CAPÍTULO I
GEOMETRÍA ESOTÉRICA
La Geometría es el andamiaje de la imaginación. El Arte y la
Ciencia se complementan geométricamente. Podríamos decir así
que ninguna expresión artística carece de ciencia ni ninguna
ciencia carece de arte, de ahí que todo conocimiento proviene
del íntimo sentimiento creador, no teniendo otra meta la
creación, que inicialmente es percepción, que darle adecuada
forma a la imaginación que surge como efecto de los impulsos
internos. Existe también, por poco que lo analicemos, un
sentimiento de belleza matemática que tiende a la armonía de
las formas y de los números, una elegancia geométrica
-podríamos decir dévica- que puede ser descubierta por
doquier, llegando finalmente a la conclusión de que una
ecuación matemática para ser perfecta ha de tener forzosamente
belleza. La Ciencia de los Números es la Ciencia de la Forma y
no podemos hablar de Geometría Esotérica sin referirnos a la
armonía existente entre ambas Ciencias. Con respecto a esa
Geometría oculta habrá que tenerse en cuenta también que todos
los cuerpos en el espacio se comportan de acuerdo con la
posición que ocupan en el mismo con respecto a otros. Sus
coincidencias y sus conjunciones, es decir, las figuras
geométricas que constituyen en su mutua interdependencia
tienen un significado básico, podríamos incluso denominarlo
kármico, al ser observadas desde determinados ángulos de
visión o perspectiva. La contemplación del Universo desde
nuestro particular campo de percepciones tiene una importancia
considerable desde el punto de vista esotérico y la mecánica
misma de los astros, es decir, sus movimientos apreciables de
rotación y traslación, motivarán en el espacio aquellas
condiciones íntimas que producen nuestros particulares estados
de conciencia.
Creemos que por vez primera, quizás, en los estudios
esotéricos, se intenta enlazar la idea del karma solar,
planetario y humano con la posición geométrica de los astros
en el firmamento. En nuestro caso particular, consideramos al
planeta Tierra como centro de nuestras percepciones y al
Universo entero como un inmenso campo de perspectiva. Yendo al
fondo mismo de esta cuestión podríamos decir que la posición
que ocupe un cuerpo en el espacio en relación con otros
repercute en su propia estructura molecular. Posiciones
similares en el orden estrictamente geométrico engendrarán así
parecidas estructuras atómicas y la forma de un elemento
químico cualquiera variará sensiblemente según sea la posición
que ocupe dentro de su conjunto molecular y sus líneas
geométricas de relación con otros grupos de elementos
químicos. Hay pues una vinculación en el orden geométrico de
acuerdo con determinadas posiciones adoptadas en el espacio
por los cuerpos celestes o por los simples elementos químicos,
siguiendo la absoluta ley de afinidades, cósmicas,
universales, planetarias, humanas y moleculares. Es posible
organizar así la vida manifestada, con todo cuanto ello
presupone, de acuerdo con conceptos estructurales y
disposiciones posicionales y geométricas. De ahí nace
precisamente la idea de “las redes espaciales”, una verdadera
creación angélica, las cuales al parecer y en orden a la
filosofía de la forma o de la geometría esotérica, cubren el
entero Universo y según sus combinaciones estructurales,
vistas siempre desde el ángulo de la propia perspectiva,
determinan ciertos definidos aspectos psicológicos en relación
con los centros de visión o de observación.
Habrá que ir pensando también, de acuerdo con tales
conclusiones, que el establecimiento de jerarquías
espirituales en el orden psicológico vendrá determinado
también por la posición geométrica de unas almas con respecto
a otras, o por el lugar que ocupen dentro de alguna definida
FORMA geométrica adoptada en tiempo y espacio por Aquellas
supremas Entidades psicológicas que denominamos esotéricamente
Logos cósmicos, Logos solares y Logos planetarios, los Cuales,
sin embargo, vienen particularmente condicionados también por
el lugar que ocupen en el Espacio absoluto en relación con
Sistemas estelares de todavía más elevada trascendencia.
Podríamos hablar asimismo, tal como era la concepción de los
grandes Iniciados Druidas, de una geometría de los órganos
dentro del cuerpo físico de los seres humanos y de la misión
kármica de cada grupo de células o moléculas en relación con
el lugar geométrico que ocupen dentro de la totalidad del
organismo.
Siguiendo rigurosamente el supremo dictado del principio
hermético de analogía no nos será difícil hablar de relaciones
kármicas entre órganos y planetas, entre sistemas moleculares
y grupos de Universos y admitir aún, dentro de este cuadro de
relaciones, que cualquier elemento químico, por pequeño que
sea, está en magnética relación con algún cuerpo celeste,
siendo un punto geométrico a través del cual una función
psicológica, de la naturaleza que sea, tendrá oportunidad de
expresarse.
Así, pues, la clave de la expresión universal se halla en la
geometría del espacio, es decir, en la forma geométrica de un
cuerpo y en el lugar geométrico que circunstancialmente pueda
ocupar en el espacio con respecto a la compleja estructura
geométrica dentro de la cual su cuerpo con su particularizada
forma se halla incluido. Y podríamos deducir, además, dentro
de un inacabable cuadro de analogías, que el destino de
cualquier ser, sea cual sea la naturaleza de su especie o su
jerarquía espiritual, viene inexorablemente condicionado por
la forma de su cuerpo físico y por la posición geométrica que
adopte dentro de la estructura social de la cual forma parte.
Esto puede significar también -si nuestras suposiciones son
ciertas- que el Karma como Ley de la Naturaleza es un
resultado de la FORMA que adopten y de la POSICION que ocupen,
geométricamente hablando, la pluralidad infinita de vidas y de
conciencias sujetas al devenir incesante de la evolución. La
misma ley y el mismo orden rigen el comportamiento psicológico
del ser humano, habida cuenta de que éste, sea cual sea su
posición social y evolución interna, ocupa un lugar geométrico
definido en el seno de la sociedad humana o contexto social
del cual forma parte, siendo precisamente este LUGAR el que le
condiciona kármicamente y le obliga a adoptar frente a la vida
y a las circunstancias, un comportamiento psicológico definido
con una serie de reacciones muy singulares y particularizadas
frente al ambiente familiar, social y comunal dentro del cual
vive inmerso. Así, de la misma manera que existe una geometría
del espacio hay que admitir muy lógicamente también que hay
una geometría esotérica que rige el comportamiento humano en
todas sus fases de desarrollo durante el proceso de la
evolución psicológica.
La Ciencia de los Centros
La geometría esotérica tiene que ver mucho, por tanto, con lo
que nuestros estudios ocultos llamamos ciencia de los centros,
la cual cuida del desarrollo y cumplimiento de los chacras
alojados en el doble etérico del ser humano, los cuales son
puertas de entrada en el cuerpo físico de todas las posibles
energías universales. Habrá así, lógicamente, una geometría
particular de los centros de fuerza o chacras, adoptando cada
uno visto clarividentemente, una forma geométrica específica
de acuerdo con el número de pétalos desarrollados, la cual
estará relacionada con ciertos centros cósmicos de los cuales
copiará o absorberá aquella definida forma geométrica. No será
en vano pues que el centro MULADHARA de la base de la columna
vertebral adopte la forma geométrica de la Cruz con cuatro
pétalos desarrollados, que el chacra ANAHATA del corazón tenga
la forma geométrica o mística de un loto con doce pétalos o
que el centro SAHASRARA, el de la cúspide de la cabeza,
aparezca como una montaña de fuego dentro de la cual puede
apreciarse un loto indescriptible conteniendo mil pétalos...
Las energías cósmicas procedentes de centros estelares más
allá de la medida de nuestro entendimiento se proyectan sobre
todos los centros vivos de la Naturaleza, condicionando sus
expresiones y dotándolos de una forma geométrica determinada,
sea la que se refiere a un Plano del Universo, a un Reino de
la Naturaleza, a una Raza humana o a una definida especie
dentro del insondable marco de la Creación.
Hay que tener en cuenta, por tanto, que toda unidad
psicológica condicionante de no importa qué tipo de forma
geométrica, viene condicionada a su vez por la posición que
ocupe dentro de cualquier estructura molecular o social, la
cual es un resultado de la unión y relación de un incalculable
número de unidades geométricas -en realidad minúsculas vidas
dévicas- cada una de las cuales con su particular
idiosincrasia, temperamento y carácter psicológico -si podemos
decirlo asícuyas reacciones totales dan fe de una estructura
determinada, sea atómica, molecular, psicológica o espiritual.
Variará lógicamente la calidad de los elementos básicos o
unidades geométricas de vida definidas esotéricamente como
elementales constructores en uno u otro nivel. Son, en
realidad, la vida de Dios en movimiento incesante de
traslación, en tanto que la forma geométrica de una
determinada estructura tiende, por inercia o por su lento
movimiento de asimilación de las energías, a la ley de
gravitación, cuya cualidad apreciable desde el ángulo oculto
es el movimiento de rotación de los astros. Los dos
movimientos antes descritos adoptan también en el espacio una
forma geométrica idéntica: la ESPIRAL, lo único que variará en
el orden universal es que el movimiento de rotación engendra
una espiral que va de la superficie o del espacio hacia
adentro, el centro, en tanto que el movimiento de traslación,
por el contrario, se proyecta desde el centro hacia el espacio
exterior. La creación de un Universo físico, de un planeta, de
un ser humano o de un chacra etérico se inicia siempre con la
nebulosa cuya forma ESPIRAL gravita hacia un centro espiritual
de síntesis, siguiendo un proceso centrípeta de gravitación y
origina con este movimiento circular que va de la superficie
al centro la fase de substanciación del éter, llevada a cabo
por los Devas, a la cual ya nos hemos referido varias veces
durante el curso de este Tratado y que progresivamente y
después que la fuerza gravitatoria del centro, el SOL, se ha
escindido en otros varios centros gravitatorios menores, los
PLANETAS, con idéntico movimiento en espiral hacia dentro, se
convierte en un Sistema solar. Cada uno de los planetas son
unos centros, chacras o expresiones geométricas de las
cualidades que el Logos solar trata de revelar a través de las
mismas.
Hay por tanto en todo Universo -si es que son ciertas para el
Cosmos absoluto las leyes de analogía que rigen para nuestro
Sistema solar- dos movimientos principales: el de rotación de
cada astro alrededor de sí mismo creando un centro
gravitatorio particular y con ello un tipo definido de
expresión psicológica y singularidad geométrica y otro de
traslación alrededor de un centro de atracción mayor,
llámesele Sol, Constelación o Galaxia que le crea un sentido
más o menos acentuado de dependencia cósmica. En el aspecto
psicológico la fuerza centrípeta o de rotación sobre sí crea
el sentimiento de separatividad o de egoísmo, por el
contrario, la fuerza centrífuga o de expansión hacia un centro
mayor fuera de la propia gravitación despierta, promueve y
desarrolla el sentimiento de unidad y de altruismo y aproxima
íntimamente al astro a su centro de atracción mayor en donde
misteriosamente intuye, presiente o adivina el Espíritu de
Síntesis que está en la base potencial del Cosmos absoluto.
Parecerá extraño, quizás, que hablemos de cualidades
psicológicas al referirnos a los astros que pueblan el
infinito firmamento. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que
en la fase primaria u original de cada cosa se halla una
motivación oculta, un tremendo impulso dinámico e inteligente
que impele a la manifestación. Ahora bien, considérese que tal
impulso dinámico e inteligente no procede de la materia
substanciada mediante la cual todas las cosas fueron hechas,
sino de un Espíritu creador que reúne en Sí todas las
cualidades psicológicas de voluntad, sabiduría e inteligencia
a un grado superlativo de exaltación, al cual no pueden
acceder nuestros más elevados sentidos espirituales, pero cuya
irresistible tendencia es la MANIFESTACIÓN CÍCLICA. La Forma
geométrica se hace eco de tal espíritu de expresión
psicológica y surgen así del Espacio absoluto todos los
cuerpos universales, desde el más pequeño y humilde asteroide
a la más absoluta y trascendente Galaxia. Bien, esta idea
podrá parecer quizás demasiado abstracta. Aplíquese, no
obstante, el principio de analogía; analícense los dos
movimientos universales conocidos como rotación y traslación;
inténtese penetrar en sus remotas causas originales y se
tendrá una idea concreta e intelectual de las trascendentes
realidades cósmicas, una ventana abierta a las insondables
profundidades del infinito Espacio, la cual puede mostrarle al
audaz investigador esotérico las causas supremas de la vida
manifestada, así como los orígenes psicológicos del ser
humano.
El Reino Angélico, El Centro de Equilibrio entre Vida y Forma
Cuando analizamos la relación existente entre la Vida
espiritual y la Forma material, entre la Voluntad de Ser y el
Propósito de Realizar, observamos los fenómenos producidos en
el espacio por las dos fuerzas básicas que rigen el orden
cíclico del Cosmos; hacia adentro, hacia el alma espiritual o
ser inmanente se halla el secreto psicológico de rotación o de
gravitación; hacia afuera, en dirección al Ser trascendente
que llamamos Dios, se halla el misterio psicológico de
traslación o de expansión cíclica. Esotéricamente -y siempre
debo hacer esta obligada aclaraciónse percibe un espacio
geométrico que es externo y otro espacio psicológico que es
interno. Las condiciones que rigen el Espacio -considerado
como una Entidad- son idénticas en los dos casos, pero cuando
hablamos de un espacio geométrico introducimos en nuestro
estudio el factor tiempo, el cual condiciona desde el centro
gravitatorio de todo cuerpo de substancia las cualidades
psicológicas que sólo con el tiempo pueden manifestarse y
llegar a su plena madurez y perfección. Llegará sin embargo un
momento en la vida de todo ser viviente en que el tiempo y el
espacio se equilibrarán adecuadamente y constituirán un
fenómeno único de conciencia, de unidad o de síntesis. Es en
aquel momento solemne en la vida de la Naturaleza, de un
Reino, de una Raza, de una Especie o de un ser humano que se
cumplirá un destino establecido de perfección y se realizará
plenamente un ARQUETIPO, depositario de una Idea de Dios y
contenedor de ciertas elevadas cualidades de Sí mismo. ¿Cómo
ha sido posible tal prodigio? ¿Cómo se ha realizado tal
milagro? Todo en la Naturaleza es un prodigio, todo es un
milagro. Pero ha sido realmente la ley del esfuerzo fustigado
por el sentido infinito de una gran Necesidad Cósmica de
expansión vital el que ha hecho posible que se creara una
síntesis, que se conquistara una Verdad y se diera testimonio
objetivo de una Ley. El principio de analogía hace el resto
mostrándole al investigador esotérico en forma concreta, clara
y objetiva la incalculable serie de procesos concatenados
procedentes de las dos infinitas vertientes de la Vida,
subjetiva y espiritual una y objetiva y material la otra, pero
que igual que dos afluentes del mismo río convergen en la
majestad infinita del insondable Océano de la existencia
universal. El espacio geométrico y el espacio psicológico se
han unido y reconciliado después de inmensos periodos de lucha
y de conflicto y ya jamás podrán marchar por separado, al
menos desde la consideración o punto de vista racional del
hombre. Esta idea podría apuntar seguramente hacia metas más
elevadas todavía, como por ejemplo, la indagación de las
causas supremas de esta acción unificadora de síntesis dentro
de la cual lo inmanente y lo trascendente, la gravitación
hacia adentro y la expansión hacia afuera, la fuerza
centrípeta y la fuerza centrífuga, el ideal y el ARQUETIPO,
tiempo y espacio, etc. han llegado a un augusto Centro de
Cumplimiento universal.
Ahora bien, los factores cósmicos o los intermediarios divinos
que han prestado su colaboración en la magna obra de realizar
un ARQUETIPO, es decir, los Ángeles o Devas, realizaron su
misión equilibrante entre la Vida y la Forma liberando del
seno profundo de los espacios intermoleculares o de las
profundidades misteriosas de los éteres universales, las
energías cósmicas que producen perfección y armonía. Por
ejemplo, en el centro místico de los movimientos de rotación y
de traslación de cualquier cuerpo celeste hay un ESPACIO
eternamente virgen, libre absolutamente de karma, dentro del
cual no opera fuerza gravitatoria alguna, pero que es la causa
promotora del equilibrio universal. Y si extremando la idea
imaginamos, tal como lo hemos hecho ya en otras varias
ocasiones, que tales espacios interespaciales o
intermoleculares no están vacíos, sino que están habitados y
dinamizados por una especie particular de vida, muy diferente
de la nuestra quizás, pero dotada de una increíble y
extraordinaria capacidad de síntesis, el Reino Dévico o
Angélico, tendremos en nuestras manos el elemento supremamente
vital que nos faltaba para poder explicar razonablemente el
misterio creador del Equilibrio universal, abarcando la
totalidad de la Creación divina.
El Arquetipo.
Cuando lo inmanente y lo trascendente de cualquier ser
viviente se han unido o reconciliado en cualquier momento del
tiempo y en cualquier lugar del espacio, se produce un milagro
de rara y espectacular belleza. Platón lo llamaba ARQUETIPO,
la síntesis geométrica de belleza alcanzada por un cuerpo en
la vida de la Naturaleza, mineral, vegetal, animal o humano.
Pero, existe también en el nivel que sea una energía
espiritual que ha logrado redención, siendo psicológicamente
perfecta su expresión a través de aquella bendita forma,
teniendo en cuenta que no puede haber perfección posible en la
vida de la Naturaleza si no se realiza previamente un
equilibrio verdadero entre una razón interna, o propósito
creador, y una manifestación externa por medio de una
cualificada forma geométrica. Tal equilibrio no hubiera sido
posible a no mediar el tercer factor, aquel poder aglutinante
de la energía material y espiritual al que místicamente
llamamos ALMA.
Todas las formas de la Naturaleza poseen un Alma que las dota
de conciencia y de un impulso vital, dinámico e irresistible
que las orienta hacia un definido propósito de redención o, si
Uds. lo prefieren, de perfección. Sin embargo, la redención y
la perfección no constituyen metas rígidas o estáticas, sino
que son antesalas de mayores conocimientos y realizaciones.
Por lo tanto, cuando hablemos de Arquetipos en relación con
las formas geométricas hacemos referencia a un estadio de
perfección orientado siempre a nuevas y más esplendentes
perfecciones. De ahí que la perfección que no constituye un
fin en sí misma sino que es un eterno movimiento hacia más
elevadas realidades, no está condicionada a meta definida
alguna, ya que una vez la Naturaleza ha realizado el milagro
de un Arquetipo, en el nivel, plano, reino o especie que sea,
abre automáticamente la perspectiva de nuevos y más
esplendentes Arquetipos o Modelos a realizar.
El Arquetipo del hombre se halla virtualmente en el ser
ANDRÓGINO, aquél en cuyo centro de conciencia se han fundido o
reconciliado todas las posibles polaridades. Al igual que
ocurre con el misterio de la electricidad, cuyo centro de
equilibrio o reconciliación es la Luz, el Alma del hombre es
el centro de reconciliación entre el Espíritu y la Materia,
entre la Vida divina y la forma geométrica del cuaternario
inferior, entre el propósito de SER y la acción de REALIZAR.
En el centro de la eterna Balanza de la Justicia kármica se
halla el alma del hombre, decidiendo, luchando, sufriendo y
gozando..., hasta que llega un día en que la Balanza se
equilibra, el Espíritu y la Materia ya no luchan entre sí; se
hallan perfectamente integrados en el centro causal del Alma y
se produce entonces aquel fenómeno humano que esotéricamente
se denomina el ANDRÓGINO, la realización perfecta del hombre
que ha consumado su destino. La mente humana ya no lucha ni se
extiende horizontalmente a la búsqueda de conocimiento y su
corazón se halla desapegado y libre de todo deseo. El Fuego de
Kundalini circula libremente entonces por todos los centros
etéricos; alrededor del SUSUMMA, IDA y PINGALA se hallan
perfectamente equilibrados y el Fuego -tal como místicamente
se dice- se ha convertido en LUZ, una Luz que orienta hacia
las más elevadas realidades cósmicas. En tal estado de
realización el cuerpo físico, ya pertenezca a un hombre o a
una mujer, deja de sentir atracciones o estímulos de carácter
sexual. Nada ni nadie pueden afectar ya este equilibrio
estable en la vida de la naturaleza humana y cuando en el
proceso cíclico de la muerte física tal esplendente y
cualificado cuerpo arquetípico ha de ser abandonado, la
conciencia del alma no se refugia en el Devachán, la zona
intermolecular o de descanso angélico en el plano mental, sino
que se fusiona absolutamente con la Mónada espiritual, el
verdadero y único SER del hombre. Si algún nuevo nacimiento
tuviera que producirse en el devenir del tiempo, la Mónada o
Espíritu se manifestaría físicamente sin necesidad de
sujetarse al ordinario proceso de concepción nacido de la
dualidad masculino-femenina que rige para todos los seres
humanos que no lograron todavía su perfección individual, sino
que será realizado por medio de un ímpetu de amor y utilizando
creativamente las fuerzas angélicas del espacio para construir
el Vehículo adecuado a la realización de ciertos nobles fines
que sólo la Mónada espiritual conoce y sirve. A este Cuerpo de
radiante y sublime irradiación que el Iniciado crea con ayuda
de los Devas superiores se le llama esotéricamente LINGA
SARIRE y tiene la propiedad de no envejecer, de estar libre de
enfermedades y de persistir en el plano físico todo el tiempo
que sea necesario para el cumplimiento de la obra jerárquica
aceptada voluntariamente por la Vida infinita de la Mónada
espiritual. Otra de sus propiedades es la de hacerse invisible
a voluntad y de surgir inesperadamente de los éteres del
espacio cuando así conviniere a los propósitos monádicos. Este
Cuerpo, un verdadero TALISMÁN viviente está bajo la custodia
de ciertos Devas de elevadísima evolución que hacen circular
PRANA de las más elevadas regiones del éter a través de cada
uno de sus componentes moleculares, construidos únicamente con
átomos seleccionados del cuarto nivel etérico y que son
atraídos en virtud de un sonido o Mántram especial que
pronuncia el Iniciado cada vez que tiene necesidad de utilizar
su LINGA SARIRE para poder manifestarse substancialmente en el
mundo.
En estas últimas ideas y consideraciones hallarán Uds. no
pocos indicios acerca de la actividad de aquellas gloriosas
Jerarquías Dévicas, denominadas en algunas partes de este
Tratado Esotérico sobre los Ángeles, Señores de los
Arquetipos, Quienes, bajo la suave imposición del Adepto,
construyen los Cuerpos Sagrados o Langas Sarires necesarios
para el cumplimiento de alguna misión especial en el mundo,
siguiendo el criterio universal de la Gran Fraternidad Oculta
que guía los destinos espirituales del planeta Tierra...