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Vicente Beltrán Anglada


"Que el contenido les sea útil y pueda servirles de inspiración en el intento supremo de sus respectivas búsquedas, es nuestra más humilde y sincera plegaria..."
-V.B.A
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Los Angeles en la Vida Social Humana


CAPÍTULO VII

EL PODER PSIQUICO DE LOS DEVAS

Durante el curso de nuestras investigaciones ocultas sobre los Devas, hemos podido constatar en múltiples ocasiones el extraordinario poder psíquico que manejan y las asombrosas demostraciones de su dominio de los éteres cualificados que constituyen los planos de la Naturaleza. Les hemos visto crear en la atmósfera de la Tierra todos los fenómenos de carácter eléctrico conocidos, como el viento, la lluvia, las tormentas, los huracanes, los rayos, Los truenos, etc. Otros de carácter ígneo, como los terremotos, maremotos, erupciones volcánicas, etc., tan impresionantes desde el ángulo kármico, ya que suelen producir grandes destrucciones geológicas, profundas alteraciones del suelo terrestre y una serie impredecible de víctimas humanas con sus espantosas consecuencias en el orden social y comunal, son vistos siempre con temor por los seres humanos. Sin embargo, las expresiones más poderosas de los Devas se hallan indudablemente en los niveles psíquicos, en donde la substancia etérica es más sutil y les es más fácilmente manejable. Importante labor es la que le aguarda al investigador esotérico cuando trata de clasificar y ordenar en forma concreta las múltiples actividades dévicas en los mundos llamados subjetivos o invisibles. A nuestra humilde labor de investigación de los fenómenos ocultos producidos por los Devas le hemos señalado una meta, no muy ambiciosa quizás, pero ciertamente muy positiva y necesaria dentro de nuestro trabajo. Esta meta, singularmente concreta, ya que ante todo debe ser práctica, debe abarcar las áreas conocidas del ser humano, es decir, de la mente, de la sensibilidad psíquica y del cuerpo físico, aunque estableciendo una serie de relaciones con lo cósmico sin las cuales nuestro estudio resultaría incompleto. En otras partes de este Tratado nos hemos referido ya a la labor de construcción de los tres vehículos de manifestación del alma humana, en la que intervenían mancomunadamente la voluntad de ser y el intento constante de realizar, correspondiendo la primera al hombre y el segundo al deva constructor. La misión de construir es la actividad característica de los devas; es por tal razón que se les denomina esotéricamente los constructores del mundo invisible.

Así, lo que nos interesa estudiar cada vez más profundamente de ahora en adelante es el sistema de relaciones, maravilloso y sublime, establecido entre los Angeles y los hombres, así como las infinitas modificaciones del éter, la substancia energetizada mediante la cual el Logos creador vivifica, dinamiza y perfecciona su Cuerpo de expresión, el Universo. Podríamos asignarle racionalmente el término jerarquía a estas modificaciones del éter universal en relación con los Devas y reconocer al propio tiempo -por analogía- que cada una de tales jerarquías deberá estar en armonía o sintónica vibración:

a. Con los Reinos de la Naturaleza y sus infinitas vidas, especies y razas en evolución cíclica.

b. Con los estados de conciencia humanos, es decir, con los pensamientos, deseos, actitudes psicológicas y actividades diversas desarrolladas por el hombre y de cuya base se originan los ambientes sociales del mundo, con sus múltiples niveles de expresión.

c. Con los diversos Rayos, en número de siete, que constituyen las corrientes de energía logoica que dan vida al Universo.

d. Con las corrientes astrológicas que proceden del espacio solar y extrasolar, creando las oportunidades cíclicas de la evolución humana, planetaria, solar y cósmica, las cuales obedecen a las leyes infinitas de relación o comunicación, base sustancial del Cosmos.

e. Con los vehículos de manifestación de la Entidad causal llamada Alma, Yo superior o Angel solar en nuestros estudios esotéricos. Tales vehículos, en lo que respecta a la evolución de la entidad humana en esta presente cuarta ronda y en este cuarto planeta que es la Tierra, son cinco: el físico, el astral, el mental, el búdico y el átmico. Sin embargo, visando el sentido de lo práctico y realizable en nuestras investigaciones ocultas, hemos depositado nuestra especial atención a los tres primeros por considerar que la evolución de los vehículos búdico y átmico corresponde al devenir de las razas del futuro y a la vida de los grandes discípulos e Iniciados del planeta y que, nada de carácter práctico puede aportar a los aspirantes espirituales de nuestros días.

f. Con los hechos kármicos que se producen en el planeta y constituyen la simiente viva para etapas posteriores de evolución humana.

g. Con los fenómenos psíquicos, paranormales o parapsicológicos, insuficientemente investigados todavía y escasamente clarificados o poco definidos en los tratados dedicados a esta interesante rama del saber oculto.


Examinemos brevemente la actividad de los Devas:

a. Sobre los Reinos de la Naturaleza

Estos, como se sabe, son siete, de acuerdo con la clasificación septenaria del Universo. Veamos: el Reino Mineral, el Vegetal, el Animal, el Humano y el Superhumano, técnicamente descrito como el Reino de los Cielos. No interesa de momento especular sobre los dos Reinos superiores al Superhumano, los cuales se hallan ubicados en niveles del Universo inaccesibles por completo a la razón más exaltada del hombre. Lo que sí nos interesa fundamentalmente es reconocer el hecho esotérico de que los Reinos de la Naturaleza están integrados en órbitas evolutivas distintas que van desde el plano Adico, o divino, al plano físico, extendiéndose así de plano en plano las Jerarquías dévicas o angélicas que cuidan de su evolución. Habrá que repetir al respecto lo dicho en anteriores ocasiones, es decir, que cada plano está regido por un Arcángel de gran magnificencia y poder y que cada subplano está bajo la supervisión y guía de un exaltado Angel, de la categoría de los Chohanes de Rayo, unos Adeptos que han alcanzado la sexta Iniciación planetaria y la segunda Iniciación solar. Cada Reino, a su vez y dependiendo de la jurisdicción de los Angeles de determinado subplano, está regido también por un cualificado Angel, el cual está especialmente dedicado a la obra de perfección de dicho Reino dentro del cual efectúan su evolución multiplicidad de especies, cada una de ellas con sus propios guías y regentes dévicos, cuya integración espiritual dependerá lógicamente de las necesidades evolutivas de aquellas. En fin, el proceso de substanciación, estructuración y guía particular de los Reinos obedece a la actividad angélica, no pudiendo ser registradas otras fuentes de actividad que la de estos excelsos moradores de los mundos invisibles y la colaboración constante y decidida de aquellos Adeptos que, una vez recibida la quinta Iniciación planetaria, decidieron permanecer en el planeta y trabajar en estrecha y fraternal colaboración con los grandes Regentes del mundo dévico.

Quizás sea ilustrativo advertir que los Angeles que guían la evolución de las distintas especies dentro de los Reinos inferiores al humano, lo hacen a través de sus respectivas Almasgrupo, siendo éstas, tal como vimos en el primer volumen de este Tratado, una especie de esferas psíquicas dentro de las cuales viven, se mueven y tienen el ser -utilizando aquí una muy gráfica idea- todas las unidades de vida monádica que realizan su evolución en una u otra de las múltiples especies de estos Reinos.

b. Sobre los Estados de Conciencia Humanos

Tal como vimos en páginas anteriores, al referirnos a las formas psíquicas o Egregores creados por la actividad mancomunada de los devas y los seres humanos, hay una substancia etérica en el ámbito planetario que sirve de vehículo de comunicación entre todos y cada uno de los niveles de expresión mental, psíquica y etérico-física con sus consecuencias objetivas de estructuración de los ambientes sociales del mundo. Los artífices de esta obra objetiva en los éteres espaciales son los devas en sus múltiples divisiones, especies y familias dentro de la infinita prodigalidad de su maravilloso mundo. Trabajan siempre según el proceso científico de condensación de las energías mentales y psíquicas que surgen de los estados de conciencia humanos y construyen con esta substancia materializada las condiciones precisas -kármicamente registradas- que originan los ambientes planetarios, desde el estrictamente individual al social o comunal más incluyente. De esta manera puede ser fácilmente equiparada la acción dévica en lo que respecta a un ambiente familiar, profesional o comunal, cuyas expresiones concretas analizábamos en el segundo volumen de este Tratado, con las grandes líneas maestras de carácter cósmico que crean la civilización, la cultura, la especial idiosincrasia psicológica y el peculiar y característico lenguaje de todas las naciones de la Tierra.

Un estudio más profundo de los aspectos ocultos de estas relaciones humano-dévicas, nos señalaría quizás analogías siderales que escapan de momento a nuestra individual comprensión, pero que tendrían que ver sin duda con la obra creativa de los Angeles superiores del Sistema, que contribuyeron en la obra de substanciación de nuestro Sistema solar utilizando los estados de conciencia Logoicos o la relación magnética establecida entre tales estados y ciertas indescriptibles Potestades Angélicas, más allá de la más exaltada comprensión humana, cuya evolución se realiza en zonas del espacio cósmico en donde el Eter, o substancia creadora, alcanza unos niveles de pureza y diafanidad realmente insospechables e indefinibles.

c. Sobre los Siete Rayos

Estos, como esotéricamente se sabe, son siete corrientes de Vida emanantes de aquel Centro cósmico místicamente definido como el Corazón del Sol. Lo que quizás no sea tan conocido por el lector de los temas esotéricos u ocultos es que estas corrientes de energía son la expresión de una u otra de las Siete cualidades espirituales que definen la conciencia psicológica de nuestro Logos Solar, es decir: la Resolución o Voluntad de Ser, la Unión por el poder del Amor, la Comprensión del alcance cósmico del Universo, el Sentimiento infinito de Belleza, el Sentido permanente de Investigación, la Devoción exquisita e indescriptible hacia el Trabajo creador y la Magia de Cumplimiento o Espíritu de Realización de la Obra Universal. Estas siete cualidades logoicas se expresan a través de los llamados planetas sagrados, cuyos Logos alcanzaron la quinta Iniciación cósmica. Tales son dichos planetas expresados según el orden de los Rayos y de las cualidades expuestas: Vulcano, Júpiter, Saturno, Mercurio, Venus, Neptuno y Urano. Participando de las cualidades del tercer Rayo, como Saturno, tenemos a nuestro planeta Tierra, cuyo Logos planetario está atravesando actualmente las crisis que preceden a la Cuarta Iniciación cósmica, de las del sexto Rayo, como Neptuno, al planeta Marte y de las del primer Rayo, como Vulcano, al planeta Plutón. Otros dos planetas no descubiertos todavía, pertenecientes a los Rayos segundo y cuarto, añadidos a los diez antes descritos totalizan los doce planetas, los cuales, enlazados con las doce Constelaciones del Zodíaco, deberán ser sagrados o perfectos desde el ángulo del Logos- al finalizar este presente MAHAMANVANTARA, o ciclo de actividad logoica o solar. Ahora bien, desde el ángulo de vista de este Tratado, hay que considerar que las corrientes de Vida universal que emanan del Corazón del Sol, o Siete Rayos, son proyectadas o transmitidas a la totalidad del Esquema de Evolución Solar por los Grandes Arcángeles o Supremas Entidades Dévicas del Sistema, constituyendo sendos canales de distribución de la Conciencia Divina al coincidir o crear impacto sobre la vida evolutiva de los planetas sagrados y sobre la conciencia de sus respectivos Logos planetarios, así como sobre cada uno de los Planos del Universo y de los Reinos y sobre cada una de las razas y especies que en aquellos realizan su evolución. Veamos, por tanto, cómo la Vida del Señor del Universo llega a nosotros en virtud del excelso poder expansivo de los grandes Mahadevas, los Cuales utilizan para su desplazamiento por los espacios infinitos corrientes de energía etérica, siendo el Eter -definido en lenguaje jerárquico-la Sangre de los Dioses y los Angeles, en sus distintas funciones, los agentes misteriosos que le comunican a esta Sangre la vitalidad, el calor y el dinamismo de sus Vidas radiantes, a fin de que el gran contenido universal subsista y pueda desarrollar en forma constante y progresiva su proceso evolutivo.

d. Sobre las corrientes de Vida Astrológica

Estas corrientes de Vida, a igual que los Siete Rayos, son las comunicadoras celestes de las cualidades características de los grandes Centros estelares, universales y cósmicos que oscilan en estrecha e indisoluble relación por las profundidades infinitas del Espacio absoluto. Estas corrientes de Vida extrasolares o cósmicas vienen transportadas -si podemos decirlo así- desde los más ignorados y remotos confines del Cosmos por otras huestes dévicas de trascendente evolución cuya misión es vincular Vidas y Conciencias y establecer relaciones. Por tal motivo son definidos jerárquicamente Los Grandes Comunicadores del Espacio. Por su mediación existe un lazo permanente de unión entre los planetas, los Universos, las Constelaciones y las Galaxias, constituyendo lo que en algunas partes de este Tratado hemos definido como Fraternidad Cósmica o Ambiente Social de los Dioses.

Las corrientes astrológicas son las comunicadoras de las virtudes de los astros y a través de las huestes dévicas llegan a penetrar en los ambientes planetarios y en la vida de los seres humanos, condicionando su evolución y su comportamiento psicológico y deparándoles las oportunidades kármicas de sus vidas espirituales. La incidencia de estas energías celestes, virtualmente capacidades psicológicas o estados de conciencia de los Logos, canalizadas por los Devas sobre los seres humanos y sobre la Vida sicológica de los astros, es denominada técnicamente Ciencia Astrológica. Los hombres del futuro, más evolucionados que nosotros, conocerán sin duda la sutilidad de unas corrientes de energía de tal extraordinaria sutilidad y tensión espiritual que les pondrán en comunicación con unas Entidades Angélicas o Celestes de tal excelsa y desconocida magnitud que Sus Vidas radiantes son para los seres humanos más avanzados sólo vagas intuiciones o románticos sueños que tratan de expresarse en lo más profundo y remoto de sus conciencias.

e. Sobre los Vehículos de Manifestación de la Entidad Causal, Alma o Angel Solar y su relación cósmica

Tal como dijimos en otras partes de este Tratado, estos vehículos de manifestación son la mente, el cuerpo astral y el cuerpo físico, sirviendo de vehículo de relación entre ellos el llamado cuerpo etérico o doble etérico, habida cuenta de que es un duplicado perfecto del cuerpo físico denso y siendo su composición -tal como su denominación así lo indica- la energía etérica y su expresividad más concreta y definida el dinamismo vital que determina la cohesión atómica del cuerpo físico y su sentido de permanencia temporal. Es necesario observar que estos tres cuerpos físico, astral y mental -coordinados por el vehículo etérico- llamados esotéricamente los vehículos cíclicos o periódicos del Alma son construidos por los devas etéricos, astrales y mentales siguiendo las leyes evolutivas de la Naturaleza y el proceso kármico señalado por la evolución espiritual del Alma. Esta idea será mejor comprendida si se tiene en cuenta que cada Plano de la Naturaleza tiene siete subplanos y que hay diversidad de especies o familias dévicas en cada uno de ellos que llevan a cabo el proceso de substanciación del Eter para construir las formas o los vehículos adecuados para cada estado de conciencia de los hombres. La calidad de los vehículos obedecerá lógicamente pues a la evolución espiritual del Alma, así como también y por analogía a la sutilidad de las entidades dévicas que construyen sus vehículos o mecanismos de expresión. Es necesario captar esta idea de sintonía de vibraciones entre los estados de conciencia humanos y el grado de sutilidad de los Angeles o Devas constructores, ya que puede ser aplicada enteramente y por analogía al Gran Océano de Vida Cósmica.

En uno de los capítulos del primer volumen de este Tratado esotérico sobre los Angeles, hablamos hecho referencia a un axioma esotérico procedente de los Archivos de la Gran Logia Planetaria, cuya formulación venía a dar este sentido: “Hay un hombre para cada Angel y un Angel para cada hombre”, un axioma que puede ser aplicado en su integridad a todos los Hombres celestiales, guías y directores de planetas, universos y galaxias. Estas excelsas Entidades Logoicas, de incomprensible evolución para nuestra mente humana, precisan a igual que nosotros de vehículos periódicos o cíclicos de expresión, siendo éstos las colosales estructuras cósmicas que expresan sus cualidades íntimas, sus energías particulares de Rayo y sus peculiares o característicos estados de conciencia. Habrá que aceptarse así obviamente la existencia de una increíble Dinastía o Jerarquía de Angeles de incalculable y desconocida evolución que construyen con la misteriosa Esencia de sus Vidas los Vehículos de Manifestación cíclica de aquellas soberbias Voluntades de Expresión Logoica. Así parece ser si nos atenemos -tal como es de rigor en nuestros estudios esotéricos- al principio de analogía hermético “igual es arriba que abajo”, que, al parecer, rige para el Cosmos absoluto.

Esta ley de analogía o de correspondencia ha sido profundamente estudiada por los investigadores del mundo oculto y revelada de muchas y muy distintas maneras por los Grandes Responsables del Sistema, con la aportación de aquella grandiosa idea cósmica que toma cuerpo en nuestra mente con estas sencillas palabras: “los Tres Universos del Logos”, por la cual es ser humano plenamente advertido de los grandes valores del Espíritu penetra en la interioridad de la Vida del Creador y toma contacto con las Supremas Decisiones de Su Mente. Estos tres Universos son la analogía de los tres Vehículos cíclicos que utiliza el Alma humana durante el proceso de evolución de su vida espiritual, siendo ésta su más aproximada relación:
 

En ella se aprecia la identidad del principio divino en el corazón humano y la mágica expresión de la ley de analogía expuesta en aquellas místicas palabras, rebosantes de verdad y de misterio: “Vosotros sois hechos a imagen y semejanza del Creador”, tan sencillas y tan poco comprendidas todavía por los aspirantes espirituales de nuestros días. Así, de acuerdo con esta analogía deberán surgir nuevas y más profundas ideas sobre la identidad humano-logoica.

Veamos:

Hay que suponer, de acuerdo con la analogía, que la identidad de tales Universos será únicamente posible por medio de la actividad Angélica que vive, se mueve y tiene el ser en los niveles cósmicos. Por lo tanto, del conjunto de tales afirmaciones debería surgir una idea de síntesis que abarcase dentro de su infinito contexto las vidas microcósmicas y las más esplendentes Entidades macrocósmicas, es decir, que al afirmar que devas constructores procedentes del éter construyen los vehículos o mecanismos de expresión del Alma humana, estamos afirmando también que tremendas Potestades Angélicas de inconcebible evolución estructuran los soberbios Universos cíclicos que son los Vehículos de manifestación de los Logos Creadores dentro de la expansión multidimensional del Espacio infinito.

Los detalles cósmicos correspondientes a esos contactos realizados por los Hombres Celestiales y las excelsas Entidades Mahadévicas, están más allá y por encima de nuestra comprensión y entendimiento. Sin embargo, utilizando como siempre la analogía e investigando profundamente la labor oculta y silenciosa de los devas constructores de los vehículos de expresión del Alma humana, tendremos siquiera una vaga noción de la labor omniabarcante realizada por los poderosísimos Arcángeles del Sistema.

 

f. Sobre los Hechos Kármicos que tienen lugar en nuestro planeta
 

Tales hechos son una expresión de lo que en lenguaje esotérico definimos como las oportunidades cíclicas de la evolución, constituyendo una compleja aunque maravillosa red de acontecimientos misteriosamente relacionados que se transmiten vida tras vida, creando el engarce magnético de la historia del pasado con los hechos del presente y siendo trasladados luego al futuro en forma de oportunidades de redención y liberación. El desarrollo de los hechos y la calidad de la historia planetaria son consubstanciales con la evolución del ser humano, siendo la humanidad en su conjunto el eje mágico alrededor del cual gira la evolución total del planeta, ya que se halla situada en el centro de los tres Reinos inferiores, el mineral, el vegetal y el animal y los tres superiores. De ahí la importancia del Reino humano y del karma de la humanidad, un recipiente mágico del misterio de revelación que deberá convertir al hombre en un dios en la vida de la Naturaleza y en un transmisor del gran legado cósmico del que es depositario, pues él, a igual que los Hombres Celestiales, posee los átomos permanentes, uno para cada vehículo de manifestación, mediante los cuales puede registrar todos los hechos y acontecimientos que suceden dentro y fuera de sí y proyectarlos al futuro en forma de recuerdos o memorias vivas de todas las experiencias psicológicas individuales y comunales realizadas en el devenir de su vida kármica, siendo los Angeles del Recuerdo, Agentes del Gran Señor Kármico denominado esotéricamente la MEMORIA COSMICA, los encargados de grabar con caracteres indelebles en la vida del Alma humana todos los hechos y acontecimientos que constituyen sus experiencias en el tiempo.

 

g. Sobre las Fenómenos Psíquicos definidos como Paranormales o Parapsicológicos [Ver volumen primero de este Tratado, Las fuerzas Ocultas de la Naturaleza]
 

Tales fenómenos en su totalidad están relacionados con las actividades etéricas de aquellos Devas llamados ocultamente los Señores del Eter, las cuales, si bien han sido analizadas y divulgadas en sus aspectos más objetivos y apreciables, no han sido estudiadas todavía en la base de sus causas motivadoras; de ahí la evidente incapacidad de la mayoría de los investigadores en ese campo de estudio de someterlas a un análisis realmente profundo y científico. Y, sin embargo, en la base esencial o productora de tales fenómenos se halla una realidad tremendamente científica, tal como puede ser aseverado con la frase esotérica, tantas veces utilizada durante el curso de este Tratado, substanciación del Eter y cuyas consecuencias son la conversión del Espacio, si podemos decirlo así, en Materia capaz de adoptar todas las formas deseadas o producidas por los estados de conciencia de los hombres y de todos los demás seres de la Naturaleza. Algunas de tales modificaciones del éter afectan, debido a su mayor sutilidad, el cuerpo psíquico o astral de las personas físicamente predispuestas. Según hemos podido apreciar durante el curso de nuestras investigaciones esotéricas, las personas acusadamente psíquicas o astrales y de escaso desarrollo mental están más propensas que las otras a recibir los impactos astrales en sus vidas físicas. Según se nos dice esotéricamente, la mayoría de estas personas astralmente polarizadas y profundamente psíquicas son unos remanentes de la raza atlante, que por no haber logrado alcanzar el suficiente desarrollo mental se rezagaron de aquella civilización y reemprendieron en la raza aria el trabajo incumplido o escasamente desarrollado en ciclos anteriores, avanzando con el conjunto de la raza actual para liberarse de aquellos vestigios psíquicos y desarrollar convenientemente la mente intelectual. Sea como sea, el hecho evidente es que un ingente grupo de personas, atlantes o arias, son exageradamente sensibles a los mundos psíquicos y, debido al escaso control que tienen sobre sus naturalezas astrales, son unos elementos idóneos para provocar inconscientemente la mayor parte de los fenómenos parapsicológicos registrados y clasificados por los investigadores en ese campo de estudio.

El investigador esotérico entrenado en el arte de la investigación oculta comprueba que todo fenómeno psíquico registrado u objetivizado, es decir, que haya logrado traspasar la barrera astral e introducirse de una u otra manera en el plano físico para poder ser debidamente percibido, analizado y catalogado, obedece al principia de substanciación del éter y a la consiguiente creación de esta rara substancia que los parapsicólogos denominan ectoplasma. El ectoplasma, siendo energía etérica substanciada puede adoptar todas las formas imaginables, ya sea en virtud de potentes impulsos emocionales provenientes del ser humano acusadamente psíquico o bajo el poder del mago entrenado en el arte mental de la visualización. No obstante, ningún fenómeno parapsicológico sería posible de no mediar el tercer elemento, es decir, la vida de los devas substanciadores del éter sin cuyo concurso no puede ser creada forma alguna en el espacio, ni obtener tampoco del mismo el ectoplasma que puede hacerla perceptible, reconoscible y diná­mica.

Las personas que habitualmente registran tales fenómenos parapsicológicos, es decir, los médiums, clarividentes, clariaudientes y sensitivos de tipo astral, debido a su excesiva polaridad psíquica, no tienen una idea muy concreta de lo que realmente sucede en los mundos invisibles; ellas se limitan simplemente a registrar impresiones y no están debidamente capacitadas para suministrar datos concretos ni observaciones inteligentes acerca de tales fenómenos. Ha llegado el momento, por tanto, de introducir el tercer elemento dévico en las averiguaciones científicas de los verdaderos investigadores dentro del campo de la Parapsicología, ya que tal conocimiento les llevará en forma directa y segura a la resolución de la causa productora de todos los fenómenos psíquicos, sea cual sea su importancia, capaces de afectar el éter y la sensibilidad emocional de los seres humanos. El fraguado de cualquier fenómeno paranormal o parapsicológico, tanto el que tiene que ver con la creación del ectoplasma, con los ruidos astrales dentro de los hogares, con la actividad de los llamados duendes o con la manifestación objetiva del cascarón astral de un ser desencarnado, ha sido convenientemente explicado en otras partes de este Tratado. Conviene insistir, sin embargo, sobre un hecho fundamental y es el de que el plexo solar de los seres humanos, singularmente de los muy psíquicos, es un recipiente de substancia astral no liberada la cual, en determinadas ocasiones y de acuerdo con los estados de conciencia inferiores, toma contacto con devas de escasa evolución del plano astral y provoca fenómenos psíquicos diversos. Un rapto de cólera o una violenta tensión emocional pueden determinar a veces el fenómeno de materialización física de alguna definida y no muy agradable forma astral. Ha habido en este caso una potente reacción de los éteres y una dinámica expresión de aquel estado de conciencia negativo bajo la expresión objetiva de un deva o de un elemental constructor de naturaleza evolutiva muy primaria. Podríamos afirmar desde el ángulo esotérico, que los fenómenos psíquicos en su casi totalidad son un resultado de la intercomunicación humano-dévica, realizada en los bajos niveles del plano astral con una respuesta ectoplásmica del Espacio, ya que, esotéricamen­te, cualquier modalidad de ECTOPLASMA, no es otra cosa que éter cualificado capaz de adoptar todo tipo de formas psíquicas en respuesta a cada uno de los estados de conciencia del Alma humana y como una réplica substancial de todo cuanto ocurre -psíquicamente hablando- en la vida de la Naturaleza y de los Reinos en evolución.
 

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