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Vicente Beltrán Anglada


"Que el contenido les sea útil y pueda servirles de inspiración en el intento supremo de sus respectivas búsquedas, es nuestra más humilde y sincera plegaria..."
-V.B.A
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AAB-DK: La Revelación de la "Presencia"
[Iniciación Humana y Solar]


     Durante los períodos finales del cielo de encarnaciones, donde el hombre hace malabarismos con los pares de opuestos y que, a través de la discriminación está siendo consciente de la realidad y de la irrealidad, surge en su mente la comprensión de que él mismo es una Existencia inmortal, un Dios imperecedero y una parte de lo Infinito. Cada vez se hace más evidente el eslabón entre el hombre en el plano físico y este Regidor interno, hasta que sobreviene la gran revelación. Llega un momento en la existencia del hombre en que se encara conscientemente con su yo [e100]
real, y sabe que él es ese yo en realidad y no en teoría. Adquiere conciencia del Dios interno, no por medio del oído ni de su atención a la voz interna que dirige y controla, denominada la "voz de la conciencia", sino por medio de la percepción y de la visión directa. Ahora responde no sólo a lo que oye sino también a lo que ve.

        Sabemos que los primeros sentidos que el niño desarrolla son: el oído, el tacto y la vista. El niño percibe el sonido y vuelve la cabeza; palpa y toca; finalmente ve conscientemente y estos tres sentidos coordinan la personalidad. Éstos son los tres sentidos vitales. Le siguen el gusto y el olfato, pero no son indispensables, en la vida y aunque carezca de ellos, el hombre no tiene ningún obstáculo para establecer contactos en el plano físico. En la senda del desarrollo interno o subjetivo, rige la misma secuencia.

     El oído --responde a la voz de la conciencia, a medida que guía, dirige y controla. Esto abarca el período de la evolución estrictamente normal.

     El tacto --responde al control o vibración, y reconoce lo que está fuera de una unidad humana [i114] separada en el plano físico. Abarca el período del gradual desenvolvimiento espiritual, los senderos de probación y del discipulado, hasta el portal de la iniciación. El hombre entra periódicamente en contacto con lo que es superior a él, adquiere conciencia del "toque" del Maestro, de las vibraciones egoica y grupal, y por medio del sentido oculto del tacto se familiariza con lo interno y sutil. Procura alcanzar aquello que concierne al yo superior y al tocar las cosas invisibles, se habitúa a ellas.

     La vista --esa visión interna que se adquiere por medio del proceso de la iniciación y que después de todo sólo es el reconocimiento de las facultades siempre presentes aunque desconocidas. Así como el niño nace con los ojos perfectamente sanos y llega un día en que lo primero que se observa es su reconocimiento consciente de lo que ve, así también ocurre con el individuo que se está desarrollando espiritualmente. El medio para la visión interna siempre existió y lo que puede verse está siempre presente, pero la mayoría de las personas no lo reconocen.

     Este "reconocimiento" por el iniciado, es el primer gran paso en la ceremonia de la iniciación y hasta no trascenderlo se postergan las demás etapas. En cada iniciación el reconocimiento es distinto y puede sintetizarse de la manera siguiente:

     El ego, reflejo de la mónada, es en sí una triplicidad, como lo es todo en la naturaleza. Refleja los tres aspectos de la divinidad, así como la mónada refleja, en un plano superior, los tres [e101] --voluntad, amor-sabiduría e inteligencia activa- de la Deidad. Por lo tanto:

     En la
primera iniciación, el iniciado llega a ser consciente del tercer aspecto, o aspecto inferior del ego, el de la inteligencia activa. Se enfrenta con la manifestación del gran ángel solar (pitri) que es él mismo, el auténtico yo. Entonces [i115] conoce, sin lugar a duda, que esa manifestación de inteligencia es esa Entidad eterna que, a través de las épocas, ha demostrado sus poderes en el plano físico por medio de sucesivas encarnaciones.

     En la
segunda iniciación, esta gran Presencia se ve como una dualidad, y otro aspecto brilla ante él. Se da cuenta que esta radiante Vida identificada consigo mismo, no sólo actúa con inteligencia, sino que su origen es amor-sabiduría. Fusiona su conciencia con dicha Vida y se hace uno con ella, a fin de que en el plano físico, mediante e1 yo personal, esa Vida se vea como amor inteligente, expresándose a sí mismo.

        En la
tercera iniciación, el ego se presenta ante el iniciado como triplicidad perfeccionada. No sólo conoce el yo como amor inteligente activo, sino que se revela también como voluntad o propósito fundamental, con el cual el hombre e se identifica inmediatamente y sabe que los tres mundos no contienen nada para él en el futuro, sólo sirven como esfera de servicio activo, manifestándose como amor para lograr un propósito, oculto durante edades en el corazón del yo. Habiéndose revelado ese propósito, puede entonces colaborar con él inteligentemente y así
madurarlo.

     Estas profundas revelaciones brillan ante el iniciado en forma triple:

     Como radiante existencia angélica, vista con el ojo interno, con la misma exactitud y criterio, análogamente a como un hombre enfrenta a otro. El gran ángel solar, que constituye el hombre real y su expresión en el plano de la mente superior, es literalmente su divino antecesor, el "Observador" que, durante largos ciclos de encarnaciones, se ha sacrificado para que el hombre pueda SER. [i116]

        Como esfera de fuego radiante, vinculada con el iniciado que está ante ella, por el hilo de fuego magnético que pasa a través de todos sus cuerpos y termina en el centro del cerebro físico. Este "hilo de plata" (como se lo llama inexactamente en La Biblia, al describir su liberación del cuerpo físico y la subsiguiente abstracción) emana del centro cardíaco del Ángel solar, vinculando así corazón y cerebro -esa gran dualidad que manifiesta amor e inteligencia en este sistema solar. La esfera ígnea está análogamente vinculada del mismo modo, con. muchas otras que [e102] pertenecen al mismo grupo y rayo. Este hecho concreto demuestra que todos somos uno en los planos superiores. Una sola vida palpita y circula a través de todo, mediante hilos ígneos y es parte de la revelación que el hombre recibe, ante la "Presencia", con sus ojos ocultamente abiertos.

     Como policromo Loto de nueve pétalos, que están colocados en tres círculos alrededor de un conjunto central de tres pétalos herméticamente cerrados, los cuales protegen lo que en los libros orientales se denomina "la Joya en el Loto". Este Loto es de rara belleza, palpitante de vida y radiante, en todos los colores del arco iris; en las tres primeras iniciaciones los tres círculos se revelan por orden correlativo hasta que en la cuarta iniciación el iniciado se encuentra ante una revelación mayor y conoce el secreto de lo que encierra el capullo central. A este respecto, la tercera iniciación difiere algo de las otras, pues por el poder de un Hierofante aún más excelso que el Bodhisattva, se conoce por primera vez el fuego eléctrico del espíritu puro, latente en el corazón del Loto.

     Las palabras "ángel solar", "esfera de fuego" y "loto", ocultan un aspecto del misterio central de la vida humana, pero sólo será evidente para quienes tienen ojos para ver. La significación mística de estas frases gráficas constituirá una celada o motivo de incredulidad para el hombre que [i117] intente materializarlas en forma indebida. En estos términos se oculta la idea de una existencia inmortal, de una Entidad divina, de un gran centro de energía ígnea y del pleno florecimiento de la evolución, y así deben ser considerados.

     En la
cuarta iniciación, el iniciado comparece ante la Presencia de ese aspecto de Sí mismo denominado "Su Padre en los Cielos". Se lo enfrenta con su propia mónada, esa esencia espiritual pura, existente en el plano más elevado, excepto uno, que es para su ego o yo superior, lo que ese ego es para la personalidad o yo inferior.

     La mónada se manifiesta en el plano mental en forma triple, por medio del ego; pero todavía faltan todos los aspectos de la mente, tal como la comprendemos. El ángel solar con quien estaba en contacto, se retira; la forma mediante la cual actuaba (el cuerpo egoico o causal) desaparece y sólo queda el amor-sabiduría y esa voluntad dinámica que es la característica principal del espíritu. El yo inferior sirvió para los propósitos del ego y fue descartado; de igual modo el ego sirvió a los designios de la mónada y ya no hace falta; el iniciado se ve libre de ambos, plenamente liberado y es capaz de entrar en contacto con la mónada, así como anteriormente aprendió a entrar en contacto con el ego. Para las restantes manifestaciones en los tres mundos, [e103] está regido sólo por la voluntad y el propósito autoiniciados y crea su cuerpo de manifestación, controlando (dentro de las limitaciones kármicas) sus propios períodos y ciclos. El karma que aquí se menciona es el planetario, no el personal. En la cuarta iniciación entra en contacto con el aspecto amor de la mónada y, en la quinta, con el aspecto voluntad, así completa sus contactos, responde a todas las vibraciones necesarias y es el amo de los cinco planos de la evolución humana.

     Además, en las iniciaciones tercera, cuarta y
quinta, se hace consciente de esa "Presencia" que encierra en sí esa entidad espiritual, su propia mónada, [i118] y la ve como una con el Logos planetario. A través del canal de su propia mónada ve los mismos aspectos (que esa mónada personifica) en escala más amplia, revelándolo así al Logos planetario, el cual anima a todas las mónadas de Su rayo. Esta verdad es casi imposible de expresar en palabras y concierne a la relación que tiene el punto eléctrico de fuego, la mónada, con la estrella de cinco puntas, que revela al iniciado la Presencia del Logos planetario. Esto es prácticamente incomprensible para el hombre común, aunque este libro fue escrito para él.

     En la
sexta iniciación, el iniciado actúa conscientemente como aspecto amor de la mónada, y es llevado (por medio de su "Padre") a un reconocimiento más vasto; llega a ser consciente de esa Estrella que encierra a su estrella planetaria, así como ésta incluyó antes a su propia y diminuta "chispa". De este modo se pone en contacto consciente con el Logos solar y llega a conocer dentro de sí mismo, la Unicidad de toda vida y manifestación.

     Este reconocimiento se expande en la
séptima iniciación, a fin de que dos aspectos de la Vida una lleguen a ser realidades para el emancipado Buda.

     En forma gradual el iniciado llega frente a la Verdad y a la Existencia. Será evidente para los estudiantes reflexivos, que la revelación de la Presencia tiene que preceder a las demás revelaciones. Esto introduce en la mente del iniciado los conocimientos fundamentales siguientes:

     Se justifica la fe que ha sustentado durante épocas y la esperanza y la creencia se fusionan en un hecho autocomprobado. La fe se pierde de vista y las cosas invisibles son vistas y conocidas, Ya no duda, y por su propio esfuerzo el iniciado se convierte en conocedor.

     La unicidad con sus hermanos queda comprobada, y reconoce el lazo indisoluble que en todas partes lo vincula a sus semejantes. La hermandad ya no es una teoría, sino un hecho [i119] científicamente [e104] comprobado, del cual no puede dudarse, como tampoco de la separatividad de los hombres en el plano físico.

     La inmortalidad del alma y la realidad de los mundos invisibles quedan para él comprobados y establecidos; antes de la iniciación esta creencia estaba basada en una breve y fugaz visión y en firmes convicciones internas (resultado del razonamiento lógico y de la intuición, en gradual desarrollo), ahora se basa en la percepción y en el reconocimiento de su propia naturaleza inmortal, fuera de toda controversia.

     Comprende el significado y la fuente de energía y puede empezar a manejar el poder con precisión y dirección científicas. Sabe de donde extrae la energía, pues ha tenido una vislumbre de los recursos disponibles de la energía. Antes sabía que existía y la utilizaba ciegamente y a veces en forma imprudente, ahora, dirigido por la "mente abierta", la percibe y puede colaborar inteligentemente con las fuerzas de la naturaleza.

     La revelación de la Presencia produce de muchas maneras resultados definidos en el iniciado, y la Jerarquía considera que éste es un preámbulo necesario para ulteriores revelaciones.


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2006-09-28

 

 

 

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