Capítulo XXX
AGNI YOGA y el ANTAKARANA
Hay ciertas particularidades dentro del AGNI YOGA que por sus especiales características deben ser conocidas por los aspirantes especiales que se sientan llamados a introducirse dentro de sus técnicas naturales de realización. En el capítulo anterior hice referencia a un estado de conciencia llamado "el árido y desconocido desierto", el cual precede a la entrada dentro de lo que místicamente ha sido descrito como “misterio de soledad". En la cámara secreta del corazón se está gestando este misterio desde el momento mismo en que el hombre apareció sobre la Tierra. No utilizo otros términos -Uds. se darán cuenta de ello- que los ya tradicionalmente conocidos, aunque les asigno quizás un nuevo y mÁs profundo significado. Se ha venido hablando de soledad y de silencio místico desde hace ya muchos siglos, pero realzar su significado absolutamente dinámico de acuerdo con el devenir de los nuevos tiempos, es la tarea encomendada al discÍpulo de nuestros días, convenientemente pertrechado -si puedo decirlo así- con las armas de la mente discernitiva y con un firme y decidido propósito de Ser y de Realizar. El discípulo moderno no puede estar muy de acuerdo con las presentaciones arcaicas de la Verdad espiritual. Si bien posee un supremo fondo místico -por cuyo motivo se halla en el Sendero de Retorno- utiliza además y de manera cada vez más intensa una mente muy analítica y discernitiva, pues sabe perfectamente que hasta el final tendrá que luchar contra el espiritu de separatividad que proviene de las leyes íntimas de la Creación universal, fundamentadas en el principio de la polaridad, ya que sólo así le será posible penetrar en unas regiones de vida o en unos estados de conciencia en donde la Unidad y el principio de Síntesis constituyen la norma natural de vida.
La creación del Antakarana, una actividad desarrollada en el proceso íntimo del RAJA YOGA, tema como misión fundamental vincular entre sí las dos orillas de la separatividad humana, es decir, tender un puente, definido poéticamente de "arco iris", entre la personalidad inferior del aspirante espiritual y su Yo trascendente, llamado esotéricamente el Angel Solar. Este puente de arco iris o el Antakarana, estaba construido con la energia de luz del propósito espiritual y, tal como se dice en términos ashrámicos, esta energía de construcción era segregada por el alma del discípulo, de manera muy similar a como la araña teje su tela y utiliza sus delicados filamentos para desplazarse entre las ramas de los árboles... Se trata, por tanto, de una obra creadora en la que el hombre es el principal actor y si bien este puede recibir mucha información esotérica acerca del Antakarana, solo él será capaz de crearlo y de prolongarlo hasta la meta requerida o prefijada. Así debe ser, ya que el Antakarana presupone un propósito de base, como un punto de partida, y un objetivo concreto y definido como punto de llegada, pero durante la construcción del puente pueden ocurrir muchos y muy diversos acontecimientos y pasar considerables cantidades del tiempo conocido. Tal es evidentemente la regla de la evolución.
Decíamos antes que el propósito del Antakarana era acercar entre sí las dos orillas de la separatividad humana y tender un puente entre ambas. El principio de acercamiento es una obra conjunta del ser, cuya voluntad espiritual viene representada por el Angel solar, operando desde el fondo místico del alma humana, estando representado el esfuerzo por las actividades mentales del yo inferior. Así, una de tales orillas o vertientes es de carácter discernitivo, La otra es de orden intuitivo y el discípulo deberá utilizar creadoramente cada una de sus intuiciones espirituales y convertirlas en experiencias de carácter psicológico. Es esta doble actividad la que va construyendo el Antakarana.
Ahora bien, al llegar a cierto punto dentro de la obra de construcción, se da cuenta el discípulo de que a medida que avanza se siente menos estimulado por el contacto con el Yo superior y que cada vez suceden menos cosas en el interior de su conciencia. Esta es una experiencia muy importante en la vida del discípulo y puede indicar quizás que el Antakarana ha llegado a un punto en el que ni a uno ni a otro lado de las orillas encuentra ya materiales con los que proseguir la obra de construcción del puente. Persiste el propósito, pero no la capacidad constructora. En tal coyuntura el ánimo del discípulo suele sentirse muy transtornado, pues aparentemente sus esfuerzos no rinden fruto y se halla detenido ante un impenetrable muro de silencio sobre el cual se quiebran todas los interrogantes. Lo que en realidad ocurre es que en esta "tierra de nadie", llena de soledad y de misterio no hay materiales aptos para la construcción mental ni para el sistemático trabajo de integración con el Yo causal. Sin embargo, ese estado de estacionamiento, que a veces es de amarga y silenciosa espera, es sólo "un alto en el camino', un intermedio más o menos prolongado dentro de la Gran Sinfonía que ha de ejecutar el incansable peregrino humano. Tal intermedio exige una atención suprema y decidida de parte del discípulo, pues la amargura dentro de la desolada espera es de orden natural y precede siempre a un nuevo orden de cosas y a un nuevo y más enaltecido estado de conciencia. Debo decir, sin embargo, que el discípulo no siempre suele verlo desde este ángulo de visión, sino que creyendo en la infertilidad de la lucha y en el fracaso de sus anteriores esfuerzos, cae en la vacilación, en la duda y aún en la deseperanza. Tales condiciones aparecen exidentemente como muy negativas a la opinión del discípulo y originan a veces la paralización total o parcial de sus iniciativas espirituales. AGNI YOGA ayuda a permanecer confiados y seguros ante tales incidencias, ya que una vez llegados a este punto de trascendente misterio y dolorosa soledad hay quien incluso retrocede, incapaz de resistir la presión de aquel nuevo y desconocido estado de conciencia... Pero. si se persiste en el intento y se continua insistiendo en la ordenada atención y en la silenciosa espera, ocurre de improviso que la puerta del misterio se abre de par en par y el solitario caminante espiritual entreve las perspectivas de un nuevo mundo, de una nueva dimensión y de un esplendoroso despertar de la conciencia.
Bien, tales estados de superior integración son debidamente preparados y están solídamente establecidos dentro de la estructura dinámica del AGNI YOGA, y tal como dice el Maestro: “ ... hay siempre un estado místico de soledad que debe ser humildemente aceptado cada vez que el discípulo pasa de uno a otro signo del Zodiaco dentro de los pétalos de su propio corazón”. Podríamos decir así que la Iniciación, que es la culminación de muchos misterios menores, viene precedida por otros tantos pequeños estados de conciencia llenos de soledad, con sus dudas, inquietas interrogantes y a veces intenso sufrimiento. Tales son, sin embargo, las reglas obligadas del Sendero iniciatico y "la noche obscura del alma", a la cual místicamente se hace tanta referencia, no es sino uno de tales estados de incomprensible soledad surgidos del corazón por la presión del propósito espiritual y por la resistencia impuesta al yo humano por efecto de los acontecimientos temporales. Por lo tanto, llámeseles a tales estados “noche obscura del alma", "ancho y reseco desierto" o “misterio de soledad", indicarán siempre elevación espiritual del discípulo y la permanente actividad del proposito insigne de ser y de realizar, cuyo objetivo supremo es la Liberación espiritual y la Redención de la materia que constituye cada uno de los vehiculos de la conciencia humana.
Hay que tener en cuenta ademas, y esto deberá tenerlo muy presente el aspirante espiritual que recien ahora ha empezado la construcción del Antakarana, que cada entrada en un nuevo estado de conciencia -aunque no necesariamente el que precede a la Iniciación- suscita del alma una crisis de orden y reajuste, una especie de alto en el camino a través del cual el juicio mental es estimulado, las fuerzas reagrupadas y puestas todas las energías del propósito en intensa y elevada tensión. Esta coincidencia produce siempre un cierto estado de soledad interna, la cual, si bien lo examinamos, no es sino el resultado de previos trabajos de alineamiento meditativo y de integración de los vehículos de la conciencia. Tal estado de soledad no es místico -según el significado que le dan los conceptos religiosos tradicionales- sino que, tal como vimos anteriormente, es potentemente dinámico y si es seguido con serena expectación y atención profunda, revela unas zonas dentro del ser cuyas proporciones rebasan a veces la concepción del mas elevado entendimiento...
Los términos "serena expectación" y "atención profunda" deben ser examinados analíticamente por los aspirantes espirituales, pues contienen la clave íntima del AGNI YOGA en todas sus infinitas vertientes, de la misma manera que el cuidado y desarrollo de la imaginación fue la regla en el BAKTI YOGA y el discernimiento mental es el artífice principal en la creación del Antakarana a través del RAJA YOGA. Los sucesivos Yogas son reflejos del estado de evolución de la conciencia, la cual rememora en cada nueva encarnación ciertas fases de Yogas trascendidos en el pasado, de la misma manera que el feto humano en el interior del claustro materno rememora "genéticamente" todas las fases de existencia orgánica en la vida de la Naturaleza. Sin embargo, a igual que el feto llega a convertirse finalmente en un cuerpo humano dotado de todos los poderes y facultades inherentes a la evolución racial, así también llega un momento en la vida espiritual del ser humano en que la madurez del entendimiento elige al fin el Yoga específico que corresponde a su estado de integración. Habrá así tantos Yogas como estados de conciencia en la vida del hombre y al pluralizarlos debo dejar constancia de un hecho afirmado ya en otros pasajes de esta Introducción al Agni Yoga, y es el de que desde el ángulo de vista ashrámico sólo hay que tener en cuenta los llamados Yogas raciales, es decir, el HATHA YOGA del cuerpo físico, el BAKTI YOGA del cuerpo emocional y el RAJA YOGA de la mente, prescindiendo por completo de que de cada uno de los tales Yogas principales existan un ingente número de derivaciones y de técnicas diversas. Reconsideremos el hecho de que a cada persona –por increíble que parezca- le corresponde un tipo de Yoga definido que es el que más o menos conscientemente utilizará durante el curso de su existencia o que, como en el caso de los sinceros aspirantes espirituales, sufrirá frecuentes y profundas modificaciones en el devenir de la vida kármica.
Sin embargo, en esta Introducción al AGNI YOGA, si bien tenemos en cuenta el valor genuino de cada Yoga y de todos sus numerosisimos subyogas, nuestro interés particular se centrara solo en aquel momento estelar y cíclico dentro de la vida del hombre, en que habiendo trascendido en una elevada medida el proceso de creación del Antakarana mental a traves del RAJA YOGA, empieza a sentir dentro de sí el estímulo de un Yoga superior cuya trascendencia desconoce, pero cuya existencia le viene revelada por medio de frecuentes y repetidos relámpagos de intuicion. El paso que va del RAJA YOGA al AGNI YOGA exige unas especiales características individuales, las cuales considero que están presentes en la mayona de los aspirantes espirituales que leerán este libro y que habitualmente denominamos de intuicion, "el lenguaje secreto de los dioses para comunicarse con los hombres", tal como puede leerse en unos viejísimos escritos de la Jerarquía bajo el título de "El Libro de los Iniciados", un libro excepcional que compendia las experiencias de la Raza humana a través de las edades y ha de ser leido en la luz astral de los acontecimientos planetarios. Tales relámpagos de intuición -insisto en este significado íntimo- deberán convenirse un día en "la luz dentro de la cabeza" y esta frase, tan profundamente esotérica, nos da razon de un estado de conciencia en el cual el Antakarana creado por los esfuerzos del discípulo dentro de las disciplinas del RAJA YOGA, en realidad un relámpago de luz en el tiempo, deja de crear camino dentro de la conciencia y tal actividad aparece entonces como algo fijo, posado en las redes quiméricas del tiempo, incapaz de resistir la Luz que vibra y se expresa más allá de todo concepto de luz fabricado por la mente... En tal caso, esta Luz no es algo objetivo como lo es el Antakarana visto clarividentemente, sino que es la Luz del Todo tratando de iluminar creadoramente al ser humano, es decir, de avivar hasta la trascendencia la pequeña luz individual.
He allí, pues, el dilema que se le presenta al discípulo dentro de las prácticas del AGNI YOGA: dejar de ser para poder Ser, o fundir su pequeña y hasta este momento vacilante luz, representada por el puente de arco iris del Antakarana, dentro de la LUZ omnipresente y omniabarcante del Cosmos, representado en esta fase evolutiva del hombre por el plano búdico. Tal es esencialmente lo que intentamos realizar con el AGNI YOGA, pasar de las elevadas regiones de la mente -las cuales jamás perderan su significado intimo para el ser humano- a las desconocidas regiones budicas en donde la mente ha dejado de ser por participación plena en el destino de Luz, a fin de darle al corazón la oportunidad de sentirse integrado dentro de los valores permanentes del Ser, cuya esencia natural es el Amor por la Unidad, la fecundidad augusta del corazón y el placer infinito de los Bienes inmortales. El misterio de soledad viene representado en este caso por las fronteras existentes entre los elevados subplanos del plano mental y los subplanos inferiores del plano búdico, un misterio que tendrá su debida contraparte en un aspecto todavía más perfecto e incluyente, aquel en el que el ARHAT, el gran Iniciado, debe pasar por la terrible prueba de la Crucifixión, a partir de la cual se le abren las doradas Puertas del Adeptado...