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Vicente Beltrán Anglada


"Que el contenido les sea útil y pueda servirles de inspiración en el intento supremo de sus respectivas búsquedas, es nuestra más humilde y sincera plegaria..."
-V.B.A
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CAPÍTULO XII
LA LUNA Y LAS ACTIVIDADES MÁGICAS PLANETARIAS
 


En toda obra mágica conscientemente realizada y tendiente al bienestar humano, hay que tener en cuenta la influencia psíquico-física de la Luna sobre los éteres planetarios que circundan y envuelven a la tierra. La Luna y posiblemente todos los cuerpos celestes carentes de vida, emiten unas radiaciones nocivas que afectan directamente a los astros alrededor de los cuales oscilan y gravitan.

Tales radiaciones son provocadas entre otras causas más ocultas, por el proceso de descomposición o desintegración que acompaña inexorablemente al fenómeno de la muerte, sea la de un astro en el firmamento, de un cuerpo humano o de cualquier cuerpo organizado en la vida de la Naturaleza.

Sin embargo, antes de proseguir con esta idea deberíamos preguntamos quizás... ¿Por qué muere un astro, como la Luna, por ejemplo? Utilizando la analogía con respecto al cuerpo humano, la respuesta no podría ser otra que la de que la Vida central que infundía su aliento vital a aquel astro lo ha abandonado. Profundizando algo más en el concepto podríamos decir que el cuerpo celeste que llamamos Luna murió porque el Logos creador que lo ocupaba dejó de prestarle atención porque no respondía ya a sus necesidades kármicas. El abandono de este cuerpo y la consecuente búsqueda de otra morada planetaria más amplia e incluyente, es un fenómeno cíclico que se realiza por doquier dentro del ambiente cósmico, pero la muerte del astro –que es su inmediata consecuencia– produce una serie de reacciones químicas dentro del mismo de naturaleza muy nociva, que se extienden por irradiación a su entorno espacial. A estas radiaciones químicas, meramente físicas habrá que añadirles también las que se producen como resultado de la desintegración de las envolturas psíquica y mental, pues no hay que olvidar que dentro del “círculo-no-se-pasa” del sistema solar, todos los Logos se manifiestan como una trinidad, utilizando substancia material procedente de los planos físico, astral y mental del sistema. De ahí la extrema nocividad de las radiaciones psíquico-físicas procedentes de la Luna, habida cuenta tal como – saben los esoteristas– que los tres cuerpos o vehículos expresivos a través de los cuales se expresa la entidad humana, el físico, el astral y el mental, son cuerpos lunares y están construidos con substancia lunar procedente de la tercera cadena planetaria de nuestro esquema terrestre y, por tanto, se ven seria y directamente afectados por aquellas radiaciones. Esto explica muy razonablemente el hecho de que los Magos blancos elijan muy cuidadosamente los ciclos lunares más beneficiosos cuando han decidido realizar alguna obra mágica sobre los tres cuerpos inferiores del hombre, como por ejemplo, la curación de ciertas enfermedades, la solución de determinadas crisis emocionales o un proceso místico de iluminación mental. El mejor de los ciclos lunares es el del momento exacto de plenilunio, pues en el devenir del mismo la superficie de la Luna queda totalmente iluminada por los rayos del Sol, neutralizándose entonces por completo sus radiaciones negativas sobre la Tierra y estimulando con energía solar la ingente cantidad de vidas dévicas lunares que contribuyen al proceso de desintegración del triple vehículo lunar. No es pues sin una perfecta justificación de motivos que los Miembros de la Gran Fraternidad y los discípulos mundiales, utilicen el ciclo lunar de máxima emergencia para realizar obras mágicas relacionadas con el enaltecimiento de la conciencia de la humanidad, a través de las meditaciones grupales y de los ceremoniales mágicos realizados en sus respectivos Ashrams.

Ahora bien, cuando esotéricamente hablando se le aconseja al discípulo espiritual utilizar la Ciencia del desapego con respecto a sus vehículos de expresión en los tres mundos, está siendo alertado sobre el peligro que supone estar expuesto a las influencias negativas de la Luna. El término “tentación”, tan profusamente utilizado en la tradición religiosa o mística, puede serle esgrimido como una saludable advertencia contra los peligros de vivir en forma descuidada, distraída o incorrecta cuando esté empleando su triple mecanismo de expresión, mental, astral o físico, pues es precisamente sobre estos vehículos donde mayormente se proyecta la actividad lunar y donde son apreciadas las dificultades de realización de la actividad mágica.

Podríamos afirmar, pues, con toda certeza, que el karma de la humanidad está estrechamente vinculado con el proceso de desintegración que está realizándose en el cuerpo de la Luna, pues en cierta manera la Luna es la productora de la substancia con la que fue construida la Tierra, y sus grandes Constructores, los Pitris lunares, continúan ejerciendo su poder sobre la cadena terrestre a través de los Elementales constructores y de los pequeños dioses lunares que crean todas las formas físicas, astrales y mentales en la vida de la Naturaleza. Así, el cuerpo de la Luna –considerada como Madre de la Tierra, tal como aseguran los tratados ocultos– continuará operando todavía durante largos ciclos sobre nuestro planeta condicionándola mágicamente en tanto se vaya desintegrando en el Espacio, de acuerdo con la ley solar de Restitución de la substancia material. Por este efecto mágico de expresión kármica, el cuerpo de la Luna sólo será disuelto por completo al final de la séptima ronda de esta cuarta cadena planetaria. Para entonces la tierra se habrá convertido en un planeta sagrado, o habrá alcanzado al menos un grado de sutilidad extraordinario que le permita al Logos planetario acceder a la quinta Iniciación cósmica. Hablamos naturalmente en unos términos descriptivos basados en la más pura analogía hermética y haciendo referencia al Logos creador que ocupa la forma planetaria de la Tierra y no a esta forma en sí como cuerpo organizado, que nada sería sin el fuego del Espíritu que la anima, o sea, el FOHAT cósmico que vivifica con sus increíbles e indescriptibles radiaciones el KUNDALINI planetario y le imprime su peculiar movimiento de rotación, que es el símbolo de la vida en todo cuerpo celeste.

Otra de las razones esotéricas de carácter eminentemente práctico a tener en cuenta en nuestras investigaciones esotéricas sobre la Magia, es reconocer que la aplicación inteligente de la ciencia del desapego en los tres mundos del esfuerzo humano, ha de acompañar constantemente a la actividad mágica y es el factor trascendental que ha de acelerar el proceso de desintegración del astro lunar y debilitar gradualmente así las nocivas radiaciones que surgen del mismo.

El proceso de desintegración de un astro muerto está regido por las mismas leyes cíclicas que regulan la descomposición del cuerpo humano desprovisto de su esencia vital, pero por encima de estas leyes cíclicas que están relacionadas con el lento proceso de destrucción de las formas, hay las leyes superiores del Espíritu que pueden acelerar a extremos “inauditos” el proceso de descomposición material de los cuerpos carentes de vida. Para el cuerpo físico, el sistema de “cremación” es el más rápido y adecuado, pero para acelerar el proceso de desintegración del cuerpo de la Luna, se precisa otra clase de fuego, el de la DETERMINACIÓN espiritual, o sea, el de la utilización del fuego de la voluntad espiritual a escala planetaria... Pero, ese tipo de fuego está solamente al alcance de los grandes Iniciados de la Jerarquía espiritual del planeta y a un grado menor por los discípulos espirituales del mundo, colaborando todos ellos en las intenciones del Logos planetario Quien, por razones obvias, está directamente implicado en el proceso de desintegración de la Luna, la cual forma parte inseparable de Su equipo kármico en virtud de la estrecha vinculación existente entre la tercera cadena, lunar, y la cuarta cadena terrestre.

Con la desintegración de nuestro satélite, con la eliminación de este molesto acompañante en la ruta de los Cielos, se abriría una nueva era de grandes e inexplicables conquistas espaciales y técnicas. Al igual que sucede con los grandes cuerpos celestes, la desintegración de la masa molecular de la Luna podría ser acelerada si todos los hombres de la Tierra optasen por la Ley del desapego, lo cual debilitaría la fuerza gravitatoria de la Luna a extremos realmente insospechados. Grandes y fecundos resultados podrían obtenerse también si los aspirantes y los discípulos espirituales del mundo trabajasen ardua e inteligentemente para mantener sus cuerpos lunares bajo la supervisión solar y acelerasen el proceso espiritual de sus vidas que lleva a la Iniciación. La iniciación produce una actividad ígnea que consume “las escorias lunares”, unos resultados que vienen siendo observados en el planeta a partir de la era Atlante cuando, en virtud de ciertas disposiciones solares, se le abrió al reino humano la posibilidad de “acelerar” su desarrollo espiritual, mediante aquellas técnicas de fuego que ocultamente llamamos proceso iniciático.

Para el discípulo en entrenamiento espiritual en un algún Ashram de la Jerarquía hay la opción inevitable de dos tipos de fuego, que puede utilizar para purificar sus cuerpos inferiores y para lograr plena independencia de las energías negativas procedentes de los espacios extraplanetarios:

a. El Fuego de la Determinación espiritual, que ha de liberarle del yugo de la forma material, mediante el sistemático control de los tres Elementales constructores de sus cuerpos físico, astral y mental, es decir, de los pequeños dioses lunares.

b. El Fuego de la Iniciación, que es un resultado del éxito obtenido en el proceso anterior y que le permite introducir en el seno de la substancia contenida en aquellos cuerpos lunares, energías solares de alta frecuencia vibratoria, con el consecuente resultado de aquello que en términos alquímicos podríamos llamar “redención de la substancia” o proceso de transmutación espiritual de la Materia.

En el primer caso, hay un movimiento acelerado de la conciencia mediante el cual es posible introducir energía causal dentro del contenido material vitalizado por el fuego de KUNDALINI. La introducción del fuego solar o causal en el interior de los cuerpos, produce una lenta aunque progresiva dispersión de los elementos constituyentes de la substancia material de los tres vehículos lunares a través de los cuales se manifiesta el yo inferior, o personalidad humana, y determina la imposición de un nuevo ritmo de más alta frecuencia vibratoria en su contenido molecular. Hay que recordar al respecto que los tres Señores lunares que rigen la substancia de los cuerpos físico, astral y mental, son la analogía en los tres mundos de expresión humana de los tres grandes Arcángeles o Mahadevas que rigen los tres planos inferiores del sistema solar. Veamos esta analogía.

El Logos solar impone Su ley, Su voluntad y Su propósito a los tres grandes Arcángeles, Quienes son los Constructores de los tres planos o de los tres Cuerpos inferiores a través de los cuales se manifiesta en las regiones kármicas – si podemos decirlo así– de Su Universo. El ser humano, reflejo del Logos divino, impone su ley, su voluntad y su propósito a los tres Elementales constructores de sus cuerpos de expresión kármica, los cuales han de obedecer lógicamente el ritmo que les marca el yo espiritual morador de la forma y dependen en todo momento de la evolución o desarrollo espiritual de este yo en encarnación física.

El primero de los grandes efectos registrados por la imposición del ritmo de la determinación espiritual sobre el triple vehículo, es el control de la mente, la cual se separa o se independiza del cuerpo astral, con la consecuente disociación de Kama Manas... La mente se separa del deseo. En tal caso, la mente concreta, aunque todavía discursiva o intelectual asciende a través del Antakarana, o hilo de luz creado por la determinación espiritual del discípulo hacia las regiones abstractas de la mente, iluminadas por la luz de la razón pura que proyecta el plano búdico. El proceso de ascensión de la mente concreta del discípulo hacia la mente abstracta del Yo superior, es lógicamente lento y difícil y abarca el largo periodo impuesto por las disciplinas del Raja Yoga, el Yoga de la Mente. Lentamente, tramo a tramo, se va construyendo el puente mágico de unión entre los dos aspectos de la mente y convierte al cuerpo mental en un todo unido, coherente y poderosamente organizado en manos del Yo superior, del Pensador en su propio plano. En este momento sucede algo extraordinario. La mente del discípulo, convertida en un cuerpo perfectamente organizado y sutil, se hace potentemente invocativa al dinamismo de la acción mágica y se abre como una flor a las caricias del aliento monádico proyectado sobre el plano búdico. Entra entonces en actividad el fuego de la Intuición... El Antakarana, o “puente de arco iris” de la conciencia, que hasta aquí había constituido el camino iluminado de integración de la mente, desaparece objetivamente del campo de percepción y observación del discípulo. Aparentemente deja de existir y el alma en tal estado se encuentra sola, envuelta en los hálitos del misterio y la mente inmersa en un sobrecogedor vacío. Podríamos decir que es en esta fase trascendente de la evolución humana que el alma del discípulo se libera definitivamente del ritmo impuesto a los cuerpos por los Señores lunares y entonces, de acuerdo con la presión misteriosa de la acción mágica y transmutadora, decide avanzar SOLA y sin CAMINOS por estas sendas aparentemente sin fin, desoladas y estériles.

Este camino, vacío y sin precedente alguno en la vida del aprendiz de Mago, que el Maestro K.H. había definido como “la Senda de los Héroes”, surge así a la vista del discípulo y deberá recorrerlo solo, con valor y persistencia sin esperar nada a cambio, salvo la seguridad del deber cumplido. Los Señores del Fuego, los grandes Devas Agnisvattas de la Mente, cuya naturaleza es solar, le ayudan sin que él se dé cuenta en tal intento y van iluminando su camino hasta el fin del proceso, hasta aquel momento en que la fusión del fuego de la razón pura que proviene del plano búdico, “transfigura su naturaleza” y le impone el ritmo solar que ya, desde entonces, será una constante en su vida de discípulo, un ritmo de elevada trascendencia que no podrá ser seguido por la totalidad de los elementos dévicos que constituyen su cuerpo mental.

Se producirá entonces el despertar interno a la Vida divina y se le abrirá el sendero que conduce a la Iniciación. El fuego mágico que surge del Cetro iniciático, cuyo voltaje está regulado para cada tipo de Iniciación, se introducirá oportunamente vía los Chacras, en los compuestos moleculares de los cuerpos físico, astral y mental del discípulo, efectuando en ellos grandes transformaciones. Se produce en cada uno de ellos el proceso alquímico de la transmutación, la conversión en oro espiritual de las tendencias inferiores de la personalidad, que deja de apegarse definitivamente entonces a la ley de sus vehículos. De ahí el porqué la Magia y la Alquimia son ciencias consubstanciales. En su armoniosa compenetración se realiza en la vida de la naturaleza humana el proceso místico de “redención de la substancia”.

Los devas lunares, redimidos y transfigurados a fuerza de resistir la presión de las tremendas fuerzas solares que les imponen los Señores de la Mente Iluminada, constituirán las nuevas energías que desde aquellos momentos deberá utilizar el discípulo, convertido ya en un Mago blanco, en un Iniciado de la Gran Fraternidad Blanca.

El período que le sigue, el proceso post-iniciático –podríamos decir– es realmente indefinible, salvo que la estatura espiritual del observador o del investigador esotérico le permita ascender conscientemente a los niveles búdicos, cosa que sólo pueden hacer los grandes Iniciados. Lo único que le es permitido al observador espiritual, dotado de clarividencia superior pero no revestido todavía de las cualidades insignes del Adepto, es cifrar su atención sobre el cuerpo mental del Iniciado y ver desde allí lo que ocurre en su vehículo astral el cual, como esotéricamente se sabe, está misteriosamente conectado con el plano búdico. El vehículo astral aparece límpido y transparente, sereno y armoniosamente equilibrado. Los pequeños dioses lunares que no pudieron resistir la ígnea presión interna fueron expulsados al producirse la disociación de Kama Manas. Para el observador clarividente, entrenado en este tipo de percepciones, el cuerpo astral del Discípulo aparece ahora envuelto en un ovoide luminoso que irradia, además de los suaves colores rosado, amarillo claro y azul celeste de las emociones superiores, unas fulgidas transparencias de intenso color azul índigo, que como estallidos de luz radiante se proyectan desde el plano monádico a través del cuerpo búdico. Parece una tónica general, aunque trascendentemente mágica en tal estado de evolución, que el cuerpo astral del Iniciado refleje ciertas características monádicas, siendo el color azul índigo cada vez más potente e irradiante el que va definiendo este cuerpo junto con el bellísimo color amarillo claro que corresponde al plano búdico. Al llegar a la quinta Iniciación, el color azul índigo que expresa la suprema jerarquía del universo, pasa a formar parte integrante del aura espiritual del Adepto, junto con el color característico que corresponde a Su particular Rayo monádico el cual, al igual que el de los Logos planetarios del sistema solar, es uno de los siete subrayos del segundo Rayo de Amor-Sabiduría que caracteriza el plano monádico solar.

Estas ideas, como podrán Uds. observar, se apartan bastante por su propia vastedad de las que tienen que ver únicamente con la actividad mágica de los constructores dévicos de los cuerpos físico, astral y mental de los seres humanos con los cuales la humanidad en su conjunto se halla tan potentemente vinculada, pero no podemos quedar estancados en las obras menores de la Magia organizada planetaria, sabiendo que hay regiones de nuestro propio ser en donde la Magia, tal como la conocemos, es decir, como una manifestación del Propósito de Dios en la vida de la Naturaleza, se expresa de manera totalmente incomprensible para nosotros y donde los Constructores de la magna estructura solar en los planos superiores del sistema, son unos ÁNGELES cuya elevada jerarquía y espiritual evolución escapan totalmente a la comprensión de nuestro entendimiento humano. No obstante, y utilizando el principio hermético de la analogía, podemos asegurar que las reglas mágicas de construcción seguidas por estos excelsos Devas, son idénticas a las que rigen la obra de los pequeños constructores del más insignificante compuesto molecular.

Dichas leyes de construcción, tanto en el macrocosmos como en el microcosmos, siguen el principio oculto formulado en el conocido axioma: “La Energía sigue al Pensamiento”, teniendo en cuenta que la actividad que surge de cualquier centro de conciencia creadora es técnicamente PENSAMIENTO o IDEAClÓN. La energía es la VIDA de los Devas que pueblan la infinita vastedad del Espacio. Cuando la Ideación que surge de una definida Intención se revista de Energía, tenemos una creación mágica en la que la luz de la Ideación ha sido sumergida dentro de una forma de substancia, dando como resultado un proceso –más o menos largo– de expresión de la Idea a través de la Forma que le han dado los Devas constructores.

La ley mágica de Construcción, o de substanciación de la Energía, sigue siempre al proceso mental de Ideación; viene a ser como una proyección de luz que se infunde en la materia en virtud del trabajo humilde, lento y callado, frecuentemente ignorado aún para los investigadores del mundo oculto, de los aparentemente insignificantes constructores dévicos, o dioses lunares. Ellos construyen la vastedad infinita de elementos químicos en sus variados niveles sobre los cuales se erige la soberbia estructura del sistema solar. La verdadera obra mágica comienza aquí, en este trabajo preliminar de los constructores dévicos lunares, adaptados al trabajo de construcción de formas densas. Tales devas manipulan con maravillosa pericia la energía etérica vitalizada con el prana solar, la substanciación con su propia vida y le imprimen el sello de la Creación.

Un átomo físico o cualquier elemento químico, observado desde el ángulo oculto no es más que energía etérica procedente del cuarto subplano físico, dinamizada con energía pránica o solar y substanciada por los constructores dévicos de la forma, de manera tal que pueda servir de cáliz o de tabernáculo a cualquier diminuta entidad espiritual, a una misteriosa criatura de ascendencia monádica cuya misión es evolucionar a través del complejo universo molecular surgido de la interminable línea estructural de los elementos químicos. A la totalidad de esta infinita e increíble cantidad de minúsculas criaturas espirituales que evolucionan en el seno de la materia o de la substancia molecular de cada plano del sistema, se la denomina esotéricamente “corriente espiritual de vida atómica” y su función es constituir las bases substanciales del universo, de los planetas y de todos los cuerpos en la vida de la Naturaleza, desde los más sutiles a los más densos. De ahí que cuando en páginas anteriores hemos utilizado el concepto “el Espacio es multimolecular”, teníamos en cuenta este importantísimo detalle, habida cuenta que el Espacio es la entidad de la que surgen y en donde evolucionan estas incomprensibles vidas dévicas que les ofrecen moradas de substancia a aquellas diminutas mónadas espirituales.

Tenemos consecuentemente, un proceso de evolución netamente atómico o molecular, que corresponde a las vidas dévicas constructoras de las formas y otro proceso de evolución netamente espiritual que corresponde a las vidas monádicas.

Podríamos decir, volviendo a lo dicho al principio de este capítulo, que la Luna, creadora y sustentadora de todas las formas materiales, ofrece su copiosa experiencia material procedente del primer sistema solar y expresada en toda su plenitud durante la tercera cadena de nuestro esquema planetario, para dotar de formas materiales a todas las mónadas espirituales surgidas al calor de la experiencia logoica en el presente sistema solar. La dualidad Sol-Luna, Padre Espíritu y Madre Materia, persistirá todavía en nuestro planeta hasta el final de la séptima ronda en donde las energías etéricas utilizadas por la humanidad serán tan puras y diáfanas que substancia lunar alguna procedente de la tercera cadena, les será útil a los hombres de la Tierra para seguir raudamente el curso de la evolución superior. De ahí que los restos de la Luna, procedentes del trabajo mágico de destrucción realizado por la humanidad, serán finalmente dispersos y vueltos al infinito océano de materia viva del Espacio, pero llevando allí como esperanza suprema de otras más esplendentes construcciones el sello vivo y permanente de REDENCIÓN que le estamparon llenos de fe y de esperanza en el futuro los seres humanos, la Raza de los Hombres...

 

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2008-03-03

 

 

 

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