Conferencia
Vicente Beltrán Anglada
[edición en curso]
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La verdad ha de presentarse de tal manera, que convenza sin atar y que atraiga aun sin convencer. Esto sólo puede realizarlo el lenguaje del corazón.
[VBA: Introducción al Agni Yoga, p. 49]
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Conversaciones Esotéricas
Condicionamiento, desapego y libertad
Barcelona, 29 de MAyo de 1981
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Barcelona, 29 Mayo 1981.— Conversaciones Esotéricas: Condicionamiento, Desapego y Libertad. El Trabajo de Desapego en los Tres Cuerpos del Hombre y el Grado de Responsabilidad. La Adversidad del Discípulo en el Mundo. El Sentimiento de Libertad y el Condicionamiento. Micro y Macrocosmos. La Pérdida del Miedo. La Medida diferente en cada uno para llegar al Desapego. Religión y Espíritu Religioso.
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Vicente.— …y habida cuenta que el ser humano se está moviendo en tres dimensiones distintas, pero muy compenetradas, como son el plano físico, el mundo emocional y la mente, cabe decir que al hablar de ciencia de desapego a una humanidad inteligente de nuestros días, (lo que intentamos) es buscar el desapego hacia el mundo de la mente, o sea, de los pensamientos, hacia el mundo de las emociones, es decir, actuando sobre los deseos, y también sobre las sensaciones del cuerpo físico. Bueno, ustedes dirán que esto ya lo sabemos, yo también lo sé, todos lo sabemos, pero no se trata de saber, se trata de aplicar, pues una cosa es el poder y otra es la responsabilidad de este poder. La responsabilidad siempre nace por el discernimiento, fruto del discernimiento es la voluntad y el propósito espiritual de realizar, entonces, cuando hablamos del desapego nos referimos al ser humano inmerso en un mundo conflictivo como el nuestro, dentro del cual todos sin ningún género de dudas estamos adheridos, estamos apegados a acontecimientos, a personas, a ideas, y todas estas cuestiones de tipo nacional, internacional o local, que conturban nuestro ánimo y llenan de complejos nuestra vida. Bueno, esto es muy natural en un mundo en donde se rinde culto a las sensaciones y a la ilusión de los sentidos y al maya de todas las convicciones existentes, y desde el momento en que el individuo se da cuenta en cierta medida de que está apegado a algún hecho personal o acontecimiento, y se da cuenta al propio tiempo que este apego es negativo para su propia evolución psicológica. Empieza la lucha por este descubrimiento del ser inmortal que todos llevamos dentro y que tiene como objetivo supremo la liberación; es decir, que estamos tan limitados a hablar de libertad, una palabra hueca como la palabra Dios, ¿verdad?, porque qué sabemos de libertad, es una palabra, un tópico, y esotéricamente sabemos que los tópicos no nos sirven para nada, y que cuando hablamos de apego nos referimos a la liberación de todos los tópicos existentes, incluida la idea de Dios y la idea de libertad, porque el último apego que tiene el ser humano es el apego a la propia liberación o a la propia idea de Dios o la propia idea de libertad. Desde el momento en que la persona se siente libre deja de pensar en términos de libertad, deja de hablar de la libertad, deja de expresar la libertad como una simple utopía mental. Cuando sucede este raro hecho en la vida de la naturaleza –utilizo muy intencionadamente esta palabra, intencionalmente–, cuando el individuo está inmerso dentro de su propia libertad, que es la libertad del Universo, que es la libertad de la Naturaleza, automáticamente se crea dentro del ambiente social del mundo un centro de revolución. Revolución contra todo lo establecido, y no es que la persona se sienta revolucionaria, simplemente está expresando libertad en un mundo que no la posee, y (en el cual) se produce una reacción contra el hombre que posee esta libertad, y todas las épocas de la humanidad, desde los tiempos de la barbarie primitiva hasta nuestra era técnicamente civilizada, siempre ha habido una reacción del ser humano mediocre, de lo más corriente, contra el hombre superior, y me pregunto si podremos cambiar ese estado de cosas, porque el hombre que se siente libre no lo expresa con palabras, es un centro de radiación espiritual, un centro de radiación de la propia libertad que ha conquistado, y para este individuo no existen tópicos. La utopía ha desaparecido, la idea de Dios se ha convertido en la presencia íntima de Dios, en la conciencia de Dios, si podemos decirlo así, y también a este aspecto esencial en la vida de la humanidad, a la cual se refirió tantas veces Cristo, de que el hombre que se siente investigador esotérico –le damos místicamente el nombre de discípulo– se convierte en un granito de sal en la tierra, le da sabor a la existencia del mundo, de la misma manera que una pequeña porción de levadura hace crecer una gran masa de harina. Así parece ser que es el hombre liberado, el hombre que alcanzó la libertad, y que por haber conquistado esas atribuciones del Ser Supremo está testimoniando la vida de la naturaleza y se convierte, por así decirlo, en el brazo derecho de la humanidad.
Bien, ustedes dirán que eso también son palabras, lo que se trata aquí juntos, pensando y sintiendo en términos de libertad, y no simplemente hablando en términos de libertad, de ver si podemos aproximarnos más estrechamente a esta libertad suprema que constituye la esencia pura de nuestro ser. Seamos conscientes de que paralelamente a la vida social del hombre, a la vida de la actividad cotidiana con sus problemas y dificultades, lo que podemos llamar razones kármicas, existe también otra vida que desconocemos, una vida…, no me atrevo a llamarla espiritual porque es una palabra…, pero existe una porción de vida trascendente que corre a la par de la conducta social, y que aparentemente hemos desligado del devenir de nuestra vida, lo mismo que hace el aspirante cuando separa una porción de su vida para dedicarla a la meditación, no voy en contra de la meditación, estén ustedes atentos a lo que voy a referirme, la persona medita a horas fijas, ha establecido un horario, un ritmo, y se sujeta a aquel ritmo, lo cual definitivamente puede ser una falta de libertad, porque se ha condicionado a un ritmo, en tanto que para mí la meditación es algo consustancial con la propia vida, la flor está meditando, ¿verdad?, el árbol está meditando, está viviendo, la nube que pasa también está meditando, el Universo entero está meditando, el único que no medita es el hombre, (porque) está entregándose a las prácticas de la meditación como si la meditación fuera algo aparte de su propia existencia; ahora bien, qué ocurrirá el día en que el hombre medite las veinte y cuatro horas del día, entonces el día se hace la noche, por así decirlo, (se trata de una vida) que no tenga lugar a fracciones de su propia vivencia, que no establezca diferencia en su vida social y en su vida espiritual, y que todo sea, o una vida plenamente social, o una vida realmente espiritual, pues es la misma cosa. ¿Por qué separamos la vida?, ¿no será porque nos falta libertad? Libertad de acción, libertad de elección, libertad en todos los sentidos, las complejidades de nuestra propia vida nos está obligando a meditar, pero a veces la meditación se convierte astutamente en la añagaza del yo para separarse de sus propios problemas sociales; de la misma manera el hombre social entregado a la lucha social se olvida de la vida espiritual. Entonces, cuando yo hablo de libertad me refiero a este punto de equilibrio que existe inexorablemente entre la vida social y la vida llamada espiritual. ¿Acaso no son la misma cosa? ¿Podemos separar algún fragmento del propio Dios? Si Dios es la totalidad evidentemente no podemos separar ni uno sólo de sus infinitos fragmentos, y nosotros somos fragmentos de esta Divinidad; de la misma manera, y aplicando el sentido íntimo de la analogía, no podemos separar una porción de nuestra vida para hacer algo aparte de lo que es la vida total del día o de la noche, o la total existencia con sus problemas y dificultades y ese momento en que decimos “vamos a buscar la iluminación, vamos a buscar la protección, vamos a buscar a través de la meditación, de la plegaria, o de la oración, un punto de contacto con el Ser supremo”, lo cual parece negar la gran verdad esotérica de que si Dios está en todas las cosas y en todos los hechos, y en todos los acontecimientos, al separar arbitrariamente una fracción de la otra, estamos dividiendo al propio Dios dentro de nuestro propio interior ¿Se dan cuenta? La cosa es muy sencilla. Me pregunto si hemos llegado a este punto rotundo de síntesis dentro del corazón. Dentro del alma existe una libertad de acción que está más allá de toda disciplina impuesta por el yo, y no digo que la disciplina no sea algo natural en la vida de la naturaleza, pues, ¿acaso un ritmo dentro de la vida de la Naturaleza no es un ejercicio o una disciplina que se ha impuesto el propio Dios? ¿Acaso no son disciplinas las estaciones del año, o los meses del año, o los días de la semana, o las horas del día, o las revoluciones de la Tierra alrededor de su eje, o su vuelta alrededor del Sol? ¿Acaso no es una disciplina? Pero es una disciplina sin autoimposición, es una disciplina natural impuesta por el libre ejercicio de la propia voluntad, pues Dios evidentemente en su Universo no prestará más atención a un día que a un año, o a una fracción de su pequeña vida, o de gran vida, con la gran vida que constituye la totalidad del Universo. Es el caso de Krishna y Arjuna, Krishna es la totalidad y Arjuna es el fragmento, y todos cuantos hayamos estudiado el Bhagavad Gita sabremos estas cosas. Pero, ¿qué hemos hecho?, hemos cogido a Krishna, lo hemos metido dentro de la pequeña vida de Arjuna y lo hemos allí limitado, lo hemos condicionado, y hemos dicho “ya poseo a Dios, ya poseo la libertad”, (pero) únicamente se está poseyendo su propio fragmento de la libertad de Dios.
Bien, se trata de algo que aparentemente es filosófico, pero yo creo que es algo social y espiritual al propio tiempo, que constituye parte de nuestra propia evolución, si es que podemos darnos cuenta de esta acción, que no es limitadora, que es el enclave de la propias consecuencias divinas de nuestro corazón. Y, naturalmente, ahí surge el gran problema de nuestra vida, el gran reto de la existencia, el ser o no ser que ha imperado en las mentes de todos los hombres que se preguntaron el porqué de las cosas, el porqué de su procedencia, el porqué de sus actividades en el presente y el porqué del objetivo que nos tiene reservado el propio Dios, lo cual significa que estamos inmersos en un mundo conflictivo donde el karma tiene más potencia que nuestra propia voluntad, y no podemos hablar de libertad en tanto el karma esté por encima de nuestra pequeña noción de libertad. Es verdad, todos estamos dentro de este contexto natural, todos estamos tratando de vivir al amparo de razones esotéricas, de razones místicas, o de razones sociales, como ustedes quieran. Pero, me pregunto siempre si al final de nuestro destino no nos daremos cuenta de que hemos perdido mucho tiempo pensando fragmentariamente en un sector o en otro de nuestra vida, dando quizá más importancia a nuestra posición social, o relación social, y menos importancia quizá al mundo espiritual, o viceversa, quizá habremos asignado a nuestra vida espiritual una importancia superior al propio condicionamiento temporal de la sociedad donde estamos inmersos. Y este es un motivo de gran meditación, si ustedes aceptan ese término sin darle el término que se le asigna arbitrariamente, el de separar un fragmento de nuestro movimiento de cada día para hacer algo que consideramos necesario. Estoy hablando, por cuanto durante muchos años he estado en una escuela esotérica en la cual los estudiantes estaban preocupados por el devenir de sus estudios y de sus propias meditaciones, y estaban lamentándose, arrepintiéndose, sinceramente seguramente, de que no habían podido realizar su meditación en cualquier día del mes y que estaban entristecidos porque entonces no podían establecer como de costumbre su contacto diario con el Ángel Solar, o con el Yo Superior, o con el Alma en su propio plano, lo cual evidentemente es una negación de la propia espiritualidad del ser, por cuanto la meditación es la atención hacia todo cuanto sea realmente importante en la vida. Yo creo que no hay ningún momento en nuestra vida que no sea importante, busquen cualquier momento que no sea importante y díganme ustedes cuál es, y veremos a ver si es verdad, y por qué entonces tiene más importancia el momento en que estoy condicionándome a ciertas técnicas establecidas, o a ciertas autodisciplinas, o a cualquier momento en la vida del tiempo de cada día en que realmente somos importantes frente a la sociedad.
Bien, no quiero continuar porque espero que abramos un diálogo sobre estos puntos, porque siempre he creído que se han acabado los tiempos de las grandes conferencias y de los grandes enunciados de palabras y de razonamientos. Hoy día estamos inmersos todos dentro de un plano de igualdad social y espiritual, y dentro de este plano de igualdad podemos siempre establecer un diálogo cordial, dentro del cual seguramente podamos ampliar comentarios, podamos sentirnos más unidos, podamos vivir más de acuerdo con la propia realidad.
Interlocutor.— Has dicho que en el desapego tenemos una de las puertas para la liberación, entonces hay dos cosas por ejemplo, o sea, dos maneras de enfocar la cuestión, aquel que vive su vida supongamos animal, física, emocional y mental-concreta en el mundo del devenir diario sin ningún apego ni desapego a su espiritualidad, es decir, aquel que vive la vida común del hombre medio de hoy en día, entonces, este ser que teóricamente no se ha preocupado en absoluto de la espiritualidad, este ser que ha vivido prácticamente con suma atención todos los acontecimientos de su devenir diario, este ser de hecho con su desapego apegado, por decirlo de alguna manera, realmente creo que ha adelantado más que aquel que ha tenido un apego, demasiado apegado a su espiritualidad, desdeñando una parte importante de su cotidiana vida.
Vicente.— Exacto. Desde luego, el problema del hombre siempre es que vive en un mundo conflictivo de separatividad, no sólo el hombre corriente sino el hombre investigador esotérico se halla en el mismo caso, quizás se ha extendido el campo de la acción, quizás se ha adelantado mucho en el aspecto reflexivo, en el aspecto meditativo, pero en el fondo existen grandes lagunas en el corazón del hombre investigador también y, naturalmente, llega a un punto en que se da cuenta la persona que se siente apegada a algo, este algo puede ser cualquier cosa. Hay personas que se apegan a un cuadro valioso, hay personas que se apegan a otra persona por motivos o razones de sentimentalismos o de sentimientos, hay personas que se apegan a la idea de Dios, lo cual también es una limitación, por cuanto el apego es el mismo, porque a menos que se demuestre lo contrario, el hecho de que una persona se sienta atada no depende de la cantidad de radiación que tenga su atadura sino del sentirse libre, que no es lo mismo, y la libertad, tal como hemos dicho otras veces aquí, no es cuestión de diámetro sino que es cuestión de esencia, es cuestión de sentimiento creador, es cuestión de desapego constante, porque la mayoría de presos están atados por la atracción hacia algo superior o inferior, no se trata por tanto del problema de si es una cosa o es la otra, se trata lisa y llanamente de que la persona se dé cuenta de si está atada a algo, lo que sea, porque el diámetro de extensión de la cuerda del preso no hace que se sienta menos libre que una persona con menos diámetro de cuerda donde tiene que dar vueltas en la noria de su propio yo, de su propio condicionamiento kármico, ¿verdad?, y esto lo sabemos todos, no podemos decir que no. Es decir, que lo que decimos una jaula, aunque sea la jaula del infinito, el que esté dentro está atado, está limitado, está condicionado, por lo tanto, lo que interesa es darse cuenta si somos libres o si estamos atados, esa es la cuestión principal, y esto debemos decidirlo en cualquier momento del tiempo y en cualquier situación geográfica del espacio, y la pregunta es esta: ¿me siento libre?, es decir, ¿estoy condicionado por algo?¿Se puede medir, entonces, porque tenemos una mente cualitativa, el saber cuál es la proporción dentro de la cual hemos caído o estamos dentro de esta condición kármica o de esta condición espacio-tiempo, por decirlo de alguna manera? Si nos damos cuenta de que estamos atados surge algo triunfante desde el interior, no sabemos lo que es, ¿verdad? Es un impulso irresistible, quizá sea la propia vida de aquello que llamamos Dios, quién sabe, o el Alma, o el Ángel Solar, o cualquier ser aparte de nosotros que por vía infusa nos da la noción del apego en que estamos sumidos. Y automáticamente surge, entonces, el ansia del desapego, el ansia de salir de la cueva donde según Platón estaban aquellas almas que sólo veían pasar imágenes negras, o sombras, porque estaban de espaldas a la luz. Se trata de dar un giro de ciento ochenta grados, empleando un término geométrico. Podemos hacerlo, (se trata) de dar la espalda a la oscuridad y ver la luz, y quizás a un tiempo en que podamos verlo abiertamente seremos conscientes de las sombras o de los apegos que integren nuestra vida, y esto es algo que forma parte consustancial con la idea espiritual que tenemos del Cosmos, y de la constitución septenaria del hombre y de todas estas cosas que hemos aprendido a través del tiempo, teniendo en cuenta que cada uno de los cuerpos deben ser vencidos por el desapego, ya puede ser el plano físico, el cuerpo físico, ya puede ser el cuerpo átmico, en tanto exista atracción. En tanto exista apego, existirá un lazo, y el último de los lazos es el que conduce a la propia eternidad, porque contemplada la eternidad desde el espacio y tiempo es una cosa muy distinta de lo que es en realidad, entonces, cuando el ser humano se ha desnudado de todo prejuicio, de toda complejidad, de todo problema y de todo apego, entonces, sin quererlo ni pretenderlo, espacio y tiempo entrarán en un mágico equilibrio que dará como resultado la eternidad, la experiencia cósmica de su propia eternidad.
Interlocutor.— Una pregunta, hablando de los apegos... (no se entiende)
Vicente.— ¿Apartar del mundo espiritual?
Interlocutor.— Sí.
Vicente.— ¿Por qué?, no se puede apartar si no hay apego. No hay ningún acto en la vida de la naturaleza que no sea sagrado ni sea divino, es el apego el causante. Cualquier acto es importante, pero démonos cuenta si el acto es nacido de un apego o es una expansión del instinto. Hablamos en términos esotéricos, y el término esotérico engloba todas las cosas, si Dios está en todas las cosas, está en todos los actos. Desde este punto de vista, ¿hay un acto mejor que otro?; ahora bien, el otro lado de la cuestión, cuando la persona es instintiva y se siente arrastrada por el fluir de sus pasiones no podemos decir que no sienta apego, está sintiéndose lanzada a una cierta dirección, sea la que sea, y digo, hay que ser muy concretos en este punto, que el impulso reflexivo del místico hacia la Divinidad es tan poco importante ante la vida del discípulo como el resistir el impulso sexual, por decirlo de alguna manera. Pues bien, vamos a ser muy concretos sobre este punto, ¿podemos realizar algún acto de la naturaleza que sea sin estar apegados al acto?, ¿podemos ser tan auténticamente creadores que podamos observar el acto más allá del propio acto?
Interlocutor.— ¿Se puede trasmutar o no en energía?
Vicente.— Yo pregunto si podemos vivir en un punto de distensión tan grande que el acto no tenga importancia, porque no estamos apegados al acto. Dense cuenta de algo muy importante, cuando se habla mucho de espiritualidad es que no hay espiritualidad, cuando se habla de inteligencia, refiriéndose siempre a un alto concepto, podemos decir que no existe gran inteligencia, porque la persona inteligente además de ser inteligente es muy oportuna en sus comentarios, y sabe cuándo debe callar y cuándo debe hablar, lo cual es muy difícil de poner en práctica en nuestros días. Ustedes lo saben.
Para terminar, todo acto que lleve en sí la impronta del deseo instintivo, debe crear forzosamente complejidades y apegos, y todo acto realizado con perfecto desapego, con un gran sentido del desapasionamiento, no puede crear ningún apego, no puede crear ninguna tensión del ánimo, no puede crear ningún problema. Fíjense ustedes, el hombre casto o la mujer casta, ¿por qué son castos?, porque han dejado de realizar un acto que la sociedad, o la cultura religiosa considera como pecaminoso, porque el acto es un… de la piedra de la naturaleza que se entrega con esta fuerza inmensa del espíritu a cualquier acto de la vida social. Entonces, démonos cuenta que todo es cuestión de palabras, como decíamos al principio, y todo es cuestión de argumento, pero, ¿acaso las palabras y los argumentos poseen la verdad? En todo caso, ¿qué es la verdad?, ¿y quién posee la verdad?, ¿y cómo juzgar si no poseemos la verdad?, ¿y si poseemos la verdad por qué vamos a juzgar? Si tenemos la plenitud poseemos las cosas más grandes de la vida y, por lo tanto, estamos más allá y por encima de los conceptos dogmáticos, estamos por encima de las tradiciones y de todo cuanto nos enseñaron desde pequeños y que constituye una bolsa todavía dentro de la complejidad de nuestro propio ser.
¿Podemos ser libres?, es la pregunta. Yo creo que es la pregunta de todos los tiempos, y por insignificante que haya sido la vida de cualquier ser humano siempre hay un punto en el cual se pregunta el porqué de algo; bien, el porqué de algo constituye la esencia suprema del ser, es el punto dentro del cual la razón moral y la razón intelectual deben estar forzosamente equilibradas. Cuando la razón moral y la razón intelectual están en equilibrio surge algo nuevo en la vida del ser, ¿qué es esto?, ¿qué será esto?, ¿no será acaso la libertad?, ¿no será la ausencia total de apegos en nuestra vida de discípulos, o aspirantes espirituales? Es un desafío, ¿verdad?
Interlocutor.— Solamente es preguntarte, según dicen, y yo lo creo, que somos un pequeño universo, y que tiene relación con el gran macrocosmos, un microcosmos. Yo digo: ¿qué relación tiene el macro con el microcosmos?
Vicente.— El macrocosmos y el microcosmos están unidos por la ley de semejanza y por ley de analogía, y desde el principio de las religiones se nos está diciendo que el hombre es la medida de la creación, o que el hombre ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios. Bien, otra cosa más importante todavía, si analizamos un pequeño, un pequeñísimo átomo, vemos que reproduce auténticamente lo que es un universo manifestado; un universo con un sol central y muchos planetas oscilantes, o el pequeño elemento químico, el más insignificante de átomo, dentro del cual hay un sol central: el protón, y varios electrones que circulan a su alrededor y que son los planetas. Y en el hombre tenemos la misma analogía, tenemos que en el universo hay tantos planetas, ¿verdad?, y en el ser humano tantos chakras, o tantos centros, porque cuando hablamos de chakras hablamos de siete chakras, que son los que corresponden a los planetas sagrados, o a estos siete testigos de la Ley de Dios, los Siete Espíritus ante el Trono, o Logos Planetarios; pero, además, ¿qué tiene el hombre?, tiene el hombre además otros centros por desarrollar que deben totalizar doce, conocemos siete todavía faltan cinco por desarrollar, igual que en el Universo faltan cinco planetas todavía para el doce de la perfección si nos atenemos al Universo cíclico zodiacal.
En fin, la analogía está por doquier, y la persona que halla la relación que existe entre las doce constelaciones del zodíaco, entre los doce trabajos de Hércules, que es el ser humano, entre los doce discípulos de Cristo, y entre los doce pétalos del chakra cardíaco del corazón, le darán su poder, la medida justa de lo eterno, porque es por el amor que será salvado el hombre, es por el corazón que por ley de semejanza se abrirá a los espacios infinitos, a los espacios cósmicos de la Divinidad.
Interlocutor.— El desapego se podría comparar con el no-egoísmo, por supuesto, luego quizás podrás exponer un poco a lo que ha dicho antes Jose María, el hecho, creo yo que no está en el hecho sino lo que pones en él, si en ese hecho es por egoísmo o por tus propios fines, eso no puede ser bueno, porque el resultado no es bueno, sin embargo, si lo haces con desapego, por amor a esa persona, por un montón de cosas que pueden entrar en esto, entonces el resultado es bueno, es positivo, eso es desapego, entonces igual a no-egoísmo.
Vicente.— Bueno, el desapego también podríamos decir que el ser humano en aquel acto ha amado tan extraordinariamente que se ha liberado del apego, de los sentidos, de la acción mental, o bien del conflicto emocional. Lo que pasa es que todo el mundo busca escapatorias para algo, para un pequeño problema del alma, yo pregunto solamente una cosa: ¿somos capaces de amar tan intensamente a otro ser para que a través de las relaciones con nuestro ser podamos liberarnos del apego, o del desafío a nuestra conciencia? Decidamos en consecuencia. Yo digo que a la vista del Maestro –para no ir hablando de Dios– no existen actos buenos y actos malos, existen actos con apego, o egoístas, y actos que no son egoístas, son altruistas y, por lo tanto, con desapego, pero hasta el momento presente y después de haber estudiado mucho todas las cosas de la vida, de fijarse una persona en todos los detalles de la existencia, llega a la conclusión de que la única fuerza capaz de liberarnos del apego es el amor, ahora bien, no vayamos a decir el amor a esto o a otro, me refiero al amor en sí, con su cualidad infinita de verbo, no con ningún adjetivo. Todos decimos “yo amo esto” o “amo lo otro”, ya estamos perdidos dentro del conflicto de las palabras y dentro del conflicto de los actos, y la persona que tiene conflictos con los actos o con las emociones no puede ser una persona libre, hemos iniciado nuestra pequeña perorata hablando de libertad y continuamos hablando de libertad.
Interlocutor.— Todos tenemos apegos, o sea, tenemos un apego a todas las cosas, y queremos ser libres, pero cuando nos acercamos un poquito a esta libertad también tenemos mucho miedo de perder la libertad. Entonces, ¿cómo realmente podemos ir caminando?
Vicente.— Pues bien, yo creo que deberemos afrontar el miedo, y todo el mundo tiene miedo. Dense cuenta que las grandes religiones que poseen muchos fieles o creyentes muchas veces lo son por miedo, porque me acuerdo que cuando estudiaba en la Escuela de Guerra, nos decían..., además de decir que la guerra es una lucha de voluntades, que el miedo del soldado en el campo de batalla es siempre porque no tiene contacto de todo. La experiencia nos ha mostrado que cuando han puesto a una persona de escucha, en un pequeño grupo de escucha, un poco aislado, se ha dado el caso de morirse una persona de miedo, lo cual no sucede cuando están en contacto codo a codo, que ves al compañero, que puedes hablar con él, y la persona es la misma, y esto ya es un símbolo de apego; significa que tenemos miedo a algo, al razonamiento del enemigo. ¿Cuál es el enemigo en este caso?, el soldado tiene ante sí al enemigo, el que sea, desgraciadamente existen enemigos, o se sienten enemigos los unos de los otros. Pero, cuando el enemigo es el propio ser, dense cuenta, el propio ser, el miedo es todavía mayor, porque nunca sabremos por donde vendrán los tiros, hablando de manera simbólica. Por otra parte, cuando hablamos con apego pensamos “qué sucederá cuando no tenga la persona que yo amo”, o “qué sucederá cuando no tenga esto que yo poseo”, y esto puede ser muchas cosas, puede ser un valor cuantitativo en el mundo de los negocios, en el mundo social, o puede ser algo cualitativo que tiene relación con la vida del espíritu. El problema es el mismo, es el caso de la persona que se siente atada a un metro y otro a un kilómetro, ¿cuál se sentirá más preso?, ha aumentado la cantidad de espacio por el cual el preso podrá circular, la jaula es más grande, el pájaro es el mismo. El sentido de libertad es el que conviene despertar dentro de la persona, sea cual sea su condición social, sea cual sea la extensión de su jaula o el límite de la cuerda que lo está enlazando a... Entonces, cuando hay miedo, ¿qué habrá que hacer?, pues habrá que afrontar el miedo. No podemos vivir siempre reculando o yendo por los lados, por los flancos, a la verdad hay que buscarla de frente, y yo creo que en el desarrollo del sentido de valores que constituyen el apego en cualquier parte de nuestro ser, existe siempre un problema de miedo, y ese problema de miedo en el fondo es el que ha creado en las personas el sentimiento profundo de veneración a una causa que desconocen. No ha sido el amor a Dios lo que ha movido a las almas hasta ahora, ha sido el miedo al destino, incapaces de medir el miedo, o de vencer el miedo. Hemos suplantado a nuestro ser, le hemos puesto un sucedáneo, si me permiten esta expresión tan aparentemente inadecuada, ¿y qué ha sucedido?, que entonces el problema se ha agudizado, se ha perpetuado en el tiempo, y, entonces, en tanto ha subsistido el miedo, lo cual significa que tenemos siempre un intermediario que está abogando por nuestra causa ante el Dios hacedor, estamos perdiendo la libertad espiritual con la cual Dios nos dotó a todos en el momento de nacer, y del cual tan poco uso hemos hecho. Es decir, el miedo siempre coarta nuestra libre acción ante la vida, ante cualquier problema social, ante cualquier problema psicológico, ante cualquier problema en nuestra vida cotidiana. El miedo es la causa suprema de que el hombre se sienta preso dentro del conflicto de sus razones morales y de sus razones intelectuales.
Leonor.— Yo quería decir de lo que estás diciendo, que para poderlo hacer efectivo casi debería cambiarse el concepto de la Divinidad, que dentro de miles y miles de años venimos, digamos, soportando, o siguiendo, porque desde que hubo la escisión del, digamos, ser humano en dos, siempre hay apego para algo, porque siempre una mitad busca a la otra mitad. En este aspecto yo no voy a emplear el término masculino y femenino, esto en primer lugar, pero luego es esta falta de la compañía, este algo que también a través de una educación falsa de todos los tiempos, desde el principio de esta civilización, y de esto no culpo a ninguna religión, porque en todo caso podríamos culparlas a todas, pues resulta que nadie nos ha enseñado, que venimos solamente para pasar. Nadie nos ha educado para nacer, vivir y morir, y que somos eternos en algún nivel, en este caso no habría ni miedo, ni el aspecto emocional nuestro estaría tan atado a esta búsqueda de la otra parte de uno mismo, a este aspecto de esta soledad que muchas veces las personas llevan dentro, aunque tengan la otra partida, porque esto es aparte, pero el resultado creo yo que ya es de un principio de esta civilización. Esta civilización puede tener un millón de años, esta clase de civilización porque desconocemos las otras, pero en esta parte ya hay miedo, el miedo a encontrarse solo, el miedo a no encontrar la otra parte de si mismo, el miedo a no tener una familia, el miedo, en fin, a contener los hijos, y el miedo a la muerte. Todo esto ha sido proveniente de una falsa educación desde el principio en que el ser humano quedó escindido en dos, repito, así no se puede tampoco llegar a esta totalidad de equilibrio, o sea, subir desde el mundo de las ideas a eliminar los aspectos emocionales que nos llevan hacia esto, que nuestros genes vienen soportando y vienen aumentando de generación en generación. Por lo tanto, creo que ha de ser desde el mundo del pensamiento, de la inteligencia, de las ideas, llegar a tener una mente sana para poder dominar los aspectos emocionales, pero, no estar apegado a nada, primero hay que tener no un sustituto sino una realidad tan tremenda que el ser que pueda estar libre de los aspectos emocionales es un genio que no podría vivir entre nosotros. Creo yo. No sé si es que yo me equivoco, o bien te lo dejo para que tú expliques lo que quieras.
Vicente.— Bueno, estamos hablando de la ley del apego, yo digo una cosa muy importante, decimos que son las condiciones del mundo las que están llevando al individuo a seguir ciertas normas definidas de acción basadas en el miedo. Yo digo, por lo contrario, que no es verdad, que la sociedad está constituida por individuos, y tal como sean los individuos así será la sociedad. Si el individuo tiene miedo la sociedad tendrá miedo, esto es “incoartable”. Es la verdad, porque una sociedad siempre está compuesta de unidades individuales, ahora bien, el problema del miedo puede ser de muchas clases, puede ser el miedo a perder un empleo, puede ser el temor a Dios, como se dice místicamente, puede ser el miedo a perder a mi compañera o a mi compañero, a mi padre, a mis hijos, puede ser el miedo a perder en mis negocios, pero el miedo siempre es el miedo, es el mismo miedo irracional, fíjense ustedes, ... (corte de sonido)… viene sustentando a través del tiempo. Podemos hablar también del miedo irreflexivo que pertenece a la naturaleza animal, un animal tiene miedo porque es irreflexivo; el vegetal también tiene miedo, y así lo ha comprobado la ciencia, que tiene sentimiento la planta, por ejemplo, y el mineral tiene miedo, lo cual puede ser comprobado cuando se da un golpe fuerte a un metal. Las personas que tienen clarividencia quedarían asombradas si pudieran penetrar en el misterio del miedo en todos los reinos. Pero, amigos míos, estamos hablando del ser humano, si bien hay una justificación en el reino mineral, en el vegetal y en el instintivo e irreflexivo animal, no podemos tolerarlo en el ser humano, porque ha nacido precisamente para liberarse del miedo, porque hablamos de libertad, amigos míos, dense cuenta, todo el rato estamos hablando de libertad, y si hay miedo, ¿cómo podemos hablar de libertad? Entonces, ¿cuál es la causa del miedo? Bien, es el apego, y ya estamos al principio de la conversación. Por lo tanto, los Maestros de la Jerarquía cuando están educando a los discípulos dentro de sus ashramas les están tratando constantemente sobre la necesidad de que pierdan el miedo, y el miedo se pierde cuando cualquier acontecimiento que causa miedo es enfrentado con una mente indesviable, de frente, sin paliativos, no buscando los flancos sino de frente, pero nunca lo hacemos, ¿verdad? Cuando hay un problema lo esquivamos, y buscamos el apoyo de cualquier tipo de religión, de creencia organizada, o de esoterismo, o incluso cualquier tipo de yoga o de meditación, ¡y tan fácil que es enfrentar un problema! Entre nosotros el problema, o, es decir, entre el sujeto y el objeto siempre hay un sucedáneo, un intermediario, el que sea. Pues bien, el miedo existe en tanto exista el intermediario. La pregunta es esta: ¿podemos liberarnos del intermediario?, sea el que sea, pues cuando el intermediario ha desaparecido nos damos cuenta de que no hay problema, el problema la mayoría de las veces se acentúa o no tiene solución porque existe un miedo irreflexivo hacia el problema, de la condición y clase que sea. Y hablamos en términos muy psicológicos, vamos a dejar el aspecto esotérico, hablemos en términos psicológicos: el miedo mueve las almas, y como las almas no pueden acoger en sí mismas la fuerza necesaria para vencer el problema que les causa temor, buscan el intermediario, el sucedáneo. Decíamos anteriormente que la persona tiene que afrontar sus problemas como objetivo máximo de sus meditaciones, y hemos dicho también que cada una de las horas de nuestros días, mejor dicho, cada instante de nuestra vida, debe ser visualizado sin temor, abiertamente, porque si empezamos cuando nos levantamos a vivir muy observantes sobre cuanto ocurre dentro y fuera de nosotros, llegará el momento en que enfrentemos el problema de una manera tan natural que el problema, no hallando resistencia, tendrá forzosamente que desvanecerse. La raíz del karma está en el temor, y lo que se busca a través de la liberación del temor es la libertad, el apego es el temor y es también el karma. Como somos personas que pensamos, hasta cierto punto, en profundidad, debemos darnos cuenta de que desde el mismo momento en que creamos algo entre nosotros y lo que pasa, lo que viene a nosotros impulsado por Dios, por la fuerza de la vida, tendrá forzosamente que crear dentro de nosotros una revolución, un impulso no ejercitado, que nos creará tensiones, complejidades y problemas, y enfermedades, porque no hay ninguna enfermedad cuya base no sea psicológica o psíquica. No podemos hablar solamente de enfermedades... El curador, el médico del futuro y del presente debería ser la razón, deberá tratar las enfermedades psicosomáticas buscando en el cuerpo y al mismo tiempo las condiciones que imperan sobre este cuerpo, lo cual hará que el individuo, el médico, se introduzca en el campo de la psicología. Y me pregunto si puede ser médico una persona que no sea psicóloga, o puede ser esotérica una persona que no sea psicóloga, o puede ser sacerdote una persona que no sea psicóloga. Es imposible, porque el psicólogo está mirando las cosas a través de su propia visión interior, no se deja afectar por las cosas que pasan, ve las cosas en su justa dimensión y en esta justa dimensión se encuentra la liberación del problema; es decir, si estamos observantes, en una atención formidable, siempre, en todos momentos, no habrá tiempo para emitirse un comentario acerca de cualquier cosa y, sin embargo, siempre estamos haciéndonos comentarios y autopreguntándonos, y cuando llega la noche, naturalmente, tendremos que recapitular todo cuanto hayamos hecho durante el día, y lo hacemos porque no estamos conformes con lo que hemos hecho, porque desde el momento en que estoy de acuerdo con mis actos la recapitulación no tiene importancia. Es decir, no hay razón, hay un silencio en la mente, la mente está desahogada, está libre, no tiene problema ¡Ah!, pero, ¿por qué recapitulamos?, ¿por qué intravisualizamos?, porque hay áreas oscuras dentro del ser, y el Maestro dice: “pues observa estas áreas a ver qué es lo que pasa”, y entonces el estudiante, el investigador, el discípulo, está en la cámara secreta de su corazón observando cuanto ha ocurrido durante el día, lo cual repetirá porque está hecho, porque no quedará ni aun la posibilidad del propio remordimiento, porque de qué sirve el remordimiento de algo que está hecho. ¿Se dan cuenta de lo sutil que es la vida interior? Cuando estamos enfrentando un problema hay que estar tan serenos como lo estamos en un momento de gran plenitud espiritual, el momento es el mismo, han cambiado las circunstancias, y entonces con este sentir tan profundo, con esta mente tan abierta, nos daremos cuenta exacta de lo que hay que hacer sin tener que pasar por el terrible dilema de la elección, –¿hago bien, hago mal?, ¿es esto o es lo otro?– que siempre nos conduce a buscar los intermediarios.
Repito, estamos hablando muy psicológicamente, y todos somos personas que de una u otra manera hemos buscado el sentir íntimo de la verdad dentro del propio corazón, pues de no ser así no estaríamos aquí.
Interlocutor.— Actualmente en los hospitales hay infinidad de personas, que las que no tienen males físicos, los tienen mentales, y los que no los tienen psíquicos. Es posible que la mayoría de estos males les provengan a estas personas de no afrontar realmente y de una vez esta búsqueda de la libertad, este temor degenera en una enfermedad mental, emocional, y últimamente física, pero también estará de acuerdo, creo yo, que como las manzanas en un manzano no llegan al punto de madurez en el mismo instante, es probable que existan muchas personas que tengan que pasar por unas pruebas que originen que llegue a haber en ellos mismos esta visión de la realidad, que siempre es, pero no está ante sus ojos, y a través de este paso hacia abajo, dijéramos, llega un momento que son conscientes de aquella realidad. Por ejemplo, si una chica quiere a un chico y llega a originar una frecuencia que lógicamente no sea más real, pero aquello ha de generar realmente y ha de dar una frecuencia en la onda en que ella misma nada más es posible expresarse, o sea, que recogeremos exactamente el fruto que aquel árbol está hecho; o sea, el manzano llegará a darnos un manzano y no un melón. Esto es lo que yo quiero que usted analice.
Vicente.— Bueno, pero lo que tú has dicho es más que nada el sentido de jerarquía, un árbol, como tú dices bien, no madura todos sus frutos al mismo tiempo, y hay razones de tipo cíclico y kármico dentro del propio árbol, como tampoco las cualidades del ser están en el mismo nivel y en cualquier momento determinado del tiempo y del espacio, o dentro de la humanidad, o si estamos… unos están más maduros que otros seguramente, y otros más verdes que otros también, por lo tanto, todo esto y el mismo árbol es esto que nos está aconteciendo aquí, pero, naturalmente, aquí lo que podemos decir es que la persona, y quizá todos los que estamos aquí tenemos problemas superiores de conciencia y no simple razones timoratas como ocurre con la gente corriente, sin ningún afán peyorativo. Entonces, es lógico que los que estamos aquí, y aclaro que yo tengo que hablar de los que están aquí, ¿verdad?, no me interesa la gente en el sentido que se da a la palabra masa, sin afán peyorativo, hay siempre personas que responden a un estímulo, yo hablo de ese estímulo espiritual para todos ustedes que están aquí, y soy consciente de que hay personas que no pueden recibir esto que estamos diciendo aquí, y que, por lo tanto, estarán sujetas a otras tensiones, diferentes de las nuestras, pero cuando hablo ya en un sentido general, siempre digo que hay personas que están enfrentando problemas de miedo o de apego hacia cosas físicas, y hay personas que las tienen a niveles emocionales, que es la mayoría, incluidos nosotros, y una minoría muy selecta, recalco esto muy intencionadamente, solamente una minoría muy selecta tiene preocupaciones de tipo mental. Creo que de toda la gran masa de la humanidad genérica, solamente un cinco por ciento tiene la mente evolucionada para pensar en grandes proporciones, y en cambio hay una considerable cantidad de personas que están sintiendo los efectos del mundo emocional y que, por lo tanto, están más sujetas al miedo que otras personas, porque una persona que tenga miedo a una cosa física es una cosa, pero la persona que esté constantemente inmersa en los problemas emocionales, y que el problema emocional le haga sentirse temerosa y falta de audacia y de valor, es un caso corriente, porque según se nos dice ocultamente la gran mayoría de investigadores espirituales están todavía inmersos dentro del mundo emocional, y que solamente, como en el iceberg, una pequeña parte de su conciencia emerge mentalmente buscando la luz, la orientación, pero claro es también a través de esta pequeña orientación en la cúspide del iceberg lo que hará posible que el contenido emocional salga a flote a la luz también y pierda el miedo. Pero el miedo que tiene el ser irracional, instintivo, que teme a las cosas físicas como las enfermedades, o la persona, el aspirante espiritual, que está inmerso en problemas de tipo emocional, o la pequeña cantidad de personas que tienen ciertos miedos de origen desconocido en las partes profundas de su ser y manifestadas a través de la mente, constituyen la totalidad de la humanidad. Si pudiéramos decirlo, constituyen el árbol de la vida con sus raíces instintivas, sus razones emocionales, el tronco, y la copa del árbol que será la parte mental. Siempre he dicho que psicológicamente consideramos el árbol como el símbolo del yo, de la personalidad, entonces, en cada uno de los substratos del árbol, o del ser, hay miedo, solamente no tiene miedo la persona que ha rebasado la copa del árbol, y claro, habría que pensar ahora en términos abstractos completamente para llevar la mente a una dimensión en la cual no existe el razonamiento, lo cual es muy difícil, porque cómo podemos explicar aquello que está más allá de la expresión hablada, o del razonamiento o concepto intelectual. Se trata simplemente, pues, de vivir en una atención formidable hacia todo y hacia todos, sin justificarnos y tampoco condenarnos; es decir, el miedo siempre nos lleva en dos direcciones, hacia el aplauso o hacia la condena, me pregunto si seremos capaces de situarnos el miedo entre el encontrar en que todo cuanto hacemos está bien, o la autocrítica constante de decir que todo lo hacemos mal. Solamente desde el centro de este equilibrio hay una parcela misteriosa en donde no existe miedo, es la Ciudad Santa o es el Santa Sanctorum del corazón. Hay que hallar este punto nosotros para no sentir miedo, para afrontar la vida sin reacciones y sin ninguna condición posible de la mente, de la emoción, o de la conducta.
Interlocutor.— Hay que decir que igual que el trigo necesita la paja, igual que el hombre necesita a sus padres, él necesita un intermediario para que en la vida exista, entonces, es muy lógico que la gente busque este intermediario, porque realmente la naturaleza le está explicando que hay un intermediario.
Vicente.— Es lógico que una persona busque el intermediario justo en un momento apropiado, ¿podemos hacerlo? Dense cuenta de la cuestión, todos estamos condicionados por la familia, los padres nos dan una educación de acuerdo con sus conocimientos y con sus voces, después viene una condición que es la escuela, los profesores y, naturalmente, los profesores están inmersos dentro de una sociedad en la cual impera la religión, tendrán que ser religiosos por fuerza. Hay muchos impactos en la vida del hombre. Si se trata de una educación muy laica, ¿qué pasará entonces?, el extremo opuesto, nada de religión, ¿verdad? Bien, yo digo que hay que situarse en un punto, de acuerdo con lo que decimos, en que el laicismo y la espiritualidad religiosa lleguemos a un punto de equilibrio, porque el hombre que no tiene ninguna religión –le llamamos el hombre que está más allá de las ideas religiosas– no está precisamente en la verdad, porque el hombre es religioso en esencia; ahora bien, cuando hablamos de religión, decimos religión tal o cuál, y hay muchas religiones en el mundo, pero yo no hablo de ninguna religión. Yo hablo del espíritu religioso del hombre, que no es lo mismo, porque el espíritu religioso del hombre, su capacidad de interpretar los juicios divinos a través del corazón, no es cosa de la religión, es cosa de su propia evolución espiritual. A esto me refiero exactamente, significo con ello, que si la persona se halla en el centro de las razones morales y de las razones intelectuales, puede que halle un punto, digamos, de coincidencia, en que ambos puntos de vista se estrechen dentro del propio corazón, lo cual significa que sin dar opción a ningún intermediario se ha liberado del conflicto de los opuestos, pero ha sido siempre en virtud de un acto de amor, o de un acto de equilibrio cósmico. No ha sido por un razonamiento intelectual, no ha sido tampoco por un razonamiento moral de hay que hacer esto porque lo dice la iglesia o lo dice la religión, ¿verdad? El hombre es bueno con o sin iglesia. Entendamos este punto de vista, somos buenos, lo somos porque Dios está en nosotros, ¿verdad? Me refiero a esto exactamente. Entonces, si yo poseo una libertad que he conquistado –no hablo de mí, naturalmente, hablo en general– en virtud de un equilibrio de los opuestos, en la fusión de los opuestos surge una llama viva que es libertad, estamos hablando de libertad constantemente, ¿y cuántos de nosotros hacemos conciencia de esta llama dentro del corazón que llamamos libertad? A esto me refiero simplemente. Digo otra cosa, estamos aquí quizás por razones intelectuales o esotéricas, o quizás estemos aquí por razones morales o esotéricas también, y me pregunto si de entre todos nosotros, los que poseemos razones intelectuales acerca de la verdad, o de aquellos otros que poseemos razones espirituales acerca de la misma verdad, no podamos crear un punto de equilibrio, y esto lo estamos realizando constantemente. Hay una paz, ¿verdad?, hay una plenitud, hay un sentido de valores que están más allá del tiempo y del espacio; bien, cuando estamos en estos momentos, ¿qué hay en nuestro interior? No hay paz, y cuando hay paz, ¿dónde están los intermediarios?, ¿dónde está el conflicto de la elección?, ¿dónde está el razonamiento intelectual o el razonamiento moral?, no existen, ¿verdad? Pero existe paz, ¿verdad?, y para mí esto es importante. Y vamos ya ha hacer la meditación final.
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Conferencia Vicente Beltrán Anglada
Barcelona
29 de Mayo de 1981
Digitalizada por el Grupo de Transcripción de Conferencias
7 MArzo 2008
Editada por el Centro de Estudios VBA (en curso)
31 Octubre 2008
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