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Los Angeles en la Vida Social Humana
CAPÍTULO VII
EL PODER PSIQUICO DE LOS DEVAS
Durante el curso de nuestras investigaciones
ocultas sobre los Devas, hemos podido constatar en múltiples
ocasiones el extraordinario poder psíquico que manejan y las
asombrosas demostraciones de su dominio de los éteres
cualificados que constituyen los planos de la Naturaleza. Les
hemos visto crear en la atmósfera de la Tierra todos los
fenómenos de carácter eléctrico conocidos, como el viento, la
lluvia, las tormentas, los huracanes, los rayos, Los truenos,
etc. Otros de carácter ígneo, como los terremotos, maremotos,
erupciones volcánicas, etc., tan impresionantes desde el
ángulo kármico, ya que suelen producir grandes destrucciones
geológicas, profundas alteraciones del suelo terrestre y una
serie impredecible de víctimas humanas con sus espantosas
consecuencias en el orden social y comunal, son vistos siempre
con temor por los seres humanos. Sin embargo, las expresiones
más poderosas de los Devas se hallan indudablemente en los
niveles psíquicos, en donde la substancia etérica es más sutil
y les es más fácilmente manejable. Importante labor es la que
le aguarda al investigador esotérico cuando trata de
clasificar y ordenar en forma concreta las múltiples
actividades dévicas en los mundos llamados subjetivos o
invisibles. A nuestra humilde labor de investigación de los
fenómenos ocultos producidos por los Devas le hemos señalado
una meta, no muy ambiciosa quizás, pero ciertamente muy
positiva y necesaria dentro de nuestro trabajo. Esta meta,
singularmente concreta, ya que ante todo debe ser práctica,
debe abarcar las áreas conocidas del ser humano, es decir, de
la mente, de la sensibilidad psíquica y del cuerpo físico,
aunque estableciendo una serie de relaciones con lo cósmico
sin las cuales nuestro estudio resultaría incompleto. En otras
partes de este Tratado nos hemos referido ya a la labor de
construcción de los tres vehículos de manifestación del alma
humana, en la que intervenían mancomunadamente la voluntad de
ser y el intento constante de realizar, correspondiendo la
primera al hombre y el segundo al deva constructor. La misión
de construir es la actividad característica de los devas; es
por tal razón que se les denomina esotéricamente los
constructores del mundo invisible.
Así, lo que nos interesa estudiar cada vez más profundamente
de ahora en adelante es el sistema de relaciones, maravilloso
y sublime, establecido entre los Angeles y los hombres, así
como las infinitas modificaciones del éter, la substancia
energetizada mediante la cual el Logos creador vivifica,
dinamiza y perfecciona su Cuerpo de expresión, el Universo.
Podríamos asignarle racionalmente el término jerarquía a estas
modificaciones del éter universal en relación con los Devas y
reconocer al propio tiempo -por analogía- que cada una de
tales jerarquías deberá estar en armonía o sintónica
vibración:
a. Con los Reinos de la Naturaleza y sus infinitas vidas,
especies y razas en evolución cíclica.
b. Con los estados de conciencia humanos, es decir, con los
pensamientos, deseos, actitudes psicológicas y actividades
diversas desarrolladas por el hombre y de cuya base se
originan los ambientes sociales del mundo, con sus múltiples
niveles de expresión.
c. Con los diversos Rayos, en número de siete, que constituyen
las corrientes de energía logoica que dan vida al Universo.
d. Con las corrientes astrológicas que proceden del espacio
solar y extrasolar, creando las oportunidades cíclicas de la
evolución humana, planetaria, solar y cósmica, las cuales
obedecen a las leyes infinitas de relación o comunicación,
base sustancial del Cosmos.
e. Con los vehículos de manifestación de la Entidad causal
llamada Alma, Yo superior o Angel solar en nuestros estudios
esotéricos. Tales vehículos, en lo que respecta a la evolución
de la entidad humana en esta presente cuarta ronda y en este
cuarto planeta que es la Tierra, son cinco: el físico, el
astral, el mental, el búdico y el átmico. Sin embargo, visando
el sentido de lo práctico y realizable en nuestras
investigaciones ocultas, hemos depositado nuestra especial
atención a los tres primeros por considerar que la evolución
de los vehículos búdico y átmico corresponde al devenir de las
razas del futuro y a la vida de los grandes discípulos e
Iniciados del planeta y que, nada de carácter práctico puede
aportar a los aspirantes espirituales de nuestros días.
f. Con los hechos kármicos que se producen en el planeta y
constituyen la simiente viva para etapas posteriores de
evolución humana.
g. Con los fenómenos psíquicos, paranormales o
parapsicológicos, insuficientemente investigados todavía y
escasamente clarificados o poco definidos en los tratados
dedicados a esta interesante rama del saber oculto.
Examinemos brevemente la actividad de los Devas:
a. Sobre los Reinos de la Naturaleza
Estos, como se sabe, son siete, de acuerdo con la
clasificación septenaria del Universo. Veamos: el Reino
Mineral, el Vegetal, el Animal, el Humano y el Superhumano,
técnicamente descrito como el Reino de los Cielos. No interesa
de momento especular sobre los dos Reinos superiores al
Superhumano, los cuales se hallan ubicados en niveles del
Universo inaccesibles por completo a la razón más exaltada del
hombre. Lo que sí nos interesa fundamentalmente es reconocer
el hecho esotérico de que los Reinos de la Naturaleza están
integrados en órbitas evolutivas distintas que van desde el
plano Adico, o divino, al plano físico, extendiéndose así de
plano en plano las Jerarquías dévicas o angélicas que cuidan
de su evolución. Habrá que repetir al respecto lo dicho en
anteriores ocasiones, es decir, que cada plano está regido por
un Arcángel de gran magnificencia y poder y que cada subplano
está bajo la supervisión y guía de un exaltado Angel, de la
categoría de los Chohanes de Rayo, unos Adeptos que han
alcanzado la sexta Iniciación planetaria y la segunda
Iniciación solar. Cada Reino, a su vez y dependiendo de la
jurisdicción de los Angeles de determinado subplano, está
regido también por un cualificado Angel, el cual está
especialmente dedicado a la obra de perfección de dicho Reino
dentro del cual efectúan su evolución multiplicidad de
especies, cada una de ellas con sus propios guías y regentes
dévicos, cuya integración espiritual dependerá lógicamente de
las necesidades evolutivas de aquellas. En fin, el proceso de
substanciación, estructuración y guía particular de los Reinos
obedece a la actividad angélica, no pudiendo ser registradas
otras fuentes de actividad que la de estos excelsos moradores
de los mundos invisibles y la colaboración constante y
decidida de aquellos Adeptos que, una vez recibida la quinta
Iniciación planetaria, decidieron permanecer en el planeta y
trabajar en estrecha y fraternal colaboración con los grandes
Regentes del mundo dévico.
Quizás sea ilustrativo advertir que los Angeles que guían la
evolución de las distintas especies dentro de los Reinos
inferiores al humano, lo hacen a través de sus respectivas
Almasgrupo, siendo éstas, tal como vimos en el primer volumen
de este Tratado, una especie de esferas psíquicas dentro de
las cuales viven, se mueven y tienen el ser -utilizando aquí
una muy gráfica idea- todas las unidades de vida monádica que
realizan su evolución en una u otra de las múltiples especies
de estos Reinos.
b. Sobre los Estados de Conciencia Humanos
Tal como vimos en páginas anteriores, al referirnos a las
formas psíquicas o Egregores creados por la actividad
mancomunada de los devas y los seres humanos, hay una
substancia etérica en el ámbito planetario que sirve de
vehículo de comunicación entre todos y cada uno de los niveles
de expresión mental, psíquica y etérico-física con sus
consecuencias objetivas de estructuración de los ambientes
sociales del mundo. Los artífices de esta obra objetiva en los
éteres espaciales son los devas en sus múltiples divisiones,
especies y familias dentro de la infinita prodigalidad de su
maravilloso mundo. Trabajan siempre según el proceso
científico de condensación de las energías mentales y
psíquicas que surgen de los estados de conciencia humanos y
construyen con esta substancia materializada las condiciones
precisas -kármicamente registradas- que originan los ambientes
planetarios, desde el estrictamente individual al social o
comunal más incluyente. De esta manera puede ser fácilmente
equiparada la acción dévica en lo que respecta a un ambiente
familiar, profesional o comunal, cuyas expresiones concretas
analizábamos en el segundo volumen de este Tratado, con las
grandes líneas maestras de carácter cósmico que crean la
civilización, la cultura, la especial idiosincrasia
psicológica y el peculiar y característico lenguaje de todas
las naciones de la Tierra.
Un estudio más profundo de los aspectos ocultos de estas
relaciones humano-dévicas, nos señalaría quizás analogías
siderales que escapan de momento a nuestra individual
comprensión, pero que tendrían que ver sin duda con la obra
creativa de los Angeles superiores del Sistema, que
contribuyeron en la obra de substanciación de nuestro Sistema
solar utilizando los estados de conciencia Logoicos o la
relación magnética establecida entre tales estados y ciertas
indescriptibles Potestades Angélicas, más allá de la más
exaltada comprensión humana, cuya evolución se realiza en
zonas del espacio cósmico en donde el Eter, o substancia
creadora, alcanza unos niveles de pureza y diafanidad
realmente insospechables e indefinibles.
c. Sobre los Siete Rayos
Estos, como esotéricamente se sabe, son siete corrientes de
Vida emanantes de aquel Centro cósmico místicamente definido
como el Corazón del Sol. Lo que quizás no sea tan conocido por
el lector de los temas esotéricos u ocultos es que estas
corrientes de energía son la expresión de una u otra de las
Siete cualidades espirituales que definen la conciencia
psicológica de nuestro Logos Solar, es decir: la Resolución o
Voluntad de Ser, la Unión por el poder del Amor, la
Comprensión del alcance cósmico del Universo, el Sentimiento
infinito de Belleza, el Sentido permanente de Investigación,
la Devoción exquisita e indescriptible hacia el Trabajo
creador y la Magia de Cumplimiento o Espíritu de Realización
de la Obra Universal. Estas siete cualidades logoicas se
expresan a través de los llamados planetas sagrados, cuyos
Logos alcanzaron la quinta Iniciación cósmica. Tales son
dichos planetas expresados según el orden de los Rayos y de
las cualidades expuestas: Vulcano, Júpiter, Saturno, Mercurio,
Venus, Neptuno y Urano. Participando de las cualidades del
tercer Rayo, como Saturno, tenemos a nuestro planeta Tierra,
cuyo Logos planetario está atravesando actualmente las crisis
que preceden a la Cuarta Iniciación cósmica, de las del sexto
Rayo, como Neptuno, al planeta Marte y de las del primer Rayo,
como Vulcano, al planeta Plutón. Otros dos planetas no
descubiertos todavía, pertenecientes a los Rayos segundo y
cuarto, añadidos a los diez antes descritos totalizan los doce
planetas, los cuales, enlazados con las doce Constelaciones
del Zodíaco, deberán ser sagrados o perfectos desde el ángulo
del Logos- al finalizar este presente MAHAMANVANTARA, o ciclo
de actividad logoica o solar. Ahora bien, desde el ángulo de
vista de este Tratado, hay que considerar que las corrientes
de Vida universal que emanan del Corazón del Sol, o Siete
Rayos, son proyectadas o transmitidas a la totalidad del
Esquema de Evolución Solar por los Grandes Arcángeles o
Supremas Entidades Dévicas del Sistema, constituyendo sendos
canales de distribución de la Conciencia Divina al coincidir o
crear impacto sobre la vida evolutiva de los planetas sagrados
y sobre la conciencia de sus respectivos Logos planetarios,
así como sobre cada uno de los Planos del Universo y de los
Reinos y sobre cada una de las razas y especies que en
aquellos realizan su evolución. Veamos, por tanto, cómo la
Vida del Señor del Universo llega a nosotros en virtud del
excelso poder expansivo de los grandes Mahadevas, los Cuales
utilizan para su desplazamiento por los espacios infinitos
corrientes de energía etérica, siendo el Eter -definido en
lenguaje jerárquico-la Sangre de los Dioses y los Angeles, en
sus distintas funciones, los agentes misteriosos que le
comunican a esta Sangre la vitalidad, el calor y el dinamismo
de sus Vidas radiantes, a fin de que el gran contenido
universal subsista y pueda desarrollar en forma constante y
progresiva su proceso evolutivo.
d. Sobre las corrientes de Vida Astrológica
Estas corrientes de Vida, a igual que los Siete Rayos, son las
comunicadoras celestes de las cualidades características de
los grandes Centros estelares, universales y cósmicos que
oscilan en estrecha e indisoluble relación por las
profundidades infinitas del Espacio absoluto. Estas corrientes
de Vida extrasolares o cósmicas vienen transportadas -si
podemos decirlo así- desde los más ignorados y remotos
confines del Cosmos por otras huestes dévicas de trascendente
evolución cuya misión es vincular Vidas y Conciencias y
establecer relaciones. Por tal motivo son definidos
jerárquicamente Los Grandes Comunicadores del Espacio. Por su
mediación existe un lazo permanente de unión entre los
planetas, los Universos, las Constelaciones y las Galaxias,
constituyendo lo que en algunas partes de este Tratado hemos
definido como Fraternidad Cósmica o Ambiente Social de los
Dioses.
Las corrientes astrológicas son las comunicadoras de las
virtudes de los astros y a través de las huestes dévicas
llegan a penetrar en los ambientes planetarios y en la vida de
los seres humanos, condicionando su evolución y su
comportamiento psicológico y deparándoles las oportunidades
kármicas de sus vidas espirituales. La incidencia de estas
energías celestes, virtualmente capacidades psicológicas o
estados de conciencia de los Logos, canalizadas por los Devas
sobre los seres humanos y sobre la Vida sicológica de los
astros, es denominada técnicamente Ciencia Astrológica. Los
hombres del futuro, más evolucionados que nosotros, conocerán
sin duda la sutilidad de unas corrientes de energía de tal
extraordinaria sutilidad y tensión espiritual que les pondrán
en comunicación con unas Entidades Angélicas o Celestes de tal
excelsa y desconocida magnitud que Sus Vidas radiantes son
para los seres humanos más avanzados sólo vagas intuiciones o
románticos sueños que tratan de expresarse en lo más profundo
y remoto de sus conciencias.
e. Sobre los Vehículos de Manifestación de la Entidad Causal,
Alma o Angel Solar y su relación cósmica
Tal como dijimos en otras partes de este Tratado, estos
vehículos de manifestación son la mente, el cuerpo astral y el
cuerpo físico, sirviendo de vehículo de relación entre ellos
el llamado cuerpo etérico o doble etérico, habida cuenta de
que es un duplicado perfecto del cuerpo físico denso y siendo
su composición -tal como su denominación así lo indica- la
energía etérica y su expresividad más concreta y definida el
dinamismo vital que determina la cohesión atómica del cuerpo
físico y su sentido de permanencia temporal. Es necesario
observar que estos tres cuerpos físico, astral y mental
-coordinados por el vehículo etérico- llamados esotéricamente
los vehículos cíclicos o periódicos del Alma son construidos
por los devas etéricos, astrales y mentales siguiendo las
leyes evolutivas de la Naturaleza y el proceso kármico
señalado por la evolución espiritual del Alma. Esta idea será
mejor comprendida si se tiene en cuenta que cada Plano de la
Naturaleza tiene siete subplanos y que hay diversidad de
especies o familias dévicas en cada uno de ellos que llevan a
cabo el proceso de substanciación del Eter para construir las
formas o los vehículos adecuados para cada estado de
conciencia de los hombres. La calidad de los vehículos
obedecerá lógicamente pues a la evolución espiritual del Alma,
así como también y por analogía a la sutilidad de las
entidades dévicas que construyen sus vehículos o mecanismos de
expresión. Es necesario captar esta idea de sintonía de
vibraciones entre los estados de conciencia humanos y el grado
de sutilidad de los Angeles o Devas constructores, ya que
puede ser aplicada enteramente y por analogía al Gran Océano
de Vida Cósmica.
En uno de los capítulos del primer volumen de este Tratado
esotérico sobre los Angeles, hablamos hecho referencia a un
axioma esotérico procedente de los Archivos de la Gran Logia
Planetaria, cuya formulación venía a dar este sentido: “Hay un
hombre para cada Angel y un Angel para cada hombre”, un axioma
que puede ser aplicado en su integridad a todos los Hombres
celestiales, guías y directores de planetas, universos y
galaxias. Estas excelsas Entidades Logoicas, de incomprensible
evolución para nuestra mente humana, precisan a igual que
nosotros de vehículos periódicos o cíclicos de expresión,
siendo éstos las colosales estructuras cósmicas que expresan
sus cualidades íntimas, sus energías particulares de Rayo y
sus peculiares o característicos estados de conciencia. Habrá
que aceptarse así obviamente la existencia de una increíble
Dinastía o Jerarquía de Angeles de incalculable y desconocida
evolución que construyen con la misteriosa Esencia de sus
Vidas los Vehículos de Manifestación cíclica de aquellas
soberbias Voluntades de Expresión Logoica. Así parece ser si
nos atenemos -tal como es de rigor en nuestros estudios
esotéricos- al principio de analogía hermético “igual es
arriba que abajo”, que, al parecer, rige para el Cosmos
absoluto.
Esta ley de analogía o de correspondencia ha sido
profundamente estudiada por los investigadores del mundo
oculto y revelada de muchas y muy distintas maneras por los
Grandes Responsables del Sistema, con la aportación de aquella
grandiosa idea cósmica que toma cuerpo en nuestra mente con
estas sencillas palabras: “los Tres Universos del Logos”, por
la cual es ser humano plenamente advertido de los grandes
valores del Espíritu penetra en la interioridad de la Vida del
Creador y toma contacto con las Supremas Decisiones de Su
Mente. Estos tres Universos son la analogía de los tres
Vehículos cíclicos que utiliza el Alma humana durante el
proceso de evolución de su vida espiritual, siendo ésta su más
aproximada relación:
En ella se aprecia la identidad del principio
divino en el corazón humano y la mágica expresión de la ley de
analogía expuesta en aquellas místicas palabras, rebosantes de
verdad y de misterio: “Vosotros sois hechos a imagen y
semejanza del Creador”, tan sencillas y tan poco comprendidas
todavía por los aspirantes espirituales de nuestros días. Así,
de acuerdo con esta analogía deberán surgir nuevas y más
profundas ideas sobre la identidad humano-logoica.
Veamos:
Hay que suponer, de acuerdo
con la analogía, que la identidad de tales Universos será
únicamente posible por medio de la actividad Angélica que
vive, se mueve y tiene el ser en los niveles cósmicos. Por lo
tanto, del conjunto de tales afirmaciones debería surgir una
idea de síntesis que abarcase dentro de su infinito contexto
las vidas microcósmicas y las más esplendentes Entidades
macrocósmicas, es decir, que al afirmar que devas
constructores procedentes del éter construyen los vehículos o
mecanismos de expresión del Alma humana, estamos afirmando
también que tremendas Potestades Angélicas de inconcebible
evolución estructuran los soberbios Universos cíclicos que son
los Vehículos de manifestación de los Logos Creadores dentro
de la expansión multidimensional del Espacio infinito.
Los detalles cósmicos
correspondientes a esos contactos realizados por los Hombres
Celestiales y las excelsas Entidades Mahadévicas, están más
allá y por encima de nuestra comprensión y entendimiento. Sin
embargo, utilizando como siempre la analogía e investigando
profundamente la labor oculta y silenciosa de los devas
constructores de los vehículos de expresión del Alma humana,
tendremos siquiera una vaga noción de la labor omniabarcante
realizada por los poderosísimos Arcángeles del Sistema.
f. Sobre los Hechos Kármicos que tienen lugar en nuestro planeta
Tales hechos son una expresión
de lo que en lenguaje esotérico definimos como las
oportunidades cíclicas de la evolución, constituyendo una
compleja aunque maravillosa red de acontecimientos
misteriosamente relacionados que se transmiten vida tras vida,
creando el engarce magnético de la historia del pasado con los
hechos del presente y siendo trasladados luego al futuro en
forma de oportunidades de redención y liberación. El
desarrollo de los hechos y la calidad de la historia
planetaria son consubstanciales con la evolución del ser
humano, siendo la humanidad en su conjunto el eje mágico
alrededor del cual gira la evolución total del planeta, ya que
se halla situada en el centro de los tres Reinos inferiores,
el mineral, el vegetal y el animal y los tres superiores. De
ahí la importancia del Reino humano y del karma de la
humanidad, un recipiente mágico del misterio de revelación que
deberá convertir al hombre en un dios en la vida de la
Naturaleza y en un transmisor del gran legado cósmico del que
es depositario, pues él, a igual que los Hombres Celestiales,
posee los átomos permanentes, uno para cada vehículo de
manifestación, mediante los cuales puede registrar todos los
hechos y acontecimientos que suceden dentro y fuera de sí y
proyectarlos al futuro en forma de recuerdos o memorias vivas
de todas las experiencias psicológicas individuales y
comunales realizadas en el devenir de su vida kármica, siendo
los Angeles del Recuerdo, Agentes del Gran Señor Kármico
denominado esotéricamente la MEMORIA COSMICA, los encargados
de grabar con caracteres indelebles en la vida del Alma humana
todos los hechos y acontecimientos que constituyen sus
experiencias en el tiempo.
g. Sobre las
Fenómenos Psíquicos definidos como Paranormales o
Parapsicológicos
[Ver volumen primero de este Tratado,
Las fuerzas Ocultas de la Naturaleza]
Tales fenómenos en su
totalidad están relacionados con las actividades etéricas de
aquellos Devas llamados ocultamente los Señores del Eter, las
cuales, si bien han sido analizadas y divulgadas en sus
aspectos más objetivos y apreciables, no han sido estudiadas
todavía en la base de sus causas motivadoras; de ahí la
evidente incapacidad de la mayoría de los investigadores en
ese campo de estudio de someterlas a un análisis realmente
profundo y científico. Y, sin embargo, en la base esencial o
productora de tales fenómenos se halla una realidad
tremendamente científica, tal como puede ser aseverado con la
frase esotérica, tantas veces utilizada durante el curso de
este Tratado, substanciación del Eter y cuyas consecuencias
son la conversión del Espacio, si podemos decirlo así, en
Materia capaz de adoptar todas las formas deseadas o
producidas por los estados de conciencia de los hombres y de
todos los demás seres de la Naturaleza. Algunas de tales
modificaciones del éter afectan, debido a su mayor sutilidad,
el cuerpo psíquico o astral de las personas físicamente
predispuestas. Según hemos podido apreciar durante el curso de
nuestras investigaciones esotéricas, las personas acusadamente
psíquicas o astrales y de escaso desarrollo mental están más
propensas que las otras a recibir los impactos astrales en sus
vidas físicas. Según se nos dice esotéricamente, la mayoría de
estas personas astralmente polarizadas y profundamente
psíquicas son unos remanentes de la raza atlante, que por no
haber logrado alcanzar el suficiente desarrollo mental se
rezagaron de aquella civilización y reemprendieron en la raza
aria el trabajo incumplido o escasamente desarrollado en
ciclos anteriores, avanzando con el conjunto de la raza actual
para liberarse de aquellos vestigios psíquicos y desarrollar
convenientemente la mente intelectual. Sea como sea, el hecho
evidente es que un ingente grupo de personas, atlantes o
arias, son exageradamente sensibles a los mundos psíquicos y,
debido al escaso control que tienen sobre sus naturalezas
astrales, son unos elementos idóneos para provocar
inconscientemente la mayor parte de los fenómenos
parapsicológicos registrados y clasificados por los
investigadores en ese campo de estudio.
El investigador esotérico
entrenado en el arte de la investigación oculta comprueba que
todo fenómeno psíquico registrado u objetivizado, es decir,
que haya logrado traspasar la barrera astral e introducirse de
una u otra manera en el plano físico para poder ser
debidamente percibido, analizado y catalogado, obedece al
principia de substanciación del éter y a la consiguiente
creación de esta rara substancia que los parapsicólogos
denominan ectoplasma. El ectoplasma, siendo energía etérica
substanciada puede adoptar todas las formas imaginables, ya
sea en virtud de potentes impulsos emocionales provenientes
del ser humano acusadamente psíquico o bajo el poder del mago
entrenado en el arte mental de la visualización. No obstante,
ningún fenómeno parapsicológico sería posible de no mediar el
tercer elemento, es decir, la vida de los devas
substanciadores del éter sin cuyo concurso no puede ser creada
forma alguna en el espacio, ni obtener tampoco del mismo el
ectoplasma que puede hacerla perceptible, reconoscible y
dinámica.
Las personas que
habitualmente registran tales fenómenos parapsicológicos, es
decir, los médiums, clarividentes, clariaudientes y sensitivos
de tipo astral, debido a su excesiva polaridad psíquica, no
tienen una idea muy concreta de lo que realmente sucede en los
mundos invisibles; ellas se limitan simplemente a registrar
impresiones y no están debidamente capacitadas para
suministrar datos concretos ni observaciones inteligentes
acerca de tales fenómenos. Ha llegado el momento, por tanto,
de introducir el tercer elemento dévico en las averiguaciones
científicas de los verdaderos investigadores dentro del campo
de la Parapsicología, ya que tal conocimiento les llevará en
forma directa y segura a la resolución de la causa productora
de todos los fenómenos psíquicos, sea cual sea su importancia,
capaces de afectar el éter y la sensibilidad emocional de los
seres humanos. El fraguado de cualquier fenómeno paranormal o
parapsicológico, tanto el que tiene que ver con la creación
del ectoplasma, con los ruidos astrales dentro de los hogares,
con la actividad de los llamados duendes o con la
manifestación objetiva del cascarón astral de un ser
desencarnado, ha sido convenientemente explicado en otras
partes de este Tratado. Conviene insistir, sin embargo, sobre
un hecho fundamental y es el de que el plexo solar de los
seres humanos, singularmente de los muy psíquicos, es un
recipiente de substancia astral no liberada la cual, en
determinadas ocasiones y de acuerdo con los estados de
conciencia inferiores, toma contacto con devas de escasa
evolución del plano astral y provoca fenómenos psíquicos
diversos. Un rapto de cólera o una violenta tensión emocional
pueden determinar a veces el fenómeno de materialización
física de alguna definida y no muy agradable forma astral. Ha
habido en este caso una potente reacción de los éteres y una
dinámica expresión de aquel estado de conciencia negativo bajo
la expresión objetiva de un deva o de un elemental constructor
de naturaleza evolutiva muy primaria. Podríamos afirmar desde
el ángulo esotérico, que los fenómenos psíquicos en su casi
totalidad son un resultado de la intercomunicación
humano-dévica, realizada en los bajos niveles del plano astral
con una respuesta ectoplásmica del Espacio, ya que,
esotéricamente, cualquier modalidad de ECTOPLASMA, no es otra
cosa que éter cualificado capaz de adoptar todo tipo de formas
psíquicas en respuesta a cada uno de los estados de conciencia
del Alma humana y como una réplica substancial de todo cuanto
ocurre -psíquicamente hablando- en la vida de la Naturaleza y
de los Reinos en evolución.
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