EL PROBLEMA DEL CAPITAL, EL TRABAJO Y LA OCUPACIÓN
(extraído de Los Problemas de la Humanidad)
[e71] [i66] HOY nos hallamos excepcionalmente en los albores de una era económica totalmente nueva. Esto es cada vez más evidente para las personas que piensan. Debido al triunfo de la ciencia -la liberación de la energía del átomo- no puede vaticinarse ahora el futuro del género humano ni cuál será la civilización venidera. Los cambios inminentes son tan trascendentales que los viejos valores económicos y las conocidas normas de vida tendrán que desaparecer, y nadie sabe qué los reemplazará.
Las condiciones se alterarán básicamente, en lo que concierne al empleo del carbón y el petróleo para el alumbrado, la calefacción y el transporte, ¿quizás no llegarán a ser innecesarios en el futuro estos dos recursos naturales del planeta? Las condiciones se alterarán fundamentalmente. Éstos son dos ejemplos de los cambios fundamentales que el empleo de la energía atómica puede traer al futuro vivir civilizado.
Dos problemas principales pueden surgir de este descubrimiento -uno de carácter inmediato y el otro a solucionarse en el futuro. El primero atañe a esas personas cuyos grandes intereses financieros están vinculados con los productos que reemplazarán inevitablemente al nuevo tipo [e72] de energía, pues ellas lucharán hasta el final para impedir que otros se beneficien con las nuevas fuentes de riqueza.
El segundo creará el constante problema de liberar el poder humano de las agotadoras tareas que realiza y de las intensas jornadas para satisfacer las necesidades de la vida. Uno es el problema del capital, el otro, el del trabajo; uno es el problema del control establecido [i67] por los intereses esencialmente egoístas que han dominado durante tanto tiempo la vida de la humanidad; el otro es el problema del descanso y su empleo constructivo. Un problema concierne a la civilización y a su funcionamiento correcto en la nueva era, el otro a la cultura y al modo de emplear el tiempo libre en forma creadora.
No tiene objeto profetizar cómo se empleará la tan poderosa energía liberada hasta ahora para ayudar al hombre. Su primer empleo verdaderamente constructivo ha sido para dar fin a la guerra. Su aplicación constructiva en el futuro está en manos de los hombres de ciencia, pero deberá ser controlada por los hombres de buena voluntad de todas las naciones, energía que debe ser protegida de los intereses monetarios, aplicada definidamente a actividades de paz y utilizada para desarrollar un nuevo y más feliz mundo. La ciencia tiene ante sí un campo totalmente nuevo de investigación, en el cual ha deseado penetrar desde hace mucho tiempo. En manos de la ciencia este nuevo poder está mucho más seguro que en las del capital, o en las de quienes sólo quieren explotar este descubrimiento para aumentar sus ingresos. Está también más seguro en manos de las grandes democracias y de las razas anglosajona y escandinava. Sin embargo, no podrá permanecer en tales manos indefinidamente. Otras naciones y razas descubrirán el "secreto de su liberación"; por lo tanto, la seguridad futura de la humanidad depende de dos cosas:
1. De la constante y metódica educación de los pueblos en las correctas relaciones humanas y en la práctica [e73] del espíritu de buena voluntad. Esto traerá la total transformación de los actuales regímenes políticos, los cuales son en su mayor parte esencialmente nacionalistas y egoístas en su planificación y propósitos. La verdadera democracia, sólo un sueño actualmente, estará fundada en la enseñanza de la buena voluntad.
2. De la educación de los niños en el futuro, a fin de inculcarles el principio de la unidad humana y enseñarles que los recursos del mundo deben ser empleados para bien de todos.
[i68] Algunos naciones, debido a su carácter internacional y a la multiplicidad de razas que las componen, son normalmente más incluyentes que otras en su modo de pensar y planear, es decir, que están más propensas que otras a pensar en términos de la humanidad como un todo, y son: los Estados Unidos de Norte América, la Comunidad Británica de Naciones y las Repúblicas Socialistas Soviéticas Unidas. Muchas naciones y razas constituyen estas tres Grandes Potencias -triángulo central en el corazón del mundo futuro. De ahí su oportunidad para guiar al género humano en esta época y su ingénita responsabilidad para actuar como dirigentes del mundo. Otras razas no poseen tal capacidad inherente; por ejemplo, no son buenas colonizadoras, siendo en cambio más nacionalistas y explotadoras de las "razas sometidas". Para estas tres Grandes Potencias el impulso condicionador necesario ha sido fusionar en un todo unido los diversos elementos que componen sus ciudadanos. La intención fundamental de los Estados Unidos es el bienestar de todos dentro de su respectiva jurisdicción nacional, y el "logro de la felicidad" es una expresión familiar de esta finalidad. El principio fundamental que inspira a los británicos es justicia para todos; el móvil en las Repúblicas Socialistas Soviéticas deberá ser correctas condiciones de vida, oportunidad para todos y la nivelación general de todas las clases separatistas, en [e74] un próspero grupo de seres humanos. Dichos objetivos son buenos y su aplicación en la vida de la humanidad garantizará un mundo más feliz y pacifico.
Todos los países, sin excepción, contienen elementos buenos y malos; existen grupos progresistas y reaccionarios y hombres ambiciosos y crueles en Rusia, que gustosos explotarían al mundo en beneficio propio y tratarían de imponer la voluntad del proletariado sobre todas las clases y castas del mundo civilizado, pero en Rusia hay también pensadores y hombres de visión que se oponen a ello. En el Imperio Británico hay personas reaccionarias y conscientes de las clases sociales [i69] que detestan el acrecentado poder de las masas y se aferran desesperadamente al prestigio y a la posición heredados; ellos evitarían, si pudieran, el progreso del pueblo británico y verían con agrado la restauración del viejo sistema jerárquico, paternal y feudal; pero el pueblo no está de acuerdo, según lo expresa la voz del laborismo. En los Estados Unidos tenemos el aislacionismo, la persecución de las minorías, como sucede con la raza negra, y un nacionalismo ignorante y orgulloso, manifestado en los odios raciales, la actitud separatista y los nefastos métodos políticos de sus senadores y diputados.
Sin embargo, estas tres Grandes Potencias constituyen, básicamente, la esperanza del mundo y forman el triángulo espiritual fundamental que respalda los planes y delineamientos de los acontecimientos que inaugurarán el nuevo mundo. Las otras naciones poderosas, aunque se resistan a creerlo, no ocupan una posición tan sólida, ni están inspiradas por el mismo idealismo; tampoco poseen recursos nacionales tan vastos, pues su preocupación nacional limita su visión del mundo; están condicionadas por ideologías más estrechas, por la intensa lucha en pro de su existencia nacional, por sus problemas de fronteras y de ganancias materiales y por no colaborar plenamente con toda la [e75] humanidad. Las naciones más pequeñas no adoptan la misma actitud; sus regímenes políticos son relativamente más limpios, y constituyen básicamente el núcleo del mundo federado que inevitablemente está tomando forma alrededor de las tres Grandes Potencias. Las federaciones futuras estarán fundadas sobre ideas culturales; se formarán para garantizar correctas relaciones humanas; no estarán basadas en el poder político ni constituirán una combinación de naciones unidas para ir en contra de otra combinación de naciones con fines egoístas. Los factores dominantes ya no serán las fronteras ni los controles nacionales, y tampoco la envidia internacional.
[i70] Para que se logren tales condiciones felices debe hacerse un reajuste muy importante y producirse un cambio fundamental. De lo contrario no habrá esperanza de paz en la tierra. Debe ser resuelta la relación entre el capital y el trabajo y la de estos dos grupos con toda la humanidad. Con este problema todos estamos familiarizados y evoca violentos prejuicios y partidismos. Ante el clamor de todo lo que se proclama y en la violencia de la batalla, sería útil encarar el tema desde un punto de vista más universal, sin perder de vista los valores espirituales que surgen.
Ante todo debe reconocerse que la causa de la inquietud mundial, de las guerras que han, destrozado a la humanidad y de la miseria que se ha extendido por todo el planeta, puede atribuirse en gran parte a un grupo de hombres egoístas que, con fines materialistas ha explotado, durante siglos, a. las masas y ha aprovechado el trabajo humano para sus propios fines egoístas. Desde los señores feudales de Europa y de Gran Bretaña, en la Edad Media, pasando por los poderosos grupos comerciales de la era Victoriana, hasta ese puñado de capitalistas -nacionales e internacionales- que hoy controla los recursos del mundo, ha surgido el sistema capitalista que ha destrozado al mundo. Este grupo de capitalistas monopoliza y explota [e76] los recursos del mundo y los productos necesarios para vivir en forma civilizada, y lo ha podido hacer porque posee y controla la riqueza del mundo y la retiene en sus manos mediante justas directivas entrelazadas. Ellos hicieron posible la vasta división entre los muy ricos y los muy pobres; aman el dinero y el poder que el dinero da; apoyaron a gobiernos políticos; controlaron al electorado; hicieron posible los objetivos estrechos y nacionalistas de políticos egoístas; financiaron los negociados mundiales; controlaron el petróleo, el carbón, [i71] la fuerza motriz, la luz y los transportes, y pública y anónimamente el movimiento bancario del mundo.
La responsabilidad de la gran miseria que prevalece hoy en todos los países del mundo corresponde principalmente a ciertos grupos interrelacionados de hombres de negocios, banqueros, ejecutivos de carteles internacionales, consorcios, monopolios y organizaciones y a directores de grandes corporaciones, que sólo buscan su propio beneficio o el de la corporación. No les interesa beneficiar al público, excepto en lo que respecta a la demanda pública por mejores condiciones de vida, lo cual les permitirá, bajo la Ley de Oferta y Demanda, proveer productos, transportes, luz y fuerza, que a Ja larga redundarán en mayores beneficios. Las características de los métodos empleados por tales grupos son: la explotación del potencial humano, el manipuleo de los principales recursos planetarios y la promoción de la guerra para beneficio comercial y personal.
En todas las naciones existen tales hombres y organizaciones responsables del sistema capitalista. Las ramificaciones de sus negocios y el aferramiento financiero sobre la humanidad, existían antes de la guerra; estaban activos en todos los países, y aunque durante la guerra se han mantenido ocultos, aún existen. Forman un grupo internacional estrechamente interrelacionado; trabajan en completa unidad de ideas e intención y se conocen y [e77] comprenden mutuamente. Estos hombres pertenecían a las Naciones Aliadas y a las Potencias del Eje; trabajaban juntos antes y durante todo el período de la guerra, mediante directorios entrelazados, bajo nombres falsos y a través de organizaciones encubiertas, siendo ayudados por las naciones neutrales que pensaban como ellos. A pesar del desastre que trajeron al mundo, están organizándose nuevamente, renovando sus métodos y no han cambiado sus objetivos, ni se interrumpieron sus relaciones internacionales. Constituyen hoy la mayor amenaza que enfrenta al género humano, controlan la política; compran a los hombres [i72] prominentes de cualquier nación; aseguran el silencio mediante amenazas, dinero y temor; amasan riquezas y compran una popularidad espúrea por medio de empresas filantrópicas; sus familiares llevan una vida cómoda y fácil y no saben lo que significa trabajar como Dios manda; se rodean de belleza, lujo y posesiones y cierran los ojos a la pobreza, la desdicha, la indigencia, la desnutrición y a la sordidez de la vida de millones de seres; contribuyen en las obras de caridad y en la Iglesia, a fin de tranquilizar su conciencia y evitar el impuesto a los réditos; proporcionan trabajo a muchos millares de hombres, pero les dan un salario tan exiguo que los imposibilita disfrutar de las verdaderas comodidades, del descanso, la cultura y los viajes.
Esto es una terrible acusación. Sin embargo se pueden comprobar miles de casos; tal situación está gestando una revolución y un creciente espíritu de inquietud. Los pueblos despiertan y se agitan y está amaneciendo un nuevo día. Pero se inicia ahora una guerra entre los adinerados egoístas y las masas humanas que exigen juego limpio y adecuada participación en las riquezas mundiales.
Sin embargo, existen aquellos que dentro del sistema capitalista son conscientes del peligro que enfrentan los intereses monetarios y cuya tendencia natural es pensar con [e78] criterio más amplio y humanitario. Estos hombres forman dos grupos importantes:
Primero, los que son verdaderos humanitarios, buscan el bien de sus semejantes y no desean explotar a las masas ni beneficiarse con la miseria ajena. Han alcanzado posiciones de poder y de influencia, y gracias a su capacidad, o por haber heredado posiciones financieras no pueden eludir la responsabilidad de manejar los millones puestos en sus manos. Frecuentemente se ven entorpecidos por los socios de la empresa y están sujetos a reglamentos, debido al [i73] sentido de responsabilidad hacia sus accionistas, porque comprenden que a pesar de lo que hagan, luchen o renuncien, la situación permanecerá igual. Ésta tarea es demasiado pesada para un solo individuo, de allí su impotencia. Son nobles y justos, honrados y bondadosos, sencillos en sus modos de vivir, poseen un exacto sentido de los valores, pero muy poco pueden hacer en forma decisiva.
Segundo, los que son suficientemente hábiles para interpretar los acontecimientos de la época y comprender que el sistema capitalista no puede continuar indefinidamente ante la creciente demanda de la humanidad y el constante surgimiento de los valores espirituales. En consecuencia, comienzan a cambiar sus métodos, a universalizar sus negocios y a instituir cooperativas para sus empleados. Su egoísmo inherente los impulsa a introducir cambios, y el instinto de conservación determina sus actitudes. Entre éstos se hallan los que no pertenecen ni a uno ni a otro grupo, y constituyen campo fértil para la propaganda de los capitalistas egoístas o de los humanitarios altruistas.
Sería de valor agregar que además del pensamiento egoísta y los móviles separatistas que caracterizan al sistema capitalista, existen también los comerciantes, como el almacenero, el hojalatero, el tendero, que explotan a sus empleados y engañan a sus clientes. Tenemos que luchar contra el espíritu universal egoísta y el ansia de poder. La [e79] guerra ha sido una depuración, ha abierto los ojos a los hombres en todas partes y les ha hecho ver la causa que subyace en la guerra -el malestar económico resultante de la explotación de los recursos del planeta por un grupo internacional de hombres egoístas y ambiciosos. Pero hoy tenemos la oportunidad de cambiar las cosas. Veamos ahora el grupo opuesto -el trabajo.
Es un poderoso grupo que representa el sistema capitalista nacional e internacional. Hay otro igualmente [i74] poderoso, el de los Sindicatos Obreros y sus dirigentes. Ambos grupos son también de alcance nacional e internacional. Falta saber cuál de los dos dominará con el tiempo, y eventualmente en el planeta, o si surgirá un tercer grupo formado por idealistas prácticos, que se haga cargo de la situación. El interés de los trabajadores espirituales del mundo actualmente no está de parte del capitalismo ni del trabajo, tal como ahora actúa, está simplemente de parte de la humanidad.
Si nos atenemos a la historia de miles de años, los ricos terratenientes, los jefes institucionales de tribus, los señores feudales, los dueños de esclavos, los mercaderes o ejecutivos, han ejercido el poder, explotado al pobre y buscado la máxima producción a un costo mínimo. Esto no es nada nuevo. En la Edad Media los trabajadores explotados, los artífices hábiles y los constructores de catedrales, empezaron a formar gremios y logias para protegerse mutuamente, discutir entre sí y lograr la más perfecta artesanía. Estos grupos aumentaron su poder en el transcurso de los siglos, pero aún es deplorable la situación del hombre, de la mujer y del niño que trabaja.
Con la invención de la maquinaria y la inauguración de la Era mecánica, durante los siglos XVIII y XIX, la situación del elemento de trabajadores de la población llegó a ser agudamente mala; las condiciones de vida eran abominables, insalubres y peligrosas para la salud, debido al [e80] crecimiento de las zonas urbanas alrededor de las fábricas. Aún lo son, como lo demuestra el problema de la vivienda para los obreros de las fábricas de municiones, durante los últimos años, y la situación predominante alrededor de las minas de carbón en Estados Unidos y Gran Bretaña. La explotación de los niños se acrecentó; prosperaron los talleres donde se exploto al trabajador; el capitalismo moderno entró en su apogeo; la gran diferencia entre los muy pobres y los muy ricos fue la característica predominante de la Era Victoriana. La situación no pudo haber sido peor, desde el punto de vista del planeado desarrollo evolutivo [i75] y espiritual de la familia humana, capaz de proporcionar un modo de vivir civilizado y culto, juego limpio y las mismas oportunidades para todos. El egoísmo comercial y el descontento aumentaron; los muy ricos ostentaron sus riquezas ante los pobres, demostrando paternalismo patronal. Se desarrolló el espíritu revolucionario entre las masas extenuadas que, con sus esfuerzos, contribuyeron a la riqueza de las clases acaudaladas.
Se acrecentó el reconocimiento del principio espiritual de la Libertad y se exigió que se expresara en forma práctica. La situación mundial estaba orientada en la misma dirección. Se hicieron posibles movimientos de todo tipo que simbolizaron el crecimiento y la demanda de la libertad. A la era mecánica le siguió la era de la movilidad, la electricidad, los ferrocarriles, el automóvil y el avión, desarrollándose al mismo tiempo la era de las comunicaciones, proporcionándonos el telégrafo, el teléfono, la radio y actualmente la televisión y el radar. Todos estos se fusionaron en la era científica actual, dándonos la liberación de la energía atómica y las potencialidades inherentes a ese descubrimiento. A pesar de que una máquina puede hacer el trabajo de muchos hombres, lo cual ha contribuido grandemente al enriquecimiento del capitalismo, nuevas industrias y al desarrollo de medios mundiales de distribución, produjeron nuevos campos de trabajo, y las [e81] demandas del periodo más materialista que el mundo haya conocido, dieron un gran impulso al capital y proporcionaron trabajo a incontables millones de personas. También aumentaron los recursos para facilitar la educación; esto ha traído las demandas de las clases trabajadoras para mejores condiciones de vida, salarios más elevados y más horas de descanso. Los patronos han luchado constantemente contra ello; se han organizado para defenderse de las demandas de las masas que están despertando, y han precipitado una condición que forzó a los trabajadores a entrar en acción.
[i76] Grupos de hombres iluminados en Europa, Gran Bretaña y Estados Unidos, iniciaron esta agitación, escribiendo libros que tuvieron gran difusión, fomentando discusiones y obligando a las clases acaudaladas a percibir la situación y las espantosas condiciones bajo las cuales tenía que vivir la clase obrera y la campesina. Los abolicionistas lucharon contra la esclavitud -de negros o blancos, niños o adultos. La prensa libre, en rápido desarrollo, comenzó a informar a las "cIases bajas" lo que estaba ocurriendo; se formaron partidos para terminar con ciertos abusos demasiado manifiestos; la Revolución Francesa, los escritos de Marx y de otros escritores, y la guerra civil norteamericana, desempeñaron su parte para obligar a tratar la causa del hombre común. Los hombres de todas las naciones decidieron luchar por la libertad y los derechos humanos.
Gradualmente empleados y obreros se unieron para una mutua protección y para defender sus justos derechos. Oportunamente vino a la existencia la Unión Obrera con sus formidables armas: la huelga y la educación para lograr la libertad. Muchos descubrieron que la unión hace la fuerza y que unidos podían desafiar a los patronos y obtener de los capitalistas salarios decentes, mejores condiciones de vida y más horas de descanso, derechos inalienables de todo hombre. El hecho de un constante [e82] acrecentamiento del poder de los trabajadores y el de su fuerza internacional, son muy bien conocidos y constituyen el primordial interés moderno.
Entre los dirigentes de tales uniones surgieron individuos poderosos. Algunos patronos que se interesaban sinceramente por sus obreros apoyaron y ayudaron a tales individuos. Fueron una minoría relativamente pequeña y sirvieron para debilitar la confianza y el poder de la mayoría. La lucha de los trabajadores aún continúa; constantemente obtienen mejoras; demandan menos horas de trabajo y mejor salario, y cuando les son negados apelan al derecho de huelga. La huelga, tan benéfica y útil [i77] en los primeros días del surgimiento del laborismo al poder, se está convirtiendo ahora en una tiranía en manos de individuos sin escrúpulos, que persiguen su propio interés. Los dirigentes obreros son hoy tan poderosos que algunos se han convertido en dictadores y explotan a la masa obrera, a quien antes sirvieron. El movimiento obrero se está enriqueciendo excesivamente y las grandes organizaciones nacionales, en todas partes, han acumulado incontables millones.
El Movimiento Obrero Es Ahora Capitalista.
Los trabajadores y los gremios obreros han hecho un trabajo noble. Al trabajo se lo ha elevado al lugar que le corresponde en la vida de las naciones y se ha hecho resaltar la dignidad esencial del hombre. La humanidad se está fusionando rápidamente en una gran corporación bajo la influencia de la ley de la Oferta y la Demanda, algo que debe tenerse en cuenta. El destino de la raza y el poder de hacer decisiones nacionales e internacionales que afectan a toda la humanidad, pasa a manos de las masas, la clase trabajadora y el hombre de la calle. La fundación de las uniones obreras fue, en realidad, un gran movimiento espiritual que condujo al resurgimiento del espíritu [e83] divino en el hombre y a expresar las cualidades espirituales inherentes a la raza.
Sin embargo, no todo anda bien en el movimiento obrero. En consecuencia cabe preguntarse si no sería urgente y necesaria una drástica limpieza. Con el advenimiento de gobiernos obreros en ciertos países, con el desarrollo de la democracia y la demanda de la libertad y con el surgimiento del régimen proletario en Rusia, y los niveles culturales más elevados de la raza, es posible que se puedan utilizar métodos diferentes y mejores para consolidar las cuatro libertades y asegurar las correctas relaciones humanas. Si se ha llegado a la convicción de que deben existir correctas relaciones humanas entre las naciones, es evidente que tales relaciones deberán existir también entre el capital y el trabajo (compuestos ambos de [i78] seres humanos) y entre las organizaciones obreras en conflicto. El trabajo es hoy una dictadura que utiliza la amenaza, el temor y la fuerza, para conseguir sus fines. Muchos de sus dirigentes son hombres poderosos y ambiciosos, con profundo amor al dinero y están determinados a ejercer el poder. Prevalecen aún viviendas insalubres, bajos salarios y condiciones malsanas en todas partes, y en todos los casos no es culpa de los empleadores.
En el futuro el poder estará en manos de la masa. Ésta progresa en virtud de su número, y debido a su forma coordinada de pensar y a las rápidas y crecientes interrelaciones establecidas entre los movimientos obreros de todas las naciones del mundo, nada puede detener su progreso. La mayor ventaja que tiene el movimiento obrero sobre el capital es que actúa en nombre de incontables millones de hombres, mientras que el capitalista trabaja solamente en beneficio de unos pocos. El ideal de la humanidad está en el corazón del movimiento obrero.
Es necesario captar en cierta medida el cuadro de sufrimiento mundial debido a las condiciones creadas por el [e84] movimiento capitalista y obrero, y verlo en forma realista y justa. En una forma u otra siempre han habido intercambios entre el capital y el trabajo, el patrón y el empleado y los capitalistas y las masas explotadas. Con la era del vapor, la era científica, la era de la electricidad y la era de la intercomunicación planetaria, el mal se ha agravado y difundido. El capital se ha hecho ahora más poderoso y los trabajadores están cada vez más impacientes y son más exigentes. La culminación de la lucha ha sido la guerra mundial y su corolario: una guerra de treinta años apoyada por el capital, aunque ganada por los esfuerzos del trabajo.
Surgen ciertos interrogantes. Si la humanidad responde a ellos resolverá sus problemas, si éstos no son resueltos la raza puede llegar a su fin.
1. ¿Deberá mantenerse en el poder el sistema capitalista? ¿Es totalmente malo? ¿No son los capitalistas seres humanos? [i79]
2. ¿No se convertirá el trabajo en una tiranía a través de sus sindicatos y del acrecentado poder de sus dirigentes?
3. ¿El trabajo y el capital pueden llegar a un practico entendimiento o amalgamación? ¿No nos hallamos frente a otro tipo de guerra entre ambos grupos?
4. ¿En qué forma se puede aplicar la ley de la Oferta y la Demanda a fin de que haya justicia y abundancia para todos?
5. ¿Tendrán que adoptar los diversos gobiernos del mundo alguna forma de control totalitario, para satisfacer los requerimientos de la oferta y la demanda? ¿Deben implantarse leyes para el bienestar y los fines materialistas?
6. ¿Qué norma de vida, en la Nueva Era, será [e85] esencial para el hombre? ¿Tendremos una civilización puramente materialista o una orientación espiritual mundial?
7. ¿Qué debe hacerse para evitar que los intereses capitalistas movilicen nuevamente la explotación del mundo?
8. ¿Qué existe realmente en el núcleo de las modernas dificultades materialistas?
Esta última pregunta puede responderse con las bien conocidas palabras: "El amor al dinero es la raíz de todo mal". Esto nos lleva a la debilidad fundamental de la humanidad, el deseo. El dinero es su resultado y su símbolo.
Este deseo es la causa subyacente en el simple proceso de trueque e intercambio (como lo practicaban los primitivos salvajes) y en la complicada y formidable estructura financiera y económica del mundo moderno. Exige la satisfacción de la necesidad, del deseo de objetos, posesiones y comodidad material, de la adquisición o acumulación de cosas, poder y supremacía que sólo el dinero puede dar. Este deseo controla y domina el pensamiento humano y es la tónica de nuestra civilización moderna; es también el pulpo que lentamente sofoca la [i80] vida, el esfuerzo y la decencia humanos; es la "piedra de molino" pendiente del cuello de la humanidad.
Competir con otros hombres por la supremacía y poseerla, ha sido el principio fundamental del ser humano común -un hombre contra otro, un propietario contra otro, un negocio contra otro, una organización contra otra, un partido contra otro, una nación contra otra, el trabajo contra el capital-, reconociéndose hoy que el problema de la paz y la felicidad está relacionado principalmente con los recursos del mundo y con la propiedad de tales recursos.
Las palabras que predominan en nuestros periódicos, en la radio y en los debates, relacionadas con la estructura [e86] financiera de la economía humana son: interés bancario, salarios, deuda nacional, reparaciones, carteles y consorcios, finanzas, impuestos -palabras que controlan nuestros planes, despiertan nuestra envidia, alimentan nuestro odio y antipatía hacia otras naciones y arrojan a unos contra otros. El amor al dinero es la raíz de todo mal.
Existe, sin embargo, un gran número de personas cuyas vidas no están dominadas por el amor al dinero y que pueden normalmente pensar en términos de valores más elevados. Son la esperanza del futuro, pero están individualmente prisioneros en el sistema que espiritualmente debe desaparecer. Aunque no aman el dinero, lo necesitan y deben poseerlo; los tentáculos del mundo comercial los envuelve; deben trabajar y ganar lo necesario para vivir; la obra que quieren realizar en bien de la humanidad no se puede llevar a cabo sin fondos; las iglesias son materialistas en su modo de actuar, y -después de haber cubierto los gastos en la organización de su trabajo- poco queda para el trabajo del Cristo y el sencillo vivir espiritual. La tarea que enfrentan hoy los hombres y mujeres de buena voluntad de todas partes parece demasiado pesada y los problemas a resolver son casi insolubles. Dichas personas se formulan las siguientes preguntas: ¿Podrá terminar [i81] el conflicto entre el capital y el trabajo y con ello renacer un nuevo mundo? ¿Cambiarán las condiciones de vida tan radicalmente que las correctas relaciones humanas puedan ser establecidas en forma permanente?
Estas relaciones pueden establecerse, por las siguientes razones:
1. La humanidad ha sufrido tan terriblemente durante los últimos doscientos años, que tal vez sea posible lograr los cambios necesarios, siempre que se den ahora los pasos adecuados, antes de que el dolor y la agonía sean olvidados y sus efectos hayan desaparecido de la conciencia del hombre. Tales pasos [e87] deben darse inmediatamente, mientras los males del pasado son todavía evidentes, pues tenemos ante nuestros ojos las consecuencias de la guerra.
2. La liberación de la energía del átomo puede ser considerada como la inauguración definitiva de la Nueva Era; cambiará tan completamente nuestro modo de vivir que muchos de los proyectos formulados hasta ahora serán de carácter provisorio; ayudarán a la humanidad a hacer la gran transición del sistema materialista que hoy predomina, a otro sistema que tendrá como característica básica las correctas relaciones humanas. Este nuevo y mejor modo de vivir se implantará por dos principales razones:
a. La estrictamente espiritual de la hermandad humana, el esfuerzo colaborador y pacífico y el constante desarrollo del principio de la conciencia crística en los corazones de los hombres. Esto podría ser considerado como una razón mística y visionaria, y sus efectos están controlando ya más de lo que se cree.
b. La del móvil francamente egoísta de la auto conservación. El descubrimiento de la liberación de la energía atómica, no sólo ha puesto en las manos humanas una poderosa fuerza que traerá inevitablemente nuevos y mejores modos de vivir, sino también una terrible arma, capaz de borrar a la familia humana de la faz de la tierra. [i82]
3. El constante y abnegado trabajo de los hombres y mujeres de buena voluntad en todos los países, trabajo no espectacular sino sólidamente fundado en correctos principios, constituyendo los principales agentes que trabajan por la paz.
[e88] Debido al descubrimiento de esta energía, el capital y el trabajo enfrentan un problema cada uno, problemas que alcanzarán un punto de crisis en los próximos años.
El dinero, la acumulación del capital y el monopolio de los recursos de la tierra para la explotación organizada, serán pronto inútiles y fútiles, siempre que tales fuentes de energía y su modo de liberarla permanezcan en manos de los representantes elegidos por el pueblo, y no sea la posesión secreta de ciertos grupos de hombres poderosos, o de determinada nación. La energía atómica pertenece a la entera humanidad. La responsabilidad de su control debe residir en manos de los hombres de buena voluntad. Tendrán que controlar su destino y procurar cumplirlo en forma constructiva en bien de los hombres de todas partes. Ninguna nación debería poseer con exclusividad la fórmula o el secreto para la liberación de la energía. Sin embargo, hasta que la humanidad no llegue a comprender bien las correctas relaciones humanas, un grupo internacional de hombres de buena voluntad -dignos de confianza y elegidos por el pueblo- deberán resguardar este potencial.
Si esta energía se aplica a obras constructivas y se mantiene resguardada en manos de hombres sensatos, el sistema capitalista está condenado a desaparecer. El mayor problema del trabajo será entonces la desocupación -palabra muy temida y que no tendrá significado alguno en la futura edad de oro. Entonces las masas enfrentarán el problema de cómo ocupar su tiempo libre, problema que cuando sea enfrentado y resuelto liberará la energía creadora del hombre hacia canales hasta ahora no soñados.
La liberación de la energía atómica es, en todos los reinos de la naturaleza, la primera entre muchas grandes liberaciones; la gran [i83] liberación que le espera a la humanidad hará expresar los poderes creadores de la masa, las potencias espirituales y los desarrollos síquicos, que demostrarán [e89] y pondrán de manifiesto la divinidad y la inmortalidad del hombre.
Todo esto llevará tiempo. Este factor deberá regir más que nunca las actividades de los hombres de buena voluntad y el trabajo de aquellos cuya tarea no es sólo educar a los niños y a los jóvenes del mundo, sino también entrenar a la humanidad para establecer correctas relaciones humanas y percibir las posibilidades que tiene por delante. La nota que deberá ser emitida y la palabra que tendrá que acentuarse es: humanidad. Únicamente la fuerza de un concepto predominante puede hoy salvar al mundo de la inminente y mortal lucha económica, e impedir el resurgimiento de los viejos sistemas materialistas del pasado y el surgimiento de viejas ideas y conceptos y poner fin al sutil control ejercido por los intereses financieros y el violento descontento de las masas. Se debe fomentar la creencia en la unidad humana. Debemos considerar esta unidad como algo digno por lo cual se lucha y se muere, y ella debe constituir el nuevo fundamento para todas nuestras organizaciones políticas, religiosas y sociales, y ser el tema principal de nuestros sistemas educativos. Unidad humana, comprensión humana, relaciones humanas, juego limpio humano y unidad esencial de todos los hombres -son los únicos conceptos sobre los cuales construir el nuevo mundo, abolir la competencia y terminar con la explotación de un sector de la humanidad por otro, y hasta la actual injusta posesión de la riqueza de la tierra. Mientras existan las extremas riqueza y pobreza, los hombres no podrán alcanzar su elevado destino.
El Reino de Dios puede aparecer en la tierra en un futuro inmediato; pero los miembros de este reino no reconocen ricos ni pobres, superiores ni inferiores, capital ni trabajo, sino únicamente los hijos de un solo Padre, y el hecho natural a la vez que espiritual, [i84] de que todos los hombres son hermanos. Aquí reside la solución del problema [e90] que estamos tratando. La Jerarquía espiritual de nuestro planeta no reconoce al capital ni al trabajo; reconoce únicamente a hombres y hermanos. Por lo tanto, la solución reside en educación y más educación, y en la adaptación de las reconocidas tendencias de la época a la visión, percibida por esas personas de mente espiritual y por quienes aman a sus semejantes.
2014-08-17