma.
3. Una VOZ resuena entonces procedente del plano cósmico
emitida por el Señor de la Liberación, proyectándola sobre el
cuerpo causal del alma. El Angel solar a su vez y al conjuro
de este Mántram, emite otro muy directo y particular y lo
transmite al alma en proceso de encarnación física.
4. El alma oye esta llamada y a igual que sucede en la
creación de un nuevo Universo pronuncia el Mántram de mística
aquiescencia: “Cúmplase Señor Tu Voluntad”. Simultáneamente,
corrientes etéricas de tres tipos vibratorios se arremolinan
alrededor de los tres átomos permanentes [Véase pág. 136 de
“LAS FUERZAS OCULTAS DE LA NATURALEZA” capítulo ‘Los Angeles y
los Atomos Permanentes”. Editorial EYRAS.] y se inicia el
proceso de substanciación del éter correspondiente a cada uno
de los vehículos de manifestación, teniendo lugar entonces lo
que en términos místicos llamamos el misterio de la
concepción. A partir de este momento el alma entra en un
estado indefinible de quietud y se sumerge en un mundo de
incomprensible silencio -una especie de sueño del alma- y deja
que los tres Elementales constructores vayan realizando su
obra. El Elemental físico se introduce entonces en las
entrañas de la mujer que va a ser la madre física del alma que
va a encarnar, llevando consigo el tesoro inapreciable del
átomo permanente físico que el Señor de los Registros le había
confiado y alrededor de este centro de energía cósmica,
conteniendo todas las memorias del alma, empieza su obra de
construcción del cuerpo físico utilizando los éteres más
convenientes para la futura evolución del alma.
5. Una vez que el cuerpo físico ha sido convenientemente
estructurado, la Voz del Angel Solar resuena nuevamente desde
el plano causal, despierta al alma sumida en sueño y le indica
el momento exacto y trascendente del nacimiento. Este se
efectúa bajo la dirección del Angel liberador el Cual
contempla el espacio sideral, ve la posición de las estrellas
y con una sabiduría infinita que está más allá de la
comprensión humana, pronuncia el último y definitivo Mántram:
HÁGASE LA LUZ y a este conjuro mágico una misteriosa corriente
de vida divina impulsa cuerpo y alma hacia el exterior, se
produce el alumbramiento y un nuevo ser nace a la vida de la
experiencia en los tres mundos del esfuerzo humano. El tiempo
y el espacio y su obra mancomunada, la conciencia, se han
fundido de nuevo para revelar el íntimo secreto de la Vida de
Dios latente en lo más profundo del corazón de toda existencia
manifestada.
b. Todo tipo de enfermedad
registrada por el ser humano en su existencia física es
básicamente el resultado de una condición kármica, dictaminada
por el Señor de la Justicia después de haber examinado en los
Archivos Akásicos que le suministra el Angel de los Registros,
las vidas anteriores del alma. Como consecuencia de tal
lectura y visando también las oportunidades divinas de
redención del alma, se provocan dos condiciones muy
interesantes en la existencia humana:
i. El pago consciente aunque irremediable de pasados errores y
omisiones espirituales bajo forma de enfermedades físicas,
dolencias psíquicas y desarreglos mentales.
ii. La aceptación -asimismo consciente por parte del alma- de
un karma adicional de enfermedades y dolencias como
oportunidades cíclicas de perfección. Ese método de
aceleración del proceso kármico fue seguido mayormente por los
discípulos de la Era de Piscis. [La aceleración del proceso
evolutivo por parte de los discípulos de la Era de Acuario se
verifica a través del servicio creador.]
Una vez que el alma aceptó el reto de los acontecimientos
posteriores a su nacimiento en su contacto con el ser causal,
ya nada detendrá el impulso de la ley de Cumplimiento y el
Karma deberá cumplirse. La expresión de tal impulso viene
determinada por aquellos factores que esotéricamente podríamos
definir como presiones siderales, es decir, las influencias
astrológicas procedentes de las Constelaciones Zodiacales y
del propio Sistema solar. Las enfermedades físicas y las
dolencias psíquicas obedecen así al dictado de una Ley justa y
equitativa, aceptada conscientemente la mayoría de las veces
por las almas cuando han logrado acopiar una gran reserva de
luz espiritual en sus vidas y pueden reorientar el destino
marcado por las estrellas, después de haber efectuado grandes
y supremos reajustes dentro de sí, ya como aspirantes o como
discípulos aceptados, bajo la experta dirección de algún
Iniciado de la gran Jerarquía planetaria.
Nada diremos en este apartado acerca del origen kármico de las
enfermedades contraidas por el género humano y transportadas a
la humanidad actual procedentes de la evolución cíclica de las
primeras Razas, ni tampoco entraremos en detalles acerca de
las formas psíquicas de las enfermedades, ya que estas ideas
fueron expuestas en el primer volumen de este Tratado.
Deberemos insistir, sin embargo, en el hecho de que nuestra
atmósfera planetaria está llena todavía de residuos kármicos
cuya activa permanencia en los niveles etéricos demuestra la
incapacidad humana de sanear su campo magnético psíquico y de
invocar convenientemente a los Angeles color violeta de la
Curación Física de Enfermedades, y a los excelsos Devas azules
que poseen el inapreciable secreto de la armonía psíquica.
Lo que mencionamos anteriormente acerca de la aceptación
voluntaria de un karma adicional en forma de enfermedades,
dolencias u otras condiciones adversas gravitando sobre el
alma en encarnación física contiene, sin embargo, una cláusula
secreta -si podemos decirlo así- mediante la cual una reserva
complementaria de energía espiritual puede ser reorientada
hacia cualquier particular o trascendente destino, el cual,
desde el ángulo de vista corriente, debería haber llegado a un
extremo límite de cumplimiento sin oportunidad alguna de
salvación, pero que, no obstante, dicha salvación se produce y
tiene lugar. No se tratará entonces, ni en ningún caso, de lo
que el vulgo suele llamar un milagro, ni tampoco la expresión
de un poder sobre el karma, sino simplemente que ciertas
motivaciones ocultas del alma aconsejaron aquel reajuste. En
algunos casos excepcionales, el karma de un discípulo sin
reserva adicional de energía puede ser trascendido en alguno
de sus aspectos físicos o psíquicos, cuando en virtud de algún
trabajo específico que puede realizar en servicio de la
Jerarquía, le son concedidos los poderes de la gracia, o los
especiales favores de los Señores del Karma, los cuales dejan
en las responsables manos del Maestro el karma particular de
aquel discípulo. En este caso, la efectividad del servicio
creador determinando una mayor afluencia de energías
superiores, le permite al discípulo contrabalancear el peso
del karma y trascender ciertos hechos astrológicos que normal
o fatalmente deberían producirse.
c. El fenómeno de la vejez
en el cuerpo físico humano -y seguramente en el de todos los
seres en la vida de la Naturaleza- se produce por el desgaste
de los órganos vitales a medida que las energías etéricas que
hasta aquel momento lo habían ido integrando van perdiendo
fluidez y no llegan con el adecuado ritmo vibratorio al centro
místico del corazón. Se inicia entonces una lenta
cristalización de las funciones orgánicas con sus fenómenos
reconocidos de debilitamiento, pasividad, estatismo y
decrepitud, siendo esta última fase la que -tal como
esotéricamente se dice- prepara el camino de retorno, la vía
natural de acceso al universo subjetivo por parte del alma y
la destrucción del cuerpo físico por parte del Señor de la
Muerte.
Como Uds. saben, cuatro son las edades cíclicas que
condicionan la existencia física del hombre: niñez, juventud,
edad madura y vejez, las cuales son una analogía perfecta,
aunque en miniatura, de las cuatro edades planetarias
descritas como Kali Yuga, Dwapara, Treta Yuga y Satya Yuga, es
decir, la edad de hierro, la edad de bronce, la edad de plata
y la edad de oro. Ahora bien, todas las edades cíclicas vienen
regidas por una porción determinada de tiempo. Utilizando la
analogía hermética sobre la cual se apoya la totalidad de este
Tratado, aparecen estos cuatro ciclos de tiempo en la vida de
la humanidad como un todo:
0 - 18 - 36 - 54 – 72,
cuyas sumas, ya sean parciales o totales, nos darán siempre el
número 9, ya que el 9 es el número del hombre, tal como
esotéricamente es reconocido. Veamos ahora su distribución:
[12: Recuerden que estas cifras se refieren a la
humanidad considerada en su conjunto
y no se refieren al ser humano en su aspecto particular.]
Como Uds. habrán podido observar, los
cuatro ciclos que esotéricamente se han tomado como base de estas
analogías son de 18 años, [Es curiosa esta analogía, teniendo en cuenta
los dieciocho ANUS que componen la estructura del átomo de hidrógeno.] una
cantidad que no ha sido tomada caprichosamente o al azar, sino que tiene
como fundamento el principio vital de la energía suministrado por los
procesos físicos de la respiración y de la circulación de la sangre. Tal
como científicamente es reconocido, el ser humano efectúa 18 respiraciones
por minuto y a cada respiración corresponden cuatro pulsaciones o latidos
del corazón, dándonos por tanto 18 x 4 = 72 pulsaciones por minuto. Si
continuamos por esta línea de analogía considerando un día completo de la
vida de un hombre en orden a sus respiraciones, tendremos:
18 x 60 = 1.080 respiraciones por hora
1.080 x 24 = 25.920 respiraciones por día
siendo esta cantidad en años la correspondencia exacta de un ciclo menor
de Brahma, es decir, un Día de nuestro Logos planetario, el periodo de
tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa bajo la esfera
sideral regida por las Doce Constelaciones del Zodiaco, en su movimiento
de retrogradación o de precesión de los Equinoccios.
Prosiguiendo nuestro estudio, vemos que desde el momento del nacimiento a
la vida física hasta llegar a la edad de treinta y seis años, el alma fue
acumulando substancia energética alrededor del cuerpo físico o natural,
pero a partir de aquí debe empezar a devolverle a la Naturaleza, en forma
lenta y paulatina, toda la materia energetizada por los Devas con la cual
llegó a establecer la medida física del karma. Se abre entonces el llamado
proceso de RESTITUCION en el devenir del cual el complejo celular gastado
por el noble servicio al yo espiritual en encarnación física, empieza a
rechazar las energías de renovación y a encerrarse cada vez más en sí
mismo hasta constituir un bloque cristalizado que progresivamente se hace
inservible para las necesidades de evolución del alma, la cual no tiene
otro objetivo en aquella fase de existencia que la liberación de la forma
física y la entrada en el mundo subjetivo de las almas.
He ahí, pues, que para el alma en encarnación física -un proceso que se
repetirá sin embargo en los otros cuerpos de manifestación cíclica, el
astral y el mental- hay dos grandes procesos que constituyen el principio
de su propia esencia evolutiva, primero, el de INTEGRACION o ACUMULACION
de energía concretizada proveniente de los correspondientes éteres;
segundo, el de RESTITUCION de dicha energía y tiene por objetivo la
redención de la forma y la liberación del alma. La vejez es el fenómeno
natural de esta lenta desintegración que ha de devolverle a la Madre
Naturaleza todos los elementos vitales con que ésta dotó al alma para
fines de manifestación.
Todo este proceso dual está regido por el Señor de la Liberación, pero
cuando la materia se ha hecho completamente inservible para las
necesidades del alma, somete el trabajo final al Señor de la Muerte, el
Cual destruye la forma y restituye todos los elementos integradores de los
distintos vehículos a su Fuente natural de procedencia: el ETER DEL
ESPACIO.
d. El Señor de la Muerte
ejecuta el plan subsiguiente de liberación
de la forma en tres planos definidos de la Naturaleza: el físico, el
astral y el mental. Se trata de un proceso alquímico de sublimación de las
energías mediante el cual y a través de los llamados Angeles del Silencio,
el alma se va liberando progresivamente de sus vehículos de manifestación.
Esta liberación consta de cuatro fases:
a. Rotura del cordón plateado (El Señor de la Muerte)
b. Recapitulación de hechos (El Señor de los Registros)
c. Examen de conciencia (El Señor de la Justicia)
d. La entrada en el Devachán (El Señor de la Liberación)
representando cada una un aspecto particular en la vida del alma la cual,
en el momento mismo en que uno de aquellos Angeles del Silencio rompe el
cordón plateado que la unía al cuerpo, penetra en el cuarto subplano del
plano físico, llamado esotéricamente subetérico, e inicia allí un proceso
increíblemente rápido de memorización o recapitulación de todos los hechos
realizados en la existencia física, apreciados en sus más mínimos detalles
y constituyendo un fenómeno único y trascendental de conciencia provocado
por el Yo superior o Angel Solar desde el plano causal, o mental
abstracto. Una vez esta recapitulación ha sido plenamente realizada, el
alma deja de ver a su vehículo de materia y se refugia en el segundo nivel
del plano astral, [El sexto, a partir de arriba.] en donde pasará un
cierto tiempo dedicado a lo que esotérica y místicamente se denomina
examen de conciencia. Este periodo de tiempo, considerado de acuerdo con
nuestro concepto tridimensional del tiempo, puede ser corto o largo, desde
días o meses hasta muchos cientos de años, dependiendo en todo caso de la
evolución espiritual alcanzada por el. alma. Ahí, en este nivel, tiene
lugar también una segunda recapitulación enteramente astral y consiste en
recapitular o memorizar todos los acontecimientos astrales vividos por el
alma a través de los deseos, emociones y sentimientos durante el proceso
de la encarnación física.
Una vez efectuada esta segunda recapitulación y realizado el requerido
examen de conciencia, el alma penetra en el plano mental y efectúa en el
subplano correspondiente la tercera y última recapitulación, mucho más
breve que las dos anteriores, y penetra en el Devachán.
EL KAMALOKA Y EL DEVACHAN
[Véase el libro del mismo autor, LA
JERARQUIA, LOS ANGELES SOLARES YLA HUMANIDAD. Editorial
Kier, Buenos Aires.]
Con estos dos nombres el investigador esotérico trata de representar dos
estados particulares de conciencia que ha de enfrentar el alma después de
haberse liberado de las ataduras del cuerpo físico. El KAMALOKA
-técnicamente hablando- es el propio plano astral, haciendo referencia muy
concreta a aquel subplano especifico dentro del mismo cuyas vibraciones
están más en sintonía con la evolución del alma. Hay un proceso de
recapitulación de hechos astrales que se realiza corrientemente tal como
vimos en páginas anteriores en el segundo subplano del plano astral. Sin
embargo, las almas más evolucionadas realizan este proceso obligado de
recapitulación en subplanos superiores del KAMALOKA, siendo mucho más
breve también el período de permanencia en este plano, un periodo que
variará sensiblemente de acuerdo con la calidad de las energías
espirituales acumuladas por el alma en su cuerpo causal. Hay así,
independientemente de la evolución espiritual de las almas, un proceso de
vivencia astral dedicado a sublimar estados psicológicos, utilizando la
técnica del examen de conciencia y la capacidad íntima que poseen las
almas de utilizar creadoramente todas las experiencias del tiempo para
fines redentivos. En todos los casos, una irresistible tendencia mueve las
almas a la ascensión de los niveles superiores del plano astral,
realizándose de esta manera una especie de filtración o sublimación de las
tendencias groseras contenidas en el cuerpo astral al pasar de uno a otro
subplano, con lo cual el alma se siente cada vez más libre y cualificada
para adaptarse a más nobles estados de conciencia y a una mayor
sutilización de las cualidades atesoradas en su interior, como frutos de
la experiencia espiritual. Los Devas habitantes de cada uno de los
subplanos del plano astral, ofrecen gustosamente su fraternal colaboración
a los intentos del alma de purificarse astralmente con vista a la
redención y sublimación de la materia astral, acumulada en su cuerpo
psíquico, y afectando la mayor o menor sensibilidad espiritual del mismo.
Cuando la vida del alma ha demostrado una incapacidad manifiesta de
ascender a otros subplanos superiores del plano astral, es decir, que ha
quedado normal y naturalmente estacionada, recibe entonces un impacto de
luz causal y se siente impelida hacia el plano mental, quedando ubicada en
el subplano de este plano en sintonía perfecta con el subplano que ocupaba
el alma en el plano astral. Debido a que los estados de conciencia
experimentados por el alma en el plano mental después del proceso de la
muerte son interdependientes con los vividos astralmente, hay una relación
muy estrecha y directa entre el KAMALOKA, esotéricamente descrito como
lugar de deseo, y el DEVACHAN, que significa esotéricamente conciencia
dévica o de bienaventuranza Podemos decir así, que cada alma posee su
propio kamaloka y su particular devachán, configurados por todos y cada
uno de sus estados de conciencia en el devenir de la existencia kármica y
constituyendo las bases universales sobre las cuales los seres humanos
levantan la noble estructura de su realización espiritual.
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