Capítulo X

 

La Condición Kármica

 

 

Esta condición ha de venir revestida lógicamente de una potente reserva de experiencia espiritual. No podemos introducirnos profundamente en el Yoga de Síntesis sin poseer un sentido muy amplio de valores internos, conquistados en precedentes etapas evolutivas y sin haber experimentado hasta cierto punto el sentimiento profundo de "soledad espiritual" que acompaña generalmente el proceso de "precipitación kármica". Esta precipitación es el resultado de la acumulación de experiencia en el tiempo la cual, una vez ha rebasado ciertos límites, provoca la rotura de los diques de contención de la conciencia, liberando una energía de carácter desconocido por la ciencia sicológica, que al irrumpir en los éteres del espacio determina un clamor invocativo, a cuyo son y tal como esotéricamente hemos aprendido- los frutos amargos del tiempo, es decir, la acumulación de sedimentos kármicos contenidos en los profundos repliegues de la subconsciencia individual, irrumpen violentamente en el fragor de la existencia física del aspirante espiritual determinando una serie de crisis y tensiones que le hacen muy desgraciado, en el sentido sicológico del término. Si el aspirante es de naturaleza mística y está ligado todavía a los conceptos tradicionales religiosos, quizás considere en tales estados de tensiones internas que está siendo "tentado por el diablo", una idea muy peregrina y artificiosa considerada desde el ángulo de visión mental y lógica del hombre inteligente de nuestros días. Las particularidades de tal estado sicológico de precipitación kármica son tales que el aspirante espiritual se siente solo y abandonado, se menosprecia a sí mismo por sus debilidades y entra en un estado crítico de soledad y de desconocido sentido de aislamiento social que tienden a encerrarle dentro de si con una penosísima sensación de vuelta al pasado.

 

Bien, en tal estado de tentación -si es que no nos asusta utilizar este término- el individuo que lo esta experimentando AMA, pero al propio tiempo TEME a la soledad que psicológicamente esta registrando. La soledad producida o determinada por el proceso de precipitación kármica es de orden natural y nada tiene que ver con el proceso místico de aislamiento social muy común en las personas de temperamento excesivamente devocional, las cuales se sienten normalmente inclinadas a rehuir el contacto con las gentes y a crear un muro de separatividad entre ellas y las demás. Muchísimas de tales personas, inclinadas por su espíritu devocional a las prácticas místicas, han llenado y continúan llenando -aunque cada vez a un ritmo menor y más selectivo los conventos y las instituciones de tipo religioso y, en casos muy extremos, se convierten en anacoretas, santones o ermitaños que habitan lugares solitarios "para hacer penitencia" -tal como ellos aseguran y así parece aconsejarles su sentido religioso. Pero, naturalmente, la soledad de ánimo, la verdadera crisis del alma impuesta a los vehículos superiores de un hombre verdaderamente espiritual por el proceso de precipitación kármica, nada tiene que ver con el ordinario proceso místico tradicional, ya que viene impregnada de valores espirituales de alta trascendencia y de motivaciones profundamente dinámicas. La conciencia de tal estado viene revestida desde sus más hondas raíces de un poder tremendamente ígneo que induce a la acción constructiva y solidaria. De ahí la penosa sensación de regresión al pasado que se apodera del alma en tal estado y la sitúan en el centro sicológico de una tensión ambivalente que circula entre el sentimiento de temor y las ansias de seguridad, es decir, que se debate en el seno de una potentísima duda creadora dentro de la cual -y volviendo a lo dicho en páginas anteriores "ama", pero al propio tiempo teme su propia soledad.

 

Yo diría, de acuerdo con mi propia experiencia, que tal estado de duda es la culminación de un sinnúmero de estados de conciencia, los cuales, por la sutilidad de las energías que los motivaron, fueron los artífices del proceso espiritual de soledad, una soledad individualmente no pretendida ni buscada, sino impuesta a las almas verdaderamente preparadas en el orden espiritual por las propias leyes que regulan la evolución en la vida de la Naturaleza. De ahí que "no es Santo quien quiere sino quien puede", tal como dijo un docto filósofo del siglo pasado. La soledad del ánimo, cuando es producida como resultado de la evolución individual, tiende a abrir de par en par las puertas de la inteligencia ya que la duda en tal estado, siendo de orden natural, tiende a producir frutos de discernimiento espiritual y comprensión humana. En los demás casos la soledad es ficticia y producida como resultado de una reacción del alma timorata que rehuye sistemáticamente por temor o por egoísmo el orden social que señala la propia Divinidad para que el ser humano vaya aproximándose más directamente a su propio corazón, centro de amor y de vida.

 

Las ventanas del alma se abren finalmente a la luz de un nuevo estado de conciencia y, de acuerdo con el sentido esotérico, la conciencia se polariza en un superior nivel espiritual. AGNI YOGA es un nivel muy concreto en la vida de la Naturaleza y si bien no exige férreas disciplinas ni duros entrenamientos, constituye en si el vasto recipiente de todos los Yogas, conocidos y desconocidos. La flor del corazón, esencia espiritual del ser, va emergiendo lentamente del cúmulo de precipitaciones kármicas y empieza a ascender sin esfuerzo cuando las dudas fueron comprendidas y cuando la Realidad inmanente encontró al fin, después de un sinnúmero de esfuerzos y de luchas, el rastro de luz que conduce a lo eterno.