Capítulo XXI

 

AGNI YOGA Y LA CIENCIA DE LOS CENTROS

 

 

Consecuentes del valor universal del principio hermético del Ritmo con respecto a la respiración humana, otro punto de interés ha de atraer forzosamente nuestra atención, la técnica del LAYA YOGA o Ciencia de los Centros, especialmente destinada a favorecer el desarrollo de los chacras dentro del vehículo etérico del aspirante espiritual, con los consecuentes peligros derivados del prestar una indebida atención a centros etéricos que no estén en armonia ni se correspondan adecuadamente con su estado psicológico ni con su grado de desarrollo espiritual. Tal como dije en páginas anteriores, el desenvolvimiento de los oportunos y convenientes ritmos respiratorios no depende necesariamente de las decisiones individuales, las cuales pueden inducir al error, sino mayormente de la Voluntad superior a la cual se le ha dando progresivamente la oportunidad de expresarse a través de la vida individual. Pero, de acuerdo con los ritmos zodiacales y teniendo en cuenta de que cada uno de los centros etéricos está vinculado con un definido planeta, sagrado o no sagrado, dentro de nuestro sistema solar, seremos conscientes que el desarrollo de los chacras debe seguir asimismo y en forma inexorable un curso cíclico marcado precisamente por el principio del ritmo universal, el mismo que debería regir en circunstancias normales o naturales el ritmo respiratorio de los seres humanos. Estos ciclos serán mayores o menores, de acuerdo con las eclípticas trazadas por los astros alrededor del sol. Desde este ángulo de vista, el ritmo de Mercurio ha de ser lógicamente el más breve y el más rapido en orden a su proximidad al sol, siendo sus cualidades expresivas aparentemente más veloces y dinámicas. Sin embargo, y tal como esotericamente se nos ha enseñado, hay un RITMO interno dentro de cada astro utilizado ocultamente por su Logos regente, que tiende a reproducir los ocultos latidos de aquel centro supremamente esotérico que llamamos "el Corazón Místico del Sol". Por lo tanto, y de acuerdo con el principio de analogía, el discípulo espiritual no ha de subordinarse necesariamente al condicionamiento establecido por los Ritmos orbitales. En mi opinión, y teniendo en cuenta dicho condicionamiento orbital, el instructor realmente capacitado en la Ciencia del Yoga, deberá observar estos dos ritmos, teniendo en cuenta que el primero, el del movimiento orbital externo, corresponde a la vida psicológica de la personalidad humana condicionada por el aspecto astrológico de su signo ascendente, en tanto que el ritmo solar pertenece a la vida espiritual del alma, correspondiente a su grado de acercamiento místico al gran centro del Corazón del Sol. En cada caso deberá ser aplicado el ritmo correspondiente y no dejarse influenciar por los movimientos aparentes de la personalidad psicológica, la cual viene muy matizada también -se dé o no cuenta de ello- por los reflejos condicionantes del ambiente dentro del cual realiza Sus actividades o cumple sus compromisos kármicos. Por todas estas razones es lógico deducir que el verdadero instructor de Yoga deberá venir avalado por una gran evolución espiritual, estar dotado de capacidades intuitivas y poseer además clarividencia mental, a fin de poder interpretar adecuadamente los significados más sutiles del alma del aspirante, revelados a través de su aura magnética, y percibir sin equívoco alguno la evolución de sus centro etéricos, unos obligados requisitos que desconoce evidentemente la inmensa mayona de instructores de Yoga y ciencia meditativa de nuestros días.

 

En ciertos obligados estadios de su vida evolutiva, el aspirante espiritual deberá dejar de recurrir a la ayuda –casi nunca desinteresada- de los instructores de Yoga y enfrentar solo y por si mismo la prueba de fuego que le imponen su condición espiritual y las justas aspiraciones de su alma y dejar luego que el LAYA YOGA se realice espontáneamente en su interior, sin intentar entrometerse en su rítmico procedimiento ni tratar de acelerar el desarrollo de sus chacras, tal como preconiza la sabiduría mística del AGNI YOGA. Digo al respecto lo siguiente en mi libro "Los Misterios del Yoga":

 

"Por todas las razones antes descritas, se aconseja esotéricamente a todos los aspirantes espirituales que dejen que el Fuego cumpla su misión purificadora en forma normal y sin utilizar ninguna disciplina de desarrollo que, a la larga, ha de resultar perjudicial y ateniéndose, por tanto, a las sagradas leyes de la ética y la moral y considerando el LAYA YOGA como el verdadero Sendero del cumplimiento universal. Este Sendero viene caracterizado, a la vista del perfecto observador esotérico, "por el nivel alcanzado por el Fuego" dentro de la economía de los centros, pues allí donde Kundalini se halla detenido -simbólicamente hablando- se puede catalogar la exacta medida de la evolución espiritual del ser humano, el limite de sus posibilidades espirituales en un momento dado del tiempo y el punto de partida para un nuevo logro interior dentro del proceso evolutivo.”

 

Reconozcamos pues, ya con carácter definitivo, que siempre es la Voluntad de Dios expresándose en la magnitud de Su proceso universal a través de cualquier ser humano por medio de la Mónada espiritual, la que debe regir el proceso de expansión del Fuego creador y vitalizador de la Naturaleza y no nuestra pequeña voluntad personal, tan predispuesta a extravios y equivocaciones... Este reconocimiento sincero y lleno de humildad constituirá la garantía perfecta de una vida más amplia y más profunda, correctamente orientada hacia la resolución del Gran Misterio de la Vida, latente en cada una de las partes de nuestro ser.

 

Por todas estas razones será evidente cuán necesarias le son al instructor del Yoga las cualidades de percepción a las que hicimos referencia, singularmente la de la clarividencia, en virtud de la cual puede ser observada la evolución de los chacras del aspirante espiritual que circunstancialmente esté hollando el Sendero de algún cualificado Yoga, cada cual con su peculiar y distintivas características. La limpidez del Fuego que pueda revelarse a través de cada uno de los centros etéricos y el grado de equilibrio alcanzado por las serpientes IDA y PINGALA alrededor del canal SUSUMMA deben ser vistos muy claramente por el instructor espiritual que haya decidido dedicar sus esfuerzos a las actividades del Yoga en nuestro planeta como métodos específicos del despertar interior de los aspirantes espirituales, pues de acuerdo con la evolución de algún chacra particular cuyo desarrollo es evidente a la observación clarividente, pueden ser impartidas las técnicas o disciplinas de Yoga más idóneas a aquel caso particular. Caso de no poseer esta percepción clarividente, el instructor espiritual en el Sendero del Yoga ha de ser muy prudente y circunspecto sobre las enseñanzas impartidas y sobre las técnicas recomendadas, pues hay un karma individual y aún grupal para aquellos que sin estar debidamente preparados han profanado el Sendero del Yoga, instituyéndose como instructores dentro de tan Sagrada Ciencia. Los centros etéricos o chacras son reconocidos esotéricamente como los frutos del Arbol del Conocimiento del Bien y del Mal del mítico Jardin del Eden, los cuales debidamente tratados madurarán a su justo y debido tiempo, siendo quizás un oportuno y bien elegido Yoga el camino ideal para esta maduración, más no para acelerar desmesuradamente el proceso -que es lo que intentan realizar sinceramente y con buena fe algunos aspirantes espirituales practicantes del LAYA YOGA o Ciencia de los Centros sino para establecer las líneas creadoras de la acción correcta que hará posible que tal maduración o desarrollo se realice en el momento más oportuno y adecuado a las necesidades del aspirante.

 

Este inefable sentido de la oportunidad, condición previa para un perfecto desarrollo de los chacras, es una virtud especial que surge del centro infinito del AGNI YOGA cuando el discípulo ha penetrado audazmente dentro de su corazón y la logrado experimentar un exaltado grado de plenitud y armonía en cuya expresión el karma -tal como humanamente lo conocemos- ha practicamente desaparecido y en donde la acción creadora ha reemplazado los dolorosos e inquietantes esfuerzos de la búsqueda.